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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal June 2016

 

RESEÑAS

María Laura Reali, Herrera. La revolución del orden. Discursos y prácticas políticas (1897-1929), Montevideo, Banda Oriental, 2016, 254 páginas

 

Publicado recientemente en Montevideo, este libro fue largamente esperado tanto por la trascendencia política e intelectual de la figura que estudia, Luis Alberto de Herrera, como porque los trabajos previos de su autora, María Laura Reali, ya habían adelantado lecturas originales y renovadoras sobre Herrera y el revisionismo histórico uruguayo.

El libro recupera parte de la tesis que Reali realizó en la EHESS de París en el 2005 bajo la dirección de François Hartog, y está estructurado en una introducción, cuatro partes, una conclusión y un postscriptum (las partes son "La cuestión nacional", "La revolución francesa y Sud América", "Las guerras civiles uruguayas en la construcción de una tradición política" y "Repensar el período de la organización nacional, sus hechos y actores"). Escrito con cuidadoso detalle, está construido a partir de una reconstrucción del itinerario individual de Herrera sensible a los contextos, atendiendo a la recepción de su obra y dando cuenta de la circulación de prácticas, discursos, textos y personas en el ámbito regional e, incluso, en el espacio transatlántico. El estudio matizado, rico y complejo cumple con las expectativas generadas.

Estudiándolo en tanto historiador, político y representante de una tradición, Reali le adjudica a Herrera un papel significativo en la modernización de las estructuras partidarias y en el proceso de ampliación de la ciudadanía y de adhesión a la participación política por vía electoral en el Uruguay. Al mismo tiempo, reconoce su desempeño en las redacciones periodísticas, ya que desde allí emitió su discurso político y una parte considerable de su producción histórica. En el campo historiográfico, y con una labor constante, se constituyó en uno de los impulsores principales de la corriente historiográfica regional denominada revisionismo, y en una de las figuras más destacadas del movimiento en el Uruguay y en el Cono Sur americano.

Es interesante señalar que el estudio del caso de Herrera se enmarca en una reflexión articulada sobre el ejercicio de la actividad política y de las tareas intelectuales que no descuida las tramas políticas, sociales y culturales concretas. En ese sentido, y a diferencia de otros intelectuales-políticos o políticos-intelectuales de la región, los planteamientos intelectuales y las propuestas políticas de Herrera generalmente coinciden, sin que ninguno de estos campos se vuelva completamente tributario del otro.

En las intersecciones y las encrucijadas que ha implicado el revisionismo en el Río de la Plata, Herrera combinó la reflexión retrospectiva con los diagnósticos sobre el presente de su país y la región, participó en la construcción de tradiciones destinadas a articular a la población uruguaya en torno a ciertas representaciones colectivas, y desplegó una intensa actividad en la esfera pública. Por ello, Reali busca poner en evidencia la relación entre esos niveles pero también los espacios de autonomía, las diferencias, las tiranteces y los conflictos. Tomando como punto de partida la dinámica propia de cada actividad, los diferentes ámbitos de pertenencia del autor y sus opciones personales dentro del abanico de opciones disponibles, el libro considera todas las lógicas que pudieron desempeñar un papel en la toma de una decisión política o en la manera de abordar una problemática histórica. El enfoque transnacional que la autora propone, la presencia de núcleos problemáticos similares en la región y el análisis de fuentes que desnudan los contactos, dotan al libro de un valor adicional que estimula la comparación, las preguntas y los abordajes que superen la dimensión cerrada de lo nacional. Si bien se han acrecentado los estudios y los encuentros que buscan pensar las redes de sociabilidad intelectual y política hispanoamericanas que permitan entender las transferencias, transformaciones, continuidades, rupturas, interacciones y desplazamientos de valores, doctrinas, concepciones y actores, estos trabajos siguen siendo escasos. Por ello, aunque este libro no es un trabajo de historia comparada, es un fuerte estímulo a pensar las ventajas del método comparativo aplicado a la historia (y específicamente a la historia intelectual). Más allá de los objetivos enunciados por Reali, su conocimiento de la historiografía, de los procesos y de los actores de la región y su interés por detectar los sistemas de relaciones y las perspectivas elaboradas sobre problemas comunes a partir de los cuales determinar semejanzas y diferencias entre las experiencias latinoamericanas, le permiten superar el análisis del caso de Herrera y la dinámica cultural, política e intelectual uruguaya, para también ahondar en un intenso diálogo con otros autores y experiencias y así construir una perspectiva amplia, que no es esencialista y hurga en las tensiones, diversidades y puntos en común. La utilización de la correspondencia de Herrera implica un aporte metodológico y de contenido de interés que, además, permite ver la circulación de ideas e influencias.

Mencionaremos a manera de ejemplo que al analizar el interés de Herrera por desentrañar el lugar ocupado por el Uruguay en el ámbito latinoamericano contemporáneo y observar en detalle la reflexión sobre la herencia histórica y cultural, la constitución étnica de la población y su vocación social y política, la autora establece un diálogo con otras experiencias nacionales (y las historiografías que las abordan) para sostener que las aproximaciones uruguayas al problema de la composición de la población no habrían apuntado a una exclusión en términos políticos. Y si bien no adherían a propuestas biologistas extremas, los discursos no eran totalmente ajenos a los términos racialistas, y el tópico de la preeminencia de las raíces europeas en los habitantes del país pudo debilitar el interés acordado a ciertas temáticas, como la de la degeneración racial producida por el mestizaje. Herrera participó de esta controversia estableciendo, como otros autores latinoamericanos, una comparación entre la colonización española y la anglosajona en el continente americano.

A lo largo del período de análisis, Herrera se mostró preocupado por la cuestión nacional, y paulatinamente fue elaborando planes de acción que atendían al lugar que ocupaba el país en el marco regional, en búsqueda de elementos que permitieran distinguir al Uruguay de los países vecinos, sin descuidar los errores a los que había sido inducido por los modelos doctrinarios.

Reali entiende que si bien en la base de esos postulados se puede hallar la idea de la "excepcionalidad uruguaya", no es menos cierto que el interés de Herrera trascendía la instalación de una supuesta superioridad nacional en tantobuscaba establecer una especificidad propia a cada comunidad nacional hispanoamericana.

Retomando la propuesta de Herrera, es posible sostener que el autor basó su construcción del ser nacional en ciertos rasgos de carácter asociados habitualmente con los habitantes de la campaña. Sin embargo, resulta interesante considerar la obra de este autor como creación de un mito ruralista que busca la correspondencia entre el tipo ideal descrito en sus trabajos y los actores sociales contemporáneos. Así, las reconsideraciones sobre los gauchos que fue realizando Herrera tenían un claro sentido histórico, puesto que el gaucho era considerado un tipo ideal, producto de una construcción mítica. Las modificaciones experimentadas por la lectura de Herrera se sitúan, más precisamente, a nivel del lugar otorgado a la tradición y a sus portavoces. Y es por ello que la autora considera que Herrera se transformó en uno de los principales defensores de un mito ruralista que conoció diferentes manifestaciones en la esfera cultural.

La figura del gaucho jugó pues un rol central en la producción de Herrera enfocada a la creación de una tradición nacional y a reflejar el lugar central que atribuía a la campaña en la estructura contemporánea del país. Su punto de vista estuvo siempre relacionado con la valoración que realizaba de los actores de las guerras civiles, así como de los combatientes de los enfrentamientos regionales del pasado.

Herrera buscó construir un proyecto capaz de fortalecer al Uruguay como nación, expresado en un discurso tendiente a singularizar al país en el concierto latinoamericano y, especialmente, regional. "Ni brasileros ni argentinos", aconsejó la equidistancia diplomática y también "afectiva" del Uruguay en relación con los países vecinos. Herrera llamó la atención sobre la influencia de lo geográfico como expresión de un espacio físico singular. Según escribió, "para exigir a nuestro núcleo otra ruta evolutiva, habría que empezar por sustraerlo a las dominaciones geográficas y circunstanciales que le dieron molde".

También resulta de gran interés el abordaje de la experiencia francesa de Herrera y su obra La Revolución Francesa y Sud América, que la autora acomete en relación al contexto de la experiencia reformista batllista. Desde una perspectiva atenta a múltiples entradas, Reali examina la producción intelectual pero también el accionar político del caudillo blanco ante ese fenómeno político.

Las políticas reformistas y secularizadoras batllistas activaron la reacción de los sectores conservadores. Por ello, Reali entiende que el análisis debe hacerse en función de las representaciones sociales expresadas por la propuesta reformista, ya que los diferentes registros discursivos asumidos por esta corriente implicaron un cuestionamiento más o menos directo del orden establecido. Así, por ejemplo, una concepción que privilegiaba el internacionalismo frente al culto patriótico de la nación, se combinaba con reflexiones críticas relativas a otros valores tradicionales, por ejemplo el derecho de propiedad. Herrera exploró la incidencia de la filosofía y el pensamiento político franceses en América del Sur y, más precisamente, la proyección de las doctrinas radicales desde la Revolución de 1789. En su mirada, los efectos fueron constantes y perjudiciales, en tanto que su propuesta práctica llamaba a seguir un proceso de transformaciones progresivas y graduales, siempre establecidas de acuerdo con las condiciones sociales presentes en cada etapa, y reconociendo que los pueblos a cuya inexperiencia se entregaba el uso y el abuso de instituciones muy superiores a su estado social se sometían a un riesgo profundo. Por ello evaluó positivamente la solución de compromiso de una monarquía constitucional provisional. Asimismo, para Herrera el caso británico constituiría la contracara positiva de acceso a la democracia a través de una transformación progresiva de la sociabilidad y de las prácticas políticas, en atención a las tradiciones y a una noción bien entendida de orden.

En el terreno político, la figura de Herrera aparece asociada a una doble representación de modernidad y de reacción, aun cuando a partir de la década de 1930 el segundo de estos componentes tiende a prevalecer sobre el primero. Estas representaciones ilustran el itinerario de un hombre que, habiendo contribuido ampliamente a la modernización del sistema político de su país, manifestaba al mismo tiempo un fuerte conservadurismo social y una defensa férrea de la tradición. Y fue en ese plano donde su rol de intelectual también fue significativo, proporcionando considerables referencias doctrinales. En ese marco, es interesante considerar el lugar otorgado por Herrera a la tradición. En ese sentido, el estudio de Reali contribuye a determinar con mayor precisión los posicionamientos de Herrera y el valor político, social e intelectual que otorgaba a la tradición como factor de preservación del orden.

Olga Echeverría
IEHS-IGEHCS-UNCPBA / CONICET

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