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Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.16 no.3 Córdoba  2023  Epub 28-Dic-2023

http://dx.doi.org/10.31048/1852.4826.v16.n2.41382 

Dossier

Articulaciones entre judaísmo y política a partir de la producción de memoria entre sectores del judaísmo progresista

Relationships between Judaism and politics through the making of memory among progressive Jews

Damián Setton1 

1CEIL/CONICET. Universidad de Buenos Aires. E-mail: damiansetton@gmail.com

Resumen

En el marco de los estudios judíos y los estudios sobre el kirchnerismo, el artículo analiza cómo las categorías políticas impregnan el campo judaico. En el último tramo del segundo mandato de Cristina Fernández, lo judío formó parte del discurso de los actores políticos y de sus estrategias de construcción de un campo antikirchnerista. En ese marco, y como respuesta a estas estrategias discursivas, fue creado el Llamamiento Argentino Judío, agrupación cuyo lema central fue la impugnación de la pretensión de la DAIA de definirse como el representante de la colectividad judía. El discurso articulado por el Llamamiento proyectó una definición de lo judío imbricada en las categorías políticas de derecha e izquierda, produciendo articulaciones entre lo judío y el movimiento nacional y popular. El artículo analiza como esta articulación tiene lugar a través del proceso de producción de memoria. Para ello, analiza la memoria como una producción en proceso no exenta de tensiones.

Palabras clave: Kirchnerismo; Izquierda; Etnicidad; Dictadura militar.

Abstract

As a contribution to both Jewish studies and studies on Kirchnerism, the paper analyses how political categorization takes place inside the Jewish field. During the last stretch of Cristina Fernandez Presidency, Judaism becomes one of the main dimensions of the discourses and strategies of some political actors whose objective was the making of an antikirchnerist stance. It was in this very context, and as a reply to those strategies, that the Llamamiento Argentino Judío was founded. The LAJ was created as an organization aimed at supporting the government and to contest the claiming of DAIA of being recognized as the only representative of Argentinean Jews. The LAJ projected a kind of definition of Jewishness which dived into the Left- Right scheme of political categorization. This way, the LAJ articulated both Jewishness and the national-popular movement. The paper analyses how this articulation took place through the memory politics dynamics, taking into account that memory has to be analysed as a not without tensions process.

Keywords: Kirchnerism; Left; Ethnicity; Military dictatorship

Introducción

Analizando cómo las categorías del campo de la política producen fronteras dentro del campo judaico, el artículo indaga en el trabajo de memoria llevado a cabo desde el Llamamiento Argentino Judío (en adelante LAJ), una organización vinculada al proyecto político-identitario kirchnerista1. Analizando la memoria como un trabajo en permanente producción antes que como un texto acabado, se analizan eventos en los cuales se ponen en circulación determinadas imágenes y se observan amalgamas y tensiones que se producen entre variaciones de la memoria.

Durante el último tramo del segundo gobierno de Cristina Fernández, lo judío, como categoría, adquirió un lugar relevante en la disputa política. El memorándum con Irán y la muerte del fiscal Alberto Nisman activaron un conjunto de representaciones, plasmadas en discursos diversos, que proyectaron la categoría “judío” en el centro de la escena. La identidad judía del entonces Canciller Héctor Timerman fue un elemento al que se recurrió para cuestionar su gestión, pero no desde una matriz antisemita (Setton, 2021). El año 2015 anunció la derrota del kirchnerismo en las elecciones nacionales y el fin de un ciclo de gobiernos identificados con una categoría identitaria que, en los últimos años, había adquirido contornos más o menos definidos pero no por eso menos disputados (Ver, entre otros, Vázquez y Vommaro, 2012; Barros, 2013; Fernández, 2019). La dicotomía kirchnerismo-antikirchnerismo funcionó como un recurso cognitivo que habilitó, para los actores sociales, formas específicas de habitar el espacio de la política. El kirchnerismo pasó a ser identificado con la categoría más amplia de lo nacional y popular. Para quienes se identificaban con esta etiqueta, su autodefinición como nacional y popular conllevaba la definición de un antagonista, una otredad que fue categorizada como “la derecha” (Schuttenberg, 2011; Ghiretti, 2021).

Imaginarios, memorias y política

Los estudios sobre política han venido recurriendo al concepto de marco interpretativo y al análisis de los marcos a los cuales los actores sociales recurren para definir la realidad, identificar procesos, hacer diagnósticos y proponer soluciones (Snow, 2013). En este sentido, nos interesa comprender cómo los actores sociales interpretaron el momento político signado por el fin del ciclo de gobiernos kirchneristas. Para quienes serían los futuros integrantes del LAJ, esto fue interpretado como un avance de aquello que denominan como “la derecha”, aplicando esta categoría no sólo al espacio de la lucha política sino al de la producción de lo judío y reeditando viejas disputas entre los sectores progresistas y aquellos espacios denominados como “instituciones centrales”. Estas disputas, que habían definido un estado del campo en los años ‘50 (Bell, 2003), eran re-visibilizadas a partir de la creación del Llamamiento Argentino Judío: para los fundadores del LAJ, la principal división en el mundo judío es aquella que separa al progresismo -vinculado a lo nacional y popular- de la derecha, siendo la Delegación de Asociaciones Israelita Argentina (DAIA) la que, hoy día, representaría a este segundo sector2. De este modo, el campo judaico recreaba en pequeña escala la misma división categorial que atravesaba los conflictos políticos a escala nacional. En consecuencia, los actores sociales podían posicionarse en el interior del campo judaico a partir de las mismas grillas conceptuales que les permitían definir sus identidades políticas:

Ante la próxima reunión del presidente de la Nación, Alberto Fernández con el presidente de laDAIA, elLLAMAMIENTO ARGENTINO JUDÍOse ve en la obligación de aclarar que la institución de la calle Pasteurrepresenta a las posturas de los sectores más conservadores de derecha de la colectividad […] La DAIA es, en la actualidad, la expresión comunitaria de Juntos por el Cambio […] Es indudable que la DAIA se encarga de defender las posiciones de la ultraderecha israelí. (Llamamiento Argentino Judío, 31 de mayo de 2021, negritas y mayúsculas en el original).

Esta manera de pensar lo judío iba de la mano de una práctica de relacionamiento con actores de la política3. Los miembros del LAJ se proponían informar a estos actores acerca de las líneas que, en torno al lenguaje de las identidades políticas, fracturaban a la colectividad judeoargentina. Pretendían hacer circular, en el campo de la política, ciertas coordenadas narrativas que permitieran a los actores de ese campo lidiar con la complejidad de lo judío. De alguna manera, ofrecían una definición de lo judío a la cual los actores de la política podían recurrir con el fin de deslegitimar los discursos de las organizaciones judías dominantes en el campo judaico.

En este proceso, la producción de la memoria jugó, y juega, un rol clave. Esto no significa que los activistas del LAJ sean emprendedores de la memoria, concepto introducido por Jelin (2002) a partir de su reapropiación del concepto de emprendedor moral de Becker. Si bien se trata de actores que pretender instalar su narrativa acerca del pasado, buscando el reconocimiento social de la misma (2002: 49), la producción de memoria es un momento de la dinámica del LAJ, no su razón de ser ni su emprendimiento particular.

Como veremos, el trabajo de memoria permite imaginar una comunidad e insertarse en ella. A la vez, habilita el establecimiento de puentes entre el proyecto del LAJ y el proyecto nacional y popular movilizado desde el kirchnerismo. Los miembros del LAJ llevan a cabo un trabajo de construcción de memoria mediante el cual se imaginan como parte de un linaje4 progresista que se ha venido desarrollando en el tiempo a partir de su oposición con la derecha. Este trabajo de memoria se realiza en el seno de una estrategia política que, como toda forma de ejercicio o de aspiración al poder, es inescindible de lo imaginario, lo que no significa una evasión de la realidad5. El trabajo de memoria produce una comunidad imaginada: los miembros del LAJ comparten un conjunto de imágenes del presente y del pasado por medio de las cuales imaginan un judaísmo “progresista” que se desplaza en el tiempo y se presenta en diferentes momentos de la historia. Se trata de imágenes más que de un texto canónico; es una memoria formada por retazos que los actores pueden hilvanar de manera intersubjetiva pero también a partir de su propia subjetividad y trayectoria personal. A la vez, se trata de un linaje que no se superpone con relaciones sanguíneas. No todos los miembros del LAJ tienen vínculos directos con aquellas figuras icónicas en torno a las cuales se organiza el recuerdo. Si bien muchos fueron militantes en los años 70 e incluso estuvieron detenidos durante la dictadura, las jerarquías en el interior del LAJ no se organizan en torno a esos capitales de militancia.

La imaginación genera mayor densidad de imágenes sobre determinados momentos históricos que sobre otros. Estos momentos son hilvanados en una trama significativa -es decir, adquieren sentido para los actores-, a partir de la identificación, en el trabajo de memoria, de un nosotros y una otredad que se despliegan en el tiempo histórico y mítico. La otredad es el antagonista, el ejecutor de prácticas clasificadas como reaccionarias, el cual puede encarnarse en diferentes figuras que articulan historia y mito. Es posible que los actores sociales identifiquen a un sujeto histórico específico como antagonista y, a la vez, organicen la representación que tienen de ese antagonista al vincularlo con un sujeto mítico. Se crea, así, una cadena antagonista que se despliega en la historia y en el mito. Cabe señalar que los jalones de la memoria se organizan en esquemas que pueden tener mayor o menor grado de teorización. En nuestro caso veremos que la teoría del giro conservador, sobre la cual ha insistido el intelectual italiano Enzo Traverso, es la clave central de organización de la memoria en el LAJ.

La memoria en la producción de los contornos identitarios del Llamamiento Argentino Judío

El trabajo de memoria inscribe a los actores en espacios identitarios específicos. En este sentido, la etapa fundacional de formación de la sociedad argentina moderna constituye un escenario central en la producción de la memoria del LAJ, una memoria que abreva en el proyecto de construcción de una identidad judía y argentina. Esto diferencia el caso del LAJ de aquellas memorias que se despliegan como parte de otros proyectos identitarios judaicos donde los eventos históricos y míticos que generan densidad de imágenes no se articulan con el imaginario de argentinidad. En estos casos, lo que impera es una identidad de tipo comunitaria, religiosa o diaspórica. En el caso del LAJ, estas dimensiones de lo judío son periferizadas, es decir, no se las niega pero tampoco constituyen la columna vertebral del proyecto identitario.

Nosotros como Llamamiento Argentino Judío ¿qué pretendemos hacer? Interpelar a una tradición muy fuerte en la Argentina, muy olvidada, que nosotros reivindicamos desde la tradición de los marranos. Yo siempre digo lo que se sabe, de que Dorrego era judío, de esos primeros que llegaron acá ocultando su identidad por miedo a la inquisición, hasta Simón Radovinsky y, sobre todo, el gremialismo, el sindicalismo, el mutualismo, los partidos de izquierda, e incluso el peronismo, muy olvidado [se refiere a la presencia judía en el primer peronismo]. (Jorge Elbaum, miembro fundador del LAJ y uno de sus principales referentes, entrevista personal, 11 de mayo de 2019).

La memoria adquiere mayor densidad de imágenes cuando reenvía a la Argentina aluvial. La etapa anterior puede ser identificada en la figura genérica de los marranos y en el ejemplo concreto de Dorrego. El caso de Dorrego de ninguna manera opera como sujeto histórico en torno al cual se organizan los relatos de los orígenes: no es el líder fundador de una comunidad. Ciertamente, el período de la colonia y la independencia permite fundamentar un imaginario de argentinidad en la que los judíos son elementos constituyentes. También funda un relato de opresión y resistencia a través de la figura de la inquisición. No obstante, es en la Argentina aluvial donde la presencia judía se torna masiva y se despliega en el proceso de organización de la sociedad, del movimiento obrero y de las agrupaciones y partidos de izquierda. En otra ocasión, Elbaum presenta al LAJ de la siguiente manera, trazando el linaje desde la Argentina aluvial: “Nos sentimos identificados con las tradiciones de los migrantes que vinieron a la Argentina y que son responsables, incluso, de la construcción de los partidos progresistas, de izquierda, nacionales y populares, en la primera parte del siglo XX” (Radio cooperativa, 12 de marzo de 2020).

Otro documento a partir del cual podemos indagar en la producción de un linaje se constituye en las propuestas a la asamblea constituyente fechadas en 2015. Allí podemos leer:

Nos reivindicamos como integrantes de la misma búsqueda progresista y secular que ha sido parte inescindible de la identidad del humanismo judío expresado en la tradición comunitaria, a partir del arribo de los barcos a comienzos del siglo pasado. No está de más aclarar que -junto a otras colectividades- fueron los inmigrantes judíos quienes trajeron las ideas revolucionarias y emancipadoras de Europa, quienes compartieron la vida en conventillos y crearon las primeras cooperativas de trabajo, con lo que sentaron un precedente habitualmente relegado por las historias oficiales. Rescatamos la tradición y nos sentimos herederos de aquellos inmigrantes proletarios que fundaron sindicatos (se ha descubierto que las primeras actas de sindicatos argentinos como textiles, madereros, etc., estaban escritas en ídish) y participaron de luchas obreras; también de los colonos pioneros que fundaron cooperativas agrícolas. Somos nietos de los gauchos judíos y de los proletarios judíos.

De acuerdo a los actores, es preciso no sólo reivindicar, sino sacar a este linaje del olvido al que lo sometieron las “historias oficiales”. La identidad del LAJ se construye narrando una historia olvidada o conscientemente relegada; en este sentido, los actores se piensan a sí mismos como portadores de una contrahistoria, un contradiscurso que, mediante la proyección de las categorías clásicas de la política (la derecha y la izquierda) apunta a contrarrestar los efectos de un discurso que, para estos actores, es hegemónico.

Es interesante notar que este posicionamiento de los actores en relación al eje de las memorias olvidadas y las hegemónicas encuentra un paralelo con categorías vinculadas a los pueblos originarios (Briones, 2002; Levalle, 2018), los afros y la negritud (Frigerio, 2006; Geler, 2007), si bien desde una posición diferente en el campo social. A diferencia de estos casos, podemos señalar que el LAJ propone una visión desetnizante de lo judío. El movimiento no pretende visibilizar la existencia de los judíos, sino mostrar que lo judío se encuentra fragmentado por clivajes políticos; mostrar que antes que un ente homogéneo, lo judío está marcado por la pluralidad y las tensiones internas. No se trata de un movimiento étnico propiamente dicho. Sus metas y planteamientos no se encuentran localizados ni son específicos a la identidad judía, sino que son planteamientos que abarcan a la sociedad en general y que pretenden influir en la sociedad argentina apoyando determinadas opciones políticas. Si bien es cierto que las organizaciones étnicas se vinculan con lo político, lo que podría caracterizar el caso del LAJ es su deliberada intensión de evidenciar la fragmentación de lo judío en torno a clivajes políticos. El LAJ no ha propuesto nunca, ni siquiera en el más básico nivel de lo retórico, la unión de los judíos frente a un enemigo en común. Desde la especificidad judía, que no necesariamente se define en clave étnica, el LAJ se proyecta como un actor político que demanda cambios o protege aquello que se ha alcanzado en la sociedad argentina6: se inscribe en el marco nacional y popular a partir de esta especificidad.

La contrahistoria es diseñada desde una posición que, para los actores, es la del agente dominado. Los sectores dominantes del campo judaico serían los portadores de un discurso de derecha tanto en términos de política como de etnicidad. En términos de política -afirman los activistas del LAJ-, porque se identifican con el partido israelí Likud, los republicanos en Estados Unidos y la derecha argentina de Cambiemos. En términos étnicos, porque pretenden dar una imagen de homogeneidad de lo judío frente a la sociedad a los fines de generar la noción de que los posicionamientos políticos de derecha representan los de la población argentina judía en su conjunto.

Es aquí donde el trabajo de producción de memoria revela una doble faceta global-local. En el libro El fin de la modernidad judía, Traverso postula una tesis relativa a las transformaciones en el mundo judío. Sostiene que los judíos, quienes en el período de advenimiento de la modernidad en Occidente iban a contracorriente de las tendencias dominantes de la sociedad, hoy día son parte de esas tendencias. Han dejado de estar sobrerepresentados en los espacios de generación del pensamiento crítico para pasar a integrar los dispositivos de dominación y legitimación del capitalismo. Esto se debe, por un lado, a que la globalización ha convertido los rasgos históricamente asignados al judío, en rasgos dominantes del sujeto posmoderno. Por otro lado, el giro conservador que experimenta la judeidad se relaciona con el retroceso del antisemitismo. En efecto, la condición de pueblo paria forzaba a los judíos a pensar a contracorriente del poder, de las ideas recibidas, de las ortodoxias. Tras la experiencia del Holocausto, el antisemitismo ha perdido el lugar de legitimidad que detentaba en Europa. El judío ha dejado de representar esa otredad generada por el discurso y la práctica de los nacionalismos que se desarrollaron tras la caída de los imperios multinacionales. El antisemitismo ha sido reemplazado por la islamofobia.

No pretendemos analizar la tesis de Traverso en su complejidad, ni mucho menos ofrecer una reseña de su libro. Lo que nos interesa es señalar que, gracias a procesos que abarcan a la academia y la industria editorial, en especial a los dispositivos de consagración y transnacionalización -traducciones mediante- de determinados intelectuales, esta tesis puede ser reapropiada por los activistas del LAJ. La tesis del giro conservador del judaísmo se convierte en una clave de lectura para los acontecimientos locales, tanto a escala del campo judaico argentino como de la política nacional. Así, el campo de producción académica se torna un generador de insumos para la construcción de la identidad del LAJ, al proveer a sus activistas de un marco conceptual, de una teoría, dentro de la cual adquieren sentido los hitos de la memoria producida por el grupo y la construcción de su relación con el antagonista7. El LAJ retoma la tesis de Traverso insertando a su propio antagonista, la DAIA, en el espacio que esta tesis asigna a la judeidad conservadora. Aquí, el relato adquiere una dimensión transnacional; incorpora imágenes que remiten a otros escenarios nacionales y produce un imaginario de judaísmo progresista que se despliega transnacionalmente.

A partir del año ‘48 [año de la fundación oficial del Estado de Israel] tenés todo un proceso en el mundo en el cual los judíos […] han tendido a derechizarse. Hace un siglo, año 1920, ser judío era ser sospechoso de lo que en lenguaje policial sería ser subversivo, antisistema. […] Por ejemplo, en el Comité Central del Partido Comunista había una cantidad de judíos cuyo número no guardaba relación con la cantidad de judíos que había en Rusia. Había un chiste que decía que a veces estaban hablando en idish y cuando llegaba Lenin decían “empiecen a hablar en ruso porque llegó el goy” [el que no es judío]. A partir del año ‘48, la política ha ido cambiando, desde los primeros sionistas, el laborismo, a una derechización extrema, por lo cual esta organización, que es la DAIA, cuando se pronuncia, prácticamente está alineada con la posición que tiene el gobierno [de derecha] de Israel (Luis Kon, miembro del LAJ, entrevista personal, 23 de abril de 2020).

La anécdota referida a Lenin ha sido repetida en ocasión de plenarios que reúnen a los miembros del LAJ. En conversaciones informales, miembros del LAJ me la repitieron. Si bien referida a personajes históricos reales, la anécdota no deja de tener cierto carácter de leyenda. Poco importa si el hecho específico que narra aconteció realmente. Para los miembros del LAJ, la anécdota ilustra un estado histórico concreto de la judeidad. Permite identificar una edad de oro anterior a la “caída”8. El relato del LAJ es el de la decadencia de la judeidad, el de la pérdida de su profunda imbricación con el pensamiento progresista.

La derecha, como antagonista, se nutre de contenido histórico concreto. A partir de la tesis de Traverso, los actores leen ciertos acontecimientos donde la memoria judía se imbrica con la memoria argentina. Aquí, la producción de un mapa de lo judío a partir de categorías de la política conlleva la activación de una memoria del terrorismo de Estado que contiene una dimensión propiamente judaica.

La memoria en proceso

Reseñar la amplia literatura existente sobre memorias de las dictaduras supera los alcances de nuestro trabajo. Lo que nos interesa señalar es, por un lado, que el campo judaico no permaneció ajeno a los procesos de construcción de memoria, ya que los acontecimientos de la década del setenta generaron interpelaciones a las dirigencias centrales, las cuales pusieron en circulación su propia visión de los hechos que se tensionó con la de otros sectores del campo judaico y de la sociedad civil (Kahan y Schenquer, 2016; Kahan, 2011). Por otro lado, resulta importa explicitar cómo el kirchnerismo tomó a la memoria de la dictadura como una dimensión de su proyecto identitario, lo cual produjo tanto articulaciones como tensiones con sectores del campo de los derechos humanos (Balé, 2021). En definitiva, lo que nos interesa es analizar el proceso de memorialización tanto en el seno del LAJ como a partir de sus intervenciones en el campo de producción de la memoria.

Nuestro propósito no es describir el relato de memoria del LAJ sino analizar la memoria como un proceso en el que intervienen diferentes actores ubicados en diferentes posiciones respecto al LAJ. Se trata de analizar a la memoria en proceso, no como un texto acabado; indagar en cómo la memoria se produce en situaciones de interacción social, específicamente en eventos organizados por el LAJ. Estos eventos tienden a organizarse bajo la forma de conferencia, con predominancia del lenguaje oral, y nos permiten observar cómo la construcción de la memoria está lejos de ser un proceso exento de tensiones.

Los movimientos sociales, grupos, organizaciones, comunidades políticas, artísticas, religiosas, etc., tienden a organizar eventos cuya función podría ser la de sedimentar, más o menos, la identidad del grupo. Estos eventos, muchas veces, adquieren la forma de la conferencia, o incorporan a la conferencia entre otras formas socialmente reconocidas de proyección de discursos. Cuando hablamos de “socialmente reconocidas”, nos referimos a que todos podemos reconocer una conferencia cuando estamos frente a un evento que reproduce sus características básicas.

En una conferencia podemos distinguir tres clases de actores. Los organizadores son aquellos que, como su nombre indica, organizan el evento. Los invitados son aquellos que han sido invitados, por los organizadores, para conferenciar. Finalmente, tenemos un tercer actor: la audiencia. Todo esto es más que evidente.

Ahora bien, la naturaleza de los actores y sus vínculos recíprocos pueden variar. Un organizador puede ser un colectivo con una cosmovisión más concentrada o más difusa. Una organización de tendencia, o ideológica, se funda sobre una visión del mundo -una definición de qué es el ser humano y la sociedad, de cuáles son las fuerzas sociales que operan en el destino de las personas, de cómo debería funcionar la sociedad y cómo deberían comportarse los seres humanos, etc.-, y aspira a que sus integrantes suscriban a esta visión. La reproducción misma de la organización va de la mano de la reproducción de identidades específicas. Los eventos que ésta organiza se dirigen a la sedimentación y al reforzamiento de estas identidades. En estos casos, los expositores y la audiencia pueden ubicarse en las periferias o en el núcleo del grupo organizador, dependiendo de si están afiliados al mismo o integran la misma comunidad de sentido, comparten o no sus opiniones, se identifican con su causa. Por consiguiente, un grupo puede organizar un evento en el cual se proyecten imaginarios más o menos afines a los suyos o completamente disonantes, dependiendo de los conferencistas. Un conferencista puede ser un miembro del grupo, en cuyo caso existirá, o se espera que exista, consonancia. Puede ser alguien externo, lo que implica que pueden darse consonancias y/o disonancias. Ese invitado externo puede tener algo de afinidad con el grupo organizador o sustentar un pensamiento que se encuentre en las antípodas. La forma debate que, en general, contiene en su interior a la conferencia, puede contar con dos o más invitados, algunos de ellos portadores de una visión afín a la del grupo organizador y otros portadores de una visión disonante. El invitado puede ser un actor nuclear o periférico, dependiendo de su grado de afinidad con la visión del mundo del grupo, y también puede ser un actor en una posición de absoluta exterioridad respecto al grupo, es decir, un antagonista. Puede ocurrir que el grupo mismo carezca de consenso sobre el tema en torno al cual gira el evento.

Durante un evento circulan imágenes, sentidos, símbolos y significados frente a los cuales los propios organizadores pueden asumir la tarea de administrar su puesta en escena. Por ejemplo, un conferencista puede proyectar imágenes no siempre en completa consonancia con las del grupo organizador. En efecto, si el discurso de los actores es una conjunción de imágenes, puede ocurrir que, durante la conferencia, se produzcan efectos sucesivos de consonancia y disonancia. Incluso cuando el discurso del conferencista no pretenda entrar en disonancia con la cosmovisión del grupo organizador, este último puede percibir la potencialidad de una disonancia e intervenir al respecto. Formas posibles de intervención serían enfatizar el carácter externo del invitado, pero también apropiarse de sus palabras y darles un significado alternativo, o integrar su discurso en la cosmovisión del grupo pero en una posición de verdad subalterna, adherida a la verdad de nivel superior que el grupo pretende difundir.

Respecto a la audiencia, el grupo organizador puede destinar el evento, de manera consciente, al núcleo, la periferia o actores externos. En muchos casos, dependiendo del destinatario, el evento adquirirá formas específicas.

La memoria de la dictadura

Analizando las prácticas del LAJ, encontramos que la dimensión judaica de la memoria de la dictadura puede desglosarse en los siguientes contenidos: 1) el papel jugado por la DAIA; 2) el papel jugado por el Estado de Israel; 3) el antisemitismo. Hemos enumerado estos tres contenidos, lo que no significa que sean los únicos.

1-El papel jugado por la DAIA

Respecto al primer punto, las discusiones acerca del rol que cumplió la DAIA en relación a los detenidos- desaparecidos judíos, plasmadas en informes institucionales, réplicas a dichos informes, cartas abiertas, libros, etc., forman parte del entramado en el interior del cual se disputan las memorias9.

Refiriéndose a la DAIA, uno de los fundadores del LAJ señala que:

Nunca terminaron de dar el paso y siempre, hablando mal y pronto, franelearon una autocrítica de dicha dirigencia pero nunca la llevaron a fondo más que el reconocimiento de que esos desaparecidos eran judíos. Porque había sectores que decían que no habían desaparecido porque eran judíos sino por otra cosa y que les pasó porque no fueron a la escuela judía o no se adhirieron a los partidos sionistas. Era una forma de negación inclusive de la identidad judía. (Dardo Esterovich, miembro fundador del LAJ, entrevista personal, 22 de mayo de 2019, resaltado mío).

No obstante la cita precedente, en el discurso del LAJ no se observa insistencia en denunciar algún rol negativo de la DAIA durante la dictadura. En un mensaje del año 2021 convocando a la marcha del 24 de marzo, difundido en el mailing del LAJ y firmado por organizaciones judías progresistas (Amós, ICUF, Judíes Feministas, LAJ, Casa de Cultura Roza Robota y UJJA), no se menciona a la DAIA (Llamamiento Argentino Judío, 24 de marzo de 2021). En el apartado “Detenidos- desaparecidos y ex combatientes de Malvinas”, que resume lo discutido en una de las comisiones encargadas de preparar la asamblea constituyente del LAJ, tampoco se menciona el rol de la DAIA durante la dictadura (Llamamiento, 2015).

El “prontuario” de la DAIA es, desde el punto de vista del LAJ, extenso. Incluye la falta de interés por el esclarecimiento del atentado cometido en su misma sede y su selectividad a la hora de denunciar actos antisemitas10. No obstante, el papel cumplido durante la dictadura no es enfatizado en los comunicados del LAJ. Las denuncias contra la DAIA se organizan sobre el telón de fondo de una profundidad histórica corta. Las prácticas denunciadas tienden a ser recientes en el tiempo y no se remontan más allá de 1994, año del atentado contra la sede de la AMIA. Esto se explica por la pregnancia de cierta noción de decadencia respecto a un origen noble observada en el relato de algunos miembros del LAJ. Según esta visión de la historia, el origen de la DAIA estaría en la lucha contra el antisemitismo en una época donde los dirigentes eran socialdemócratas vinculados al partido israelí Avodá. Elbaum recuerda que en la DAIA trabajó Bernardo Verbitsky, padre de Horacio, y que la cultura que detentaban aquellos dirigentes contrasta con la “degradación intelectual” de los dirigentes actuales: “Cuando llegué [a la DAIA] sabían quién yo era, pero había un acuerdo de volver al origen de la DAIA, luchar contra la judeofobia y toda forma de discriminación” (Jorge Elbaum, miembro fundador del LAJ, entrevista personal).

No obstante, en un evento organizado junto a militantes de los años 70, el entonces presidente del LAJ, Marcelo Horestein, afirmaba que

Mientras en algunas de las organizaciones centrales de la colectividad, a algunas madres o padres se les respondía ‘si tus hijos hubieran sido buenos judíos y hubieran estado en las instituciones no les hubiera pasado’ [hace referencia a ser secuestrados por las fuerzas represivas], hubo compañeros del sector progresista que hicieron la cola cuando vino la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos y entregaron una lista de ochocientos detenidos desaparecidos judíos y judías (Facebook, 14 de diciembre de 2020).

Encontramos, entonces, que no existe un consenso, plasmado en gacetillas, acerca del rol de la DAIA, sino que existe cierto margen para la circulación de visiones diferentes del pasado.

2-El papel jugado por el Estado de Israel

El segundo punto, el papel del Estado de Israel, se desglosa en dos subtemas: la venta de armas desde Israel hacia la Argentina y el papel de la embajada israelí en el rescate de víctimas judías de la dictadura. En 2003, una comisión israelí presentó un informe acerca del accionar de ese país en lo relativo al destino de los desaparecidos judíos. Allí, se señalaron un conjunto de aciertos israelíes y se llevó a cabo una crítica argumentando que pudieron haber sido salvadas más vidas de las que efectivamente se salvaron11. A modo de ejemplo de cómo algunos sectores reaccionaron de forma negativa al informe, podemos mencionar una nota de opinión del año 2003 redactada por María Gutman, quien firma como integrante de la asociación Madres de Plaza de Mayo. La carta expresa una visión de la historia en la que se definen dos polos. Por un lado, un colectivo que es denominado como “nuestros hijos”, a los cuales se les adjudican las virtudes de la generosidad, la apertura y la entrega de la propia vida para la concreción de una sociedad socialista. Por el otro, un colectivo denominado como fascista y de derecha, el cual incluye a los perpetradores de la dictadura y a los denominados “fascistas judíos”. Este último grupo está formado, siempre de acuerdo a la carta, por los dirigentes de la DAIA y por el gobierno de Israel que habría dado “apoyo económico, político, moral y armamentístico” a la dictadura. Un tercer actor de esta historia es el conjunto de madres judías de desaparecidos, portadoras de su especificidad judía dentro de un colectivo más amplio. La derecha judía aparece como responsable de dos eventos de tortura: por su inacción, es responsable de la tortura que sufren los desaparecidos, agravada por su condición judía; a la vez, ejerce una forma de “tortura “ sobre las madres de los desaparecidos quienes, al recurrir a esas autoridades, reciben reproches relativos a la falta de educación sionista de sus hijos12.

Fragmentos de esta carta fueron leídos por el activista de derechos humanos Herman Schiller en un evento al que haremos referencia más adelante. Esto nos permitirá ver cómo la carta, además de expresar la composición identitaria judeo- argentina de quien la ha redactado y la activación de lo judío en tanto identidad pública y política en el marco de una identificación más amplia como madre de desaparecidos, es un objeto portador de carisma que habilita la reproducción de la composición identitaria judeo- argentina entre aquellos que escuchan su lectura.

La visión de los hechos que postula la carta no es compartida, en su totalidad, por algunos miembros del LAJ. Uno de ellos, proveniente de la izquierda sionista, me recordaba que el primer ministro israelí Menahem Beguin, del partido derechista Likud, se había propuesto rescatar judíos perseguidos por la dictadura. Cuando Beguin fue advertido de que esos judíos generarían problemas políticos en Israel a causa de su izquierdismo, respondió que su obligación era rescatar judíos, independientemente de sus orientaciones políticas. A la vez, en un evento organizado por el LAJ, uno de los disertantes recordó la labor del rabino Marshall Meyer y, también, la de algunos funcionarios de la embajada de Israel. Expresó que si bien no había homogeneidad respecto a cómo actuar, estos funcionarios “pelearon por nuestra libertad” (Facebook, 14 de diciembre de 2020). Como tercer ejemplo, podemos mencionar que en el blog del Llamamiento se publicó una nota, publicada previamente en el diario israelí Haaretz, en la cual se narraba cómo funcionarios de la Embajada de Israel en Chile habían logrado salvar a ciudadanos judíos, y también no judíos, de la dictadura pinochetista (Maltz y Gorodischer, 13 de junio de 2022). Coexisten, en el marco de la construcción de la memoria dentro del LAJ, diferentes posiciones en torno al papel de Israel durante la dictadura cívico-militar.

3-El antisemitismo

El tercer punto concierne al antisemitismo de la dictadura. Podemos observar que existe consenso en sostener la visión de que los detenidos judíos eran torturados con mayor saña por el hecho de ser judíos. En una declaración del 2 de abril de 2022, a raíz del Día de las veteranas y los veteranos y caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, se afirma que “la condición judía era razón suficiente para iniciar o multiplicar los castigos”. En el evento, ya mencionado, en el cual participaron familiares de detenidos- desaparecidos judíos de los años 70, se mantenía el consenso de que los detenidos judíos eran torturados con mayor saña (Facebook, 14 de diciembre de 2020). Allí, Berta Horen, ex detenida en los años 70, recordaba cuando su compañera de militancia Diana Fidelman decía que sus victimarios “le decían que la torturaban primero por judía, segundo por mujer y, tercero, por montonera”. Y agregaba Berta: “lo quería contar porque es un caso paradigmático y es ejemplo de lo que pasaba a lo largo de todo el país, antes y sobre todo, después del golpe de 1976”. Las palabras finales de Marcelo Horestein en ese evento confirman este consenso y apuntan a producir un argumento que explique la sobrerepresentación de personas judías entre los detenido- desaparecido a través de un acto de memoria que pone en evidencia la existencia de un linaje: “los argentinos judíos y los judíos que venían de Europa ya venían en estas líneas de emancipación, de progresismo” las cuales, dice, fueron retomadas por los militantes de los años 70. Sobre este tópico, se genera un consenso entre los organizadores del evento y los expositores provenientes de la militancia. A la vez, esta visión acerca de los detenidos- desaparecidos judíos forma parte del relato fundador sobre el terrorismo de Estado tal como se desprende del informe Nunca más. Antes del Nunca más, el periodista Jacobo Timerman escribía “Preso sin nombre, celda sin número”. Allí, asignaba a la dictadura las mismas motivaciones que habían tenido Bogdan Jmelnitsky y los nazis, destacando cómo su condición de judío alimentaba el lenguaje denigrante de los torturadores. Por ende, el LAJ reproduce los tópicos de un relato fundador donde la especificidad judía se torna presente13.

4-Balance de la relación entre los tres tópicos

¿Cómo podemos comprender estas diferencias, en relación al consenso, que se expresan entre los tres tópicos? Encontramos una diferencia sustancial en lo relativo al antagonista. En los dos primeros tópicos, el antagonista se encuentra contenido dentro de los límites de lo judío. Se trata de la DAIA y del Estado de Israel. En el tercero, el antagonista es una entidad que no se encuentra contenida en estos límites y a la cual es posible caracterizar en el marco de la matriz de la Shoá: se trata de un Estado que persigue a los judíos. La plausibilidad de imaginar una relación conflictiva entre los judíos y el poder político remite a una memoria del antisemitismo que abarca un conjunto de eventos en los cuales esta relación ha sido nombrada y explicitada. Los mitos han contribuido a fundamentar las condiciones de posibilidad de esta imaginación. Mitos como el de la esclavitud en Egipto, la revuelta macabea, el intento de exterminio por parte de Amán tal como es relatado en la meguilá de Esther, conforman una matriz de imaginación de las relaciones entre el poder y los judíos que se acopla armónicamente a eventos históricos como la expulsión de España y, por supuesto, la Shoá. Todo esto cultiva el terreno para la internalización, en términos cognitivos e imaginarios, del tópico del antisemitismo de la dictadura. Esta representación del pasado no genera tensiones con trayectorias personales, como ocurre con los otros dos tópicos. En efecto, muchos integrantes del LAJ han sido parte del movimiento sionista o han tenido vínculos con las organizaciones centrales. Tampoco genera disonancias con representaciones arraigadas acerca de un Estado de Israel concebido como protector de los judíos, sino que incluso pone a Israel en el papel de salvaguardia de los judíos perseguidos por la dictadura. Sin embargo, veremos cómo el tercer tópicos se tensiona cuando, en el proceso de construcción de memoria, intervienen actores ubicados en el campo académico.

Análisis comparado de dos eventos

El primer caso observado corresponde a una charla titulada “¿Desde cuándo la colectividad judía giró a la derecha?”14, en la cual expusieron Herman Schiller, Ricardo Feierstein y Jorge Elbaum. Schiller es una figura de referencia para la militancia judía progresista. Fue director del periódico Nueva Presencia del cual se dice que fue “uno de los más fervientes defensores de los derechos humanos” durante la dictadura (Dobry, 7 de julio de 2013) y fundó el Movimiento Judío por los Derechos Humanos. Su legitimidad se asienta en un carisma personal construido a partir del reconocimiento intersubjetivo que ciertos actores hacen de su trayectoria periodística y de militancia. Por su parte, Feierstein es escritor y ensayista y ha publicado un libro sobre historia de los judíos en la Argentina, aunque no se trata de un historiador profesional, es decir, detentador de un título. Finalmente, Elbaum, quien pertenece a una generación más joven y se encuentra inscrito en el ámbito universitario aunque no en el de la investigación burocratizada, es un militante identificado con el movimiento nacional y popular y, en el momento de la conferencia, era el titular del LAJ.

El segundo encuentro, que se desarrolló de manera virtual, es parte de un ciclo de varias conferencias organizado por quién escribe este artículo y en el cual participaron investigadores y becarios del CONICET e historiadores pertenecientes a otras instituciones académicas. La charla específica a la que nos referiremos se titula “Militancia de jóvenes judíos en los ´60 y ´70s”. Los conferencistas, invitados en carácter de expertos en el tema, fueron Susana Brauner y Emmanuel Kahan15. Los dos son historiadores profesionales, formados en el ámbito de la academia y portadores de títulos universitarios que acreditan su expertisse.

Mientras que en el primer evento la identidad política de los actores era un componente relevante, esto quedaba desdibujado en el segundo. Del mismo modo quedaba desdibujada la identidad judía, ya que tanto Brauner como Kahan, independientemente de que fueran judíos, habían sido convocados a causa de los conocimientos académicos que portaban. Lo que importaba de los historiadores era el conocimiento producido antes que su trayectoria de vida. En esto se diferenciaban de los actores de la primera conferencia, en especial de Schiller, quien era portador de una trayectoria ejemplar que fue resaltada por Ana Schinder, la militante de la agrupación AMÓS que había tomado el rol de presentadora: “Herman es un maestro para nosotras y nosotros. Nos sentimos honradas y, claramente, es un libro de historia viviente con horas de conocimiento para convidarles. Se sentía mal hoy y vino igual. Eso es convicción pura y militancia, se siente en cada palabra que decís.”

Si bien en la primera conferencia se puso de manifiesto un sentimiento de comunidad en el cual los conferencistas, organizadores y audiencia podían reconocerse en el mismo lado de la historia, la conferencia de Schiller comenzó con un cuestionamiento al título del evento. Lo que Schiller cuestionó fue la idea de que la comunidad judía hubiera girado hacia la derecha en algún momento. En su opinión, ese giro no se había producido porque la comunidad oficial siempre había sido de derecha.

Si la historia es el derrotero de la lucha de clases, razonaba Schiller, entonces los judíos no existían como grupo, sino que estaban atravesados por la misma lucha de clases que atravesaba a las sociedades en su conjunto. Desde esta perspectiva era posible identificar a la DAIA como representante de la burguesía judía. Al privilegiar la idea de una continuidad de las derechas judías, antes que la de un giro o un proceso de derechización, Schiller corría el eje de la discusión. No se trataba de preguntarse cuándo las comunidades judías habían girado hacia la derecha, sino de observar las luchas de clases en su seno e identificarse con uno de los actores de esa lucha. Este cuestionamiento a la idea del giro no es menor. Habíamos dicho que los jalones de la memoria se organizan en esquemas que pueden tener mayor o menor grado de teorización. La conferencia de Schiller habilita una puesta en cuestión del esquema teórico difundido a través de la obra de Traverso.

En la conferencia, Schiller proyectó un relato de memoria identificando diferentes etapas, todas ellas marcadas por la división de los judíos de acuerdo a líneas ideológicas y de clase: tanto la semana trágica como las luchas de los años ‘30 contra el fascismo, encuentran a los judíos divididos y a una DAIA asumiendo posiciones reaccionarias. Así, se opone a la teoría del desvío de un origen noble; a la idea de que la DAIA hubiera nacido con fines loables -la lucha contra el antisemitismo- y luego se hubiera desviado de ellos. Schiller también recuerda cómo, durante la dictadura militar, el sionismo de izquierda había firmado una solicitada en contra del Movimiento Judío por los Derechos Humanos. Ese sionismo de izquierda, con el que se identificaban varios de los presentes en el evento, avalaba el discurso de representación hegemónica que se atribuía la DAIA.

Más allá de la puesta en tensión de la teoría del giro a la derecha, la posición de Schiller contó con la aprobación del público que aplaudió cuando este proclamó: “La DAIA no giró nunca a la derecha, siempre fue de derecha”. La lectura, por parte de Schiller, de fragmentos de la carta de Gutman, a la cual hicimos referencia previamente, operó como un dispositivo de memoria que dotó a su perspectiva del aval de una autoridad carismática.

La conferencia de Feierstein se sostuvo en la misma tesitura, señalando el estatus de minoría que los judíos progresistas habían pasado a ocupar. La conferencia se desarrolló en la primera persona del plural, enfatizando la dimensión comunitaria que agrupaba a audiencia, organizadores y conferencistas. No obstante, colocó cierto matiz respecto a algunas de las apreciaciones de Schiller. Por ejemplo, sostuvo que, durante la dictadura, la comunidad oficial

tenía la responsabilidad de negociar con el gobierno de turno cuestiones que debían abarcar a toda la comunidad. No lo estoy justificando. Estoy diciendo que es una labor distinta y que, naturalmente, se dedicaron a eso, y a mí me cuesta comparar a un Isaac Goldemberg, presidente de la DAIA en los años del caso Sirota, con Ariel Cohen Sabban16. Creo que no es lo mismo, que ha pasado algo en el medio.

Respecto al rol de Israel, sostuvo que: “Un funcionario de la embajada, Recanati, pudo salvar, rescatar, muchos guerrilleros de origen judío que fueron a Israel […] de modo que siempre hay un matiz que convendría agregar”.

Por su parte, Elbaum mostró coincidencia con Feierstein

Coincido con Feierstein. Yo tengo algunos grises con respecto a la historia de algunas instituciones, tanto de la AMIA, y sobre todo porque Isaac Goldenberg era mi tío, y que era un tipo que se enfrentaba a los fascistas y que hizo una huelga en los años sesenta cerrando todos los negocios para protestar contra Tacuara y por el secuestro de Sirota.

A la vez, en su denuncia al camino que fue tomando la DAIA desde la gestión de Rubén Beraja, rescató a la figura de Gilbert Lewi17, quien detentó la presidencia de la organización y, respecto al cual, afirmó que “no me gustaría que quede embarrado en toda esta miseria”.

Tras la conferencia de Elbaum, Schiller volvió a tomar la palabra para afirmar que lo de Goldenberg había sido un oasis en la historia de la DAIA, pero que no coincidía con la reivindicación de Recanatti. Los consensos, entonces, se mostraron más fuertes en lo que tenía que ver con ciertos momentos en la historia de la DAIA que con el rol ejercido por la Embajada de Israel durante la dictadura.

Respecto al segundo evento, nos concentraremos en la exposición del historiador Emmanuel Kahan, ya que fue a partir de allí que se generaron ciertas tensiones cuando el relato académico generó disrupciones y tensiones respecto a la memoria construida por el LAJ. Las tensiones entre memoria y relato histórico se fundaron en el tópico del antisemitismo de la dictadura. Kahan contrastó el profundo antisemitismo que se vivía entre 1973 y 1975 con la disminución del fenómeno durante los años inmediatamente posteriores. A partir de allí, planteó la pregunta acerca de cómo se originaron las narrativas sobre el trato especial (antisemita) a los judíos, es decir, sobre ese componente tan relevante para la organización de la memoria de la militancia entre cierto sector de la población judía. El investigador del CONICET organizó su exposición aportando fuentes documentales de modo tal de señalar cómo, para el año 1976, se podía observar un florecimiento de la vida judía: “incluso se hacen actividades que están prohibidas en otros espacios”, dijo. Respecto a figuras arquetípicas de la memoria, como Jacobo Timerman y Marshall Meyer, Kahan señalaba la ausencia de toda referencia al antisemitismo en los discursos que, por entonces, emitían. Es más, señaló que Meyer cuestionaba a la militancia de los jóvenes de izquierda y argumentaba que los judíos debían regresar al seno del judaísmo. Finalmente, proyectó en la pantalla una primera plana del periódico Nueva Presencia del año 78-79, cuya dirección recaía en Herman Schiller, en la cual se condenaba la militancia de los años setenta y, según interpretaba Kahan, anticipaba la teoría de los dos demonios.

La exposición del invitado generó un comentario del organizador, quien en tono amable expresó: “Los dos oradores nos han enfrentado a nuestros propios prejuicios y a nuestra propia ignorancia. […] Muchas de las cosas que nos están contando chocan contra nuestro propio sentido común y nuestra lectura del pasado. Hoy se ha afirmado que la dictadura no era antisemita” (resaltado nuestro).

Debemos decir que el encuentro, que se transmitía por zoom, se desarrolló en un estado de perfecta tranquilidad. Lo que nos interesa no es el escándalo ausente, sino analizar la complejidad que asume el proceso de construcción de memoria. El evento pone de manifiesto cómo la primera plana de Nueva Presencia puede adquirir diferentes significados. Por ejemplo, en ocasión del día del periodista, el LAJ difundió un mensaje mostrando el mismo objeto, pero para afirmar el mensaje opuesto.

Primera plana Nueva presencia

Mientras que, para el historiador, la primera plana de Nueva presencia es un documento histórico, para los activistas del LAJ es un objeto que atestigua la existencia de un linaje o que tiene la cualidad de generar uno. Pero ese objeto es desencantado a través de la construcción de un relato histórico académicamente formateado. La tensión acontece cuando el desencantamiento, suscitado por la voluntad del historiador, se expresa en un evento organizado por el LAJ cuyo propósito es el de conocer pero, también, el de fundamentar el linaje. Precisamente, los límites son difusos, ya que el discurso histórico es, para el LAJ, un recurso para fundamentar el linaje. Por ejemplo, Dardo Esterovich había pensado en convocar historiadores profesionales para producir un manual de historia de los judíos destinado a la militancia, proyecto que no pudo concretar a causa de su fallecimiento. El discurso académico es susceptible de ingresar en el campo de la configuración discursiva del LAJ. Pero este discurso académico posee condiciones de posibilidad emancipadas de las dinámicas internas al campo judaico y ha producido un tipo específico de historiador que legitima su práctica, en parte, en la medida en que puede poner entre paréntesis ciertos sentidos comunes e incluso producir un posicionamiento laboral separado de las afectividades que abrazan su propia judeidad. Este relato, producto de la burocratización de la ciencia y que se reproduce a través del diálogo con otras producciones historiográficas - tal como muestra la mención que hace Kahan del libro de Soledad Cattogio, otra investigadora del CONICET, sobre las víctimas católicas de la dictadura - tensiona las imágenes constituyentes de la memoria militante18.

Figure 1: Front cover Nueva presencia. 

Conclusión

Si bien la memoria de la dictadura proyectada desde el LAJ sintoniza con la que se proyecta desde el espacio kirchnerista19, generando puentes entre lo judío y lo nacional y popular, las articulaciones no son sencillas. Ciertamente, el LAJ ha logrado proyectar, en el espacio público, la categoría del “judío que no es de la DAIA”, poniéndola a disposición de los actores políticos y los medios de comunicación afines al kirchnerismo. Por ejemplo, ya en 2015 el periódico Página 12, afín al kirchnerismo, publicaba acerca del proyecto de reunión de judíos argentinos “disgustados por la posición de las autoridades de las organizaciones de la colectividad judía alrededor del caso Nisman”, publicando la nota con el sugestivo título de “Judíos pero no de la DAIA ni la AMIA” (Página/12, 7 de febrero de 2015). Esta categoría identitaria ha sido reconocida, lo que se expresa en el hecho de que el LAJ haya sido invitado a la asunción presidencial de Alberto Fernández. Sin embargo, las articulaciones no son automáticas. Por un lado, el capital acumulado por parte de las organizaciones centrales no es puesto en crisis. Por el otro, los mismos activistas del LAJ perciben cierto dejo de antisemitismo en el movimiento nacional y popular, cierta identificación de lo judío con la derecha y el privilegio económico. Finalmente, son conscientes de que no basta con su mera existencia para disputar la hegemonía a la DAIA, sino que la militancia y el crecimiento de la organización son factores que influirán en cómo los perciban los actores políticos. En este sentido, las articulaciones a nivel simbólico resultan centrales en la formación de un proyecto judío y político enmarcado en el kirchnerismo, pero no alienan a las organizaciones históricas de sus vínculos con el Estado en períodos de administración con presencia kirchnerista.

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1 Sobre los orígenes del LAJ, ver Setton (2023). Cabe señalar que el tipo de vínculo establecido no es institucional. Si bien en algún momento se planteó la iniciativa de formar parte orgánica del Frente de Todos, esta idea fue desechada, ya que el LAJ no se concibe a sí mismo como un partido político y no exige, a sus miembros, una adscripción formal al kirchnerismo. Si bien los actores entrevistados sostienen que la membresía al LAJ es independiente de la orientación partidaria, lo cierto es que sus discursos e intervenciones se alinean con las del kirchnerismo.

2La DAIA es la institución reconocida, por el Estado, como representación política de la “comunidad judía”. Los miembros del LAJ sostienen que la DAIA no puede ser representativa ya que sus dirigentes son elegidos a través del voto de delegados de instituciones judías, y no a través del voto de los ciudadanos argentinos judíos. En este sentido, la representación de la DAIA quedaría reducida a los judíos afiliados a las organizaciones cuyos delegados eligen a las autoridades, quedando fuera de esa representación los judíos no afiliados a estas organizaciones.

3El encuentro con actores de la política es una de las prácticas del repertorio del LAJ. Entre otras prácticas podemos enumerar la publicación de declaraciones en los medios de comunicación, las actividades en distintas comisiones, la organización de charlas con personalidades diversas de la política o del medio intelectual y académico, los encuentros entre los miembros del LAJ para debatir sobre política. Los encuentros con ocasión de la celebración de algunas festividades judías son, también, parte del repertorio de acción.

4El vínculo entre memoria y linaje ha sido sistematizado por Hervieu-Léger (1993), a partir de su lectura de Halbwachs, en sus investigaciones sobre catolicismo. En la Argentina, esta línea fue seguida explícitamente por Giménez Béliveau (2016) en su indagación sobre cuatro comunidades católicas mientras que Ludueña (2012) analizó los vínculos entre imaginación, linaje y comunidad entre monjes benedictinos. La producción de memoria viene siendo un tópico central en los estudios judíos, en especial la memoria de la Shoá que resulta ser un referente identitario central del judaísmo contemporáneo. En la Argentina, la producción de memorias del Holocausto ha constituido un eje de estudio abordado a través del análisis de libros relativos al tema (Chinski, 2011) así como de museos dedicados a la perpetuación de la memoria (Wechsler, 2020).

5Como señala Baczko, el concepto de imaginación, al ser reapropiado desde las ciencias sociales y las humanidades, ha experimentado un desplazamiento semántico, por lo que el imaginario se disocia “de sus significaciones tradicionales que lo vinculan con la ilusión y lo quimérico (2005: 13).

6No deja de ser tema de debate, dentro del LAJ, los alcances de su inmersión en la política nacional y la necesidad, a veces manifestada, de concentrarse en el espacio social judío disputando, allí, con los actores dominantes.

7Algo similar ocurre con la reapropiación del trabajo de historiador israelí Raanan Rein sobre los judíos peronistas. Sin embargo, en este caso, la recepción es más compleja ya que muchos miembros del LAJ provienen del comunismo y mantienen la memoria de haber sido perseguidos bajo el primer peronismo.

8El mito de la edad de oro es un esquema que atraviesa formas de comprender el mundo en contextos diversos. El poeta Hesíodo narra, en Los trabajos y los días, las cinco etapas que constituyen el devenir de la humanidad. La primera etapa es designada como edad de oro, caracterizada por la felicidad y la abundancia, a la cual siguen otras etapas caracterizadas por la degeneración de la humanidad, con la excepción de la edad de los héroes. Lo que nos importa es señalar que el mito de las edades constituye un esquema cognitivo que permite a los actores sociales ordenar y comprender el devenir de los acontecimientos.

9Para un estudio profundo sobre estas discusiones, ver Kahan y Schenquer (2016). Para una visión complaciente con las autoridades de la DAIA y de la Embajada de Israel durante la dictadura, ver, entre otros ejemplos posibles, Chab (2001). Para una visión crítica, ver Lotersztain (2013)

11Se puede consultar una nota sobre el informe en Slutzky (6 de octubre de 2003), y una entrevista a Pinjas Avivi realizada por Lipis (6 de octubre de 2003).

12La carta se encuentra disponible en Gutman (1 de octubre de 2003).

13Esta presencia de la especificidad judía en el relato fundador contrasta con ciertas ausencias que, hasta el día de hoy, reclaman visibilizarse Recientemente se ha comenzado a reclamar por la visibilización de las víctimas LGBT+ (Ludueña y Gutierrez, 24 de marzo de 2019).

14El evento puede ver completo en el canal de Facebook del LAJ: https://www.youtube.com/watch?v=dBGAUBlq8Zo&t=3844s.

15Puede verse el evento completo en https://www.youtube.com/watch?v=c5YxxEGcU5A&t=3s

16Feierstein compara a dos ex presidentes de la DAIA. Mientras que Goldenberg es recordado, como veremos en la mención que sobre él realiza Elbaum, como un dirigente que organizó una huelga tras el atentado antisemita a Graciela Sirota, a Cohen Sabban se lo recuerda por la denuncia sobre acoso que le realizara la actriz Esmeralda Mitre.

17Fue titular de la DAIA durante 2004, cargo al que debió renunciar debido a una enfermedad.

18Sobre la institucionalización de los estudios judíos en la Argentina, ver Kahan y Dujovne (2017)

19Sobre la memoria de la dictadura articulada desde el kirchnerismo, ver Montero (2016).

Recibido: 13 de Junio de 2023; Revisado: 04 de Julio de 2023; Aprobado: 17 de Septiembre de 2023

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