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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.40 no.1 Mendoza jun. 2023  Epub 12-Sep-2023

 

Artículos

Hacia una renovación de la filosofía argentina: Luis Juan Guerrero en las universidades de Buenos Aires y La Plata (1928-1930)

Towards a renewal of the argentinean philosophy: Luis Juan Guerrero at the universities of Buenos Aires and La Plata (1928-1930)

1Instituto de Filosofía “Ezequiel de Olaso”, Centro de Investigaciones Filosóficas, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de San Martín. Argentina. ribarlucia@conicet.gov.ar

Resumen

Este trabajo establece, a partir de material de archivo, la trayectoria académica de Luis Juan Guerrero (1899-1957) desde su retorno al país en 1928, luego de haberse doctorado en Filosofía en la Universidad de Zúrich, hasta comienzos de 1930. Examina la temática de los cursos y conferencias dictados durante este período en las universidades de Buenos Aires y La Plata, focalizando en su interés por la fenomenología, la “ontología crítica” de Nicolai Hartmann y el análisis existencial de Martin Heidegger. Analiza el contenido de sus primeras clases de Estética y, junto con otros documentos inéditos, presenta un texto de Francisco Romero acerca de la investigación de Guerrero sobre la determinación de los valores morales y diversos testimonios de su relación con José Ortega y Gasset durante la visita del filósofo español al país en 1929.

Palabras clave: Ontología; Historia de la Filosofía Moderna; Estética; Ética; Francisco Romero; José Ortega y Gasset

Abstract

This paper establishes, using archival material, the academic trajectory of Luis Juan Guerrero (1899-1957) from his return to Argentina in 1928, after having obtained a PhD. in Philosophy at the University of Zurich, until the beginning of 1930. It examines the subject matter of the courses and lectures he gave during this period at the universities of Buenos Aires and La Plata, focusing on his interest in phenomenology, the “critical ontology” of Nicolai Hartmann and the existential analysis of Martin Heidegger. It analyses the content of his first lessons on Aesthetics and, together with other previously unpublished documents, it features, for the first time, a text by Francisco Romero about Guerrero’s research on the determination of moral values and various testimonies of his relationship with José Ortega y Gasset during the Spanish philosopher’s visit to Argentina in 1929.

Keywords: Ontology; History of Modern Philosophy; Aesthetics; Ethics; Francisco Romero; Jose Ortega y Gasset

Al cabo de cinco años de estudios en Alemania y Suiza, Luis Juan Guerrero regresó a la Argentina en los primeros días de marzo de 1928. Doctorado en Filosofía, estaba decidido a consagrarse por entero a la docencia y la investigación. Se instaló en un departamento del barrio porteño de Almagro y, a fines de abril, dirigió una carta al Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Emilio Ravignani, proponiendo dictar un curso sobre “Metafísica del conocimiento en la filosofía contemporánea” (UBA. FyL. N° 33, V, 28/04/1928, f. 2). En simultáneo, escribió al Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, Ricardo Levene, pidiendo autorización para impartir un “curso libre” de seis lecciones sobre “Problemas filosóficos de la vida del espíritu” (UNLP. FaHCE. Nº 591, 28/04/1928, f. 1).

En ambas solicitudes, Guerrero refería que había sido alumno de la “Sección Filosofía” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde había rendido “los exámenes correspondientes en los años 1918 y 1919” y, con posterioridad, había dejado la Argentina “a fin de participar en la vida filosófica de los principales países del viejo continente” (UBA. FyL. N° 33, V, 28/04/1928, f. 2; UNLP. FaHCE, Nº 591, 28/04/1928, f. 1). Había “seguido cursos y realizado seminarios y trabajos de investigación con Heinrich Maier, Johann B. Rieffert y Max Dessoir en la Universidad de Berlín, con Paul Natorp, Nicolai Hartmann y Martin Heidegger en la de Marburgo, así como más tarde -durante tres períodos escolares- en la Universidad de Zúrich bajo la dirección del psicólogo [Gottlob Friedrich] Lipps, del filósofo [Willy] Freytag y del esteta e historiador del arte Enrique Wöfflin” (ibid.).

Guerrero adjuntaba certificados de todos estos cursos, una copia de su diploma de doctor por la Universidad de Zúrich y un ejemplar de su tesis “sobre los fundamentos ontológicos y gnoseológicos de la Teoría de los valores”, publicada en “una edición hecha recientemente en la ciudad de Marburgo” (ibid.). Las dos cartas consignaban otros aspectos de su “gira europea”: “viajes y reuniones de índole filosófica en Francia, Bélgica, Austria, Italia y España, algunas conferencias y otros trabajos, participación en diversos congresos de Psicología, Estética y asambleas de la Sociedad Kantiana”, del mismo modo que “investigaciones realizadas en la Universidad de Marburgo y relacionadas con la docencia de la Filosofía en Universidades alemanas” (UBA. FyL. N° 33, V, 28/04/1928, f. 3; UNLP. FaHCE. Nº 591, 28/04/1928, f. 2). En las líneas finales, Guerrero explicaba sucintamente que “graves contratiempos de índole privada” habían puesto “un fin prematuro a estas actividades” y determinado su “regreso precipitado” a la Argentina (ibid.).

Las cartas de Guerrero son el punto de partida de una prolongada y descollante actuación académica que se vería dramáticamente interrumpida en 1956, cuando fue despojado de su cátedra de Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Ibarlucía, 2008, pp. 9-12). Reconstruir la fase inicial de esta trayectoria filosófica es el objetivo de las siguientes páginas. Comenzaremos por analizar los contenidos de las conferencias que Guerrero brindó en 1926 y nos detendremos luego en su desempeño como Director de Trabajos Prácticos de las cátedras de Historia de la Filosofía y Gnoseología en la Universidad de Buenos Aires y como Profesor Titular de la cátedra de Estética en la Universidad Nacional de La Plata. A continuación, nos ocuparemos del concurso con el que obtuvo, en la primera de estas dos casas de estudios, el cargo de Profesor Suplente de Ética en 1929. Por último, examinaremos su relación con Francisco Romero en el contexto de la segunda visita de José Ortega y Gasset a la Argentina.

Método fenomenológico y ontología crítica

El viernes 18 de mayo de 1928, a las cinco y media de la tarde, en la sede de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, ubicada sobre la Calle 48 entre 7 y 6, Guerrero dio comienzo a su curso “Problemas filosóficos de la vida del espíritu”. El diario El Argentino, tribuna de los sectores más progresistas de la ciudad, anunció con entusiasmo la apertura del ciclo en la sección “Conferencias”, junto al retrato de medio perfil de un joven de frente amplia y cara ovalada, anteojos circulares, labios gruesos, entradas pronunciadas, traje y corbata. “La autoridad que goza el conferenciante en los círculos filosóficos de la capital y de esta ciudad, unido al interés del tema que ha elegido para sus disertaciones, auguran a las mismas un éxito halagüeño”, afirmaba el periódico, sintetizando su trayectoria en Europa y subrayando que se trataba de “una de las personas más informadas en su especialidad con que cuenta el país” (Conferencias. Las del doctor Luis J. Guerrero, 16 de mayo de 1928, p. 4).

El ciclo comprendía las siguientes conferencias: “Bases para una ontología crítica”, “La teoría de los objetos en la filosofía actual”, “Nuevas direcciones en la teoría del conocimiento”, “El movimiento contemporáneo hacia una Antropología filosófica”, “El problema de la cultura desde el punto de vista gnoseológico” y “Una reciente disciplina fundamental: la Analítica de la existencia humana” (UNLP. FaHCE. Nº 591, 28/04/1928, f. 5). La temática representaba una novedad absoluta en los medios intelectuales argentinos. Ofrecía un panorama muy completo de las tendencias más recientes de la filosofía alemana y, sobre todo, introducía el pensamiento de Martin Heidegger, cuyas lecciones había marcado fuertemente a Guerrero durante su estadía en (Marburgo Ibarlucía, 2008, pp. 21-23). La exposición, “llena de sugestiones y con una información de primera mano, que rara vez se observa en nuestras cátedras de filosofía” ─comentó El Argentino en su crónica de la clase inaugural─ fue seguida con gran atención por la audiencia y “provocó animados comentarios a la terminación del acto”, contribuyendo a “disminuir la frivolidad y el diletantismo con que rodea nuestro público las manifestaciones más profundas de la cultura” (Conferencias. El doctor Luis J. Guerrero disertó sobre las “Bases para una nueva ontología”, 20 de mayo de 1928, p. 4).

Guerrero empezó su primera clase indicando que el conocimiento filosófico no evoluciona linealmente, ya que “progreso solo hay en las cosas secundarias”; la filosofía “trata siempre los mismos problemas eternos: los de la vida y de la muerte, del hombre y del mundo, del destino humano, etc.” (ibid.). “Por eso el estancamiento filosófico”, agregó, “no es simplemente quietud, sino signo de olvido del hombre mismo” (ibid.). En una época de decadencia filosófica, como lo fue el siglo xix, las cuestiones capitales que atañen más directamente al hombre “se oscurecen o se encubren”; en cambio, en una época de renovación, como el siglo xx, “sin necesidad de inventar nuevos problemas y nuevas terminologías, se clarifica el núcleo central de toda especulación filosófica” (ibid.). La filosofía ha superado “el positivismo y también la reacción idealista, infructuosa como todas las meras reacciones” (ibid.). A estas corrientes que hicieron de ella “un juego inútil de conceptos” se les podría aplicar la “imagen gráfica” de Hermann Lotze: “Toda especulación, atenta solo a las sutilezas del pensar y no a los ingredientes de la realidad, es como el eterno afilar de un cuchillo, sin atreverse nunca a partir con él un trozo de existencia” (ibid.; Lotze, 1874-1879, T. 2, p. 15).

La reflexión filosófica contemporánea supone posibilidades “objetivas” y “subjetivas” totalmente nuevas, siguió argumentando Guerrero: por un lado, “el redescubrimiento del ser, la seguridad de que existe un problema del ser en general y que este es el problema central de toda filosofía”; por el otro, la “plenitud de experiencias” que ofrece el siglo xx y el surgimiento de “fuertes personalidades filosóficas” (ibid.). Luego “esbozó la historia del problema ontológico, especialmente en la filosofía moderna, y se detuvo en “el examen de los elementos y tendencias constitutivas de la filosofía contemporánea” (ibid.). Su siguiente señalamiento tuvo un carácter programático, que la crónica periodística no alcanzó a registrar: afirmó que “el retorno a los objetos, que se advierte hoy en el arte y la literatura tanto como en la filosofía”, requería la fundamentación de una nueva “ontología crítica”, en la dirección señalada por Hartmann en Wie ist kritische Ontologie überhaupt möglich (1926), pero centrada en un “análisis concreto de la existencia humana”, conforme al planteo de Heidegger en Sein und Zeit (1927) (ibid.). Para concluir, enumeró los errores de la antigua ontología y trazó los lineamientos generales de esta “nueva disciplina fundamental, base de todas las ciencias filosóficas” (ibid.).

El jueves 31 de mayo, a las seis y media de la tarde, Guerrero dio comienzo a su segundo curso, “Metafísica del conocimiento en la filosofía contemporánea”, en el salón de grados de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en el edificio de la calle Viamonte 430 (Ciclo de conferencias del Dr. Luis Juan Guerrero en la Facultad de Filosofía y Letras, 28 de mayo de 1928). La presentación estuvo a cargo de Coriolano Alberini, ex Decano de la facultad, que destacó el hecho de que Guerrero se hubiera formado en esas mismas aulas y actuado “con algún brío durante los momentos más bulliciosos de la reforma universitaria” (Alberini, 1973, p. 259). Según Alberini, crítico de las tendencias más radicalizadas del movimiento estudiantil, el joven filósofo había bregado por “renovar los valores de los demás”, pero muy pronto comprendió, siendo “hombre de buen sentido y exento de histrionismo”, que la reforma debía “comenzar en el espíritu del reformista” (ibid.). Guerrero había crecido y madurado intelectualmente en Europa y, de regreso en la Argentina, se incorporaba a un plantel de profesores de probado dominio de la materia para “colaborar en el esfuerzo destinado a fundar en el país la cultura filosófica”, dejando atrás para siempre “las formas más caducas del positivismo” y el “balbuceo idealista” con el que se buscó contrarrestarlo en los años previos a la Reforma (ibid., p. 260).

El programa analítico del curso de Guerrero abarcaba seis temas: “El retorno de los objetos”, “Las estructuras del ser”, “Las formas del saber”, “Formación del mundo en el conocimiento”, “Historicidad de la vida humana” y “El sentido del tiempo” (UBA. FyL N° 33, Letra V, 28/04/1928, f. 5). De acuerdo con el plan adelantado por el diario La Época, la conferencia inicial se dividiría en tres grandes partes (Ciclo de conferencias del Dr. Luis Juan Guerrero en la Facultad de Filosofía y Letras, 28 de mayo de 1928). En la primera, “Los problemas eternos de la filosofía y el sentido de la renovación contemporánea”, se abordarían “las posibilidades objetivas y subjetivas para un nuevo planteamiento del problema del ser, como cuestión central de toda especulación filosófica” (ibid.). La segunda parte estaría dedicada, por un lado, a la “persistencia” y las “adversidades” de la ontología en la filosofía moderna (Descartes, Kant, etc.)” y, por el otro, a los replanteos de “las dos principales corrientes del pensamiento contemporáneo”: las tentativas de la “lógica pura” para ofrecer una “estructuración ontológica” (Bernard Bolzano, Franz Brentano, Edmund Husserl, Alexius Meinong, Max Scheler, etc.) y la “renovación psicológica e histórica hacia una nueva metafísica de la existencia humana” (Nietzsche, Dilthey, Bergson y Simmel) (ibid.). El expositor ensayaría una “convergencia” de estas dos concepciones filosóficas en “una ontología crítica fundada en el análisis de la existencia humana” y trazaría un paralelismo con “las direcciones predominantes en el arte y la literatura del Novecientos” (ibid.). En la tercera parte, procedería a examinar la índole de esta ontología, el concepto de un método “fenomenológico” y “la función especial de la interpretación hermenéutica en la fundamentación de la filosofía” (ibid.).

El detallado resumen de la conferencia inaugural, aparecido en La Época al día siguiente, refería que, tras ocupar el estrado y agradecer los conceptos de Alberini, Guerrero comenzó señalando, al igual que en la Universidad Nacional de La Plata, que la renovación de la filosofía pasaba por el redescubrimiento de la cuestión del ser (Conferencias: Sobre “Metafísica del conocimiento”, habló el Doctor Luis J. Guerrero, 1 de junio de 1928). A continuación, reseñó el problema ontológico en Descartes, Kant, Hegel y las principales corrientes filosóficas contemporáneas. Analizó el movimiento de “restauración clásica”, que comenzó con la “lógica pura” de Bolzano, prosiguió con Brentano, que formuló las bases de una nueva psicología, luego Meinong, que elaboró una “teoría de los objetos” y, finalmente, Husserl, cuya fenomenología sentó las bases de un nuevo “método” filosófico (ibid.). Luego, focalizando sobre todo en Dilthey, pasó revista a los temas principales de la hermenéutica opuesto, a la que describió como “un gran esfuerzo por centrar la filosofía, no ya en un dominio de principios lógicos o de leyes físicas, sino en la propia existencia humana” (ibid.). Expuestas estas dos tendencias, Guerrero sostuvo que la tarea filosófica del presente pasaba por combinar adecuadamente estas perspectivas y sostuvo que la solución estribaba en “la constitución de una nueva ontología, no como ciencia del ser en general, como en siglos pasados, sino fundamentalmente como análisis de la existencia humana”, de acuerdo con los desarrollos de Heidegger: una ontología “libre de abstracciones” y situada en medio de la vida histórica, “una interpretación de toda la realidad fundada en la temporalidad como horizonte de la existencia” (ibid.).

Cuatro días después de esta conferencia, premiada según la crónica periodística con prolongados aplausos, Guerrero disertó sobre “Las estructuras del ser”. El sumario fue anticipado un día antes por La Nación (Conferencias: Las estructuras del ser, 3 de junio de 1928): y La Prensa ofreció, a la mañana siguiente, un detallado resumen de la exposición. Ante una concurrencia más amplia de docentes y estudiantes, Guerrero comenzó “recordando la definición y los elementos de la ontología dogmática, para hacer a continuación un examen detenido y amplio de sus principales errores, que llamó tradicionales, tanto en el pensamiento griego y medioeval como en el moderno” (Noticias universitarias: Sobre “Las estructuras del ser” habló ayer el Dr. Luis Guerrero en la F. de Filosofía y Letras, 5 de junio de 1928). Explicó luego las razones del “desprestigio” de esta concepción en el siglo XIX y examinó en detalle el primer intento de “restauración” de una ontología “como base de toda filosofía científica”: la “teoría de los objetos” de Meinong, de la que afirmó que “no pasaba de ser una psicología disfrazada de investigación ontológica” (ibid.) Más adelante, se ocupó de la ontología del realismo crítico de Oswald Külpe y otras formas de realismo, “de carácter intelectual o voluntativo”, en el pensamiento inglés y norteamericano, deteniéndose en la filosofía de George Santayana (ibid.).

“La parte más interesante de la conferencia ─subrayaba el cronista─ fue la que se refirió a las bases ontológicas de la obra de Max Scheler, filósofo que ha llegado a suscitar mucho interés en nuestros medios intelectuales”, en la cual Guerrero expuso su teoría de las “esferas de realidad”, la “concepción de los mundos múltiples” y la “pluralidad de formas de conocimiento” (ibid.). Más adelante, hizo suyas las tesis de Heidegger, “el más joven de los filósofos alemanes contemporáneos”, para esbozar los elementos de una nueva ontología fundada en la interpretación de nuestra vida cotidiana y, en general, de la existencia histórica”, distinguiendo con precisión “el modo de ser de los objetos útiles de las restantes cosas naturales y de los productos ideales, la peculiaridad del ser propio de la vida humana, de la vida en general, de los hechos de la consciencia, de las obras de arte, etc.” (ibid.). A modo de conclusión, destacó el papel necesario de esta analítica de la existencia humana en la constitución de “una ontología crítica que sirva de núcleo fundamental” al desarrollo del nuevo pensamiento filosófico (ibid.).

El problema de la existencia humana

A comienzos de junio de 1928, Guerrero refirió sus primeras impresiones de la Argentina en una carta a su amigo Carlos Quijano, profesor por entonces en la Universidad de la República y líder de la Agrupación Nacionalista Demócrata Social, una corriente de izquierda dentro del Partido Nacional de Uruguay. La amistad con el futuro director de la célebre revista Marcha, como hemos señalado, se había forjado en los ambientes de la Reforma Universitaria. Quijano había iniciado sus estudios en la Universidad Nacional de Córdoba, donde había participado de la creación del Centro de Estudios Ariel; luego de terminar la carrera de derecho en Montevideo, había partido a París para estudiar Economía y Ciencias Políticas en la Sorbonne. Allí había impulsado la creación de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (AGEL), de la que fue su primer Secretario en 1925. Guerrero se había visto con Quijano por última vez en Francia hacia 1926 y, de regreso en Buenos Aires, buscaba reanudar su relación con él por intermedio de un conocido en común.

En su carta a Quijano, Guerrero cuenta que pasó gran parte de 1927 “haciendo investigaciones especiales en Berlín”, donde estuvo en contacto con el historiador germano-argentino Iso Brante Schweide, abocado en esos momentos a la organización de lo que poco más tarde sería el Archivo Quesada del Ibero-Amerikanische Institut (iai) (Guerrero, 3 de junio de 1928, p. 1). En comparación con “la ingrata tarea de domesticar las furias latinoamericanas” a la que se ha entregado de Brante Schweide, Guerrero dice ─con su característica autoironía─ haberse impuesto desde su retorno al país “una misión más engorrosa y más absurda: la de predicar filosofía entre las vacas y los trigos (…)” (ibid.). Hasta ahora, todo ha marchado muy bien. Está dictando dos ciclos de conferencias con un “público enorme” y ante la presencia de autoridades universitarias, consejeros y “muchos profesores”, como podrá ver Quijano en los “sueltos” de los diarios porteños que le envía (ibid., pp. 2 y 4).

Gracias a sus disertaciones, cuenta Guerrero, ha vuelto a encontrar “a una gran parte de los que, en la Reforma Universitaria del año 18 y siguientes”, fueron sus “compañeros en las Federaciones Universitaria de Buenos Aires, La Plata y Argentina” y ha tenido ocasión de conocer también “a una cantidad de personas nuevas en nuestros medios y algunas de ellas muy interesantes; por ejemplo [,] el Embajador de Méjico D. Alfonso Reyes” (ibid., p. 2). Pronto espera realizar “una gira por el interior del país, invitado a dar pequeños ciclos de conferencias” en la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario y en la Universidad Nacional de Tucumán, del mismo modo que, según le han propuesto, en la Universidad Nacional de Córdoba y la Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná (ibid., pp. 2-3). Su intención, más allá de estas lecciones, es concursar por “una o dos suplencias” en las universidades de Buenos Aires y La Plata. Sin embargo, aún no sabe si se quedará en el país o si para fin de año retornará a Europa. En las universidades alemanas, explica, tiene “mejores oportunidades de trabajar” que en el país; pero, aunque regrese, su deseo es “quedar permanentemente vinculado (con licencia por tiempo indefinido en el ejercicio de la cátedra suplente)” (ibid.).

El 27 de agosto de 1928, Guerrero dictó una conferencia sobre “La doble raíz de la filosofía contemporánea” en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral (Crónica universitaria, 1928, p. 703) Por la misma fecha rindió con éxito las “pruebas de competencia” de un concurso de oposición “para proveer cinco cursos de Filosofía en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario” (UBA. FyL. N° 12, C, 26/10/1928, f. 3) y obtuvo, también por concurso, el cargo de Profesor Suplente de Gnoseología y Metafísica en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP. FaHCE. Nº 253, 01/08-29/08/1928, f. 3). En esta última casa de estudios, impartió un “curso libre”, titulado “Direcciones estéticas en la filosofía actual”, con un seminario adjunto sobre “Fundamentos estéticos de la Historia del Arte”, que fue oficializado por el Consejo Académico “a los efectos de la promoción de los alumnos” (UNLP. FaHCE. Nº 310, 29/08/1928). Sus clases fueron un éxito y, en abril de 1929, fue convocado “a dictar, con carácter interino, la cátedra de Estética” (UNLP. FaHCE). [Foja de servicios], 18/04/1929, f. 1).

En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Guerrero se inscribió al concurso de Profesor Suplente de Ética y fue nombrado de manera interina Director de Trabajos Prácticos en las cátedras de Historia de la Filosofía (moderna) y Gnoseología y Metafísica, al frente de las cuales se encontraba Alejandro Korn (UBA. FyL. [01/02/1929-18/10/1956], f. 1; N° 1, C, 05/04/1929, f. 3). El tema general de su programa de Trabajos Prácticos representaba una novedad en el panorama de la filosofía argentina: “El problema filosófico de la existencia humana” (UBA. FyL. Programa, 1929, p. 101). La parte correspondiente al primer semestre, común a ambas asignaturas, se dividía en tres grandes unidades. En la primera, luego de abrir una perspectiva histórica sobre la propensión a “fundamentar, estructurar u organizar la Filosofía en la vida humana en general o en la propia existencia del filósofo” (Platón, San Agustín, el Renacimiento, Hegel, Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche), Guerrero discutía “las relaciones de la filosofía existencialista con las restantes tendencias filosóficas: racionalismo, empirismo, idealismo y realismo, objetivismo y subjetivismo, etc.” (ibid.). La segunda analizaba las diversas formas literarias (“monólogo, diálogo, memorias, epístolas, meditaciones, confesiones, libros de viaje, etc.”) en las cuales “las relaciones entre la Filosofía y la existencia del propio filósofo” se han expresado a lo largo de los siglos (ibid.). La tercera examinaba “la tendencia a objetivar el problema de la existencia humana constituyendo una Antropología filosófica especial” desde la antigüedad hasta las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX (ibid.).

El programa específico del segundo semestre de Historia de la Filosofía (moderna) comprendía de quince bolillas, ocho de las cuales serían tratados directamente en clase: 1) Platón como “antecedente griego” de la antropología filosófica”; 2) San Agustín como “antecedentes cristiano”; 3) el “problema de la existencia humana” en el Renacimiento; 4) la constitución de la antropología filosófica moderna en los siglos XVI y XVII”; 5) Pascal; 6) Jean-Jacques Rousseau; 7) la filosofía inglesa del siglo XVIII; 8) la antropología filosófica de Kant; 9) la oposición entre “vida” y “saber” en Fichte; 10) Schelling y el “fundamento existencial” de la filosofía; 11) la “filosofía de la vida” del joven Hegel “como prototipo de las corrientes vitalistas y existencialistas contemporáneas”; 12) Main de Biran y “los orígenes del conocimiento”; 13) las “esferas y pseudoformas” de la vida en el pensamiento en Kierkegaard; 14) Marx y la “interpretación existencial del materialismo histórico”; 15) “el problema del sentido de la vida y su solución por el amor fati” en Nietzsche (ibid., pp. 102-103).

En contraste, el programa específico de segundo semestre de Gnoseología y Metafísica era completamente analítico y abarcaba cinco puntos: “1. La existencia humana y los problemas generales del conocimiento; 2. La existencia humana y las relaciones entre sujeto y objeto; 3. La existencia humana y el conocimiento científico; 4. Historicidad de la existencia humana y los problemas del conocimiento histórico; 5. Metafísica de la existencia humana: direcciones, representantes, problemas contemporáneos” (UBA. FyL. Programa, 1929, pp. 103-104). El enfoque daba prioridad a autores y corrientes contemporáneas y la bibliografía comprendía obras, entre otros, de Wilhelm Dilthey, Max Scheler, George Santayana, José Ortega y Gasset, Hermann Graf Keyserling, Nikolái Berdiaev, Otto Weininger, Eduard Spranger y Georg Simmel (ibid., p. 104).

Durante el primer semestre de 1930, Guerrero estuvo nuevamente al frente de los Trabajos Prácticos de Historia de la Filosofía. El programa del Profesor Titular, Jacinto C. Cuccaro, estuvo íntegramente dedicado a la filosofía antigua. Guerrero, por su parte, abordó la lectura y comentario de los libros i, ii, iii, iv, v, vi, vii, viii, xi, xii, xiii, xiv de Metafísica (UBA. FyL. Programa, 1930, p. 103). Angélica Mendoza, alumna por entonces de los primeros años de la carrera, evocó de este modo la figura de aquel “nuevo profesor” que, en una de las aulas menores del edificio de la calle Viamonte, trataba de “hacer concentrar la atención y la buena voluntad” de un grupo de estudiantes en el análisis, línea por línea, de la traducción italiana de Armando Carlini (Aristóteles, 1928):

Era el primer encuentro serio con un esfuerzo concreto, que obligaba a responder estrictamente sobre un asunto minúsculo de tal capítulo y que impedía repetir alguna página de un texto de cualquiera historia de la Filosofía. No muy convencidos, hicimos durante el tiempo correspondiente nuestro aprendizaje en Aristóteles, pero únicamente en uno solo de sus problemas: las categorías. Pero el hecho fundamental fue que nos pusimos en contacto con una nueva técnica y un rigor tan específico en nuestra indagación que, a pesar del cansancio que nos producía esta labor de hormigas, terminamos por hacerla con gusto y eficiencia. Y así trabamos conocimiento de la investigación filosófica exigente y con la premisa metodológica de un profesor que nos traía la experiencia de las universidades alemanas (Mendoza, 3 de noviembre de 1940, p. 14).

Valores estéticos y teoría del arte

A principios de 1929, como hemos anticipado, Guerrero se hizo cargo de la cátedra de Estética en la Facultad de humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. En consonancia con la temática de su tesis doctoral en Zúrich, Die Entstehung einer allgemeinen Wertlehre in der Philosophie der Gegenwart (1927), su primer programa de la materia estuvo dedicado a “La Estética de los valores”. El curso constaba de una introducción histórica, tres núcleos sistemáticos y un apartado de problemas especiales. En la primera parte, “Fundamentos históricos”, trataba de la influencia de los “estéticos ingleses del siglo XVIII, especialmente Shaftesbury y Hutcheson”, sobre la estética axiológica, la idea de un “sentido estético” y el “problema del gusto” (UNLP. FaHCE. Programa, 1929, p. 107). La unidad sistemática inicial, “Ontología de los valores estéticos”, abordaba en primer término la temática general de la filosofía de los valores a través de una serie de lecturas recomendadas de Franz Brentano, Ernst Neumann, Heinrich Rickert y Ortega y Gasset (ibid., pp. 107 y 111-112).

Sobre la base de la diferenciación propuesta por Moritz Geiger entre una “estética axiológica”, por un lado, y una “estética empírico-genética” (sociológica en Gottfried Semper, psicológico-cultural en Wölfflin) y una “estética psicológica” (Gustav Theodor Fechner, Johannes Volkelt, Theodor Lipps, Karl Groos), por otro (ibid.), Guerrero examinó tres concepciones de los valores estéticos: 1) como “estados psíquicos” (la “teoría sentimental” de Alexius Meinong, la “teoría voluntarista” de Christian von Ehrenfels, la estética de Stephan Witasek); 2) como “normas” (Wilhelm Windelband, el “sistema axiológico” de Hugo Münsterberg, la “estética normativa” de Jonas Cohn); 3) como “objetos de índole emotiva” (sus antecedentes en Brentano y Husserl, la determinación de los valores en Max Scheler y sus aplicaciones estéticas, la “evolución objetivista” de Meinong y la fenomenología del goce estético del propio Geiger). Paralelamente, discutió la jerarquía y delimitación de los valores estéticos frente a otros valores (vitales, culturales, religiosos, éticos) y abordaba la fundamentación axiológica del “objeto artístico” en relación con una historia del arte concebida, en términos de Hermann Nohl y Friedrich Kreis, como una “historia de los estilos” (ibid., pp. 108 y 111).

En la segunda unidad, “Gnoseología de los valores estéticos”, Guerrero se ocupó de tres cuestiones. Confrontó, en primer lugar, el conocimiento de los valores estéticos “como ordenación teleológica” (la teoría tradicional de las bellas artes y los prototipos corrientes: arte clásico, medieval, renacentista, etc.) y “como experiencia subjetiva” (la teoría de la Einfühlung o “proyección sentimental” de Lipps) (ibid., p. 107). A continuación, examinó el conocimiento de los valores “como aprehensión inductiva” (el “realismo crítico” de Georges Santayana, la “presentación emotiva” de Meinong, la “subjetividad trans-subjetiva” de Volkelt) y “como aprehensión esencial”, focalizando sobre “la Gnoseología de Husserl y sus aplicaciones a la Estética”, particularmente en las obras de Nicolai Hartmann (ibid., p. 108). Las “funciones emotivas e intelectuales”, los “estados sentimentales y la relación objetiva de los sentimientos” fueron estudiadas a la luz de dos problemas planteados en las obras de Benedetto Croce y Georges Vaucher: “la intuición de los valores en Estética” y los “juicios estéticos de valor” (ibid., pp. 108-109).

En la última unidad sistemática, “Epistemología de los valores estéticos”, Guerrero analizó sucesivamente las relaciones de la estética con la psicología, la filosofía y la historia del arte. En la primera sección, “La Estética como zona de aplicación de la psicología”, pasó revista a las concepciones de las principales estéticas psicológicas, enfatizando sobre la llamada “estética de abajo” de Gustav Theodor Fechner; en la segunda, “La Estética como Filosofía normativa”, discutió la sistematización neokantiana de Max Dessoir (ibid. 109); en la tercera, “La Estética como disciplina particular”, analizó “la estructura del objeto estético y su determinación valorativa” en la historiografía del arte de fines del siglo XIX y principios del XX. Finalmente, en el apartado “Problemas especiales de la Estética de los valores”, Guerrero esbozó tres grandes líneas de investigación: partiendo de las tesis de Geiger sobre la “influencia superficial y profunda del arte”, postuló el estudio del “el significado existencial”, “el significado propio” y el significado ajeno” de los valores estéticos (ibid.). Bajo el acápite “Posición filosófica de la Estética, planteó una reflexión sobre “las relaciones de las disciplinas axiológicas entre sí”, especialmente entre la Ética y la Estética” (ibid.)

El curso de 1930, titulado “Problemas de teoría del arte”, se apartó ya de la axiología formal y fenomenológica para ensayar una sistematización de la estética desde una triple perspectiva: “i. Teorías sobre la esencia del arte”, “ii. Análisis de los elementos del arte” y “iii. Fundamentos de la teoría del arte” (UNLP. FaHCE. Programa, 1930, pp. 159-160). En la primera sección, Guerrero distinguió cuatro modelos de teorías: 1) “realistas”, 2) “idealistas”, 3) “formalistas” y 4) “metafísicas” (ibid., p. 159). Como paradigma de las “teorías realistas”, examinó la antigua concepción del arte como mímesis (Platón y Aristóteles) y el “naturalismo moderno” (ibid.). Las “teorías idealistas” fueron agrupadas en dos bloques: aquellas que, siguiendo a Hegel, conciben el arte “como momento dialéctico del espíritu” (Croce, Giovanni Gentile) y aquellas que lo analizan “como fenómeno de conciencia” (la Einfühlung de Lipps, el “ficcionalismo” de Hans Vahinger y otras tendencias “subjetivistas”) (ibid., pp. 159-162). Entre las “teorías formalistas”, además de los arquetipos visuales y táctiles de Fiedler, Guerrero incluyó la teoría del estilo de Wölfflin y los desarrollos de Adolf von Hildebrand sobre la percepción y su ordenación formal (ibid., pp. 163). Entre las “teorías metafísicas” distinguió las que conciben el arte “como revelación de lo absoluto (Plotino, el, romanticismo, Schelling, Hegel, Schopenhauer) (ibid., pp. 160-161) y las que lo interpretan “como símbolo o expresión de la vida” (Henri Bergson, Georg Simmel y las corrientes “vitalistas y existencialistas” de las primeras décadas del siglo xx) (ibid., pp. 162-163).

Las tres primeras unidades de la segunda sección, “Análisis de los elementos del arte”, examinaban las cualidades esenciales del “mundo del arte” desde una triple perspectiva: 1) “la obra de arte”; 2) “el goce estético y el conocimiento de los valores”; 3) el “estilo” como orientación de la normatividad histórica de la actitud contemplativa (ibid., pp. 159-160). Las restantes unidades estaban consagradas a los principios teóricos de las disciplinas estéticas “empíricas” o científicas”, desdoblando su tratamiento en dos puntos: el análisis de la arquitectura, la escultura y la pintura, por un lado, y el de la poesía, el teatro y el “cinematógrafo”, por el otro (ibid., p. 160). Cerrando el programa, el apartado “Fundamentos de la Teoría del Arte” indagaba en las relaciones entre “Estética y Teoría del Arte”, “Teoría e Historia del Arte”, “Teoría del arte y Psicología” y “Teoría y Filosofía del Arte” (ibid.). Como lectura obligatoria, el programa indicaba Conceptos fundamentales en la historia del arte de Wölfflin y, a elección del alumno, una de las siguientes obras: Laocoonte o de los límites de la pintura y la poesía de Gotthold Ephrain Lessing, La esencia del arte gótico de Wilhelm Worringer, El arte de los griegos de Arnold von Salis, La Poésie pure del abate Henri Bremond, Los fundamentos de la Estética de Lipps y Les Théories de l’architecture de Miloutine Borissavlievitch (ibid., p. 163).

Determinación de los valores morales

En noviembre de 1928, al concursar el cargo de Profesor Suplente de Ética en la Universidad de Buenos Aires, además del currículum y la documentación probatoria de sus estudios y actividades en Europa, Guerrero presentó un trabajo monográfico, titulado Determinación de los valores morales. Materiales para la constitución de una Axiología general como fundamento de la Ética axiológica, cuyo sumario rezaba:

El objeto principal de esta monografía será el de mostrar el lugar que ocupan los valores morales entre las ordenaciones del ser.

Hasta ahora la filosofía contemporánea apenas ha descubierto la existencia de un inmenso continente de valores (Brentano, Meinong, Ehrenfels, Scheler, etc.). Pero todavía no se ha hecho ninguna exploración especial, ni siquiera para fijar los contornos propios de cada una de las regiones valiosas (regiones de lo vital intelectual, moral, económico, estético, religioso, etc.). La finalidad que se propone esta monografía es precisamente la de llegar a delimitar uno de esos territorios (el de los valores morales) de todas las otras comarcas, conocidas o desconocidas.

Tampoco se ha realizado hasta ahora ninguna exploración tierra adentro en una cualquiera de esas regiones de valores. Pero no podrá ser ese, por cierto, el objeto de esta monografía. Es menester fijar ante todo el lugar y circunscribir luego el reino de los valores éticos, para que recién más tarde sea viable su conquista y colonización.

Tampoco es posible, dado el carácter de este trabajo, trazar desde ya el mapa de las tierras en vía de descubrimiento y ni siquiera enumerar previamente las etapas del camino para llegar hasta ellas. Por eso las indicaciones que van a continuación han de ser consideradas tan solo como las posibles jornadas para alcanzar el fin propuesto.

Como ruta general la siguiente: partir de la experiencia cotidiana y paulatinamente estrechar el círculo de las cosas valiosas primero, de las esencias axiológicas luego y finalmente de los valores específicamente morales.

Como etapas probables: i.‒ Distinguir entre el modo de ser propio de la vida humana y el de los estados (cosas, acontecimientos, circunstancias) que son dados con ella en el mundo. Sobre esta base se podrá analizar el proceso de nuestras estimaciones. ii. ‒ Trazar los límites de los valores hacia el lado del sujeto. iii. ‒ Hacia el lado del objeto distinguir ante todo entre las cosas no valiosas y las valiosas. Entonces se podrían trazar, en el mapa de las modalidades del ser, los límites generales dentro de los que han de caer forzosamente todas las determinaciones axiológicas. iv. ‒ Dentro de estas últimas distinguir entre las cosas valiosas y las cualidades valiosas. Esto es: trazar la fundamental diferencia ontológica entre las entidades y el ser. v. ‒ Caracteres generales del mundo de los valores en sí. ‒ Articulaciones axiológicas. - Variedad del modo de ser de los valores. vi. ‒Delimitar los valores espirituales (dentro de los cuales están incluidos los morales) de los vitales por una parte y de los religiosos por otra. vii. ‒Dentro de los valores espirituales determinar el lugar de los morales, distinguiéndolos especialmente de los lógicos y de los estéticos. viii. ‒Caracteres fundamentales de los valores morales. ‒ Sus condiciones de idealidad, realidad y realización. ‒ Ser y deber ser en el mundo moral. (UBA. FyL. N° 21, C, 20/11/1928, ff. 1-3).

La copia mecanografiada de Determinación de los valores morales ─sesenta y tres páginas tamaño carta, a doble espacio─ se conserva en el legajo de Guerrero en Facultad de Filosofía y Letras (UBA. FyL. Nº 21, C, 20/11/1928, anexo). Se trata, en efecto, del mismo escrito que Diego F. Pró halló entre los papeles de Coriolano Alberini y publicó a través la Universidad Nacional de Cuyo en 1982. El ejemplar descubierto, refirió Pró en el prefacio de su edición, estaba “protegido por un encuadernador automático” y, en el ángulo superior izquierdo de la tapa, podía leerse “Casa Pedrassi, S. Martín 320, Paraná”, a partir de lo cual infirió que databa aproximadamente de 1929, cuando Guerrero se desempeñaba como Delegado Interventor de la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la Universidad Nacional del Litoral (Guerrero, 1983, p. 14). Por nuestra parte, junto a la monografía, el sumario y la restante documentación concerniente al concurso de Profesor Suplente de Ética, hemos encontrado también el dictamen de Francisco Romero, miembro del jurado evaluador, junto con Alberini, Alejandro Korn y Juan Chiabra:

Capital Federal, 6 de junio de 1929 Señor Decano de la Facultad de Filosofía y Letras Presente Tengo el agrado de informar a Ud. lo siguiente, sobre la monografía titulada “Determinación de los Valores morales”, presentada por el Dr. Luis Juan Guerrero para optar a la suplencia de la cátedra de ética de esa Facultad. El trabajo se divide en cuatro capítulos, que se intitulan: Estructuras de la vida estimativa, Ámbito de los valores, Realización de los valores y fundamentos de la ética axiológica. Precede una breve Introducción, y se agrega al fin la bibliografía esencial. El autor adopta una actitud filosófica general que llama “correlativismo”, según la cual la conciencia y el mundo, el objeto y el sujeto, se hallan en mutua dependencia; como consecuencia, “cada acto mental especial está esencialmente ligado a una situación correlativa en el mundo de los objetos”. Este supuesto es meramente enunciado, y no fundado ni discutido. Desde luego, el establecerlo previamente hubiera llevado al autor demasiado lejos, ya que importaría nada menos que desarrollar toda una concepción de la filosofía, sin que acaso pudiera evitar al hacerlo el contrastar su tesis con las del realismo y del idealismo: Empeño que, como fácilmente se comprende, cae fuera de los límites de una monografía consagrada a un tema estricto. De acuerdo con su previa actitud correlativista, se propone ante todo el autor una doble tarea: La determinación de los valores éticos, del lado del objeto, y las diferentes maneras de aprehensión de dichos valores, del lado del sujeto. Sobre los resultados de esta investigación afirmará sus bases la ética axiológica, cuya fundamentación es el asunto propio de la monografía. Si el autor ha podido prescindir de justificar la concepción o punto de vista general del cual parte (el correlativismo), en cambio no le ha sido posible eludir el problema general del valor al estudiar los valores morales. Es así como nos ofrece una investigación de las estructuras de la vida estimativa, primero, y del ámbito de los valores, después, válida una y otra para todas las formas de la captación del valor y de los valores mismos. Las observaciones y discusiones que intercala en su exposición, criticando o corrigiendo opiniones de filósofos recientes, atestiguan un profundo conocimiento de la literatura concerniente al asunto y una profundización propia y original de cada problema de los muchos que presenta este dominio filosófico. El capítulo tercero estudia la realización de los valores, distinguiendo los bienes de las personas, y desarrollando una teoría de las unidades colectivas y tipos de colectividad. En opinión del autor, la determinación de estas estructuras colectivo-unitarias en sí es cuestión no axiológica sino ontológica, y concierne a las ciencias del espíritu; pero sí corresponde a la indagación axiológica el establecer relaciones valorativas que permitan fundar una jerarquía entre las diferentes formas de colectividad. El capítulo cuarto y último pone los fundamentos de la ética axiológica. El autor distingue entre disciplinas fundamentales y regionales, y constituye a la axiología en disciplina fundamental de la esfera ateórica del espíritu, disciplina fundamental de carácter peculiar, cuya función es reducir a saber filosófico esa zona teórica, alógica o irracional. La ética, por su parte, es una disciplina regional cuyo objeto es la acción moral. A las concepciones de Kant y de Scheler opone el Dr. Guerrero la idea de una ética que se proponga “una determinación dual: como deber que demanda una realización y como valor de bondad…” Del lado del ser, tendremos una teoría de la acción; del lado del valor, una doctrina de los valores morales. Esta sucinta ojeada a la monografía del Dr. Guerrero basta a demostrar la densa substancia filosófica que contiene y las múltiples e importantes cuestiones que abarca. Sería ocioso insistir en las dificultades que presentan estos problemas. La investigación de los valores está en sus comienzos, y todo el pasado secular, todos los hábitos de la reflexión filosófica tal como los ha constituido la filosofía europea desde Descartes, conspiran para dificultar su examen. Casi todos los puntos tratados por el Dr. Guerrero se discuten hoy apasionadamente. En este peligroso terreno, el autor de la monografía se ha desenvuelto con un saber y una profundidad de pensamiento que acusan su doble capacidad de estudioso y de pensador. Soy de [la] opinión [que] corresponde aprobar esta monografía, en la seguridad de que ofrece méritos suficientes para ello y de que el autor ha acreditado condiciones que hacen esperar para más adelante trabajos que honren a la Universidad y al país. Saludo al Señor Decano con la más distinguida consideración Francisco Romero (uba. fyl. Nº3, c, 08.06. 1929, ff. 1-3)

El meticuloso dictamen de Romero nos exime de resumir los argumentos principales de Determinación de los valores morales. Bástenos agregar presentó el siguiente plan de trabajo en ocasión de la entrevista y la prueba de oposición:

Seis lecciones para optar a la suplencia de la cátedra de Ética El tema de estas lecciones constituye una prolongación y desarrollo de la monografía correspondiente. Allí se hacía el análisis de los valores: por una parte, en su aspecto subjetivo ‒como resonancia del mundo axiológico en la vida emotiva‒ y por otra en sus correlaciones objetivas ‒como estructuras ideales y también como realizaciones valiosas en las personas y cosas, en los tipos de individuos y de comunidades, etc.‒ Con esos elementos fue posible alcanzar la fundamentación de una ética axiológica, en tanto quedaba[n] circunscript[os] la tarea y los métodos de la Axiología, de las disciplinas axiológicas en general y de la Ética en particular. Pero ahora es menester sacar las necesarias consecuencias de ese cuerpo de doctrina, esto es [,] mostrar la estructura interna de una Ética basada en la Teoría general de los valores. Estas lecciones deberán analizar, por lo tanto, las principales direcciones de la fundamentación axiológica de la Ética en la filosofía actual: 1ª. lección: La Ética axiológica en Meinong. 2ª. “ : La Ética axiológica en Eherenfels. 3ª. “ : La Ética axiológica en Windelband y Rickert. 4ª. “ : La Ética axiológica en Scheler. 5ª. “ : La Ética axiológica en Nicolai Hartmann. 6ª. “ : Problemas actuales de la Ética axiológica (UBA. FyL. N° 5, C, 12/06/1929, ff. 1-2, manuscrito)

La última de estas seis lecciones apuntaba ya rebasar la fundamentación de la ética axiológica que el propio Guerrero ofrecía en Determinación de los valores morales, retomando el planteo de su tesis doctoral, según la cual “la conciencia y el mundo, el sujeto y el objeto, se encuentran en una relación de mutua dependencia”, como sostenía en la introducción ((UBA. FyL. Nº 21, C, 20/11/1928, anexo, p. 1). Como podemos observar en posteriores cursos de Ética que nos han llegado en forma fragmentaria, la concepción dualista que parte de “la oposición entre hechos y valores” es considerada por Guerrero un resabio de “la mentalidad moderna en general y especialmente de la positivista, cientificista o mejor dicho naturalista del siglo xix” y su superación pasa comprender de que “el hombre se encuentra a sí mismo formando parte de la realidad que investiga”, o más precisamente, por reconocer, tras los pasos de Heidegger, el “doble privilegio ontológico del hombre (…) de poder interrogar a las cosas y poder, conociéndose a sí mismo, conocer el Ser por dentro” (Guerrero, 1955, pp. 1, 9-10).

Una ontología adecuada a la experiencia humana, argumentaría Guerrero, “en vez de negar la limitación inevitable de nuestro conocimiento, puede otorgarle a esa limitación su verdadero significado, que es el de que el hombre, por ser un ente finito, no es capaz sino de conocimientos finitos y que la finitud del hombre es el índice de todo criterio de verdad” (ibid., p. 10). La oposición entre hombre y mundo sobre la que reposa, en última instancia, la filosofía de la conciencia es “un artificio, porque destruye la unidad de la experiencia, que engloba a los objetos no solo en su modo de ser, sino también en esa vinculación que tienen con el modo de ser peculiar de la existencia humana” (ibid.). Frente a este dualismo, “la restauración de una Ontología concreta” busca “la unidad del Ser integrándolo con el hombre”, haciendo desaparecer “el abismo entre una Metafísica modelada sobre un criterio naturalista”, que es la concepción más difundida de la modernidad, “y una Ética que, queriendo escapar a aquel criterio, se reduce a una Teoría de los valores” (ibid., pp. 10-11).

Francisco Romero y Ortega y Gasset

En el transcurso de su actividad docente, Guerrero estrechó relaciones con Francisco Romero, Profesor Suplente, al igual que él, de la cátedra de Gnoseología y Metafísica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, así como también, desde principios de 1929, de la cátedra de Filosofía Contemporánea en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata. Los unía un interés común por las nuevas corrientes de la filosofía alemana, pero sus trayectorias individuales no podían ser más alejadas. A diferencia de Guerrero y sus viejos amigos, Romero no provenía del movimiento reformista, ni mucho menos de las filas del anarquismo, sino del Ejército Argentino. Nacido en Sevilla en 1891, había arribado al país junto con su familia a los catorce años y estudiado en el Colegio Militar, donde obtuvo primero el grado de Subteniente de Ingenieros y, más tarde, el de Capitán y Mayor.

A diferencia de Guerrero, Romero era autodidacta y su vocación por la filosofía había despertado, en 1916, con la primera visita de Ortega y Gasset a la Argentina. Sus simpatías filosóficas se inclinaban por Brentano, Dilthey, Husserl y Scheler. En 1924, tras publicar un artículo en la revista Nosotros analizando las dos grandes tendencias de la filosofía alemana según Richard Müller-Freienfels -“la filosofía de la ciencia o filosofía como ciencia” y “la filosofía de la vida”- (Romero, 1924), su labor llamó la atención de Alejandro Korn, que en una carta personal elogió la “información seria y lo ponderado del criterio filosófico” como “condiciones poco comunes” en el medio local (Speroni, 2001, p. 102). Tres años después, según contó el propio Romero, Korn consiguió persuadirlo de que abandonara la carrera militar y se dedicara de lleno a la docencia, alegando que él se jubilaría en 1930 y quería que lo reemplazara “en su cátedra más importante, la de Gnoseología y Metafísica de la Universidad de Buenos Aires” (Rodríguez Alcalá, 1954, p. 23).

Por una carta de Romero a Ortega, fechada el 2 de diciembre de 1929, nos enteramos de que Guerrero formó parte del entorno del pensador español durante su segunda visita a la Argentina entre agosto de 1928 y enero de aquel año. “Con Guerrero recordamos frecuentemente las horas inolvidables que pasamos en compañía de usted, meses atrás; ambos deseamos que vuelvan cuanto antes”, escribe Romero (1929, p. 1). En estos encuentros personales, Guerrero pudo por fin forjarse una imagen de Ortega como filósofo. Hasta entonces había tenido una actitud ambivalente hacia él, admirativa como fundador de la Biblioteca de Ideas del Siglo xx y de la Revista de Occidente en sus tiempos de la Editorial Argonauta (Guerrero, 1922, pp. 21 y 24; Ibarlucía, 2018), pero severamente crítica, en su correspondencia con Miguel de Unamuno, por haber apadrinado en Madrid, durante la dictadura de Primo de Rivera, a una “generación frívola, deshumanizada, de ‘nuevos ricos’ de la cultura”, que convertía “la Filosofía y en general toda labor de pensamiento en “crónica social” de los periódicos” y propagaba entre los jóvenes “una total despreocupación por lo político, religioso o simplemente humano” (Ibarlucía, 2017, p. 162).

El Ortega que Guerrero redescubre en Buenos Aires, en cambio, es el maestro de toda una camada de filósofos argentinos con intereses auténticos. Con él se puede discutir sobre la Escuela de Marburgo, Dilthey, Rickert, Scheler, Husserl e incluso sobre Heidegger, cuya irrupción en el panorama de la filosofía contemporánea Ortega experimenta de manera contradictoria, a la vez como una confirmación de su doctrina y “el sabotaje de sus expectativas íntimas como pensador filosófico de la nueva Europa” (García, 2014, p. 416). En sus cursos y conferencias, tanto como en las conversaciones personales que mantiene con sus discípulos, Ortega no disimula su perturbación: reclama frente a Heidegger la “prioridad cronológica” de la idea de existencia y sostiene que aquellos que, como Guerrero, “ahora se entusiasman muy justamente con el filósofo alemán no hubieran hecho nada superfluo dedicando cinco minutos a reflexionar no más sobre el significado de la expresión razón vital, que es resumen programático de El tema de nuestro tiempo.” (ibid., p. 415).

En septiembre de 1928, Romero y Guerrero se contaron entre los asistentes a la comida en honor a Ortega, organizada en un restaurante porteño por Alfredo A. Bianchi y Roberto F. Giusti, directores de la revista Nosotros, de la que participaron, entre otros, Alejandro Korn, Alfonso Reyes, Carlos Ibarguren, Emilio Ravignani, Augusto Bunge, Baldomero Fernández Moreno, Arturo Capdevila, Alberto Palcos, Guillermo de Torre, Fermín Estrella Gutiérrez. Miguel Ángel Virasoro y Homero M. Guglielmini (Nuestra comida a José Ortega y Gasset, 1928). Ambos asistieron al curso sobre “¿Qué es la vida?” en la Asociación de Amigos del Arte, entidad cultural que había organizado su visita, y posteriormente a su seminario sobre “Hegel y la Historia” en la Facultad de Filosofía y Letras, donde fue presentado por Alberini con un discurso de fuerte tono antipositivista, en el que encomió “el valor fermentativo” de la “nuevas ideas filosóficas” sentidas por Ortega “antes que nadie en el mundo latino” (Alberini, 1973, p. 258).

La segunda visita de Ortega a la Argentina se extendió hasta enero de 1929 y representó sin duda la consagración de su “jefatura espiritual”, para decirlo con una expresión de Romero (1960, pp. 7-31). Sin embargo, los ensayos que escribió para el diario La Nación al regresar a España, en particular “El hombre a la defensiva”, donde definía al argentino como un “guarango” que siente “apetito de ser algo admirable, superlativo, único” y, como los demás no parecen dispuestos a reconocerlo, adopta “el hábito de aventajarse él en forma violenta”, decepcionaron a algunos de sus seguidores y suscitaron la reacciones de Juan Álvarez, Roberto Giusti y Pablo Rojas Paz, entre otros (Ortega y Gasset, 1929, pp. 193-264). En abril de ese año, Ortega respondió a los ataques, manifestando su inmensa gratitud hacia el país y llamando al argentino a realizar su “reforma moral”, a buscar “el fondo auténtico de sí mismo”, a retraerse a “la disciplina rigorosa de ser sí mismo, de sumirse en el duro quehacer propuesto” (Ortega y Gasset, 1981 [1930], pp. 151 y 153).

A comienzos de diciembre de 1929, agradeciéndole el ejemplar dedicado del séptimo tomo de El Espectador, que incluía los polémicos ensayos sobre la Argentina, Romero puso a Ortega al corriente de las actividades de los profesores universitarios que le eran más afines. Alberini, contaba Romero en su carta, partiría en breve rumbo a Alemania para dar una serie de conferencias, el matemático Julio Rey Pastor acababa de embarcase en el Reina Victoria de regreso a España, el claustro estudiantil había elevado la candidatura de Korn a Rector de la Universidad de Buenos Aires “con el fracaso previsto” y Guerrero había sido designado Delegado Interventor en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral, donde llevaba ya realizada “una labor considerable de renovación y orientación”(Romero, 1929; Ibarlucía, 2018). En agosto de 1931, Romero, Guerrero, Rey Pastor y Amado Alonso le enviaron a Ortega un telegrama desde Buenos Aires, en el cual se declaraban sus “amigos admiradores” y lo felicitaban “cariñosamente” por su “magnífico” y “trascendente” discurso al asumir como diputado de las Cortes Constituyentes, en representación de la Agrupación al Servicio de la República, cuya creación había impulsado junto con Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y Antonio Machado (Romero, Guerrero et al., 1 de agosto de 1931).

Es evidente que la relación de Guerrero con Ortega estuvo mediada por Romero y no parece haberse prolongado mucho más allá en el tiempo. De hecho, no se conserva otra correspondencia, ni hay indicios de que Guerrero lo haya contactado cuando visitó España por segunda vez, en enero de 1933, como había intentado hacerlo durante su estadía de 1927, movido por la impronta que la primera visita de Ortega a la Argentina había dejado en amplios sectores del movimiento de la Reforma Universitaria. Las referencias a sus ensayos, sin embargo, son frecuentes en los programas de los cursos que Guerrero dictó, años más tarde, como Profesor Titular de Ética en la Universidad de Buenos Aires y en el prólogo de Estética operatoria en sus tres direcciones (1956). le dedica un gran elogio. Tras reconocer su deuda con la “metodología inaugurada por Husserl y consumada por Heidegger”, así como con las obras, entre otros, de Helmut Kuhn, Jean-Paul Sartre, Étienne Souriau, Maurice Merleau-Ponty y André Malraux, Guerrero evoca “la proteica figura de Ortega y Gasset”, de quien podría decirse, escribe, como se afirmaba de Herder, al final de los tiempos del romanticismo y del idealismo alemanes, “que ya lo hemos olvidado a fuerza de estar presente en todos nosotros” (Guerrero, 1956, p. 14).

Referencias bibliográficas

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Recibido: 24 de Febrero de 2023; Aprobado: 12 de Abril de 2023

Ricardo Ibarlucía. Doctor en Filosofía. Es Investigador Principal del CONICET y director del Instituto de Filosofía “Ezequiel de Olaso” del Centro de Investigaciones Filosóficas. Se desempeña como Profesor Titular de Estética y Problemas de estética contemporánea en la Escuela de Humanidades y la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Edita el Boletín de Estética e integra el comité científico de la revista Aisthesis. Pratiche, linguaggi e saperi dell’estetico (Università degli Studi di Firenze). Entre sus libros más recientes, se cuentan: Estéticas del siglo XVIII. Conversaciones sobre D’Holbach, Herder, Gerard, Diderot, Kames, Hamann (2019); Belleza sin aura. Surrealismo y teoría del arte en Walter Benjamin (2020) y ¿Para qué necesitamos las obras maestras? Escritos sobre arte y filosofía (2022).

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