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Estudios Socioterritoriales

On-line version ISSN 1853-4392

Estudios Socioterritoriales vol.16  supl.1 Tandil Dec. 2014

 

CONFERENCIA

Geografía y formación socioespacial: por un debate sustantivo

Geography and socio-spatial formation: toward a substantial debate

 

Silveira, María Laura(*)

(*)Doctora en Ciencias: Geografía Humana (USP-Brasil). Investigadora Independiente CONICET. Instituto de Geografía Romualdo Ardissone. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
Puán 470 (1406) Ciudad de Buenos Aires, Argentina
laurasil@usp.br

 

Recibido: 03 de agosto de 2014
Aprobado: 31 de octubre de 2014


Resumen

Reflexionamos sobre la noción de formación social y su utilización en Geografía. En primer lugar, discutimos las categorías de modo de producción y formación social, sus acepciones y diferencias para comprender el contexto de ideas en que surge la propuesta de formación socioespacial. A continuación, analizamos la génesis y la definición de esa idea, entendida como articulación entre modo de producción y espacio. En segundo lugar, abordamos dicha categoría como totalidad concreta y empírica y los desafíos de método que implica escindir sin mutilar los nexos, a partir de categorías analíticas internas como división territorial del trabajo, circuitos espaciales de producción y círculos de cooperación. Finalmente, discutimos el movimiento entre el todo y las partes en la globalización, a partir del acontecer solidario, capaz de reconstruir la totalidad y multiplicar las diferencias en los lugares. 

Palabras clave: Formación socioespacial; Modo de producción; Espacio, Geografía

Abstract

This paper discusses the notion of social formation and its use in geography. First, we argue about of categories of mode of production and social formation, its meanings and differences in order to understand the context of ideas that the proposed of socio-spatial formation arises. Immediately we discuss the genesis and definition of socio-spatial formation, as a linkage between mode of production and space. Second, we analyze that category as a concrete and empirical totality and the challenge of method that involve to divide without cutting linkages, from internal analytical categories by territorial division of labor, spatial circuits of production and circles of cooperation. Finally, we debate about the movement between the whole and the parts in globalization, since interdependence of events that are able to reconstruct the totality and multiply the differences in the places.

Key words: Socio-spatial formation; Mode of production; Space; Geography


Introducción

Disciplina antigua y moderna, al mismo tiempo, la Geografía ha transitado un difícil camino de búsqueda de su objeto de estudio a lo largo de los años, que se ha vuelto aún más penoso en la globalización en virtud de la complejidad del mundo y de la especialización del saber. Simultáneamente podemos reconocer sucesivos esfuerzos por encontrar las categorías sintéticas que definan el objeto y las categorías analíticas que permitan aprehenderlo y, de ese modo, nociones basilares de la disciplina tales como medio, territorio, espacio, paisaje, región, configuración territorial, lugar, identidad y tantas otras fueron adquiriendo acepciones y jerarquías diferentes. En ese camino, hubo épocas de la historia, fundamentalmente la modernidad, en las cuales la preocupación por encontrar categorías más totalizadoras predominaba sobre otras indagaciones, pero también hubo otros momentos como la denominada posmodernidad, en la cual el debate procuraba categorías más individualizadoras.

No pretendemos aquí abordar la compleja cuestión de la historia del objeto de la disciplina, sino reflexionar sobre algunas categorías de la Geografía que nos parecen significativas por su historia y por su contenido. En ese sentido, podríamos preguntarnos, con la socióloga Torres Ribeiro (2011: 24): "¿Cómo concebir los conceptos necesarios a la reflexión de futuros alternativos? ¿Cómo reconocer la diferencia entre vocabulario operacional y concepto teóricamente consistente? ¿Cómo encontrar las palabras que puedan reducir la influencia de los consensos superficiales?"

Nuestro propósito es elaborar algunas cuestiones en torno de la idea de formación socioespacial, propuesta por Milton Santos en 1977 en el seno del importante debate de las geografías radicales y marxistas en diferentes lugares del mundo (1). Entendemos esta noción como una categoría sintética de la Geografía, capaz de nombrar el objeto, que recupera la idea de totalidad como categoría analítica y, a partir de allí, permite encontrar categorías analíticas internas como la división territorial del trabajo. Podríamos, pues, decir con Goethe, que nos proponemos pensar sobre el pensamiento.

No parece excesivo recordar que al discutir categorías de un sistema teórico algunos aspectos podrían ser pensados, tales como la génesis y filiación que, en este caso nos remite al debate de las geografías radicales y, particularmente a la idea de modo de producción del materialismo histórico; la historicidad de la categoría, que determina sus limitaciones y potencialidades; la existencia de cierta intercambiabilidad entre categorías en virtud de ciertas correspondencias, lo que nos conduce a pensar la formación socioespacial como sinónimo de espacio geográfico, territorio usado, medio geográfico y espacio banal; y finalmente, el necesario e inevitable ejercicio de operacionalización.

Modo de producción y formación social

El debate en torno de las definiciones de modo de producción y formación social y de la relación entre ambas categorías ha sido extenso, profundo e inacabado hasta los días de hoy. En La ideología alemana, obra escrita en1846, Marx y Engels (1984) explicaban el proceso real de producción y del intercambio ligado al modo de producción, partiendo de la producción material de la vida inmediata y elaborando las ya clásicas cinco premisas de la existencia humana en la concepción materialista (2). A partir de allí expresan, de forma sintética, que el proceso histórico no es sino la "suma de fuerzas de producción, capitales y formas de intercambio social, que todos los individuos y todas las generaciones encuentran como algo dado" y que, por lo tanto, se vuelven las "condiciones de vida que las diferentes generaciones ya encuentran vigentes" (Marx, K. y Engels, F., 1984: 49).

En el mismo libro, los autores (Marx, K. y Engels, F., 1984) elaboraban una periodización mundial fundada en los diferentes grados de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de propiedad o, en otras palabras, la posibilidad de reconocer en cada época un modo de producción. Entretanto, ya vislumbraban los rasgos de una historia verdaderamente universal, como puede leerse en la siguiente excerpta: "Cuanto más se extienden, en el curso de esta evolución, los círculos concretos que influyen los unos en los otros, cuanto más se destruye el primitivo encerramiento de las diferentes nacionalidades por el desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo que ello hace surgir por vía espontánea entre las diversas naciones, tanto más la historia se convierte en historia universal, y así vemos que cuando, por ejemplo, se inventa hoy una máquina en Inglaterra, son lanzados a la calle incontables obreros en la India y en China y se estremece toda la forma de existencia de estos Estados, lo que quiere decir que aquella invención constituye un hecho histórico-universal [...]" (Marx, K. y Engels, F., 2010: 46).

Antigua preocupación del saber, los conceptos universales renuevan su significado por el propio desarrollo material de la historia. Ya Simmel (2006: 69-70) había planteado con clareza que "a través de toda la historia de la filosofía se desarrollan entremezclados y confundidos, el uno dentro del otro, estos tres conceptos: la universalidad de las cosas, la unidad de las cosas, la fundamental realidad de las cosas" (3).

No hay dudas de la vocación universal y del peso explicativo que, en esos escritos, adquiere la categoría de modo de producción. Sin embargo, como alerta Sereni (1973) ya en 1970, el término "forma de la sociedad" o "forma social", presente en la versión de 1846 de La ideología alemana, contenía de algún modo el concepto de formación económico-social, el cual va a aparecer explícitamente en el prefacio de 1859 de la obra Contribución a la economía política de Marx. Motivo de un largo debate en la década de 1970, la opinión de Sereni (1973) señala la relevancia de la sustitución de la palabra "forma" por el término "formación", pues significaría una transición desde un vocablo de carácter estático, más asociado a un estado, hacia una expresión dinámica, vinculada a la acción. No obstante, ese pensador italiano (Sereni, E., 1973) recuerda que, para la escuela hegeliana, "forma" hace alusión a la estructura íntima de las cosas y no tanto a su forma exterior. Texier (1971) y Labica (1971) recuperan, cada uno a su compás, esa distinción de Sereni (1973). Mientras que el primero critica la diferenciación basándose en la observación de que la idea de forma designa una estructura que no excluye sino que incluye su devenir interno y que la idea de formación tiene dos sentidos, el de proceso o génesis y el de organización o estructura, Labica (1971) está de acuerdo con Sereni (1973) en tal distinción, aunque aconseja no perder de vista el doble significado de forma y proceso inherente al término formación. Para Labica (1971), en La ideología alemana se pretende hacer de la formación o de la forma social el objeto de investigación, señalando el nivel mismo donde se constituye como formación, es decir, la producción o, aún más, lo económico.

Otro largo debate ha puesto en tensión la adjetivación del concepto "formación social". Para Sereni (1973) el adjetivo "económico", agregado a la formación social, permitió destacar la importancia del modo de producción en la formación social, al tiempo que recuerda que Lenin adoptó el término "formación económico-social".

Sin embargo, dos puntos son particularmente relevantes en la interpretación de Sereni (1973) sobre el concepto de formación social. Por un lado, el reconocimiento de que ese concepto sea usado no sólo para el proceso de formación de la sociedad en general sino fundamentalmente para el proceso de una determinada sociedad, pero también sea el resultado de ese proceso. Más distante de la idea filosófica de la "sustancia" de una época, el pensamiento de Marx señalaba los procesos en los cuales se diferencian etapas. Podríamos pensar que la formación social es un resultado sólo si comprendemos que éste es siempre provisorio y es sólo un artificio de método para captar un proceso inacabado porque, con Jaspers (1980: 23), diríamos que se trata de "sorprender la realidad en su surgimiento originario". Por otro lado, reconociendo la contribución de Lenin y Labriola (4) y retomando las ideas expresadas por Dzunusov en la década de 1960, Sereni (1973) señala que "esta categoría expresa la unidad (y agreguemos nosotros, la totalidad) de las diferentes esferas: económica, social, política y cultural de la vida de una sociedad" que, además se expresa "en la continuidad y al mismo tiempo en la discontinuidad de su desarrollo histórico" (Sereni, E., 1973: 69). En definitiva, para el autor, la historicidad concreta es siempre unidad y totalidad del proceso histórico.

De ese modo, autores como Marx, Lenin y Bourkharine, pero también Sereni, Althusser, Goblot, Gerratama y Santos defienden, aunque con matices, que el concepto de formación social no se refiere a la "sociedad en general" sino de una cierta sociedad, una sociedad determinada y concreta. En opinión de Glucksmann (1971), Althusser entendía la formación social como un todo complejo estructurado en instancias, distinguiendo historicidades en ritmo diferente (5).

Pero, a partir de su ya clásica diferenciación entre conceptos teóricos y empíricos (6), Althusser (1967) propone diferenciar la comprensión del modo de producción y de la formación social. En ésta se trata de un conocimiento concreto sobre situaciones posibles, actuales o pasadas o lo que Marx denomina síntesis de una multiplicidad de determinaciones. Esa síntesis es el conocimiento concreto de un objeto. En las palabras del autor: "el concepto de modo de producción capitalista es un concepto teórico, y que se refiere al modo de producción capitalista en general, que no es un objeto existente en el sentido estricto (el modo de producción capitalista no existe en sentido estricto; sólo existen formaciones sociales en que domina el modo de producción capitalista), pero que, no obstante, es indispensable al conocimiento de cualquier formación social bajo la dominación del dicho modo de producción capitalista" (Althusser, L. 1967: 56).

Para Dhoquois (1971), quien entiende que el modo de producción es una forma pura, un "abstracto real" y no un modelo, una estructura de la realidad o un "tipo" general, a partir del cual la formación económico-social permite aprehender la complejidad, la diversidad, las variedades "regionales", lo concreto de la historia, disiente de la postura althusseriana al decir que, designando con más rigor una combinación de modos de producción, la idea de formación económico-social es un concepto teórico. Coincide Glucksmann (1971) cuando destaca como mérito en el análisis de Sereni (1973) haber revalorizado la categoría de formación económico-social como una categoría teórica y no empírica fundamental del materialismo histórico, pero además subraya que se trata de la unidad del todo social, vista en su funcionamiento y en su proceso.

Entendemos que la naturaleza teórica de la categoría formación social es el punto de vista que defiende Gallissot (1971) al explicar que, sola o adjetivada, es decir, la formación social o formación económico-social revela dos acepciones diferentes si la consideramos en singular o en plural. En el primer caso, se refiere a las realidades sociales generales que corresponden a los diversos modos de producción y se suceden a lo largo de la historia, autorizando, por ejemplo, a hablar de formación social capitalista. En el segundo caso, se trata de organizaciones sociales situadas no sólo históricamente sino delimitadas territorial y políticamente, de modo que la formación social capitalista adquiere rostros diferentes en los países. Esta idea, cuya riqueza en nuestro debate es evidente por la inclusión del territorio en la definición, estaría, sin embargo, asociando la categoría en singular a aquello que, para otros autores, es el propio modo de producción.

Otro matiz que atraviesa la discusión es si el modo de producción puede ser visto como un "tipo" general y la formación social como una particularidad. Ya Max Weber en 1904 (2006: 68) se había referido a "los llamados «conceptos fundamentales» de la economía política" diciendo que "únicamente es factible desarrollarlos de forma genérica en tanto se les adjudique el carácter de tipos ideales", aunque también alertaba sobre el peligro de conferirles validez empírica o suponerlos "tendencias" o "fuerzas activas reales" (2006: 71). Para el autor el riesgo ha sido el de confundir tipo ideal y realidad (7). Sin embargo, Schutz (1964: 217) explicaba que "toda tipificación consiste en la igualación de rasgos significativos" para un propósito particular y que "no hay nada que sea un tipo puro y simple" pues "todos los tipos son términos relacionales".

Como mencionamos, Dhoquois (1971) adhiere a la idea de que el modo de producción se trata de un tipo general, definido por las formas de extracción de la plusvalía o las relaciones entre burguesía y proletariado, mientras que la formación social aprehendería las combinaciones de modos de producción. En esa perspectiva escribe: "toda encarnación del modo de producción comprende especificidades estructurales y coyunturales, que complican al extremo y a veces ocultan el tipo general, a la vez invisible y presente" (Dhoquois, G., 1971: 69). Esa no es la opinión de Herzog (1971) cuando defiende que el modo de producción no es un tipo o un modelo. Destacando la importancia del concepto porque representa la unidad, lo constante, lo invariante de diferentes sociedades y hace pensar en el movimiento común de las formas -por ejemplo, el ciclo de reproducción del capital- no declina de la tarea de desarrollarlo examinando la realidad del movimiento de las formaciones sociales específicas, es decir, comprendiendo la renovación de las especificidades. Para el autor (Herzog, P., 1971: 81) "no hay movimiento unificador sin reproducción, al mismo tiempo, de las especificidades sobre bases nuevas". De otro modo, se corre el riesgo de caer en un enfoque que entiende el modo de producción como esencia y las formaciones sociales como fenómenos (8).

En la reflexión de Labica (1971) el concepto de formación económico-social no puede ser pensado sin el de modo de producción pero tampoco puede ser reducido a él. En otras palabras, el modo de producción es la esencia o razón de la historia real o la teoría general de la estructura social, mientras que la formación económico-social es la teoría de la particularidad de una estructura social. El primer concepto es la esencia o razón del segundo, pues la formación económico-social se refiere a una sociedad determinada, a la unidad y totalidad vivientes de las diversas esferas. Cercano a esas ideas parece el pensamiento de Godelier (1971) cuando afirma que la noción de formación económica y social se destina al análisis de realidades históricas concretas, singulares, captadas en el tiempo real de un período determinado de la historia. Y agrega: "definir una formación económica y social es producir una definición sintética de la naturaleza exacta de la diversidad y de la unidad específicas de las relaciones económicas y sociales que caracterizan una sociedad en una época deteterminada" (Godelier, M., 1971: 99). En obra anterior, ese autor (Godelier, M., 1966: 124) remarca que "la démarche de Marx opera con conceptos, analiza las categorías, pero no elabora una teoría de conceptos, ni una «lógica del concepto». Es una lógica de lo real, es decir de aquello que no es el concepto sino lo que el concepto busca" y agrega "la dialéctica, como instrumento de análisis, se transforma cuando deja de ser el instrumento de una démarche especulativa para volverse un modo de acceso al contenido de la realidad económica" (Godelier, M., 1966: 124)

Podemos entonces concluir provisoriamente este debate afirmando que, en su realidad concreta y dinámica, el proceso histórico nos deja ver la formación social, la cual se refiere a una sociedad históricamente determinada en su movimiento. Es allí donde el método dialéctico puede ser utilizado, entiende Godelier (1966: 153), pues "la dialéctica no deviene interna al contenido de la teoría sino en el momento en el cual permite pensar tal o cual relación concreta histórica, determinada".

En su artículo de 1977, Milton Santos (1982) lamentaba que la Geografía diese escasa importancia al papel del espacio en relación a la sociedad, ya que el espacio era visto particularmente como teatro de las acciones humanas. Esa disciplina parecía, entretanto, más preocupada con las formas de las cosas que con su formación y tal visión cristalizada no permitía la intervención explicativa de la historia, impidiendo comprender el espacio, que es social. Santos (1982: 10) proponía entonces la utilización de la categoría de formación económica y social para auxiliar en la elaboración de una teoría del espacio porque se refería a la "evolución diferencial de las sociedades, en su propio cuadro y en relación con las fuerzas externas de donde más frecuentemente les proviene el impulso".

En ese cuadro de reflexión, el autor (Santos, M., 1982) reafirma que la producción, es decir, el trabajo del hombre para transformar el espacio con el que el grupo se enfrenta según leyes históricamente determinadas, es la base de la explicación de ese espacio así redefinido. Pero en ese instante se pregunta si se podría continuar utilizando la categoría formación económica y social sin incluir la categoría espacio. Persistir en esa carencia significaría, continúa el geógrafo brasileño (Santos, M., 1982: 10), aceptar el error de la interpretación dualista hombre-naturaleza. La idea de pensar una categoría de "formación económica, social y espacial" se relaciona con el reconocimiento del espacio como instancia, tal como lo expresa en su libro de 1978, ocasión en que critica también a los teóricos marxistas por excluir el espacio cuando definen las instancias de la estructura social (Santos, M., 1986) (9).

A partir de allí el autor (Santos, M., 1982) utilizará el término formación económica y social o formación socioespacial para referirse a una categoría capaz de aprehender, al mismo tiempo, una sociedad en su totalidad y en sus fracciones, permitiendo la elaboración de un conocimiento específico en un dado momento de la evolución. Vale recordar, en las palabras de Goldmann (1985: 15), que el pensamiento dialéctico "no avanza jamás en línea recta porque toda verdad parcial no adquiere su verdadero significado sino por su lugar en el conjunto, del mismo modo que el conjunto no puede conocerse sin el progreso en el conocimiento de las verdades parciales. El camino del conocimiento surge así como una oscilación perpetua entre las partes y el todo que deben iluminarse mutuamente". De allí que la constitución de un pensamiento dialéctico acerca del espacio tendría mucho a ganar utilizando la categoría formación socioespacial.

Coincidiendo en que la formación social expresa la unidad y totalidad de las diferentes esferas en la continuidad y discontinuidad de su desarrollo histórico, Santos destaca dos virtualidades ofrecidas por esa categoría: de un lado, pone de manifiesto la especificidad en relación a otras manifestaciones del modo de producción y, de otro, permite aprehender lo particular como una escisión del todo, un momento del todo, así como el todo reproducido en una de sus fracciones. Por ello el geógrafo brasileño afirma que "la distinción entre modo de producción y formación social aparece como necesidad metodológica", a partir de la cual la primera categoría sería el "género" y la segunda la "especie" (Santos, M., 1982: 13). Y agrega: "el modo de producción sería sólo una posibilidad de realización y solamente la formación económica y social sería la posibilidad realizada" (Santos, M., 1982: 13).

En ese movimiento totalizador -modo de existencia de la formación socioespacial- pueden reconocerse elementos, que son variables que interactúan y evolucionan juntas, sometidas a la ley del todo, es decir, del modo de producción dominante. Podríamos agregar que, por esa razón, la región no puede ser entendida como una realidad aislada ni tampoco como resultado de una formación social regional.
Contemporáneo de ese debate, Vieille (1974) también insiste en el papel del espacio ya que, vinculado a las relaciones de producción, no es sólo un efecto, es decir, no resulta de una proyección de los mecanismos del capitalismo sino que es una dimensión de su desarrollo. De allí que el espacio contribuye a producir, reproducir y transformar los modos de producción. Es una dimensión activa del devenir de las sociedades. El peso explicativo del espacio resulta visible en las ideas de Massey (1987), cuando afirma que, por detrás de los grandes cambios entre divisiones espaciales del trabajo dominantes en el interior de un país, existen cambios en la organización espacial de las relaciones capitalistas de producción, en el desarrollo y reorganización de lo que denomina estructuras espaciales de producción.

En ese diapasón, Santos (1982) afirma que la totalidad abstracta, que es el modo de producción, se realiza en la totalidad concreta, que es la formación social, a partir de una metamorfosis donde el espacio es central: "los modos de producción se vuelven concretos sobre una base territorial históricamente determinada" (Santos, M., 1982: 14). Así, las relaciones entre modo de producción y espacio revelan que el nuevo modo de producción se realiza incompletamente sobre los viejos modos de producción, dejando en evidencia que la historia espacial es selectiva (10). Es así que las relaciones entre espacio y formación social "se hacen en un espacio particular y no en un espacio general" (Santos, M., 1982: 15). En otras palabras, la realización práctica de un momento de la producción supone un lugar propio, que depende tanto de las necesidades de la formación social como de las características del lugar. Continúa explicando el autor (Santos, M., 1982) que cada combinación de formas en el lugar representa un atributo productivo, una virtualidad o una limitación y que la función de la forma espacial depende de la redistribución, en cada momento histórico, de todas las funciones de la formación social sobre el espacio. Por esa razón son formas-contenido (Santos, M., 1986), un concepto híbrido que parece más apropiado para abordar la complejidad del presente. Aquí podemos hacer propias las palabras de Simmel (2002: 95) cuando escribe que "en cada fenómeno social, el contenido y la forma sociales constituyen una realidad unitaria. La forma social no puede alcanzar una existencia si se la desliga de todo contenido; del mismo modo que la forma espacial no puede subsistir sin una materia de la que sea forma".

Fue Lenin quien mostró los aspectos a través de los cuales podemos ver el dominio de un modo de producción en una formación social concreta, es decir, los vestigios que son imbricaciones de lo antiguo y lo nuevo en un todo social heterogéneo, la coexistencia de formas y la diversidad infinita de formas en la transición y el surgimiento de dos sistemas con formas mixtas (Glucksmann, C., 1971). Entretanto, podríamos retomar las ideas de Merleau-Ponty (1974: 14) al decir que "el saber nunca es categórico, siempre sigue siéndolo bajo beneficio de inventario" porque si "las preguntas parten de nosotros, las respuestas no pueden entonces por principio agotar una realidad histórica que no las ha esperado para poder existir".

Punto central en la elaboración de Sereni (1973), la unidad en la continuidad y discontinuidad de la formación social encuentra, en la interpretación de Santos (1982), su realización en el espacio. Las variables particulares evolucionan en ritmos diversos, provocando desfasajes, pero esa dinámica se opone al funcionamiento simultáneo de las variables en el presente de la sociedad (11). Ese movimiento combinado entre asincronía de las historias particulares y sincronía de vida del conjunto de variables existe en el espacio y por el espacio, completa el autor (Santos, M., 1982). En otras palabras, el espacio revela que el proceso histórico es un movimiento único de continuidades y discontinuidades y de allí su centralidad en la formación social. Desde otra perspectiva, Labica (1971) sostiene que la función teórica del concepto de formación económico-social consiste en explicar las condiciones infraestructurales de una determinada sociedad y concluye que, de otro modo, no se alcanzaría la inteligibilidad de la formación social como conjunto de instancias articuladas entre sí.

Por eso los objetos geográficos, cuyas localizaciones obedecen a ciertos objetivos de producción de un período determinado, influencian, en seguida, los momentos siguientes de la producción. A mediados del siglo XX, Arendt (2005: 97) reflexionaba: "esta durabilidad da a las cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las producen y las usan, su objetividad que las hace oponerse, «resistir» y soportar, al menos por un tiempo, las necesidades y exigencias voraces de sus usuarios vivos". Por ser una materia así trabajada, el espacio tiene una "inercia dinámica" (Santos, M., 1982; 1986). Sin embargo, esa inercia se completa porque a la materialidad se añaden, indisolublemente, las acciones y las normas como elementos constitutivos del espacio.

La formación socioespacial podría entenderse como una historia paralela de las cosas y de las acciones, que se inicia con la transformación de la naturaleza y la vuelve una nueva base material, cuyo papel en la evolución de una determinada sociedad es innegable. Es una obra de permanente reconstrucción del espacio heredado de generaciones precedentes, a través de diversas instancias de la producción (Santos, M., 1986). Pero, a fines del siglo XIX, Durkheim (1985: 132-133) ya podía escribir: "la vida social es una serie ininterrumpida de transformaciones que son paralelas a otras transformaciones en las condiciones de existencia colectiva" y agregaba que "una sociedad no crea todas las piezas de su organización; las recibe en parte completamente hechas de las sociedades que le han precedido" (Durkheim, E., 1985: 135). Schutz (1964) arroja luz sobre la cuestión al afirmar que el hombre nace en un mundo físico y sociocultural ya existente, un mundo pre-constituido y pre-organizado -cuya estructura específica resulta del proceso histórico- y, por esa razón, difiere en cada cultura y en cada sociedad (12). En sintonía con esa reflexión encontramos las ideas de Isnard (1982: 25) cuando sostiene que "no hay sociedad sin un espacio que le sea próprio, en el cual las generaciones se suceden en uma continuidad tal que se realiza una identificación entre un pueblo y su territorio".

La idea de una sucesión contradictoria y conflictiva de formas-contenido está en la base del pensamiento de varios autores. Para Milton Santos (1999: 6) "la vida social, tomada como un todo, se caracteriza por la incesante renovación de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, es decir, de los modos de producción. Cada modo de producción constituye una etapa en la producción de la historia y se manifiesta por el surgimiento de nuevos instrumentos de trabajo y nuevas prácticas sociales". Hoy "el modo de producción tiende a ser único" pero "la acción sobre los diversos territorios de ese modo de producción tendencialmente único pasa por la mediación de las formaciones sociales constituidas bajo la órbita del estado nacional" (Santos, M., 1999: 6). Ese "modo de producción global" es un dato explicativo muy importante de la realidad geográfica actual (Santos, M., 1999: 7) porque lleva a la implantación de una técnica única en lugares diversos y singulares.

En consecuencia, el modo de producción alude a un orden histórico que envuelve a casi todos los países, razón por la cual podría ser asociado a la idea de período, es decir, un período mundial. A su vez, la formación socioespacial se refiere a la combinación particular y concreta, esto es, un orden espacial de objetos, paralelo a un orden económico, social, político, cultural y simbólico. Ese conjunto articulado de órdenes atribuye un valor propio a las cosas, hombres y acciones. Por esa razón, "fuera de los lugares, productos, innovaciones, poblaciones, dinero, por más concretos que parezcan, son abstracciones. La definición conjunta e individual de cada cual depende de una localización. Por eso la formación socioespacial y no el modo de producción constituye el instrumento adecuado para entender la historia y el presente de un país" (Santos, M., 1996: 107) (13).

De modo que no se trata simplemente de una adjetivación diferente de esa categoría fundamental del materialismo histórico. La expresión "socioespacial" es mucho más que un adjetivo o una forma de apelar a la brutalidad del concepto, como señala Paul Valéry, sino de comprender que no hay un proceso de formación de la sociedad en general ni tampoco hay un proceso de formación de un espacio en general. Es un proceso de formación paralelo de una sociedad y de un espacio históricamente determinados. Esto permitiría superar la generalidad de la idea de modo de producción y pensar la especificidad de la formación social que es el espacio, incluyendo los contenidos constitutivos materiales e inmateriales, es decir, los objetos y las acciones (14).

Por esas razones, podríamos decir, con Tarde (1895), que, cuando necesitamos un término para expresar una generalización nueva tenemos sólo dos opciones: el neologismo, si no se puede hacer de otro modo o, lo que vale mucho más, la extensión de un antiguo vocablo. Althusser (1967) también apelaba a la importancia de las expresiones compuestas, pues su conjunción particular produce un significado nuevo. Ese es el caso de la formación socioespacial.

Formación socioespacial: totalidad concreta

En la búsqueda de una visión totalizadora del mundo a partir de la geografía y de sus respectivas categorías, podríamos aceptar el consejo de Merleau-Ponty (1974), cuando afirma que no se trata de dominar el todo como el filósofo hegeliano sino de estar comprometido en una tarea de totalización, es decir, comprender que ningún hecho adquiere todo su sentido si no está relacionado a los demás. También Lukacs (in Merleau-Ponty, 1974: 38) nos ayuda en esta tarea al proporcionarnos el concepto "totalidad de la empírea" para designar no todos los seres posibles y actuales sino la reunión coherente de todos los hechos que conocemos. Pero, a veces es "el gran número de variables y la extrema sensibilidad de algunas de ellas que nos obligan a establecer formulaciones aparentemente teóricas. Tales formulaciones, entretanto, no son ni deductivas ni gratuitamente abstractas" (Santos, M., 1978: 11). Y, en ese ejercicio, resulta imposible dejar de considerar las ideas de Sartre (1979), cuando propone ver la totalización como un proceso -una totalidad haciéndose a través de los acontecimientos- y la totalidad como producto provisorio -un conjunto de existencias, una facticidad- que tiene, también, un papel activo porque condiciona el ejercicio de las acciones.

Podríamos decir, entonces, que la totalización es el proceso histórico o el proceso de formación social, mientras que la totalidad es la existencia producida, es decir, un momento de la formación social, sinónimo de territorio usado. De ese modo la formación socioespacial nos permite extraer un método de lo real, ya que esa categoría nos conduce a una totalidad concreta, es decir, al orden que las cosas tienen, a la distribución de las cosas y sus nexos. Para Marx (1986) lo concreto lo es porque es la síntesis de numerosas determinaciones y por lo tanto unidad de la diversidad y también, tal como recordado por Bourdieu (2011) al analizar ese autor, la totalidad concreta es una totalidad pensada, un concreto pensado, es decir, un producto del pensamiento pero no como un concepto que se engendra a sí mismo sino como producto de la elaboración de las percepciones y representaciones en conceptos. Kosik (1976) ilumina la cuestión al señalar que la totalidad concreta "significa que cada fenómeno puede ser comprendido como momento del todo" (15). Reconociendo que las categorías son inicialmente universales abstractos que se transforman en universales concretos, Corrêa da Silva (1986: 26) explica que "los universales concretos contienen la objetividad de la existencia, porque son concreciones de particularidades y singularidades concretas" (16).

Pero, la formación socioespacial es también una totalidad empírica porque no se trata de un orden idealista, propio del espíritu, sino de una totalidad real, histórica. No se trata, como señala Merleau-Ponty (1974: 46), de imaginar que "el desarrollo de la historia esté subordinado a una esencia eterna de la sociedad" sino que los momentos "se encadenan unos con otros, se responden entre sí, constituyen progresivamente un solo acontecimiento". Por esa razón, no podemos imaginar que todos los problemas estén resueltos por anticipado, sino que es necesario encontrar categorías analíticas que puedan captar la totalidad, como la división territorial del trabajo.

La categoría formación socioespacial permitiría captar la unidad en la diversidad, pues lo concreto aparece en el pensamiento como el proceso de la síntesis, como un resultado. Es Simmel (2006: 38) quien escribe que para el orden de la caótica yuxtaposición, confusión y sucesión de los elementos, es decir, para el principio creador de un mundo inteligible, no poseemos otra expresión que la unidad de lo múltiple. Y agrega (Simmel, G., 2002: 94) que no podríamos llamar uno al mundo si cada parte no influyese de algún modo sobre las demás, si en algún punto se interrumpiese la reciprocidad de las influencias.

Sin embargo, la totalidad concreta es siempre incompleta porque es sólo el conjunto de las posibilidades realizadas. De allí la necesidad de la crítica, es decir, el análisis que permite reconocer lo que existe y lo que no existe para alcanzar una economía política del territorio usado (Santos, M., 1994; Santos, M. y Silveira, M.L., 2001; Silveira, 2011). En el presente, es fundamental reservarnos el derecho a esa crítica evitando, como planteaba Guillebaud (1995), las certidumbres encerradas sobre sí mismas, los absolutos que acaban con el vagabundeo del pensamiento, para no volvernos "perros guardianes", según la expresión de Paul Nizan, es decir, supuestos intelectuales comprometidos con el poder y no con la verdad.

El análisis implica una división que conlleva, entretanto, un desafío fundamental que significa escindir sin mutilar los nexos. En ese camino complejo, Husserl (1990: 87) nos recuerda que la fenomenología procede determinando y distinguiendo el sentido. Y agrega ese filósofo que la fenomenología compara, distingue, enlaza, pone en relación, separa en partes o en momentos. Lejos de ser deductiva, su particularidad es el método intuitivo. Tal vez de ese modo podamos comprender, con Morin (2001), que a pesar de que nuestra civilización y nuestra enseñanza privilegiaron la separación y el análisis, el proceso de conocimiento es circular, transitando de la separación a la unión y viceversa, del análisis a la síntesis y de la síntesis al análisis.

En cada momento histórico, en cada etapa de la formación socioespacial, vemos que la redistribución de instrumentos técnicos de trabajo, capitales, hombres y empleos depende no sólo de las novedades del período sino también de las herencias del territorio usado. El estudio de esas formas materiales y organizacionales existentes en los lugares, a partir de conceptos necesariamente definidos y actualizados, permitirá que elaboremos una verdadera economía política. Pero esa redistribución de funciones sobre formas previas no se explica por las variables de una porción del territorio, sino por la evolución del todo socioespacial y sus variables como la población total y la población urbana, el derecho positivo, las tasas de interés, las infraestructuras y demás fuerzas productivas, entre tantas otras. En el momento siguiente, una nueva totalidad, es decir, un nuevo orden de cosas y organizaciones revela que las fracciones reciben diferentes papeles, cambian las calidades y cantidades, en una combinación entre formas heredadas y nuevas funciones.

En consecuencia, la formación socioespacial significa reconocer el movimiento conjunto y contradictorio del todo y de las partes a través de la totalización, que es la historia. Podríamos pensar, con Maffesoli (1997: 158), que "quizá lo proprio de la realidad social sea precisamente apoyarse en la tensión de los elementos heterogéneos. El interés de la presentación, de la descripción, es precisamente dar cuenta de esa tensión, que algunos han podido llamar lo «contradictorial» (S.Lupasco, G. Durand), sin intentar resolverla". La totalidad se vuelve otra totalidad por un proceso de fragmentación, de dilución de las coherencias y de recomposición o, en otras palabras, un movimiento por el cual lo único se vuelve múltiple y lo múltiple se vuelve único. Lo múltiple está dado por los fragmentos, las fracciones, los objetos, las organizaciones que pertenecen a la totalidad o período anterior y aparecen como herencias que condicionan las acciones del nuevo período. Fenomenología es, por lo tanto, reconstruir analíticamente ese proceso de totalización-totalidad. O, como explica Massey (2008), multiplicidad y espacio son co-constitutivos. De allí que, en el período de la globalización, la unicidad técnica, la convergencia de los momentos y la unicidad del motor coexistan con la extrema diferenciación geográfica. 

En esa dirección, la formación socioespacial es una categoría que podría llevarnos a la superación de dialécticas incompletas como tiempo-espacio o sociedad-naturaleza, basadas en la lógica de los conceptos puros. Siguiendo a Heidegger (2003) podríamos decir que, si hay un espacio y un tiempo, en el origen del proceso no existían como tales, pues el ser sólo puede ser aprehendido en la perspectiva del tiempo y el ser-ahí es, a la vez, temporal y espacial. Vivimos un tiempo en el cual la necesidad de encontrar categorías que se nieguen entre sí para generar una nueva categoría se volvió imperiosa. Una nueva síntesis podría resultar del movimiento en el cual sociedad y espacio se niegan entre sí para confluir en la noción de formación socioespacial. Allí forma y contenido, como quiere Simmel (2002), constituyen una realidad unitaria.

En consecuencia, la formación socioespacial es un conjunto de formas y eventos, de objetos y acciones. Los eventos son unidades significativas del tiempo, cuya trascendencia no está regida por el reloj o el calendario sino por su significado social, su sentido y su capacidad de cambiar la trama de la historia (Santos, M., 1996). Constituyen el proceso de totalización, que permite reconocer la unidad, y provocan lo múltiple, observable en lo diverso y en la discontinuidad. Son las acciones y sus resultados, las formas. A cada evento, la forma se reorganiza, cambia su contenido y su extensión. Por ello no hay eventos sin actores pero tampoco hay eventos sin formas, materiales e inmateriales, porque éstas son su condición de existencia. (Santos, M., 1996). Aquí la idea de Maffesoli (1997) resulta particularmente pertinente cuando afirma que la forma es formante y no formal. Así, podríamos afirmar que sin espacio no hay historia porque éste es su condición de existencia. Es la formación socioespacial.

En uno de sus bellos escritos, Vallaux (1929) asevera que la geografía puede ser entendida como una ciencia de formas y cosas concretas y que, en ese mundo de las cosas concretas, el espacio y el tiempo nunca están separados, mientras que Sauer (2000) subrayaba que las formas actuales pueden derivar de formas pasadas. Cuando el filósofo Berger (1964) explica que la interpretación correcta de los eventos del mundo supone el estudio de aquello que es su testimonio y que participa de su producción, nos inspira a pensar que esos testimonios son sobre todo formas. Por lo tanto, las formas tienen un papel constitutivo en la producción de la existencia a través de los eventos. Y el territorio usado no es otra cosa que una gran forma y un conjunto de formas, cuyo papel constitutivo en la producción del momento siguiente de la formación socioespacial es innegable.

Sobre las formas materiales, culturales, organizacionales, normativas se realizan los eventos, de modo tal que, como explica Santos (1996), las formas aseguran la continuidad del tiempo pero lo hacen a través de los eventos que cambian su sentido. Indisolubles, formas y eventos constituyen la formación. Sobre un espacio heredado se realizan los eventos presentes pero lo que está por detrás del fenómeno percibido y puede ser comprendido por el análisis es un acontecer. Las palabras de Simmel (2006: 102-103) arrojan luz sobre la dialéctica entre las formas heredadas y las acciones presentes: "el ser puede sólo radicalmente disolverse en el devenir cuando se deja a cada ser, determinado como tal, permanecer ligado a su opuesto, que puede ser solucionado por medio de un proceso o acontecer". Ese es el proceso de formación socioespacial que demanda un método que, incorporando las categorías necesarias, permita, al mismo tiempo, escindir y aprehender el acontecer, es decir, el movimiento (17).

Por esa razón, proponemos pensar la formación socioespacial a partir de categorías como división territorial del trabajo, circuitos espaciales de producción y círculos de cooperación, entre otras (Santos, M., 1988; 1994; Santos, M. y Silveira, M.L., 2001), que contribuirían a la formulación de un esquema de método pertinente, coherente y operacional. Resumidamente, podríamos decir que la división territorial del trabajo es la repartición de las etapas del trabajo en un territorio nacional como consecuencia del proceso de la división internacional del trabajo que es el proceso de producción en su sentido más amplio. En un territorio nacional se configuran regiones productivas cuyo grado de especialización y distancia de los centros depende de la posibilidad técnica de dividir el proceso productivo y del desarrollo de los transportes y comunicaciones, mostrando, como ya afirmaba Gottmann (1947), que la circulación de los hombres y de sus productos es la gran dinámica humana. La totalización origina los fragmentos. Concomitantemente se hace necesario unificar los procesos productivos a través de lo que en términos marxistas llamaríamos cooperación. De ese modo, diferenciamos dos conceptos: por un lado, los circuitos espaciales de producción, que son las etapas de la producción material desde la materia prima al producto terminado y, por otro, los círculos de cooperación, que son las etapas inmateriales necesarias a la producción como finanzas, patentes, información, etc. Los fragmentos, interrelacionados, componen una totalidad concreta. Causa y consecuencia de ese proceso amplio de producción, basado en el fenómeno técnico, la urbanización revela las especificidades de la formación socioespacial. Ese es el proceso de análisis o escisión, fundado en la historia del presente, buscando ver las cosas y más allá de ellas, las relaciones.

Eventos y existencias de la globalización: centralidad de la categoría formación socioespacial en Geografía

La búsqueda permanente de sentido en un mundo que cambia aceleradamente nos pide escapar de lo que Flaubert (Maffesoli, 1997: 150) expresaba como "la rabia de querer concluir". Entretanto, podríamos afirmar que el período actual, denominado globalización, es también el momento financiero del modo de producción capitalista. En este tiempo histórico, los eventos se vuelven interdependientes, permitiendo reconocer un acontecer solidario (18), y un conjunto de ellos adquiere significado por el hecho de provocar tendencias constitutivas: la unicidad de la técnica, la convergencia de los momentos y la unicidad del motor (Santos, M., 1996, 2000). La unicidad de las técnicas significa que es la primera vez en la historia de la humanidad que un sistema técnico, cuya base es la técnica de la información, envuelve el planeta, como realidad o como un parámetro de valor para las demás técnicas. La existencia de esa nueva base técnica interdependiente hace posible que los actores globales disocien los procesos productivos y unifiquen la regencia de tales procesos, ampliando la división del trabajo y la respectiva cooperación. El resultado es la elaboración de un producto global. Pero, además, la significativa densidad técnica del espacio geográfico conlleva la necesidad de un control coordinado de los objetos y su uso. La convergencia de los momentos es la posibilidad de conocer de manera instantánea lo que sucede en otro lugar de la Tierra y de transmitir órdenes e informaciones, gracias a la base técnica unificada. La producción del denominado tiempo real tiene una significativa consecuencia histórica que es la interdependencia del devenir y la ampliación de los contextos. Por lo tanto, la historia se vuelve verdaderamente universal. Estamos así frente a nuevas interpretaciones y usos del tiempo que Torres Ribeiro (2012: 114) entiende como "una temporalidad amplificada por ramificaciones de la técnica que rehacen el medio, las mediaciones y los mediadores, transformando contenidos y formas socio-espaciales". Finalmente, la unicidad del motor hace alusión a la mundialización del producto, del dinero, del crédito, de la deuda, del consumo y de la información, realizada por un conjunto limitado de empresas globales en férrea competencia, capaces de apropiarse de la plusvalía mundialmente generada. Las políticas de las empresas se amparan en poderosos discursos que les otorgan legitimidad y en una base normativa de los Estados, que ha ido transformándose de la denominada desregulación a las actuales micro-intervenciones de las que habla Sassen (2010). De ese modo, los actores globales realizan la integración financiera.

Datos constitutivos del acontecer solidario propio del período, esas unicidades son también tendencias, lo que muestra que las modernizaciones son siempre selectivas. Los eventos llevan lo nuevo a algunos lugares pero no provocan homogeneización. En otras palabras, podríamos decir que los aconteceres son vectores de las tendencias y su opuesto dialéctico. Las existencias que resultan de ese movimiento contradictorio son formas materiales e inmateriales que componen la universalidad empírica, aunque la modernización sea selectiva. De allí la tensión de los procesos.

Esa tensión se explica por las rugosidades y eventos producidos por la formación socioespacial que se encuentran con el acontecer global. En otras palabras, los eventos del período de la globalización son mediados por el Estado y el derecho, por la configuración territorial existente, por la organización de la economía, de la técnica y el trabajo, por un cierto tamaño demográfico y un grado de urbanización, por una división territorial del trabajo entre regiones, en definitiva, por el territorio usado de una nación.

Entretanto, también existe la mediación de los lugares. El cotidiano, que sólo existe en el lugar, le da corporeidad al período, al modo de producción, al verlo como mundo. Las existencias constituyen el territorio tal como hoy es utilizado, en sus fracciones, que son las regiones y lugares, cuyas coherencias se diluyen cada día frente a nuevos eventos.

Pero ¿cuáles son los nexos entre la totalización y la totalidad? ¿entre el mundo, la formación socioespacial y el lugar? ¿Qué nexos existen, por ejemplo, entre la unicidad de la técnica y la modernización de las actividades en los lugares? El acontecer jerárquico resulta de la tensión entre la unicidad de las órdenes y el trabajo realizado en otro lugar, esto es, las órdenes centralmente generadas imponen a los lugares objetos y formas de trabajar con tendencia a ser únicas. El acontecer complementar revela las nuevas relaciones que existen entre fracciones de la formación socioespacial, como por ejemplo, entre la ciudad y el campo o diferentes áreas de la ciudad entre sí. En otras palabras, las complementariedades entre las fracciones del espacio ponen en tensión las órdenes centrales y, al mismo tiempo, las realizan. Finalmente, el acontecer homólogo es el trabajo realizado en el lugar a partir tanto de las órdenes como de las complementariedades. Por eso existe allí una cierta homogeneidad. A partir de las existencias que, en realidad, nos aparecen como fragmentos, podríamos reconstruir estos aconteceres que son los procesos de la formación socioespacial. Se trataría de un ejercicio fenomenológico.

No podemos dejar de señalar que se dan tensiones permanentes entre: la lógica de los fragmentos que se vacían de su función anterior pero permanecen como formas; los lugares y la formación socioespacial; la formación socioespacial y el período o el modo de producción; los eventos de la globalización -regidos por actores capaces de crear una extensión planetaria- y las formas en los lugares. Como resultados de esas tensiones, encontramos la modernización selectiva, la diferenciación geográfica, la valorización desigual.

Las fracciones, fragmentos, formas, particularidades, tales como un objeto técnico, una norma, una ley, una técnica de acción, una ideología, suceden a la totalidad difunta y preceden a la totalidad actual (Santos, M., 1996). Como explica Goldmann (1979: 40) "para organizar la división del trabajo, el pensamiento, el mundo teórico, se vuelve indispensable y su existencia, aunque sea rudimentaria, condiciona toda cooperación. Sólo hay cooperación donde hay pensamiento y viceversa". Aquí entra también la ideología porque es un nivel de la totalidad social y cada nueva división del trabajo o cada transformación social representa una exigencia de renovación de las ideologías y de los universos simbólicos para los fabricantes de significado (Santos, M., 1996). En ese momento, para los demás, se vuelve posible entender procesos y encontrar sentidos (Santos, M., 1996) porque, como afirma Merleau-Ponty (1974: 47), "el sentido de la historia está amenazado entonces a cada paso y tiene necesidad de ser reinterpretado sin cesar".

Podríamos concluir, tal vez, expresando que la formación socioespacial puede ser vista como una categoría sintética y relacional que permite proponer y desdoblar categorías analíticas para comprender el presente y enfrentar el futuro, así como elaborar una geografía menos adjetiva y más sustantiva que nos permita, como alertaba Tarde (1895) no dejar la presa por la sombra y las realidades por las palabras, de modo a construir una visión constitutiva de los fenómenos que debemos enfrentar y permitir que la geografía sea un saber capaz de comprender y ayudar a la transformación del mundo.

Notas

(1) Revistas como Antipode, Herodote y Espace et Temps tuvieron un papel significativo en la difusión de las geografías radicales de Estados Unidos y Europa. En Brasil, el Boletim Paulista de Geografia fue un vehículo destacado y en Argentina fue importante la realización de un encuentro de geógrafos latinoamericanos en la Universidad Nacional del Comahue en la ciudad de Neuquén en 1974. En 1977 Milton Santos publicó el artículo "Society and Space: social formation as theory and method" en Antipode (vol. 9, n° 1, 1977: 3-13).

(2) Las cinco premisas de la historia en la concepción materialista definidas en La ideología alemana de 1846 son: 1) la producción de la propia vida material, es decir, la producción de los medios para satisfacer las necesidades, de modo tal que el primer acto histórico es que los hombres se mantengan vivos; 2) una vez satisfecha la primera necesidad, se producen nuevas necesidades; 3) la reproducción, que significa un aumento de la población, de las necesidades y de las relaciones sociales, después subordinadas al Estado; 4) existe relación social porque hay cooperación entre varios individuos y, por lo tanto, un determinado modo de producción está siempre vinculado a un modo de cooperación, el cual es en sí mismo una fuerza productiva; 5) el hombre tiene conciencia, pero ésta no es nunca "pura", sino que es real, práctica y existe para los otros hombres a través del lenguaje; la conciencia es, por lo tanto, un producto social (Marx, K. y Engels, F., 1984).

(3) Simmel (2006: 70-71) explica que "la unidad revelada en la paridad de ciertas cualidades puede, por consiguiente, residir sólo por encima o por debajo de este fenómeno inmediato. Ella es o menos que éste, una mera abstracción consumada por el contemplador [...] o ella es más: es la más profunda realidad bajo la realidad empírica. Esta unidad puede dejar arraigar en sí tantos singulares porque ella es más potente, más fundamental y más segura que cada singular [...]".

(4) "Es necesario reconocer sin embargo que en Lenin (y en Antonio Labriola) subrayar la unidad y totalidad del proceso histórico " y por esto mismo la apelación continua a una categoría como la de `formación económica-social' " asume, aún más que en Engels, el significado no sólo de una rectificación de las simplificaciones y deformaciones positivistas o de otro tipo, de la concepción marxiana de la historia, sino también el de una explicitación y profundización de uno de sus temas centrales, que ahora asume nuevamente todo el poder arrollador de las más vigorosas formulaciones de Marx" (Sereni, E., 1973: 76). El autor se refiere aquí a la reducción de las relaciones entre estructura y superestructura como causa-efecto y menciona que Lenin afirma que Marx en El Capital muestra la formación capitalista como un "organismo vivo" y que Labriola refutaba la interpretación económica de la historia a partir de la idea de la historia como totalidad y unidad de la vida social (Sereni, E. , 1973).

(5) Como recuerda Althusser (1967: 56). "el concepto de articulación de las instancias" es un concepto teórico de Marx.

(6) "Los conceptos teóricos (en sentido estricto) se refieren a las determinaciones u objetos abstractos-formales. Los conceptos empíricos se refieren a las determinaciones de la singularidad de los objetos concretos" (Althusser, L., 1967: 55).

(7) En 1904 Max Weber (2006: 67) escribía: "a los conceptos genéricos que incesantemente encontramos con la forma de elementos constitutivos de las representaciones históricas y de conceptos históricos en concreto, es posible igual conferirles la forma de tipo ideal, valiéndonos de la abstracción y de la acentuación de específicos elementos conceptuales esenciales". Y agregaba: "todo aquel que en su trabajo se haya valido de los conceptos marxistas tiene el conocimiento absoluto de la excelente e incomparable importancia heurística de tales tipos ideales cuando son utilizados para establecer la confrontación con la realidad; sin embargo, no desconoce la peligrosidad desde el momento que en que les confiere validez empírica o se los suponen como «tendencias» o «fuerzas activas» reales " lo cual significa ciertamente «metafísicas»" (Weber, M., 2006: 71).

(8) Herzog (1971) explica que, cuando producimos un "tipo" o un "modelo" no vemos en la realidad la renovación de las especificidades como un aspecto tan "real" como la existencia de formas comunes. Y agrega que toda división entre unidad y diversidad es peligrosa.

(9) "Ora, el espacio, como las otras instancias sociales, tiende a reproducirse, una reproducción ampliada, que acentúa sus trazos ya dominantes. La estructura espacial, es decir, el espacio organizado por el hombre es como las demás estructuras sociales, una estructura subordinada-subordinante. Y como las otras instancias, el espacio aunque sometido a la ley de la totalidad, dispone de una cierta autonomía que se manifiesta por medio de leyes propias, específicas de su propia evolución" (Santos, M., 1986: 145).

(10) Santos escribe: "el modo de producción se expresa por la lucha y por una interacción entre lo nuevo, que domina, y lo viejo. Lo nuevo busca imponerse por todas partes, aunque sin poder realizarlo completamente. Lo viejo es el modo de producción anterior, más o menos penetrado por las formas sociales y por las técnicas que corresponden al modo de producción nuevo, pero siempre regido por el modo de producción nuevo. De allí que se denomine a ese modo de producción "actual", en plena existencia, un modo de producción puro: no se realiza completamente en ningún lugar" (Santos, M., 1982: 14-15).

(11) "[...] la asincronía está en la base de la evolución espacial, pero el hecho de que las variables actúen sincrónicamente, es decir, en orden combinado en el interior de una verdadera organización, asegura la continuidad del espacio" (Santos, M., 1982: 17).

(12) Aunque las formas son específicas por las diferencias sociales y culturales, existen características comunes a todos los mundos sociales: división del trabajo, organizaciones de parentesco, jerarquías, una manera aceptada de vida, herramientas, adornos, música, cultos (Schutz, 1964).

(13) En una discusión sobre la necesidad de entender la escala en geografía como escala de tiempo, Santos (1996: 110) escribe: "El tiempo de la división del trabajo vista genéricamente sería el tiempo de lo que vulgarmente llamamos Modo de Producción. Aquellos elementos definidores del modo de producción serían la medida general del tiempo a la cual se refieren, para ser contabilizados, los tiempos relativos a los elementos más «atrasados», herencias de modos de producción anteriores. Visto en su particularidad -esto es, objetivado- y, por lo tanto, con su vertiente geográfica, el tiempo, o más bien, las temporalidades conducen a la noción de formación socioespacial (Santos, 1977). En ésta, los diversos tiempos concurrentes trabajan conjuntamente y todos recobran su completa significación a partir de ese funcionamiento y de esa existencia conjunta".

(14) "El mundo aparece como la primera totalidad, empirizada por medio de las redes. La gran novedad de nuestro tiempo es esa producción de una totalidad no sólo concreta, sino también empírica. La segunda totalidad es el territorio: un país y un Estado -una formación socioespacial-, totalidad resultante de un contrato y limitada por fronteras. Sin embargo, la mundialización de las redes debilita las fronteras y compromete el contrato, aunque resten a los Estados numerosas formas de regulación y control de las redes. El lugar es la tercera totalidad, donde fragmentos de la red adquieren una dimensión única y socialmente concreta, pues en la contigüidad ocurren fenómenos sociales agregados (Simmel, 1980). Éstos se basan en un acontecer solidario, que es fruto de la diversidad, y en un acontecer repetitivo, que no excluye la sorpresa" (Santos, M., 1986: 215).

(15) Afirma Kosik (1976: 42) que "la comprensión dialéctica de la totalidad significa no sólo que las partes se encuentran en relación de interna interacción y conexión entre sí y con el todo, sino también que el todo no puede ser petrificado en la abstracción situada por encima de las partes, visto que el todo se crea a sí mismo en la interacción de las partes".   

(16) Corrêa da Silva (1986: 26-27) agrega que los universales concretos "tienen la propiedad de aprehender el movimiento de lo real en formas, modos de ser del existir. Pero, si son concretos, van más allá de las apariencias de la realidad. Aprehenden las conexiones existentes entre los fenómenos. Esa aprehensión es el resultado de que las singularidades y particularidades se presenten a la reflexión a través del proceso de trabajo. Éste está en el centro de la transformación de las categorías universales en universales concretos".

(17) Maffesoli (1997) propone buscar las relaciones y las inter-retro-acciones entre cada fenómeno y su contexto o las relaciones de reciprocidad entre el todo y sus partes.

(18) "[...] se trata de un acontecer solidario, que define un subespacio, región o lugar. Aquí la noción de solidaridad es aquella que se encuentra en Durkheim y no tiene connotación moral, advirtiendo sobre la realización compulsiva de tareas comunes, aunque el proyecto no sea común. Ese acontecer solidario, a pesar de todas las formas de diferencia entre personas y entre lugares, se presenta bajo tres formas en el territorio actual: un acontecer homólogo, un acontecer complementario y un acontecer jerárquico" (Santos, M., 1996: 132).

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