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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.22 no.36 Santa Fé dic. 2013

 

DOCUMENTOS

La definición del comportamiento violento1

The definition of violent behaviour

 

Nils Christie

Universidad de Oslo, Noruega nils.christie@jus.uio.no

Recibido: 08/08/2013
Aceptado: 02/12/2013

 

Poder es el poder de definir

No hay osos polares en Noruega; pero eso no me impide imaginar que, durante el fin de semana, me encuentre con uno en la selva. Conociendo que tales animales son peligrosos en extremo, probablemente le presentaría pelea si no viera otra posibilidad de escapar de él. Pero dejemos correr la imaginación. Pensemos que el enorme animal, parado peligrosamente cerca de mí, no es un, sino una y, definitivamente, no es un oso polar, sino una princesa encantada, cuya única intención —y también su única esperanza de librarse de su encantamiento o hechizo— es darme un golpecito en la cabeza. Después de lo cual, yo recibiría tanto a la dama como la mitad del reino de su padre.
Hasta aquí yo me habría encontrado en un gran problema. Podría yo adherir a mi actitud convencional y ligeramente reservada con respecto a los osos polares, o podría tomar una posición más positiva, considerando al animal como extensión potencial de la familia.
Fácilmente puede verse que la acción posterior estará determinada por la definición de la situación. Hay cuatro grandes tipos de solución, como lo demuestra la siguiente tabla:

Lo más interesante, desde un punto de vista criminológico, es la posibilidad de que yo mate al oso polar. Adhiriendo a definiciones convencionales de la situación, yo saldría del encuentro como un gran cazador. Pero si la interpretación de la princesa es correcta, y ella es capaz de probarlo, se me definiría como un asesino. Fácilmente puede verse que la evaluación del resultado dependerá de quién ha dado la definición de la situación que, eventualmente, se acepta.

Un ejemplo de las condiciones de guerra

En el año de 1942 llegó a un pequeño puerto del norte de Noruega un grupo de unos 2500 prisioneros, barbudos, llenos de sarna y mal olientes. En la playa del puerto los esperaba un grupo de soldados alemanes y noruegos. Golpeados y empujados a punta de bayoneta, fueron arrojados dentro de vagones revestidos con alambre de púas. Fueron llevados a diferentes campos de concentración de la vecindad. Un año después, el 70 % de ellos había muerto de hambre, enfermedad, maltrato y fusilamiento. Centenares de ciudadanos noruegos actuaron ese año como guardias. Estos ciudadanos noruegos fueron más tarde, sentenciados por las cortes de su país por maltrato a los prisioneros de guerra. Esto ocurrió en los llamados "Campos Servios" en el norte de Noruega, bajo comando alemán. Como parte de los métodos de terror contra los movimientos clandestinos en los diferentes países ocupados, los prisioneros eran movidos de un lado a otro en Europa: los noruegos a Polonia; los yugoslavos a Korgjen, Rognan, Beisfjord y otros campos nórdicos con los guardias alemanes de seguridad. Las condiciones de esos campos de concentración eran inhumanas y, desde el verano de 1942 hasta la Pascua de Resurrección de 1943, murieron de hambre, frío y asesinato 1747 prisioneros de los 2547 que llegaron a esos campos. Después de esa fecha, fueron separados los guardias de la SS alemanes de los noruegos. A los yugoeslavos se les dio tratamiento de prisioneros de guerra, recibieron ayuda de la Cruz Roja y lograron un cambio radical.
Poco después de la segunda guerra mundial, me acerqué a los guardas noruegos en un intento de hallar una explicación de lo inexplicable. ¿Cómo pudo suceder esto?¿Cómo pudieron ciudadanos noruegos y, sobre todo, un grupo grande de ellos, participar en esta extinción?
Dos cosas que fueron reveladas en esta investigación merecen mencionarse. Principalmente no eran muchas, ni serias, las diferencias entre los torturadores y asesinos sentenciados por haber torturado y matado, y los guardas que actuaron en el mismo período, sin ser acusados o sentenciados por el mismo delito. Y eso no significa que ellos fueran igualmente aberrantes y malvados y que sólo circunstancias accidentales determinaran que no tuvieran las mismas oportunidades de emplear su maldad.
He tenido prolongadas conversaciones con la mayor parte de los torturadores y asesinos, y también con los otros guardas que, probablemente no mataron ni torturaron prisioneros. Yo diría, en palabras simples, que lo que más me impresionó fue el hecho de que la mayor parte de los representantes de ambos grupos tenían características ordinarias, muy comunes. Por supuesto, uno debería pensar que tal vez, esta impresión puede haber sido originada por una habilidad inferior de observación. Sin embargo, hasta que alguno
demuestre poderlo hacer mejor, me aferraré a la opinión de que la mayoría de los guardas del campo de concentración, incluyendo los asesinos, con pocas excepciones, no difieren mucho de los noruegos en general. Excepto dos factores relacionados con los torturadores y asesinos: éstos eran más jóvenes que los otros; y tal vez por esto mantenían un punto de vista diferente en relación con los prisioneros. Tal vez se considere que, como ellos no estaban constantemente en contacto con los prisioneros, no los estimaban como seres humanos.
El sufrimiento extremo impuesto a los prisioneros en campos de concentración, lleva siempre a traumas psíquicos y físicos desconocidos en la vida diaria. El hambre extrema conduce a acumulación de agua en el organismo y por lo tanto el paciente no demuestra estar tan extenuado y flaco como en realidad lo está: es inflamación, no son músculos. Esta inflamación es vulnerable; el rasguño más pequeño provoca infección, las cuales, como no son adecuadamente tratadas, pueden tener un aspecto terrible y oler mal. La causa principal es el hambre, pero esta situación también puede ser interpretada como desaseo. El hambre extrema lleva a profundas alteraciones de conducta. Los prisioneros pelean hasta por pequeños pedazos de pan. En su extrema debilidad caminan sobre sus compañeros moribundos, sin preocuparse por darles ayuda. Otros, y esto es común en los relatos sobre campos de concentración en otras partes del mundo, imitan el comportamiento de los guardias y descargan brutalidad sobre sus propios compañeros. Surgen los conflictos personales: los guardas matan prisioneros y éstos se matan entre sí.
Esto puede interpretarse de dos maneras principales: como un comportamiento que es natural bajo condiciones extremas, o, por el contrario, como algo completamente inexplicable, algo que surgido en este tipo de prisioneros justificaba, como reacción la aplicación de las más crueles medidas. Los torturadores y asesinos apoyaron esta segunda interpretación y muy pocas veces aceptaron colocar estos síntomas en su verdadero contexto, ya que no eran capaces de comprender que el comportamiento de los prisioneros era un modo razonable de actuación en una irracional situación exterior. Los prisioneros se convirtieron en una masa informe, con atributos en parte incomprensibles, en parte malvados, en parte peligrosos. Una sola cosa podía usarse en contra de ellos: la fuerza. En cambio, los últimos guardas tuvieron la oportunidad de ver algo más: los prisioneros dejaron de ser una masa informe; aquí y allá surgían característica humanas, se transformaron en individuos marcados por una situación desesperante, que se comportaban en consecuencia. Donde aparecían las características humanas, los guardas se comportaban según su usual sistema de normas. Esto no pasó con los guardas asesinos. Una concepción completamente errada de los prisioneros hacía considerar irrelevante el sistema ordinario de normas y, por lo tanto, a obrar de manera inhumana sin percibirse a sí mismos como inhumanos. Su definición de la situación les posibilitaba actuar con brutalidad sin considerarse asesinos. Pero había guerra y se trataba de campos de concentración. La situación no debería ser igual en nuestros días, ¿o podría serlo?

Un ejemplo de laboratorio

Podría serlo. Podría suceder exactamente en un frío laboratorio y en una universidad particularmente reputable. Stanley Milgram2 solía invitar a la gente común que transitaba por la calle a que le ayudaran en un experimento que estaba haciendo en la Universidad. Estas personas recibían un muy pequeño salario, pero el trabajo que tenían que cumplir era también muy simple. Todo lo que tenían que hacer era tirar de unas palancas cuando lo pedía Milgram o alguno de sus colaboradores. En el salón contiguo estaba un grupo de prueba, personas atadas a una especie de silla eléctrica. Cuando se tiraba de las palancas recibían la descarga de corriente y sufrían un shock. La intensidad de la corriente aumentaba de izquierda a derecha y estaba escrita sobre cada una de las palancas. Sobre la última estaba escrito en grandes letras que allí había peligro pues la intensidad de la corriente era mortal. Y sin embargo, la mayoría de las personas tiraba de las palancas cuando se les pedía, porque lo hacían en nombre de la Ciencia.
Este experimento trataba de descubrir si la gente recordaba mejor, cuando se les castigaba cada vez que dieran una respuesta incorrecta. Así mientras peor era la respuesta, más fuerte era la descarga. Milgram decidía la cantidad de corriente que debía suministrarse: y el hombre de la calle obedecía y tiraba de las palancas, en nombre de la Investigación. Pero esto no le gustaba. El hombre en el salón contiguo chillaba cada vez que recibía una descarga y pedía a gritos que lo soltaran, mientras que quien tiraba de la palanca, sudaba, se movía incansablemente, miraba al que dirigía el experimento, decía
que eso no era correcto, y pedía, a su vez, que lo librara de ese trabajo. Sin embargo, tiraba de una y otra palanca hasta que no se oía lamento alguno en el otro salón.
Actualmente no hay seres humanos en el otro cuarto. El ruido (voces, lamentos, etc.) procede de una cinta grabada y todo ha sido preparado para descubrir hasta dónde llegan las personas en este caso y cuántas palancas están dispuestas a tirar cuando se les pide. En su totalidad, la investigación aplicada es más bien éticamente dudosa, pero no puede, por esta razón, dejar de informar acerca de sus resultados porque esto es muy importante. Y, porque se ajusta muy bien a lo que hemos comenzado a sospechar de los seres humanos, esto es: que podemos llegar rápidamente a la inhumanidad. Pero también, que mientras más remota es la relación que tenemos con la otra parte, más lejos somos capaces de ir en una situación que comienza a ser inhumana.
En este experimento, no se había pensado en usar sonido, creían que sería suficiente pedir a las personas que tiraran de las palancas sobre las cuales estaba escrita la cantidad creciente de voltios hasta terminar "Peligro, Alto Voltaje". Esto daría al experimentador la distinción apropiada y justa entre los que no están dispuestos en absoluto a atormentar a otros mediante shocks eléctricos y los que se acercarían al otro extremo. A través de la psicología se podría llegar a la diferencia entre bueno y malo. Sin embargo, ya en las pruebas preliminares aparecía que el uso del sonido era indispensable porque donde no existía sonido y los sujetos de investigación sólo veían lo que ellos estaban haciendo sin
oír los quejidos de las víctimas, cada una de aquellas personas de la calle estaba dispuesta a llegar hasta el límite más alto que podía darse de descarga eléctrica.
En una serie de pruebas los investigadores no usaron otro sonido que el que hacían las víctimas que golpeaban la pared cuando la intensidad empezaba a aumentar. Esto mantuvo un 34 % de la obediencia a las órdenes del experimentador de utilizar el alto voltaje. Cuando se usó la cinta grabada, mediante la cual se escuchaban palabras, el porcentaje de los que se rehusaron se elevó a 38. A fin de crear más proximidad, la persona torturada se llevó al mismo salón y se la colocó junto al hombre que manejaba las palancas. Entonces se elevó a 60 el porcentaje de los que no deseaban actuar. Finalmente, y como toque de refnamiento, se dispuso que el hombre encargado de administrar la corriente, el insospechable representante de la población normal, no solamente debía tirar de la palanca sino tocar al hombre que estaba en la silla eléctrica. Tenía que llevar la mano de la víctima hacia abajo, hacia una placa ardiente. En este punto, el porcentaje de los que se rebelaron llegó a 70. Si varias personas estaban juntas en el cuarto y algunas de ellas protestaban, el porcentaje debía subir de nuevo; pero si, sin embargo, el otro grupo manifestaba que todo sucedía como debía suceder, el número de los rechazantes bajaba.
Esto sucedió en la Universidad de Yale, uno de los institutos educacionales de más prestigio en el mundo. Tal vez sea por esta causa que muchos obedecían, ya que en un lugar como este no podría suceder nada incorrecto.
A fin de controlar esta fuente de error, los científicos mudaron todo lo relacionado con el experimento a un edificio destartalado, en un pequeño pueblo desconocido, con un nombre supuesto, no conocido por ninguno en el laboratorio. Algo disminuyó el número de personas que obedecían, pero muy poco.
Aproximadamente 1000 personas tomaron parte en este experimento. Este fue después repetido en diferentes lugares de Europa, siempre con el mismo resultado. Y en el mundo de la realidad, esto ha ocurrido, antes y después, entre millones de seres humanos, unos como verdugos, otros como víctimas.
Un gran número de personas —creo que la mayoría de ellas— realizaría los actos más crueles contra otras personas, siempre que la situación fuere suficientemente extrema. Es probable que las personas tengan una variable capacidad de resistencia. Sin embargo, cuando se les somete a pruebas extremas, son pocos los que pueden desenvolverse para continuar actuando en forma ordinaria y para percibir que sus actos están afectando a sus semejantes. Esto no significa que sean monstruos, significa que son como nosotros.

Dimensiones de la violencia3

Permítaseme dividir la situación donde la violencia pudiera ocurrir, en las siguientes dimensiones:
• Intenciones
• Medios o instrumentos
• Marco de referencia organizacional o situacional
• Resultados o efectos
Podrían agregarse más dimensiones, pero en honor a la simplicidad, limitemos la discusión a estas cuatro.
Mi argumento es que en la mayor parte de las discusiones sobre violencia las diferentes partes interesadas vinculan su definición de los fenómenos a las diferentes dimensiones de la situación. Algunos dirán que hay un caso de violencia cuando las intenciones son violentas, algunos utilizarán los instrumentos empleados como criterio de mayor peso, mientras que para otros, lo específico serían el marco de referencia institucional o los efectos sobre las víctimas potenciales.
El "caso ideal de violencia" según la mayoría de las personas, es probablemente el caso den el que las intenciones son violentas. Un hombre que desea matar a su rival en un acto que el mismo percibe como un asesinato, usa su revólver en un bar y lo mata. Esto se clasifica como un caso ideal de violencia.
Pero aún aquí pudiéramos tener problemas. Un psiquiatra podría alegar en un tribunal que el agresor en el momento estaba fuera de su juicio y, por lo tanto no habría que confiar mucho en lo que se refiere a sus intenciones. El hecho tuvo lugar en un bar, entonces, quizás el agresor tuvo una típica reacción alcohólica. Y, ¿sería completamente cierto que la otra persona murió a causa del disparo, o tal vez tuvo un ataque cardíaco?; o quizás la víctima provocó toda la situación, en un grado que ningún humano habría resistido:¿en lugar de un clásico asesinato, podría ser clasificado como un caso de suicidio nítidamente preparado por el sujeto que murió?
Los casos ideales de "no violencia" no son menos ambiguos. Mientras estoy escribiendo esto, están emitiéndose noticias sobre los efectos del hambre en África. La inactividad también es una forma de acción, yo no tengo intenciones de matar a niños en Etiopía. No aplico medios tradicionalmente violentos. Sin embargo, el resultado de mi
inactividad, combinado con la inactividad de otra gente, es la matanza a distancia de enormes poblaciones.
¿Inactividad? Quizás esto es un disfraz. Estoy comiendo. Estoy participando en la vida política de mi país. Las intenciones, los medios y el marco de resistencia organizacional, parecen muy lejos de las dimensiones establecidas en los clásicos casos de asesinato. Pero los resultados son similares y sabemos que lo son. Estamos aquí aproximándonos al fenómeno de la violencia estructural. La política comercial de la mayor parte de los países industrializados del mundo está aquí en juego. Los noruegos no tienen intenciones de matar niños en Etiopía. Ellos no aplican ninguno de los medios tradicionales de violencia. Actúan dentro de sus consejos privados o dentro de un Parlamento elegido muy democráticamente. No obstante, pudiera ser argumentado —e indudablemente es así— que nuestras decisiones y actos respecto a nuestros socios comerciales tienen como consecuencia inintencional que los niños en Etiopía, Angola o en otros países menos industrializados estén muriéndose de hambre. Están muriéndose de hambre a causa de nuestra política comercial. El dolor físico y la muerte se crean a través de nuestras decisiones políticas. Noruega es, por lo tanto, un país muy violento y los noruegos son gente violenta.
En esta situación más bien caótica, pudiera ser productivo combinar las dimensiones de la violencia en un cuadro, como lo he hecho en el cuadro I. Aquí podemos encontrar todas las situaciones mencionadas en el anterior y aún combinaciones principales de ellas. Muchas más podrían haber sido agregadas. En la cima está el caso ideal de violencia, en la base el caso ideal de no-violencia. Pero hasta en los casos extremos el Dr. Sigmund Freud y sus colaboradores han hecho las categorías menos nítidas de lo que hubié
ramos querido. Tal vez hay odio detrás del amor —o amor detrás de la destrucción.

Tabla 1: Dimensiones de la violencia

Una complicación particular nos la plantean los fenómenos de "violencia mental".¿Qué diremos de la amenaza de violencia física? O aún menos claro: ¿qué diremos de una educación que hace a los niños tímidos, inhibidos, nerviosos, introyectándoles todo tipo de agresión y dañándoles así el resto de su vida? ¿Es correcto clasificar esto como violencia? Si lo hacemos, por lo menos, probablemente pudiera ser útil para el niño.
Otra complicación está planteada en la dimensión número cuatro, que hemos llamado aquí violencia no-intencional. La conducción imprudente de automóviles que
ocasiona una muerte, pudiera ser un ejemplo. Pero conocemos casos más complicados aún: ¿Qué decir de los tratamientos basados en la modificación de conducta? La Naranja Mecánica nos da el ejemplo perfecto. La intención, allí era tratar a un hombre violento para convertirlo a la no-violencia. Los medios eran reforzar una terapia de aversión. El escenario, un hospital; y el efecto, una no-violencia condicionada. Una observación crítica podría caracterizar toda esa secuencia como una forma de violencia y denunciar que los psicólogos en este caso usan violencia para crear no-violencia.
Las guerras preventivas han luchado según el mismo modelo.

¿Cuál es la defnición correcta de la violencia?

No hay definiciones "correctas". Sólo definiciones más o menos útiles, según los diferentes propósitos.
Si el propósito o meta es la máxima reducción del sufrimiento humano en una escala global, entonces pudiera ser preferible luchar por una definición de violencia estrechamente vinculada a los resultados de decisiones políticas y económicas.
Esto podría sensibilizar la población mundial, particularmente a los detentores del poder, en relación a sus obligaciones básicas y a las similitudes potenciales que hay entre sus actos y las actividades definidas tradicionalmente como violencia.
Hay sin embargo, peligro en esta estrategia. En este intento podría salir el tiro por la culata. La analogía entre la política comer
cial y los casos clásicos de violencia ordinaria, puede sonar muy artificial para el receptor de la comunicación. En lugar de interiorizar la semejanza entre sus propios actos y los de violencia tradicional, él podría tener la idea de que las acciones de aquellos que tratan de relacionar los actos de él con la violencia, deberían ser clasificadas como un caso de manipulación política.
En segundo lugar, una definición amplia de la violencia puede ser eficiente en relación a la política exterior, pero resulta contraproducente cuando se trata de política nacional. Los detentores del poder en las sociedades industrializadas denunciarían a menudo que sus sociedades son más bien violentas y que esa violencia está aumentando. Y semejantes denuncias constituyen una importante argumentación para conseguir más policía, más armas para la policía, más artefactos técnicos, y más severos castigos para los delincuentes violentos.
En estas condiciones, una definición amplia de la violencia —particularmente los argumentos sobre la violencia estructural— pudiera incrementar el peso de las solicitudes internas de más orden y nuevas leyes.
La criminología noruega ha estado en el centro de este desorden. Aún contradiciendo lo que pienso sobre lo que es básicamente negativo en lo estatuido por la ley y los representantes del orden, he manifestado que la actual sociedad noruega es en extremo no-violenta. Basada en un índice de asesinatos de aproximadamente 4 x 1 000 000 de habitantes, esta manifestación parece estar a salvo, por lo menos en la medida en que se aplique la definición convencional de violencia. Pienso que es importante
tratar de calmar las ansiedades infundadas de llegar a ser víctima de violencias, el tratar de remover ansiedades infundadas es en sí mismo un valor, y esto previene la creación de un círculo vicioso en el que un decreciente número de ciudadanos se atreve a usar las calles durante la noche, dejando de este modo libre el terreno para potenciales delincuentes violentos. Para mí parece ser importante, también, vivir en una sociedad donde la fuerza policial sea lo más pequeña y civilizada que una fuerza policial pueda ser.
Sin embargo, mi alusión a Noruega como una sociedad en extremo no-violenta es fuertemente objetada por aquellos que se interesan más en la violencia estructural. Estos quieren una definición aplicada que clasifique a Noruega entre las naciones más violentas del mundo. Y tienen razón si la violencia estructural constituye la base de la definición. Pero lectores y escuchas menos sofisticados pudieran pasar por alto la enorme amplitud de la definición y creer —y actuar según sus creencias— que la violencia tradicional está creciendo en Noruega.
No hay respuestas. No puede haberlas. Los cánones de la ciencia, sin embargo, demandan clarificaciones. Tenemos que vivir con las ambigüedades. Pero, como profesionales, tenemos que hacer todo lo posible para clarificar —tanto para nosotros mismos como para los receptores de nuestras comunicaciones— cómo usamos nuestros conceptos, y por qué. En algunas situaciones esto puede ser políticamente precario. Sin embargo, entrever cómo podríamos escapar de ésta demanda de clarificaciones en aquellas situaciones donde operamos como científicos.

Condiciones para dar definiciones útiles

No hay definiciones correctas, pero pudieran existir condiciones sociales en las que pudieran establecerse con mayor facilidad algunas definiciones útiles.
¿Útiles para quién?
En mi consideración, una respuesta tentativa podría ser: útil para el más débil, o útil para aquellas partes con la menor cantidad de poder.
Esto, sin embargo, no nos ayuda mucho porque, ¿qué clase de condiciones que conduzcan a qué clase de definiciones de violencia pudieran resultar más útil para el más débil? Obviamente, hay que hacer especificaciones más profundas.
Permítanme sugerir una posible formulación: las condiciones deben ser de aquella clase en la que las partes con menor cantidad de poder tengan la oportunidad de ser oídas. Al menos retrospectivamente, podemos observar que mucho de lo sufrido en los campos de concentración, así como el "pretendido" sufrimiento en los experimentos de Milgram, surge a raíz de una situación en la que los prisioneros, o los objetos de investigación (aun cuando no existieran), no tenían la oportunidad de hacer llegar sus puntos de vista hasta los detentores del poder. Si los prisioneros hubieran podido comunicar a los guardias su propia definición de la situación se hubieran encontrado en una situación más segura. Uno de los pocos sobrevivientes del campo de concentración del norte de Noruega me explicó muy recientemente cómo escapó del exterminio: Su mayor riqueza había sido un diccionario. Sucedía que él tenía un buen conocimiento del alemán, e inmediatamente a su llegada a Noruega se las arregló para obtener un diccionario "germano-noruego". Utilizó absolutamente todas las posibilidades para aprender palabras noruegas, y lo inevitable sucedió, le
fue posible hablar, explicar, crear un vínculo común, y de esa manera forzar a los guardias a tomar en serio su definición de la situación. El diccionario le permitió imponer una definición de sí mismo como un ser humano; y de los guardias como seres no humanos si lo mataban; y no permitirles continuar con una definición en la que él no es un humano, ni con la percepción de sus asesinatos como una "renovación". Lo mismo puede notarse en los estudios de Milgram: mientras más cerca estuvo la víctima del "verdugo", mayor fue la oportunidad de que el verdugo objetar las órdenes de administrar descargas eléctricas. Mientras más cerca de la "víctima", más grande fue la ocasión de definir sus propios actos como criminales y no como actividades de investigación.
Esto puede generalizarse. Permítaseme sugerir tres condiciones conexas para el desarrollo de definiciones de la situación que pudieran beneficiar a las partes más débiles en una transacción.
• Cercanía física
• Cercanía psicológica
• Personificación de la situación

Las dos primeras mencionadas son solamente etiquetas de lo que se ha ilustrado anteriormente. La tercera necesita más elaboración: lo que ahora tengo en mente es la antigua diferenciación sociológica entre aquellos sistemas sociales donde la mayor parte de las personas se conocen entre sí en la mayoría de sus capacidades; y aquellos sistemas en los que las personas se encuentran por la primera vez en ocasión de desempeñar capacidades altamente especializadas, sin que sea necesario conocerse entre sí en ninguna otra capacidad. En el primer caso, los individuos se conocerán entre sí como personas. En el segundo caso se conocen entre sí, primero y principalmente, como representantes de un rol.
No intento decir que un tipo de organización social ofrece, en general, mejor protección contra la violencia que otro sistema. Pero sí quiero decir que uno de ellos, en general, ofrece mayores posibilidades para una definición compartida de la situación.
Donde los sistemas sociales están organizados de manera que los actores se conozcan entre sí en todas sus capacidades, por lo menos parece, imposible para el detentador del poder ignorar cómo es el otro individuo y cómo este percibe lo que está pasando.
Así el detentador del poder podría continuar su violencia, si eso resulta aceptable según las normas locales. Pero si el sistema social es de aquel tipo citado (en el que los seres humanos se perciben recíprocamente como seres humanos), cuando la violencia no resulta aceptable según las normas adoptadas por el sistema, parecerá más justo reprimirla.

Notas

1. Publicado originariamente en Lola Aniyar de Castro (comp.): Los rostros de la violencia, Maracaibo, Centro de Investigaciones Criminológicas, Universidad del Zulia, 1976, 27 y ss.         [ Links ]

2. Stanley, Milgram: Algunas condiciones de Obediencia y Desobediencia a la Autoridad. Relaciones Humanas. 1965, 18, 57-75.         [ Links ]

3. Cecilie Higard me ha sido muy útil llevándome a abordar una perspectiva más amplia respecto a estas dimensiones.

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