Catálogos de la biodiversidad
En nuestro continente los relevamientos biológicos han generado un invaluable caudal de información, que se incrementa con el tiempo a medida que se exploran nuevas regiones y se mejoran las técnicas de muestreo (e.g. O’Neill 1969, Graham et al. 1980, Parker y Remsen 1987, Parker 1991, Lees et al. 2013, Herzog et al. 2016). Los catálogos de biodiversidad son de vital importancia en tanto son el primer paso para conocer y ordenar sistemáticamente los recursos naturales que forman parte del patrimonio natural de un país. Son una herramienta especialmente importante para la biología de la conservación, ya que tener un panorama claro y actualizado de las especies que habitan el territorio permite ordenar esfuerzos y recursos (ver Di Giacomo 2005, MAyDS y AA 2017).
inventarios de la avifaunaLos primeros reportes sobre las aves argentinas fueron escritos por jesuitas y exploradores extranjeros, entre ellos Florián Paucke, Félix de Azara, Alcide d’Orbigny y Charles Darwin (Azara 1805, d’Orbigny 1835-1847, Darwin 1845, Paucke 1942, Di Giacomo y Di Giacomo 2008). Estas obras monumentales no tenían como principal objetivo abordar un completo listado de la avifauna, sino que abarcaban temáticas generales sobre historia natural, paleontología, geografía y aspectos culturales de la región.
El primer catálogo sistemático de la aves argentinas fue escrito por el alemán Hermann Burmeister, luego sus exploraciones entre los años 1857 y 1860 (Burmeister 1860, 1861). Este listado de 263 especies fue considerado por aquel entonces la mejor y más completa referencia sobre la materia. Años después aparece el renombrado Argentine Ornithology de Sclater y Hudson (1888-1889). Si bien el mayor aporte lo realiza el segundo autor con sus observaciones de campo, en los apéndices finales se enumeran las contribuciones de destacados personajes de la ornitología como Walter Barrows, Adolf Doering, Henry Durnford y Ernest Gibson, entre otros. Ya en el ámbito local, Eduardo Holmberg (1898) escribe una revisión de las aves argentinas incluida en un informe gubernamental referido al segundo censo poblacional realizado en nuestro país. Holmberg menciona algunas especies colectadas por antiguos exploradores como Guacamayo Azul (Anodorhynchus glaucus) y Yetapá Chico (Alectrurus tricolor), pero además hay referencias inéditas sobre la presencia de Guacamayo Rojo (Ara chloroptera) en la zona del río Pilcomayo y Guacamayo Azul y Amarillo (Ara ararauna) en el Chaco.
Uno de los naturalistas de la primera mitad del siglo XX fue Santiago Venturi, quien realizó gran cantidad de observaciones y colectas. Este italiano radicado en Argentina envió a Inglaterra un manuscrito que fue publicado junto a Ernst Hartert en idioma francés (Hartert y Venturi 1909). Ellos comentan algunas especies raras obtenidas por el primer autor, tal es el caso de la extensa serie de Cachilo de Antifaz (Coryphaspiza melanotis) proveniente del norte de Santa Fe. Además aprovechan la ocasión para describir los taxa Pato de Torrentes (Merganetta armata berlepschi), Coludito Cola Negra (Leptasthenura aegithaloides berlepschi) y Canastero Castaño (Pseudasthenes steinba-chi).
Sin embargo, la obra más relevante de esta época nació en el seno del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”. Otro italiano, Roberto Dabbene, elaboró un completo catálogo de especies ordenadas por regiones (Dabbene 1910). Fueron incluidas especies como Pato Serrucho (Mergus octoseta-ceus), Becasina Gigante (Gallinago undulata), Canastero Estriado (Pseudasthenes humícola) y Pájaro Campana (Procnias nudicollis). Poco después se publica el catálogo de las aves argentinas por el suizo-paraguayo Ar-naldo de Winkelried Bertoni, hijo del célebre Moisés Bertoni (Bertoni 1913). A pesar de contar con pocos detalles, este autor incluye por primera vez muchas especies del alto Paraná y la provincia de Misiones como Torcacita Enana (Columbina minuta), Chorlo de Espolón (Vanellus cayanus), Aguilucho Blanco (Pseudas-turpolionotus) y Tesorito (Phibaluraflavirostris). Casi al mismo tiempo, Roberto Dabbene publica un detallado trabajo en idioma francés, pero que al parecer tuvo una relevancia mucho menor (Dabbene 1913, 1914).
Veinte años más tarde surgen dos obras indispensables para la ornitología argentina, ambas con abundante información taxonómica y bibliográfica. Una de ellas fue editada por la Universidad de La Plata, con motivo de cumplirse el cincuentenario de la fundación del museo de ciencias naturales: Catálogo Sistemático de las Aves de la República Argentina (Steullet y Deautier 1935-1946). Lamentablemente la sección Passeriformes nunca fue publicada, pero hay que destacar el extenso capítulo sobre la historia de la ornitología argentina y la enorme compilación de referencias antiguas. Por otro lado, nuevamente desde el Museo Argentino de Ciencias Naturales, Ángel Zot-ta realiza una lista sistemática publicada en varios artículos en El Hornero (Zotta 1935, 1937, 1938, 1939, 1940, 1941, 1942a, 1942b, Zotta y Da Fonseca 1936). Este autor incorpora numerosas especies, muchas de las cuales ya habían sido comunicadas en volúmenes anteriores de dicha revista. Entre las más interesantes se encuentran Albatros de Tristán (Diomedea dab-benena), Becasa Pico Largo (Limnodromus scolopaceus), Anó Pico Surcado (Crotophaga sulcirostris), Soldadito Gris (Lophospingus griseocristatus) y Saíra Militar (Tan-gara cyanocephala). Posteriormente el museo la vuelve a editar en un solo volumen (Zotta 1944).
Entre las décadas de 1950 y 1980 una buena parte de la actividad ornitológica tuvo lugar en el Instituto Miguel Lillo de la ciudad de Tucumán. En ese ámbito de notables investigadores emerge la figura ineludible del sueco Claes Olrog, quien publica dos importantes listas sistemáticas (Olrog 1963, 1979). La última de estas listas fue y sigue siendo ampliamente citada, y en ella se evidencia un mayor desarrollo en materia de expediciones y colectas sistemáticas. Muchas de las especies incluidas en esta obra ya habían sido debidamente comunicadas en Acta Zoológica Li-lloana y en Ópera Lilloana, y gran parte del material se resguarda en la colección ornitológica de la mencionada institución. Curiosamente, algunas especies aún carecen de documentación y permanecen sin confirmar, como Pato Castaño (Netta erythrophthalma), Picochato Chico (Platyrinchus leucoryphus), Choca Estriada (Dysithamnus stictothorax) y Corbatita Oliváceo (Sporophila frontalis). Otro resultado destacable de la profusa actividad académica tucumana, es el surgimiento de la primera guía de campo de las aves argentinas y su posterior reedición (Olrog 1959, 1984), que fue vanguardia en la todavía incipiente observación de aves como actividad popular.
la popularización de la observación de avesEn las últimas décadas del siglo XX se produjo entre los naturalistas una verdadera revolución. Cursos de observación de aves para todo público, una sociedad ornitológica funcionando como club social y la aparición de nuevas herramientas bibliográficas (Na-rosky 1978, Olrog 1984, Narosky y Yzurieta 1987, de la Peña 1985-1988, 1988-1989, Canevari et al. 1991). Estas nuevas guías de campo poseen un texto simple y un formato atractivo, cuyo objetivo es claramente diferente a los listados que habían sido editados hasta ese momento. El nuevo enfoque se centraba en que el público general explore la naturaleza con el simple objeto de aprender y disfrutar mediante la observación de aves.
Algunas de las nuevas figuras fueron Juan Mazar Bar-nett y Mark Pearman, quienes publicaron una nueva lista de la avifauna argentina (Mazar Barnett y Pe-arman 2001). Este pequeño libro generó un cambio de paradigma, ya que el formato de "lista comentada” brinda mucha más información que las escuetas guías de campo. Se incorporan 34 especies nuevas para el país, descubiertas o publicadas luego de la aparición de la guía de Narosky y Yzurieta (1987). Pero además se dan a conocer de manera práctica y efectiva una gran cantidad de registros y referencias bibliográficas desconocidas para el aficionado. Algo novedoso fue la aplicación de criterios explícitos de rareza y el concepto de especie "hipotética” (es decir, considerar la evidencia concreta más allá de las observaciones). Este trabajo es un reflejo del enorme crecimiento que tuvo el avistaje de aves y la diversidad de publicaciones al respecto.
listas de aves en internetYa han pasado 20 años desde la publicación de la última lista comentada (Mazar Barnett y Pearman 2001). Durante ese tiempo hubo dos reediciones de la guía de aves más popular (Narosky y Yzurieta 2003, 2010) y otros checklists sin demasiados detalles (MAyDS y AA 2017, Pearman y Areta 2015, Roesler y González Táboas 2016). La nueva generación de fotógrafos realizó un considerable aporte al incremento de la lista nacional, con hallazgos novedosos y la confirmación de muchas especies consideradas hipotéticas. Entre las mas interesantes se encuentran Chorlito Mongol (Charadrius mongolus), Falaropo Pico Fino (Phalaropus lobatus), Paiño de Collar (Hydrobates hornbyi), Picaflor Garganta Escamada (Heliomaster squamosus), Choroy (Enicognathus leptorhynchus), Monjita Rabadilla Blanca (Xolmis velatus), Burlisto Oliváceo (Contopus cooperi) y Fueguero Boreal (Piranga olivácea). Estos descubrimientos son regularmente publicados en las redes sociales y monitoreados por revisores que evalúan las evidencias.
Estos nuevos recursos disponibles on-line nos proporcionan una forma eficiente de ordenar nuestras observaciones, y son la base del nuevo rumbo denominado ciencia ciudadana. Es indudable que debemos alentar el espíritu de documentar y compartir la información en estos sitios. Pero al mismo tiempo hay que generar una conciencia de seriedad y responsabilidad, para producir datos confiables que puedan ser utilizados en trabajos de mayor envergadura.
Otro formato novedoso lo constituyen las listas on-line manejadas por comités regionales. La idea básica es contar con una lista pública periódicamente revisada y actualizada por un grupo de expertos, quienes analizan las evidencias sobre registros novedosos, especies raras, observaciones dudosas y taxonomía. Estas listas dinámicas funcionan bien a gran escala (South American Classification Committee [SACC]) y en algunos países de la región como el Comité Brasileiro de Registros Ornitológicos (CBRO), la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC) y el Comité de Registros de Aves Peruanas (CRAP). En la Argentina, el flamante Comité Argentino de Registros Ornitológicos (CARO) aún está en sus primeras etapas. Luego de establecer un marco reglamentario general, se debatieron propuestas que dieron como resultado la actualización de la taxonomía, la incorporación de nuevas especies y la identificación de evidencias dudosas. Toda la información al respecto se encuentra disponible en la página web de Aves Argentinas/AOP (www.avesargentinas.org.ar/ lista-de-las-aves-argentinas).
un nuevo desafío en las listas nacionalesA fines de 2017 surgió la idea de realizar una nueva actualización de la lista de la avifauna argentina (Monteleone y Pagano, en prep.), y una de las primeras acciones fue conseguir la invaluable ayuda de Luis Pagano. El espíritu general sería similar al presentado por Mazar Barnett y Pearman (2001), pero con un formato atractivo acorde a los tiempos actuales. Buena parte de la inspiración surgió de publicaciones sobre aves chilenas (Barros 2015, Barros y Schmitt 2015) y la reciente monografía de las Islas Malvinas (Woods 2017). El trabajo se asentaría en tres pilares fundamentales: revisión de registros, colecta de evidencias y compilación bibliográfica.
A poco de comenzar nos encontramos con grandes ventajas y desventajas inherentes a la era digital. Sin dudas una de las ventajas está relacionada con la velocidad de comunicación. Actualmente, es posible acceder a la bibliografía navegando por internet desde el sillón de nuestra casa. Y algo quizás aún más gratificante, la capacidad de obtener imágenes de antiguos especímenes depositados en cualquier museo del mundo. La otra cara de la moneda es la excesiva cantidad de fuentes de información, que por momentos puede resultar perturbadora. Hoy en día existen en las redes fotografías mal identificadas, reportes sin evidencia y publicaciones digitales sin demasiado criterio ni rigor. Fue nuestra tarea como ornitólogos depurar toda esa "literatura gris” y generar contenidos útiles tanto para la ciencia como para la creciente masa de observadores de aves.
Otra observación interesante es cómo se ha ido modificando el hábito de publicar. Mazar Barnett y Pearman (2001) presentan 54 especies hipotéticas, de las cuales tan solo tres no fueron publicadas y corresponden a comentarios de terceros. En contraste, de las 32 nuevas especies hipotéticas (Monteleone y Pagano, en prep.) únicamente cinco de ellas aparecieron en revistas especializadas. El resto permanece en listados provinciales sin detalles, informes técnicos de limitado acceso o redes sociales de índole personal. Y algo similar ocurre con las especies registradas por primera vez en Argentina, muchas fotografías aún esperan a ser debidamente publicadas. Es claro que los observadores de aves perdieron el interés en comunicar sus registros en un formato tradicional. Posiblemente la exigencia de las revistas genere que la mayor parte del público desista de lidiar con editores y revisores. En algunos países únicamente los ornitólogos profesionales son los que publican regularmente, mientras que los observadores y fotógrafos amateurs prosperan en las redes sociales.
Cualquiera sea la explicación, el resultado es el mismo: publicaciones en sitios irrelevantes y una nebulosa de información desordenada en internet o transmitida de boca en boca. En el mejor de los casos los registros novedosos permanecen depositados en plataformas serias como eBird, pero es recomendable que además sean comunicados en revistas ornitológicas como Nuestras Aves o El Hornero. La mecánica de escribir artículos mejora en gran medida la comprensión, generando una visión global de la temática a desarrollar. Esta discusión ya fue abordada por Areta (2013, 2014) y sin dudas merece mayor debate.
la nueva listaHasta el momento, la nueva lista comentada (Mon-teleone y Pagano, en prep.) incorpora a la avifauna nacional unas 80 especies, resultando un total de 1070 especies de aves para la república Argentina. Algunas de ellas se expandieron rápidamente por el territorio y son regularmente registradas como la Viudita Enmascarada (Fluvicola nengeta), el Tueré Enmascarado (Tityra semifasciata), la Mosqueta Pico Pala (Todirostrum cinereum) y el Chogüi Oliváceo (Thraupispalmarum). Los estudios eminentemente moleculares provocaron profundas reorganizaciones taxonómicas, resultando que unos 13 taxa sean reconocidos como especies válidas y sumados a la lista principal. Nuevas investigaciones en curso seguramente continuarán incrementando el número de especies en el país (ver Taxonomic Notes en Pearman y Areta 2020).
La lista de especies hipotéticas alcanza un total de 71, de las cuales 32 han sido comunicadas durante los últimos veinte años. Como se dijo, muy pocas especies han sido publicadas mediante los canales formales de comunicación, ellas son la Paloma Plomiza (Patagioenas plúmbea), el Petrel de Trinidad (Pterodroma arminjonia-na), la Ave Fragata Grande (Fregata minor), el Añapero Alas Cortas (Chordeiles acutipennis) y el Zorzalito Colorado (Catharusfuscescens). Se incluyen en la categoría raras aquellas especies con menos de 10 evidencias disponibles en total o en los últimos 50 años (hasta el momento son 121 especies). Algunas rarezas se encuentran al límite de esta categoría y seguramente dejen de serlo con el incremento de las exploraciones y el conocimiento sobre identificación (e.g. Pardela de Cabo Verde [Calonectris edwardsii], Playerito Menor [Calidris minuti-lla], Aguila Crestuda Negra [Spizaetus tyrannus], Picoa-gudo [Oxyruncus cristatus], Pájaro Campana y Tesorito).
Dos especies nuevas para la ciencia fueron publicadas sin revisión, con errores conceptuales y un claro interés por forzar las interpretaciones (López-Lanús 2017, 2019). La comunidad científica rápidamente discutió estas propuestas dejando expuestas las razones para su rechazo (Remsen et al. 2020). El descubrimiento de una nueva especie de capuchino (Sporophila sp.) generó enormes controversias tanto profesionales como éticas (López-Lanús 2015, Di Giacomo y Kopu-chian 2016). Otras novedades fueron comunicadas mediante fotografías mal identificadas o con serias dudas sobre la identidad de las aves (Chebez et al. 2004, 2008, Güller 2008, Canz y Ortiz 2020). Es importante una evaluación previa de las evidencias y una mayor cautela ante el supuesto hallazgo de una especie nueva para el país. El impulso de publicar debería dar lugar a análisis más profundos, para evitar situaciones complejas y desconcierto entre los observadores de aves. En el futuro esperamos plantear estas discusiones en el ámbito del comité de registros, y de esta manera seguir aprendiendo sobre nuestras aves y la continua dinámica de la avifauna argentina.
AGRADECIMIENTOS
Ignacio “Kini” Roesler fue el impulsor de este y otros artículos en memoria de nuestro amigo Luis Pagano. También agradezco a Alejandro Bodrati y Carlos Ferrari por su continuo apoyo y amistad. Natalia García realizó aportes al manuscrito con interesantes ideas sobre la temática. Emilio Jordan mejoró notablemente la nota con minuciosas revisiones y atinados comentarios. A fines de 2017 decidí invitar a Luis en un proyecto personal con el fin de actualizar la lista de las aves argentinas, y claramente fue la decisión correcta. Intensas charlas en bares y asados, inolvidables viajes al campo y una cuota inagotable de humor fueron una constante durante nuestro trabajo. Su amplio conocimiento de la bibliografía y el enorme talento para identificar aves lo transformaron en uno de los más brillantes ornitólogos de la época. Pero sobre todas las cosas, el entusiasmo y la alegría de descubrir cosas juntos me remontaron a los años de adolescencia. Así era estar con Luis, destellos de juventud y libertad que jamás olvidaremos.