PRESENTACIÓN DE CASOS CLÍNICOS
Quiste congénito de la valécula con alteraciones del peso. Caso clínico
Congenital vallecular cyst with weight disorders. Case report
Dr. Jhonder Xavier Salazar Guilartea y Dr. José Mauri Barberaa
a. Hospital General Universitario de Alicante. Alicante, España.
Correspondencia: Jhonder Xavier Salazar Guilarte: jhoxasagui@hotmail.com
Conflicto de intereses: Ninguno que declarar.
Recibido: 13-8-12
Aceptado: 14-11-12
Resumen
Los quistes de la valécula son un trastorno raro en los niños; el estridor es el síntoma más frecuente y la alteración del crecimiento, el más infrecuente. Se presenta el caso de un niño de 2 meses referido por la escasa ganancia ponderal desde su nacimiento, con antecedentes de atragantamiento al alimentarse. No presentaba dificultad respiratoria, pero llamaba la atención la respiración bucal y la hiperextensión del cuello con lateralización hacia la derecha. El esofagograma mostró una masa hipofaríngea que desplazaba la laringe y reflujo del medio de contraste hacia el árbol bronquial. Por laringoscopia directa se resecó un quiste con técnica de marsupialización. La evolución fue favorable, sin recidivas, hasta el cuarto mes de seguimiento.
Palabras clave: Quiste valecular Fallo de medro; Quiste congénito; Malformaciones congénitas laríngeas.
Summary
Vallecula cysts are a rare condition in children, with stridor being the most common symptom and growth alterations the more uncommon. We present a 2 months-old child referred by low weight gain from birth, with a history of choking when feeding. He had no respiratory distress but struck mouth breathing and neck hyperextension with lateralization to the right. The esophagogram showed a mass displacing hypopharynx and larynx reflux of contrast into the bronchial tree. The cyst was resected by direct laryngoscopy with marsupialization technique. The outcome was favorable, without recurrence until the fourth month of monitoring.
Key words: Vallecular cyst; Failure to thrive; Congenital cyst; Congenital laryngeal malformations.
http://dx.doi.org/10.5546/aap.2013.e39
Introducción
Descritos desde hace más de 100 años, los
quistes valeculares son poco comunes en la infancia,
aunque son una causa posible de estridor
y muerte súbita infantil.1,4 En los adultos suelen
ser asintomáticos o provocar síntomas inespecíficos, como cambios en la voz o sensación de masa
en la garganta, por lo que han llegado a considerarse
una entidad diferente del tipo infantil,
que rara vez pasa inadvertida.5,6 Aunque anatómicamente
la valécula representa una depresión
o ranura entre la epiglotis y la base de la lengua
por donde pasa, en el proceso de deglución, la
comida para dirigirse lateralmente alrededor de
la epiglotis, entrar en el seno piriforme y luego
en el esófago, los quistes valeculares, localizados
fuera de la laringe son considerados en la
literatura científica quistes laríngeos congénitos
porque pueden desplazar posteriormente toda la
supraglotis, en especial la epiglotis, y obstruir la
vía aérea superior.1,6
En general, los quistes laríngeos tienen una
incidencia de 2 (1,87 a 3,49) por cada 300 000 nacidos
vivos, y han sido divididos en quistes saculares
y ductales; los primeros producen una
dilatación del sáculo laríngeo; los segundos (más
frecuentes) resultan de la obstrucción de conductos
glandulares submucosos, por lo que se
rellenan de un acúmulo de moco blanquecino
y denso.1,7,8
Estos quistes pueden detectarse desde la semana
25 de gestación con signos indirectos, como polihidramnios,
hipoplasia pulmonar o compresión
traqueal, entre otros.1,9 La edad media de presentación
son 2,5 meses (rango 2 días a 9 meses). Los
síntomas dependen del tamaño y la localización
del quiste y comprenden estridor, dificultad respiratoria,
tos, disfonía, cianosis y episodios aparentemente
letales.1-3,7,10 La falla de crecimiento,
definida como la incapacidad para sostener una
velocidad de crecimiento normal, tanto en peso
como en talla, en niños menores de 3 años, no
suele ser una presentación habitual.11-13 Otras formas
de presentación documentadas en estudios
previos incluyen tos crónica, episodios de cianosis
repetitivos, cambios en la voz y pobre ingesta
alimentaria con escasa ganancia ponderal.6
Se relacionan con anormalidades de la vía aérea,
como la laringomalacia (12% a 45%) y reflujo
gastroesofágico (70%); sin embargo, la prematuridad
no parece influir en su aparición.3,6 Los diagnósticos
diferenciales se plantean con el quiste del conducto tirogloso, el quiste dermoide, el tumor
adiposo, el linfangioma, el hemangioma y la tiroides
lingual.3,7 De los 63 casos publicados en los
últimos 20 años, sólo 3 han debutado con fallo de
medro sin dificultad respiratoria. Por eso, presentamos
un caso cuya consulta inicial fue la escasa
ganancia ponderal, analizando los detalles relevantes
acerca de su manejo y tratamiento actual.
Caso clínico
Un lactante de 2 meses fue referido por su pediatra de zona debido a la escasa ganancia ponderal desde el nacimiento. Entre sus antecedentes personales, era producto de una gestación controlada de 40 semanas de duración, sin patologías ni tratamientos de interés. Nació mediante cesárea y pesó 3650 g (peso adecuado), sin ninguna complicación perinatal. Su madre había notado una rinorrea mucosa espesa desde su nacimiento, que aumentó en las últimas semanas y le dificultaba las tomas (70 mL cada 3 a 4 h), con atragantamientos frecuentes y un episodio de cianosis al alimentarse no objetivado por su pediatra al consultar inicialmente. En el momento de ingresar en nuestro servicio pesaba 4150 g (< percentil 3). Presentaba un aspecto desnutrido, con piel pálida y llamaba la atención su respiración con la boca abierta, y el cuello hiperextendido y lateralizado a la derecha. No presentaba taquicardia, taquipnea, fiebre ni estridor, y saturaba 100% respirando aire ambiente. Su longitud (59,5 cm) y perímetro cefálico (41 cm) eran adecuados (percentil 75). Las pruebas complementarios de hemograma, bioquímica, radiografía de tórax, prueba del sudor, estudio ferrocinético y estudio inmunológico fueron normales. Se le realizó un esofagograma con contraste yodado que mostró un mínimo realce de una masa bien delimitada, que ocupaba la luz de la hipofaringe y desplazaba posteriormente la laringe, sin llegar a colapsarla. El contraste refluía hacia la rinofaringe y entraba en el árbol bronquial, sugiriendo aspiraciones al deglutir (Figura 1).
Figura 1. Esofagograma con contraste que muestra una
tumoración que ocupa la hipofaringe (región de la valécula)
y que obstruye parcialmente la vía aérea.
Tras dicho hallazgo se realizó una consulta con el otorrinolaringólogo, quien le realizó una nasofibroscopia flexible y confirmó la tumoración quística proveniente de la región valecular que empujaba la epiglotis contra la pared posterior de la faringe y obstruía parcialmente la entrada laríngea. El paciente fue llevado al quirófano para realizarle una laringoscopia directa y extirpar la lesión; la intubación resultó difícil y requirió un fibroendoscopio transoral para completarla, dado que el quiste obstruía casi en 60% de la hipofaringe. No se apreció laringomalacia u otra alteración estructural o anatómica de la vía aérea. En la punción del quiste se aspiró una secreción mucoide clara y se procedió a su marsupialización con resección parcial de la pared quística mediante tijeras (Figura 2). El examen histológico de la pieza mostró un epitelio respiratorio con metaplasia escamosa, así como tejido conjuntivo sin infiltración celular inflamatoria. Fue dado de alta a los 3 días posquirúrgicos. En la consulta externa, a los 2 meses, no se apreció recurrencia de la lesión en la nasofibroscopia. Después de 4 meses, el paciente había mejorado la ingesta calórica y mostraba buena ganancia de peso.
Figura 2. A: Masa quística en la valécula. B: Punción y aspirado del quiste. C: Marsupialización endoscópica.
D: Visualización de la endolaringe tras la extirpación de la lesión.
Discusión
Los quistes ariepiglóticos son los quistes laríngeos
más frecuentes en la población infantil,
seguidos de los quistes valeculares, ventriculares
y subglóticos. Otros sitios comunes son las cuerdas
vocales, el cartílago aritenoides y el seno piriforme. 12,13
Todos estos quistes suelen localizarse en la capa
submucosa, sin envolver el cartílago ni ulcerar
la mucosa. Generalmente contienen líquido claro
y no infectado; están recubiertos internamente
de epitelio respiratorio con glándulas mucosas y
una capa externa de epitelio escamoso alineado
junto con pared de músculo liso, que explicaría
su patogénesis de obstrucción de las glándulas
seromucinosas.12
Las características intrínsecas que determinan
su sintomatología están en relación con su tamaño
y localización; si se encuentran en la línea media,
sobre los bordes de la epiglotis o en la zona
valecular, se impedirá la mecánica fisiológica de
la deglución, con lo cual el paciente presentará dificultades para alimentarse y pérdida de peso,
además de disnea y estridor. En nuestro caso, a
pesar del importante tamaño quístico, la principal
queja fue la dificultad para las tomas y la escasa
ganancia ponderal.
Si el diagnóstico preoperatorio se complementa
con estudios por imágenes, la ecografía, por
su inocuidad, resulta el método de pesquisa más
usado para distinguir entre una masa sólida y una
quística.2 En este caso, el esofagograma baritado
permitió descartar lesiones esofágicas funcionales
o estructurales. En general, la resonancia magnética
muestra la mejor definición, delimitación y
extensión del quiste con una imagen hipointensa
en T1, hiperintensa en T2 y que no se realza tras
la administración de gadolinio.2,11 Sin embargo, se
considerará el inconveniente de lo costoso de esta
técnica y la necesidad de sedación para realizarla,
ya que requiere el manejo de la vía aérea por
parte de un anestesista. La tomografía computarizada,
además de similares desventajas, implica
una sobrecarga de irradiación que debe sopesarse.
La utilización del fibroscopio flexible para una
aproximación diagnóstica inicial resulta útil por
ser rápido, fácil de realizar y mínimamente invasivo. 2 En ocasiones, tiene como limitación que la
base de la lengua o la valécula no se puede ver fácilmente,
para lo cual se usa la laringoscopia directa,
que es la prueba de referencia.1,13
Entre las variantes de tratamiento, la aspiración
mediante aguja confirma el diagnóstico y
puede resolver una situación de intubación difícil,
pero rara vez se debe usar como tratamiento definitivo,
dada su alta tasa de recidivas; sin embargo,
la marsupialización con tijeras, electrocauterio o
láser CO2 tiene una tasa de recidivas muy escasa,
por lo que es recomendable su aplicación.1,2,3,7
Las modernas técnicas, tras el desarrollo de los
abordajes endoscópicos, han permitido el mejor
control de la vía aérea pediátrica; muchas de ellas
evitan la traqueotomía o las cirugías abiertas.5 En
función del tamaño quístico, el manejo de la vía
aérea por el anestesista puede llegar a ser bastante
difícil, por lo que se ha visto que la ventilación de
alta frecuencia con cánula pequeña (ventilación jet) evita dichos problemas al compararla con los
tubos endotraqueales. Sin embargo, su uso es de
dudosa aceptación durante las situaciones de urgencias,
debido a que expone a más riesgo de rotura
del quiste, con la consiguiente aspiración.5,6 Como conclusión, es importante destacar la alta
sospecha clínica mediante una correcta anamnesis
y exploración física, que permita hacer un diagnóstico
presuntivo y enfocar los estudios necesarios
de una lesión a nivel de la vía aerodigestiva,
con un abordaje terapéutico oportuno y evitando
complicaciones de cualquier índole.
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