Introducción
En un trabajo anterior (Nicoletti, 2019), hemos analizado a través de la construcción de la Capilla "Inmaculada Concepción" de San Carlos de Bariloche (1907) y de sus Comisiones Pro-Templo, las redes que al vincular religión y poder, conformaron un territorio católico a escala binacional hasta 1914, cuando la presencia salesiana en el poblado se convirtió en un centro permanente. La movilidad en este territorio, los inicios de la urbanización y el establecimiento de la Compañía Chile Argentina, transformaron su estructura territorial. En ese sentido resulta interesante, para este caso, aplicar el concepto de “regiones eclesiásticas”, tomado de Ayrolo, que explica la articulación de distintas agencias eclesiásticas con otras constituidas en el territorio en su particular entramado de poder (2006, pp.107-118).
Esta capilla surgió como nodo del circuito misionero que los Salesianos de Don Bosco1 e Hijas de María Auxiliadora2, habían establecido hacia fines del siglo en Junín de los Andes, Neuquén (1892). Bariloche formó parte de esa red de evangelización como posta de misión itinerante de un amplio periplo transcordillerano.
La acción misionera salesiana podemos analizarla desde sus actos concretos de territorialización, simbólicos y materiales y desde los imaginarios que “han sido útiles a la hora de denominar y dominar áreas sometidas a otras formas de organización política, económica y social (Zusman,2013, p.61). Las prácticas religiosas pueden conformar “un espacio apropiado y valorizado por los grupos sociales, cuya sedimentación opera como símbolo de pertenencia social, mediante prácticas culturales y devocionales” (Carballo 2009). En este caso, el espacio Arauco Patagónico, analizado desde la religión y el poder en este período (1914-1930), muestra cómo, mientras los límites políticos con el país trasandino se tensaban, la religión, la cultura y las sociedades, como tantas otras escalas materiales y simbólicas3, se volvían más porosas. La acción eclesial itinerante, inició en este período una transformación hacia un “espacio de ambigüedad” que permitió a estos nodos misionales permeables la interacción entre las prácticas locales y las instituciones políticas “orientadas a normativizar esas agencias” (Barral,1998). Estas se expresan, como veremos, a través de símbolos rituales tanto religiosos como civiles y también “desde la conflictividad [como] el modo en que los agentes expresan sus concepciones, despliegan su imaginario, proceden tácticamente o pergeñan estrategias que inciden en el territorio” (Moriconi,2016, pp.110 y 111). Estos símbolos civiles, como elementos identitarios de la nación, las autoridades del territorio y sus vecinos notables, “tenían sus lugares en estos festejos, y a su vez intercambiaban símbolos y representaciones” (Barral, 2005, p. 382).
En el caso de esta capilla, es necesario observar al otro actor social que intervino directamente en esta construcción territorial: la Compañía Chile Argentina con sede en Puerto Montt, que funcionaba de forma transnacional entre la zona del Llanquihue chilena y la Colonia Agrícola Nahuel Huapi del lado argentino. El objetivo de ambas agencias fue transformar a este incipiente poblado con una escuela protestante y otra estatal, en un centro católico que asociara la religión católica al progreso y la civilización tras las campañas militares entre 1879 y 1884. La alianza inicial entre la Congregación y la Compañía Chile Argentina se visibilizó en la construcción de la capilla, pero tras la bendición del Templo, los Salesianos volvieron a su circuito original, hasta que tras las quejas de los empresarios, se asentaron definitivamente en Bariloche en 19144.
La capilla fue el escenario privilegiado de conformación y visibilización de una élite de poder local que buscaba reterritorializar un espacio heterogéneo y en construcción (Magnaghi, 2001, p. 12). De las disputas de poder en la capilla entre los empresarios de la Chile Argentina, surgió la figura de Primo Capraro5, quien inició su camino de ascenso en la sociedad barilochense consolidando la presencia católica en la zona, como principal benefactor de la Congregación en la capilla.
Capraro fue también un político influyente, y un hábil tejedor de alianzas y relaciones que le permitieron rodearse de un nutrido número de compatriotas que trabajaban para él, perpetuarse en la Comisión de Fomento local alternando el cargo de presidente con el de tesorero, y acumular títulos e influencias que redituaron en poder real y simbólico a lo largo de los primeros treinta años del siglo XX. Desde su rol empresarial y sus prácticas políticas, Primo Capraro acompañó la transición económica de la región y la historia social local, de pueblo de frontera vinculado al comercio trasandino a centro turístico internacional (Méndez,2009, p.30).
Hay que señalar que
(…) aunque gran parte de los directores y altos cargos administrativos de la Chile-Argentina eran católicos, dentro de la empresa se contaban muchos luteranos y, políticamente hablando, la empresa apoyaba abiertamente al gobierno alemán (que bajo Bismarck vetó los derechos políticos a los católicos) (Nicoletti y Méndez, 2018, p.54).
Para historizar este proceso entendemos con Renèe de la Torre que
(…) la parroquia ha sido la célula primordial de la organización territorial del catolicismo. No sólo se refiere a un templo, sino que es el centro operativo desde el cual se gestiona un territorio eclesial, coincidente a su vez con un territorio residencial: el barrio o el pueblo. El sistema parroquial fue diseñado para organizar la vida cotidiana de un territorio habitado por población religiosamente homogénea (católicos en su totalidad), en torno a las actividades religiosas de la vida parroquial, que contemplaban casi el total de las actividades sociales y culturales del barrio. Sin una total homogeneidad religiosa de la comunidad, el sistema parroquial no funciona” (De la Torre y Gutiérrez Zúñiga 2015, p.43).
Esta capilla puede ser analizada como artefacto cultural en tanto constituye una escenificación de sentidos simbólicos y materiales (Isava, 2009, p. 453), que se visibilizan en su construcción material y se identifican los orígenes católicos del poblado, vinculados a un grupo, que operó como matriz identitaria de la ciudad, distribuyendo poder y creando territorialidad. Por ello, analizaremos cómo a través de sus distintas actividades, se reconfigura este grupo de poder compuesto por empresarios, funcionarios estatales, militares y “vecinos caracterizados”. Esta categoría alude a “aquellos que podían organizarse para defender sus intereses” (Teobaldo y García 1997, p. 265), constituidas en lo que la prensa territoriana llamaba la “aristocracia local”.6 Este grupo en particular creció al calor de la prosperidad de la empresa Chile Argentina, generó negocios, disputó el poder político local y participó en el espacio social (Ruffini 2017, p.35), educativo y en este caso religioso. Entendemos que este conjunto de personas, construyó una “conciencia colectiva de intereses grupales y una voluntad colectiva para lograrlos” (Cintra,1991, pp.4 y 6)”. Se tejieron alianzas de poder a través de un proceso de comunalización, o sea de un sentido de pertenencia, afectivo y cognitivo, que permeó sus relaciones de tal modo que naturalizó las diferencia y jerarquías sociales (Brow,1990, pp.1-6), así como “su estrecha relación con la legitimación del poder religioso como factor político” (Fogelman, Ceva y Touris, 2013, p.10). Raffestin observar a estas agencias religiosas como una organización que “busca expandirse, concentrar, controlar y administrar (buscando) codificar todo su entorno, y esta codificación por lo sagrado es muy eficaz, ya que tiende a aislar de lo demás los hombres, los recursos y los espacios que son codificados” (2001, pp.93-94).
Este grupo de “vecinos caracterizados” representados en la capilla ocuparon un lugar de vacancia de una aristocracia inexistente, que comenzó un camino de ascenso social en la incipiente Bariloche, que no podrían haber desarrollado en otros lugares por ser extranjeros o criollos de capitales medios. La instalación material de la capilla les permitió establecerse como grupo social hegemónico por sobre otros competidores locales. “Dentro de este grupo hegemónico, los inmigrantes europeos preocupados por mantener vigente su idioma, religión y tradiciones también sostuvieron sus propias iniciativas educativas y religiosas” (Nicoletti y Méndez, 2018, p. 52).
Las fuentes documentales principales de este trabajo son las crónicas de la casa salesiana de Bariloche, que se han complementado con otros documentos referidos a las misiones salesianas en distintas escalas: los relatos de los misioneros, los informes de las visitas del rectorado mayor salesiano y el organismo regulador de las misiones en el Vaticano: Propaganda Fide. Para analizar la historia local, hemos tomado documentación biográfica y las memorias del Ministerio del Interior sobre el Territorio de Río Negro, que permitieron visualizar las distintas tramas de poder de las agencias y actores nombrados en estas fuentes. Desde la hermenéutica histórica analizaremos las fuentes detalladas a partir de los postulados teóricos descriptos, para observar cómo cada agencia intervino en la construcción de la capilla, edificó sus relaciones sociales, culturales e históricas, para cimentar su poder y se posicionó socialmente en una localidad incipiente como Bariloche.
Los procesos identitarios de estas agencias, cuyos sedimentos simbólicos y materiales se advierten en la reterritorialización local, nos permitirán prestar atención sobre: el proceso de posta misionera, o sea de misión itinerante con capilla a misión definitiva con parroquia salesiana, la construcción identitaria de argentinos y católicos en el poblado a través de distintas actividades sociales sostenidas desde la beneficencia parroquial y la consolidación de la parroquia a través de las visitas “ilustres” y su participación en los festejos cívicos.
De posta misionera a parroquia salesiana
El gobierno nacional fundó en 1902, por decreto, la Colonia Agrícola Ganadera del Nahuel Huapi, la futura Bariloche, reconociendo al pueblo de San Carlos y reservándose cuatrocientas hectáreas en distintos puntos de la costa del lago para la fundación del pueblo y cinco mil para la colonización agrícola. De esta manera se le otorgaba “identidad jurídica a un conjunto poblacional que venía nucleándose alrededor del lago desde hacía casi quince años” y que Laura Méndez caracterizó como “pueblo de frontera” (2006), aún tras la demarcación de límites con Chile entre 1897 y 1903, que impulsaron un camino de afianzamiento de la “argentinidad” en la zona andina (Navarro Floria, 2008). Es importante recordar, que, tras los Pactos de Mayo firmados entre Argentina y Chile en 1902, se inició una política de apertura que permitió que dos años después el presidente Roca declarara a la zona libre de derechos aduaneros (departamento de Bariloche y la parte occidental del de 9 de julio).
La dependencia en el abastecimiento de Puerto Montt y las colonias alemanas del Llanquihue hasta 1912 (Muñoz Sougarret, 2018), en esta primera década del siglo XX, fueron un claro ejemplo de las actividades comerciales con Chile de ganado, lana, cueros, madera -cortada clandestinamente, lo que la hacía económicamente competitiva frente a la madera chilena- productos del Chubut y de la zona de El Bolsón, a través de casas como Hube y Achelis7, la Compañía Chile-Argentina8, Lahusen y Cía., la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, que se expandió desde Tierra del Fuego hacia la Patagonia continental, la Mercantil Podestá y Cía., Contín y Cía., Capraro y Cía. (Navarro Floria y Nicoletti, 2005, p.105). Desde fines del siglo XIX estas empresas fueron acumulando tierras de uno y otro lado de la zona cordillerana y cerraron el negocio con empresas de transporte, como la Andina del Sud (1913), que comunicaban ambos países por una red de caminos, albergues y embarcaciones propias (Navarro Floria y Nicoletti, 2005, p.106).
Entre 1911 y 1920 se evidenció un mayor control aduanero con Chile que inició la búsqueda de articulación territorial con el resto de Río Negro hacia la zona atlántica y con el territorio del Neuquén (Memorias del Ministerio del Interior, 1914-1915, p.177 y 179). El Ferrocarril del Sud fue fundamental para derivar la concentración lanera a la Capital Federal. “Gobernación de Río Negro: camino en Punta Rieles de F.C de San Antonio, kilómetro 401, a Bariloche” (Memorias del Ministerio del Interior, 1914-1915, p.178).
El acontecimiento que cerró esta coyuntura fue el “declive de la empresa Chile Argentina, por la guerra mundial, en el marco de las disputas limítrofes con Chile, instante en el que la prensa porteña acusó directamente a los empresarios de la Hube y Achelis de agentes chilenos y llamó al Estado Nacional a intervenir” (Méndez y Muñoz, 2013, p.176). Sin embargo, la densidad histórica de un territorio que tejió sus alianzas pre estatales y se constituyó como pionero y fundador de la “civilización”, dejó una huella profunda e indeleble.
Tras las campañas militares, que en la cordillera finalizaron en 1884, la otra agencia de “civilización” fue la Iglesia católica representada por las Congregaciones Salesianas, Salesianos de Don Bosco e Hijas de María Auxiliadora (Nicoletti, 2020). Desde su ingreso formal en 1880 y durante las dos primeras décadas del siglo XX, establecieron los primeros circuitos misionero-educativos para la fundación de colegios, capillas y parroquias en toda la Patagonia. Los Salesianos bregaban por dotar al espacio andino con una institución “tan cristiana como civilizadora”, ya que “la mayor parte de la población pertenece al culto católico, pero realmente nadie lo practica, ni puede practicarlo en las condiciones actuales”9. Por ello, como lo hicieron los empresarios del Llanquihue, hacia 1892, los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora provenientes de Chile, se ubicaron tempranamente en la zona cordillerana de Junín de los Andes (1892). Allí establecieron un nodo misionero y educativo, para conformar un circuito misionero hacia el sur enlazado con Bariloche.
Los empresarios de la Chile-Argentina mostraban a Propaganda Fide10 el asentamiento católico más cercano: “Como pueden verlo en el pequeño mapa, el único lugar donde hay sacerdotes se llama Junín de los Andes, donde hay un convento de Salesianos. La distancia desde acá a Junín debe ser más o menos de 250 kilómetros”11.
Para los Salesianos, Bariloche era,
(…) un pueblito que no cuenta con más de 300 habitantes, se encuentra a 800m sobre el nivel del mar a los pies de la Cordillera. El punto es muy estratégico para el fin a la que ha sido destinada la misión. Se calcula que en todo el territorio confiado al cuidado de nuestros misioneros no seremos menos de 30.000 habitantes de los cuales la mayor parte son indios”12.
El interés de los Salesianos, no sólo era la evangelización de la población indígena, sino la educación de quienes colonizaron la zona, ya que el visitador Ricaldone observaba con preocupación que “no hay que olvidar que en Bariloche hay un colegio de protestantes los que trabajan mucho en esa población”. De allí su interés por fundar “una Iglesia y un Colegio católico para la educación de la niñez de ambos sexos”13, en un espacio en el que ya había educación protestante y se imponía la educación “argentinizadora” del Estado con la ley 1420. Los Salesianos aceptaron el aporte económico “a nombre de la ‘Compañía Chile Argentina’, destinado al P. Zacarias Genghini, quien inicialmente se desempeñó más misionero que sacerdote fijo en el nuevo Templo, tal como él lo expresaba en sus memorias”14.
En el proceso de creación de la capilla, que concluyó en 1907, los Salesianos y los empresarios cruzaron sus intereses en las Comisiones pro templo. Ya observamos instancias de acuerdo y disputas, cuyo objetivo fue imponer hegemonía educativa y religiosa, visibilizándose en la toma de decisiones y estableciendo en ese proceso de comunalización, las jerarquías para el control del territorio (Nicoletti, 2019). Una vez construida la capilla, los Salesianos volvieron a Junín de los Andes a continuar con sus visitas misioneras, pero entre 1907 y 1914, los “vecinos caracterizados” presionaron incluso ante el Colegio Propaganda Fide del Vaticano, para que aquella capilla que se había fundado como una posta misionera, fuera un centro católico permanente con parroquia15. Aunque en la tensa negociación los empresarios de origen alemán solicitaban agentes del clero secular16 irlandeses o alemanes, argumentando que “los católicos no pertenecen propiamente a ninguna fraternidad ni orden”17, los Salesianos se quedaron con el templo que había construido la empresa, anunciaron “su permanencia definitiva”18 y pidieron colaboración para la construcción de la casa parroquial, oratorio festivo y ampliación del templo, apelando a la colaboración de los “vecinos notables”, la empresa Chile Argentina19 y sus contactos con los estancieros en las misiones rurales: “El padre envió varias cartas a estancieros pidiendo ayuda para pagar los gastos contraídos en la edificación de la casa de Misión y ensanche de la capilla de San Carlos de Bariloche”20.
Los Salesianos se asentaron en Bariloche tras “una gira de siete meses por los campos del Sur. (…). Eramos tres: el cronista21, el hermano Manuel J. Vargas y el Sr. José A. Figueroa que se nos agregó en Río Chico”22. Estas giras misioneras por las zonas rurales, continuaron una vez establecida la comunidad salesiana en Bariloche23, lo que nos indica que siguieron la misma dinámica de evangelización, estableciendo al poblado como nodo misionero. Las crónicas señalan las visitas para solicitar misiones a “un Jefe indio de Ñorquico”24. En materia de “Indios” en 1914 el gobernador Pedro Serrano “recorrió en gira de inspección y a efectos del censo toda la región noroeste de ese territorio” (Memorias del Ministerio del Interior,1914-1915, p. 180).
Inmediatamente después de establecerse, los Salesianos recorrieron el poblado para hacer un diagnóstico preciso de la tarea:
Hoy terminó el padre de bendecir todas las casas del pueblo en compañía del hermano Manuel Vargas. Hizo el censo de todos los habitantes del pueblo de Bariloche, arrojando un total de 653 pobladores entre chicos y grandes. Familias cristianamente formadas Nº54. Casados sólo civilmente Nº18. Sin casar insolventes 7. Nº 22. Al catecismo Nº 30.25 Hoy he acabado de bendecir las casas en el pueblo y alrededores he hallado 5 casas de protestantes y nada más, todas las otras las he bendecido26.
Las crónicas de 1915 visibilizan la intervención de la parroquia en la vida del incipiente poblado de San Carlos. Para el asentamiento definitivo de los Salesianos colaboraron materialmente, como hemos visto, los estancieros de la zona rural, los “vecinos caracterizados”, los empresarios católicos de la Chile Argentina, pero también comienzan a adquirir protagonismo las autoridades civiles y militares del Territorio a través de visitas27 y las locales, como los miembros de la comisión de fomento, el juez de paz y el comisario28.
El termómetro de la participación de la población en la capilla lo transcribe el cronista salesiano tras una rigurosa contabilización de la asistencia a la misa en la que daba cuenta de la casi nula presencia de vecinos, pero sí señalaba el incremento de niñas y niñas para el catecismo y el oratorio. La mayor participación se registra en la celebración de fechas patrias y de las colectividades migrantes con actividades religiosas que imprimieron al poblado visibilidad católica y fueron el escenario de las redes de poder locales29.
Argentinos y católicos
A diferencia de otras regiones del país en las que el desarrollo institucional tenía ya un profundo recorrido, en la Patagonia en general y en este sector cordillerano, la irrupción del Estado argentino y de la Iglesia católica fueron concomitantes hacia fines del siglo XIX. El crecimiento de la colonia agrícola pastoril, su desarrollo económico binacional con la impronta de la empresa Chile Argentina y la presencia misionera salesiana, impulsaron la formación de una sociedad que, en la etapa que nos ocupa, adquirió un perfil cada vez más urbanizado, argentinizado y católico, respecto de su génesis rural, indígena, chilena, germana y misionera, tanto protestante como católica.
En los aspectos jurisdiccionales formales, la Patagonia perteneció, tras la conquista militar (1879-1884) a la Arquidiócesis de Buenos Aires, que, ante la falta de sacerdotes seculares, dejó en manos de la Congregación Salesiana la presencia católica con una administración propia gestionada ante la Santa Sede: el Vicariato apostólico con sede en Viedma en 1883 (Nicoletti, 2020, pp.104-110). Sin embargo, es interesante mencionar que, hasta la creación de la diócesis de Viedma en 1934, el interregno de autoridades eclesiásticas continuó en manos de los salesianos, a través de una nueva administración: las vicarías foráneas creadas por el Arzobispo de Buenos Aires en 191230. En síntesis, la jerarquía estaba muy distante del territorio, lo que permitió la continuidad de la gestión de autonomía con la que nació, a través de la Congregación de Don Bosco.
Del mismo modo que el catolicismo acompañó el desarrollo socioeconómico de regiones centrales del país (Lida, 2015 y Mauro, 2018), también en este recóndito lugar de la cordillera, el Estado y la Iglesia tuvieron, a través de distintas estrategias, una fuerte presencia que les permitió transformar al poblado en una ciudad argentina y católica y ganar los espacios públicos.
Como en Buenos Aires, la presencia salesiana construía, en las primeras décadas del siglo XX y con aportes populares, la basílica de San Carlos en Almagro (Lida, 2010, p. 400). En las zonas de misión, las Congregaciones salesianas desarrollaban templos, oratorios festivos, escuelas, hospitales, observatorios meteorológicos y prensa católica, entre otras iniciativas y con la ayuda de las Cooperadoras salesianas (Bracamonte, 2020).
(…) con un socorro enviado desde Buenos Aires por las damas de Beneficencia se pudo poner en mejores condiciones los muros de la sala de operaciones. Desde el 15 de febrero hasta la fecha han sido hospitalizados nueve enfermos, solo hubo de lamentar una defunción de un sujeto que había entrado con las vísceras perforadas en una pelea. Reina en la Región de Bariloche buen ambiente con respecto al Hospital San Carlos. Dios quiera tocar los corazones a fin de que con las limosnas se pueda llevar adelante esta obra cristiana31.
Desde fines del siglo XIX las parroquias abarcaban más edificaciones que el templo, “así el caso de las asociaciones vecinales pro-templo, constituidas en el radio parroquial para levantar oratorios y capillas en los reductos más apartados de la ciudad” (Lida, 2010, p.403), que ganaba el espacio público a través de fiestas, procesiones y peregrinaciones (Lida, 2010, p. 408).
En 1919 se inició el mes de la Inmaculada Concepción con la novena, las comuniones y una procesión que en 1924 llegó a 300 personas32. Un número nada desdeñable en una población estimada de 125033 habitantes (1910) y que llegó a 2500 habitantes en 1930 (Sassone, Sánchez y Matossian, 2007, p.3). A partir de ese año, sólo el mal tiempo hizo variar el número de feligreses. La procesión fue incorporando elementos de participación, tales como la “estatua llevada en andas ricamente adornada con flores naturales”34, la banda de música del pueblo, reemplazada en 1938 por la banda militar, altarcitos al costado del camino35, cofradías (San Luis, Hijas de María, Socias del Apostolado) y las mayordomas que acompañaban a la imagen36.
La capilla salesiana tuvo la misma dinámica que en otras zonas: parroquia, oratorio festivo, centro de misiones rurales y alguna institución de servicio social. En el caso de Bariloche, la fundación de colegios fue tardía, entre las décadas de 1940 y 1960, pero sí se construyó un hospital en 1915, con una sencilla Sala de Primeros Auxilios en un edificio cedido por la familia Mancioli. La sala estaba a cargo de la Congregación Salesiana y de algunos vecinos que colaboraban para su sostenimiento37. La misma era atendida por el sacristán de la capilla, el salesiano coadjutor José Caranta (1867-1951), de profesión zapatero, quien cumplía funciones de enfermero, farmacéutico y, cuando era necesario, de médico. Caranta alternaba su labor de sacristán con arreglos de zapatos por los que cobraba un importe mínimo destinado al mantenimiento del hospital. El edificio contaba con una sala de operaciones, tres camas y un consultorio, un equipo completo de cirugía, ampollas con anestesia, y medicinas a base de cocaína y heroína38. Los medicamentos llegaban desde Chile y en su mayoría eran de origen alemán o francés. Las redes sociales colaborativas entre las organizaciones civiles y gubernamentales y el hospital, permitían su sostenimiento:
El 21 visitaron esta casa y Hospital tres señores inspectores de Buenos Aires, los cuales nos facilitaron recibir gratis alcool (sic) por todo el año sin pagar ningún impuesto (40 litros) y varios específicos. (al costado anotado ¡que nunca llegó!)39.
En este período fundante del Estado la salud no fue una política estatal de interés planificada y regulada (Arce, 2013, p.35), sino que participó del incipiente sistema junto a sociedades de beneficencia, de ayuda social y de la Iglesia católica. El Estado centralista y liberal buscaba controlar las enfermedades infecciosas y las condiciones de vida de los sectores pobres para evitar contagios con políticas higienistas y creación de hospitales que “planteaban el aislamiento social y sanitario y era organizado por órdenes religiosas o instituciones mutuales” (AAVV, 2012, p.145). En las memorias del Ministerio del Interior, buscaban estimular en 1917 la designación de médicos extranjeros con una pequeña subvención bajo las órdenes directas del Director de la Asistencia Pública, ante la falta de médicos oficiales rentados tras los resultados de la Inspección sanitaria realizada (Memoria del Ministerio del Interior, 1917, pp. 240 y 248).
Una de las instituciones que más beneficios reporta a la región tributaria de dádivas de aquella localidad y por donaciones que efectúa la Comisión de Cooperadoras Salesianas de la Patagonia, de la Capital Federal y por contribuyentes voluntarios de la misma zona, debiendo mencionase el valioso apoyo moral y material que le presta el Exmo. Sr Gobernador del Territorio40.
La referencia de atención sanitaria del Hospital salesiano fue posicionando a la Iglesia católica en el poblado en un período de disputa de poder entre la Iglesia romanizada y las elites liberales integralistas y anticlericales por los espacios sociales (Mallimaci, 2000). Los matices internos de unos y otros se cruzaron también con las trayectorias locales dando lugar a variaciones que se explican desde sus propios contextos y a través de los cambios que nos permiten visibilizar a
(…) una Iglesia-institución centralizada, capaz de devenir un actor social y político; así como de un “neocatolicismo” nutrido de un laicado militante y lógicas modernas de participación e intervención, capaz de imbricarse con las dinámicas sociales que, hacia las décadas de 1920 y 1930, confluyeron en la conformación de una sociedad de masas (Mauro, 2015, p.229).
La interacción de ambas esferas llevó a negociaciones que acercaban posiciones para lograr los objetivos de cada agencia: formar católicos y argentinizar a los habitantes de los espacios fronterizos.
En el Hospital de Bariloche las élites católicas intervinieron activamente en estos emprendimientos. Grupos de señoras provenientes de las principales familias de Buenos Aires posibilitaban el acceso a financiamiento, articuladas por relaciones interpersonales tanto con altos funcionarios públicos como de la jerarquía eclesiástica (Bracamonte, 2020, p. 61)41. “Un rasgo empero de positiva contribución y ayuda hacia el hospital, lo tuvo la señora María Luisa Padilla de Helguera, Presidenta de la Confederación Nacional de beneficencia de la Capital Federal”42. De la misma forma, la Congregación salesiana contenía una agrupación de Cooperadores y Damas Salesianas abocados a esta tarea, que reprodujo su modelo en la capilla, inicialmente en cofradías devocionales, ya que la colaboración asistencial de estas agrupaciones estaba en Buenos Aires y formaban parte las familias de notables de la “aristocracia porteña”, que estaba aliada económicamente con los estancieros y empresarios locales43.
El domingo 19 de marzo por la tarde se instituyo la compañía de damas del Sagrado Corazón habiéndolas convidadas de antemano el relator eran 14 pero no se presentaron más que cinco por causa del mal tiempo y los nombres de ellas son: la Señora de Alanis, la Señora de Esperanza, el chico la Señ. Claudina Gritt, la Señora Jesus de Riveiro, de Buonafoit y la Señora del zapatero (f.48) dejándoles/algún recuerdo y animándolas a que ellas sean las apostolas del Sagrado Corazón y que por medio de medio de ellas se debía empezar la verdadera vida cristina en este Pueblo de Bariloche44.
Para el caso del Hospital, otra alianza estratégica fue la Liga Patriótica Argentina45, que había señalado a la Patagonia como un importante centro de difusión de su ideario y acción nacionalista (Ruffini, 2009, p. 90), en parte por la influencia en su directorio de Francisco Moreno y representantes de la familia de Anchorena46. Por ello se definió la actuación de la Liga Patriótica en los Territorio Nacionales “como un conservadorismo combativo”, que hizo uso de metodologías violentas (Gallucci, 2017, p.313).
La Liga Patriótica Argentina, por boca de su prestigioso secretario el doctor Domingo Schiaffino, en nota que enviara al Pbro. Honorio Calveria el 30 de septiembre del corriente haciendo alusión a la obra del Hospital se expresa de la siguiente manera: “…Obra magnífica, es la que ustedes realizan, de civilización y civismo; obra sin bullas, pero fecunda, inspirada en el santo amor a la Patria y con la fe que infunden el sentimiento cristiano, aplicando las sublimes máximas del evangelio (Revista Misiones de la Patagonia,11,1929, p.2).
Ilustres visitantes y festividades barilochenses
Fue significativo, en este período de consolidación del catolicismo barilochense, la visita de monseñor Miguel de Andrea entre 1927 y 1930, quien apoyó a la mencionada Liga Patriótica (1919). En 1927 fue huésped, con otros sacerdotes, en la parroquia salesiana47. En 1930 llegó acompañado “para pasar una temporada de descanso” con una comitiva de dieciséis personas entre las que se encontraba la “Secretaria de la Comisión de Damas Salesianas de la Patagonia Dña. Ana Palacio de Nougués”48. La alianza entre la jerarquía y la beneficencia salesiana se hacía de este modo explícita.
La documentada biografía de Miranda Lida sobre Miguel de Andrea nos muestra a un hombre que tejió redes sociales a partir de las cuales consolidó una vertiginosa carrera ascendente en la Iglesia codeándose con las élites de poder porteñas, pero también estrechando fuertes lazos con los sectores populares, a través de los Círculos de Obreros y de la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas (FACE), como asociaciones emblemáticas (2013, pp.37 y 38).
No resulta llamativa esta relación teniendo en cuenta la composición social de las Cooperadoras Salesianas y el desarrollo de los círculos de obreros salesianos de Carlos Conci (Fresia, 2014). De Andrea fue orador en la fiesta del Pontífice León XIII, en 1918, en el colegio de Buenos Aires que lleva su nombre (Bruno, 1984, V.III, p.100). Cuando estaba a cargo de los círculos de obreros católicos, le solicitó al Inspector salesiano que Carlos Conci, participara de la Unión Popular Católica Argentina en 1919 y de la Conferencias populares (Bruno,1984, V.III, pp. 105 y 106).
Mons ha podido disfrutar de una espléndida temporada habiéndose mantenido inmejorable el tiempo. Bariloche y la Misión Salesiana mucho esperan de la visita al ilustre prelado tan amigos de la Obra de Don Bosco, y tan relacionado con el Dr. Hipólito Irigoyen, Presidente de la Nación49.
Observamos en la figura 1, en ocasión de cincuentenario de la fundación de las Misiones salesianas en la Patagonia, que el Monseñor de Andrea visitó Viedma acompañado por el Inspector Gaudencio Manachino, la Comisión de Damas Cooperadora Pro Patagonia y presidió los actos religiosos junto con el gobernador militar provisorio del Territorio de Río Negro50.
Aclaración del texto debajo de la foto: Mons. Miguel De Andrea, el Exmo. Sr. Gobernador, Federico J. Uriburu, y la Junta Cooperadora de Señoras de la Patagonia, después de una afectuosa recepción en el Muelle de Viedma, entran en la Ciudad, acompañados por las autoridades, el Rmo. Pbro. Dr. Gaudencio Manacchino, Superior de las Misiones y el Pueblo.
En enero de 1930 visitó y recorrió la Misión Salesiana de Bariloche, celebró una Misa y tras una “alocución al pueblo (…) realizó una colecta Pro Misión salesiana”, que continuaba en las misas diarias tras retornar de sus excursiones turísticas51. Estas actividades le permitieron el reconocimiento de la jerarquía eclesiástica y la élite porteña y sostuvieron este vertiginoso camino de ascenso eclesial (Lida, 2013, p. 40). Lo mismo sucedía con las alocuciones en homilías y conferencias ya que “De Andrea era un eficiente orador en cualquier escenario, ya fuere humilde o pretencioso” (Lida, 2013, p.47). Antes de partir, “tras una estadía de casi un mes en la Región del Nahuel Huapi”, monseñor De Andrea organizaba una celebración por todo lo alto, tal como observamos en la figura 2 52:
Fuente: AHS ARS/BB, Crónicas de las Casas de Bariloche Libro III (1928-1940), 2 de febrero de 1930, f.61.
De Andrea bendice la cruz del Cerro Campanario. Inicia así una misa campal. Día espléndido. Mucha concurrencia de pueblo y de turistas da realce a la ceremonia dos hidroaviones del Puerto Militar; los que llegaron el día 29 de enero a objeto de hacer estudio del lago Nahuel Huapi, el cura párroco asistió a S.S.Ilma en la ceremonia. El sacerdote salesiano R.P D’Agostini filmó una película impresionó varias placas recordatorias del solemne acto (AHS ARS/BB, CCB, Libro III (1928-1940), 2 de febrero de 1930, f.60).
Otro escenario social fueron sin duda las festividades cívicas y católicas que funcionaron como vidrieras locales y territoriales. “Partimos de la consideración de que el ritual político es tanto un espacio simbólico donde se confirman o impugnan diferentes pactos entre individuos, grupos e instituciones como un dispositivo privilegiado de exhibición de fuerzas y campo de conquistas políticas” (Ortemberg, 2010, p. 200). Estas celebraciones se asociaron tempranamente a la Iglesia católica a través del canto del Te Deum. “Las funciones de Iglesia sirvieron de sostén legitimador ante un mundo de valores e ideas sobre la sociedad y la autoridad” (Ortemberg, 2010, p. 208).
En los territorios del sur, las celebraciones de las independencias en Argentina y Chile adquirieron un discurso de festejo cívico de tono castrense, con gestos y ritos para esa construcción nacional (Rebolledo, 2014). Las crónicas parroquiales lo registran para las festividades patrias como el 25 de mayo y el 9 de julio53 y para otras festividades relacionadas con las colonias de inmigrantes como el 12 de octubre para los españoles54 y el 18 de septiembre para los chilenos:
El 18 de septiembre se celebró el 110º aniversario de la independencia Chilena. La Capilla estaba llena de chilenos. Presidia el acto religioso el cónsul chileno Arturo Rios. Se cantó el Te Deum del (f.126) maestro Bollarzo a dos voces que impresionó/ al autorio. El Padre Director dicertó sobre la patria y el amor de la patria. Alentó al centro chileno a la unión al amor reciproco entre los socios dando las gracias en nombre de la Comisión para festejos a todos los que sin ser chilenos han querido asociarse a la colectividad chilena para dar realce a la fiesta patriótica que se celebró55.
Este registro estaba también relacionado con el pago del servicio. Durante el año 1932 el cronista escribe sobre la crisis económica: “desocupación de los hombres de trabajo en las familias se cierne espectro de la miseria por falta de trabajo”56. Para el 25 de mayo de ese año da cuenta de la ausencia del Te Deum:
Se esperaba que las autoridades -siendo en ello una costumbre- ordenarán el Canto del Te Deum para el día 25; pero por razón de economía no se encargó el canto religioso; no hubo programa de festejos en el pueblo el día de la efeméride patria57.
Incluso el mismo Primo Capraro lo entonaba para las celebraciones patrias58, a las que asistían el Inspector de Policía, el juez de paz, el maestro de la escuela estatal y “otras autoridades”59. Las colectividades a las que vimos festejando sus propias conmemoraciones también participaban como una suerte de “acto de integración” a las fechas patrias argentinas:
De pronto se oye la marcha “San Lorenzo” la comitiva oficial ya está a la puerta del Templo. Autoridades nacionales y extranjeras siguen detrás de la insignia nacional; luego vienen las banderas: españolas, italiana, chilena y siria las que encabezan el núcleo de hombres que forman las respectivas colectividades, nótanse damas, y señoritas de las principales familias del vecindario y mucho pueblo. Entran las banderas, las autoridades y pronto quedan los que han sido listos apiñados en el recinto sagrado. Se canta el Te Deum; quince robustos hijos de Belluno, Italia, han trasladado a Bariloche el motivo musical que treinta años atrás aprendieran bajo las bóvedas de sus viejas catedrales. Les diría que cada uno canta por tres!!. Rememoran la patria lejana viendo la tricolor enseña sobre el altar, cantan y con bríos juveniles60.
Es notable la encendida crónica del 25 de Mayo de 1919 que asociaba directamente a la fiesta cívica con la religión católica y que en ese año incluye y resalta especialmente a Italia, patria del fundador de los Salesianos y de Primo Capraro: “(…) los próceres de mayo esos que nos dieron: Religión Patria y Libertad, cimentaron decimos una nueva y gloriosa Nación”61. El cronista describe la capilla engalanada con un escudo nacional traído del Colegio Pío IX de Buenos Aires al que se decoró con lamparitas eléctricas y se colocó “cerca del altar del Sagrado Corazón junto a la puerta que comunica la Sacristía teniendo como docel (sic) una amplia bandera argentina”62.
Antes del Canto solemne del Te Deum el Sr. Cura Párroco al pie del altar, teniendo a su derecha el escudo nacional iluminado eléctricamente leyó su oración patriótica incluyendo en ella la nota a la noble Nación amiga Italia, la patria de Nuestro Venerable Padre y Fundador Don Bosco, a Italia la que había sido agraviada por el atentado terrorista del 23 de Mayo en la Capital Federal atentado contra la Embajada de Italia quedando bajo los escombros entre otras numerosas víctimas el sacerdote salesiano Don Francisco Zaninetti q.e.p.d.63
Identificamos en las fuentes que el Te Deum “sirvió de vehículo de cohesión, soporte de memoria de la colectividad, test de opinión, identificación política y acción” (Ortemberg, 2010, p. 208). Mientras la presencia del estado nacional buscaba forjar una identidad argentinizadora en la frontera, la participación variopinta de las comunidades migrantes europeas, chilena y aborigen formaron parte de estas construcciones sociales del poblado y marcaron posiciones, jerarquías y funciones. Aunque continuaron, paralelamente también hubo un desplazamiento en este período de las celebraciones de las colectividades de inmigrantes chilenos que fueron poco a poco reemplazadas por aquellos colectivos migratorios europeos masivos a nivel nacional, como los españoles e italianos: “Bariloche quiere asociarse al regocijo común de la República que con lindo programa festeja el Día de la Raza”64. Las celebraciones chilenas se integraron al calendario local a partir de esta nueva lectura del pasado, establecida por los “vecinos caracterizados”, bajo la tutela nacional, como una suerte de comunión de sus diversos integrantes en el Territorio Nacional, sosteniendo la construcción del “crisol de razas”. De acuerdo al cuadro censal publicado por el Ministerio del Interior en el Territorio de Río Negro la población extranjera se incrementa en el censo de 1912 a prácticamente la mitad de la población en esta Gobernación (22.339 nacionales y 11.890 extranjeros) (Memorias del Ministerio del Interior, 1914-1915, p.175).
En este período, la capilla fue escenario de desplazamientos en los festejos fundacionales que cambiaron del primer fundador germano chileno, Carlos Widerhool, hacia otros actos que representaron la fuerza militar de la autoridad con la llegada del General Villegas y la división de la colonia por el presidente de la Nación. En síntesis, en este período, los orígenes de Bariloche se festejaron: el 1 de febrero de 1893 llegada de Carlos Widerhoold al Nahuel Huapi, el 3 de abril de 1881 cuando Villegas izó la bandera argentina en el Cerro del Carmen tras la conquista militar del Nahuel Huapi. Finalmente, en la década de 1960, se estableció como hito fundacional de Bariloche al 3 de mayo de 1902, fecha del decreto del Presidente Julio Roca que la nombró Colonia Agrícola y Ganadera.
La llegada del osornino Wiederhold, por vía lacustre al Nahuel Huapi en 189365, fue tomada como hito fundacional: “1º de febrero de 1925. Aniversario de la fundación de Bariloche. El acontecimiento se festejó una semana después. Han obsequiado todos los niños. Se cantó el Tedeum”66. El osornino Weiderhold fue reconocido como “fundador de Bariloche” ese año y como primer poblador y pionero incluso el 3 de abril de 1931, cuando ya se había corrido la fecha fundacional a la fecha en la que el en el que el Coronel Conrado Villegas plantó la bandera argentina en el cerro Carmen en 1881. La selección de la festividad posibilitaba la alianza con un mundo castrense que buscaba posicionarse como actor cultural e histórico con injerencia política. Una alianza que buscaba integrar a Bariloche con la conquista militar de la Patagonia y con la llegada de la “civilización” y la religión católica al “desierto”. La Iglesia y el Ejército en conjunto celebraron los orígenes de la argentinidad y la catolicidad, reafirmaron la soberanía argentina en la región y consolidaron su rol de constructores modernos de la civilidad argentina.
En la figura 3, el conjunto que rodea al sacerdote en primer plano, hace referencia a su papel de misionero salesiano evocando los orígenes de la Iglesia en el poblado. Calveria bendice la bandera y en este acto a través de la referencia de la foto que alude a “las gestas gloriosas de los religiosos expedicionarios al Desierto patagónico”, consolida la imagen de poder y predominio de la Iglesia católica en Bariloche. La alianza con el poder político y las fuerzas del orden se observa en las autoridades que lo rodean como coro y que señala en las crónicas de su puño y letra: 1) Coronel Guillermo J.Mohrn, 2) Teniente Coronel expedicionario Don Ángel Alegre, 3) Teniente Coronel expedicionario Don Enrique Zimmerman Saavedra, 4) Teniente Coronel expedicionario Don Aniceto Vallejos, 5) Comisionado Municipal Carmere Grasso, 6) Comisario de Policía, 7) Miembro de la Comisión del Parque Nacional Ing. Horacio Anasagasti, 8) El principal industrial del pueblo Don Primo Capraro.
Fuente: AHS ARS/BB, Crónicas de las Casas de Bariloche Libro III, 1928-1940, fs. 78 y 79. Aclaración del texto debajo de la foto: “El Pro. Honorio Fausto Calveria, misionero Salesiano recordando después de bendecir una bandera, las gestas gloriosas de los religiosos expedicionarios al Desierto patagónico, Mons. Santiago Costamagna, Padre Luis Botta y Padre José Beauvoir ante el representante del Gobierno Federal Coronel Guillermo Mohr Subjefe del Estado Mayor, General del Ejército en ocasión de conmemorar al pie del Cerro Carmen el 50º aniversario del nacimiento del Pabellón Nacional de Bariloche por el General de División Conrado E Villegas”
En la foto, Primo Capraro mira a la cámara, justo detrás del sacerdote que está en primer plano. Observamos que las autoridades y aquellos que alcanzaron posiciones de influencia económica y política buscaron apropiarse de las celebraciones y sus símbolos para conferir identidad al poblado. Los nuevos templos de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX fueron el epicentro de poder de estas élites incipientes que pasan de “las más bien precarias y pequeñas comisiones organizadoras de fines del siglo XIX, muy vinculadas a las formas de sociabilidad notabiliares” a “complejas estructuras” en los años ‘30” (Mauro, 2015, p.10).
Después de bendecir la enseña patria, el sacerdote revestido de su apellido de sobrepelliz y estola leyó un breve discurso ante el representante del Gobierno Federal, revocando las gestas gloriosas de los misioneros Salesianos expedicionario que acompañaron al ejército de su magnífica campaña a la conquista del desierto patagónico67.
El origen católico y nacional de Bariloche entronca con la “gesta civilizadora” de la conquista militar para forjar identidad y soberanía al naciente poblado.
Conclusiones
En 1907 los Salesianos fundaron desde su centro de misión en Junín de los Andes una capilla en San Carlos de Bariloche, como una suerte de posta misionera de sus incursiones apostólicas. La construcción de la Capilla denominada Inmaculada Concepción, se realizó con fondos de la empresa Chile Argentina que operaba en ambos lados de la cordillera con capitales de inmigrantes germano chilenos de la región del Llanquihue, protestantes y católicos. Los empresarios chileno germanos católicos solicitaron a los Salesianos el asentamiento definitivo en la zona y de esta manera lograron institucionalizar la presencia de la Iglesia en 1914 y dotar al emergente poblado de su identidad católica. A partir de 1917, la empresa pasó a manos de Primo Capraro, un italiano cuya participación en la Iglesia constituyó su camino de ascenso por su aporte económico y constante participación en las festividades de las colectividades migrantes y cívicas.
Entendemos que la capilla resulta el artefacto cultural fundamental para simbolizar los orígenes católicos del poblado, argentinizar la cordillera ante el control aduanero por la fijación de límites y visibilizar a los “vecinos caracterizados”, que emergieron como grupo de poder al calor del Estado nacional y territoriano y del desarrollo de la empresa binacional Chile-Argentina. Por otro lado, observamos en las Memorias del Estado central, que en este período se buscaba afianzar la articulación con el resto de Río Negro hacia la zona atlántica y con el Territorio del Neuquén.
La regionalización católica de este territorio tuvo elementos comunes con el amplio espacio patagónico, pero otros fueron diferenciados de acuerdo a su contexto local. La distancia de la jerarquía católica centralizada en Buenos Aires otorgó continuidad de autonomía a la Congregación Salesiana, que buscaba evangelizar y argentinizar a los pobladores originarios sobrevivientes de la conquista militar y a los inmigrantes protestantes, y educar a los nuevos pobladores que ocupaban esos espacios. Además, esta capilla salesiana tuvo la misma dinámica que en otras regiones: parroquia, oratorio festivo, centro de misiones rurales y alguna institución de servicio social. También continuaron en esta etapa las redes de beneficencia provenientes de las principales familias porteñas para acceder al poder y la financiación, que en el caso de Bariloche se particularizó en un Hospital aledaño a la capilla. Los Salesianos tenían además su propia red de Cooperadores y Cooperadoras Salesianas, a la que se sumó la Liga patriótica. En definitiva, la interacción de estas agencias buscaba transformar al poblado en una ciudad argentina y católica y ganar los espacios públicos.
Las crónicas de la capilla muestran una participación destacada en las celebraciones patrias y de las colectividades migrantes que conformaron las redes de poder del incipiente Bariloche. Estos grupos y redes se consolidaron con las visitas “ilustres” y las intervenciones de la agencia eclesial en los festejos cívicos. En esta ocasión analizamos esta idea a partir de la visita de Monseñor De Andrea y de los Te Deum. En el primer caso, los vínculos de De Andrea con la Liga patriótica, la Congregación salesiana en Buenos Aires, los círculos de obreros y las comisiones de damas de beneficencia y cooperadoras, lo posicionaron como una figura destacada dentro de la Iglesia y del catolicismo integral. La celebración de la Misa campal en el Cerro Campanario es una demostración acabada de esas alianzas.
Finalmente, el Te Deum y las fiestas cívicas y de las colectividades migrantes fueron escenarios de visibilización a través de rituales cívicos y religiosos, que legitimaban y sacralizaban el espacio. Las crónicas parroquiales registran las festividades patrias como el 25 de mayo y el 9 de julio, pero también el 12 de octubre para los españoles y el 18 de septiembre para los chilenos. El italiano Primo Capraro fue el representante destacado de los “vecinos caracterizados” y participaba en el coro del Te Deum de las celebraciones a las que asistían el Inspector de Policía, el juez de paz, el maestro de la escuela estatal. Las colectividades también participaron e integraron el espacio de “argentinización” de las conmemoraciones. El Te Deum fungió como cohesionante identitario de esa novel sociedad cordillerana, marcó posiciones, jerarquías y funciones. El Estado central y territoriano buscaba argentinizar la frontera direccionando la fecha fundacional de los orígenes del poblado. La capilla fue el escenario de desplazamientos en los festejos fundacionales que pasaron de la fundación de “La Alemana”, primer almacén de ramos generales por el germano chileno, Carlos Widerhool (1 de febrero de 1893) hacia otros actos que representaron la fuerza militar y de la “civilización” con la llegada del General Villegas (3 de abril 1881) y finalmente la división de la colonia por el presidente de la Nación (3 de mayo de 1902), que vuelve a esa misma idea. El origen católico y argentino de Bariloche termina festejando la “gesta civilizadora” de la conquista militar. Desde las celebraciones en la capilla las autoridades y los “vecinos caracterizados” buscaron apropiarse de las celebraciones y sus símbolos para conferir identidad al poblado.