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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal June 2016

 

RESEÑAS

Guillermo Giucci, Tierra del Fuego: la creación del fin del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014, 350 páginas

 

En línea con su interés por el descubrimiento y la incorporación de espacios inexplorados al conocimiento geográfico y, con él, a la historia de la expansión planetaria, Tierra del Fuego: la creación del fin del mundo, de Guillermo Giucci, aborda la creación de la noción cultural de "fin del mundo" y su adscripción al archipiélago de Tierra del Fuego en las primeras décadas del siglo XX. En efecto, el autor argumenta que fue solo a principios del siglo pasado que el archipiélago magallánico devino un destino geográfico por derecho propio y no el canal de tránsito que representó para las potencias marítimas en expansión en los siglos precedentes. El momento en que Tierra del Fuego adquirió su identidad de "fin del mundo" es datado con precisión a través de la lectura minuciosa de una serie de relatos de viaje realizados al extremo meridional de América desde comienzos del siglo XVI. Sin necesariamente apelar a la noción de primera mundialización acuñada por Serge Gruzinski o apoyarse en las indagaciones historiográficas más recientes sobre el proceso de expansión ultramarina, el autor establece entonces los límites históricos de una categoría espacial.

Debe señalarse que el interés de Giucci por fuentes ligadas al descubrimiento de novedosos escenarios y otredades tuvo una primera expresión en Viajantes do maravilhoso: o Novo Mundo (San Pablo, Companhia das Letras, 1992), investigación en torno al imaginario de los navegantes y conquistadores que a fines del siglo xv participaron de la expansión marítima bajo el auspicio de las coronas ibéricas.1 En el caso de la obra que aquí se presenta, las indagaciones de Giucci parecieran haberse acotado, sin embargo, a una región en particular; pues es a partir de relatos de viaje, cartas, crónicas, mapas, fotografías y filmes que el autor explora el proceso de conformación gradual de un espacio geográfico conocido hoy como "fin del mundo".

El libro se encuentra dividido en siete capítulos, además de contar con un prólogo y un epílogo, en los que sobre la base del testimonio de viajeros ingleses principalmente (pero también españoles, franceses y holandeses) Giucci distingue las transformaciones de aquella región austral en los cinco siglos posteriores al primer avistamiento de la costa norte de Tierra del Fuego, realizado por Fernando de Magallanes en 1520.2 En este sentido, cada capítulo recoge los momentos más relevantes de una ya conocida y ampliamente divulgada historia de la isla de Tierra del Fuego para ponerlos al servicio y en perspectiva de una más acotada historia del "fin del mundo". Es que para Giucci, "la creación del fin del mundo fueguino es un capítulo singular y tardío de la más amplia revelación del planeta" (p. 12).

Una lectura atenta de cada uno de los capítulos que componen el libro permite afirmar entonces que la historia del archipiélago, tal como la relata Giucci, es la historia de su incorporación a la división internacional del trabajo, de su integración a una economía-mundo en ciernes a partir del "descubrimiento" de esta región en las primeras décadas del siglo XVI y de su articulación a un entramado comercial más complejo en el contexto de los nacientes Estados-nación de Argentina y Chile a mediados del siglo XIX.

De allí que el capítulo i, "Tierra de los fuegos", se centre en las implicaciones del hallazgo de un pasaje interoceánico austral a partir del descubrimiento de la entonces denominada Tierra de los fuegos.3 En el marco de la expansión ultramarina, la importancia del estrecho (conocido primero como canal de Todos los Santos) radicó en las posibilidades que su navegación abría al negocio de la especiería en Oriente. En efecto, fue una expedición española de descubrimiento pero en última instancia de naturaleza comercial la que, con el objetivo de llegar a las islas Maluco, atravesó sus aguas (p. 26).4 En esta instancia, señala Giucci, el estrecho "aparece como periferia, lugar de tránsito, pasaje hacia" (p. 34). Interesa en este capítulo introductorio el marco conceptual escogido por el autor para presentar su objeto de estudio, pues el caso de Tierra del Fuego es el de tantas otras tierras incógnitas (tales como la península de California o los contornos septentrionales de América del Norte) que, en la medida en que se sucedieron nuevos viajes de exploración, fueron delimitadas con cada vez mayor precisión. Para Giucci, el "emplazamiento" de Tierra del Fuego en la nueva configuración del Orbis Terrarum debe comprenderse como parte de un proceso más amplio de renovación de la cartografía, además de en el marco del enfrentamiento de antiguos y nuevos saberes y, fundamentalmente, en el contexto del primer viaje de circunnavegación del globo, que reveló a la Tierra "como totalidad" al demostrar (y en esto Giucci retoma el célebre trabajo de John Parry) que todos los mares del mundo estaban conectados.5

Entre los siglos XVI y XVIi, la importancia del estrecho y del archipiélago fueguino atraviesa, sin embargo, una serie de transformaciones. En principio, de ser exclusivamente un pasaje a la especiería, la región magallánica se convierte en un espacio digno de ser explorado y colonizado. Asimismo, una vez desencadenada la competencia ultramarina y ante el creciente protagonismo de nuevas potencias marítimas tales como las Provincias Unidas, y más tarde Inglaterra, la zona deviene también un espacio de control de la circulación hacia el Océano Pacífico (p. 73). Ahora bien, las estimaciones que Giucci realiza sobre la región en este período bien podrían completarse con dos observaciones centrales relativas a los intereses de Inglaterra y Francia en la región. En este sentido, llama la atención en primer lugar que el autor no aluda a las expediciones ordenadas por la corona francesa entre fines del siglo XVIi y comienzos del XVIII con el objetivo de cruzar el Estrecho de Magallanes en busca de las riquezas americanas sobre el Pacífico.6 En principio, los relatos de viaje de François Froger y Amedé Frézier permitirían revisar la periodización propuesta por Giucci, que se corresponde ciertamente con el caso de Inglaterra, pero no necesariamente con el de Francia.7 A raíz de la política colonial de esta última, aún en el siglo XVIII, la región siguió siendo considerada un pasaje estratégico hacia nuevos territorios por descubrir antes que un lugar en sí mismo. A su vez, al margen del interés científico que comenzó a despertar la región desde fines del siglo XVIi, la importancia que revistió la región magallánica en este período también debería comprenderse en el marco de las actividades de saqueo desarrolladas por Inglaterra y Francia (pero sobre todo por la primera de estas potencias) contra los dominios españoles en América. La inclusión de las observaciones del renombrado viajero inglés, William Dampier, hubiese resaltado, sin duda, la dimensión científica pero también pirática de los viajes por el Estrecho.8

El capítulo II, "Evanescencia de las manchas blancas", presenta a Tierra del Fuego en un segundo momento histórico: aquel de la Ilustración y el auge del interés científico por la flora, fauna y habitantes de la zona. La región deviene entonces un verdadero "laboratorio para examinar el origen de la sociedad humana" (p. 115). Es tiempo del primer viaje de circunnavegación francés (1766-1769), emprendido por Louis-Antoine de Bougainville, y de las exploraciones encargadas por la Royal Society a James Cook. La comparación de las poblaciones fueguinas (yámanas, onas y alcaluf) con la sociedad europea, por un lado, y con la imagen del "buen salvaje", por el otro, llevará como consecuencia al declive de esta última pues, en la opinión de Giucci, la experiencia directa con las poblaciones fueguinas no hizo más que "demostrar las elucubraciones de los filósofos en relación con las supuestas virtudes del estado de la naturaleza" (p. 95).

A lo largo del capítulo III, "Civilización, sublimidad, salvajismo: ingleses en la vasta soledad", el autor advierte un nuevo cambio en la valoración que se hace de la región. En esta instancia merecen su atención los intereses ingleses sobre el islario fueguino que, en consonancia con la política de Inglaterra en el siglo XIX, evalúan la utilidad potencial de la isla en términos económicos. Giucci considera esta resignificación de la zona un nuevo punto de inflexión en la percepción del archipiélago, cuya importancia comercial pareciera haber cedido paso al interés productivo (p. 151). A su vez, a partir del análisis del complejo caso de Jemmy Button, un joven yámana que en 1830 es llevado a Inglaterra con "el argumento de la ventaja civilizadora" (p. 153), Giucci devela los efectos que las nociones de progreso y civilización tuvieron sobre los habitantes nativos. A partir de este capítulo, la obra pareciera centrarse en las relaciones establecidas entre extranjeros y nativos (capítulo iv, "Crecer entre culturas en el último confín de la Tierra"), en el papel jugado por los diferentes mediadores culturales (y el caso del misionero Thomas Bridges es el más llamativo)9 y en la paulatina extinción y fetichización de las poblaciones originarias (capítulo v, "La antropología agónica"), contrapunto, para Giucci, del avance planetario del hombre blanco (p. 228).

En el transcurso del siglo XIX, al tiempo que avanza la ocupación de Tierra del Fuego, la región es incorporada a la economía moderna. Nuevamente, su suerte pareciera corresponderse con la de tantas otras regiones periféricas que en este período definieron su lugar y sus respectivas condiciones de integración al mercado mundial. En el caso de esta región en particular, sin embargo, el fin de su aislamiento gracias a los avances en las tecnologías del transporte tiene lugar en el mismo momento en que la categoría cultural de "fin del mundo" le es adjudicada. La paradoja, que Giucci advierte y explica, reside en el hecho de que como consecuencia de la seguridad garantizada por las nuevas embarcaciones y la aviación a comienzos del siglo XX (capítulo VI, "Tecnologías del transporte") es el prototurismo el que otorga a esta región su condición de "fin del mundo", evocando así los paisajes desolados, el exotismo y el atractivo de la naturaleza inhóspita con los que está asociada (p. 290).

El hecho de que en los años '90 del siglo XX el museo histórico de Tierra del Fuego haya sido renombrado museo del Fin del Mundo, entre otros cambios de nomenclatura de índole similar (capítulo VII, "Comunicación y transmisión"), llama una vez más la atención del autor, para quien si bien la noción refiere a un lugar espacialmente inexistente, no deja de dar cuenta de la historia de una zona geográfica en particular. En la misma línea, la Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo (p. 305) da cuenta de un interés que trasciende lo meramente turístico para devenir una reivindicación propia de los habitantes de esta región, quienes junto a la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (Eudeba) han puesto a disposición del público lector valiosos relatos de viaje sobre la región fueguina.

Existe, ciertamente, una pregunta que atraviesa la totalidad del libro y que el autor responde con eficacia: ¿qué es en definitiva esa noción de "fin del mundo" que Europa inventa y consolida en los inicios del siglo XX para ubicar en los confines australes del continente americano? Para Giucci no se trata en realidad de un espacio geográfico específico ni de una categoría espacial exclusivamente. Antes bien, ese "lugar-otro" que la noción representa se sitúa "entre el lugar histórico y el no-lugar" (p. 22). En términos globales y al cabo de cinco siglos de expansión ininterrumpida, Tierra del Fuego detenta el estatus de "fin de mundo" no necesariamente por su singularidad geográfica sino, y ante todo, como símbolo de los alcances y límites de la expansión humana.

Carolina Martínez
UBA / CONICET

 

1 Se trata de la version édita y en portugués de su tesis doctoral: "The Conquest of America: From the Marvelous to the Exotic", Diss., Stanford University, 1987.

2 La expedición liderada por Fernando de Magallanes, que no bordeó la totalidad de la isla, había decidido denominarla "Tierra" por considerarla un posible promontorio de una más extensa Terra Australis. Véase para ello Carla Lois, "Quinta pars o terrae incognitae?", Terra Brasilis (Nova Série) Online, 4 | 2015, p. 7. URL: http://terrabrasilis.revues.org/1084 ; DOI : 10.4000/terrabrasilis.1084.

3 Topónimo que aparece por primera vez en un mapa de Diego Ribero en 1529.

4 Las relaciones de Antonio Pigafetta, Francisco Albo, Ginés de Mafra y Martinho de Aiamonte entre otros, permiten a Giucci reconstruir las peripecias del cruce que es considerado un pasaje más que un lugar digno de atención en sí mismo.

5 Se trata de El descubrimiento del mar, obra publicada por John H. Parry en 1974 y traducida por primera vez al castellano en 1989.

6 Rogelio C. Paredes, "La guerra en los libros. La competencia colonial del siglo XVIII entre Gran Bretaña y Francia en los libros del Museo Etnográfico de Buenos Aires (1690-1800)", Avances del Cesor, Año VIII, nº 8, 2011.

7 François Froger, Relation d'un Voyage de la Mer du Sud, Détroit de Magellan, Brésil, Cayenne et les îles Antilles, ou l'on voit les Observations que l'Auteur a faites sur la Religion, Moeurs, et Coutumes des Peuples qu'y habitent, Amsterdam, Chez Honoré et Chatelet, 175; Amedé Frézier, Relation du Voyage de la Mer du Sud aux cotes du Chily et du Perou, fait pendant les années 1712, 1713 et 1714, París, Jean-Geoffroy Nyon, 1716.

8 William Dampier, A New Voyage round the World, Londres, James Knapton, 1697.

9 En la elaboración del proyecto evangelizador inglés, a mediados del siglo XIX, se esboza por primera vez la idea de Tierra del Fuego como fin del mundo geográfico.

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