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Revista del Museo de Antropología

Print version ISSN 1852-060XOn-line version ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.12 no.3 Córdoba Dec. 2019

http://dx.doi.org/10.31048/1852.4826.v12.n3.27109 

DOSSIER

http://dx.doi.org/10.31048/1852.4826.v12.n3.27109

Dossier: Conociendo a Marit Melhuus
42 años después, volver al campo

Cecilia Salinas*

*Oslo Metropolitan University. E-mail: Cecilia.Salinas@oslomet.no

Recibido 04-11-2019

Aceptado 18-12-2019

Geraldina le contó a Marit que su madre, Mami, andaba bastante mal debido a un avanzado Alzheimer y que no recordaba demasiado. Así Marit se preparó para no ser recordada. Entró al cuarto sin ser anunciada. Mami Calvi estaba acostada en una cama de hospital. La televisión estaba prendida, pero quién sabe dónde estaba Mami en ese momento. Marit se sentó a su lado y le habló. Geraldina la interrumpió, y le preguntó a su madre si recordaba a Marit. Los ojos de Mami se llenaron de lágrimas y rebalsaron, corrieron lentamente por sus mejillas. Era evidente que la recordaba. Después de un rato, Marit se puso de pie, prometiéndole volver al día siguiente, pero Mami no quería dejarla ir. Se esforzó por alcanzarla y con gran esfuerzo levantó su torso. Parecía querer decirle algo, pero sus palabras fueron el silencio. Quizás la memoria imprevista la retrotrajo a los años 1974 y 1975.

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Figura 1: Cecilia Salinas. Foto https://www.oslomet.no/en/about/employee/cecilias/

Figure 1: Cecilia Salinas. Photo https://www.oslomet.no/en/about/employee/cecilias/

En esa soleada tarde de abril de 2017, una parte del pasado había entrado por la puerta de Mami, de los hijos de Mami y de Marit.

En junio de 1974, Marit y su entonces marido Svein Erik llegaron a la provincia de Corrientes para estudiar el movimiento campesino conocido como Ligas Agrarias. Llegaron a Goya, la segunda capital de la provincia. Marit quería estudiar las condiciones de vida de los productores de tabaco bajo la industria capitalista y el sistema feudal. En aquella época, Goya era la capital tabacalera del país, que abastecía no sólo al mercado doméstico, sino también al internacional.

Marit llevó adelante su trabajo de campo entre los productores de tabaco pobres que vivían en la Hacienda San Antonio, pero iba y venía entre el campo y la ciudad donde desarrolló una estrecha amistad con Mami. Mami era una mujer sofisticada y madura de la clase media alta goyana. Era liberal y con un alto sentido de la justicia social, algo que Marit apreciaba mucho. Estaba casada con un escribano y solía hacer reuniones en su casa en las que Marit y Svein participaron con mucho placer.

Mientras Marit aprendía todo acerca del cultivo del tabaco, también aprendía sobre el trabajo de las Ligas Agrarias. En 1959-60 cerca del 50% del tabaco para el consumo doméstico en la Argentina se producía en Corrientes. En 1970, sin embargo, esa cifra había descendido al 13 %. Ese colapso promovió la formación de las Ligas. La preocupación de los activistas era la integración del antiguo feudalismo en el capitalismo transnacional en Corrientes.

Las Ligas trabajaban para proteger y cambiar las condiciones de vida del sector más desafortunado del campesinado, y una de sus principales luchas era cambiar el sistema de clasificación de hojas, reduciéndolo de cinco categorías a sólo dos. El sistema era sumamente retorcido y servía para exprimir a los productores sus pocas ganancias.

La situación de los cultivadores de tabaco era extremadamente injusta. Los aparceros vivían y trabajaban en haciendas sin poseer tierras propias. Tenían que pagar el 30 ó 35% de su producción a los patrones. Muchos también estaban obligados a comprarles alimentos y otras mercaderías a los capataces o patrones que les recargaban el fiado con altos intereses. Los aparceros tenían familias numerosas y todos los miembros participaban en la producción de tabaco. Más tarde, Marit explicaría que era la racionalidad de la auto-explotación de la fuerza laboral doméstica lo que hacía rentable el cultivo del tabaco. Esta auto-explotación daba como resultado una materia prima relativamente barata para la industria.

No obtener un excedente no significa caer en la bancarrota. Ajustándose permanentemente el cinturón, un campesino puede sobrevivir en tiempos de crisis y disfrutar en tiempos de abundancia (Melhuus 1987: 187)

La mayoría de los campesinos eran pobres, aparceros sin tierra que vivían en lugares aislados, sin posibilidad de movilidad social. Viajaban a pie o a caballo a la ciudad para vender tabaco u otros productos.

En este contexto de injusticia, se forman las Ligas Agrarias para luchar por una promisoria transformación agraria. Sin embargo, cuando murió Perón (1º de julio, 1974), un mes después de que Marit llegara a la Argentina, su viuda María Estela “Isabelita” Martínez de Perón lo sucede en la presidencia y toleró la formación de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como “la Triple A”. Esta Alianza persiguió a una amplia gama de opositores al gobierno, no sólo a los comunistas; también y muy especialmente, a los miembros de las Ligas.

La situación política empeoró a lo largo de 1975 acrecentando día a día el número de presos políticos y de desaparecidos. Marit y Svein Erik comprendían bien el peligro que corrían debido a la investigación que estaban llevando a cabo, así que al concluir el primer año de trabajo de campo, decidieron volver a Noruega.

Desde Noruega Marit envió cartas a sus amigos de Goya hasta fines de los ’80, pero nunca regresó. Muchos antropólogos vuelven a los lugares donde han hecho trabajo de campo, varias veces durante sus carreras, pero el terrorismo de Estado le impidió a Marit sostener un compromiso prolongado con el suyo. Marit vio forzada a cambiar el campo y región de estudio y continuó su carrera de investigación en México. Le llevaría 42 años volver.

Su regreso estaba motivado por la curiosidad por saber qué había pasado con el próspero cultivo del tabaco, que había sido de la vida de los hijos de Antonio y Armando y del destino de San Antonio.

En palabras de Marit:
¿Cómo podía Don Antonio, el padre y jefe de hogar de 15 miembros, con 13 hijos, asegurar que los varones, tan importantes para su expansión productiva, se quedasen y trabajasen con él o para él? ¿Qué implicaba para ellos? ¿Cómo podrían satisfacer la aspiracion por un futuro mejor al mismo tiempo que aseguraban el futuro de sus padres y de sus hermanos? (Melhuus 2015: 14).

En los 70’ Marit había escrito:
El hecho de que los hermanos mayores se fuesen y eventualmente formasen sus propias familias era inevitable; como lo era para las hijas. Pero el asunto era posponer esta ruptura. Prolongando el ciclo vital de la familia era una forma de asegurar la unidad doméstica como la unidad productiva (Melhuus 2015: 14)

Entonces, allí estaba Marit en abril de 2017, en Goya, en la casa de Mami Calvi, preguntándose si podría encontrar a los hijos de Orlando y Armando. ¿Existiría aún la Hacienda San Antonio?

Un día, en una entrevista a un joven ingeniero agrícola, Marit le mostró un album de fotos con unas fotos de Antonio y Armando y de sus hijos. El ingeniero las miró con interés, y de repente exclamó: “la parrilla—que en realidad era la estructura de lo que había sido una cama—es parecida a la del padre de mi amigo Orlando”. —¿Orlando? dijo Marit entusiasmada. -¡Orlando es el nombre de mi amigo, Orlando Varela! —¿Varela? ¡Es el apellido de mi amigo y de su padre! dijo el ingeniero.

Esa serie de casualidades llevaría a Marit hacia Osvaldito, Benito y Alfredo, tres de los trece hijos de Orlando Varela. Dos días después de su encuentro con el ingeniero, estaba en la misma oficina conversando con sus amigos.

¿Se acuerda qué me regaló? — le preguntó Benito minutos después de un largo abrazo. –Me dio un gatito! Benito y Osvaldito recordaban vívidamente la llegada de la hermosa, alta y delgada Marit y de Sven Erik. Benito dijo: “¿Recuerda que llegó con el maestro? El maestro de la Escuela local la trajo a casa.
Marit y Svein Erik no regresaron, pero jamás fueron olvidados. Orlando y Armando murieron, pero sus hijos mantuvieron vivas aquellas anécdotas sobre el trabajo de campo de Marit y Svein Erik. Y en un armario polvoriento y deteriorado guardabam una foto de Marit y su hijo Martin. La tenían en una una bolsita de plástico. La foto databa 1987.

Al día siguiente Marit visitó a ellos y a sus primos en San Antonio y en La Marucha. Viajó muy lejos por caminos de tierra irregulares y polvorientos, durante el viaje en auto aprendió un poco más sobre qué había sido del “campo” el que había sobrevivido a la dictadura militar y a siete presidencias desde que Marit partió.

¿Qué encontró Marit a su regreso, entonces? Por un lado, ningún cambio dramático en las condiciones de vida de los grupos más vulnerables con los que ella había trabajado. Aún vivían en chozas de barro con letrinas, sin infraestructura básica como electricidad y agua corriente. Algunos habían comprado generadores a diesel y televisores e incluso aquellos que apenas podían leer y escribir tenían teléfonos celulares con los que se mantenían comunicados con sus familiares en la zona o con sus hijos en las ciudades y los pueblos.

Aún perseveraban, soportando condiciones de vida en el campo aún más duras que las que Marit había observado, gracias a incentivos y planes del gobierno. Por otro lado, había efectivamente dramáticos cambios. El legado del obispo progresista local Alberto Devoto, tan crucial para las Ligas Agrarias en Goya y tan influyente incluso antes del final de la dictadura, ahora era sólo una anécdota. El sistema de clasificación de las hojas de tabaco, una de las principales luchas de las Ligas para asegurar precios más altos para los productores, consistía ahora no en dos categorías, por lo que habían luchado e incluso muerto los miembros de las Ligas, sino de cuatro. La dictadura destruyó el poderoso activismo político para la transformación del campo con justicia y equidad. El cambio en el paladar global había destruido la próspera industria tabacalera en la región. Durante los años ‘80s la producción de tabaco negro, el tipo que se producía en Corrientes, fue reemplazado por el rubio y la industria se mudó a otras provincias.

Lo que quedaba del campo fue vendido a inversores extranjeros. Los esteros y los horizontes infinitos fueron reemplazados por laberintos de eucaliptos y pinos, impidiéndole a las comunidades seguir con sus prácticas agrícolas tradicionales. El 80 % de la población local había abandonado el campo en busca de mejores oportunidades en los pueblos y las ciudades cercanas.

Y en cuanto a San Antonio, a pesar de que las familias habían trabajado por varias décadas en la hacienda, al envejecer y con sus cuerpos deshechos eran echados de la tierra o recibían parcelas ínfimas en tierras inundables totalmente no aptas para la cría de ganado o el cultivo.

En otras palabras, la estructura feudal de la Argentina no había cambiado. La oligarquía solo operaba diferente, mezclada ahora con la demagogia corrupta y el neoliberalismo.

Había un anacronismo particular en Goya donde convivían la decadencia y la prosperidad con la inversión internacional en la tierra, los eucaliptos y las empresas de turismo. Pero este panorama estaba lejos de ser una economía próspera para todos.

La industria tabacalera todavía existía, pero era pequeña y el Instituto Provincial del Tabaco (IPT) sólo ayudaba a mantener o incrementar los ingresos de unos pocos políticos y burócratas. Paradójicamente, el Instituto Provincial del Tabaco, intervenido por más de 30 años con el supuesto objetivo de mejorar la situación de los tabacaleros, seguía explotando a los pocos productores que quedaban.

Durante el trabajo de campo en los ‘70s, Marit estaba más interesada en la materialidad del cultivo del tabaco y en las condiciones económicas y ecológicas que hacían posible la industria. Estudió las formas en que los medios no-capitalistas se articulaban con el capitalismo para beneficiar y sostener el modo capitalista de producción y la generación de beneficios para unos pocos. En este estudio no se concentró en los afectos y las emociones que contribuían, también, a la prosperidad de la industria. Esta reflexión la tendría más tarde y escribiría, al respecto:
Estaba más preocupada con las condiciones de reproducir la unidad doméstica, que en documentar qué mantenía unida a la familia; en vez de focalizarme en cómo la gente vivía en su cotidiano, mi mayor interés era como la gente se ganaba la vida. Más que apuntar al modo de vida (eg Narotsky 2014), mi foco estaba en su viabilidad. Así, mi noción de “auto-explotación” no me dejó tomar en cuenta sistemáticamente las formas en que un padre (o un hermano o una madre) hacían trabajar a sus hijos e hijas, esposas y hermanos. Yo no consideraba que el parentesco podía ser explotador y que esas relaciones probablemente explotadoras podían ser tanto el cemento como el factor de desmoronamiento del hogar. Porque la explotación del campesinado implicaba, en otro nivel, relaciones desiguales de poder o incluso de coerción, al interior de la familia o la unidad doméstica (2015:14).

El volver al lugar de trabajo de campo después de 42 años, Marit puso los afectos y las emociones en el centro. Por un lado, la alegría manifestada en los encuentros con los hijos de Orlando y Armando confirmaban, una vez más, los profundos lazos que crea el antropólogo con los participantes del trabajo de campo. Por otro lado, las conversaciones eran menos acerca del tabaco y más acerca de los hijos y sus hijos, dónde vivían y qué hacían. Aunque Marit aún estaba interesada en los procesos históricos y macro-económicos y en la vida cotidiana de los tabacaleros, su mayor curiosidad antes del viaje y durante su estadía en Goya era saber sobre la vida de los hijos de Orlando y sus hijos, y qué estaba en juego ahora para ellos.

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Figura 2: Marit Melhuus conversando con una de las hijas menores de Don Orlando. Abril 2017. Foto Cecilia G. Salinas

Figure 2: Marit Melhuus chatting with one of Don Orlando’s yougest daughters. April 2017. Cecilia G. Salinas photo.

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Figura 3: Marit Melhuus conversando con una de las hijas de Don Armando en una parcela de la Hacienda San Antonio. Abril 2017. Foto Cecilia G. Salinas

Figure 3: Marit Melhuus chatting with one of Don Armando’s daughters on a plot of Hacienda San Antonio. April 2017. Cecilia G. Salinas photo.

Recapitulando, como dije antes, en los ‘70s Marit se enfocó en la unidad doméstica como unidad productiva. Uno de los puntos cruciales era cómo los padres podían asegurar que los hijos varones se quedasen y trabajasen con él o para él. Marit se preguntaba cómo podrían los hijos, entonces, satisfacer sus deseos al mismo tiempo que aseguraban el futuro de sus padres y hermanos menores.

Al volver a Goya en 2017, Marit descubrió que la unidad doméstica ya no era la unidad de producción. Algunos mantenían una pequeña hectárea de tabaco para acceder a la obra social1, pero la mayoría se las rebuscaba de otras formas. Como explicó Don Oviedo:
se jueron la gente porque vio que los hijos se iban yendo. Los hijos buscaban trabajo, se iban, querían dejar el tabaco, porque el tabaco no valía. Se quedaron los viejos solos. Y cuando los hijos se ubicaron le llevaron a los padres. Cuatro sólo somos los que estamos acá [Notas de campo, San Antonio, abril 2017].

De esta manera, se puede decir que la unidad doméstica no era la unidad productiva, pero las relaciones y los afectos seguían dictando la economía y las obligaciones de los unos con los otros en la unidad doméstica y extendida. Los hijos de Armando y Orlando salieron en busca de un futuro mejor, al mismo tiempo que buscaron asegurar el de sus padres y hermanos menores.

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Figura 4: Marit Melhuus conversando con Don Ortiz en una parcela de la Hacienda San Antonio. Abril 2017. Foto Cecilia G. Salinas
Figure 4: Marit Melhuus talking with Don Ortiz on a plot of the Hacienda San Antonio. April 2017. Cecilia G. Salinas photo.

Qué está en juego para los hijos de los hijos de Armando y Orlando es la pregunta inicial de una futura investigación con la que sueña Marit. Por lo pronto, lo que sí se puede decir con cierto grado de certeza es que los mecanismos de explotación capitalista bajo los cuales prosperó la industria del tabaco han tenido efectos negativos de largo alcance. Algunos de los hijos de Orlando y Armando siguen viviendo en el campo y otros en pueblos y ciudades pero como concluyó Marit en su libro Campesinos, excedente y apropiación (1987), aunque los mecanismos de explotación cambian de carácter y de forma, no cambian los efectos: “hay una baja probabilidad de que el tabaco, a menudo llamado el cultivo de la miseria, o sus productores pierdan su arraigado status” (1987:225). Esta conclusión parece ser una observación adecuada para las condiciones de vida, por lo menos, de los hijos de Orlando y Armando que eligieron quedarse en el campo.

Notas

1. Para entender la relación de la producción del tabaco con la obra social ver Salinas (2016) capítulo 7. Aunque el caso analizado es en Misiones guarda cierta reminisencia con el caso en Corrientes.

Cecilia G. Salinas es Doctora en Antropología Social del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Oslo. Ha realizado trabajo de campo en Fray Bentos (Uruguay), Misiones y Corrientes (Argentina) y cuenta con publicaciones variadas sobre RSC y la industria de la celulosa, REDD, conservación de la naturaleza, políticas públicas, Estado y arte. Actualmente trabaja como directora de estudios en la Universidad Metropolitana de Oslo.

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