SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.23 issue1La educación durante el conflicto por el Beagle: de los documentos secretos de acción psicológica a las aulas santafesinas (1977-1982)La última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983) como régimen visual: visualidades en disputa al interior del Colegio Nacional de Buenos Aires en la Guerra de Malvinas author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Historia de la educación - anuario

On-line version ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.23 no.1 Ciudad autonoma de Buenos Aires. June 2022

 

Dossier

Malvinas como relato de corte generacional. La reconstrucción de redes de socialización, gremialismo y confianza en el Colegio Nacional de Buenos Aires

Alicia Méndez1 

1 Docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Investigadora en el Instituto de Desarrollo Económico y Social. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Su formación de base es en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Cuenta, a su vez, con una maestría en Comunicación por la misma casa de estudios. Fue becaria de maestría y doctorado por la Universidad de Buenos Aires y de post doctorado por el Ministerio de Educación de la República Argentina y el Ministerio de Asuntos Exteriores y Desarrollo Internacional de la República Francesa. Contacto: [aliciamzv@yahoo.com].

Resumen

n este artículo me concentro en el modo en que egresados del «Colegio de Malvinas» -un colectivo en principio resistente a cualquier tipo de consenso y quizás más heterogéneo que en otros momentos de la institución (en cuanto al origen familiar, en particular, la posición político ideológica y la profesión de los padres)- lograron construir ciertos tipos de acuerdos. En primera instancia, un acuerdo respecto del lugar adjudicado al acontecimiento bélico y sus productos en su historia escolar: «una divisoria de aguas entre dos tiempos». En segunda instancia, un acuerdo a propósito del modo en que esos exalumnos crearon o activaron los recursos que les permitieron reconstruir redes de socialización, de gremialismo y de confianza que habían sido muy fuertes hasta el año 1974 y que fueron desarticuladas por la dictadura militar; una experiencia que les enseñó tempranamente, y de por vida, a lidiar con la complejidad de la vida social y la historia nacional.

Palabras clave: Colegio Nacional de Buenos Aires; reconstrucción de redes; Malvinas

Abstract

In this article I focus on the way in which graduates of the «Colegio de Malvinas», a group in principie resistant to any type of consensus and perhaps more heterogeneous than at other times of the institution -in terms of family origin, in particular, the ideologicalpoliticalposition and the parents'profession-managed to build certain types of agreement. In the firstplace, an agreement regarding the place assigned to the war event and its products in their school history: ««a watershed between two times». Secondly, an agreement regarding the way in which these former students created or activated the resources that allowed them to rebuild networks of socialization, unionism and trust that had been very strong until 1974 and were dismantled by the military dictatorship; an experience that taught them early and for life to deal with the complexity of social life and national history.

Keywords: Colegio Nacional de Buenos Aires; networks reconstruction; Malvinas

Resumo

Neste artigo, foco no modo como os egressos do Colégio de Malvinas, grupo em princípio resistente a qualquer tipo de consenso e talvez mais heterogéneo do que em outros momentos da instituido -em termos de origem familiar, em particular, a posido política ideológica e a profissao dos pais- conseguiram construir certos tipos de acordo. Em primeiro lugar, um acordo sobre o lugar atribuido ao evento bélico e seus produtos em sua história escolar: «um divisor de águas entre dois tempos». Em segundo lugar, um acordo sobre a forma como esses ex-alunos criaram ou acionaram os recursos que lhes permitiram reconstruir redes de socializado, sindicalismo e confianza que eram muito fortes até 1974 e foram desmanteladas pela ditadura militar; uma experiéncia que os ensinou desde cedo e para a vida a lidar com a complexidade da vida social e da história nacional.

Palavras chave: Colegio Nacional de Buenos Aires; reconstruido de rede; Malvinas

Introducción

«Malvinas» o «la Guerra de Malvinas» fue el conflicto armado entre la Argentina y Gran Bretaña por los archipiélagos sudatlánticos ocurrido entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, en el que la Argentina ocupó, con fines de recuperación, estos territorios invadidos. El consiguiente descrédito político y militar de las FF. AA. ante el mundo y la sociedad precipitó el retiro del régimen militar y el llamado a elecciones para octubre del año siguiente, 1983 (Guber, 2004). Hay cierto consenso entre los especialistas de que ese hecho histórico fue, si no la única, una de las muy pocas coyunturas de la historia moderna que dio lugar a «[...] un amplio consenso cívico-militar basado en la pertenencia nacional» (Guber, 2004: 13); o bien, «[...] un modo particular de concebir la nación que tiene por valores centrales una supuesta o deseada unidad cultural y espiritual del pueblo» (Palermo, 2007: 18).

Con los años, perviven, con sus adaptaciones, distintas posturas respecto del conflicto. una sostiene que Malvinas fue un recurso de la dictadura para perpetuarse en el poder, una «guerra absurda» y los soldados fueron meras víctimas sin capacidad de agencia alguna (Lorenz, 2012). Esta interpretación devino la versión oficial de la arena pública (Guber, 2021). Otra interpretación, compartida por buena parte de los centros de veteranos de guerra, las Fuerzas Armadas y familiares de los caídos, reivindica Malvinas como una gesta que comenzó con un reclamo de soberanía en 1833 (Guber, 2021; Palermo, 2007). Una última lectura del conflicto, que no es antibélica pero tampoco se pliega al punto de vista de las FF. AA., es la asumida mayormente por los protagonistas de la contienda y valorada por los especialistas que se interesaron en ese conocimiento de primera mano. Al incorporar los matices que vienen de la experiencia directa, trasciende las antedichas posiciones dilemáticas.

Quienes vivieron esa «invasión» o «recuperación»1siendo alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA), una institución centenaria, fundada en 1863 y anexada a la Universidad de Buenos Aires en 1919, en cuya socialización «había toda una invitación al compromiso» [político] , resultaron ser un conjunto siempre resistente a cualquier forma de consenso, salvo honrosas excepciones. Ese carácter polifónico parece no haber ido en desmedro de un acentuado espíritu de cuerpo, puesto de manifiesto -en una porción del estudiantado- en una notoria capacidad de autonomía respecto de las autoridades o docentes y, en ese tiempo en que la dictadura militar se mantuvo en el poder (1976-1983), incluso, en cierta medida, respecto también de las propias familias (en lo que respecta a decisiones y prácticas políticas). Esa característica -compartida con los alumnos de otros colegios públicos- es sin embargo particular de esos egresados del Nacional Buenos Aires si se toma en cuenta que se trataba de personas menores de dieciocho años que eran interpeladas como adultos y sometidos a un régimen disciplinar sobre los cuerpos (formación, silencio, «plantones», cuidado corporal y del uniforme, etc.) sumamente estricto, llevado a cabo especialmente por los prefectos y subprefectos.

Si bien esa institución que se constituyó como un referente paradigmático en el proceso de formación académica y política de jóvenes en la Argentina resulta para sus egresados y alumnos un poderoso signo identitario, no lo es menos el momento de cursada. Dadas las enormes diferencias existentes entre las diversas épocas de lo que algunos llaman «El Colegio», habida cuenta que los egresados tienen sus propias teorías para distinguir al colegio que ellos transitaron del resto, es posible hablar de distintos «colegios» (Méndez, 2013). Aquí me ocuparé del «de Malvinas» y el «post Malvinas». Ni en estos dos últimos, ni en los otros, es posible encontrar un egresado genérico, pero sí algunos acuerdos entre los estudiantes, en momentos en que las autoridades se constituyeron como una amenaza para el «legado», siempre incierto, de la institución. También apareció un modo llamativamente frecuente de recordar hechos que impactaron a la vez en la vida nacional, institucional y personal: bajo la forma de una periodización. Ese no es necesariamente el modo en que otras personas comparables en términos de formación y ocupación -me refiero incluso a historiadores- recuerdan, justamente, «Malvinas» . Quizás eso sea así porque aquellos se educaron en un colegio público que, como escribió el historiador y exalumno Tulio Halperin Donghi ya en la década de 1940, estaba en vísperas de transformarse en uno de los principales teatros de la batalla por el alma nacional (Halperin Donghi, 2008: 123); un colegio que debe su carácter de elite en buena medida a la centralidad que alcanzaron muchos de sus egresados y egresadas en la historia de la alta política, la academia, el mundo literario y la militancia nacional, entre otros ámbitos.

En ese sentido, el objetivo de este artículo es el de reconstruir esa periodización en la que el evento «Malvinas» fue vivido por los entonces alumnos como un acontecimiento clave: «un relato de corte generacional», «el momento en que se prendieron las luces», «una divisoria de aguas», «una bisagra» entre dos tiempos. si bien me centraré en el momento de cambio entre la vida de un colegio intervenido por la autoridad militar y el posterior a la derrota de las FF. AA. en el Atlántico Sur -y la consecuente «democratización por colapso», como la definiera Guillermo O’Donnell (1989)-, iré hacia atrás, siguiendo esa periodización de los propios entrevistados para establecer líneas de continuidad y de ruptura entre los distintos «colegios». La idea es comprender de dónde provenían y cómo se construyeron los recursos que se activaron o se crearon en ese «colegio de Malvinas». Esto implica pensar a la vez en términos de transmisión escolar y de la construcción de una subespecie de capital que no necesariamente se dio a partir de la «imperceptible familiarización en el seno mismo de la familia» (Bourdieu, 2013: 40), sino en la escuela.

El colegio como espacio de socialización política

En los tiempos del conflicto bélico en torno a Malvinas, una parte de los estudiantes ya venía realizando algún tipo de actividad colectiva organizada y clandestina desde fines de 1976. con autoridades y una mayoría de docentes que desalentaban la discusión sobre la vida escolar -apenas un puñado de docentes resistieron las directivas de las nuevas autoridades orientadas a incluir en sus clases argumentos a favor del Ejército-, y proscriptos los partidos políticos que supieron funcionar como espacios de socialización política y, en algunos casos, de apoyo externo, las actividades colectivas comenzaron como una forma de sobrellevar las duras condiciones en esa institución intervenida por la autoridad militar. A su vez, los padres y las madres, que a principios de «los setenta» habían tenido una participación protagónica en tanto interlocutores ante las autoridades del colegio y la universidad o yendo a buscar a sus hijos militantes a las comisarías, e incluso haciendo presentaciones ante la justicia , vieron a la agrupación que los nucleaba -la Asociación de Padres- declarada ilegal ya a partir de octubre de 1974 . Muchos de esos padres y madres que tanta presencia habían tenido en el colegio eran o bien militantes o bien apoyaban alguna fuerza política de izquierda.

En cambio, muchas familias de quienes ingresaron al CNBA en dictadura eran «padres profesionales con inquietud política que se las transmitían a sus hijos involuntariamente» . Por lo que consta en los testimonios y en las crónicas publicadas en la revista estudiantil Aristócratas del Saber, iban acaso en forma individual a presentarle alguna queja al rector, con resultados muy frecuentemente negativos. Sabían que era muy peligroso participar y eso se lo hicieron saber a sus hijos: «no hables boludeces, que no vean los libros que tenemos» eran las recomendaciones más mentadas. Por su parte, algunos padres eran ellos mismos miembros de las fuerzas de seguridad, por lo que pudo darse la situación de que hijos de represores convivieran con los de personas desparecidas por fuerzas paraestatales.

¿cómo se fue rearmando, en este contexto, la red que posibilitó el resurgimiento de «la politización indetenible» post Malvinas? Según los testimonios, la socialización política se daría, para la mayoría, bajo la forma de una trasmisión de una promoción a otra: quienes habían egresado en 1977, que habían llegado a vivir las postrimerías de un colegio «que estaba incendiado desde 1966» , le «pasaron la posta» a quienes continuaban en la institución. Y quienes egresaron en el 82 supieron adoptar políticamente a los que recién entraban. Uno de los vectores que ligaron entre sí a las distintas promociones fue la admiración por compañeros de promociones anteriores, tanto de personas a las que no conocieron personalmente (como en el caso de una fracción de la militancia juvenil peronista, respecto de la militancia de «los setenta»), como a quienes sí trataron en los claustros del Colegio. Estos compañeros más grandes les enseñaron a llevar adelante «expresiones organizadas y colectivas»10, formas de cuidarse entre sí, modos de discutir ideas, textos y formas de intervención, maneras de posicionarse frente a las distintas situaciones de la sociabilidad escolar. Así fue como les presentaron, involuntariamente, modelos de trayectorias políticas y profesionales.

En un principio se llevó adelante «una actividad mínima». Por un lado, la producción y circulación de dos publicaciones: La voz de la Popu y luego Aristócratas del Saber (ADS). Más tarde aún -en ADS se empieza a hablar del tema en 1981, aunque se dieron las condiciones para su concreción un año más tarde- tuvo lugar el reinicio de la actividad del centro de estudiantes.

Un colectivo de alumnos que estaban solos frente a la institución

Alejandro Raúl Ferrari fue el fundador de La voz de la Popu en septiembre u octubre de 1976. Me dijo que tenía que «hacer un poco de recorrido» antes de contarme sobre esa revista: periodizar. Antes del golpe del 24 de marzo de 1976 «el Nacional Buenos Aires tenía una actividad política intensísima, de militancia, de todo tipo. El Partido Comunista, el trotskismo, la Juventud Guevarista, Montoneros».

Quienes como él pasaron por el colegio entre 1972 y 1977, entraron con la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse y egresaron con la de Jorge Rafael Videla. Esa promoción vivió «la primavera camporista» que incluyó «la época dorada de Aragón» ; «la intervención de Ottalagano» ; y el rectorado de Eduardo A. R. Maniglia («la Bestia») .

El centro de estudiantes había actuado de forma clandestina hasta que fue reconocido por el rector Aragón. Durante su rectorado los militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la Tendencia Estudiantil Socialista Revolucionaria (TERS) realizaron una extensa toma durante la cual tuvo lugar el velatorio, en el claustro central del Colegio, de Eduardo «Roña» Bekerman, asesinado por la Triple A en un baldío de Quilmes el 22 de agosto de 1974. El final de la toma, ocurrido días más tarde por la irrupción de la policía federal en una asamblea en donde, como afirmó la exalumna Analía Reale, «estábamos todos»1, es recordada como «el último acto de resistencia masivo». Echaron a Aragón, «después la gente empezó a tener más miedo [...] ese fue creo que el quiebre», señaló -periodizando- la misma egresada.

En 1975 empezó el reemplazo de auxiliares, que hasta entonces eran jóvenes en su mayoría egresados del Colegio, militantes de la Juventud Peronista . Su estatus era distinto del de los celadores, que eran alumnos. Una exalumna que conoció a dichos auxiliares y a ese Colegio «incendiado» del 66, una mujer que fue militante, luego secuestrada por las fuerzas ilegales y sobrevivió a la detención en condiciones de clandestinidad , me contó de uno de aquellos auxiliares «[...] que fue un guía, un maestro en muchos sentidos y también fue quien me “emboletó” [...] en mi militancia más comprometida». Dichos auxiliares empezaron a ser reemplazados, una vez que entró Maniglia, por gente de su confianza.

Esa promoción, al reinscribirse, como todos los años, en 1976, para quinto año, recibió un documento, la resolución n.° 1, del 14/1/1976, disponible en el Expediente n.° 44.435 , en el que se estipulaban nuevas «normas de presentación, aseo y corrección». El texto expresaba que:

[.] conforme con el espíritu cristiano universalista en el que estamos formados, urge detener la creciente uniformidad que a través de la indumentaria desalineada, el aspecto hirsuto, la palabra y el gesto rocaz [...] tienden a la destrucción de las instituciones, la vulneración de los valores morales argentinos [...] a proclamar siempre con mayor desenfado los fines siniestros de la antipatria.

La resolución expresaba que se reinstauraba el uniforme (aunque se «derogaban» los bordados en los bolsillos de las camisas y sacos «que fueran contrarios al ser nacional»).

El del 76 era un colegio «políticamente descabezado [...], algunos habían sido desaparecidos, otros se habían ido a otros colegios por decisión propia, o fueron expulsados» y, como me dijo un exalumno del CNBA, militante de Guardia de Hierro , «se proletarizaron» o, como me comentó otro -ya mencionado- que militó en el Ejército Revolucionario del Pueblo y se fue del Colegio en 1969, «se desclasaron» -él se fue a trabajar a una fábrica-. La militancia política partidaria estaba absolutamente desmantelada. «Tampoco había líderes, eso estaba completamente desarticulado», señaló Alejandro Ferrari. En ese momento «no había centro de estudiantes ni siquiera en la clandestinidad, era muy peligroso», en palabras de Analía Reale.

En ese marco, recuerda Alejandro Ferrari, «surgió en septiembre, octubre de 1976, “la idea de hacer algo”»,

[...] estaba un día aburrido en una clase y empecé a escribir a mano una especie de revista muy sencilla, así como una cosa divertida, comentarios de los partidos de fútbol que había en el Colegio entre nosotros, digamos, y poco a poco se fue tiñendo de una situación de rebeldía contra la época [...]. [Después] empezó a tener una periodicidad, y al año siguiente, en 1977, en sexto, eso ya estaba mucho más organizado, salía todos los meses, se pasaba a máquina [...], se ponían algunas fotos, había dibujantes, había un cuerpo de dactilógrafos, había consejo de redacción. Nos reuníamos en la casa de mi mamá, los sábados a la tarde. Había un solo ejemplar que pasaba de mano y cada compañero tenía un día para leerla, se la llevaba a su casa y tenía que traerla al día siguiente. Todos los chicos la escondían de las autoridades, no hubo ni una sola situación en el año y pico de la peor época de la dictadura [...] en que hubiera un incidente, alguna cosa, alguien que dijera algo. Empezó como una cosa individual y terminó como una expresión organizada y colectiva. No había ninguna situación formal de ingún partido, agrupación, centro de estudiantes, ni nada. Y la revista murió con nosotros cuando egresamos. Yo recuerdo haber hecho algunas gestiones para pasársela a la promoción siguiente, pero no funcionó. Después hubo otra revista, ADS, y yo participé, ya estaba en la facultad, para ayudarlos a arrancar.

Después del golpe de marzo de 1976 los alumnos no solo sintieron que «quedamos solos con nosotros mismos» -tales las palabras de Alejandro Ferrari-, sino que debieron reservarse ciertas evidencias ante sus padres de que estaban aterrados (no contarles todo lo que hacían), y ante «pibes nacionalistas», entre otras ideologías y procedencias (no pasarles la revista).

El coloquio

Para las camadas siguientes, las autoridades de ese colegio intervenido resolvieron tomar un coloquio, en algunos casos previo y, en algunos casos, posterior al examen, a los alumnos y sus familias. Esa instancia, que quedó sin efecto luego de la derrota de Malvinas, implicó muchas veces un esfuerzo de preparación que no es seguro que fuera decisivo, pese a que los comentarios que hacían el rector y los vicerrectores tendían a hacerles pensar que la idea era siempre excluir a alguien. Martín Becerra recordaba que: Cuando tuvimos mi primera entrevista (yo entré en el 81), en el verano entrevistaban a los que habían superado el corte para el ingreso, la autoridad de ese momento, un vicerrector, nos citó a mis padres y a mí. En la entrevista, el chabón dice:

-¿Cómo se llama usted...?

- Moscato -dice mi madre.

-Ah, apellido italiano. Ah, porque acá estamos con la cuota de judíos cubierta.

Salimos de la entrevista y mi viejo dice: «vos acá no

A veces se daban situaciones insólitas, como ocurrió con la familia de Florencia Ure , que compuso una realidad de padres unidos por matrimonio y con trabajos que lucían como «aceptables» en ese contexto, sin que los entrevistadores (con fluidos contactos con los organismos de inteligencia estatal) tomaran alguna decisión ante lo flagrante de esa parodia, en el sentido de que era fácilmente detectable: involucraba a una figura muy reconocida del mundo de la cultura:

[mis padres] estaban separados. Era sabido que hijos de padres divorciados, difícilmente quedaran. Así que los míos, que no se hablaban hacía años, tuvieron que juntarse a ensayar la puesta en escena. Con datos graciosos como que ambos tenían hijos de sus nuevos matrimonios de la misma edad, entonces hubo que aprenderse una estructura familiar falsa. Papá que en su juventud había sido un publicista muy exitoso para ese entonces había dejado todo por el teatro. Como evaluamos que podía causar impresión dudosa, volvió a pretender dirigir Walter Thompson, cargo que había abandonado hacía 10 años. La verdad es que fue divertido planearlo todo. igual en el momento de la reunión (que salió perfecta) era dantesco tener unos nervios tremendos (todo el ingreso es una presión muy jodida para un chico de 12) y vernos ficcionalizando todo .

Lo que es muy probable es que el objetivo de esa entrevista no fuera evaluar la motivación de los aspirantes. Juan Goldín26, que cuando entró fue al coloquio con sus padres, lo reconstruye así: «a fines del año 80, [...] el vicerrector [Lorenzo A. Previde] me preguntó por qué quería entrar al Colegio, y yo vivía a quince cuadras, y dije: “quiero venir acá porque me queda cerca”».

También es posible pensar que por acción u omisión el resultado de ese coloquio fuera entrenar a las familias en la simulación, que se acostumbren a ocultar, a silenciar, a tener miedo, a que se uniformen, a que guarden las formas de acuerdo al «ser nacional», a que se vistan de azul, a que los varones usen el corte a la americana, dos dedos sobre el cuello de la camisa, y las chicas, recogido. Ese coloquio puede ser pensado en sus efectos como una suerte de advertencia institucional, es decir, a la luz del día, un complemento pour la galerie de formas menos civilizadas de amedrentamiento.

Juan Goldín relató para mí lo que ocurrió con una compañera suya que debió esconder durante seis años, no solo ante las autoridades, sino también ante sus condiscípulos, una situación cuya puesta en texto constituye un verdadero documento de la barbarie. Como relató ella en el discurso de la reunión por el vigésimo aniversario de su promoción, realizada en julio de 2003, en el claustro central del Colegio1, luego del coloquio y dos semanas antes de que diera el examen de ingreso, el 24 de noviembre de 1977, «las fuerzas del horror al servicio del terrorismo de Estado se llevaron de casa a mi madre». Esto lo contó por primera vez en el colegio veintiséis años más tarde. Ella, al ingresar a primer año tres meses después del examen, en marzo de 978, asumió que «ser hija de una desaparecida y alumna del Nacional de Buenos Aires era demasiado “subversivo” en aquellos tiempos, y el riesgo de decir la verdad era el de correr con la misma suerte que ella». Tampoco vertió esa información en la ficha que le hicieron llenar a principio de año, documento que, de todos modos, no tiene una tercera opción («desaparecido») en el ítem «padres». De modo tal que en su legajo se lee: «Nombre de la madre: Beatriz A-. Vive: sí».

Malvinas y los desaparecidos

El nombre de la revista Aristócratas del Saber era la cita de una arenga pronunciada acaso por el rector Eduardo A. R. Maniglia (1975-1978) o por su vicerrector, Icas Edgardo Jorge Micillo (1978-1982), a cargo de la rectoría a partir de 1978. Los primeros números empezaron a salir en 1978. Las reuniones para dar cuerpo al proyecto, la impresión, publicación y la distribución, así como el gesto de comprarla, eran grados de la politización posible en esas condiciones. Llegaron a reunirse cincuenta personas, cuando el número de integrantes fue aumentando, clandestinamente, en una fábrica de camisetas del padre de algún alumno. Todos leían los artículos y se votaba a mano alzada para decidir cuál sería publicado. Se imprimía de esa manera en un taller de un afiliado de la UCR. No estuvieron exentos de amenazas, allanamientos y persecuciones por parte de fuerzas parapoliciales.

En un artículo de 1982, los alumnos manifestaron:

Ante la agresión del imperialismo inglés y la nefasta negociación norteamericana, nos, los representantes de ADS expresamos:

Nuestra adhesión a la gesta que concretó la justa recuperación de los territorios argentinos en el atlántico sur.

Nuestro abierto repudio a la agresión armada emprendida por el gobierno inglés

[...]

5. Viva la patria en paz y democracia porque si bien las Malvinas son argentinas, también lo fueron nuestros desaparecidos y la exindustria nacional (ADS, año 5, número 15).

Los consensos construidos por quienes hicieron ADS sobre Malvinas complejizan las dos posturas dicotómicas sobre el conflicto bélico presentadas más arriba. En un Colegio en el que los episodios de represión ilegal habían sido de tal magnitud que en los organismos de derechos humanos surgidos durante la dictadura militar existió «una subcategoría» de familiares de «desaparecidos» (primero por la Triple A y luego por las fuerzas militares golpistas), la de «Madres del Buenos Aires» (Garaño y Pertot, 2002: 183) y la adhesión a «la gesta que concretó la justa recuperación de los territorios argentinos» no puede leerse como un gesto favorable a los militares. Augusto Meijide, en ese sentido, suma al respecto la mención de una experiencia de primera mano: A raíz de que el 23 de octubre de 1976 se llevaron a mi primo Pablo, que aún está desaparecido, mi relación con los militares fue siempre de desconfianza, de una distancia prudencial y de duda en todos sus emprendimientos. Eso mismo me pasó cuando fue lo de Malvinas, a pesar de adherir a la idea que tenemos todos los argentinos de que las Malvinas son argentinas .

Es sabido que los consensos totales, como el relativo a la mirada favorable a la recuperación de Malvinas, parecen ser materia de perspectivas globales. Al examinar las expresiones singulares de personas y de fuerzas políticas, esa idea es puesta en cuestión o bien reformulada al articularse con otras reivindicaciones. Martín Becerra me contaba

[...] el 2 de abril, o 3, el día inmediatamente posterior, nos preguntan, en la división [...] y solo dos dijimos que estábamos en contra de la invasión argentina a Malvinas, yo por mi padre [...] la militancia izquierdista es conspiranoide, y mi viejo decía que eso era todo mentira, que era un recurso de Galtieri que obviamente la dictadura argentina no podía haber invadido Malvinas sin la anuencia del imperialismo yanqui e inglés y por lo tanto era una coartada para quedarse más tiempo en el poder. Era verdad.

Por su parte, ciertos políticos que eran referentes de agrupaciones como Franja Morada , que más tarde, luego de Malvinas, «surgirían de debajo de las piedras» en el CNBA, también pondrían objeciones a esa empresa bélica. «Muy pocos políticos pusieron en duda el accionar del gobierno militar de recuperación de las Malvinas -me dijo Augusto Meijide-. Tanto el Partido comunista, como los dirigentes de muchos partidos adhirieron a esa acción». De hecho, en el pronunciamiento de ADS que toma juntos la declaración por las islas, la reivindicación de los desaparecidos y, por su parte, la de la industria nacional, aparece la impronta de una de las fuerzas que menciona Meijide. «No me suena muy distinto de la línea que tenía en ese momento el Pc [Partido comunista]», me dijo Gabriel Puricelli 31 32 .

A su vez, es preciso señalar el carácter excepcional de un consenso que convocaba a fuerzas que eran y estarían distantes entre sí por siempre en todos los otros aspectos de la vida nacional y presentaba en veredas opuestas a militantes que, en cambio, muy pronto trabajarían juntos por otras causas, como el funcionamiento a la luz del día del centro de estudiantes. Así, la idea favorable al intento de recuperación de las islas no era extraña, como se vio, para los comunistas, buena parte de la izquierda o para los nacionalistas. En ese momento había alumnos -bastante temidos- que adherían a esta última tendencia, como es el caso de algunos docentes y, en su momento, del propio Maniglia. «Había mucho disenso ideológico en el plantel del Buenos Aires», me dijo un egresado promoción 1983 ya mencionado. Entre los profesores de Historia

[...] entraba la línea revisionista nacionalista (muy lectora de Ernesto Palacio)33, y entraba la línea liberal conservadora (para la cual el problema era el populismo, con el cual se habían mostrado tan permeables los nacionalistas de todos los colores). Había una batalla ideológica muy fuerte en estos dos grupos. En las clases de Historia era muy gracioso. Cuando a vos te tocaba un profesor del ala nacional, te decían: «¿ven que si uno se abre a las ideas extranjeras va a terminar siempre mal?» [...]. Al año siguiente te tocaba un profesor [para el cual] el problema de todos

Entrevista de la autora con Gabriel Puricelli, exalumno del CNBA, de la promoción de 1984. Buenos Aires, marzo 2021.

Un historiador, exalumno, de la promoción del 1967, estuvo de acuerdo con esa lectura. Consulta de la autora. Buenos Aires, febrero 2021.

Sobre Ernesto Palacio véase además Fernando Devoto y Nora Pagano (2009).

Era el caudillaje y las tentaciones populistas de los caudillos.

¿Ustedes cómo se relacionaban con esas dos versiones?

Yo puedo hablar de mí. La mayoría no se relacionaba con ninguna, les pasaba todo por el costado. Yo compré las dos, era muy entusiasta en la lectura de Historia. Y compré sucesivamente todas las versiones. Y después me fui volviendo cada vez más confuso.

El revisionismo en sus distintas variantes -en particular, el de los hermanos Irazusta- fue el primero en interpretar la realidad a partir de la necesidad de independencia nacional, con lo que esos autores se constituyeron en fundadores de un antiimperialismo que le hizo a la clase dirigente argentina una acusación de orden moral: la de ser responsable del estado de dependencia del país . El nacionalismo (en sus distintas variantes) estaba a favor de Malvinas y del mismo modo, según Rosana Guber, para parte del socialismo y de las organizaciones sindicales peronistas -algunos de cuyos dirigentes fueron importantes referentes de una fracción de la Juventud Peronista y el Partido Intransgente en el CNBA-, el antibritanismo se convirtió en una bandera, entre 1934 y 1982 (Guber, 2004: 97).

El después de Malvinas

Gabriel Puricelli me contó que estaba solo en su casa y por la radio escuchó algo de la rendición y le dio «una piña a la pared». Ya después del desembarco, en ese colegio en el que podían sancionar a los alumnos por hablar mientras salían del aula para ir a un taller, en el que obligaban a formar fila media hora antes de entrar en la primera hora a clase, en el que había gente que se desmayaba en esas filas, «se pudo empezar a hablar [...] te permitían tomarte media hora de clase [para hablar de las novedades] [...] porque como éramos todos malvineros, no había ningún riesgo en dejarte hablar. Todo el 82 fue un año recontra bisagra», sostuvo Puricelli. Pablo Pineau (2006) escribió que «[fue una] semana en la que entre un lunes y el siguiente todo había cambiado». «Mi recuerdo es precioso -me dijo Martín Becerra-, y mi experiencia en esos años, a partir de Malvinas en adelante, muy grata, extraordinariamente grata»:

Ya a partir de junio del 82, ya la cosa, como en el país, se flexibilizó absolutamente, el centro de estudiantes empezó a operar de manera ya a cara lavada, la noción de peligro ya casi no existía, ya en el 82, entonces para mí todo fue todo primavera [...]. Fue la conquista de la palabra y de la vida. Había una idea y armabas una comisión en el centro de estudiantes, después ya con la condición de que esa comisión no fuera del centro de estudiantes, que fuera del colegio. Una fiesta.

ADS, que en 1979 vendía alrededor de 150/200 números, en el 82, con Malvinas, llegó a editar y distribuir 1000 números, cuando en el Colegio había 1500 alumnos. Con Malvinas y la crisis de la dictadura, por su parte, a «los pibes de derecha, el Grupo san ignacio, que estaban en contra del centro de estudiantes», los «barre» la misma coyuntura. A su vez, en esos años, parece ocupar un lugar importante la valorización de experiencias militantes previas. Al mismo tiempo, en ADS hubo notas con referencias críticas respecto de lo hecho por los alumnos en la época de Aragón (número 7, año 2): ese colegio del que (según me comentaron) quedan fotos en las que se ve a algunos estudiantes armados en el techo. Para un militante de la Juventud Peronista, los ochenta implicaban tratar de recuperar «algo muy importante que se había perdido en los setenta: el tema de la heroicidad de esos años, los muertos, porque “la dictadura” había sido contra la JP» . Los peronistas tardaron unos años en tener una relación orgánica con el partido. Había entre ellos grupos conservadores, así como quienes reivindicaban a Montoneros.

Por su parte, en ese colegio que fue históricamente antiperonista, el reconocimiento de ciertas cualidades de algunos compañeros era un factor importante de cohesión al interior de sus agrupaciones y a la vez, dicho prestigio las posicionaba favorablemente en el conjunto de la militancia escolar. «Había un pibe [peronista] muy respetado y muy temido en el Colegio. Tenía una inteligencia feroz», me dijo el exmilitante del PC.

Palabras finales

La reconstrucción de la actividad política en el CNBA post Malvinas puede decirse entonces que reposaba, en primer lugar, en un clima social general de «fiesta»: el comienzo del fin de la represión y el silencio. En ese marco, las redes que hicieron posible la organización de actividades colectivas pudieron ocurrir dado un sentido de unidad frente a las autoridades que habían sido puestas por el gobierno de la universidad. Esa unidad era resultante del trabajo de distintas fuerzas: el peronismo (en sus distintas variantes), el socialismo, el comunismo, el radicalismo (que empezaba a tener mucha influencia después de 1983) y el Partido intransigente, que estuvo en condiciones de poner al primer secretario general del centro del turno mañana, y al año siguiente, a los dos1, al margen de que ya desde 1978 hubiera alumno trotskistas habilitando, a contracorriente, cierta lectura política de la realidad.

En adelante, luego de la experiencia de La voz de la Popu, la construcción política parece haberse ido consolidando a medida que los alumnos y alumnas de años inferiores se fueron sumando como lectores y colaboradores de ADS, una publicación iniciada por alumnos del Partido Comunista. En ambas publicaciones se era «muy discreto en la distribución. Entonces cuando te daban la revista era como que te distinguían: [era como si te dijeran] “te tenemos confianza”», señaló Gabriel Puricelli.

A esas redes de socialización, gremialismo y confianza se sumaron otras iniciativas llevadas a cabo bajo la forma de «actividades toleradas», como los campamentos, también motorizados por el Partido comunista y que se mencionan ya en los números de 1978 de ADS. A estos se fueron sumando actividades (como la organización de la ayuda para las víctimas de las inundaciones en el Chaco, en 1982, una actividad que contó con la anuencia del rector y permitió «empezar a hablar») o como, finalmente, «la asamblea de reorganización del centro de estudiantes, en septiembre de 1982». Hubo personas cuyo liderazgo fue central en la existencia de ese centro, una actividad gremial que guardaba cierta independencia de ADS. un exalumno a quienes las autoridades identificaron (correctamente) como el «cabecilla» y era sancionado continuamente, llegó a ser el destinatario de actividades del centro que consistían en «sáquenle la sanción a X». Esa persona «mandaba», me dijo alguien que no militaba en su fuerza. «Mandaba silenciosamente. Era un líder de pocas palabras. Era Hipólito Irigoyen. Vos lo tenías que interpretar». Fue inspirador. «La persona justa, con la actitud justa, en un momento muy particular», me dijo otra persona de la misma agrupación que ese líder silente. Ese exalumno tan mencionado me dijo a su vez, también en una entrevista de hace trece años, que los fundadores de ADS, Valeria Hasse e Ignacio Lewkowicz «eran tipos muy piolas, con muchas pilas. Era interesante conocer a esa gente». El resto de sus coetáneos, en cambio, parecía funcionar, según su punto de vista, en virtud de «inversiones»:

Vos tenías que invertir moralmente las responsabilidades tuyas por haber sido un privilegiado, de tu familia por haber sido cómplice del régimen, de la Argentina por haber malogrado sus oportunidades. Las inversiones operaban ahí con un entusiasmo bárbaro. Eso se expandió como reguero de pólvora, había protestas, movilizaciones... por cualquier pelotudez había eco.

Producto de esos consensos imposibles, y también como consecuencia de haber compartido esa «experiencia intensa» de la lucha contra el miedo, el silencio y la desconfianza, de haber construido relaciones individuales y colectivas que conllevaban a la vez competencia y admiración por la inteligencia, se formó un colectivo que no pudo, por lo que sea, rehuir a «esa invitación al compromiso». Los años de la transición, desde Malvinas hasta semana santa,

[...] fue una cosa extraordinaria. Que haya sobrevivido la democracia [.] que hayamos construido un régimen con el nivel de libertad que hay hasta hoy, que nadie vaya preso por lo que piensa. eso es como un programa que está en acción. Es la única cosa que acordamos una mayoría suficiente como para que el país vaya en esa dirección -me dijo Gabriel Puricelli-.

Que hayamos construido un régimen, ¿quiénes?

La sociedad. Pero me imagino que quienes estuvimos en el centro estudiantes, el movimiento estudiantil, el movimiento sindical [...].

Malvinas en el CNBA, una coyuntura que englobó consensos parciales entre posiciones contradictorias, aparece como un acontecimiento de una fuerza indetenible, capaz de contener todas las manifestaciones y todas las tradiciones compatibles con la democracia y de comenzar a radiar a las incompatibles con ese marco axiológico. Ese carácter parece surgir también de un trabajo de autocrítica, discreto pero persistente, llevado adelante durante la dictadura por alumnos y exalumnos que trabajaron en la publicación de ADS. Esa experiencia puede decirse que sí forma parte del legado de la centenaria institución: haber aprendido a lidiar, de manera temprana y de por vida, con la complejidad de la vida social y de la historia argentina.

Referencias bibliográficas

Bourdieu, P. (2013). La nobleza de Estado. Educación de elite y espíritu de cuerpo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores. [ Links ]

Devoto, F. y Pagano, N. (2009). Historia de la historiografía argentina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Sudamericana. [ Links ]

Garaño, S. y Pertot, W. (2002). La otra juvenilia. Militancia y represión en el Colegio Nacional de Buenos Aires 1971-1986. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblos. [ Links ]

Guber, R. (2004). De chicos a veteranos. Memorias argentinas de la guerra de Malvinas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Antropofagia. [ Links ]

(12 de junio de 2021). “Malvinas. ¿‘Gesta’ o ‘aventura absurda’? Dos lecturas que conviene dejar atrás”. En La Nación.Links ]

Halperin Donghi, T. (2008). Son memorias. Ciudad Autónoma de [ Links ]

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Lorenz, F. (2012) Las guerras por Malvinas. Ciudad Autónoma de [ Links ]

Buenos Aires: Edhasa. [ Links ]

Méndez, A. (2016). “The Socialization of the Body at an Elite School in Buenos Aires during the second half of the 20th century”. En 38 th Annual ICHE Conference, Chicago. [ Links ]

- (2013). El Colegio. La formación de una elite meritocrática [ Links ]

en el Nacional de Buenos Aires. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Sudamericana. [ Links ]

O’Donnell, G. (1989). “Transiciones, continuidades y algunas paradojas”. En Cuadernos Políticos, número 56, enero- abril, pp. 19-36. [ Links ]

Palermo, V. (2007). Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Sudamericana. [ Links ]

Pineau, P. (2006). “Apéndice”. En Arata et al. El principio del fin. Políticas y memorias de la educación en la última dictadura militar (1976-1983). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ediciones Colihue. [ Links ]

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons