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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.52 no.1 Buenos Aires June 2022

 

ARTICULO

Caracas está “en busca de autor”. Condiciones de ciudad entre la azarotopía y la latencia

Caracas is “in search of an Author”. City conditions between randomtopia and latency

Ana María Resnik *

https://orcid.org/0000-0002-5167-7797

* Antropóloga y maestranda en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo por la Universidad Central de Venezuela. Ha desarrollado investigaciones y trabajo curatorial con colecciones antropológicas, con artículos y trabajos de difusión en el área y en el diseño de programas educativos con comunidades indígenas. Fue asistente de investigación en proyectos con comunidades urbano-rurales y docente.

Universidad Central de Venezuela. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Sector de Historia y Crítica de la Arquitectura. Maestría en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo.
Ciudad Universitaria de Caracas. Calle Caracas 1040. Caracas, 40362. Venezuela. E-mail: ana.resnik1@gmail.com

Este trabajo forma parte de una investigación recientemente iniciada sobre los Imaginarios Urbanos de Caracas que se está realizando de manera independiente.

RECIBIDO: 7 de septiembre de 2021.
ACEPTADO: 16 de marzo de 2022.


RESUMEN

El paisaje conocido por los caraqueños, con zonas de referencia y espacios de reencuentro, ha variado radicalmente como resultado de las transformaciones de toda índole que se han vivido en el país, obligando a repensar las formas de acción y expresión en la ciudad.
Caracas se ha constituido así en un “lugar del azar” o azarotopía, caracterizando a su paisaje actual como un paisaje cultural salvaje, por la subversión del orden tradicional de significación. Estas condiciones, típicas de los estados liminales, han permitido la identificación de estrategias de supervivencia, cuya lógica de aparición está en latencia en la propia tradición cultural donde emergen, operando alternativamente. La efectividad de estas estructuras de resolución vislumbra la capacidad de las comunidades para dar respuesta, constituyéndose como agentes de representación.

Palabras claves: azarotopía; estados liminales; estrategias de supervivencia; latencia; paisaje.
Referencias espaciales y temporales: Caracas; siglos XX y XXI.

ABSTRACT

The landscape known by the people of Caracas, with reference areas and meeting spaces, has changed radically as a result of the transformations of all kinds that have taken place in the country, forcing us to rethink the forms of action and expression in the city.
Caracas has thus become a “place of chance” or azarotopy, characterizing its current landscape as a wild cultural landscape, due to the subversion of the traditional order of meaning. These conditions, typical of liminal states, have allowed the identification of survival strategies, whose logic of appearance is latent in the very cultural tradition where they emerge, operating alternately. The effectiveness of these resolution structures glimpses the capacity of the communities to respond, constituting themselves as agents of representation.

Key words: randomtopia; liminal states; survival strategies; latency; landscape.
Time and space references: Caracas; XXth and XXIst Centuries.


Introducción

Las características urbanas de Caracas se han definido por condiciones históricas, donde destaca su oscilante situación económica, entre abundancia y escasez, y las diversas crisis políticas. Si bien estos escenarios pueden rastrearse desde mediados del siglo XIX, se intensificaron a finales del XX y alcanzaron su paroxismo en la historia reciente. Las consecuencias han sido variadas. Se dibujó un paisaje de la ciudad muy intrincado, por las superposiciones semánticas que generan proyectos inconclusos, modelos de acción desconocidos o improvisados, disposiciones contradictorias, construcciones innecesarias o prioridades desatendidas. Todo esto, entre otras cosas, se traduce en una percepción hostil del caraqueño hacia su ciudad y con la incertidumbre como condición definitoria de su relación con ella.
El auge petrolero, a principios del siglo XX, acentuó las diferencias entre las distintas regiones y grupos socioeconómicos y favoreció solo a las clases altas y medio-altas, mientras el resto del país se sumía en la pobreza más atroz y la desatención sanitaria más básica. A pesar de las “cinco décadas de desarrollo a un ritmo acelerado con niveles excepcionales de consumo y de inversión, apuntalados por ingresos petroleros ya tradicionalmente altos” las desigualdades no se superaron (Mommer, 2016: 43). Los años 80 se inauguran con los primeros signos de la crisis mundial del petróleo de 1978, mientras el escenario urbano de Caracas aún presentaba fallas de base y continuaban las desigualdades y resentimientos, que se remarcaban cada vez más, por la caída del salario real y la capacidad de consumo. Para contrarrestar esta situación, se implementan medidas que no harán sino demostrar “[...] el agotamiento del modelo rentista distribucionista y la continuidad de un modelo excluyente [...]” que desencadenará en una “revuelta de la sobrevivencia” (Lacabana, 1990: 201 y 212).
Esta respuesta popular, conocida como el “caracazo”, ocurrió en la capital y zonas periurbanas, en febrero de 1989, y marcará un hito fundamental para comprender muchas de sus características urbanas posteriores. Es el inicio del cambio, de un escenario diferenciado socioeconómicamente a uno polarizado y violento. Así se inaugura la década del 90, que caracterizó a Caracas como “la ciudad violenta”, “la ciudad vulnerada y excedida”, en la que se manejaba “la gramática de la guerra”, la que transforma la perspectiva del otro, del territorio y de la autorepresentación, la que fomentó la “sociabilidad vigilante y la urbanidad privativa”, la deformación de la institucionalidad democrática y una desesperanza por el porvenir. Desde el “Caracazo” aumentaron significativamente los hechos violentos, delictivos o criminales, que dejaron de ocurrir en zonas puntuales y se extendieron a toda la ciudad. Esto desarrolló en la población desconfianza, miedo y culto a la violencia, ante la frecuencia de homicidios que se multiplicaron por cinco en diez años y convirtieron a Caracas en “la primera capital del continente americano donde mueren más personas por violencia”.1 Esta situación generó gran preocupación, ya que se detectaba el inicio de “[...] un proceso de desintegración de la normativa social o anomia” (García Sánchez, 2010, p. 251-252; García Sánchez y Villá, 2001; González Téllez, 2010, p.302-303; y Sanjuán, 1997, p. 216).
Las profundas inequidades y la exclusión social, la dependiente economía monoproductora, el descrédito de los partidos políticos y la pérdida de credibilidad en las instituciones, facilitó la llegada al poder, en 1998, de un gobierno con nuevos actores del proceso político, algunos de ellos partícipes de dos intentos de golpe de estado en 1992. Se crea un discurso polarizador muy agresivo que marca el “comienzo de un período de mayores confrontaciones, esta vez políticas” (González Téllez, 2004, p. 303).
Se inician acciones económicas, que replantean los postulados neoliberales aplicados desde inicios de los noventa, y acciones sociales, que apelan a una mejora sistemática de los sectores pobres. El discurso público, verbal e icónico, tanto de representantes del gobierno como de la oposición, y de los seguidores de ambos, adquiere gran fuerza simbólica que se expresa en los diversos lugares de acción en los que se reivindica y resignifica “la emergencia de imaginarios latentes”. La confrontación social en la primera mitad del año 2000 agudizó el conflicto político, incluido un golpe de estado en 2002, con la capital como escenario especialmente sensible para su expresión, a través de la legitimación de la violencia y espacios altamente divididos: ocupaciones, apropiaciones e invasiones, marchas y contramarchas, trancazos y barricadas, atentados, ataques o medidas intimidatorias (Lacabana y Cariola, 2003: nota al pie de página No 4; Lozada, 2010, p. 340-341, 344-346 y 348). En definitiva, “la convivencia se polarizó en expresiones políticas que se negaban una a otra, casi reflejando el paisaje de la segregación de la ciudad física o del desencuentro de la cultura” (González Téllez, 2010, pp. 303).
Al finalizar esa década, en 2009, una nueva crisis económica mundial marcará el rumbo nacional, particularmente afectado por un amplio ciclo recesivo, cuyos efectos llegan hasta el presente (Vera, 2011). En 2013, fallece el Presidente en funciones, con un consecuente suceso sociopolítico nacional. Se empieza a consolidar otro tipo de agresión, marcada por la ausencia, con expresiones en la falta de pautas claras de acción, sin reglas codificadas y simbolizadas socialmente, carencia de organización, planificación y continuidad en proyectos, tanto gubernamentales como privados.
El resultado de estas transformaciones sociales, económicas, políticas e ideológicas han afectado en diferente forma el paisaje general de la capital. Sin embargo, es destacable que el factor común en este discurrir “está asentado en la más íntima afectividad”, es decir, en “resentimientos susceptibles de gran explosividad” que caracterizan el “discurso salvaje”, que el filósofo José Manuel Briceño Guerrero ([1969] 2014) ha identificado como uno de los tres que habría constituido la identidad latinoamericana.2 Esta construcción discursiva ha definido en buena medida la actual cultura urbana de Caracas y hace que el paisaje conocido por sus ciudadanos, con zonas de referencia y espacios de reencuentro, haya variado radicalmente. Algunos de esos lugares se han transmutado o han desaparecido, así como las maneras de ser y estar en la ciudad han cambiado y cambian constantemente. Fijar relaciones sociales o interpersonales con el espacio se hace casi imposible, al menos tal y como se conocía, y obliga a repensar las formas de acción y expresión en la ciudad.
Ante esta situación se plantea un problema y es cómo se logra la continuidad en un paisaje en el que las pautas y reglas no son constantes ni reconocibles; que está carente de cualquier planificación urbana; con una profunda desconfianza en las instituciones; donde todo, o nada, puede pasar, pues todo vale, y al mismo tiempo, nada cuenta.
La referencia inicial sobre el concepto de “paisaje” que se ha abordado es la del Convenio Europeo del Paisaje (CEP), que resalta su condición de percepción. Por “paisaje” se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos” (Consejo de Europa, 2000). Se parte de esta interpretación, amplia y de interés social, como representación y síntesis del territorio, ya que permite etnografías de la percepción y de la experiencia de lugares y paisajes que evidenciarían relaciones sociales, formas de sentido y de memoria colectiva. A partir de aquí se puede complementar la noción de paisaje con distintos trabajos, como el del geógrafo Rafael Mata Olmo, quien también recurre a la orientación del CEP, y construye un concepto integrador, producto de la relación sensible de la acción humana, la naturaleza y la historia, convirtiéndose en “[...] elemento de identidad territorial y manifestación de la diversidad [...] que resulta de la articulación de lo físico, lo biológico y lo cultural en cada lugar” (Mata Olmo, 2008, p. 43-44) Por otro lado, los especialistas en geografía humana, Perla Zusman, e Historia del Arte, Federico López Silvestre, consideran al paisaje como “[...] cierta extensión de terreno o la representación del mismo [...] que se ve desde un sitio”, lo que marca especial énfasis en su condición de constructo visual, al menos inicialmente (López Silvestre y Zusman, 2008, p. 138 y 150),3 a diferencia de Mata Olmo quien, apoyado en el ecólogo Fernando González Bernáldez,4 destaca al paisaje como la percepción multisensorial de un territorio, no limitada al mundo visual (Mata Olmo, 2008, p. 45-46). Esta disquisición es pertinente aquí, en la medida en que se concibe al paisaje, al igual que los arquitectos Graciela Silvestri y Fernando Aliata, como una realidad bidimensional, constituida por un individuo y un elemento externo a él, el territorio, que al ser percibido es sustentado discursivamente por un relato histórico que le da sentido:

Para que exista un paisaje no basta que exista “naturaleza”; es necesario un punto de vista y un espectador; es necesario, también, un relato que dé sentido a lo que se mira y experimenta; es consustancial al paisaje, por lo tanto, la separación entre el hombre y el mundo. (Silvestri y Aliata, 2001, p. 10).

Con estas referencias, se propone examinar el paisaje urbano de Caracas a partir de cuatro categorías que, si bien dan cuenta de realidades diferentes, en el conjunto de la ciudad están imbricadas entre sí. Cada una de ellas se ha definido según el grado de intervención sociocultural que pueda identificarse: paisaje natural domesticado, paisaje cultural domesticado, paisaje natural salvaje y paisaje cultural salvaje. Ya que se quiere poner el acento en las estrategias de supervivencia del caraqueño en este último, ahora extendido a todo ámbito de representación y acción en la ciudad, se expondrá la orientación sobre este concepto.
Originalmente propuesto desde la biología, dentro de la teoría evolucionista, el concepto "estrategia de supervivencia" se traslada al campo de las ciencias sociales y suscita varias discusiones sobre su alcance, limitaciones y precisiones en correspondencia con las nuevas realidades a las que se podría aplicar. Los múltiples intentos por definir precisamente el concepto5 han derivado en variaciones terminológicas más específicas como “estrategias familiares de supervivencia”, del paraguayo Tomás Palau Viladesau (1980); “estrategias familiares de vida”, propuesto por la argentina Susana Torrado (1981), y secundado por Carlos Borotti (1981); “estrategias de existencia”, aplicado por los ecuatorianos Álvaro Saenz y Jorge Di Paula (1981); “estrategias de reproducción”, de Susana Hintze (2004), utilizado también por Laura Massa (2010) como “estrategias de reproducción social”; o “adaptación forzosa”, del grupo de investigadoras argentinas Nélida Barbino, Silvia Bocero, Griselda Prandin y Cristina Rosenthal (2009).6 Como se ve, las reflexiones sobre el término se han elaborado desde Latinoamérica, especialmente a inicios de la década de los años ochenta, aunque haya sido aplicado desde los años 60, “[...] en un contexto de dictaduras, crisis económica y del rol del Estado interventor, así como de fuerte ebullición política [...]” (Hintze, 2004). Será en los años setenta cuando surja el principal referente sobre el término, que es el trabajo de los chilenos Duque y Pastrana (1973), referido a las “estrategias objetivas de subsistencia económica” de las poblaciones urbanas que vivían en campamentos en las márgenes de Santiago (Duque y Pastrana, 1973), y que es la base de subsiguientes investigaciones que aplicaron las “estrategias de supervivencia” para explicar las actividades informales de redes sociales tendientes a garantizar las condiciones materiales de vida. Esto se replantea sustancialmente en un documento del Programa de Investigación Social sobre Población en América Latina (PISPAL), llevado a cabo en México en 1978, al incorporar los comportamientos encaminados a asegurar la reproducción biológica del grupo.7 En los años ochenta se la ubica “como una categoría mediadora entre las dimensiones micro y macro de la vida social” y en los años noventa permitió definir políticas públicas, tanto de organismos públicos, estatales como no estatales8 (Massa, 2010, p. 110-111).
Dado que aún no está estrictamente delimitado el término de “estrategias de supervivencia”, le dotan de posibilidades polisémicas para definir diversas situaciones. Por momentos, la aplicación del término asociado a la capital venezolana, se ha encontrado solo en estudios sociológicos y económicos de sectores populares, que toman como punto de partida el “caracazo”, relacionándolo con la violencia allí desbordada y la activación de planes sociales, como respuesta del Estado.9 Es decir, para el caso de Caracas, la vertiente sobre las “estrategias de supervivencia” ha sido la más socorrida internacionalmente, vinculada al ámbito económico y socioproductivo, no hallándose investigaciones que aborden la categoría como parte de la construcción de experiencias y memoria,10 o en el plano de representación del espacio11 y de relaciones de significación con el paisaje. El único planteamiento conocido, en el que se dejan entrever estas cuestiones, y además se acerca el actual paisaje urbano de Caracas a paisajes de la selva amazónica, es el del filósofo y antropólogo Alejandro Reig (2021). Esta interrelación de paisajes ha permitido plantear una conexión y síntesis de elementos comunes, correspondientes con lo liminal, trabajado por Claude Lévi-Strauss ([1958] 1968), Víctor Turner ([1967] 1990) y Edmund Leach ([1976] 1978).
Para este tipo de abordajes se requiere destacar ciertos elementos de algunas definiciones sobre las “estrategias de supervivencia”, para entenderlas como una “[...] relación dialéctica, o el juego de adaptaciones, entre el sistema u organización social de un grupo y el medio ambiente” (Sánchez Parga, 1984, p. 11). A lo que se suma su condición de constructo racional, producto y reflejo de los saberes de un grupo, acumulados en sucesivos momentos históricos: “[...] el concepto de "estrategias de supervivencia" apunta a la aprehensión, comprensión y explicación de un determinado comportamiento”, que busca “una inserción estable en la estructura” formal de una nación o sistema (Argüello, 1981, p. 195). En este sentido, la definición más depurada y que mejor aplicabilidad tiene para la realidad estudiada, es la que toma en cuenta la experiencia y la adaptabilidad como núcleos formadores:

Dos factores, o si se quiere una doble dinámica, intervienen y organizan desde su interior lo que hemos definido como las estrategias de supervivencia de un grupo social: la tradición o el universo de experiencias acumuladas, que contribuyen [a] la especificidad cultural de una sociedad, y en donde se cifran las condiciones de su resistencia a permanecer como tal; y, por otro lado, su capacidad de cambio y adaptación a las nuevas condiciones históricas y de su medio. [...] Su comprensión hace más bien referencia al sistema de prácticas y comportamientos que un grupo adopta en una determinada circunstancia histórica, y en el que actúan los componentes tradicionales de su cultura (Sánchez Parga, 1984, p. 11).

Con estas premisas de base, se ha definido como objetivo determinar el modo de operar de las nuevas estrategias de supervivencia y cuáles características imprimen al actual paisaje de Caracas. Para ello se parte de la hipótesis de que si todo espacio con ausencia de pautas y normas claras exige un “sistema de prácticas y comportamientos” alternos a los conocidos cotidianamente, como las estrategias de supervivencia, entonces se establece una dimensión con relaciones y formas diferentes, que transforma ciertos procesos de significación social. Es decir, se constituye un estado liminal de “doble naturaleza”, como lo identifica Lévi-Strauss, que está “[...] 'entre y en mitad de' todos los puntos reconocibles del espacio-tiempo de la clasificación estructural”, como explica Turner ([1967]1999, p. 108).

Métodos

A partir de los cambios vividos en Caracas, se perfiló la idea de una investigación que permitiera explicar el proceso de los nuevos comportamientos, que parecían tener un denominador común, indistintamente del ámbito de acción social donde surgieran y del tipo de respuesta, y era la rápida adaptación a realidades cambiantes e inestables con alternabilidad de conductas e improvisación inmediata de soluciones. Se advierte que una situación como la de Caracas exige múltiples estudios, por la producción permanente de datos e interpretaciones, aunque queda aún mucho por elaborar.
Por la naturaleza del problema, el diseño del estudio fue documental y de campo, como resultado de una investigación de tipo explicativa y cualitativa. Dada la diversidad de elementos urbanos y culturales a analizar, se recurrió a teorías de diferentes disciplinas, desde la antropología, la historia, la lingüística y la etnografía. El registro de vivencias y experiencias se complementó con informaciones y datos obtenidos en fuentes periodísticas, de organismos oficiales y organizaciones no gubernamentales. La estrategia de campo permitió obtener la información directamente de la realidad al aplicarse el método de observación participante, fundamental dentro de la descripción etnográfica, y del que, en uno de los principales estudios teóricos sobre estrategias de supervivencia, se indica lo siguiente: “no hay duda de que la técnica de observación participante aparece casi imprescindible si se quiere aprehender un fenómeno social tan complejo y con tantas redes de interacción no registradas en estadísticas de ningún tipo” (Argüello, 1981, p. 203).12
El espacio de estudio se limitó a la ciudad de Caracas. Se encontró que no existían áreas específicas con irregularidad en pautas, reglas y normas, sino que en cualquier lugar pueden ocurrir situaciones “que no tienen sentido”.13 Precisar lo ampliamente extendido de esto, y lo cambiantes que resultaban las estrategias de supervivencia, fortaleció la idea que se tenía desde el inicio del estudio, de no realizar una lista de cada una ni enumerar y describir los contextos en que surgían. Se orientó entonces la investigación a identificar la posible existencia de un elemento conformador, común a la variedad de estrategias que se detectaban.
Para ello se recurrió a una condición de toda estrategia de supervivencia, la adaptabilidad, la cual se define como la capacidad de suprimir ciertas acciones o respuestas y adoptar o aplicar otras nuevas, que no son las cotidianas, pero que están en latencia: “Dicha capacidad se puede medir por los mismos recursos socio-culturales para superar o enfrentar las circunstancias presentes, desprenderse del pasado y proyectarse hacia el futuro con opciones viables y propias” (Sánchez Parga, 1984, p. 11). Al tener que recurrir a elementos y opciones que forman parte del propio sistema cultural, pero que no se aplican tradicionalmente de una manera determinada, se está frente a una subversión del orden y una transformación en las prácticas y comportamientos rutinarios. El movimiento que genera la lectura global de una situación como esta es la de alternancia de relaciones entre elementos conocidos que discurren dentro de una lógica o contexto, y otros que se corresponden con realidades específicas, con su coherencia particular, y que de por sí constituirían un sistema propio.
Así, para analizar estos movimientos, surgió la posibilidad de aplicar los modelos lingüísticos de Ferdinand de Saussure, sobre relaciones sintagmáticas y asociativas o paradigmáticas,14 donde las primeras se desarrollan in presentia, en un eje de las simultaneidades o diacrónico, pues “se refiere a las relaciones entre cosas coexistentes”; mientras que las segundas ocurren in absentia, en un eje de las sucesiones o sincrónico, en los que “[...] nunca se puede considerar más que una cosa cada vez”, pues “une términos en una serie mnemónica virtual” (Saussure, [1916] 1980, p. 119 y 173).

El nacimiento de la ciudad moderna y la constitución de clases y grados de paisajes

En la génesis misma de la ciudad moderna se encuentra la constitución de paisajes donde se enfrentan, en grados distintos, los espacios urbanizados e intervenidos cultural y socialmente, en lo que se podría llamar paisaje cultural, con aquellas áreas naturales fuera del alcance de la construcción material, que serían el paisaje natural. Dentro de cada uno de estos espacios, la acción de la norma y la pauta, del control y la coacción social, pueden alternarse entre presencia (en el paisaje domesticado o domeñado) y ausencia (en el paisaje no domesticado o salvaje), generándose tipos de paisaje según la agrupación de estas características. Si se considera como un sistema de clasificación, se identifica una clase de lo natural frente a lo cultural y otra clase de lo domesticado frente a lo salvaje, que combinadas perfilan espacios de interacción, afectividad y representación particulares aunque móviles, de acuerdo a cada situación histórica de las ciudades (Figura 1).


Figura 1: Este diagrama bilateral presenta tipologías de paisaje formados según las combinatorias de distintas clases de representación e intervención socio-cultural. Cada atributo de clase se constituye por distintos grados, desde presencia hasta ausencia: límites materiales y simbólicos (mitad norte-sur) y control social (mitad este-oeste).
Fuente: elaboración de la autora.

La reflexión sobre la dicotomía naturaleza-cultura se adentra en la representación espacio-temporal y se replantea en análisis contemporáneos:

En el caso de la idea moderna de paisaje, se trata de un problema fundamental, ya que su principal novedad radicó en el postulado de romper los límites —sociales, naturales, normativos— y de retomar, de una u otra manera, la indeferenciación original” (Silvestri y Aliata, 2001, p. 16).

Esta consideración de un continum y del carácter ficcional de la diferenciación es advertido por Marc Augé: “No hay paisaje natural en el sentido absoluto del término, y el paisaje es incluso la perfecta ilustración del carácter relativo y sintónico del concepto de naturaleza” (Augé, 2013, p. 225).15 Es por ello que los jardines, como paisaje natural domeñado, representaron una modificación sustancial en las culturas urbanas, en “la mirada humana sobre el entorno natural”, que a través de la técnica dominó y controló la naturaleza, ya no con fines de subsistencia sino estéticos al “[...] superar los límites [...] solo cuando la naturaleza pudo ser domesticada” (Silvestri y Aliata, 2001, p. 26).
Cabría suponer que para el viaje que hacen los modelos y propuestas urbanas desde Europa hacia América, se embarcaron las versiones más depuradas y mejoradas. No se esperarían paisajes culturales salvajes, es decir, alejados de toda convención socialmente establecida, como ocurría a finales del siglo XIX en el barrio de Whitechapel en Londres, o antes de las transformaciones “hausmannianas” en el centro de París, tantas veces reflejado en la literatura de la época. Los hacinamientos y las deficientes condiciones higiénicas y legales ya habrían demostrado suficientemente que se debían controlar y reglar las formas de vida en las nuevas ciudades. Las utopías urbanas, como respuesta inmediata a ese urbanismo salvaje, al ponderar el paisaje cultural domesticado, con su fe ciega en la técnica; o el modelo howardiano de los barrio-jardín, como solución intermedia entre el campo y la ciudad, son ejemplos de lo que se esperaba implantar en el nuevo continente, ideas que soslayan las posibilidades de zonas ajenas a la norma del Estado (Benévolo, [1967] 1992). Sin embargo, las particulares estructuras y modos de relación, paralelas a las formalmente establecidas, siempre se develan previsibles de surgir dentro de un conglomerado urbano industrial-capitalista moderno.
Cuando las condiciones de convivencia empiezan a concentrarse, superponiendose y amalgamándose elementos e interacciones, se dificulta la posibilidad de ejecutar y acatar las pautas oficiales, ya que en muchos casos éstas no dan cuenta exacta de la realidad que regulan. Por ello, constantemente emergen significados y estrategias, desde todos esos espacios o zonas del paisaje cultural que quedan olvidados, aislados o abiertamente marginados del proceso de planificación urbana. Como respuesta, se crean modos de completar los vacíos legales o de oportunidades, a través opciones propias del sistema en el que se gestan, así sean contrarias al formal. Son los espacios que regularmente se conocen como “zonas sin ley” o “donde la norma es que no hay normas”. Sin embargo, sí las hay, la cuestión es que son conocidas solo por el grupo que las crea e impone, alejándose del control oficial y enfrentándose a otras pautas de diferentes ámbitos del mismo paisaje cultural salvaje, en el que abunda la “propia ley”.
Para el caso latinoamericano se puede rastrear la década del 30, como el momento en que surgen las “ciudades masificadas” (Romero, [1976] 2008, p. 319-389), con sectores urbanos sin acceso a servicios básicos e inestabilidad en las viviendas, marcados por la supervivencia, la precariedad de recursos materiales y educativos, y relaciones socioeconómicas diferentes a las del resto de la ciudad formal, que exigieron que se establecieran pautas propias de acción interna. Pero, como ocurrió en sus contrapartes europeas, han sido siempre espacios específicos y muy delimitados, que generalmente se tratan con especial atención desde los gobiernos locales o centrales, tanto por la vulnerabilidad de sus habitantes como por la situación caótica que supondría la proliferación de sistemas normativos superpuestos. Es en este sentido que Caracas representa un caso particular, por su condición actualde paisaje cultural salvaje extendido,16 o, como lo describe el historiador Rafael Rojas, con “una prolongada situación límite”.17
Una caracterización de los paisajes de la capital venezolana identificaría como lo natural domesticado a los parques y jardines públicos y privados y lo natural salvaje a las zonas de esos mismos parques y jardines, que por su gran tamaño tienen poco tránsito y control. Dos ejemplos son parte del Parque Nacional El Ávila18 y, desde hace unos años, sectores del Jardín Botánico de la ciudad.19 El paisaje cultural domesticado se constituye por su arquitectura, urbanismo e infraestructura, sustentado por el corpus legal e institucional que rige a la ciudad. El paisaje cultural salvaje se compone por los espacios que, aunque forman parte de la trama urbana, no se rigen por las leyes comunes y generales a esos mismos espacios en otros ámbitos, geográficos o simbólicos. En Caracas, han coexistido históricamente estos paisajes de manera simultánea con paisajes culturales domesticados. Sin embargo, lo peculiar es que recientemente los mecanismos y formas del paisaje cultural salvaje han permeado a todos los ámbitos del quehacer capitalino.

Caracas comopaisaje cultural salvaje: entre la azarotopía y la latencia.

Según la línea de construcción discursiva de la identidad latinoamericana propuesta por Briceño Guerrero ([1969] 2014), en Caracas habría ocurrido una extensión y profundización de la discursividad salvaje que ha obligado a estar fuera de las pautas formales y entrar en una dinámica particular en latencia, que ha modificado el paisaje habitual. Cuando el mapa de la ciudad remarca nuevos puntos de violencia y agresión, que llegan hasta las prácticas diarias del ciudadano común, éste reconfigura su trazado racional y emocional y crea la imagen de un paisaje cultural salvaje (Figura 2). En su relatoría a colegas argentinos, el periodista Andrés Cañizalez lo atribuye a una cuestión política y lo explicaba así:

[...] mi vida en Venezuela pasaba por una serie de decisiones cotidianas que me conectaban con el mercado negro. En eso ha sido exitoso el chavismo, en involucrar a toda la sociedad en ilícitos, ya que estos se hicieron parte del paisaje cotidiano (Cañizalez, 2021).

Figura 2: Ante un paisaje de la ciudad que se percibe y experimenta, simbólica y físicamente violento, se desarrollan estrategias de supervivencia como cambiar ciertas rutas y, muy especialmente, evitar transitar de noche. Fuentes: Infografía, 2019, Crónica Uno. Recuperado de: https://www.cronica.uno y Redacción RPP, 2018, pp. 25-08). Recuperado de https://rpp.pe/mundo/actualidad

Caracas ahora se define por la irregularidad en el servicio de agua, gas y electricidad, una crisis sanitaria sin insumos ni equipos médicos en hospitales (Figuras 3 y 4), a la que se suman la precariedad laboral, la delincuencia, la deficiencia en telecomunicaciones y la escasez, tanto de combustible y repuestos para vehículos, como de productos para el abastecimiento diario de comida y medicamentos. Cada caso implica una estrategia diferente para sobrevivir, pero es la protesta pública una de las acciones comunes que encuentran los caraqueños.20 Pero también están las alternativas y vías extraordinarias que surgen, de manera particular e incluso del propio Estado, como paliativos ante estas situaciones que el sistema oficial ha creado directa o indirectamente. Un ejemplo es el oxímoron que forman espacios llamados “Zonas de Paz”,21 muy pronto constituidos en reductos de violencia y criminalidad, por la imposibilidad de control policial, así se tenga la certeza de que allí tienen a una persona secuestrada o es el refugio de bandas armadas que toman la ciudad.22 El reverso de esta situación han sido los ajusticiamientos policiales y las ejecuciones extrajudiciales.23

Figura 3: La precariedad laboral en el sector sanitario incluye la inexistencia de servicios básicos como agua y luz. Exige estrategias para sobrevivir, como protestas permanentes, y el desarrollo de habilidades técnicas, como cirugías en penumbra. Por su parte, el paciente debe improvisar la compra de insumos para su propia atención médica. Fuentes de izquierda a derecha: Diario 2001. Recuperado de: https://2001online.com; Aleteia, 2018. Recuperado de: https://es.aleteia.org; La Prensa de Lara, 2021. Recuperado de: https://laprensalara.com.ve.

Figura 4: Las estrategias de supervivencia ante el precario servicio de agua van desde la recolección de pérdidas de un camión cisterna o de salientes insalubres hasta el pago por llenado de envases. Fuentes de izquierda a derecha: Fotografía de EFE-Miguel Gutiérrez en El ágora, diario del agua, 2021. Recuperado de: https://elagoradiario.com; Panampost, 2019. Recuperado de: https://panampost.com; fotografía de Rafael Briceño en Contrapunto, 2019, pp. 9-11. Recuperado de: https://contrapunto.com

Al entrever las nuevas dinámicas que impone un paisaje como el de Caracas, se encuentra al azar como síntesis de la vivencia de esta ciudad, y sobreviene la propuesta del término azarotopía como el del lugar del azar, de lo sobrevenido e inesperado, donde resulta imposible la planificación de cualquier hecho. Caracas exige entonces crear estrategias de supervivencia para resistir la falta de estabilidad, algo que sostenido en el tiempo se termina por adoptar como patrón normal de acción; literal y metafóricamente, como parte del paisaje:

Cuando las crisis se instalan, los excesos se normalizan y las salidas definidas por el paradigma de la urgencia se vuelven comunes. La urgencia se impone no solo como marco de percepción y de identificación, sino también de organización y de acción (García Sánchez, 2010, p. 254).

Esto es posible porque esas “salidas definidas por el paradigma de la urgencia” o estrategias de supervivencia, son productos culturales en latencia. El sistema de representaciones donde emerge la crisis y se conforma la azarotopía posee sendas previsibles de aparición de respuestas, más allá de lo formalmente conocido. Las estrategias son conglomerados semánticos latentes, construidos por la “tradición o el universo de experiencias acumuladas”, como identificó Sánchez Parga (1984). El mismo relato histórico que da sentido al territorio, al ser percibido y sustentado discursivamente, a decir de Silvestri y Aliata (2001), y que logra la construcción de la categoría “paisaje”, es parte del relato que constituye una estrategia. Es decir, el discurso salvaje que crea una azarotopía contiene el germen de sus propias estrategias de resolución y supervivencia.
Esto caracteriza a la azarotopía y al paisaje cultural salvaje como espacios de una profunda racionalidad. Mientras más alejado o carente de pautas conocidas sea el entorno, más atención y análisis debe aplicarse: observación detallada del contexto y detección de potenciales alternativas, para poder hacer el cierre de una situación y lograr predecir acciones futuras. Si bien exige un tiempo que podría suponerse necesario para responder de manera inmediata, se obtienen soluciones más contundentes y efectivas.
Las relaciones que habitualmente tiene el caraqueño en el paisaje cultural domesticado, se suceden en un eje diacrónico con acciones que previsiblemente surgirán dentro del sistema de leyes y pautas oficiales. Cuando ocurren situaciones que requieren nuevas respuestas, alejadas a las tradicionalmente conocidas, se recurre a acciones paralelas, de un eje sincrónico, que el propio sistema presentará como plausibles, aunque no sean evidentes o incluso comprensibles. Son alternativas en latencia que se oponen entre sí, que exigen una elección para incorporarlas al eje diacrónico y lograr la continuidad rutinaria. Es decir, las alternativas paradigmáticas permiten el discurrir sintagmático. Esta alternancia operativa genera estructuras capaces de reconducir una situación sobrevenida. Son estructuras de resolución,24 entendidas como modelos que resuelven acontecimientos fuera de los parámetros esperados, no necesariamente contradictorios, sino opuestos a las pautas conocidas.
Por ejemplo, al tramitar alguna documentación en Caracas, los “canales regulares” se desarrollan en el eje diacrónico, pero si en algún punto del proceso se informa que no hay personal suficiente, o faltan materiales, o “se cayó el sistema” de registro, o “se perdieron los papeles”, se ha de tomar una decisión sobre las mismas opciones que el sistema establece: buscar un gestor; ralentizar la espera, bien para “dar chance” que algo aparezca o para que se resuelva “de a poco”. O simplemente reanudar todo el proceso. O incluso abandonarlo. O pagar una coima, cada vez más común en cualquier ámbito de acción25 (Figura 5).


Figura 5: Ante los escenarios posibles que pueden presentarse al realizar un trámite administrativo, se deben desplegar alternativas que permitan la continuidad en el sistema. Este intercambio de relaciones forma parte de la conformación de una estructura de resolución. Fuente: elaboración de la autora.

A la caza del báquiro26

Esta reescenificación de Caracas, por vivir en alerta constante, sin referentes y de observación minuciosa, similar a la de estar “a la caza” de una presa, asemeja la estrategia de supervivencia caraqueña a la de un paisaje natural salvaje. Por esto, una propuesta para analizar la ciudad desde los modos de organización de estos espacios, como la de Alejandro Reig,27 resulta pertinente. Ante un proceso de vaciamiento de la ciudad, con la detención de todo, con el aislamiento, con la atomización social, Reig aplica una concepción de los yanomami. Es el paisaje paimi, que él ha estudiado en casos vinculados con el cultivo del tabaco (Nicotiana tabacum), un espacio que pertenece a

[...] places with meaning through naming and discursive practices, and physical intervention and transformation of the forest. Specific meshes of place-meaning play upon a set of categorically differentiated spaces: garden, village, paths and 'closed', lush 'paimi' forest with no visibility, devoid of trails (Reig, 2016, p. 171) [lugares con significado a través de prácticas nominativas y discursivas, y la intervención física y transformación del bosque. Mallas específicas de significado de lugar juegan sobre un conjunto de espacios categóricamente diferenciados: jardín, aldea, senderos y bosque 'cerrado', exuberante 'paimi' sin visibilidad, desprovisto de senderos].

Es una porción de la selva-mundo, o urifi, en el que no se transita cotidianamente, sino alternativamente. Es el paisaje que exige “otra sociabilidad, de persona no humana”. Es el espacio-tiempo que otorga poderes de transformación, requeridos para la cacería de un paují (Pauxi pauxi) o de un báquiro, donde el cazador debe “incorporar el habitus de los animales”, en un fenómeno de transespecies28 para “zambullirse en la maraña de la selva” (Reig, 2021).29
Para tener certeza y clara comprensión de la efectiva aplicabilidad de la propuesta de relacionar el espacio yanomami paimi como modelo de análisis para el paisaje actual de Caracas, se deben aislar los elementos fundamentales que los identifican, la forma común que los constituye, independientemente de la substancia que los recubre y les otorga el significado en cada contexto particular. Esencialmente, ambos son raptos temporarios, donde las condiciones cotidianas quedan suspendidas. Son un espacio-tiempo aestructurado o liminal, que al contrario que en las lenguas, cuyas diferencias no descansan “[...] en su diferente realización de un tipo de sustancia, sino en su diferente realización de un tipo de conformación [...]” (Hjelmslev, [1943] 1974: 110-11). Aquí el sentido, esa materia no lingüística, es precisamente lo que cambia de una realidad a otra, mientras que su condición liminal se mantiene idéntica.
Los estados liminales, como matriz en la que sobreponer cada realidad aestructurada particular, se definen por su condición de simultaneidad y ambigüedad.30 Exigen “un cruce de fronteras sociales que tiene lugar en un 'tiempo de nadie'” (Leach, [1976] 1978, p. 46). No existen relaciones cotidianas conocidas y por eso requieren organizaciones particulares:

[...] in them are generated new models, often fantastic, some of which may have sufficient power and plausibility to replace eventually the force-backed political and jural models that control the centres of a society´s ongoing life (Turner, 1977, p. vii) [en ellos se generan nuevos modelos, a menudo fantásticos, algunos de los cuales pueden tener suficiente poder y plausibilidad para reemplazar eventualmente los modelos políticos y jurídicos respaldados por la fuerza que controlan los centros de la vida en curso de una sociedad]

Así como el yanomami se hace báquiro o paují, para comprender sus interacciones y relaciones con el espacio y predecir sus movimientos para cazarlos, del mismo modo la supervivencia en un paisaje cultural salvaje como el de esta “Caracas Paimi”, se garantiza mediante el análisis del medio urbano. Esto genera nuevas estructuras que reemplazan modelos oficiales. Como en todo estado liminal, se exige conocer minuciosamente los lineamientos de acción internos del contexto. Saltar frenéticamente de una estrategia de supervivencia a otra, actuar intempestivamente, no garantiza el éxito sino una peligrosa exposición. En cambio, la capacidad de readaptación constante, e incluso desprejuiciada, es vital.
Vivir “en los límites” significa un estado polisémico, que a nivel de representaciones sociales puede llegar a ser muy complejo de comprender, pero a nivel vivencial, termina por agotar si se vuelve extensivo en el tiempo. Esto se explica por la condición de los propios marcadores espaciales y temporales que sirven de límites, que son “anormales, intemporales, ambiguos, marginales, sagrados” (Leach, [1976] 1978, p. 48), en definitiva:

[...] no son ni una cosa ni otra; [...] o incluso no están en ningún sitio (en el sentido de las topografías culturalmente reconocidas), y están, en último término, 'entre y en mitad de' todos los puntos reconocibles del espacio-tiempo de la clasificación estructural (Turner, [1967] 1990, p. 108).

Como todo hecho social que se inscribe en las formas del lenguaje, las nuevas dinámicas ya se delatan en la terminología y jerga del caraqueño, en gestos y actos cargados de hostilidad. La percepción de sus relaciones se describen con verbos y adjetivos relacionados con la cacería, como estar “a la caza del dólar”, por la falta de efectivo, por los escuadrones “caza recompensas” que llevan a cabo “cacerías silenciosas” y hasta un programa municipal para arreglo de aceras y calles se llama “Escuadrón caza huecos”. También está la socorrida frase de la tradición náutica, “sálvese quien pueda”, que se puede escuchar diariamente entre los ciudadanos e incluso entre policías azotados por bandas delictivas durante las redadas (Capriles de Ledezma, 2021). Lo salvaje, en su acepción que refiere a lo abrupto, violento y hasta cruel, parece ser lo definitorio de la actual Caracas.

Conclusión

Y aguardaban, allí presentes, cada uno con su secreta tortura y
unidos por el nacimiento y desarrollo de sus mutuos percances [...]
Y, como era de esperarse, ha ocurrido lo que tenía que ocurrir: es una
mezcla de tragedia y comedia, de fantasía y realismo, en una situación
humorística completamente nueva y, como nunca, compleja.
Luigi Pirandello, 1921
Seis personajes en busca de autor

Caracas busca un futuro, pero para ello necesita un presente más seguro y estable, que permita reconocimiento y planificación. En palabras del arquitecto y ex-alcalde de Curitiba, Jaime Lerner, “una ciudad solo puede encontrar soluciones de futuro a partir del momento en que sabe lo que quiere ser” (Negrón, 2010). La particularidad de este paisaje cultural salvaje de Caracas es que le impide la posibilidad de ser repensada y definida según “lo que quiere ser” y la condena a tener un presente perpetuo de supervivencia y resolución inmediata de problemas, que la subsumen en un futuro incierto.
Las situaciones coyunturales a las que expone un paisaje semejante representan estados liminales, donde se despliegan modelos alternativos en latencia, que pueden llegar a sustituir elementos o relaciones oficiales, dada la gran debilidad institucional. La efectividad que toman las estructuras de resolución vislumbra la capacidad de las comunidades para dar respuesta, constituyéndose como agentes de representación. Ya no se puede continuar “en busca de autor”, de líder o dirigente político. Las acciones paralelas o paradigmáticas, surgidas de las “secretas torturas” y los “mutuos percances”, han resultado con suficiente elocuencia de la necesidad de interacción del colectivo en una azarotopía.
La mezcla de tragedia y comedia, de fantasía y realismo en que se ha convertido Caracas, una ciudad completamente nueva y, como nunca, compleja es una gran oportunidad para dejar de aguardar y apelar a la acción consciente de reconocimiento de los nuevos imaginarios urbanos. La idea de “todo está por hacerse” fue un estímulo para viejas generaciones, que le dejó a Caracas un resplandor de “eterna ciudad de la esperanza”. Pero el tiempo pasó, todo cambió y aún hoy todo se está por hacer, aunque se haya hecho de todo. La cuestión, es que ya el desencanto convierte a las nuevas generaciones en un Sísifo que sí ve, y por ello mismo detectan la desolación y la nada, y convierten a la tarea en absurda. Es entonces la oportunidad de ser rebelde, tal como lo definiría Camus, y lograr encontrar en este confrontamiento con lo absurdo, y bajo el conocimiento de la historia de la ciudad, un futuro como el que se quiere. Lo importante es saber qué se busca.

NOTAS

1. En un artículo periodístico de la BBC se reseña que para 2020 ha habido una disminución en la tasa de homicidios. Sin embargo, las cifras son tan elevadas -60,3 homicidios por cada cien mil habitantes- que la de “[...] Venezuela sigue siendo la más alta del mundo, por delante de otros países de América Latina y el Caribe, como El Salvador, Jamaica y Honduras, que le siguen en lo alto de la lista mundial de muertes violentas intencionadas ocurridas fuera de un contexto bélico” (Las negritas son del original). Olmo, G. (2020). Venezuela: a qué se debe la gran disminución de los homicidios en el país sudamericano.  BBC News, 13 de enero. Recuperado de: https://www.bbc.com/mundohttps://www.bbc.com/mundo

2. Se trata de los discursos mantuano, moderno y salvaje, que se manifiestan en diferente grado según las características particulares de cada nación, región y conglomerado social.

3. Sobre esto Zusman alerta que “la relación entre visualidad, imaginarios y cartografía ha sido profundizada en la última década. En la medida que ella merece una indagación particular, preferimos no trabajarla en este artículo y dejar su análisis en manos de especialistas” (Zusman, P., 2013, La geografía histórica, la imaginación, nota al pie de página Nº9, p. 58).

4. El trabajo de González Bernáldez que refiere Mata Olmo es González Bernáldez, F. (1981). Ecología y paisaje. Madrid, España: Blume.

5. Argüello, O. (1981); Valdéz, X. y Acuña, M. (1981). Precisiones Metodológicas sobre las “Estrategias de Supervivencia”. Demografía y Economía, vol. XV, 2(46); Hintze, S. (2004); Moguel Viveros, R. y Moreno Andrade, S. (2005). Estrategias sociales: de la sobrevivencia a la contingencia. Papeles de población11(46), pp 139-159. Recuperado de http://www.scielo.org.mx; Barabino, N. M., Bocero, S. L., Prandin, G. A. y Rosenthal, C. A. (2009). Estrategias de Sobrevivencia, Racionalidad y Reproducción Social. Argentina: Observatorio Geográfico de América Latina. Recuperado de: http://observatoriogeograficoamericalatina.org.mx; Massa, L. (2010).

6. Palau Viladesau, T. (1980). Notas preliminares para el estudio de las estrategias familiares de supervivencia y el mercado de trabajo en el sector rural. Paraguay: CPES; Torrado, S. (1981). Sobre los conceptos de “Estrategias Familiares de Vida” y “Proceso de Reproducción de la Fuerza de Trabajo”. Notas teórico-metodológicas. Demografía y Economía, vol. XV, 2(46); Borsotti, C. A. (1981). La organización social de la reproducción de los agentes sociales, las unidades familiares y sus estrategias. Demografía y Economía, vol. XV, 2(46); Sáenz A. y Di Paula J. (1981). Precisiones teórico-metodológicas sobre la noción de estrategias de existencia. Revista Demografía y Economía, vol. XV, 2(46). Hintze (2004), Barbino et al. (2009) y Massa (2010) ya están referidos en la nota anterior.

7. Se refiere aquí un trabajo que cronológicamente se encuentra entre el de Duque y Pastrana y el de la PISPAL:  Lomnitz, L. (1975). Cómo Sobreviven los Marginados. México: Siglo XX.

8. La relación entre las políticas públicas y las estrategias de supervivencia trascendió la década de los noventa, como muestra el trabajo de Pereira Morais, L. (2014). Estrategias de Supervivencia y Elaboración de Políticas Públicas. El Papel de la Economía Social y Solidaria en Latinoamérica y la Contribución de Brasil hacia la Construcción de Políticas Emancipadoras. Documento ocasional 4, para el proyecto: Potencial y Límites de la Economía Social y Solidaria. Marzo. Ginebra, Suiza: Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social. Recuperado de: www.unrisd.org. Por otro lado, en esa misma década el enfoque también continuó hacia la vertiente económica, : Alemán Torres, G. (1997). Las estrategias de supervivencia económica que emplea la ama de casa en estado de pobreza, de la Colonia Benito Juárez de Monterrey, Nuevo León. (Tesis de Maestría inédita). Universidad Autónoma de Nuevo León. Monterrey, México.

9. Las estrategias que se habrían detectado son la intensificación laboral con extensión de las jornadas, incorporación de mujeres y jóvenes al mercado informal y el desarrollo de trabajos secundarios. Pérez Sainz, J. P. (1989). Respuestas silenciosas. Caracas, Venezuela: UNESCO - Editorial Nueva Sociedad; Cariola, C. (Coord.) (1992). Sobrevivir en la pobreza: el fin de una ilusión. En CENDES/Nueva Sociedad, Caracas; (1994). Un Marco Teórico-Metodológico para Analizar la Pobreza Urbana: Las Estrategias de Sobrevivencia. En Martín Frechilla, J. J. y Lobera, A. (Comp.). La Ciudad: De la Planificación a la Privatización. Caracas, Venezuela: Universidad Central de Venezuela; Lacabana, M. (1995). Elementos de Economía Urbana: Economía Informal, Pobreza y Estrategias de Sobrevivencia. Acta Científica Venezolana, Febrero, Caracas, Venezuela; Lacabana, M. y Cariola, C. (2003).

10. En la década de los setenta se relacionó las estrategias de supervivencia con los patrones culturales en contextos de migraciones en el trabajo Bennett Justus, J. (1975). Strategies for survival: West Indians in Los Angeles. En Lamur, H. E. y Speckmann, J. D. (Eds.). Adaptation of Migrants from the Caribbean in the European and American Metropolis. Leiden y Amsterdam, Holanda: Universidad de Amsterdam – Instituto Real de Lingüística y Antropología de Leiden.

11. Como ejemplo, está el trabajo del geógrafo argentino Franco Carcedo, quien revisa las relaciones de ocupación, apropiación y producción del espacio como estrategias de supervivencia económicas. Carcedo, F. (2017). La construcción del espacio como estrategia de supervivencia: prácticas, discursos y representaciones en los márgenes de la ciudad de Santa Rosa, La Pampa. (Tesis de Licenciatura inédita). Universidad Nacional de la Pampa. La Pampa, Argentina.

12. Si bien aquí se refiere a lo difícilmente cuantificables que son las estrategias de supervivencia, por las múltiples aristas que involucra y genera su activación, para el caso venezolano la observación del abogado y sociólogo Omar Argüello cobra especial sentido por la desactualización de los datos censales nacionales, así como toda la controversia que desde hace años han suscitado las cifras oficiales. El último censo nacional de vivienda y hábitat se realizó en 2011, y la polarización política ha dividido la valoración de los datos: para la oposición existe opacidad y manipulación y desde el gobierno “las estadísticas sobre Venezuela han pretendido ser parte de una disputa. La pretensión de muchos de convertir el rigor del dato científico en un panfleto” (Ministerio del Poder Popular de Planificación, (2021, Venezuela en cifras. Sistema de Información para la planificación y desarrollo. p. 6). Por ello, han surgido cantidad de encuestas paralelas a las oficiales, desde distintos gremios y grupos de investigación.

13. Si bien no forma parte de este estudio, la perspectiva de los extranjeros sobre la realidad de Caracas resulta una fuente de datos que permiten ampliar y completar el cuadro descriptivo sobre la ciudad. Como ejemplo, se transcribe el comentario de un corresponsal mexicano, Jorge Silva, quien llegó a la capital venezolana como fotógrafo de la agencia Reuters y la compara con una de las ciudades más superpobladas del continente: “verás, me encanta Caracas: su clima, su vegetación, sus noches; pero aunque cueste creerlo, esta ciudad es bastante más caótica que México, D.F., hay muchas cosas aquí que no tienen sentido” (Gutiérrez Ruiz, L., 2008, Ser corresponsal en Venezuela. Todo en domingo).

14. Algo similar ya lo utilizó Claude Lévi-Strauss para la presentación de “La estructura de los mitos”, con ciertas variantes, porque el eje sincrónico formaría parte de la lectura global del mito, quedando en presencia (Lévi-Strauss, [1958] 1968, p. 192 y ss., especialmente 209).

15. Esto concuerda con Silvestri y Aliata cuando señalan que “Ttdo documento de cultura es un documento de barbarie, y ni el jardín, ni el paisaje, ni la ‘naturaleza’, son una excepción; aunque parece que esta ambivalencia no está hoy lo suficientemente clara” (Silvestri y Aliata, 2001, p. 26).

16. Aquí no se pretende afirmar que se trate de una situación que afecte exclusivamente a la capital. De hecho, quienes la visitan desde el interior consideran que “en Caracas hay de todo” y “se está cómodo” en comparación con el resto del país. Tampoco se insinúa que sea un caso único en el continente, ya que ni se han manejado datos o registros que permitan tal aseveración, ni es el objetivo del estudio. Lo particular o destacable es lo prolongado en el tiempo y su extensión a todo nivel de acción en la ciudad, siendo una cuestión institucional, no condicionada a una entidad física, a una persona o grupo en concreto, sino a algo que trasciende a todo ello, que llega a espacios simbólicos y de representación, socio-económicos, académicos y legales: “Nos adaptamos a vivir en crisis y eso lo observo en todos los estratos sociales” (Cañizalez, 2021).

17. El investigador se refiere a las situaciones que han generado, en sus respectivos países, las economías de Venezuela y Cuba en los últimos años. Rojas, R. (2018). Desconexión de la izquierda bolivariana. Nueva Sociedad, 275, pp 121-131.

18. Es la porción de la cadena montañosa de la costa caribeña venezolana frente a la ciudad de Caracas, que separa a la capital del Mar Caribe. También es conocida como Warairarepano, voz caribe atribuida a los pueblos prehispánicos de la zona. Es una de las imágenes de referencia más potentes de Caracas.

19. Si bien podría tenerse como un paisaje natural domesticado, desde hace años se han registrado diversas acciones delictivas dentro de sus instalaciones, al punto que la extensión transitable y estudiable se ha reducido por la falta de mecanismos de control y vigilancia que garanticen la seguridad de los trabajadores, visitantes e investigadores del Herbario Nacional de Venezuela, principal referencia de la flora del país.

20. Entre 2011 y 2020 se han registrado más de 86 mil protestas en todo el país. En 2019, año récord en protestas, con un promedio diario nacional de 46 protestas, Caracas registró en total 1.290. Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Recuperado de: http://www.observatoriodeconflictos.org.ve

21. Son territorios que surgieron en el año 2013 dentro del Plan Patria Segura y del Movimiento por la Paz y la Vida, cuando funcionarios del Gobierno se reunieron con jefes de bandas y establecieron ciertos acuerdos, entre los que destaca la prohibición de acceso de los organismos de seguridad del Estado.

22. Son muchos los relatos de las “zonas de paz”. Aquí se sugiere uno sobre un secuestro a las afueras de Caracas: Salomón, L. (2018). Mi secuestro. Prodavinci. Recuperado de: http://www.prodavinci.com; y otro con la reseña de lo ocurrido recientemente en la ciudad: Padinger, G. (2021). Quién es El Koki, uno de los principales líderes en la banda que controlaría la Cota 905 en Caracas. CNN en Español. Recuperado de: http://www.cnnespanol.cnn.com

23. De hecho, “Venezuela es el primer país de Latinoamérica donde más personas mueren a manos de los cuerpos de seguridad del Estado” (las negritas son del original). Ponte, G., 2019, pp.31-08. Recuperado de: www.abc.es; y Guanipa, M. (2020). Continúan las ejecuciones extrajudiciales en Venezuela. Deutsche Welle. Recuperado de: https://www.dw.com/es/

24. Se ha querido introducir un término diferente al de estructura de mediación de Lévi-Strauss, que tiene a la contradicción como medio germinal. En un paisaje cultural salvaje no siempre se está frente a elementos contradictorios, bien sean fuera de la Ley o de la escala de valores de quien debe decidir qué opción tomar, sino simplemente opuestos al sistema conocido o esperado. Como parte de otra investigación, se profundizará en los casos de condiciones contradictorias, donde sí se aplicaría la propuesta de estructura de mediación, vinculando el paisaje y la afectividad (Lévi-Strauss, [1958] 1968, p. 203).

25. Como en los improvisados controles policiales, o de otro agente “garante de la ley y el orden”, que el caraqueño debe sortear, para que no le vayan a “matraquear”. Esta expresión coloquial significa extorsionar y últimamente se aplica de manera recurrente cuando la policía o la Guardia Nacional pretende cobrar por permitir el tránsito en un punto de la vialidad o para no registrar alguna irregularidad que pueda cometer un conductor.

26. Nombre criollo que se le da en Venezuela al Pecari tajacu.

27. Como parte del Taller La Noche Llama, del 8 al 28 de marzo de 2021, coordinado entre Ciudad Lab, Prodiseño y la Universidad Católica Andrés Bello, Reig dictó una video-charla en la que presentó, entre otras cosas, el concepto de “espacio paimi”, que él ha podido estudiar entre las comunidades indígenas yanomami, de la amazonía venezolana, con las que ha trabajado prolongadamente. Lo hacía como posible alternativa de análisis de la realidad actual de Caracas, pero dejaba a consideración de los participantes su efectiva aplicabilidad, según lo que han vivido recientemente en la ciudad.

28. En la cosmogonía de varios pueblos amerindios se pueden identificar zonas de espacio-tiempo similares, donde se difuminan, e incluso fusionan, los límites de las representaciones simbólicas y significantes. Para estudios al respecto ver: Viveiro De Castro, E. (1992). From the Enemy's Point of View: Humanity and Divinity in an Amazonian Society. Chicago: The University of Chicago Press; (2004) Exchanging Perspectives: The Transformation of Objects into Subjects in Amerindian Ontologies. En Common Knowledge, vol. 10(3), pp. 463-484; y (2015) The Relative Native: Essays on Indigenous Conceptual Worlds. Hau: Journal of Ethnographic Theory (Special Collections); Haraway, D. (2003). The Companion Species Manifesto: Dogs, People, and Significant Otherness. Chicago: Prickly Paradigm Press; Kohn, E. (2007). How dogs dream: Amazonian natures and the politics of transspecies engagement. American Ethnologist 34(1); y (2013). How forests think: Toward an anthropology beyond the human. Berkeley: University of California Press; Descola, P. 2013. Beyond nature and culture. Chicago: University of Chicago Press; Hornborg, A. 2001. Vital signs: An ecosemiotic perspective on the human ecology of Amazonia. Sign Systems Studies 1, pp. 121–52; y Latour, B. (2013). An inquiry into modes of existence: An anthropology of the moderns. Cambridge: Harvard University Press.

29. Marc Augé refiere una realidad similar en las zonas forestales africanas, en las que “[...] Se distinguen bien el espacio habitado, el espacio cultivado y el espacio salvaje [...] (Augé, 2013, pp. 225-226).

30. “No estamos tratando con contradicciones estructurales cuando analizamos la liminaridad, sino con lo esencialmente no estructurado (que, al mismo tiempo, está desestructurado y pre-estructurado) [...]” (Turner, [1967]1990, p. 108). Esta condición ambivalente, de difícil comprensión, también la habría detectado Claude Lévi-Strauss en sus estudios sobre un tipo de estado liminal, como son los mitos: “El carácter específico que hemos reconocido al tiempo mítico –su doble naturaleza, a la vez reversible e irreversible, sincrónica y diacrónica- sigue pues sin explicar” (Lévi-Strauss, [1958] 1968, p. 191).

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