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Boletín de Estética

versión On-line ISSN 2408-4417

Bol. estét.  no.56 Buenos Aires set. 2021

http://dx.doi.org/10.36446/be.2021.56.281 

Nota critica

UN FILÓSOFO EN EL BAZAR DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

A Philosopher in El bazar de Ramón Gómez de la Serna

·José María García López1 

1 Madrid, España

Resumen

Un recorrido crítico por los análisis del autor del libro sobre las anticipaciones de Ramón Gómez de la Serna a consideraciones y propuestas claves en la cultura del siglo xx. Marinas trata aspectos filosóficos, estéticos, sociales y mercantiles que Gómez de la Serna vio con lucidez e intuición literaria. Aspectos urbanos, lingüísticos, vanguardísticos y psicoanalíticos en los que aparecen Walter Benjamin, Roland Barthes, Freud o Lacan. Se comenta primero la idea del bazar como escenario alegórico donde se produce el espectáculo del fetichismo consumista. Después, el tratamiento del yo como una incorporación a ese mismo bazar de fragmentos de lo inconsciente, también apuntado por Gómez de la Serna. En general, se subraya la precisa interpretación estilística y conceptual hecha por Marinas de los hallazgos y procedimientos mencionados.

Palabras clave: Consumo; Benjamin; inconsciente; Eros; Tánatos

Abstract

This is a critical approach to the book's author's analysis of Ramón Gómez de la Serna's anticipations to key considerations and proposals in twentieth-century culture. Marinas deals with philosophical, aesthetic, social and commercial views that Gómez de la Serna was able to foresee with lucidity and literary intuition. Urban, linguistic, avant-garde and psychoanalytic views in which Walter Benjamin, Roland Barthes, Freud or Lacan appear. The idea of the bazaar as an allegorical setting where the spectacle of consumer fetishism is produced is first discussed. Later, the treatment of the self as an incorporation into that same bazaar of fragments of the unconscious, also pointed out by Gómez de la Serna. In general, it is stressed the precise stylistic and conceptual interpretation made by Marinas of the aforementioned findings and procedures.

Keywords: Consume; Benjamin; unconscious; Eros; Thanatos

De entrada, enfrentarse a un libro con semejante título, El bazar de Ramón Gómez de la Serna. Seducción de las masas y cultura del consumo (2020), supone agudizar la atención en un doble sentido: por qué caminos ha llegado Miguel Marinas, desde su largo y amplio territorio intelectual, filosófico y poético, a este bazar y qué nos va a desvelar seguramente de este personaje lúcido, peregrino, anticipado y contradictorio.

Previamente hay que tener en cuenta, aunque solo sea de pasada, la impresionante actividad académica de Marinas, las tesis y los seminarios dirigidos desde la Universidad Complutense, los proyectos nacionales e internacionales en la órbita de su cátedra de Ética y Filosofía Política y las publicaciones técnicas específicas junto a otras más generales, ensayístico-divulgativas, semiológicas, psicoanalíticas, sociales y literarias. Quienes no conozcan su obra, un verdadero bazar pero de muy alto nivel conceptual y expresivo, debieran considerar libros como Palabra de pastor o La escucha en la historia oral, acerca de esta forma de transmisión; otros ensayísticos de variado asunto, como Los nombres del Quijote, El poder de los santos o El ajá del traductor, recién aparecido; sus colecciones de poemas, Egido de las ciudades y Bajar del Bronx; y sobre todo, quizá, sus publicaciones más especializadas: La ciudad y la esfinge, El síntoma comunitario entre polis y mercado, Ética de lo inconsciente, Investigar la cultura del consumo, Pensar lo político. Ensayos sobre comunidad y conflicto o Ética del don y la comunidad política. Por supuesto, no debería dejar de hacerse una alusión a sus inclusiones diversas en libros colectivos, a sus traducciones (Montaigne, Benjamin, Chauvelot, Tarelho) y a multitud de artículos en revistas dedicados a Barthes, Derrida, Lévinas, Lacan, Simmel, Bataille, Horkheimer, Kant, Freud, Nietzsche y a muchos otros autores y asuntos más o menos conectados.

Sobre la idea del bazar, como realidad contemporánea o metáfora urbana, Miguel Marinas ya había publicado, antes de la obra que aquí se va a reseñar, un artículo en la revista La balsa de la medusa (1999): “El bazar efímero: imágenes del consumo en Ramón Gómez de la Serna” y al menos dos libros: La fábula del bazar, Antonio Machado, Madrid, 2001, y el escrito junto con Cristina Santamarina: El bazar americano en las exposiciones universales, Biblioteca Nueva, Madrid, 2016. Así que no es raro que a partir de los títulos citados más arriba, el autor haya ido a fijarse, entre otros caminos posibles, en Ramón Gómez de la Serna, un escritor en gran medida olvidado y con frecuencia reducido si no a un cierto pintoresquismo humorístico, a una rareza ingeniosa un tanto apolillada o, desde otro punto de vista, a un conformismo político vergonzante y clown. Los aspectos ramonianos que sin embargo Miguel Marinas subraya y desentraña tienen más que ver con una actualización lúcida del escritor intuitivo y adelantado a su tiempo, que con esa supuesta frivolidad sicalíptica del pasado. Reflejan una visión del precursor sagaz y bien informado que fue Ramón (el Ramón por antonomasia) acerca de la sociedad del mercado y el simulacro, sobre los estereotipos mentales por los que actualmente nos conducimos y de cuyos fragmentos somos turistas inconscientes o zombis autoconsumidos y desarticulados.

El libro está estructurado en dos partes, con cuatro capítulos cada una, refiriéndose la primera al paisaje del consumo (el bazar, la mercancía, lo cursi, el espectáculo, la ciudad) y la segunda al sujeto del bazar que es el propio cuerpo (el yo anulado, la enfermedad llamada hombre, lo inconsciente y de Eros a Tánatos). Se cierra con los últimos avatares de Ramón entre la Argentina de su exilio y el regreso a España, sus malos pasos políticos en el país de acogida, Perón mediante, y en el propio, con el apoyo al franquismo de quien había sido republicano en su cercanía con Bergamín, y una serie de opiniones favorables (otras contrarias) de Bioy Casares, Borges y el también amigo estético y personal Oliverio Girondo.

Lo primero que llama la atención en El bazar de Ramón es la noticia de que el autor de las Greguerías mereciera una reseña de Walter Benjamin en 1927, publicada en la International Revue de Amsterdam, lo que sugiere la relevancia del español en la perspectiva pionera del alemán respecto a la observación de las cosas vistas como exhibiciones mercantilizadas, pero alegóricas, en los nuevos escenarios urbanos del mundo: las Exposiciones Universales que empiezan a celebrarse a mediados del siglo xix, los pasajes comerciales y los grandes almacenes. Unas y otros contradicen la conformación del mercado antiguo, cíclico e irradiante, y motivan de modo muy sensible el propio trazado de partes de la ciudad y por lo tanto las formas contemplativas de los ciudadanos y su inclusión en ese universo de escaparates teatralizados y objetos llamativos. Así Ramón registraría ya para Walter Benjamin, antes de su desarrollo torrencial hasta nuestros días, una nueva forma de cultura, consistente en el señuelo de la abundancia y la variedad, el producto desarraigado hacia una significación postiza, el dinero mismo como fetiche, la modificación del deseo y la frustración, la apariencia y la ostentación de la moda.

Miguel Marinas destaca esta modernidad, o anticipación, en Gómez de la Serna, y su sensibilidad observadora que no solo coincidiría con Walter Benjamin en su fijación de dos claves explicativas del moderno consumismo exhibicionista, el protagonismo del presente y el valor alegórico de las cosas, sino con el descubrimiento prácticamente instantáneo de los vanguardismos (la publicación del “Manifiesto del futurismo” de Marinetti ya en 1909), con el eterno retorno nietzscheano aplicado al carácter del mercado y con los universos de escritores pensadores, como Ortega y Gasset o Fernando Pessoa. Señala también el método minucioso del escritor incesante que fue Ramón y la consecuencia de su propia vida, primero en el famoso torreón madrileño de la calle Velázquez, collage auténtico de un Rastro trasladado a otra metaforización literaria, y después en su casa de Buenos Aires. Esta fenomenología barroca de Gómez de la Serna coincidiría por otra parte con los principios del cubismo, el dadaísmo y el surrealismo y con sus entrecruzamientos con el gusto por lo kitsch mercantilizado (un merchandising avant la lettre), lo vintage o un historicismo rebajado de lo dramático, de lo artístico-romántico y del realismo, un tanto al modo del extrañamiento poético de Marcel Duchamp. Cita además a José Carlos Mainer en cuanto indicador en Gómez de la Serna del “descubrimiento del lenguaje secreto de las cosas e incluso el lenguaje secreto del lenguaje, tal como lo vio Giovanni Papini en su olvidado Gog” (Marinas 2020: 27).

Continúa el autor de este significativo bazar conectando la mercancía en cuanto espectáculo, que arranca de las exposiciones universales decimonónicas, o ya del siglo xx (Londres, París, Viena, Chicago, Nueva York), con las sutiles coincidencias ramonianas del concepto del fetichismo o la aureola propia de las cosas en Marx, por encima de su valor de uso, y en el caso de Freud respecto a las imágenes y los objetos asociados de modo inconsciente y por encima de su funcionalidad natural, que fueron referencias de algunos de sus ensayos para una teoría de la sexualidad. Aquí Marinas ha descubierto ya sus cartas intelectuales para situar a Ramón Gómez de la Serna en el lugar que le corresponde, su propia minuciosidad al observar el mundo, su enorme respeto por los elementos estructurales de la realidad y el pensamiento contemporáneos, no exento de guiños irónicos y parodias, y su precisa y deslumbrante apropiación expresiva. Por ejemplo, en una de sus caracterizaciones de las cosas mercantilizadas, dice: “No hace falta que sean hermosas, recientes, rutilantes: basta con que se ofrezcan como mercancías que buscan, de forma azacanada a veces, un equivalente del mercado que les permita salir de sí, expandirse, colonizar” (Marinas 2020: 33). Y “no es el tratado sino la fábula, no es la figura sino lo que de modo tortuoso, enigmático, brillante, desopilante, las cosas cuentan” (Marinas 2020: 33). Porque ¿a qué escritura corresponden estos párrafos? ¿A la de Miguel Marinas, a la del autor de El Rastro y Automoribundia o a la del Walter Benjamin del Libro de los Pasajes?

Son frecuentes estas fusiones asumidas, esta rapidez de la analogía y esta versatilidad léxica, que más adelante, sin recoger ni mucho menos todas las ocasiones en que podría hacerse, habrá ocasión de volver a transcribir. Continúa el libro con sus acordes fragmentarios (aunque esté sistemáticamente organizado), ya que la percepción mental de Ramón no es evidentemente la de Hegel o la de Heidegger (y no es que lo diga exactamente así Marinas), sino que estaría más próxima a las de Dalí, Larrea, Adorno, tal vez en algunos aspectos Cioran, y desde luego Walter Benjamin.

Particularmente interesante resulta el análisis de lo cursi en la concepción de Gómez de la Serna y su distinción de lo cursi bueno y lo malo. En el autor de ElLibro Mudo (1910), lo cursi es la superación del simulacro de la representación. Lo cursi aquí se sale de los límites del universo barroco en que el hombre solía estar apresado, viene a ser la vibración irreverente de las cosas desgajadas de sus adscripciones obligadas. Su nimbo estricto, su aura tan benjaminiana, no se encadena a significados previos generalizados, huye del tópico y del orden establecidos, es una pulsión libertaria y una sugerencia de otro entendimiento. Para Marinas, lo cursi perpetuable y sensible de Ramón, frente a lo deleznable y sensiblero, es “un principio del método que indaga las formas de las cosas por muy estrafalarias, descabaladas, amorfas y sinsentido que parezcan a la mirada escueta de la modernidad” (Marinas 2020: 49). También “lo cursi con su potencia constructiva se vincula con el espectáculo, con el circo, con el cine, como lugares en los que no cabe copia ni simulacro, sino pura invención” (Marinas 2020: 56).

Estos son los elementos que, junto con los cafés, los automóviles, los garajes, los parques, las plazas, los night-clubs, los transportes públicos, los transeúntes desconocidos, los aeropuertos, sirven de referentes para el último capítulo de la primera parte del libro. Constituyentes llamativos de las ciudades interlocutoras (y las de Ramón fueron Madrid, París, Londres, Nápoles, Lisboa, Buenos Aires…), su conjunto dinámico es analizado como otra de las obsesiones de Gómez de la Serna, que en el fondo es la misma: la variedad contrastada de las cosas nuevas y las viejas, la apariencia de entidades no utilitaristas ni conectadas que generan una fascinación pura y una significación promisoria. Parecidas a las que intuyeron, recrearon y vivieron otros ilustres paseantes de laberintos urbanos y tertulianos de café como Baudelaire, Pessoa, Macedonio Fernández o Victoria Ocampo. Marinas cita unas líneas de Automoribundia (Buenos Aires, 1948) que bastarían para incorporarnos a la forma de mirar y entender no entendiendo de Ramón: “Yo en París era pipa y no hombre, letrero y no alma, viento y no transeúnte, periódico y no lector, cuadro anatómico y no viviente, japonés y no español, remolque y no tranvía, cacharro de pinceles y no cuadro” (Marinas 2020: 75).

Continúa el presente ensayo en su segunda parte por la idea de la anulación del yo o la concepción diferente del sujeto según el psicoanálisis (de Freud a Lacan) y las sorprendentes coincidencias ramonianas al respecto. La genial sentencia lacaniana de que lo inconsciente es éxtimo, es decir, está a la vista en el ser y el comportamiento del sujeto, no podría haber sido enunciada con idénticas resonancias, claro está, por Ramón, como subraya Marinas, pero sí está intuitivamente apuntada en muchos pasajes de sus obras (ya un premonitorio Rimbaud había dicho Je est un autre), y singularmente en el Libro Mudo, trasunto de otro alquimista del siglo xvii cuyo objetivo no podía ser más que la piedra filosofal. Ramón también la busca a su modo inconsciente, discurriendo por las palabras como en un abandono a la transmisión voluntariamente ignorante, como en un arrojo de su autobiografía dispersa, de su nombre y de su mirada al baño lustral de los cachivaches del rastrillo, un desperdicio imaginario e iluminador. De nuevo cita Marinas a Gómez de la Serna en este prodigioso párrafo, que no hace falta comentar:

Todo esto lo legamos al rastro y uno mismo al rastro también, porque hemos visto ya vender un esqueleto en el fondo de una caja de cartón, como los restos de un crimen vencido, prescrito ya, o de un hombre que recabando toda su libertad se metió y se ahuesó en la caja para ir al rastro a pasar las tardes como a un paraíso. (Marinas 2020: 93)

E inmediatamente ordena, sobre lo ametódico de Ramón, los pasos de su errabundia por los descréditos del yo, la costumbre, la palabra, el gesto, la forma… y la defensa de la fragilidad, el cuidado de las heridas, el no dar por supuesta a la mujer y la práctica del silencio.

Merece insistirse, con Miguel Marinas, en que no se trata en tal disolución muda de que Gómez de la Serna pretenda conjurar un yo personal, un adiestramiento obediente de sí mismo en una esfera lírico-psicológica, sino que, desde su monóculo estético sin lente o desde su columpio circense, revela una inquietud social (quizá con proyección ontológica y antropológica) que pocos vieron en su momento, y algunos ya han sido nombrados, una descarga del pensamiento, la civilización y la cultura que fueron compatibles, si no conniventes, con las orientaciones ideológicas, mercantiles, tecnológicas y armamentísticas en general que dieron lugar al terrible desastre, sin precedentes comparables, de la I Guerra Mundial y que seguirían dando otros frutos tan siniestros.

“La enfermedad llamada hombre”, que precisó Norman Brown (il selvaggio dolore que aproximó Pasolini), es el capítulo del libro de Marinas que enlazaría con toda propiedad en este punto. El autor comunica con El incongruente Ramón Gómez de la Serna (1922) por El malestar en la cultura de Freud (1930) y el Eros y Tánatos de Brown (1967). El chamarilero vanguardista ha detectado, en la onda procelosa del psicoanalista vienés, las nuevas patologías del hombre que sufrió los tiempos que alguien tuvo el valor o el humor de llamar “los felices 20”: la claustrofobia, el complejo de culpa, la agorafobia, la histeria, las neurosis. Los conflictos entre las ofertas de los mercados urbanos, las insolvencias e incapacidades, las contumaces sacralizaciones, los deseos y los desequilibrios frustrantes. En opinión de Marinas, el mayor logro de Ramón al respecto está en haber situado en lo inconsciente las causas de tales desarreglos, pero habiendo detectado sus indicios en lo cotidiano, habiendo aplicado la bagatela polifacética de los días a un hechizo global, a la falsa euforia de los tiempos y al desenmascaramiento de una rígida, poderosa y destructiva intención.

Lo asombroso de la mirada clínica sobre el sujeto moderno que Ramón elabora -escribe Marinas-[…] es que los síntomas son materiales, son mobiliarios, vestimenta, modos y costumbres. No son protuberancias de un organismo potencialmente dañado sino objetos cotidianos, espacios y tiempos domésticos, manías y delirios de pequeña escala que salpican la realidad más cercana y convencional. (Marinas 2020: 109)

Prosigue el ensayo por otro de los hallazgos de Gómez de la Serna registrados por el autor: el del carácter sexual del deseo, la temprana descripción de varias de sus manifestaciones hecha en su libro Senos (1917) y en muchos de sus textos posteriores. Con su probada capacidad de establecer connotaciones y síntesis, Marinas relaciona los juicios de Jean Cassou a propósito de El doctor inverosímil (1925), destacando la mirada precoz de Ramón sobre algunas claves míticas del psicoanálisis, con los propios celos intelectuales de Freud respecto a las intuiciones fulminantes de Hofmannsthal, Schnitzler o Karl Kraus en cuestiones psíquicas que a él le resultaba arduo investigar.En tal coyuntura, o de modo paralelo a la inquietud del genio vienés, que igualmente era un reconocimiento, también podría traerse otra vez a colación la aparente facilidad expresiva y el estado de gracia literaria del autor del ensayo para nombrar conceptos como mínimo delicados:

La intuición ramoniana es más llamativa: la pulsión erótica, del descubrimiento y la posesión física y de conocimiento, implica la dimensión de muerte, es otro nombre del deseo, la catadura estructural del sujeto inconsciente que al tiempo que pide unión, pide su propia desaparición. Cosa que, entre varios autores de la época, especialmente Georges Bataille destaca en su libro poderoso (de 1957) llamado El erotismo. (Marinas 2020: 135)

Asimismo nos encontramos, en este binomio de erotismo y muerte, los buceos ramonianos en el espiritualismo escatológico de Teresa de Jesús (con sus concomitancias regresivas hacia el anonadamiento) y sus anticipaciones al escalpelo de Freud e incluso al de Lacan respecto a algunas de sus valoraciones erótico-místicas sobre el Barroco.

Ramón hace aquí, en el itinerario de visitas de El doctor inverosímil entre otros, un viaje, con la muerte al fondo, que va de la aureola de las cosas dispares al síntoma que también implica el ser humano y al simulacro que busca mediante su psicoanálisis particular las raíces del síntoma. En esa almoneda de indicios entre la criatura imantada por la vida y los objetos proteicos de los rastrillos y las ciudades del mundo se tienden los hilos del inconsciente oficiando de tentáculos del sujeto. También, pero de modo muy especial, Ramón había hecho ya otro viaje lleno de intersecciones en su anteriormente mencionado Senos, en este caso desde el temblor de una mirada y un tacto no pornográficos sino erótico-alegórico-epistemológicos, si se puede decir así.“Miraba aquella mujer de tal modo la vida, que tocar sus senos era como tocar el secreto de la vida” […] ¿Se podrá conseguir algo más grande en la vida que creer siempre, durante mucho tiempo, que se toca lo inaudito, lo inesperado, lo imposible?”(Marinas 2020: 124).

Miguel Marinas concluye, o casi concluye, su excelente libro con el capítulo De Eros a Tánatos, del que ya se ha adelantado algo. Se centra en Automoribundia para explicar cómo Gómez de la Serna consigue finalmente dar cuerpo conceptual a las intuiciones de El libro mudo, empleando una terminología psicoanalítica y cómo concluye la idea de inseparabilidad entre esos dos grandes principios. Esta nota podría rematarse con esa gran cualidad del autor, ya señalada, según la cual acoge y afina no solo los conceptos que transitan por la escritura que analiza, sino la escritura misma, una mímesis que es asunción y que da unos cuantos pasos clarificadores un poco más allá. Marinas está en un Rastro donde, entre muchos otros bibelots, elementos sueltos de máquinas que una vez funcionaron, viejos libros y ropas usadas, aparecen mezclados Ramón Gómez de la Serna, Walter Benjamín, Sigmund Freud, Jacques Lacan y el propio Miguel Marinas viéndose como mercancía especular:

Meter en el psicoanálisis las cosas con amplia matización es lograr el secreto de lo que muchas veces ahoga al hombre, ese motivo de enfermedad que veinte especialistas no encontraban y que un dentista encuentra en una muela. Todo lo externo se engarabita en el interior. Las cosas no tocadas dejan una irresolución que es difícil interpretar. Desde entonces llevamos crispada en el ello una confitería indestructible como símbolo de lo que de empalagoso hay en Sevilla. (Marinas 2020: 133; el subrayado me pertenece)

Hiperestesia y pasión de las ciudades que se dejan ver con otra luz que no niega la biografía inconsciente. Y recuento de sueños, como una confesión de lo limitado del repertorio del sujeto de la cultura del consumo. Dimensión esta que sorprendentemente cala bien Walter Benjamin cuando reseña El circo, en 1927: “Sus notas dicen lo más importante sobre el inventario completo del circo: es decir, hasta qué punto lo que hace más confiada a nuestra fantasía es básicamente un gastado inventario de sueños” (Benjamin [1927] 1995: 4).

Referencias

Benjamin, Walter (1995), “El circo de Ramón”, trad. de Pablo Marinas, Miguel Marinas y Pepe Vázquez, La balsa de Medusa, 34: 3-5. [Edición original: “Ramón Gómez de la Serna, Le cirque, Paris, Simon Kra, 1927”, Internationale Revue, I: 321, 1927] [ Links ]

Marinas, Miguel (2020), El bazar de Ramón Gómez de la Serna. Seducción de las masas y cultura del consumo (Madrid: La Oficina). [ Links ]

Recibido: 12 de Mayo de 2021; Aprobado: 15 de Julio de 2021

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