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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.14 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./July 2008

 

RESEÑAS

Espinosa Miñoso. Yuderkys. Escritos de una lesbiana oscura, Buenos Aires-Lima, En la frontera, 2007, 187 págs.

Un gran mérito de Escritos de una lesbiana oscura radica, justamente, en haber encontrado en -esta región del mundo donde las dificultades materiales para producir y dar a conocer este tipo de discursos son múltiples- su hechura en el formato libro. Publicado bajo el sello editorial En la frontera (interesante iniciativa de la feminista peruana Violeta Barrientos), este compilado de textos, presentados en conferencias, libros y revistas a lo largo de la última década, por la teórica y activista lesbo-feminista Yuderkys Espinosa Miñoso, no sólo pone sobre la mesa, en un gesto estimulante, aquellos temas que apremian al feminismo latinoamericano y caribeño actual, sino que en el mismo acto se (auto)legitima como parte del archivo lésbico y feminista de nuestros países.
     La escritura, a pesar de su heterogeneidad (que inevitablemente repercute en la solidez teórica), se desarrolla alrededor de tres ejes principales que no resultan ajenos entre sí. El primero se construye como examen de las transformaciones y reformulaciones, de las ganancias y las pérdidas, tanto de las políticas como de las bases conceptuales del movimiento feminista. El segundo se centra, en cambio, en la discusión en torno al binomio autonomía e institucionalización de la práctica feminista, y el tercero resulta una reflexión sobre las políticas de la identidad y la diversidad, la teoría queer y las críticas a la categoría mujer.
     Si bien, como resulta preciso, la producción de Espinosa se encuentra atravesada por teorías de origen extranjero, la autora no hace mera importación y traducción, sino que intenta problematizar los discursos con los que trabaja desde una praxis específica (teórica y activista) y una mirada que se declara, abiertamente, situada.
     De esto se desprende que pueda ser la pasión -resignificada como acción, como nostalgia, pero también como potencia regeneradora de la utopía feminista- la fuerza centrífuga que activa al texto, que lo une, que lo recorre. De ahí que pueda ser la pasión (o su falta) la que sostiene el nodo significante central de la obra: deben retomarse ciertos fundamentos feministas para enfrentarse a la atomización y al peligro de disolución que amenaza al movimiento.
     "¿Por qué", se pregunta Espinosa, "parecería que hoy [...] cuando hemos expandido nuestras bases, somos incapaces de acciones contundentes y articuladas? ¿Por qué si el feminismo es tan eficaz, parece haber perdido su capacidad de movilizarnos? ¿Por qué el feminismo se nos aparece vacío, deshabitado? [...] ¿Por qué las feministas hemos perdido el sentido de comunidad política?" (72).
     Y la respuesta que encuentra a estas preguntas puede ser rastreada en las diferentes caracterizaciones que la autora hace del feminismo actual: feminismo hecho consigna y feminismo sin feministas, feminismo académico, burocrático, institucionalizado. Feminismo paralizado, falto de movimiento, de potencia, de sentido y feminismo desmembrado, desarticulado, huérfano de utopías, sin capacidad de dejar huellas. Feminismo que, confrontado con el movimiento de los setenta y ochenta (forma de ser en el mundo y proyecto de vida; contracultural, transgresor y peligroso) en el que Espinosa comenzó su activismo, es leído como desapasionado.
     Buscando razones para esto, y con una mirada crítica hacia el interior del movimiento, Espinosa nota provocativamente que en un momento de auge internacional de los derechos humanos, de agendas internacionales, de feminismos de Estado y de revalorización de la "diversidad", el feminismo parece encontrarse socialmente desautorizado por lo menos por tres razones: 1) la ficción instaurada de que ya aconteció "la revolución femenina"; frente a esto, la idea de que el feminismo ya no es necesario; 2) el intento de borradura, en una especie de desmemoria colectiva, de la inscripción de origen de muchos de sus efectos y aportes a la vida cotidiana tanto como al pensamiento crítico; deslegitimación que operaría como intento de invisibilización de la producción de las mujeres; 3) frente a la difícil realidad socioeconómica actual, un retorno a la idea de que la opresión por género es de menor importancia que la opresión de clase.
     Por otro lado, sostiene que, en el intento de expandir sus bases y de establecer alianzas con otros movimientos, el movimiento feminista habría provocado su propia institucionalización y asimilación a los marcos de legalidad e inteligibilidad social (triunfo y derrota superpuestos). La desaparición del liderazgo político radical del lesbo-feminismo, la mayor pérdida exigida en el proceso, habría sido clave en la pérdida del sentido esencial del movimiento: el transformador, el contracultural.
     Como se sabe, si bien el feminismo desde sus inicios se enfrentó a la paradoja de basarse en las mismas nociones -de género y de diferencia sexual- que estaría destinado a analizar, criticar, desencializar, reconstruir y modificar, los debates de los últimos años sobre la legitimidad de establecer un sujeto "mujer" -desarrollados sobre todo en la Academia- han repercutido en las actividades y políticas actuales del movimiento feminista hasta el punto de poner en duda la necesidad de su existencia. Frente a esto, Espinosa se encuentra en una encrucijada: si por un lado, al reconocer que la diversidad en el campo de las identidades es innegable, rechaza a las políticas de la identidad no sólo por restrictivas e incluso excluyentes, sino por encontrarse en perpetuo riesgo de, en la aparente victoria, reafirmar como propio (asimilando los valores del amo) el lugar identitario en el que se ha apresado al sujeto subordinado; por otro lado, sostiene la idea de que la mirada del poder organiza -incluye y excluye, agrupa y subordina- a ciertos sujetos de acuerdo a ciertas características en común organizadas también jerárquicamente.
     Estos sujetos empíricos -en este caso las mujeres-, referentes de esa experiencia simbólica que Braidotti llama peyorativización (ser el Otro), sufren innegablemente efectos materiales de la descalificación (al punto que todo aquel que sea inferiorizado será, simultáneamente, feminizado). Reforzando esta idea, Espinosa afirma: "si el patriarcado nos ha nombrado mujeres con toda la carga de dominación que implica, no por dejar de nombrarnos rompemos la cadena de subordinación. Empezando porque dejar de nombrarnos no implica dejar de serlo" (61).
     En la misma línea de pensamiento, y en abierta discusión con las teorías de la performatividad, Espinosa remarca la imposibilidad más allá (o más acá) de la teoría, de romper con el binarismo de inteligibilidad con respecto a los géneros. Particularmente polémicas pueden resultar sus opiniones en relación a los cuerpos intervenidos: "si hay algo que nos limita, no es la naturaleza, sino nuestra capacidad de significarla y la manera en que la significación intenta volverse -en una misma y única operación- en un acto de control sobre ese cuerpo y sobre los sujetos que los habitan" (100). Bajo este punto de vista "corregir" los cuerpos, "reconstruirlos", no conllevaría una subversión, una transformación de la cultura ni de la legibilidad de las subjetividades, sino que implicaría, nuevamente, el recurrir a la tecnología y a la ciencia, como medio de poder, para "normalizar", "venciendo" a la naturaleza y, sin querer, reforzando el binomio sexo-género.
     De este modo, aparecen actualizadas aquellas preguntas que vienen preocupando al feminismo desde hace años: ¿sosteniendo denominaciones fijas, no se caería en la trampa de reforzar el sistema binario de poder (y de exclusión)?, ¿al borrar nombres, al confundir sus objetos de denominación, se borran las diferencias que las miradas inscriben sobre/ en los cuerpos?, ¿cómo se da la relación entre sexo, género y orientación sexual?, ¿la afirmación de Wittig, "las lesbianas no somos mujeres", tiene algún potencial desestructurante en las actividades cotidianas y en las acciones políticas? Las distintas formas de emplear ciertos términos, ¿qué tipos de políticas alientan y qué tipos de políticas relegan a un segundo plano o sencillamente hacen desaparecer?
     Así, siguiendo los caminos que exige la escritura, se llega a las conclusiones que Espinosa maneja desde el principio: la necesidad de mirar hacia atrás y recordar los fundamentos que movilizaron a la ilusoria comunidad histórica que constituyeron las mujeres y, simultáneamente, (re)construir su genealogía. Recién a partir de esto, es que el feminismo podría retomar su sentido de acción colectiva, construyendo una comunidad política alrededor del término mujer, pero ya no como identidad estable sino como sujeto permanente de insubordinación.

Laura A. Arnés

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