SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.34 issue2Kant y los orígenes del idealismo alemán. El pensamiento kantiano como interpretación de racionalismo y empirismo y como punto de partida del movimiento idealistaJuan Carlos Torchia Estrada (1927-2016) author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.34 no.2 Mendoza Dec. 2017  Epub May 17, 2021

 

Reseña

Acha, Omar. Crónica sentimental de la Argentina peronista: sexo, inconsciente e ideología, 1945-1955. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros, 2013, 410 p.

Julieta Kordys1 

1Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. julieta.kordys@gmail.com

Acha, Omar. Crónica sentimental de la Argentina peronista: sexo, inconsciente e ideología, 1945-1955. ., Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros, 2013. 410 p.p.

El enigma del peronismo, desde su conformación hasta la actualidad, ha atravesado como acontecimiento históricamente significativo el pensamiento y la escritura en la Argentina. El mismo ha sido abordado por peronistas y antiperonistas, ya sea desde la literatura, la historiografía, las ciencias sociales y la filosofía. Luego de tres cuartos de siglo de ser pensado y revisitado, pareciera difícil aportar novedades sobre el asunto. No obstante el pasado no es un ente que está ahí, quieto y ya sucedido, como una esencia; el pasado es una construcción de y desde el presente, que siempre permite (incluso se podría pensar que exige) una nueva mirada. La perspectiva que otorga la existencia concreta en un presente histórico hace que las miradas sobre el pasado sean siempre susceptibles de ser actualizadas.

La pregunta por el “es” del peronismo, resulta de antemano una pregunta mal planteada, nos dice Omar Acha en la introducción al texto. Un rasgo decisivo del peronismo, sostiene, es el de ser una realidad histórica mutante, que emerge en los plegamientos de un tiempo histórico que es siempre plural. Pero, a la vez, en su multiplicidad irreductible a un “es”, también configura una matriz simbólica que a través de sus representaciones perdura en el tiempo, aunque sea imposible de enunciar definitivamente. La pluralidad, la diversidad, la proliferación, serán puestas de relieve constantemente a lo largo del texto, sin caer por ello en una sucesión inconexa de argumentos, hechos y respuestas. Se pregunta por una identidad y en ese sentido hay permanencias, aunque no sin experimentar mutaciones, ya que nunca esa identidad es unívoca.

Ahora bien, ¿por qué realizar una “crónica sentimental” del peronismo? ¿Qué nuevo modo de mirar permite dicho formato? La crónica, según el autor, permite articular las contingencias y las singularidades en un sistema, nunca acabado ni cerrado, pero al que sí es posible otorgarle un sentido. La crónica, así, renunciaría al deseo imposible de contarlo todo y, en ese sentido, se aproxima a la narración de historias mínimas. De este modo, el recorrido por el decenio peronista se va haciendo en escenas, en cortes, poniendo el foco en nudos significativos. Acha quiere que las imágenes que ha elegido le permitan captar lo fundamental del enigma a dilucidar, pero sin constituir una totalidad cerrada. Eso no es posible desde un relato lineal, unidireccional, en tanto este se elabora a partir de una sola perspectiva. Por lo tanto, resulta necesario habilitar una plurivocidad en el texto.

En tal sentido, la diversidad a la que habilita la crónica no opera como un modo de abarcarlo todo, evitando así que haya fragmentos que queden por fuera de un relato lineal. En un relato que se pretende total siempre se presentan cortes que interrumpen la coherencia pretendida, que son rupturas de la línea, de la totalidad. No obstante, el antídoto no es mirar lo no mirado para agregar algo novedoso a la sumatoria de aspectos que dan cuenta de una identidad. Lo que permite la crónica es una elección arbitraria de momentos, de escenas a analizar, ya que lo que se requiere es poder contar con aspectos significativos, con escenas que puedan captar lo fundamental de una imagen sin cerrarla.

La crónica es sentimental: una de las preguntas fundamentales a responder es la pregunta por el origen del sentimiento peronista. Sobre la convicción acerca de que en los años de las primeras presidencias de Perón se configuró una grafía de subjetivación que ha perdurado en el tiempo, a pesar de las mutaciones, el autor intentará elucidar cuáles fueron los modos en que se fue configurando lo que se comprende como el proceso de subjetivación peronista en la clase trabajadora argentina. En este sentido, se pregunta cómo fue que el peronismo se constituyó en ideología, en sentimiento ideológico, en tanto reordenó la experiencia de la clase obrera otorgándole una coherencia concreta, lo cual implicó una ruptura con la anterior y constituyó una fórmula reiterable y reconocible en el tiempo. Lo ideológico se sostiene sobre un fondo afectivo que no puede ser dejado de lado: la indagación debe articularse sobre la sexualidad, el erotismo y el deseo, en el entronque con la identidad política. Perón y el-Estado-de-Perón como su otro cuerpo con el cual identificarse.

El criterio para la elección de ciertas imágenes que predominan tiene que ver, fundamentalmente, con los pliegues de la sexualidad. En la medida que el peronismo es un “sentimiento ideológico”, es necesario pensarlo en los vínculos productivos entre erotismo y política, que dan lugar a un singular ensamble de política, sexualidad y afecto. Maternidad, matrimonio, divorcio, prostitución, homosexualidad y homoerotismo masculinos, son algunos de los temas por los que transita el recorrido de este texto, siempre mostrando que hay una distancia entre discursos y prácticas, entre representaciones y experiencias concretas. Al poner el foco en el deseo, es posible mostrar que no hay una relación de causa-consecuencia, sino que la cotidianeidad de la clase obrera argentina en lo referente a la sexualidad -aunque por momentos excediéndola- tenía prácticas mucho más diversas y complejas de lo que fue y es posible ordenar.

Ni el Estado, ni la Iglesia, ni las élites de la sociedad argentina pudieron imprimirles un orden a las experiencias sexuales de la clase obrera, que si bien no permanecía indiferente ante tales injerencias, elaboraba de modos diversos y singulares sus respuestas. Al no ser posible un análisis causal de la relación entre las instituciones y la sexualidad popular, es necesario mostrar el sentido y las configuraciones singulares de una sociedad y de una clase obrera que estaba mutando, no solo pero sí principalmente, por su relación con el peronismo. La crónica tiende a reflejar, en una de sus facetas, la proliferación de respuestas ante las problemáticas sexuales que vivía la clase obrera -por ejemplo, la maternidad en soltería o la visibilidad de la homosexualidad masculina-, a la vez que intenta dar cuenta de las mutaciones específicas que se estaban gestando a la sombra del Estado peronista.

La diversidad que se intenta presentar también se expresa en la pluralidad de fuentes documentales que son utilizadas. Acha combina un riguroso trabajo de archivo con el análisis cinematográfico, produciendo un abordaje original de la subjetividad popular. Actas matrimoniales, datos censales y archivos policiales y psiquiátricos son entremezclados con el análisis de cuentos, canciones populares, revistas y films considerados “populares” o de gran circulación. Cobra una gran relevancia la documentación epistolar, sobre todo las cartas que son enviadas a la presidencia con motivo del segundo Plan Quinquenal. La importancia dada a lo epistolar permite visibilizar las representaciones de la clase obrera sobre el peronismo en primera persona. De este modo, se trata de mostrar cómo se iba conformando y consolidando el amor por Perón y por Eva, cómo el Estado se va confundiendo con la persona de Perón y su función de Presidente; esto es algo que se visibiliza claramente a través de ese tipo de documentación. Por otro lado, la interpretación de artefactos de la cultura popular de gran circulación permite considerar las representaciones con las que podía identificarse la clase obrera. Asimismo, el análisis de datos censales y archivos institucionales operan como fuentes objetivas, otorgando rigurosidad.

La crónica comienza por las mujeres y por los comienzos del decenio peronista. La diferencia sexual le permite comprender aspectos fundamentales de la experiencia y de la subjetividad de la clase obrera. Se analizan las mujeres migrantes y sus modos de socialización e integración a la sociedad porteña, las representaciones de la maternidad y las vinculaciones entre trabajo doméstico, delito, maternidad y prostitución como experiencia de clase. Esto permite captar aspectos fundamentales de la subjetividad de las mujeres de la clase obrera, a la vez que pone en cuestión la representación de las “mujeres peronistas” como complementos del “obrero peronista”, quien es imaginado como protagonista principal -en tanto constituye la base social- del fenómeno estudiado. Las mujeres no solo constituían numéricamente un sector fundamental de las bases del peronismo como movimiento (en la medida en que en el decenio estudiado hubo una aparición masiva de mujeres en el ámbito urbano), sino que también fueron objetos del discurso y de las políticas del peronismo, que prometió una reparación simbólica y social de las mujeres, claro está, no exento de vigorosas contradicciones.

Tal es así que “las sirvientas” son uno de los principales sujetos a estudiar: ellas condensaron las violencias de la explotación -en tanto que estuvieron notablemente menos protegidas, no solo por la legislación, sino por la falta de solidaridad de los varones de su propia clase social- y de los infortunios amorosos que implicaban abandonos y la consecuente maternidad en soltería. La migración y sus dificultades también era un componente central para este sujeto social. Acha va mostrando las mutaciones que se iban dando en el sector: por un lado, la mentada “modernización” implicó la aparición de electrodomésticos que facilitaron ciertas tareas del hogar, así como el crecimiento de la clase media que podía contratar esporádicamente empleadas domésticas, lo cual, entre otros factores, fueron desplazando el trabajo “cama adentro” por el trabajo “por horas”. Esto último era lo que permitía una mayor movilidad de las trabajadoras. Por otro lado, se observan las significativas modificaciones en la moral sexual que iba imprimiendo el peronismo, para el que las madres solteras y sus hijos e hijas “naturales” dejaron de ser condenadas/os socialmente para pasar a ser sujetos que el Estado tenía la obligación de proteger. Si bien se señala que las representaciones que circulaban sobre las mujeres que eran madres solteras y trabajadoras era victimizante, lo que se enfatiza es que las respuestas que se iban elaborando no eran únicamente las de la víctima impotente. No estuvo ausente la venganza de clase y las insubordinaciones ante los intentos de normalización del deseo y la sexualidad de las empleadas domésticas, aunque por supuesto que no fue la única respuesta. Sí queda clara la poca efectividad que tuvieron en la época los intentos de consolidación de la familia nuclear, ya que persistía un complejo desorden familiar popular, más visible en las prácticas que en los discursos circulantes.

En estos primeros capítulos centrados en las mujeres, el autor deja planteada una cuestión que será crucial para el desarrollo de los capítulos que siguen: el desplazamiento del padre como elemento central de la configuración de las subjetividades y su reemplazo por Perón y el Estado-de-Perón. El texto, en lo que podríamos pensar como una segunda parte, pasa a ocuparse ahora de los varones -desde el homoerotismo como fundamento de la identificación con Perón hasta los avatares de homosexuales varones y patotas de “amorales”- y de los últimos años del decenio peronista. El libro se cierra con un análisis sobre las leyes de divorcio, filiación y profilaxis social que estuvieron en el centro de la conflictiva escena con que se clausuró el período.

El familiarismo presente en los discursos tuvo poca efectividad en la conformación de las familias de la clase obrera, y se muestra que en la práctica esto era mucho más complejo, aunque sirvió de apoyo fundamental para que el lenguaje que se utilizó durante el primer peronismo fuese efectivo y funcional. En efecto, el peronismo utilizó constantes referencias familiaristas y afectivas que al empalmarlas con la política configuraron una reeducación de las emociones que habilitaron el reconocimiento de Perón como líder y la legitimación popular del Estado. Aquí se enfatizan las herramientas provenientes del psicoanálisis, sobre todo del freudiano, a la vez que se toman los aportes a la teoría del don interpretada por Godelier. La figura de Eva Duarte es dejada de lado en pos de un análisis del Estado-de-Perón como el doble cuerpo del General.

Lo que se sostiene es que esta identificación entre Estado y Perón estaba atravesada por el deseo y por el goce, y generaba una ilusión de un vínculo personal -es decir, sin mediaciones institucionales- con el Presidente, cuyo cuerpo se tornaba fundamental para la continuidad del Estado que encarnaba. En consecuencias, había “un individuo hecho Estado y un Estado antropomorfizado” que detentaba una gran eficacia subjetiva, lo cual es analizado por Acha en las cartas que son enviadas a la presidencia con motivo del Segundo Plan Quinquenal. Este tipo de vínculo identificatorio con lo político y con lo estatal hacía posible la “servidumbre voluntaria” que caracterizó al primer peronismo.

La gran cantidad de cartas enviadas a la Presidencia permiten dar cuenta de algunas transformaciones que se estaban operando en la subjetividad de la clase trabajadora. De hecho, una de las tesis del texto es que la novedad del peronismo ocurrió decisivamente en el plano simbólico-inconsciente. El deseo amalgamó, pero también borró los bordes, entre Perón, la Presidencia y sus funciones (entre las cuales la función paterna era central), lo estatal, lo político, lo privado y personal; y en esa amalgama se fue configurando una nueva ideología, un “sentimiento peronista” que nada tenía de homogéneo ni de lineal. A través del rastreo de estas cartas se deja claro que así como había lealtad a Perón, en función del borramiento de límites, había también un derecho a exigirle -en nombre del pueblo peronista, o de los sectores sociales privilegiados- lo que se considerase necesario.

En su recorrido, al poner de relieve lo plural y lo complejo de la experiencia obrera, Acha entabla una discusión explícita con algunas historiografías, en la medida en que operan con ideas esencialistas acerca de los sujetos, ya que, justamente por ser históricos, se entiende que devienen. En todos los sujetos sociales que son analizados la diversidad de respuestas y de elaboraciones subjetivas rompen con lo monolítico de pensar a la clase obrera, a las mujeres o al pueblo peronista como entidades homogéneas, sin fisuras. La sexualidad y el género también se abren a lo múltiple, dando cuenta de que sus pliegues son imposibles de alisar. La historia del primer peronismo, en su crónica, es quizás pensada como una historia de amor, a través de escenas que van mostrando cómo las realidades históricas mutan en la medida en que son interpeladas y atravesadas por los afectos que, como el agua, encuentran siempre la manera de filtrarse.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons