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vol.34 issue2Acha, Omar. Crónica sentimental de la Argentina peronista: sexo, inconsciente e ideología, 1945-1955. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros, 2013, 410 p.María Elena Rodríguez Ozán de Zea. Entre la Argentina y México author indexsubject indexarticles search
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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.34 no.2 Mendoza Dec. 2017  Epub May 17, 2021

 

In memoriam

Juan Carlos Torchia Estrada (1927-2016)

Clara Alicia Jalif de Bertranou1 

1Profesora Consulta, Universidad Nacional de Cuyo / CONICET. cajalif@gmail.com

Investigador y escritor, Juan Carlos Torchia Estrada nació en Villa Devoto, suburbio de la Ciudad de Buenos Aires, el 1 de enero de 1927. Realizó allí sus primeros estudios. De la Biblioteca Pública siempre recordó que fue lugar para frecuentar libros en su temprana juventud. En esos años se produjo su encuentro con Francisco Romero a través del Colegio Libre de Estudios Superiores y la Cátedra “Alejandro Korn”. De este modo, su formación se produjo a partir de las clases impartidas en dicha institu ción, pero también en forma autodidacta a través de lecturas personales. Fruto de esos hechos, escribió por encargo de Romero, La filosofía del siglo XX (Buenos Aires: Atlántida, 1955), libro en el cual dio una visión general de la filosofía europea y norteamericana, con un capítulo sobre la filosofía en América.

Hacia 1957 viajó a Washington D. C. para trabajar temporari amente en la Unión Panamericana, luego Organización de Estados Ameri canos (OEA). El vínculo laboral con el tiempo se tornó permanente, donde se desempeñó en el área de Cultura, hasta alcanzar los más altos cargos, pues fue Director del Programa de Becas, Director de Cultura, y Secretario Ejecutivo para la Educación, la Ciencia y la Cultura; actividades llevadas a cabo con instituciones y gobiernos de América Latina y el Caribe. Dirigió la Revista Interamericana de Bibliografía, en la cual colaboró con diversas notas y comentarios de libros. Asimismo fue responsable de las ediciones culturales de la Organización. Impulsó la creación del Premio Interamericano de Cultura “Gabriela Mistral”, destinado a instituciones, intelectuales artistas destacados. Durante su gestión lo recibieron, entre otros, Ernesto Sábato (1984); Leopoldo Zea (1987); Arturo Ardao (1990); Olga Orozco, Francisco Miró Quesada y Gregorio Weinberg (compartido, en 1994), y el magnífico Museo del Barro, de Paraguay.

Sus primeras contribuciones escritas fueron en la revista Cursos y Conferencias y en ella estuvo a cargo de la organización de un número especial sobre la filosofía latinoamericana contemporánea (1956), pero ya se había abierto también a otras revistas. Sin embargo, el hecho más significativo fue que después de las reconocidas obras de interpretación de las ideas argentinas de José Ingenieros y Alejandro Korn, Torchia Estrada escribió el primer estudio referido rigurosamente a La filosofía en la Argentina (Washington: Unión Panamericana, 1961), ampliamente mencionado. Su intención no fue hacer una historia de las ideas, sino de “las manifestaciones filosóficas en sentido estricto”, como lo explicó en el Prólogo.

A pesar de las muchas obligaciones laborales en la OEA, buscó siempre momentos para dedicarlos a leer y elaborar esquemas de posibles investigaciones, que guardaba en carpetas. Nunca tuvo apuro por publicar hasta no revisar la bibliografía apropiada, disponible en un universo tan rico de libros como es la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. Y en la misma Biblioteca participó en calidad de Contributing Editor de la bibliografía comentada del Handbook of Latin American Studies que edita la División Hispánica desde 1940. En su caso estuvo a cargo de la sección de Filosofía e Historia de las Ideas que informa sobre el pensamiento latinoamericano. Un vínculo que inició en 1960 y mantuvo sin renunciamientos durante décadas a pesar de que le consumía muchas y valiosas horas. Sobre el placer de la lectura, en ese caso lo guiaba el alto sentido de una misión de servicio a la comunidad del conocimiento sobre nuestra América. Por estas razones fue nombrado consultor de la División Hispánica.

A su pluma se debe el libro Alejandro Korn, profesión y vocación (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1986), en el que cubrió distintas facetas de este ilustre educador. Por Korn tuvo admiración dado que lo consideraba un modelo honesto y sincero de intelectual, de tal manera que estudió su primera etapa de ejercicio de la psiquiatría, es decir, su profesión, y luego la dedicación a la filosofía como su firme vocación.

Pese a la insistencia de algunos amigos, nunca quiso reeditar el libro de juventud sobre la filosofía argentina porque consideraba que ya había un camino transitado por especialistas que arrojaba nuevas luces sobre el tema y las exigencias eran otras. Fue así que se propuso un plan que abarcaría a la filosofía hecha en nuestra América, comenzando por la época colonial para avanzar hacia las manifestaciones más contemporáneas. Ese plan lo cumplió parcialmente porque le demandaba extensas e intensas consultas, sin embargo dio a conocer artículos sobre filosofía novohispana, en particular sobre la enseñanza de la filosofía en el siglo XVI y XVII y sobre autores como Fray Alonso de la Veracruz, An tonio Rubio, Fray Tomás de Mercado, pero también sobre José de la Luz y Caballero, Baltasar Maziel, y el Dean Funes. El libro Filosofía y coloni zación en Hispanoamérica (México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, 2009) recogió algunos de los trabajos mencionados referidos a México y Perú, recorriendo, además, el extenso camino de la adhesión y el rechazo a la escolástica hasta el siglo XX.

Sintió especial aprecio por la figura y el pensamiento de Arturo Ardao. Invitado a realizar un análisis consagrado al insigne uruguayo, trató en una síntesis importante sus facetas americanistas, que el propio Ardao repasó y aceptó con beneplácito (en Clara Alicia Jalif de Bertranou, comp., Semillas en el tiempo. El latinoamericanismo filosófico contemporáneo. Mendoza: EDIUNC, 2001).

Fue discípulo muy cercano de Francisco Romero, por lo que la Sra. Ana Luisa Fuchs lo hizo depositario de los papeles personales de su esposo. Por ello se ocupó en reiteradas oportunidades de estudiar su pensamiento e, igualmente, de dar a conocer inéditos. El más destacado de estos últimos, con un completo estudio preliminar de más de cien páginas, es La estructura de la historia de la filosofía y otros ensayos (Buenos Aires: Losada, 1967), donde abordó temas como “La historia de la filosofía en la vocación filosófica de Romero”; “La formación de la historiografía filosófica”; “La naturaleza de la historia de la filosofía” y “Epílogo no académico”. En el último apartado expresó sus respetuosos sentimientos hacia el maestro, como es sugerido en el título.

Asimismo realizó una antología de escritos con prólogo, bib liografía y notas en la Colección Identidad Nacional, dedicada a los cien autores más representativos de los siglos XIX y XX: Francisco Romero, Selección de escritos (Buenos Aires: Secretaría de Cultura de la Nación, 1994). Pero también a su entusiasta y tenaz colaboración se debe la reciente publicación de las cartas del filósofo, que conservó en su casa de Maryland: Epistolario (Buenos Aires: Corregidor, 2017). Ese Epistolario es revelador no solamente de lo que pensaban Romero y sus corresponsales, sino de muchos otros aspectos que hicieron a la vida filosófica, política y cultural de la Argentina y otros países. Resulta una ayuda inevitable para conocer la constitución del campo disciplinar en la primera mitad del siglo XX y los cambios que experimentó en pocos años, cualquiera sea el juicio que tengamos sobre la calidad de ese campo.

Prefería una existencia austera y recoleta. Le gustaba escribir, llenar papeles borradores con sus pensamientos. Solía decir que era lo que lo hacía más feliz, pero lo que alcanzamos a ver fuera de la intimidad de su hogar, son escritos ensayísticos referidos a temas específicos, que llegan al centenar. En ese sentido, quizá el más destacado en los últimos años sea “Entre los pliegues del universo: la condición humana en la Teoría del hombre de Francisco Romero” (en Liliana Weinberg, coord., Estrategias del pensar: ensayo y prosa de ideas en América Latina, siglo XX. México: UNAM-CIALC, 2010).

Integró el Consejo Editorial de Cuyo. Anuario de Filosofía Argen tina y Americana, y lo hizo con el desinterés que le caracterizó, evalu ando no solamente artículos, sino incluso colaborando con el cuidado estilístico o sugiriendo posibles rumbos de la revista, además de publicar en nuestras páginas varias de sus investigaciones. Por otro lado, fue asimismo fuente de consulta de estudiosos que le requerían su sincera y leal opinión, como también revisor de escritos de ellos. Todo efectuado con el mismo desprendimiento.

Por sus méritos, fue miembro correspondiente de la Academia Brasileira de Filosofía, de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Igualmente del Centro Cultural Alberto Rougès.

Poseía una excelente memoria. Gustaba recordar letras musicales y estrofas destacadas, a veces aplicándoles su propia mano. Así por ejemplo en una pequeña nota manuscrita, a modo de currículum vitae, decía de sí mismo: “Cuando le preguntan quién es, responde: «Yo soy aquel que ayer nomás decía / El verso azul y la canción profana, / En cuya noche un ruiseñor había / Que era alondra de luz por la mañana»”; inolvidables palabras de Rubén Darío en Cantos de vida y esperanza. Y de su admirado Borges guardó en la misma nota, al finalizar, versos dedicados a Spinoza, que metamorfoseó a su modo: «No lo turba la fama, ese reflejo / De sueños en el sueño de otro espejo / Ni el temeroso amor de las doncellas. / Libre de la metáfora y del mito, / Comprende al fin que le importa poco / Ser visto como barro o como estrella».

Juan Carlos Torchia Estrada falleció inesperadamente el 12 de diciembre de 2016 en un acto de ayuda. Su espíritu solidario le acompañó hasta el final de una vida que lo tuvo como hombre íntegro y generoso. Siempre atesoraba infinidad de proyectos intelectuales, aunque sabía que no lograría concretarlos sino en pequeña medida, -inclusive se burlaba de sí mismo por esa obstinación. Mente bullente y perspicaz en el diálogo personal, se expresaba con humildad en la vida social y en la letra escrita, por eso sería difícil advertir la real dimensión de su personalidad. Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo o de consultarlo, podrían continuar estas palabras sobre un notable ser humano que tuvo a la filosofía como vocación. Una vocación que lo sitúa en la línea comenzada por Korn y continuada por Romero, más allá de los distintos azares y resultados. Cuyo le rinde homenaje de reconocimiento.

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