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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

On-line version ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.28 no.48 Buenos Aires June 2017

 

ARTICULOS

Argentina y Gran Bretaña en la década de 1920: la visita del Príncipe de Gales, la necesidad británica y el pensamiento económico de las elites argentinas*

Argentina and Great Britain in the 1920's decade: the Prince of Wales' visit, the British needs and the economic thought of the argentine élites

 

Cecilia Maas**

 


Resumen

Este trabajo analiza el significado de la visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925, en el marco de las relaciones bilaterales con Gran Bretaña en la década de 1920. Se parte de considerar que existía una coincidencia entre los intereses británicos y los de ciertos sectores de las élites argentinas, quienes insistieron en sostener el vínculo bilateral frente a otras alternativas de integración, aún en un contexto de pérdida del predominio internacional de Gran Bretaña. Se examina el clima de ideas y posiciones respecto a la economía argentina, y los intereses británicos que se explicitaron con motivo de la visita del Príncipe, con el objetivo de evaluar en qué medida ésta puede considerarse parte de las estrategias desplegadas para legitimar la relación y preparar el terreno para la firma de los tratados bilaterales de la década siguiente.

Palabras clave: Argentina, Gran Bretaña, relaciones bilaterales, Príncipe de Gales.

Abstract

This paper aims to analyze the meaning of the visit of the Prince of Wales to Argentina in 1925, in the context of the relations between this country and Great Britain in the 1920s. According to our premise,  there were common interests between the British and some sectors of the Argentinean elites who, even though Great Britain was losing its dominant role in the world, insisted on prioritizing this relationship over the other alternatives of a different international integration. We examine the ideas and debates about the Argentinean economy and the British interests that surrounded the visit of the Prince in order to evaluate if this visit can be considered a part of the strategies that were developed to legitimize the relations between Argentina and Great Britain, laying the ground work for future bilateral agreements.

Keywords: Argentina, Great Britain, bilateral relations, Prince of Wales.


 

Introducción

 

En agosto de 1925 Eduardo de Windsor, heredero de la corona británica, visitó la Argentina. Este viaje fue uno de los varios que realizó el Príncipe en representación de su padre Jorge V luego del fin de la Primera Guerra Mundial, en los que visitó principalmente los dominios y colonias del imperio. El viaje del Príncipe motivó una amplia cobertura por parte de la prensa británica y argentina, que siguió de cerca los preparativos y las actividades de la visita, y elaboró publicaciones especiales en las que analizó detalladamente las relaciones entre Argentina y Gran Bretaña. En este sentido y en el marco de este trabajo, la visita opera como una puerta de entrada para observar el carácter de las relaciones que existían entre ambos países en los años de la primera posguerra.

Desde fines del siglo XIX Inglaterra se vio gradualmente desplazada de su posición central en la economía mundial. A partir de la crisis de 1873 y de la depresión que duró hasta 1896, sucedieron una serie de cambios en el mundo, y países como Estados Unidos, Alemania y Francia comenzaron a desarrollar sus industrias, a aplicar medidas proteccionistas y a incrementar su participación en el comercio internacional, desafiando la supremacía británica. Pese a que Gran Bretaña respondió al desafío expandiendo sus exportaciones de capital y dirigiendo el comercio hacia su imperio y otras regiones de la periferia, progresivamente fue reemplazada por Estados Unidos como potencia hegemónica. Durante la primera posguerra la Argentina, incorporada al mercado mundial hacia fines del siglo XIX como exportadora de productos primarios fundamentalmente para el mercado británico, se encontró como una importante aliada de una potencia en decadencia. Mientras Gran Bretaña seguía siendo el principal destino de las exportaciones y poseía en el país importantes inversiones, el mercado argentino recibía en forma creciente productos manufacturados e inversiones de los Estados Unidos, potencia en auge y en avance en los mercados regionales. De esta manera, la inserción comercial y financiera tomó la forma de un triángulo que, como se verá, caracterizaría las relaciones económicas internacionales argentinas en las décadas siguientes. Dicho triángulo, lejos de constituir un equilibrio de poder, representaba una disputa entre las potencias y, en consecuencia, entre los sectores internos asociados a ellas. En este marco, Gran Bretaña fue buscando el modo de sostener sus niveles de exportación y la rentabilidad de sus inversiones en ultramar, donde las argentinas ocupaban un lugar destacado, al tiempo que Estados Unidos no cesó de incrementar su presencia en la región. Mientras tanto, ciertos sectores de las elites argentinas, vinculados de forma complementaria y subordinada al comercio con Inglaterra, se mostraron favorables al mantenimiento de una relación privilegiada con esta potencia.

Gran Bretaña y las elites argentinas desplegaron diversas estrategias políticas para sostener la relación económica. Su culminación fue la firma de acuerdos bilaterales entre las naciones que establecían pautas para el comercio entre ambas, el más célebre es el pacto Roca-Runciman firmado en 1933. Como han señalado diversos trabajos, la firma de este tratado no puede considerarse estrictamente un resultado de las condiciones surgidas de la crisis de 1930, sino que formó parte de una tendencia que ya se encontraba en ascenso desde la década anterior, como evidencian las negociaciones en torno al convenio D'Abernon de 1929, y que se deriva del tipo de inserción internacional de la Argentina y de los intereses de sus clases dominantes.

Este trabajo tiene un doble objetivo. Por un lado, se propone examinar la visita de Eduardo de Windsor a la Argentina en 1925 en el marco de las relaciones entre los dos países y evaluar de qué manera se insertó en las estrategias desplegadas por Gran Bretaña en el mundo de la primera posguerra. Por otro, busca, a través del seguimiento de este hecho diplomático de envergadura por parte de la prensa y de  las publicaciones de las corporaciones de las clases dominantes, relevar el clima de ideas existente en la época en torno a la inserción internacional de la Argentina, es decir, los discursos, justificaciones y posicionamientos de las elites frente al contexto internacional de la década de 1920. La hipótesis de partida sostiene que la visita del Príncipe de Gales debe comprenderse en el contexto más amplio de la política británica en el mundo de la primera posguerra, en este sentido se inscribe en una serie de estrategias para sostener una hegemonía en disputa, y alrededor de ella se fueron construyendo puentes entre las necesidades del capital británico y el pensamiento económico de las elites argentinas, con el objetivo de generar el clima propicio para justificar la insistencia en una vinculación prioritaria con Gran Bretaña frente a otras opciones de inserción internacional.

La relación entre Argentina y Gran Bretaña ha sido objeto relevante de análisis para las historiografías argentina y anglosajona durante varias décadas. Por eso, luego de señalar cuáles son las principales corrientes que estudiaron este tema, se especifica la perspectiva del marco de referencia de este artículo. A continuación, se analiza la visita del Príncipe de Gales en 1925 a partir del relevamiento de diversas fuentes, y el clima de ideas de la época. Se incluye un amplio corpus periodístico, publicaciones oficiales de las principales corporaciones de las clases dominantes como los Anales de la Sociedad Rural Argentina y el Boletín de la Unión Industrial Argentina, las publicaciones de la Cámara de Comercio Británica en Argentina y documentos diplomáticos. Luego se realiza una breve comparación entre la visita de 1925 y la Misión D'Abernon de 1929 para evaluar en qué medida dicha visita se vincula con la política efectiva de Gran Bretaña respecto de la Argentina en ese período, y así concluir con las consideraciones finales que se desprenden de la investigación.

 

 

Argentina y Gran Bretaña entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. De la relación especial a las relaciones triangulares

 

La relación entre Argentina y Gran Bretaña ha sido objeto de análisis por parte de las historiografías anglosajona y argentina de forma sistemática desde la década de 1950, con algunos antecedentes importantes en los años anteriores. La historiografía de habla inglesa comenzó a interesarse por esta temática a partir de algunos trabajos que la introdujeron en el campo de los estudios sobre el Imperio Británico, tradicionalmente centrado en las relaciones con las colonias de Asia y África, y discutieron la validez de los modelos analíticos formulados para distintas partes del imperio, en el caso argentino. Por ejemplo, el concepto de imperio informal proporcionaba para algunos autores una noción válida para analizar la relación entre Gran Bretaña y Argentina, en tanto la proporción del crédito acumulado, las inversiones y las importaciones la colocaban al nivel de muchas de las colonias formales en cuanto a la dependencia económica de la metrópolis. Los autores señalaban que era necesario observar las herramientas políticas con las que se sostenía esta supremacía comercial en las periferias que estaban más allá del imperio[1]. Por otro lado, desde una perspectiva diferente, otros autores anglosajones plantearon su objeción a la idea del imperialismo del libre comercio, y señalaron que la no intervención en los asuntos extranjeros era un principio muy respetado por la diplomacia británica. En cambio, se propusieron observar el rol de los comerciantes ingleses radicados en Argentina y se preguntaron cuál era su poder e influencia a nivel local[2].

 En Argentina, desde las décadas de 1920 y 1930 algunos contemporáneos realizaron observaciones sobre el carácter y las posibles implicancias de este vínculo. Desde la Revista de Economía Argentina fundada en 1918, Alejandro Bunge señaló en numerosos escritos que la excesiva dependencia de Gran Bretaña tenía consecuencias negativas para la Argentina y llevaría al estancamiento. Este diagnóstico sería retomado en la década de 1960 por Guido Di Tella y Manuel Zymelman, quienes lo combinaron con nuevos fundamentos teóricos y elaboraron su teoría de la demora[3]. Durante las décadas de 1930 y 1940, intelectuales nacionalistas como Scalabrini Ortiz y los hermanos Irazusta denunciaron al imperialismo inglés, sus manifestaciones en el sistema de transportes y su alianza con los terratenientes argentinos, entre otras cuestiones.

Hacia mediados del siglo XX aparecieron nuevos enfoques a partir de visiones estructuralistas y de las teorías de la dependencia. Estas últimas atendían a las estructuras de clase y a las dinámicas de inserción internacional dependiente en las sociedades de la periferia. Por otro lado, un conjunto de autores analizaron la economía agroexportadora argentina enfocados en los desequilibrios del sector externo y los mecanismos de ajuste de la balanza de pagos[4].

A partir de la década de 1970 aparecieron trabajos que abordaron el análisis histórico de distintos aspectos de las relaciones entre Argentina e Inglaterra. Un ejemplo destacado es el libro editado por el historiador británico David Rock en 1975[5]. Con el objetivo de explicar una supuesta decadencia económica argentina a partir de mediados del siglo XX, los estudios intentan rastrear en distintos momentos del siglo los factores estructurales, las tensiones y los conflictos para explicar el atraso argentino, entre los cuales la relación con Gran Bretaña habría sido determinante para los principales rasgos de la estructura del país, como la especialización productiva en el agro y la concentración de la población en la región pampeana. Asimismo, señalan la creciente influencia de Estados Unidos, sobre todo a partir de la Primera Guerra Mundial, y su rivalidad con Gran Bretaña en el mercado argentino.

La historiografía argentina de fines de la década de 1970 y 1980 revisó la cuestión de la inserción internacional del país y su relación con las potencias. Con la utilización de nuevas fuentes, sobre todo documentos ingleses y norteamericanos recientemente desclasificados, elaboró un modelo interpretativo que colocaba el énfasis en la posición dependiente que ocupaba la Argentina en el contexto de una relación triangular con Gran Bretaña y Estados Unidos. A partir de la preocupación central acerca de la política exterior en la década de 1940, los autores identificaron el surgimiento de las relaciones triangulares luego de la Primera Guerra Mundial y describieron las tensiones preexistentes entre los países. Este modelo permite comprender la relación entre Argentina y Gran Bretaña en el siglo XX teniendo en cuenta que la hegemonía se encontraba en disputa. Las tensiones al interior del triángulo anglo-argentino-norteamericano son centrales para comprender la visita del Príncipe de Gales en relación con el contexto, y para analizar los posicionamientos de los diversos sectores de la sociedad argentina respecto de la inserción internacional, y este enfoque constituye el punto de partida de este trabajo.

A comienzos del siglo XX, América del Sur -sobre todo Argentina, Brasil, Chile y Uruguay- constituía uno de los mercados más importantes para los exportadores y los inversores del Reino Unido. Las economías templadas de esta región, productoras de alimentos y minerales, eran un complemento perfecto para la economía británica, a diferencia de las tropicales de América Central, cuyos productos podían obtenerse en las colonias. Luego de los procesos de independencia, las relaciones establecidas entre Inglaterra y las nacientes repúblicas de América del Sur fueron promoviendo un vínculo subordinado que transformó a estas últimas en colonias informales y, en el caso de la Argentina, cimentaron una alianza perdurable entre las clases dirigentes y los intereses británicos[6]. Este vínculo se vería modificado a comienzos del siglo XX por la emergencia de los Estados Unidos como potencia.

La inserción internacional de Argentina como exportadora de productos primarios no se puede explicar simplemente por la acción de factores externos. En cambio, debe entenderse a partir de la existencia de núcleos de intereses coincidentes, en este caso entre la burguesía industrial británica -que necesitaba abastecerse de las materias primas de las que carecía- y los grandes terratenientes pampeanos, fundadores del Estado moderno argentino[7]. El elemento característico de esta relación era un superávit comercial a favor de Argentina, que se compensaba del lado británico con los intereses y dividendos de sus inversiones y las ganancias obtenidas por el transporte marítimo y los servicios financieros. Las inversiones británicas a su vez estimularon el comercio, en tanto se radicaron principalmente en los ferrocarriles, frigoríficos, empréstitos al gobierno, empresas de servicios públicos y en el sistema bancario y financiero. La lógica que seguían era la habitual para Gran Bretaña en sus colonias, y garantizaban a la potencia el control del comercio y las actividades relacionadas, dejando de lado el sector industrial, a excepción de los frigoríficos[8]. Todo ello permitió establecer un vínculo de complementariedad subordinada, y generó una estructura económica y política dependiente.

Durante la primera mitad del siglo XX, Argentina ocupó una posición peculiar en el comercio exterior integrando una forma específica de comercio triangular, en la diferente de los demás países de América Latina[9]. Las relaciones triangulares se conformaron como resultado de la emergencia de Estados Unidos como potencia y su creciente influencia en el mundo a partir de la Primera Guerra Mundial. El triángulo se expresaba en diversas dimensiones, en materia comercial, financiera y naviera.  El triángulo comercial se conformó en tanto Inglaterra siguió siendo el principal mercado para el excedente exportable de carnes y cereales argentinos, mientras que Estados Unidos se convirtió en el principal proveedor de manufacturas industriales. La transformación de estos flujos en corrientes en ambos sentidos no era posible, por un lado por la negativa de Estados Unidos a aceptar productos competitivos con su propia producción, y por otro, por el fracaso de la industria británica en satisfacer las nuevas demandas del mercado argentino[10]. Las tensiones en este sentido se profundizaron cuando Estados Unidos decretó el embargo sanitario sobre la carne argentina en 1926, por encontrarse en una región donde existía la fiebre aftosa. Los ganaderos argentinos interpretaron este decreto como una medida proteccionista, y la Sociedad Rural Argentina adoptó la consigna "comprar a quien nos compra" en 1927, con la que propiciaban un trato preferencial a Gran Bretaña. Las tensiones al interior del triángulo se plasmaron en las llamadas guerras de las carnes, cuyo momento más tenso ocurrió en 1925, es decir en las pugnas entre grupos de empresas por acceder a mayores cuotas de mercado, que terminaron con acuerdos precarios de reparto[11]. Además, en la década de 1920 se produjo una verdadera irrupción del capital estadounidense en Argentina, que logró evitar las barreras arancelarias para acceder al mercado argentino instalando empresas en el territorio[12]. La exportación de automotores norteamericanos a la Argentina planteó un desafío a la hegemonía británica y puso de relieve que ni siquiera la columna vertebral de la presencia británica en Argentina se veía exenta de las transformaciones de la década[13].

Además de este triángulo comercial, se conformaron un triángulo naviero, en tanto los envíos de mercancías se producían hacia Gran Bretaña tanto en el caso de Argentina como el de Estados Unidos, y un triángulo financiero[14]. Las tenencias de capital británico en la Argentina fueron importantes hasta fines de la Segunda Guerra Mundial y es probable que las corrientes de capital provenientes de la Argentina le permitieran a Gran Bretaña saldar gran parte de su balanza comercial desfavorable[15]. Como se verá, garantizar las ganancias provenientes de sus inversiones en la Argentina era una de las preocupaciones centrales de los intereses británicos en el contexto de la visita del Príncipe de Gales.

   Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el retorno a las condiciones normales no careció de inestabilidad y tensiones. El conflicto había creado importantes perturbaciones económicas y financieras, y el abandono del patrón oro, el incremento del gasto público y de la inflación dificultaron la reanudación del comercio internacional. De todas maneras, durante la década de 1920 Argentina retomó el crecimiento, aunque fluctuante y lento. El año 1925 marcó un punto de quiebre en la recuperación de la posguerra, con el descenso de los precios agrícolas y el deterioro de los términos del intercambio[16].

Durante la entreguerras tuvo lugar un cambio de ciclo en el agro pampeano. El conflicto acentuó la demanda de cereales pero también encareció los fletes por la escasez de bodegas, y esto elevó el costo de las exportaciones argentinas. El sector ganadero experimentó un aumento de stock que culminó en una crisis. La agricultura se expandió pero pronto alcanzó su frontera y se estancó. Al finalizar la guerra, el mercado británico volvió a demandar carne enfriada, que requería ganado de mejor calidad y reavivó las tensiones entre los distintos actores económicos argentinos. El conflicto entre frigoríficos, criadores e invernadores atravesó toda la década de 1920. En el momento de la visita del Príncipe, los criadores se encontraban al mando de la Sociedad Rural Argentina, con Pedro Pagés en la presidencia, y desde ese espacio reclamaban una mayor intervención del Estado en defensa de los productores. Más tarde Luis Duhau -del sector de los invernadores- reemplazaría a Pagés en la presidencia de la entidad. 

Por su parte el sector industrial experimentó un importante crecimiento durante la década. Como señala Javier Villanueva[17], la expansión posterior a 1930 se basaría en parte en la capacidad instalada durante los años veinte. Al terminar la guerra, la reanudación del comercio internacional incrementó la competencia de los productos extranjeros con los que se habían comenzado a producir localmente. La recuperación de las exportaciones y sus efectos sobre el ingreso alentaron la recuperación de la demanda doméstica, y la expansión estimuló la producción nacional de algunos bienes.

Después de la guerra, los británicos comenzaron a preocuparse por su posición internacional y a emprender iniciativas para la recuperación de su comercio. Una delegación que viajó a Sudamérica en 1919 señaló la necesidad de aumentar el esfuerzo gubernamental y la coordinación de las empresas privadas para fortalecer el comercio del Reino Unido con esta región[18]. Tras la reducción de las inversiones británicas en el extranjero, resultado de la Primera Guerra Mundial, se instaló una conciencia de la vulnerabilidad de las ganancias invisibles y una creciente inquietud por el balance desfavorable de las visibles, que atravesó toda la década de 1920. Además, el presidente electo de los EEUU Herbert Hoover visitó países de la región en 1928 haciendo hincapié en las políticas del buen vecino, y reforzó la diplomacia en América Latina. En este contexto se impulsó que una delegación de industriales británicos visitara la Argentina en 1929 para debatir aspectos del comercio, la Misión D'Abernon. Las investigaciones[19] coinciden en que la iniciativa partió del gobierno argentino, concretamente del senador Molinari y del propio presidente  Hipólito Yrigoyen, y se concretó gracias a las gestiones del embajador británico Robertson. Sin embargo, los autores adjudican distinto peso a la influencia de los ganaderos, al interés de los británicos o a la orientación anti-norteamericana del gobierno de Yrigoyen y su preocupación por la colocación de los productos argentinos en el exterior, como elementos para explicar la motivación del gobierno argentino. 

La misión D'Abernon y los debates en torno a ella, permiten observar de qué manera los sectores involucrados en el comercio internacional recurrían a herramientas políticas para defender sus intereses, y cómo los gobiernos arbitraron entre estos intereses o tomaron partido por la defensa de algunos de ellos. Pese a que sus cláusulas nunca se aplicaron -constituía un acuerdo más bien unilateral, dado que establecía una suma de manufacturas británicas que Argentina se comprometía a comprar en adición al comercio existente, mientras que en los bienes alimenticios que Gran Bretaña importaría se incorporaba los ya adquiridos y era esencialmente un acuerdo contable[20]-, el Convenio sobre Comercio y Crédito Mutuo de 1929 y las negociaciones emprendidas entre ambos países entre 1928 y 1930 ponen de relieve que el interés por los acuerdos bilaterales -el más célebre de los cuales sería el tratado Roca Runciman de 1933- estaba presente ya desde antes del crack de Wall Street[21], y no fue como se asume habitualmente, una consecuencia de la crisis del 30. En los apartados siguientes se verá de qué manera se desarrollaba esta tensión unos años antes y cómo aparecían las ideas, discursos y justificaciones que se pondrían en juego a la hora de acordar las pautas de la relación entre Argentina y Gran Bretaña. Se volverá sobrevla misión D'Abernon en el último apartado, a fin de considerar cómo se expresaban en los años '20 los antecedentes del bilateralismo que se desarrollaría en la década siguiente.

 

La mirada británica sobre la Argentina: el Times de Londres y la visita del Príncipe de Gales en 1925

 

A poco de finalizada la Primera Guerra Mundial, Eduardo de Windsor realizó una serie de viajes por el mundo en representación de la corona. Visitó Canadá como parte de un recorrido para "agradecer personalmente a los Dominios de ultramar por los sacrificios hechos en defensa del imperio"[22]; recorrió las islas Barbados y cruzó el canal de Panamá camino a Nueva Zelandia y Australia, desde donde se dirigió luego a la India. En 1925 volvió a partir, esta vez rumbo a Sudáfrica y Sudamérica; visitó Uruguay, donde permaneció dos días en Montevideo; Argentina, donde permaneció un mes y recorrió diversas áreas del país; y Chile, donde realizó una breve visita antes de volver a Buenos Aires y partir de regreso hacia Inglaterra.  La comitiva que acompañó al Príncipe estaba compuesta por militares y asesores personales, y no incluía representantes de empresas u otros enviados con propósitos comerciales específicos. La visita fue el resultado de "una invitación del Presidente y Gobierno de la República Argentina para que el Príncipe de Gales visite la Argentina", enviada por el presidente Marcelo T. de Alvear a fines de 1924, y en reciprocidad por la visita que hiciera a Gran Bretaña en 1922, luego de ser electo presidente[23].

La llegada del Príncipe de Gales a la Argentina coincidió con el centenario de la firma del Tratado de Amistad y Comercio entre ambos países en 1825. En ese contexto, el ministro de Asuntos Exteriores británico Austen Chamberlain aprovechó para señalar que la visita "corona la amistad de un siglo", y enfatizó la "amistad ininterrumpida entre la república Argentina y Gran Bretaña", países que "se complementan uno a otro y (cuyas relaciones) han sido igualmente benéficas para ambos"[24].

El acontecimiento recibió una gran atención por parte de la sociedad argentina, como se analizará en el siguiente apartado, y motivó una amplia cobertura de la prensa británica, incluyendo la publicación de suplementos especiales del Times de Londres y del Daily Telegraph. El Times imprimió 50.000 ejemplares de su suplemento The Argentine Number, de 32 páginas, para ser vendidos en Buenos Aires el día de la llegada del Príncipe[25].

La cobertura realizada del Times abordaba en detalle diversos aspectos de la economía, la historia, la sociedad y la cultura de Argentina y realizaba un balance de sus vinculaciones con Gran Bretaña. Los anuncios y publicidades incluidos en el suplemento correspondieron a empresas británicas de servicios, como bancos y aseguradoras, compañías ferroviarias, empresas de electricidad, importadoras de maquinarias y manufacturas, y otras. Debe tenerse en cuenta que el Times, uno de los principales periódicos británicos, formaba parte de la estructura de comunicación del Imperio Británico. Hacia fines del siglo XIX la prensa periódica inglesa se volvió menos partidaria y más comercial, en tanto comenzó a financiarse mayoritariamente por la publicidad y a dirigirse a audiencias masivas. Durante las primeras décadas del siglo XX, la prensa prestó particular atención a la cobertura de los dominios, con la intención de difundir imágenes menos abstractas de las diversas áreas del imperio y de contribuir al sistema de propaganda imperial, que tenía el objetivo -sobre todo a partir de la Imperial Press Conference de 1909- de construir consenso en amplios sectores de la población respecto de la política de expansión[26]. En este sentido, puede pensarse que la cobertura del Times sobre Argentina seguía la lógica más general de la prensa en el mundo de influencia británica y que su perspectiva, si bien estaba mediada por el carácter comercial del diario, coincidía en términos generales con los de las élites británicas.

Cinco aspectos de la cobertura del Times sobre la visita del Príncipe merecen destacarse, en tanto permiten comprender la visión de Gran Bretaña sobre la Argentina en este momento particular, sus necesidades y expectativas. En primer lugar, el suplemento del Times se refería al centenario de Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado entre ambos países en 1825 y analizaba las relaciones comerciales establecidas durante el último siglo. En este sentido, el balance era positivo, al afirmar que este comercio le permitió a Gran Bretaña proveerse de materias primas y significó para la Argentina un importante apoyo para su desarrollo como nación independiente. Sin embargo, señalaba la preocupación frente a la competencia en el mercado argentino proveniente de las economías de Europa continental y de Estados Unidos, y advertía que el déficit comercial, que en 1924 habría llegado a más de 50 millones de libras,  debía ser compensado por las ganancias del capital británico y por la expansión de las inversiones. Afirmaba que:

". la prosperidad argentina está notablemente vinculada a la capacidad británica de absorber y pagar su producción (.) Es halagador que en Argentina esta capacidad se tome por dada, pero sería una posición más sensata si los argentinos entendieran más definitivamente que esto depende de la capacidad británica de exportar a sus mercados y de las ganancias del capital británico invertido en ellos"[27].

 

En segundo lugar, el suplemento del Times se refería a la situación de los ferrocarriles en Argentina y enfatizaba principalmente dos cuestiones. Por un lado, que los ferrocarriles británicos prestaron un gran servicio y que estos "hicieron al país"[28]. Por el otro, señalaba que la posguerra había alterado las condiciones del flujo de capitales y que entonces Argentina debía ofrecer estímulos para que los capitales británicos siguieran dirigiéndose hacia el país garantizando la rentabilidad de las inversiones ferroviarias. Asimismo, se refería a los ferrocarriles estatales y a su función de incorporar regiones alejadas, pero no mencionaba la disputa existente en torno al abastecimiento de insumos para los ferrocarriles estatales, donde Gran Bretaña enfrentaba la competencia de otros países industrializados.

En tercer lugar, el periódico británico trazaba un panorama de las actividades económicas de la Argentina, con el foco en la industria de la carne y los cultivos industriales, algodón, caña de azúcar, vid. Enfatizaba el carácter moderno de los establecimientos frigoríficos y la contribución del país a Inglaterra durante la guerra mediante el abastecimiento a los ejércitos aliados. Aunque mencionaba los problemas de la reconversión después de la guerra, el Times presentaba a esta industria en una etapa de desarrollo armónico, y no hacía referencias a los conflictos entre los frigoríficos de distinto origen y los productores que se encontraban, como mencionamos, en pleno desarrollo. En el suplemento no había ninguna mención de las actividades manufactureras y solo se mencionaban las actividades de extracción y procesamiento de materias primas. De esta manera la prensa británica describía a la Argentina enfatizando los rasgos de la estructura productiva que correspondían al tipo de inserción internacional que favorecía a la potencia, dejando de lado otros aspectos que ya tenían considerable desarrollo y que difícilmente podrían haber sido desconocidos para los corresponsales.

En cuarto lugar, el suplemento se refería al sistema bancario y a las finanzas. Consideraba que el sistema bancario se adecuaba al doble objetivo de desarrollar el mercado interno y satisfacer las demandas del comercio exterior, y señalaba la influencia de los bancos ingleses establecidos durante el siglo XIX. Respecto del endeudamiento, el corresponsal planteaba que "Argentina necesitará préstamos del exterior por muchos años más"[29]. Sin embargo, esta afirmación no implicaría una situación preocupante en tanto, señalaba, el sistema fiscal argentino debía pensarse en el contexto de una economía en expansión.

Por último, el Times difundía a través de sus páginas una versión particular de la historia argentina. Este relato encerraba una teleología del progreso en el cual el rol de Gran Bretaña habría sido central. La historia comenzaba con la llegada de los primeros europeos al continente, iniciando una sucesión de períodos de caos y otros de orden rudimentario. Luego de la independencia, con el fin de las trabas al comercio impuestas por el régimen virreinal, el comercio habría florecido gracias al ferrocarril, a los frigoríficos y a la demanda de carne del mundo industrializado. Como señala David Rock, los ingleses construyeron una "versión liberal y anglófila de la historia argentina" como parte de sus esfuerzos para colonizar culturalmente a las clases dominantes locales[30].

En resumen, la cobertura de la visita del Príncipe de Gales permite observar una serie de elementos que constituían la mirada británica sobre la Argentina. De este modo, se puede considerar que la visita se relacionaba con las intenciones de Gran Bretaña de reposicionarse en el comercio con Argentina en el contexto de la posguerra, cuando su posición de predominio mundial declinaba,  y la competencia de otras potencias aumentaba. Asimismo, se observa que la imagen de la Argentina que difundía la prensa británica se correspondía con los intereses y pretensiones que la potencia tenía sobre el país. A continuación, se analiza la perspectiva argentina con el fin de observar las coincidencias existentes así como los matices, y la forma en la que se tendieron puentes entre los intereses británicos y el pensamiento de las elites argentinas.

 

Los sectores dominantes en la Argentina y la inserción internacional: pensamiento económico y estrategias adaptativas

 

A partir del relevamiento de  una parte de la prensa de la época, los diarios La Nación y La Prensa, y de las publicaciones periódicas de las principales corporaciones de las clases dominantes -la Sociedad Rural Argentina, la Unión Industrial Argentina y la Cámara de Comercio Británica en Argentina- es posible identificar los posicionamientos relativos a la inserción internacional y  particularmente las referencias a la visita del Príncipe y otros elementos relevantes que permiten dar cuenta  del clima de ideas de la época. El objetivo es identificar las cosmovisiones, justificaciones y expectativas presentes en el pensamiento de las elites en la década de 1920. Se parte de un panorama general acerca del pensamiento económico a comienzos del siglo XX con el objetivo de ubicar los elementos que aparecen en las fuentes.

Los sectores defensores del modelo agroexportador debieron elaborar justificaciones para sostener su vigencia, en la medida en que las condiciones en las que este se desarrolló inicialmente se iban modificando. En las primeras décadas del siglo XX, el pensamiento económico a favor del modelo agroexportador partía de asumir distintas versiones del pensamiento liberal, retomando teorías como la de las ventajas comparativas de David Ricardo y adecuándolas al contexto argentino. De esta manera se justificó por ejemplo la oposición de los ganaderos a cualquier proyecto que impulsara la industrialización, con el argumento de que a través del "método indirecto" Argentina podía proveerse de manufacturas a un precio menor[31]. En el clima intelectual de comienzos de siglo también pueden identificarse algunas variantes del pensamiento reformista. Por ejemplo, aquellas preocupadas por las condiciones de trabajo y vida de los sectores populares y por la conflictividad social. En este pensamiento tuvieron influencia las ideas de Friedrich List y su historicismo, que impugnaba las leyes económicas del liberalismo por su pretensión de universalidad. También se difundieron las ideas de la filosofía del alemán Karl Krause, que se tradujeron en la concepción de un liberalismo solidarista  en oposición al liberalismo clásico[32].

Las transformaciones socioeconómicas producidas entre las décadas de 1910 y 1920 también se reflejaron en el plano de las ideas. Por un lado, se evidenció un cambio de ciclo para las elites terratenientes: el cierre de la frontera agrícola, la meseta tecnológica de la ganadería y la agricultura granaria, y las crecientes tensiones sociales modificaron las relaciones de los estancieros con otros sectores y generaron dificultades a la hora de presentar sus intereses como coincidentes con los del resto de la sociedad[33]. Asimismo, el crecimiento de la actividad industrial reavivó la polémica entre proteccionismo y librecambio, sobre todo luego de la Primera Guerra Mundial, que favoreció el desarrollo de aquellas industrias consideradas artificiales por los sectores vinculados a la exportación agropecuaria y el pensamiento liberal. Por su parte el pensamiento industrialista incluía, además de la protección de las industrias mediante la fiscalidad, al menos en la versión sostenida por la Revista de Economía Argentina y por Alejandro Bunge, el papel de Estados Unidos como potenciador del cambio interno, mediante su aporte de capitales modernos, que permitirían desarrollar un proceso industrializador y traerían a la Argentina su independencia económica[34]. En este contexto se debatió también el rol que debía cumplir el Estado, considerando la posibilidad de una intervención más amplia, aunque necesariamente restringida. Si bien muchas de las medidas debatidas en este contexto no acabaron por implementarse, como el impuesto a la renta, la propia existencia de un debate refleja que el liberalismo más puro, aunque fuera como meta, empezaba a ser reemplazado por visiones que buscaban complementarlo con la necesidad de la intervención estatal[35].

Siguiendo a Horacio Ciafardini, el esquema agroexportador "tenía un talón de Aquiles muy desarrollado, que lo cuestiona una y otra vez, lo torna discutible y genera circunstancias en las cuales no era posible llevarlo adelante de una manera completamente coherente"[36]. Esta debilidad estaría dada por las sucesivas interrupciones del intercambio mundial, generadas por las guerras o crisis mundiales. La Primera Guerra Mundial significó una interrupción del intercambio internacional lo suficientemente amplia como para que surgiera un cierto número de industrias inexistentes hasta el momento. Más allá de que ellas sobrevivieran o no en el tiempo, de acuerdo con el autor, dejaron una experiencia industrial "que significaba una base diferente para hacer frente a circunstancias futuras similares"[37]. De esta manera, Ciafardini considera que a partir de la década de 1930 tendría lugar una "adaptación mayor" mediante la sustitución de importaciones. Se retoma aquí esta perspectiva,  ampliando la noción de adaptación a la década de 1920, y preguntando de qué manera las diversas fracciones de las clases dominante desarrollaron estrategias para adaptarse a las condiciones del comercio internacional en el período de entreguerras.

El relevamiento de las fuentes de la época permite observar distintas ideas e identificar una serie de estrategias para responder a aquellas problemáticas. La visita del Príncipe recibió una gran atención por parte de los principales diarios argentinos, como La Prensa y La Nación. Este último publicó un suplemento especial que dedicó numerosos artículos a analizar la relación entre Argentina y Gran Bretaña, a describir aspectos de la historia y la economía de la potencia, y a reseñar la vida, hábitos y gustos del príncipe. Por su parte La Prensa cubrió la llegada y actividades del Príncipe de forma más sintética y dedicó la mayor parte de sus artículos a las comunidades británicas establecidas en Argentina.

Se identifican cinco aspectos que recibieron una atención destacada en la prensa local. En primer lugar, La Nación se refería a la política imperial británica destacando su vigencia y pujanza, aún en un contexto de debilitamiento luego de la guerra, como forma de realzar la imagen de la potencia que era la principal aliada del país. En segundo término, realizaba un balance de las relaciones anglo-argentinas y del rol jugado por los capitales ingleses en el país. En este punto, se  ponía de manifiesto la similitud de las visiones a ambos lados del Atlántico. Señalaba, entre otras cosas, la importancia del empréstito de 1824 y el rol del ferrocarril en el desarrollo de la economía argentina.

La colectividad británica en Argentina recibió una atención destacada por parte de La Prensa, que reseñó su historia y destacó su participación durante la visita del príncipe. Estas consideraciones permiten observar de qué manera los capitales británicos actuaban en la economía argentina como un factor interno a la sociedad. David Rock estima el tamaño de la comunidad británica en la década de 1920 en unas 60.000 personas y señala que, si bien constituía una comunidad pequeña comparada con las de otros extranjeros en Argentina, se trataba de la colectividad más grande de británicos fuera del imperio luego de los Estados Unidos. Para el autor, la comunidad tuvo un rol destacado no solo por su desempeño comercial sino también en la construcción de sólidos vínculos entre las elites argentinas y Gran Bretaña, y en la diseminación de modelos ideológicos y culturales británicos[38].

En cuarto lugar, La Prensa expresaba la preocupación de las elites argentinas sobre la desocupación en Gran Bretaña, situación que afectaba a los ganaderos en tanto la clase trabajadora inglesa era el principal mercado de las carnes argentinas. A su vez, estas circunstancias habían introducido en la Cámara de los Comunes del gobierno británico la discusión sobre el principio de preferencia imperial, que proponía establecer ventajas recíprocas entre la metrópoli y sus dominios[39]. Si bien la preferencia imperial no sería un problema concreto para la Argentina hasta 1932, cuando esta se sancionó en la Conferencia de Ottawa, la preocupación por la desocupación y el posible repliegue de Inglaterra sobre su imperio ya en 1925, muestra las dificultades para mantener la vinculación comercial con Gran Bretaña en los términos sostenidos hasta ese momento.

Por último, es destacable que el diario La Nación reportó el 18 de agosto de 1925 las gestiones del embajador Honorio Pueyrredón en Nueva York para lograr un aumento de las exportaciones hacia Estados Unidos. Este artículo ponía de relieve algunas de las tensiones del triángulo anglo-argentino-norteamericano ya referido. Previamente al embargo sanitario de 1926, si bien el mercado norteamericano no absorbía una fracción muy significativa de las exportaciones argentinas, las expectativas de su ampliación estaban vigentes entre los actores del comercio de la carne en el país.

Por otro lado, el análisis de las publicaciones de la Sociedad Rural, la Unión Industrial y la Cámara de Comercio Británica en Argentina permite observar los posicionamientos, justificaciones y estrategias que formularon los distintos sectores de las clases dominantes en relación con las problemáticas de la década de 1920 y en el contexto de la visita del Príncipe.

Las tensiones del triángulo involucraron especialmente al sector ganadero en función de las disputas entre frigoríficos de distinto origen y productores. La revista Anales de la Sociedad Rural Argentina dedicó una atención destacada a la visita del Príncipe y señaló explícitamente la importancia económica de este evento diplomático, que tuvo lugar "en momentos en que Gran Bretaña está tratando de recuperar su posición de primera línea en el comercio exterior argentino, que pasó a manos de Estados Unidos durante la gran guerra"[40]. El Príncipe era considerado el embajador ideal para esta tarea y merecía, entre otras cosas por su condición de hacendado, la simpatía de los ganaderos. En los Anales algunas opiniones daban cuenta de las tensiones entre los sectores ganaderos, y entre ellos y los frigoríficos. Por ejemplo, una serie de notas publicadas por Mariano de Ezcurra, director de la revista, llamaba a impulsar la fundación de un frigorífico de propiedad de los ganaderos. El objetivo era que, mediante una entidad representante de los intereses de los productores, la celebración de contratos para el transporte marítimo y la intervención directa del gobierno nacional por medio de capitales para facilitar la colocación de productos en el exterior, se evitara el perjuicio a los productores por los bajos precios que estos obtenían de los frigoríficos de capital extranjero. Esta propuesta no implicaba de ninguna manera un cambio en la inserción internacional de la Argentina, en tanto el objetivo era seguir exportando al mercado británico. En cambio, configuraba una estrategia para adaptarse a un coyuntura relativamente desfavorable para el sector. Otra de las intervenciones de Ezcurra se orientaba a combatir la idea de que la industria lechera podría llegar a suplantar la producción de carnes. El autor afirmaba que "abandonar o destruir esta riqueza (la producción ganadera) para intentar la creación de otras nuevas equivaldría a soltar la presa para cazar su sombra"[41]. Esta afirmación se encuadraba dentro de las adecuaciones de la teoría clásica de las ventajas comparativas a la realidad argentina que, como se mencionó, constituía el núcleo de la fundamentación del proyecto económico de las elites terratenientes.

Por su parte el Boletín de la Unión Industrial Argentina en sus números de 1925 no incluyó ninguna referencia a la visita del Príncipe. Esta omisión merece ser interpretada, ya que es significativo que la prensa británica omitiera referencias a la industria mientras que la corporación de los industriales omitía toda mención a la visita del heredero de la corona. Respecto de la agenda de debates presentes en el Boletín, se identifican algunas temáticas que dan cuenta del pensamiento y preocupaciones de este sector. Por un lado, la UIA siguió de cerca la visita a Sudamérica de Albert Thomas, director de la Oficina Internacional del Trabajo de la Liga de las Naciones. La publicación de los industriales se hizo eco de diversas visiones respecto de la cuestión social, la legislación laboral y la participación de Argentina en los organismos internacionales. Esta preocupación por la cuestión social se enmarcaba en el desarrollo de variantes del pensamiento reformista, reflejado en las propuestas de las elites para dar salida a las problemáticas del período, que incluían una gran conflictividad social. Por otro lado, en el Segundo Congreso de la Industria celebrado en noviembre de 1925 el vicepresidente de la UIA Luis Colombo afirmó en su discurso que la Argentina "debe aspirar a ser algo más que la inmensa granja de Europa"[42] y señaló también que los "tratados comerciales han de ser denunciados y reformados, para que no constituyan desventajas para nuestra industria"[43]. En este sentido, estos sectores se orientaron a dejar de lado las expresiones más clásicas del pensamiento liberal, y a incluir algunos elementos derivados de las problemáticas de la época, mientras que realizaban algunas impugnaciones al tipo de inserción internacional.

Por último, la Cámara que nucleaba a los comerciantes británicos en Argentina se refirió a la centralidad de la visita y al centenario del Tratado de Amistad y Comercio[44]. Asimismo, destacó el rol de la comunidad británica como actor en la relación entre Argentina y la potencia, y advirtió acerca del efecto nocivo de la competencia por el mercado argentino. Frente a esto, la Cámara aconsejaba a los comerciantes y productores británicos cómo retener el mercado, por ejemplo mediante la instalación de sucursales en diversas ciudades del país y la adaptación de los precios a las expectativas locales.

En resumen, el relevamiento de las fuentes argentinas permite observar el clima de ideas y la agenda del pensamiento de las clases dominantes en la década de 1920 y específicamente en el contexto de la visita del Príncipe de Gales. De este modo, se observa una coincidencia fundamental entre las clases dominantes argentinas y los intereses británicos, en tanto las primeras compartían, con algunos matices, la defensa de los rasgos estructurales del modelo agroexportador y la necesidad de mantener la orientación exportadora hacia el mercado británico. Esto las llevó a hacer todo lo posible para sostener el vínculo con la potencia, y por lo tanto a responder a las necesidades de los intereses británicos en el contexto de la posguerra. De todas formas, las alteraciones en el comercio internacional y las tendencias estructurales de esos años mostraban algunos signos de agotamiento del modelo. En respuesta a estas circunstancias, el pensamiento económico de las elites incluyó distintas alternativas y perspectivas para adaptarse a las nuevas circunstancias y defender su poder económico y su posición privilegiada.

 

De la visita del Príncipe de Gales a la Misión D'Abernon: los antecedentes del bilateralismo

 

Según la hipótesis que orientó este trabajo, la visita del Príncipe a la Argentina formó parte de una serie de estrategias para reforzar la posición británica en el mundo de entreguerras. En este sentido, las medidas que apuntaron a establecer una vinculación prioritaria entre ambos países no fueron aisladas y coyunturales sino parte de una tendencia que se encontraba en desarrollo durante la década de 1920 y se concretaría durante los años '30. Esta afirmación plantea la necesidad de analizar la visita de 1925 conjuntamente con otro hito de las relaciones bilaterales en la década, la misión de Lord D'Abernon a Sudamérica en 1929.

Las dos instancias comparten algunos elementos en común y otros las diferencian. La misión de fines de la década tuvo un carácter comercial y su objetivo era "estudiar las relaciones bajo el punto de vista industrial, comercial y financiero con miras a un mayor desarrollo en beneficio mutuo de ambos países"[45]. Aunque no fuera su propósito explícito, la visita del Príncipe también tenía como objetivo contribuir a reposicionar a Gran Bretaña en el comercio con  Argentina. Asimismo, ambos eventos partieron de la iniciativa de los gobiernos argentinos, de Alvear e Yrigoyen respectivamente.

Si bien ambos acontecimientos ocurrieron en el marco de la década de 1920, atravesada por las condiciones de la posguerra y la evolución de la relación triangular, una cuestión central diferencia el contexto de las dos visitas: el embargo sanitario de 1926 eliminó las expectativas de un aumento de la exportación hacia el mercado norteamericano. Por otro lado, pese a ciertos matices de la política exterior de los gobiernos de Alvear y la segunda presidencia de Yrigoyen, ambos coincidieron en reforzar el acercamiento a Gran Bretaña y mostraron preocupación por neutralizar el avance de Estados Unidos[46].

La visita del Príncipe de Gales constituyó en sí misma una herramienta política para reposicionar a Gran Bretaña y estrechar lazos con las elites argentinas. Unos años después, el informe elaborado por la comisión presidida por D'Abernon plantearía esta cuestión, al recomendar que se "cultivasen las más íntimas relaciones personales con los dirigentes de la política económica argentina"[47].

Las negociaciones de la misión D'Abernon se enmarcan en las rivalidades comerciales entre Gran Bretaña y Estados Unidos por el comercio argentino, y forman parte de las tensiones inherentes al triángulo. Lord D'Abernon señalaba en su informe que "hay una gran demanda argentina de nuevos artículos comerciales y nosotros no los suministramos"[48].  Estas preocupaciones ya se expresaban en el Times en 1925, cuando señalaba que el comercio británico debía enfrentar la competencia de las economías continentales y de Estados Unidos. Por otro lado, en el contexto de la misión D'Abernon aparecía la posibilidad de que Gran Bretaña optara por la preferencia imperial, perjudicando a la Argentina, tal como lo hacía en el marco de la visita de Príncipe de Gales en 1925, y operaba como justificación para impulsar un trato prioritario con la potencia.

Por último, observamos que en ambos contextos está presente la noción de reciprocidad. En 1925 la prensa argentina se refería al imperio británico como un conjunto de reciprocidades y a la relación con Inglaterra en términos de deuda moral. Luego, la consigna comprar a quien nos compra plantearía la necesidad de aplicar la reciprocidad en la orientación del comercio. En el informe D'Abernon aparecía también esta noción, al señalar que "la Argentina, especialmente, no puede depender siempre del mercado británico abierto y menos aun de la capacidad y de la buena voluntad británicas para absorber una cantidad aun mayor de sus productos, a no ser que se asegure ofreciéndonos facilidades para el comercio recíproco"[49]. El carácter concreto en que se traduciría la noción de reciprocidad estaba mediado por la interpretación de la cláusula de nación más favorecida. En virtud de su política librecambista, Gran Bretaña había sostenido la interpretación incondicional de la cláusula, de manera que las preferencias otorgadas a cualquier país tenían que extenderse a todos los demás con los que se habían firmado tratados que la incluyeran. De acuerdo con O'Connell, la aplicación del principio de compras recíprocas presente en el Convenio de 1929 constituía una ruptura con la tradición del libre comercio y las prácticas habituales del comercio británico. También del lado argentino, en torno al Convenio D'Abernon se produjo una ruptura del pensamiento radical con el pensamiento liberal, ya que el pacto "dejaba el librecambio para pasar a la reciprocidad"[50].

Por último, es necesario tener en cuenta que ambas visitas ocurrieron en el marco del desarrollo de ciertas tendencias estructurales que estaban poniendo de manifiesto los límites del modelo agroexportador y, con él, de la relación especial con Gran Bretaña. En este contexto, el bilateralismo era el inicio de la estrategia adaptativa de las clases dominantes.

 

Conclusiones

 

Este trabajo parte del modelo interpretativo delineado por la noción del triángulo conformado por Argentina, Gran Bretaña y Estados Unidos desde la Primera Guerra Mundial, y persigue el objetivo de identificar la lógica de los actores en el contexto específico de la visita del Príncipe de Gales y las tensiones existentes. Las fuentes relevadas permiten confirmar la hipótesis de que la visita del Príncipe de Gales a la Argentina en 1925 formó parte de una serie de estrategias que desplegó Gran Bretaña en el contexto de la primera posguerra y que funcionó para tender puentes entre las necesidades del capital británico y las clases dominantes argentinas, con el objetivo de priorizar una inserción dependiente del país que sostuviera una relación privilegiada con Gran Bretaña frente a otras opciones de inserción internacional..

La visita de 1925 ocurrió en plena disputa por la hegemonía entre Gran Bretaña y Estados Unidos, y en este marco, puede afirmarse que la visita funcionó para los intereses británicos como forma de reforzar los vínculos con las clases dominantes locales y de esa manera reposicionarse en el mercado argentino. Las fuentes consultadas contienen algunas referencias explícitas y otras entre líneas a las intenciones de la visita. La cobertura que realizó el Times permite observar en qué consistía la necesidad de los intereses británicos en ese momento, y de qué manera la vinculación entre ambos países delineó la cobertura del diario. La necesidad británica se expresa, por un lado, en la preocupación por el déficit comercial y la conciencia de la vulnerabilidad de las exportaciones invisibles, como se observa en su evaluación de las relaciones comerciales y en la insistencia sobre las garantías a la rentabilidad de los capitales británicos que Argentina debía ofrecer. Por otro lado, la descripción de la economía y de la sociedad argentinas realizada en el Times se corresponde plenamente con la configuración que la inserción internacional de la Argentina y la relación con Gran Bretaña contribuyeron a definir, dejando de lado otros elementos.

Respecto de la perspectiva local,  fue posible identificar una serie de ejes que forman parte del clima de ideas de la época y reconocer la existencia de tensiones en los diversos sectores de la sociedad y sus posicionamientos respecto de la inserción internacional. En el análisis de la prensa, el primer dato que emerge se relaciona con la relevancia que adquirió el tema. Esto da cuenta de la atención y la expectativa por parte de diversos sectores de la sociedad. A su vez, no puede ignorarse el criterio comercial en la definición de los contenidos y cómo la popularidad del Príncipe de Gales representaba también un atractivo para el seguimiento por parte de los medios. Los periódicos argentinos identificaron una serie de cambios en la configuración internacional, pero sostuvieron la vigencia de Gran Bretaña como potencia. La presencia destacada de la comunidad británica dio cuenta del carácter interno a la sociedad argentina de los intereses británicos, y de su rol en la consolidación de los vínculos entre la potencia y las clases dominantes argentinas.

Las visiones respecto de la visita del Príncipe de Gales aparecidas en las publicaciones de la Sociedad Rural Argentina ponen de relieve que más allá de las tensiones existentes entre los sectores ganaderos, todos compartían el interés en seguir exportando al mercado británico. Pero diversos sectores pujaban por obtener un mayor beneficio del comercio de exportación de carnes al mercado británico. En este contexto también se explicitaron distintas justificaciones del modelo vigente así como propuestas de reforma en varios sentidos. Las justificaciones en términos del pensamiento liberal que aparecen en las fuentes relevadas esbozaban adaptaciones al contexto argentino de la teoría ricardiana de las ventajas comparativas. Otros posicionamientos, también hallados en las fuentes, que reflejaban un reformismo liberal, sostenían la vigencia del modelo en términos generales pero expresaban preocupación por algunos de sus aspectos, como la necesidad de intervención del Estado en la economía, la cuestión social y también la necesidad de modificar las modalidades de vinculación comercial con las potencias, pero su la orientación. Estas posiciones en conjunto pueden interpretarse como estrategias de adaptación de las clases dominantes a la coyuntura de la década de 1920 y como reclamo de una nueva relación con el Estado. Esta tendencia se profundizaría en la década siguiente, caracterizada por la utilización de diversas herramientas de intervención del Estado en la economía en función de sostener las bases estructurales de un modelo agroexportador insustentable.

Por último, puede afirmarse que la visita del Príncipe de Gales y la Misión D'Abernon constituyeron estrategias de la época, que existió una continuidad entre ambas, y que la primera sería un antecedente de la segunda. Ambas visitas formaron parte de una misma tendencia que se encontraba en desarrollo durante la década de 1920, sostenida e impulsada desde sectores británicos y argentinos, que tendieron a favorecer el bilateralismo entre Argentina y Gran Bretaña frente a otras opciones de inserción internacional.

 

* Agradezco los comentarios de María Cecilia Míguez, Leandro Morgenfeld y Julián Kan.

** Licenciada en Historia por la Universidad de Buenos Aires y doctoranda en Historia en la Freie Universität Berlin. Este artículo se elaboró en el marco de la Maestría de Historia Económica y de las Políticas Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

[1] Ver los trabajos de Henry Stanley Ferns de las décadas de 1950 y 1960 y otros más recientes como el libro editado por Matthew Brown,  Informal Empire in Latin America. Culture, Commerce and Capital, Oxford, Blackwell Publishing, 2008, con contribuciones de David Rock, Colin Lewis y Andrew Thompson.

[2] Ver D.C.M Platt, "The Imperialism of Free Trade: Some Reservation", en The economic History Review, 1968, New Series, Vol.21, No.1, pp. 296-306.         [ Links ]

[3] Guido Di Tella y Manuel Zymelman, Las etapas del desarrollo económico argentino, Buenos Aires 1967, Eudeba.

[4] Ver los trabajos de Alec Ford, El patrón oro: 1880-1914. Inglaterra y Argentina. Buenos Aires, 1969 Paidós; John Williams. Argentine Internatonal Trade Under Inconvertible Paper Money 1880-1900, Boston, 1920, Harvard University Press, y Raul Prebisch "El patrón oro y la vulnerabilidad económica de nuestros países", en Revista de Ciencias Económicas 32, serie 2 (272): 211-235. Buenos Aires, 1944.

[5] El libro fue  publicado en castellano en 2009 bajo el título Argentina en el siglo veinte: economía y desarrollo político desde la elite conservadora a Perón-Perón, Buenos Aires, Lenguaje Claro Editora.

[6]  Mario Rapoport, 1940-1945. Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas, Buenos Aires, 1980, Editorial Universidad de Belgrano.

[7]  Horacio Ciafardini, Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente, Buenos Aires, 1990, Editorial Agora.

[8]  Rapoport, op.cit, p.22

[9]  Los países latinoamericanos de clima tropical también se insertaron en una estructura triangular de comercio y flujo de capitales con Estados Unidos y Gran Bretaña. En su caso, a diferencia de Argentina, Estados Unidos era el principal mercado de sus productos y Gran Bretaña mantenía con ellos un superávit comercial debido a que satisfacía su demanda de productos de clima tropical en sus colonias. Ver Jorge Fodor y Arturo O'Connell, "La Argentina y la economía atlántica en la primera mitad del siglo XX", en Desarrollo Económico, vol.10, no.49, 1973, Buenos Aires, IDES, p.5.

[10]  Fodor y O'Connel, op.cit, pp.1-5.

[11] Peter Smith, Carne y política en la Argentina, Buenos Aires, 1986, Hyspamerica, pp.111-114.

[12]  Rapoport, 2005, op.cit. p.152; Leandro Morgenfeld  "El difícil acceso al mercado estadounidense en la década de 1920: confrontación entre Argentina y Estados Unidos en la VI Conferencia Panamericana (La Habana, 1928)", XXI Jornadas de Historia Económica, Caseros (Prov. Bs.As), 2008, Asociación Argentina de Historia Económica, Universidad Nacional de Tres de Febrero, p. 5.

[13] Pedro Skupch,  "Las consecuencias de la competencia de transportes sobre la hegemonía británica en la Argentina (1919-1939)", Revista Económica, vol.17 no.1, La Plata. 1971, Instituto de Investigaciones Económicas, pp-121-128.

[14]  Acerca de las características de estos triángulos véase Fodor y O'Connel, op.cit.

[15]  Fodor y O'Connell, op.cit, pp.7-9

[16]  Claudio Belini y Juan Carlos Korol, Historia económica de la Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, 2012, Siglo Veintiuno Editores, pp.31-33; Rapoport, 2005, op.cit., 136-137.

[17]  Javier Villanueva,  "El origen de la industrialización argentina", Desarrollo Económico, Buenos Aires 1972,Vol. 12, No. 47.

[18]  Roger Gravil, "La rivalidad comercial entre Gran Bretaña y Estados Unidos en Argentina y la misión D'Abernon de 1929", en Rock, David (comp.) Argentina en el siglo veinte: economía y desarrollo político desde la elite conservadora hasta Perón-Perón. Buenos Aires, 2009, Lenguaje Claro Editora, p.68.

[19] Gravil, op.cit.; Mario Justo López "El acuerdo D'Abernon-Oyhanarte y la política ferroviaria en la segunda presidencia de Yrigoyen (1928-1930)" en  XXI Jornadas de Historia Económica, Caseros (Prov.Bs.As), 2008, Asociación Argentina de Historia Económica, Universidad Nacional de Tres de Febrero; Peter Smith, "Los radicales argentinos y la defensa de los intereses ganaderos, 1916-1930" en Desarrollo Económico 1967, Vol.7 No.25, Buenos Aires, Instituto de Desarrollo Económico y Social.

[20]  Gravil, op.cit,  p.80.

[21]  Arturo O'Connell, D´Abernon e Yrigoyen. Un prólogo al bilateralismo anglo - argentino, Buenos Aires 1999, ISEN, Documento de Trabajo Nº 29.

[22]  La Nación, 17/8/1925

[23]  Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (MREC), AH0012.

[24] La Nación, 17/8/1925

[25]  Íbidem.

[26]  Simon Potter (ed), News and the British World. The Emergence of an Imperial Press System, 1876-1922, 2004, Oxford, Oxford University Press.

[27]  Times, 17/8/1925:xiii

[28]  Ibidem, p.x

[29]  Times, op. Cit, p.xiii

[30]  David Rock, "The British in Argenina: From Informal Empire to Postcolonialism", en Matthew Brown (de), Informal Empire in Latina America. Cultura, Commerce and Capital, 2008, Oxford, Blackwell Publishing, p.52.

[31]  Eduardo Jorge, Industria y concentración económica. Desde principios de siglo hasta el peronismo. Buenos Aires, 1986, Hyspamerica, p.55,

[32] Marcelo Rougier y Juan Odisio,  "Pos bellum. La Revista de Economía Argentina y los inicios del 'industrialismo'" en Perspectivas sobre la industria, Buenos Aires, 2014, FCE-UBA, pp. 37-38.

[33]  Roy Hora, Los terratenientes de la pampa argentina: una historia social y polícita, 1860-1945. Buenos Aires, 2002, Siglo XXI, pp.202-203.

[34]  Jimena Caravaca, ¿Liberalismo o intervencionismo? Debates sobre el rol del Estado en la economía argentina.1870-1935. Buenos Aires, 2011, Sudamericana, p.77.

[35] Caravaca, op.cit, p.79.

[36]  Ciafardini, op.cit. p.39.

[37]  Ciafardini, op.cit, pp.39-43.

[38] David Rock, "The British in Argentina: From Informal Empire to Postcolonialism", en Brown, Matthew (ed.) Informal Empire in Latin America. Culture, Commerce and Capital, 2008, Oxford, Blackwell Publishing, p.53

[39]  La Nación,  17/8/1925

[40] Anales de la Sociedad Rural Argentina, 1925, p.839

[41]  Ibidem, p.653

[42]  Ibidem, p.36

[43]  Ibidem, p.7

[44]  British Chamber of Commerce in the Argentine Republic, Annual Report 1924-1925; British Chamber of Commerce in the Argentine Republic, Monthly Journal, agosto de 1924.

[45] Citado en O'Connell, 1999, op.cit, p.23.

[46]  Alejandro Simonoff, La UCR y la política exterior. Análisis de cien años del discurso radical., tesis de maestría. Universidad de La Plata, 1996, pp.26-28.

[47] Lord D'Abernon, "Informe sobre las relaciones comerciales anglo-argentinas", en Revista de Economía Argentina, marzo de 1930, n°141, en Rapoport, Mario, De Pellegrini a Martinez de Hoz: el modelo liberal, Buenos Aires, 1988, Centro Editor de América Latina, p.125.

[48]  D'Abernon, op.cit, p.128.

[49]  D'Abernon, op.cit. p.124.

[50]  Figari, 1992, citado en Simonoff, op.cit, p.29.

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