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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal June 2016

 

RESEÑAS

Clara Ruvituso, Diálogos existenciales. La filosofía alemana en la Argentina peronista (1946-1955), Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2015, 365 páginas

 

Si uno se atuviera al asunto enunciado por el título, y que sin duda vertebra su argumento general, el libro de Clara Ruvituso podría presentarse como un nuevo aporte temático, analítico y documental a los trabajos sobre la recepción de la filosofía alemana en la Argentina, insertos en una tradición historiográfica inaugurada en 1930 por Coriolano Alberini y retomada, cada uno a su modo, por autores como Ricardo Maliandi, Arturo Roig, Jorge Dotti, Clara Jalif y Luis García. Considerada en sus rasgos más sobresalientes, la tesis presentada por la autora en la Universidad de Rostock contribuye a explorar una zona someramente conocida de aquella región disciplinar -me refiero a la recepción de Heidegger en nuestro medio académico-, pero desentrañando con el abordaje científico aquella dimensión que hasta la fecha no tenía sino el status de un rumor de pasillo universitario -las determinantes ideológicas de esa recepción-. En esta línea, el núcleo problemático del texto concibe el objeto categorial Heidegger como una "figura conceptual" cuyo uso por parte de diferentes agentes sociales vinculados académicamente con la disciplina filosófica expresó, durante el primer peronismo, una configuración social específica articulada por determinadas relaciones académicas, ideológicas y políticas. Este paso decisivo, reclamado desde siempre por la naturaleza misma del asunto y postergado por la historiografía de las ideas, no solo es descubierto a partir de una esmerada afinación de los presupuestos metodológicos y de los instrumentos de análisis, sino que además revierte sobre las fuentes conocidas para resignificarlas a la luz de nuevas preguntas, de importantes hallazgos archivísticos y de testimonios obtenidos en entrevistas por la propia autora.

Pero antes de avanzar sobre este punto, quisiera destacar que el valor de este trabajo excede largamente el estrecho desfiladero de los problemas de la circulación de ideas en contextos disímiles, ya que la plataforma sociopolítica que permitía a la investigación sobrepasar la superficie meramente textual de la cuestión, la obligó a un mismo tiempo a trascender hacia la dimensión propiamente histórica por la que un fenómeno particular alcanza un mayor nivel de explicación con las continuidades y rupturas que mantiene en relación a los hechos que lo precedieron y lo sucedieron. El resultado acabó siendo mucho más ambicioso y, para los que estamos interesados en la historia de la filosofía argentina, un aporte fundamental, ya que creo poder afirmar que con este libro hemos obtenido la primera visión de conjunto del desarrollo de la filosofía académica en la Argentina (al menos, de una larga primera etapa) que resiste los enfoques internalistas centrados en las escuelas, las influencias y la natural sucesión de las generaciones. El modelo analítico que estructura esta visión tanto histórica como sociológica se organiza en torno de la noción más o menos elástica de "campo social", legada por Pierre Bourdieu a una pléyade de estudios de historia intelectual que prefirieron registrar las motivaciones de los productores culturales en regímenes representacionales específicos, antes que en su inmediata inscripción de clase. De este modo, los conceptos de "capital simbólico" y "autonomía" tendrán una eficacia intermitentemente explícita a lo largo del argumento de Ruvituso, y su corolario fue una descripción de la consolidación histórica de un grupo social comprometido con el desarrollo de la disciplina filosófica en nuestro medio académico, y cuya estructura -variable pero estable a la vez- habría resultado de la constitución de discursos en disputa con los que sus miembros competían por posiciones de prestigio, reconocimiento social e influencia política.

Entonces, para comprender las fracturas que articularon el campo filosófico argentino durante los años del peronismo fue necesario reconstruir las líneas socio-disciplinares que se habían formado previamente en las universidades argentinas durante el largo período reformista (1918-1943). Así, Ruvituso estudia la formación de tres grupos distinguibles que, sin embargo, supieron convivir bajo el clima impuesto por la hegemonía antipositivista. En primer lugar, dos grupos resultaron de una suerte de fractura fundante instaurada por la competencia entre los liderazgos de Alejandro Korn y Coriolano Alberini, manifiesta en sus divergentes interpretaciones de la Reforma Universitaria y de sus perspectivas sobre las posibilidades del pensamiento local. A ellos se agregaría un tercero, integrado por los filósofos católicos, partícipes en la consolidación de las representaciones y los imaginarios específicos del campo, pero promotores de espacios de producción y sociabilidad alternativos. El rasgo principal detectado por la autora en este período de afianzamiento de las lógicas disciplinares consiste en el desplazamiento de la tradicional influencia francesa en los pensadores argentinos por parte de la filosofía alemana (introducida por los visitantes españoles), lo que acabó redundando en canales específicos de legitimación y consagración, como los viajes de estudios a las universidades germánicas (los "viajeros" alberinianos) y la lectura de las fuentes en lengua original (los "lectores" kornianos).

Según se desprende del análisis de Ruvituso, la irrupción del peronismo y su intervención de las universidades nacionales radicalizaron estas divisiones previas, tornando el espacio común en que convivían e interactuaban un terreno de disputa sin tregua. En términos esquemáticos, la fractura principal se dio entre los filósofos expulsados de la Universidad, identificable con la impronta liberal y socialista de los kornianos, y los filósofos que permanecieron en las cátedras u ocuparon los cargos vacantes, mayormente coincidentes con los alberinianos y los católicos, respectivamente. Ruvituso estudia prolijamente las instituciones desde las cuales actuaron estos grupos e intentaron constituir mecanismos alternativos de legitimación de sus discursos, especialmente en las nuevas revistas especializadas que se fundaron en el período a tal efecto. Es en este punto donde la categoría de Heidegger como "figura conceptual" adquiere una relevancia notable, ya que fue en torno a las diversas posturas relativas al existencialismo y los divergentes modos de apropiación de la filosofía heideggeriana que estos grupos construyeron identidades académicas diferenciadas y discursos de autolegitimación en competencia con que intentar ocupar el centro simbólico del campo y reposicionarse respecto del poder político instituido. Por su parte, el apoyo oficial a la filosofía y el carácter periférico de los pensadores argentinos habrían motivado una productividad inusitada que desmiente la intuición instalada en la bibliografía especializada según la cual el peronismo marcó una época de decadencia intelectual.

Al cabo de estos desarrollos, la narración histórica es ganada por la escena más refulgente y representativa del proceso. El Primer Congreso Nacional de Filosofía celebrado en la ciudad de Mendoza en 1949 no solo ha significado el gran evento de consagración de la filosofía argentina y su esplendor en alianza cultural con el peronismo, sino que además ha concentrado de manera dramática las tensiones que desestabilizaban el campo filosófico y que venían germinándose desde la época fundacional del antipositivismo. En primer lugar, desde la exterioridad académica, los filósofos antiperonistas impugnaron la reunión por razones políticas, lo que tornó patente el quiebre del campo en función de la polarización peronismo-antiperonismo. Por su parte, el enfrentamiento de los sectores laicos y católicos en torno a la interpretación del existencialismo como filosofía de la crisis contemporánea desnudó también la naturaleza ideológica de las disputas por la hegemonía del campo filosófico y su influencia en el poder político. El discurso con el que el presidente Perón clausuró las sesiones del Congreso exhibió precisamente el nivel de transferencia de prestigio desde el discurso filosófico al político, y uno de los mecanismos por los que el poder intentaba mediar en las divisiones internas de los filósofos. Por su parte, la tripartición del campo filosófico se habría visto reflejada en la configuración del célebre elenco extranjero que participó del congreso, anotando en las presencias y ausencias el poder de los tres grupos por marcar territorio.

Pero además -y este es uno de los aportes más originales y exitosos de la investigación- aquel Congreso no solo fue la ocasión de poner al desnudo la estructura misma del campo filosófico argentino, sino que también fue un punto de inflexión en las rearticulaciones del campo filosófico alemán, luego de la guerra; lo que la autora reconstruye a partir de la experiencia mendocina de los filósofos alemanes que participaron del Congreso, registrada en diversos documentos, muchos de ellos hallados en legados personales y archivos institucionales. Para estos intelectuales, provenientes de un campo desarmado por la guerra y la persecución nazi, el Congreso argentino significó una oportunidad de reencuentro y de recolocación en el centro del debate internacional de ideas. La gran pericia de Ruvituso para analizar el fenómeno exhibe de modo sorprendente, por añadidura, que el impacto del Congreso en ambas sedes (argentina y alemana) se dio en verdad de manera coordinada y bajo una influencia recíproca. Es aquí donde la autora se sirve del modelo de l' histoire croisée para comprender el fenómeno de manera unitaria e integral, de modo que el proceso de circulación de ideas no se perciba como un movimiento unilateral desde un polo de producción a un polo de recepción, sino como un entrecruzamiento cuyo impacto repercute en ambos contextos -signados por el conflicto y las polarizaciones-, introduciendo en ellos novedades y cambios. Así, la cuestión Heidegger también marcó en el caso alemán los posicionamientos intelectuales, entre los que rescataban el pensamiento del maestro más allá de su vinculación histórica con el nazismo, los que demandaban una superación ética del existencialismo heideggeriano y los que proponían soluciones de consenso. Estas discusiones se superpusieron con la de los argentinos, dando lugar a un intercambio fructífero que facilitó el reconocimiento de los filósofos argentinos por parte de los alemanes, "sorprendidos" de "hablar un mismo idioma" y expectantes de un diálogo con sus pares latinoamericanos que, hasta cierto punto, se llevó a cabo. Ruvituso lee globalmente este fenómeno como una suerte de desestabilización parcial y momentánea de las fuertes estructuras centro-periferia en la circulación internacional de ideas, la que, sin embargo, habría alcanzado rápidamente sus límites.

Finalmente, el trabajo se cierra con un "excurso" que da cuenta de cómo, luego de la caída del peronismo en 1955, una nueva purga docente en las universidades nacionales, el recambio generacional y la emergencia de un nuevo clima cultural significaron, en conjunto, la clausura del proceso socio-disciplinar iniciado en los años de la Reforma Universitaria. Este, no obstante, habría dejado sus marcas, prolongando hasta nuestros días el interés por la filosofía germana, las relaciones de intercambio académico entre la Argentina y Alemania y la inquietud intelectual por la identidad y el pensamiento locales.

El análisis sociológico torna legible los procesos por la inscripción de los agentes en determinados bloques sociales que transparentan el sentido de su acción y su dicción. Poca importancia tiene en la descripción el papel de las equivocidades y los desvíos en la generación del cambio histórico. Allí se encuentra, en mi opinión, el saldo deudor que deja la propuesta de Ruvituso a trabajos por venir, resultante, sin embargo, de sus mismas virtudes explicativas. Es imposible hacer el registro de lo que se evade de la norma social (lo acontecimental) sin antes determinar las estructuras sobre las que actúa y que viene a minar. El libro de Ruvituso es uno de los primeros pasos en ese sentido, y sin dudas el más sistemático. Varios son los jóvenes investigadores que están intentando remontar los orígenes de la filosofía argentina y tienen todos ellos en esta obra un peldaño insoslayable.

Mauro Donnantuoni Moratto
CONICET / UBA

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