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Delito y sociedad

Print version ISSN 0328-0101On-line version ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.23 no.38 Santa Fé Dec. 2014

 

AVANCE DE INVESTIGACIÓN

Acerca de los factores que explican variaciones en los niveles de victimización en áreas urbanas de San Miguel de Tucumán

Approaches to factors that explain variations of victimization between urban areas of San Miguel de Tucuman

 

Lucía Cid Ferreira

Universidad Nacional de Tucumán, Argentina lucidlopes@gmail.com

Recibido: 05/02/2014
Aceptado: 15/03/2014

 


Resumen

Se presentan los principales resultados alcanzados en el marco del proyecto sobre delincuencia urbana y sociedad. El mismo procuraba determinar los factores que contribuyen a explicar variaciones en los niveles de victimización en áreas urbanas de la ciudad de San Miguel de Tucumán, procurando responder a preguntas que dejaron abiertas investigaciones previas. Una encuesta domiciliaria de 800 casos realizada en esa ciudad en 2005 encontró una gran variabilidad en los niveles de victimización en zonas de un mismo estrato de vulnerabilidad social, razón por la cual nos preguntamos qué otros factores, no abarcados por el indicador de vulnerabilidad social, explicaban la variabilidad en los niveles de victimización. Cuestión que se proponía afrontar el presente proyecto, para el que se diseñó una nueva encuesta en ocho zonas seleccionadas de la ciudad. Se realizaron 50 entrevistas en cada zona (400 en total), en el año 2008. El análisis comparativo realizado mostró, entre otras cosas, que en el contexto de la pobreza, el nivel de vulnerabilidad social de los hogares no deja de ser relevante para explicar las diferencias en los niveles de victimización.

Palabras clave: Delito; Vulnerabilidad social; Zonas urbanas; Tucumán.

Abstract

The paper presents the main results achieved in the framework of the research project about urban crime and society. It sought to determine the factors that help to explain variations in the levels of victimization in urban areas of the city of San Miguel de Tucumán, seeking to answer questions left open by previous research. A household survey of 800 cases performed in this city in 2005 found a high variability in levels of victimization in areas of a similar level of social vulnerability, which is why we asked what other factors not included in the indicator of social vulnerability, explained the variability in levels of victimization. Proposed issue facing this project, for which a new survey in eight selected areas of the city was designed. 50 interviews in each area (400 in total) were performed in 2008. The comparative analysis showed, among other things, that in the context of poverty, the level of social vulnerability of households remains relevant in explaining differences in levels of victimization.

Key words: Crime; Social vulnerability; Urban areas; Tucumán.


 

Introducción

El proyecto "Delincuencia Urbana y Sociedad. Determinación de factores que explican variaciones en los niveles de victimización en áreas urbanas de San Miguel de Tucumán" (CIUNT 26/L402) fue desarrollado en el período 2008-2012 dando continuidad a los estudios que se venían realizando en el Centro de Investigaciones Sociológicas (FDyCS/UNT) en el tema de la delincuencia urbana desde mediados de la década de noventa. El presente tiene el propósito de informar los principales resultados alcanzados y su discusión. El proyecto procuraba determinar los factores que contribuyen a explicar las variaciones en los niveles de victimización en áreas urbanas de la ciudad de San Miguel de Tucumán, procurando responder a preguntas que dejaron abiertas investigaciones previas.
El término victimización se refiere a la incidencia de hechos delictuosos (es decir, que involucran conductas que se encuadran en alguno de los tipos definidos en el código penal), sobre alguna población determinada. Se mide como el porcentaje de población que declara ser víctima de algún hecho delictuoso en un periodo determinado. Los estudios de victimización intentan medir y comprender el fenómeno criminal a partir de encuestas directas a la población debido a la evidencia de que los registros oficiales basados en denuncias realizadas a la policía abarcan sólo una pequeña parte de todos los hechos ocurridos en un tiempo y lugar determinados. Si bien las encuestas de victimización también padecen un defecto de cobertura, se aproximan del fenómeno en mayor medida que los registros de las denuncias oficiales.1
En nuestras investigaciones relevamos lo que se acostumbra llamar delito urbano común,2 que constituye la mayoría de los delitos en las estadísticas policiales. En la encuesta implementada se discrimina específicamente: robo y hurto en vivienda, robo con violencia, lesiones, amenazas, cobro de peaje, y "otros delitos" (en este caso, cualquier otro tipo de delito que recuerde el entrevistado). Debe razonarse que hay todo un universo delictivo que difícilmente se accede mediante estos estudios3 y que incluyen los llamados delitos de cuello blanco, delitos corporativos, los tráficos ilegales y la corrupción en general (y otros tipos menos frecuentes), los cuáles, si bien muchas veces no tengan una relación directa e inmediata con la inseguridad, bien pueden tener una
relación indirecta en tanto agravan el estado de vulnerabilidad de individuos y grupos sociales enteros, generando privaciones y violencia social.
Desde el año 2005 hemos realizado dos encuestas de victimización en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Es decir, previamente al proyecto que ahora se informa, hemos participado de otro4 que en el año 2005 implementó una encuesta domiciliaria con 800 entrevistas,5 cuya muestra de radios censales estuvo estratificada en cuatro niveles de riesgo social que se denominaron: "alto riesgo", "medio alto riesgo", "medio bajo riesgo" y "bajo riesgo". Esta estratificación se hizo mediante un indicador de nivel de vulnerabilidad de los radios censales que incluía nivel de educación y nivel de hacinamiento de los hogares, según datos proporcionados por el INDEC. La encuesta se realizó en el marco de un proyecto en red donde participaban seis universidades del país, en cuyas ciudades también se implementó la misma encuesta.
En el año 2008 se implementó otra encuesta en Tucumán, en el marco del proyecto que ahora se informa. Se seleccionaron ochos zonas urbanas, siendo cuatro zonas de Alto Riesgo y cuatro de Bajo Riesgo, según el mismo indicador de nivel de vulnerabilidad. Se trató de un estudio comparativo de áreas pues se hizo con el propósito de comparar zonas con similar nivel de vulnerabilidad social pero con muy distintos niveles de victimización, aprovechando información obtenida en la encuesta anterior.

Preguntas de investigación

Uno de los problemas iniciales planteados en el proyecto de investigación que implementó la primera encuesta era el de la imprecisión -en el estado actual de las investigaciones sobre el tema- acerca de la relación entre victimización y nivel socioeconómico. Las hipótesis sostenidas en antecedentes de investigación, que apuntaban a conclusiones contradictorias, afirmaban: o bien que la victimización no variaba según el nivel socioeconómico, o bien que la victimización sería más alta en enclaves urbanos caracterizados por los bajos ingresos, la precariedad habitacional y laboral y relaciones conflictivas con las instituciones públicas (Isla et al., 2003). Por otra parte, aquel proyecto planteó hipótesis explicativas sobre el aumento de la violencia delictiva, tomando como variable central la "fragmentación social", con dimensiones subjetivas y objetivas.6 Las hipótesis presumían que los estratos sociales más vulnerables serían los más afectados por el delito y esto se debería a que las transformaciones económicas y sociales que tuvieron lugar en las últimas décadas han provocado un proceso más agudo de fragmentación social en dichos estratos, que se refiere fundamentalmente a la fragmentación de lazos sociales sostenidos en valores comunes. Estas hipótesis estaban inspiradas en teorías desarrolladas por autores vinculados a la Escuela de Chicago.
Sin embargo, los resultados de la encuesta del 2005 indicaron que en Tucumán son los estratos de zonas de menor vulnerabilidad (y los niveles socioeconómicos medio-altos) los más afectados, en términos relativos, por el delito urbano común. Pero por otro lado, en la ciudad de Córdoba donde se aplicó la misma encuesta resultó que la victimización no variaba según el nivel socioeconómico (apoyando en este caso una de las hipótesis discutidas en el proyecto) y en el análisis por estratos de radios censales, se encontró menor victimización en el estrato de Bajo Riesgo. Por lo que se infiere que la relación entre nivel socioeconómico y victimización no es homogénea en los diversos territorios. Pero lo más sugestivo de la encuesta realizada en S. M. de Tucumán en 2005 es que mostró indicios7 de que dentro de un mismo estrato (de radios censales clasificados según su nivel de vulnerabilidad social) existía una gran variabilidad en los niveles de victimización. Así, por ejemplo, dentro del estrato de áreas de Alto Riesgo, los porcentajes de victimización en los radios censales encuestados variaban desde un 10 % hasta un 50 %. De manera similar, en el estrato de Bajo Riesgo, los porcentajes variaban de 15 % a 47 % de victimización. Aunque estos datos sean apenas indicativos (dado el reducido tamaño muestral a nivel radio censal), planteamos que no se puede establecer una relación directa entre nivel de vulnerabilidad social de la zona y nivel de victimización. Por otra parte, los análisis realizados con la variable "fragmentación social" no pudieron demostrar de forma clara su capacidad para explicar la incidencia del delito en los diversos estratos de zonas clasificadas según su nivel de vulnerabilidad social (véase Cid Ferreira, 2010a).
Frente a la gran variabilidad de los niveles de victimización dentro de los estratos, nos preguntamos qué otros factores, no abarcados por el indicador de vulnerabilidad social, explicaban la variabilidad en los niveles de victimización. Y ésta era la cuestión central que se proponía afrontar el presente proyecto, para el cual se diseñó una nueva encuesta, en parte distinta a la anterior, combinada con entrevistas en profundidad y observaciones de campo.
Aquí conviene señalar que varias investigaciones empíricas realizadas en los países más avanzados no mostraron evidencia de que las variaciones en la cantidad de policías hayan tenido alguna influencia sobre las tasas de delincuencia en diferentes áreas urbanas o en el transcurso del tiempo (Bayley, 1994). Por otro lado, en la encuesta realizada en el 2005 no se encontró evidencia de que la existencia de organizaciones vecinales
específicas por seguridad haya estado asociada con más bajos niveles de victimización. Por ello, se procuraba establecer qué otro tipo de condiciones (institucionales, espaciales, etc.) explicaban el mayor o menor nivel de victimización en zonas de similar nivel de vulnerabilidad social. Un tópico de especial atención consistía en examinar la situación específca de adolescentes y adultos jóvenes de las áreas analizadas. Steffensmeier y Allen (1995) han estudiado la fuerte concentración de las edades de la adolescencia en las series estadísticas de los delitos comunes contra la propiedad, que es un patrón bastante común en la mayoría de las sociedades. Explican el fenómeno por la desigualdad debida a la edad (la diferencia en el status joven / adulto) y que se agudiza entre los sectores juveniles que tienen mayores difcultades de arribar al status adulto con todo lo que significa (actividad productiva, casamiento, familia, etcétera).

Metodología

Por la índole de la pregunta formulada, la investigación del proyecto que aquí se informa ha revestido un carácter exploratorio. Se proyectó la realización de una encuesta probabilística de hogares en ocho zonas seleccionadas de la ciudad con el fin de permitir comparaciones entre zonas de similar nivel de vulnerabilidad y muy distintos niveles de victimización (considerando los datos encontrados en la encuesta anterior). Para un segundo momento se previó la realización de entrevistas en profundidad a una muestra reducida y observaciones en las zonas. Se trata de un diseño comparativo de áreas, en el que se seleccionaron dos áreas de alto nivel de victimización y dos áreas de bajo nivel de victimización en el estrato de alta vulnerabilidad y en el estrato de baja vulnerabilidad.

Así, manteniendo constante el nivel de vulnerabilidad social, se comparan dos zonas de bajo nivel de victimización con dos zonas de alto nivel de victimización (según indicios tomados de la encuesta anterior). En el año 2008 se implementó la encuesta en ocho zonas seleccionadas de la ciudad, según el diseño citado, entrevistándose a 50 hogares en cada zona, lo que supone un error muestral cercano a 13 % para un intervalo de confianza de 95 % en el análisis por zona. Para un esquema de análisis, se discriminó el conjunto de las variables en variables ‘estructurales', variables ‘culturales' y la variable ‘victimización' (con un conjunto de indicadores). Esta última es la que se buscaba explicar mediante las relaciones que puedan establecerse con los otros conjuntos de variables. Se considera que las relaciones son recíprocas, colocando sin embargo un mayor peso condicionante en las variables estructurales.

Resultados

El cuadro abajo indica los porcentajes de victimizados (en el "año anterior") encontrados, en cada zona, en encuesta del 2008, contrastándola con los datos encontrados en el 2005. Cabe remarcar que los porcentajes no son directamente comparables de una encuesta a otra, dados los diferentes diseños muestrales y los diferentes márgenes de error. Se los toma como datos para investigación apenas indicativos y exploratorios.
El promedio en las cuatro zonas de Alto Riesgo es 24,5 %, y es 27 % en las zonas de Bajo Riesgo (encuesta 2008). Conviene señalar que el indicador mide la cantidad de entrevistados que sufrieron al menos un delito (o sea, se cuentan personas, no la cantidad de hechos). Pero varios de los entrevistados pudieron haber sufrido más de un delito y en realidad, cuando se empieza a analizar este último aspecto, el panorama puede cambiar relativamente: la ‘revictimización' parece ser más frecuente en los estratos sociales más bajos y la incidencia relativa del delito tiende a igualarse entre los estratos.8
El promedio en las cuatro zonas de Alto Riesgo es 24,5 %, y es 27 % en las zonas de Bajo Riesgo (encuesta 2008). Conviene señalar que el indicador mide la cantidad de entrevistados que sufrieron al menos un delito (o sea, se cuentan personas, no la cantidad de hechos). Pero varios de los entrevistados pudieron haber sufrido más de un delito y en realidad, cuando se empieza a analizar este último aspecto, el panorama puede cambiar relativamente: la ‘revictimización' parece ser más frecuente en los estratos sociales más bajos y la incidencia relativa del delito tiende a igualarse entre los estratos.9

Las zonas de "Alto Riesgo"

Como primer análisis de la encuesta del 2008, se realizó la comparación entre dos zonas de Alto Riesgo social (Cid Ferreira, 2010b), ya que entre ellas la prueba estadística mostró una diferencia estadística significativa entre sus niveles de victimización. Se trata de la zona 1, con el más bajo nivel de victimización y la zona 2, con el más alto nivel de victimización. Cabe destacar que entre estas dos zonas no se indica diferencia estadística significativa10 en cuanto a distribución de población por nivel socioeconómico.11
Ese análisis sirvió para revelar algunos aspectos tanto metodológicos como teóricos que habrían merecido un más hondo cuidado desde la primera encuesta. El análisis mostró que, si bien ambas zonas eran homogéneas en cuanto a la estructura socioeconómica de sus poblaciones, la zona de alta victimización presentaba una problemática social más complicada en al menos tres aspectos: 1) mayor precariedad laboral entre los adultos, 2) mayor exclusión social de los jóvenes, 3) mayor nivel de fracaso escolar entre los niños. Así, a pesar de la equivalencia en cuanto a estructura socioeconómica, la Zona 2, de alta victimización, presentaba rasgos de mayor vulnerabilidad social que la Zona 1. Es así que, una primera reflexión teórico-metodológica fue que la noción de vulnerabilidad social y su indicador utilizados para estratificar las zonas en la primera encuesta, merecía una discusión crítica. Se hizo necesario especificar de otro modo el concepto de vulnerabilidad social, para lo cual tomamos la siguiente noción planteada por Ruben Katzman (s/f):12 "La idea más general de vulnerabilidad (…) remite a un estado de los hogares que varía en relación inversa a su capacidad para controlar las fuerzas que modelan su propio destino, o para contrarrestar sus efectos sobre el bien
estar". Las fuerzas referidas son: el mercado, el Estado y la sociedad. El mercado generando precariedad e inestabilidad; el Estado generando desprotección e inseguridad. Como explica este autor, la noción de vulnerabilidad permite captar la heterogeneidad de la pobreza (y esto nos resulta pertinente) al considerar los recursos variables, como la posesión y modo de utilización de diversos tipos de capital,13 que pueden movilizar los hogares a fin de contrarrestar las difcultades y procurar el bienestar.
Captar la heterogeneidad de la pobreza -en términos de distintos niveles de vulnerabilidad (derivados de la posesión y modo de utilización de diversos tipos de capital)- resultaba necesario para establecer qué clase de vínculo mantiene la pobreza con la victimización.
A fin de profundizar en esta línea, se sumaron al análisis las otras dos zonas clasificadas como de Alto Riesgo social, incluidas en la encuesta. Como se dijo anteriormente, para la encuesta de 2008 hemos aprovechado los niveles de victimización medidos en la encuesta anterior a fin de seleccionar dos zonas de alta victimización y dos zonas de baja victimización en cada estrato de nivel de vulnerabilidad (aunque se trata de indicios más bien). Las zonas 1 y 3 fueron seleccionadas por presentar en la primera encuesta (2005) un bajo nivel de victimización "en el año pasado". Las zonas 2 y 4 fueron seleccionadas por presentar en la primera encuesta un alto nivel de victimización. Con todas las limitaciones de la comparación estadística señalados (Cuadro 1), la zona 1 se confirmaría como de baja victimización en la segunda encuesta (2008), mientras que la zona 2 se confirmaría como de alta victimización. Es posible que las zonas 3 y 4 hayan sufrido cambios en sus niveles de victimización, y esto requeriría también de alguna explicación.

Cuadro 1. Porcentajes de víctimas en ocho zonas de la ciudad de San Miguel de Tucumán en dos encuestas (2005 y 2008).

Fuente: Encuestas de proyecto SECyT-PAV2003-065 (2005) y proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

Se analizaron las variables: composición demográfica y tipos de familia; situación socioeconómica y nivel de estudios de los PSH (Principal Sostén del Hogar); situación de actividad de niños y jóvenes; instituciones existentes en la zona; problemas barriales señalados por los vecinos, presencia policial y victimización. La nueva hipótesis que se planteó es que las zonas económicamente pobres son heterogéneas en sus niveles de vulnerabilidad social y que esta heterogeneidad debe influir sobre los niveles de victimización, en el sentido de que a mayor nivel de vulnerabilidad social, mayor es el nivel de victimización. Los resultados del análisis, que revisten el carácter de exploratorios dado el tamaño de la muestra, mostraron relaciones que apoyan esta hipótesis y otras que parecen contradecirla. Lo que se comunica aquí es un resumen del análisis realizado apuntando los aspectos más significativos.

Variables sociodemográficas

Las entrevistas se hicieron al PSH o a su cónyuge, siempre respetando la cuota, en cada zona, de 50 % de mujeres y 50 % de varones. Una primera diferencia significativa que se observa entre las zonas es el rango de edades del entrevistado. En las zonas 1 y 4, los entrevistados están concentrados en edades más bajas, lo que podría indicar que los hogares son, en general, más jóvenes en estas zonas.
La gran mayoría de los hogares tiene chicos y/o jóvenes conviviendo. El porcentaje de hogares con chicos y/o jóvenes (excluyendo el PSH y cónyuge) varían desde un 86 % en la zona 4 a un 98 % en la zona 1. Las zonas cuyos entrevistados (PSH y cónyuge) son más jóvenes (zonas 1 y 4) tienen menor proporción de jóvenes entre 18 y 25 años de edad, lo cual es lógico.
En cuanto a los tipos de familia, la zona 1 es la que presenta un mayor grado de homogeneidad dado que el 90 % de los hogares entrevistados está formado por pareja con hijos (familia nuclear). La zona 4 se le asemeja ya que tiene un 70 % de este tipo de familia. En cambio, las otras dos zonas son notablemente más heterogéneas. En la zona 2, el 58 % corresponde a familia nuclear, luego tenemos un 18 % de familias extensas, completas o no (compuestas de pareja con hijos y otros familiares, o padre con hijos y otros familiares, o madre con hijos y otros familiares); hay un 8 % de hogares de madre sola con hijos. En la zona 3, encontramos 36 % de hogares de pareja con hijos (familia nuclear), luego un 30 % de familias extensas (completas o no) y un 18 % de hogares multinucleares (dos o más parejas emparentadas, con o sin hijos, que comparten gastos de alimentación). En esta zona hay un 8 % de hogares constituidos por "madre sola con hijos".

Situación socioeconómica y nivel de educación

La encuesta utilizó el índice de nivel socioeconómico elaborado por el comité de enlace de las asociaciones de marketing (año 2006) para clasificar los hogares. El análisis comparativo entre las zonas detecta una diferencia significativa entre las zonas 3 y 4, que al parecer se debe a la diferencia en las frecuencias de hogares en el nivel E, como se observa en el cuadro siguiente.14

Cuadro 3. Nivel socioeconómico de los hogares entrevistados en las cuatro zonas de "Alto Riesgo"

Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

El análisis de la ocupación revela que un promedio de 88 % de los PSH trabaja, no habiendo diferencias significativas entre las zonas. El resto es inactivo (jubilado, pensionado y otros).
Los empleados en instituciones públicas o privadas constituyen la mayoría en las zonas 1 y 3 (59 % en la zona 1 y 68 % en la zona 3). Las zonas 2 y 4, en cambio, presentan otros escenarios. En la zona 4 hay una fuerte concentración (49 %) de cuentapropistas sin empleados, y los empleados dependientes de instituciones públicas o privadas suman tan sólo 22 %. En la zona 2, la principal actividad es de cuentapropista sin empleados (38 %), trabajan en relación de dependencia (en instituciones públicas o privadas) un 35 %, y un 18 % trabaja "con una persona que le da trabajo" (en esta categoría en la zona 1 está solamente el 2,3 %).15
En cuanto a los cuentapropistas, su situación respecto a horas de trabajo es bastante diferente según la zona. Trabaja al menos 35 horas el 100 % de ellos en la zona 1, el 71 % en la zona 2, el 90 % en la zona 3 y el 58 % en la zona 4. Se advierte que las zonas 2 y 4 presentarían signos de mayor precariedad laboral.16
Respecto del nivel de estudios alcanzado por el PSH, no se detecta una diferencia estadística significativa entre las zonas. La clase modal en las cuatro zonas es la de primaria completa / secundaria incompleta (variando entre un 62 % y un 70 %). El se
gundo nivel más frecuente es el de sin estudios / primaria completa y el tercero es el de secundaria completa / terciaria o universitaria incompleta.

Situación de niños y jóvenes

Se consideró particularmente importante reunir información sobre las actividades de niños y jóvenes, dadas las hipótesis que asocian el riesgo de involucramiento en actividades ilícitas con la exclusión social. En los hogares que declararon tener chicos de 6 a 17 años de edad, se preguntó a los entrevistados si en el hogar hay algún chico, entre 6 y 17 años de edad, que está retrasado en la escuela porque no pudo aprobar algún año y si hay algún chico que no asistió regularmente a la escuela en el año anterior. En el gráfico que sigue se muestran los porcentajes de hogares que tiene uno de los atributos sobre el total de hogares de cada zona que poseen chicos en esa franja etárea. Por ejemplo, considerando los hogares que tiene chicos en esa franja etárea en la Zona 1, tiene al menos un chico rezagado en la escuela el 14,9 % de los hogares; y tiene al menos un chico que no asistió regularmente la escuela el año anterior el 4,3 % de los hogares.


Gráfico 1. Porcentajes de hogares con chicos rezagados en la escuela y con chicos que no asistieron regularmente en el año anterior, en 4 zonas de "Alto Riesgo" de la ciudad de S. M. de Tucumán
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

Las zonas se diferencian estadísticamente17 y la diferencia está dada por la distancia entre las zonas 1 y 2. Los datos indican una situación escolar mucho más complicada en la zona 2, con casi la mitad de los hogares (con chicos de 6 a 17 años) declarando poseer al menos un chico rezagado en la escuela y más de 40 % de hogares con algún chico que no asistió regularmente a la escuela en el año anterior.18 Las zonas 3 y 4 tienen altos porcentajes -más de 30 %- con al menos un chico rezagado en la escuela. La zona 4 arroja un porcentaje relativamente bajo de hogares con chicos que no asistieron a la escuela regularmente en el año anterior.
Sin embargo, estas diferencias pueden en parte estar explicadas por el rango de edad de los chicos: si los hogares de las zonas 1 y 4 son más jóvenes, los chicos tienen quizás menos edad y la probabilidad de retrasarse o no asistir a la escuela es menor. Aun así, si comparamos las zonas 1 y 4, vemos una situación mejor en la zona 1.19
En cuanto a los jóvenes de 18 a 25 años, se procuró determinar su situación respecto al estudio y al trabajo. Cabe advertir que suman 101 los jóvenes detectados en los hogares entrevistados (excluidos el PSH y el cónyuge), con la siguiente distribución: 11 jóvenes en la zona 1, 37 en la zona 2, 43 en la zona 3 y 10 en la zona 4. Los porcentajes de jóvenes que estudian en cada zona son, respectivamente: 37 %, 22 %, 9 % y 10 %. Siendo muy bajas las cantidades absolutas en las zonas 1 y 4, cabe considerar que los porcentajes calculados sobre pocos casos pueden brindar una idea distorsionada de la realidad. Esta advertencia también vale en la lectura del cuadro que sigue.


Gráfico 2. Cantidad de jóvenes de 18 a 25 años que estudian y que no estudian en 4 zonas de "Alto Riesgo" de la ciudad de S. M. de Tucumán
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).


Gráfico 3. Situación laboral de los jóvenes en 4 zonas de "Alto Riesgo"
de la ciudad de S. M. de Tucumán (en %)
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

El porcentaje de j óvenes que trabaja varía desde un 40 % en la zona 2 hasta un 64 % en la zona 3. Las zona 3 presenta el mayor porcentaje de jóvenes que trabaja, lo que podría estar correlacionado con el bajo porcentaje de jóvenes que estudia en esta zona. Los jóvenes desocupados (no trabajan pero buscan trabajo) son en promedio 30 % en las zonas. Nos interesaba en particular conocer los porcentajes de jóvenes que no estudian ni trabajan. En la muestra, encontramos uno en la Zona 1, en la zona 2 son el 43 % (16), en la zona 3 son el 33 % (14) y en la zona 4 son tres. Al parecer, la zona 2 tendría una mayor proporción de jóvenes que no estudia ni trabaja.

Instituciones

Se procuró determinar mediante la encuesta qué tipo de instituciones funcionan en la zona, cómo califican los vecinos el funcionamiento de las mismas y si participan en ellas. Las respuestas sobre la existencia de determinada institución (en el radio de 5 cuadras de su domicilio) son a veces contradictorias, y consideraremos afirmativa su existencia si al menos un 20 % responde que sí existe (la cuestión quedaba pendiente de ser averiguada en observaciones de campo). Las zonas cuentan con escuela pública (en un radio de 5 cuadras de la vivienda), con excepción de la zona 4 en que la escuela está un poco más distante para una parte importante de los hogares entrevistados. En la zona 1 existe comedor, club, iglesia católica, templo no católico, CAPS y comisaría. En la zona 2 encontramos comedor, iglesia, templo no católico y CAPS. La zona 3 cuenta con comedor, iglesia, templo no católico, centro vecinal, CAPS y comisaría. En la zona 4 hay comedor y templo no católico. Esta última es la más desprovista de instituciones.
La zonas 1 y 3 cuentan con comisaría, pero mientras que el 66 % de los vecinos de la zona 1 evalúa positivamente su funcionamiento, en la zona 3 la mayoría -53 %-
lo considera negativo. La zona 3 tiene un centro vecinal, pero el 42 % de los entrevistados tiene una opinión negativa acerca de su funcionamiento y sólo 14 % lo considera positivo. En ninguna de las zonas existen asociaciones que se ocupen del problema de seguridad en el barrio.
Al preguntarse con qué frecuencia ven policías de patrulla en su barrio, hay diferencias significativas entre las zonas: las zonas 2 y 3 tienen los mayores porcentajes de entrevistados que dicen verla "a menudo" (4 a 7 días por semana): 40 y 38 % respectivamente. En la zona 1 hay un 24 % en esta categoría y en la zona 4 solamente un 2 %. Ven "nunca" o "casi nunca" la patrulla: el 38 % en la zona 1, el 14 % en la zona 2, el 20 % en la zona 3 y un llamativo 90 % en la zona 4.

Problemas barriales

Se procuró determinar qué tipos de problemas -que pudieran afectar al barrio - los vecinos consideran como ‘grave', en cada zona, indagando si "alguno de los siguientes tipos de problema es un problema grave en su vecindario":20 mala iluminación en las calles, ruidos molestos, conflictos con menores, consumo de drogas, riñas o conflictos con vecinos, alcoholismo, prostitución, el accionar de patotas, basurales, abandono de los espacios públicos. A fin de comparar las zonas clasificamos primeramente a los entrevistados según la cantidad de tipos de problema que han considerado graves, como se muestra en el cuadro abajo:


Gráfico 4. Entrevistados clasificados según cantidad de problemas barriales que señalaron como "grave", en 4 zonas de "Alto Riesgo" de la ciudad de S. M. de Tucumán ( %)
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

Observamos que en la zona 1, los vecinos señalan menor cantidad de problemas, mientras que la zona 4 parece presentar mayor variedad de problemas para los vecinos (18 % señala más de 6 tipos de problema como grave). Ahora bien, los tipos de problemas percibidos como graves varían según la zona. Considerando solamente los problemas señalados por más de la mitad de entrevistados, resulta que en el zona 1, y en orden de importancia, se señalan: consumo de drogas (88 % de los entrevistados lo señalan), basurales (72 %) y alcoholismo (66 %); en la zona 2: consumo de drogas (84 %), basurales (78 %), mala iluminación en las calles (70 %), abandono de los espacios públicos (70 %) y alcoholismo (66 %); en la zona 3: consumo de drogas (86 %), alcoholismo (72 %) y ruidos molestos (64 %); en la zona 4: basurales (86 %), mala iluminación en las calles (84 %) y abandono de los espacios públicos (58 %). La zona 4 se diferencia en que tan sólo el 28 % considera grave el problema de consumo de drogas y tan sólo el 48 % señala el alcoholismo. También en esta zona hay un 16 % que señala la prostitución, mientras no hay prácticamente señalamiento de ésta en las otras zonas.

Victimización

La victimización incluye un conjunto de indicadores que procura medir la frecuencia de víctimas según tipo de delito que sufrió, el año en que se produjo el hecho, el lugar (en la vivienda, cerca de la vivienda o en otro lugar de la ciudad) y algunos datos del agresor. Se indaga sobre cinco tipos de delitos urbanos comunes, los más frecuentes, y además "otros", siguiendo en cada caso el mismo esquema: se pregunta si en los últimos cinco años le sucedió tal tipo de hecho (una breve descripción), a seguir se pregunta en qué año ocurrió (este año, el año pasado, antes de año pasado), etcétera.
Robo en vivienda sin violencia en los últimos cinco años: En los últimos cinco años, sufrió este tipo de hechos el 18 % de los entrevistados en la zona 1, el 40 % en la zona 2, el 24 % en la zona 3 y 36 % en la zona 4, siendo el promedio 29,5 %. Pero, considerando las zonas 2 y 4, se observa que mientras el 55 % de los hechos en la zona 2 ocurrió "en el año pasado" o "en este año" (2008), el 78 % de los hechos en la zona 4 ocurrió "antes del año pasado". Cabe la posibilidad de que este tipo de hechos haya retrocedido realmente en los últimos años en la zona 4, y de ahí la declinación de su nivel de victimización general en relación con el año 2005. La zona 1 se destaca con el más bajo porcentaje por este tipo de delitos.
Robo en patio, fondo, garaje, terraza en los últimos cinco años: éste es el tipo de delitos más frecuente en todas las zonas (con un promedio de 31,5 % de victimización en los últimos cinco años): 28 % en la zona 1, 36 % en la zona 2, 30 % en la zona 3 y 32 % en la zona 4. Ahora, cuando analizamos el año en que ocurrió el hecho, vemos que en la zona 2 la mayoría de los hechos ocurrió "en el año pasado" y "en este año", al contrario de lo sucedido en las otras zonas, donde la mayoría ocurrió "antes del año pasado", destacándose la zona 4 con casi 70 % de los hechos ocurridos antes del año pasado.
Robo con violencia en los últimos cinco años: sufrió este tipo de delitos el 8 % de los entrevistados en la zona 1, 20 % en la zona 2, el 18 % en la zona 3 y el 20 % en la zona 4. El promedio entre las zonas es de 16,5 %.
Lesiones y amenazas en los últimos cinco años: sufrió este tipo de hechos el 16 % de los entrevistados en la zona 1, el 18 % en la zona 2, el 22 % en la zona 3 y el 10 % en la zona 4. El promedio es 16,5 %.
Peaje, en el año pasado: se preguntó a los entrevistados si alguien les ha pedido dinero de forma amenazante en alguna zona a pie o en vehículo durante el año pasado. La frecuencia es muy baja y sólo un 5 % en promedio ha sufrido este tipo de hechos. No se observa ningún caso en la zona 1, en la zona 2 son dos casos, en las zonas 3 y 4 son cuatro casos cada una. Sin embargo, la mayoría de los hechos no fue en su propio barrio.
Otros delitos en el año pasado: tan sólo un 3 % de los entrevistados en total han mencionado otro tipo de hechos.

Las zonas de "bajo riesgo"

Al parecer, en estas zonas resulta más relevante otro tipo de vulnerabilidad que se relaciona con la ubicación geográfica y el diseño urbano. El análisis de las variables sociales y económicas realizado no parece signifcativo para explicar las variaciones en los niveles de victimización dentro de este estrato. En promedio, el 84 % de los entrevistados en estas zonas tiene secundario completo, terciario o universitario, no habiendo diferencias estadísticas significativas entre zonas. En cuanto a la situación ocupacional, en la zona 5 es mayor la proporción de PSH que actualmente trabaja (92 %), bajando en las otras zonas a un 80 y 70 % (las diferencias se cubren con los jubilados, pensionados y otros inactivos) En cuanto a la principal ocupación, la zona 8 se diferencia de las otras por tener mayor proporción de dueños de empresa y de empleados en organismos del estado. Se observa un 24 % de cuentapropistas en promedio en estas zonas (mientras que en el estrato de Alto Riesgo el promedio es 37 %).
Diferencias relevantes aparecen cuando se analizan los problemas en el barrio percibidos por los entrevistados. Hemos visto que entre las zonas de Bajo Riesgo social, la zona 5 se destaca por tener un alto nivel de victimización, el doble de las otras zonas en la encuesta del 2008. Son significativamente mayores, en la zona 5, los porcentajes de vecinos que consideran que es un problema grave la "mala iluminación de las calles" y el "abandono de los espacios públicos". Pero también: "conflictos con menores", "consumo de drogas" y "alcoholismo". La zona 5 es algo heterogénea dado que incluye un conjunto de tres monobloks habitados por familias de clase media típica y media baja, y otras manzanas con casas de clase media de buena calidad. El nivel de
victimización y la "sensación de inseguridad"21 (que también es más alta en la zona) parecen tener que ver con las características ambientales propias de la zona. La observación directa de la zona constata que esta contiene varias placitas poco iluminadas, sin vigilancia, en estas condiciones sucedieron varios atracos, según relatos de los vecinos, y además está próxima a barrios que ellos consideran peligrosos. Las condiciones del espacio facilitan, además, la reunión frecuente de jóvenes que consumen alcohol y, al parecer, la visibilidad de los mismos junto con los prejuicios sociales contribuyen a avivar la sensación de inseguridad. Por la visibilidad y la propia convivencia en el monoblock, los conflictos entre adultos y jóvenes son frecuentes.
En cuanto a la victimización en los últimos cinco años según tipos de delito, se observa: Robo en vivienda sin violencia en los últimos cinco años: sufrió este tipo de hechos el 21,5 % de los entrevistados en estas zonas, y la diferencia estadística no es significativa entre zonas. Robo en patio, fondo, garaje, terraza en los últimos cinco años: en promedio 19 % de victimización en los últimos cinco años y tampoco hay diferencia significativa. Robo con violencia en los últimos cinco años: sufrió este tipo de delitos el 27,5 % en promedio, pero las zonas se diferencian variando desde 8 % en la zona 7 hasta 44 % en la zona 5. Lesiones y amenazas en los últimos cinco años: el promedio es 12 % y la diferencia entre zonas es significativa: varía desde 2 % en la zona 7 hasta 24 % en la zona 5. Peaje, en el año pasado: un 7 % en promedio ha sufrido este tipo de hechos y también en este caso se diferencian las zonas, variando desde 0 % en la zona 8 hasta 16 % en la zona 5. Otros delitos en el año pasado: tan sólo un 3,5 % de los entrevistados en total han mencionado otro tipo de hechos.
Cabe advertir que, si bien hablamos de victimizados por zona, no todos los hechos ocurrieron en el barrio. Por ejemplo, entre los hechos de robo con violencia ocurridos en el "año pasado"22 en la zona 5, la mitad de ellos ocurrió en el barrio. En cuanto a lesiones o amenazas, la mayoría ocurrió en el barrio. Y la mitad de los hechos de "peaje" ocurrió en el barrio.
Es interesante realizar la siguiente comparación con las zonas pobres: del total de hechos de robo con violencia sufridos por los entrevistados de las zonas de Bajo Riesgo en el "año pasado", 38 % fue en otro lugar de la ciudad y 86 % de las víctimas no conocía el autor. En cambio, en las zonas de Alto Riesgo, todos los hechos de ese tipo (ocurridos en el "año pasado") fueron cerca de la casa o en la casa de la víctima y el
39 % de estas conocía de vista o de nombre al autor. Del total de hechos de lesiones/amenazas sufridos por los entrevistados de las zonas de Bajo Riesgo en el "año pasado", 75 % fue cerca de la casa o en la casa y la mayoría no conocía el autor. En cambio, en las zonas pobres, 85 % (de los hechos ocurridos en año pasado) fue en su casa o cerca de la casa y la mayoría de las víctimas conocía al autor. Los hechos de "peaje" son poco frecuentes en general. Sobre 14 casos en las zonas de Bajo Riesgo, 43 % fue en el barrio y 93 % no conocía el autor. Sobre 10 casos en las zonas de Alto Riesgo, 40 % fue en el barrio y 50 % no conocía al autor.
Estos datos apoyan la hipótesis de que en las zonas pobres, buena parte de la victimización es explicada por una delincuencia que nace en la misma zona, pues, si la víctima conoce al autor del hecho, es probable que este sea vecino (o pariente) de aquella.

Discusión

La incidencia de la vulnerabilidad social y su relación con el delito en las zonas pobres

Como se dijo más arriba, un primer análisis comparativo (Cid Ferreira, 2010b) que se hizo entre dos zonas de Alto Riesgo social incluidas en la segunda encuesta mostró que, si bien las zonas son homogéneas en cuanto a nivel socioeconómico, tenían características distintivas (situación laboral de los adultos, ocupación de los jóvenes, desempeño escolar de los chicos) que sugerían diferencias en el nivel de vulnerabilidad social, considerando la noción de vulnerabilidad social planteada por Katzman. Siguiendo esta idea, dado que la zona de más alta victimización presenta señales de mayor nivel de vulnerabilidad, se consideró que no cabe descartar la vulnerabilidad social como factor explicativo importante en el análisis de las zonas socioeconómicamente pobres, y que habría que investigar más detenidamente la relevancia de la vulnerabilidad social en un análisis que abarcara las cuatro zonas de "alta vulnerabilidad"; sin perjuicio de investigar otros factores, que no hacen a la vulnerabilidad social, que intervienen en el fenómeno de victimización.
La hipótesis que se plantea es que las zonas económicamente pobres son heterogéneas en sus niveles de vulnerabilidad social y que esta heterogeneidad debe influir sobre los niveles de victimización, en el sentido de que a mayor nivel de vulnerabilidad social, mayor es el nivel de victimización. Del análisis estadístico realizado podemos discriminar situaciones que apoyan esta hipótesis y situaciones que la contradicen.

• Situaciones que apoyan la hipótesis:
La zona 1 es la zona que presenta el menor nivel de victimización (y menor cantidad de problemas barriales graves según sus vecinos) y es a la vez la de menor nivel de vulnerabilidad según al menos estos tres indicadores: tiene relativamente alto porcentaje de jefes de hogar en relación de dependencia, todos los cuentapropistas traba
jan al menos 35 horas, posee el menor porcentaje de hogares con niños rezagados en la escuela o que no asisten regularmente, y el menor porcentaje de jóvenes que no estudia ni trabaja. Además, esta zona es la más provista de instituciones sociales (escuela pública, CAPS, comedor, club, iglesia católica, templo no católico) entre ellas una comisaría que es vista positivamente por más de sesenta por ciento de los entrevistados.
La zona 3, considerada de baja victimización, tiene el menor porcentaje de hogares en el nivel socioeconómico más bajo (E), tiene el mayor porcentaje de jefes de hogar que trabajan en relación de dependencia y el 90 % de los cuentapropistas trabajan al menos 35 horas a la semana. Está provista de diversas instituciones (escuela pública, CAPS, comedor, iglesia, templo no católico, centro vecinal). Pero, si bien hay comisaría, más de la mitad de los entrevistados (53 %) considera negativo su funcionamiento.
Las zonas 2 y 4, consideradas de alta victimización, presentan algunos signos de mayor vulnerabilidad: tienen menores porcentajes de jefes de hogar en relación de dependencia, mayores porcentajes de cuentapropistas que trabaja menos de 35 horas a la semana, mayores porcentajes de hogares con niños rezagados en la escuela; la zona 2 tiene mayor porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan: 43 %. En la zona 2 encontramos escuela pública, CAPS, comedor, iglesia, templo no católico. La zona 4 es la zona más desprovista de instituciones (hay comedor y templo no católico) y tiene el mayor porcentaje de hogares en el nivel socioeconómico E, el más bajo. En estas zonas son más altos los porcentajes de vecinos que indican más de 6 problemas barriales graves.
Interesa señalar que los jóvenes desocupados (no trabajan pero buscan trabajo) son en promedio 30 % en las zonas de Alto Riesgo. En las zonas de Bajo Riesgo son 16 %.
• Situaciones que no apoyan la hipótesis:
En comparación con la zona 1, la zona 3 tiene alto porcentaje de chicos rezagados en la escuela y de jóvenes que no estudian ni trabajan. Siendo ambas zonas consideradas de bajo nivel de victimización, se esperaba encontrar una mejor situación social en la zona 3 (aunque, como se dijo anteriormente, la diferencia en cuanto a chicos rezagados en la escuela puede estar en parte explicada por la composición etárea de la población menor de 18 años de cada zona). Sin embargo, considerando que esta zona aparentemente ha sufrido un importante aumento en su nivel de victimización en el lapso de tres años considerados (de 10 % a 28 %), sería pertinente averiguar si hubo un empeoramiento en la situación de jóvenes que explicara este aumento23 (por ejemplo, por la extensión del consumo de drogas y alcohol24); o bien, si ha existido la influencia de algún factor exógeno en esa zona. Cabe advertir que en la zona 3 el doble de entrevistados, respecto de la zona 1, considera que el problema de seguridad y delito aumentó en su barrio de tres años a esta parte, lo cual abona la variación encontrada en
los niveles de victimización. Hay que investigar también el papel de la comisaría del barrio, dado que la mayoría de los entrevistados evalúa negativamente su desempeño.
La zona 4, considerada de alta victimización, presenta un relativamente bajo porcentaje de hogares que tienen algún chico que no asistió regularmente a la escuela el año pasado. Esta variable se tomó como uno de los indicadores de fracaso escolar, pero hay que admitir que en la realidad su significado es bastante relativo, dado que en muchas zonas más pobres de la ciudad la asistencia de los niños y adolescentes a la escuela está condicionada por algún programa de ayuda social que exige asistencia a la escuela. La variable que mide la existencia de chicos rezagados en la escuela parece ser más adecuada si se busca alguna medida acerca del desempeño educativo propiamente dicho. De todos modos, la pregunta sobre la asistencia a la escuela sigue siendo significativa en el sentido de captar una mínima inserción social o institucional del niño y del adolescente.
Ahora bien, mientras el contraste entre las zonas 1 y 2 responde al sentido de lo sugerido por la hipótesis (a mayor vulnerabilidad social, mayor victimización), lo mismo no sucede con las zonas 3 y 4, donde los niveles de victimización habrían sufrido alteraciones que plantearían nuevos interrogantes. Sobre todo, la zona 4, donde los signos de vulnerabilidad son bastante mayores que en la zona 3, arrojó un porcentaje de victimización en "el último año", dos puntos porcentuales menos que la zona 3. Es decir, el nivel de vulnerabilidad social en las zonas pobres no explicaría toda la variación en los niveles de victimización. Entonces hay que considerar que: (i) existen variaciones temporales en los niveles de victimización que se originan en factores que no están necesariamente implicados en el concepto de vulnerabilidad social y (ii) la distribución espacial del delito no está vinculada de una manera determinista con el nivel de vulnerabilidad de la zona. Hay que considerar la influencia de otras clases de factores: geográficos, urbanísticos, institucionales, la radicación de bandas delictivas, la instalación del tráfico de drogas, la actividad de la policía y la acción de la política sobre el entramado de relaciones vecinales.
De todas formas, cuando circunscribimos el análisis en las zonas pobres, observamos la tendencia de que las zonas pobres con mayores signos de vulnerabilidad social sean también las más vulnerables al delito. Entre los signos de vulnerabilidad considerados, el factor trabajo sería el crucial (precariedad e inestabilidad).25 Las zonas 1 y 3
presentan un escenario de menor precarización laboral que las zonas 2 y 4. La investigación de Kessler (2006) sobre jóvenes que cometen delitos violentos contra la propiedad, y la investigación de Míguez (2004) sobre los pibes chorros, muestran asimismo la importancia crucial de la desestructuración del mundo del trabajo en la explicación de la creciente involucración de jóvenes en el delito.

Explorando la dimensión subjetiva en relación con las condiciones objetivas

Resulta necesario considerar la dimensión subjetiva, que incide sobre las prácticas sociales. Pues, como han sugerido diversos autores (entre ellos los arriba citados26), la opción por el delito, si bien puede estar muy influida por ciertas condiciones materiales, no está determinada por ellas. Con un sentido exploratorio, la encuesta del año 2008 incluía una serie de preguntas de valores y actitudes que procuraban captar el grado de desvinculación o fragmentación social, ya sea respecto de las relaciones sociales, ya sea respecto de los valores tradicionales de familia, trabajo y educación. Se les pidió al entrevistado que respondiera sobre grado de acuerdo -desde totalmente de acuerdo hasta totalmente en desacuerdo- frente a los siguientes enunciados:
• Hoy en día, de poco sirve ser honesto y trabajador para progresar en la vida
• A veces hay que poner la familia a un lado para tener éxito en la vida
• En general, siento bastante confianza en los vecinos de mi barrio.
• Por lo general, siento aislamiento y soledad
• Por lo general, siento desgano por participar en eventos de interés social
• Por lo general, siento desgano por participar en eventos de interés político
• Para mejorar la realidad, es fundamental la participación política y social
• Me importa mucho el reconocimiento y el aprecio de mis vecinos
• Hoy en día, ser astuto tiene más ventajas que ser estudioso y perseverante
• Pienso que hay problemas de comunicación entre los miembros de mi hogar

Como expuse en un trabajo anterior (2010b), en su conjunto estas variables, sea por la negativa o por la positiva, parecen evocar el desengaño, decepción o descontento con el orden social. Luego de asimilar los sentidos de los valores, se han agregado estas variables mediante una sumatoria en la que se mixturan sentimientos y valores. Considerando las zonas del estrato de Alto Riesgo, las distribuciones de los puntajes por zona se pueden apreciar en este gráfico de cajas. A más bajos puntajes, mayor el grado de fragmentación y desengaño social.


Gráfico 5. Distribuciones de puntajes según zona de "Alto Riesgo"
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

El análisis de la variancia mostró una diferencia significativa de los puntajes de las cuatro zonas (con p=0,029) y los tests post hoc de comparación de pares de medias han señalado que la diferencia se da entre las zonas 1 y 2. Éste es un dato significativo considerando que las zonas 1 y 2, en la última encuesta, presentaron el menor y el mayor porcentaje de victimización respectivamente. Si la diferencia no es casual, se apoya la suposición de que el factor subjetivo, con sentimientos de decepción y descontento frente a las relaciones sociales, acompaña de alguna manera al nivel de delitos y de victimización.27
Conviene advertir también que, de acuerdo con el análisis de la variancia, se verifica una diferencia significativa comparando los puntajes del estrato de Bajo Riesgo con los del estrato de Alto Riesgo (con p=0,000). A más bajos puntajes, mayor sería el grado de fragmentación y desengaño social; es el caso del estrato de "Alto Riesgoˮ:


Gráfico 6. Distribuciones de puntajes según estrato.
Fuente: Encuesta proyecto CIUNT-26/L402 (2008).

Volviendo a la idea de vulnerabilidad de Katzman, este autor la relaciona con la capacidad de los hogares para controlar las fuerzas que modelan su propio destino o para contrarrestar sus efectos sobre el bienestar. Esta capacidad tiene que ver con la posesi ón de diversos tipos de capital. Las fuerzas señaladas son el mercado, el Estado y la sociedad. El mercado generando precariedad e inestabilidad laboral; el Estado generando desprotección e inseguridad. Según nuestra investigación en las zonas pobres, la situación objetiva de vulnerabilidad se relacionaría en primer lugar con el factor trabajo -que parece ser el factor más determinante de esa situación- y podemos preguntarnos por qué nos parece útil usar la idea de vulnerabilidad social en un esquema explicativo sobre la victimización y el delito, y no simplemente la cuestión laboral. Pues bien, manteniendo aquella idea de que la relación entre desempleo y delito no es mecánica, una posible explicación de por qué no todos los desempleados (o precarizados) caerán en el delito tendrá que ver con que algunos poseen más recursos, más capital (por ejemplo, educación, familia, red social) que les sirven de contención en situaciones críticas, mientras otros se encontrarán en situaciones de tal desposesión (de tal vulnerabilidad) que tendrán mayor probabilidad de emprender adaptaciones que suponen acciones o caminos divergentes respecto de los patrones tradicionales legales. Se entiende que debe haber una relativización de las normas y valores, pero esta ocurrirá, pensamos, en diversos modos de acuerdo a las necesidades de adaptación a situaciones críticas (de cambios severos), desde poner en suspenso ciertos valores tenidos como socialmente valiosos, hasta abrazar decididamente una posición claramente "desviada" o "divergente". La relativización normativa no es algo que sucederá necesariamente antes de esta adaptación, sino que puede suceder durante la misma. Esto ocurre además dentro del contexto histórico cultural de ascenso del individualismo y del consumismo, promovido en las últimas décadas, que es no meramente un factor cultural que predispuso a acciones individualistas, sino que es una pauta de acción intrínseca de las transformaciones neoliberales. Adaptarse a estas transformaciones supone -para la mayoría que debe vérselas en el mercado- actuar de manera individualista y competitiva.
A propósito del individualismo, Lea y Young (2001), representantes de la corriente criminológica británica llamada de "realismo de izquierda", en contra de un determinismo absoluto, consideran que el delito implica una elección moral: no resulta inevitable dadas ciertas circunstancias, y es por ello que el ethos del individualismo tiene un efecto tan importante en la moral pública y en la incidencia del delito. Pero, por otro lado, el delito no es meramente una cuestión de elección moral: las circunstancias materiales diferen mucho en la sociedad actual y esto afecta en gran medida los índices de delincuencia (2001:12).28
Una consecuencia de la visión que acá se defiende es la de atribuir menos peso a los valores (aun sin despreciar su importancia) y más peso a las posibilidades objetivas de satisfacción de necesidades y aspiraciones como principio de cohesión social. En el marco de la actual organización social, la satisfacción de estas necesidades y aspiraciones depende de los recursos que se disponen y, a la vez, de la estructura de oportunidades (véase nota al pie nº 12) determinadas por el mercado, el estado y la sociedad. Si una persona está instruida en un oficio que se tornó obsoleto en el mercado, esta instrucción deja de ser un capital, dado que es un recurso que no puede ser aprovechado. Esta persona deberá buscar algún nuevo modo de adaptación en función de las oportunidades que se ofrecen. Lo mismo sucede con aquel que tiene capacitaciones relevantes pero se encuentra en un mercado deprimido. Puede intentar actuar dentro del mercado legal de otra forma, pero también puede hacerlo en el mercado ilegal, que en efecto existe y funciona. Puede ser un buscavidas (según las oportunidades), o un "delincuente amateur" (Kessler, 2006).
Sin embargo, cabe reconocer que una persona no puede ser o hacer "cualquier cosa" y en cualquier ocasión. Las personas, los agentes sociales, responden a un habitus (Bourdieu, 1999)29 que plantea, de cierto modo, posibilidades y límites a sus prácticas. El habitus resulta de la encarnación de las estructuras objetivas y es relativo a la posición social que ocupa el agente. Pero el habitus no es invariante. Pues el sistema de condiciones objetivas (que se encarna en la subjetividad del agente como habitus) no es invariante y puede suponer un ajuste del habitus en función de las transformaciones objetivas. Por ejemplo, podemos decir que la desocupación por largo tiempo dio lugar a la generación de la "lógica de la provisión" (Kessler, 2006).30 Lo que aquí se plantea, y considerando los resultados de esta investigación, es que el reajuste del habitus estará condicionado en buena medida por el nivel de vulnerabilidad social, por la posesión o privación de diversos tipos de capital que sirvan de colchón a un descenso social, objetivo y subjetivo, grave. La mentada "degradación de los valores" debe ser entendida como un aspecto del reajuste del habitus, o más precisamente una mutación adaptativa del ethos (la parte moral del habitus; la ética incorporada); entra a cumplir una función en el momento en que resulta necesario hacer adaptaciones a las cambiantes estructuras de oportunidades.
Por otra parte, aunque se pueda postular la existencia de un proceso de fragmentación social subjetiva con relación a valores, y que esta fragmentación acompañe el aumento de los conflictos, no se deduce de ello que la diversidad de valores per se sea origen de los conflictos,31 pues lo conflictivo puede estar dado por el contenido de los valores, correspondientes a las prácticas y a las adaptaciones que se requieren procesar dentro de una estructura social -contradictoria en sí misma- que en buena parte se nutre de la ilegalidad.
Este argumento supone la visión de un agente (en los términos de Bourdieu) que busca lograr o conservar una posición en el espacio social al mismo tiempo que busca superar los obstáculos que impiden la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones. Con la aclaración de que en el espacio social se establecen lazos sociales legales e ilegales que conviven simbióticamente, como bien ilustra Juan Pegoraro (2004).32 Se trata de una adaptación activa;33 la táctica puede ser equivocada (el robo, por ejemplo) y tal vez ineficaz, contraproducente o totalmente negativa para el propio autor, pero aquella sería la estrategia implícita.
El nivel de vulnerabilidad social no debe ser entendido como una propiedad emergente de los hogares.34 La alta vulnerabilidad social debe ser entendida como resultado de una historia de violencia económica, política y cultural, y en general el nivel de vulnerabilidad social (baja o alta) debe ser considerada como resultado de un sistema de relaciones sociales -desiguales- existente en la sociedad. Por este camino podemos llegar a comprender por qué se encontraron, en diversos estudios, asociaciones entre delincuencia y desigualdad.
Este razonamiento vale para las zonas pobres y sus conclusiones no deben ser extrapoladas a zonas no pobres. Hemos partido de un estudio de victimización, es decir, la consecuencia inmediata del delito. El argumento que vincula la vulnerabilidad social, la victimización y la delincuencia se arma bajo el supuesto de que, en las zonas pobres, la victimización es en buena medida resultante de la delincuencia procedente de la misma zona. Entonces, la alta vulnerabilidad social (no la pobreza per se) se asocia con el mayor riesgo de caer en el delito o de sufrirlo. Y, lo que no es menos importante, también se vincularía con la mayor probabilidad de caer en la prisión, lo que vendría a potenciar el delito. Pues, como dijo Michel Foucault, la prisión es productora de delincuentes que resultarán de diversas formas útiles al sistema: "La prisión genera, produce, fabrica delincuentes, delincuentes profesionales, y hay voluntad de que los haya porque son útiles: no se rebelan. Son útiles, manipulables, y se los manipula." (Foucault, 2012:58-59).35
Situación diferente se da en las zonas de baja vulnerabilidad social. Aquí no hay razones para pensar que la delincuencia urbana común nace en la misma zona (si bien puede hacerlo en alguna medida), aunque esto no signifique que sus habitantes no sean delincuentes por otros tipos de delito. Según la investigación realizada en esas zonas, hay otro tipo de vulnerabilidad que explicaría la variabilidad en los niveles de victimización. En estas zonas resulta más relevante una vulnerabilidad que se relaciona con la ubicación geográfica y el diseño urbano. Aunque también habría que considerar los efectos de las acciones de control del delito o descontrol (por ejemplo, "zonas liberadas").

Reflexiones finales

Con respecto a los antecedentes de investigación que concluían contradictoriamente que la victimización no discriminaba el nivel socioeconómico o que era mayor en enclaves urbanos muy vulnerables, podemos decir que estas conclusiones no son enteramente contradictorias. Por un lado, no hay evidencias de que exista una relación regular -directa o inversa- entre nivel socioeconómico y victimización. Por otro lado, cuando comparamos las zonas pobres, hay evidencias de que las más vulnerables socialmente tienden a ser también las más vulnerables al delito.
En el intento de comprender los factores que explican la variabilidad de los niveles de victimización en las zonas pobres, este análisis parece confirmar la relevancia de la variable vulnerabilidad social. Encontramos que, entre las zonas pobres, las que muestran mayores señales de vulnerabilidad social (siendo el factor trabajo el más importante) tienden a tener mayores niveles de victimización, aunque no de forma determinista. El análisis sugiere que, a parte del nivel de vulnerabilidad, inciden otros factores que provocan un cambio en los niveles de victimización. Estos factores pueden ser, por ejemplo, geográficos, urbanísticos o institucionales. Faltaría una investigación sobre el funcionamiento de las instituciones, en particular es menester observar concretamente la incidencia de la policía y de los políticos en el entramado y dinámica de relaciones sociales barriales, en Tucumán.36 En el contexto de la pobreza, los sistemas de reciprocidad vecinal solían constituir un recurso contra la degradación social, pero lo que se observa es un resquebrajamiento de estas relaciones vecinales como resultado, no sólo de las crisis que afectan al trabajo, sino también de las continuas intervenciones políticas demagógicas y clientelares que, a causa de las promesas incumplidas o del uso clientelístico y manipulador de los planes sociales, producen desmoralización y descreimiento sobre las demandas y acciones colectivas. La participación política y social se deforma, los vecinos se aíslan y pasa a predominar la desconfianza recíproca. Todo ello profundizaría la vulnerabilidad social en la zona, pues el capital social se retrae, o sea, las redes de relaciones sociales que pueden representar una ayuda en un momento oportuno se debilitan.
En el contexto de la pobreza, el nivel de vulnerabilidad social, que remite a los recursos que dispone un hogar para hacer frente a las fuerzas que amenazan a su bienestar, es relevante para comprender por qué un hombre o mujer, joven o adulto desempleado o precarizado, emprende el camino de la delincuencia. El camino emprendido constituye, normalmente, un intento de adaptación a las cambiantes estructuras de
oportunidades en un espacio de relaciones sociales.37 Si los recursos que dispone no se corresponden con las oportunidades lícitas, habrá mayor probabilidad de aprovechar oportunidades ilícitas. Un reajuste en el habitus puede acompañar este intento de adaptación. La "relativización valorativa" (o la mutación del ethos), con sentimientos de decepción, constituye la parte subjetiva de este intento de adaptación.

Notas

1 En Argentina, los estudios de victimización se iniciaron en el país a mediados de los años noventa mediante encuestas de victimización implementadas por la Dirección Nacional de Política Criminal en algunos conglomerados urbanos.

2 En este informe se utilizará la expresión "delincuencia común" o "delito común" para aludir a los delitos con bajo o nulo nivel de organización (cf. Ciafardini, 2006:56), mayormente robos, hurtos, homicidios, vandalismos, lesiones, abusos y amenazas (sin excluir que puedan tener conexiones con esquemas más organizados).

3 Salvo si la víctima lo incluyera en "otros delitos", pero es poco probable que lo haga. Como las entrevistas se hicieron al Principal Sostén del Hogar o a su cónyuge, indagando sobre los hechos que sufrieron, tampoco se accede a delitos cuyas víctimas no forman parte de la población encuestada: niños y adolescentes. Y por supuesto, las víctimas de homicidios.

4 Proyecto de Áreas de Vacancia 2003-065, financiado por la ANPCyT, "Violencia delictiva, cultura política, sociabilidad y seguridad pública en conglomerados urbanos", dirigido por Alejandro Isla (FLACSO, Buenos Aires). Se trataba de un proyecto en red, ya que participaron seis universidades del país.

5 Se trata de una muestra probabilística en dos etapas: selección de 40 radios censales y 20 domicilios por radio (en el que se entrevistó al principal sostén del hogar o a su cónyuge). La muestra de 800 casos implica un error muestral de 3,5 % para un intervalo de confianza de 95 % a nivel de la ciudad.

6 La variable fue operacionalizada y definida en tres dimensiones: fragmentación social subjetiva con arreglo a valores, fragmentación social subjetiva con relación a instituciones públicas y fragmentación social objetiva.

7 Se habla de indicios porque el tamaño de la muestra por zona (20 casos) es insuficiente para hacer buenas estimaciones. Conviene señalar que el porcentaje de victimización estimado para toda la muestra (31,2 %) coincide con diferencia de apenas 1 décimo de una amplia encuesta de victimización realizada por el Ministerio de Seguridad Ciudadana (31,1 %), en el mismo año.

8 Considerando la población total, la frecuencia absoluta de hechos será mayor en los estratos bajos, pues estos constituyen una proporción mayor de la población.

9 Considerando la población total, la frecuencia absoluta de hechos será mayor en los estratos bajos, pues estos constituyen una proporción mayor de la población.

10 Hablamos de diferencias estadísticas significativas a un nivel de significancia de 0,05. Se aplica la prueba Chi-cuadrada de Pearson.

11 Medido con el índice de nivel socioeconómico elaborado por la Comisión de Enlace Institucional de investigadores de marketing, del año 2006.

12 Katzman, R. (s/f): "Notas sobre la medición de la vulnerabilidad social", CEPAL.

13 Katzman clasifica los tipos de capitales, o activos, en: (i) el capital físico, que incluye el financiero y el físico propiamente dicho (viviendas, animales, maquinarias, medios de transportes, etc.); (ii) el capital humano, que puede ser individual (el estado de salud, las calificaciones, destrezas y habilidades, pero también algunos contenidos mentales que envuelven motivaciones, creencias y actitudes) y a nivel de los hogares (como sea la cantidad de trabajo potencial y sus cualidades y probabilidades de realización y valorización en el mercado); (iii) el capital social -que se instala en las relaciones- también puede ser definido a nivel individual (el capital social de una persona sería "su capacidad para movilizar la voluntad de otras personas en su beneficio son recurrir a la fuerza o a la amenaza de la fuerza") y grupal o comunitario, cuyas dimensiones centrales refieren a las normas, a las instituciones y a la confianza; se trata de recursos depositados en los vínculos que establecen con otras personas (s/f.: 294-296). En el enfoque de Katzman, solo los recursos "que permiten un aprovechamiento de las estructuras de oportunidades del Estado, del mercado y de la comunidad se constituyen en activos". Y una derivación de esta premisa es que "el análisis microsocial de los recursos de los hogares y de las personas no puede hacerse con independencia del análisis macrosocial de las transformaciones de las estructuras de oportunidades" (s/f: 294).

14 Según las clasificaciones del índice de NSE, los niveles D1 y D2 incluyen operarios y trabajadores sin cualificación, cuentapropistas con baja cualificación o sin ella y empleadas domésticas. En el nivel E se ubican changarines, cartoneros y beneficiarios de "Plan Trabajar". El nivel C3 corresponde al nivel "técnico": docente primario/secundario pleno, empleados, jefe de empresas chicas o medianas, cuentapropista ocupado pleno, etc.

15 En la variable "principal actividad del PSH", la diferencia estadística entre las zonas 1 y 2, según la prueba chi-cuadrada, es significativa: Pearson chi-cuadrado: 11,850 y p=0,019. También es significativa la diferencia de la zona 1 con la zona 4, pero no con la zona 3, en esta variable.

16 De nuevo, la zona 1 se diferencia estadísticamente de las zonas 2 y 4 según la prueba chi-cuadrada, pero no de la zona 3.

17 Chi-cuadrado=10,057 y p=0,018 en la primera variable y Chi-cuadrado=19,333 y p=0,000 en la segunda.

18 Los porcentajes se toman sobre el total de hogares que poseen chicos en esa franja de edad, no sobre el total de hogares encuestados en la zona.

19 Se detecta una diferencia estadística significativa entre las zonas 1 y 4 en la variable sobre hogares "con al menos un chico retrasado en la escuela".

20 La valoración del problema como "grave" es netamente subjetiva, pudiendo o no tener una correspondencia con la realidad objetiva del barrio. Antes de esta pregunta se indagaba de manera abierta sobre"el problema de su barrio que más le preocupa".

21 En la encuesta se incluyeron tres preguntas que procuraban medir lo que aquí llamamos "sensación de inseguridad" (referida al delito) que otros autores refieren como "temor al delito" (Dammert, 2001) o "sentimiento de inseguridad" (Kessler, 2009). Formulamos tres preguntas: "¿Cuánto temor le genera la delincuencia en su vida cotidiana?"; "¿Cuán seguro se siente caminando sólo en su barrio de noche?"; y "¿Qué probabilidad cree tener de que alguien en los próximos doce meses intente ingresar en su casa por la fuerza?". Para el análisis de esta encuesta, sobre este tema, véase: Cid Ferreira (2012).

22 Primeramente se pregunta, para cada tipo de delito, si lo ha sufrido en los últimos cinco años. Posteriormente se pregunta en qué año fue. Y solamente para los casos ocurridos en el "año pasado" se realiza otra serie de preguntas, como lugar del hecho, cantidad de veces, edad aproximada del agresor.

23 Esto conlleva el supuesto de que la delincuencia es en buena medida provocada por habitantes de la propia zona.

24 En la zona 3, el 72 % de los entrevistados dice que el alcoholismo es un problema grave en su vecindario; un porcentaje más alto que en las otras zonas.

25 Robert Castel (1992), cuando habló sobre la "ascensión de la vulnerabilidad", sostuvo que "lo esencial es la precarización del trabajo". Castel distingue tres zonas de organización o cohesión social: la zona de integración, la zona de vulnerabilidad y la zona de exclusión (de gran marginalidad). Dice: "Me sirvo del término de vulnerabilidad para designar un enfriamiento del vínculo social que precede a la ruptura. En lo que concierne al trabajo significa la precariedad en el empleo, y, en el orden de la sociabilidad, una fragilidad de los soportes proporcionados por la familia y por el entorno familiar, en tanto en cuanto dispensan lo que se podría designar como una protección próxima. Cuanto más se agranda esta zona de vulnerabilidad, mayor el riesgo de ruptura que conduce a las situaciones de exclusión." Realiza así una elaboración muy pertinente, aunque diferente de la de Katzman.

26 Kessler (2006) habla del desdibujamiento de la ley y de la generación de una nueva lógica: la "lógica de la provisión" (véase nota al pie nº 29). Míguez argumentando que las relaciones entre el desempleo o la desigualdad social con el delito no son mecánicas, advierte que "la relación entre desempleo y delito no está regida exclusivamente por la necesidad económica, sino, principalmente, por la degradación de valores" (2004:30).

27 Nuevamente, esto comporta la suposición de que, en zonas de alta vulnerabilidad social, los delitos son en buena medida procedentes de la misma zona.

28 Rechazando los determinismos tanto biológicos como ambientales -la idea de que el delito es producto de la pobreza, por ejemplo- estos autores consideran que el delito tiene su origen en la privación relativa: "En otras palabras, tiene su origen en la creciente desigualdad de oportunidades y del nivel de vida, que se suma a expectativas cada vez mayores, que comparte gran parte de la sociedad. Esto, combinados con la cultura del individualismo y del egoísmo a corto plazo estimulada por el capitalismo de los últimos tiempos es lo que provoca el aumento del delito. El delito es tan endémico en las salas de directorio de las compañías multinacionales como en los barrios casi destruidos de los pobres (…)" (Lea y Young, 2001:2).

29 El habitus es el sistema de disposiciones duraderas adquirido por un individuo en el curso de las diferentes fases de su socialización (familia, escuela, trabajo, etc.). Viene a designar el conjunto de disposiciones de los agentes en el que las prácticas se convierten en principio generador de nuevas prácticas. "El habitus es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas" (Bourdieu, 1999: 19).

30 Estudiando a los jóvenes que comenten delitos violentos contra la propiedad, Kessler analiza el pasaje de la lógica del trabajador a la lógica del proveedor (como consecuencia de la desestructuración del mundo del trabajo): "La diferencia fundamental entre una y otra está en la fuente de legitimidad de los recursos obtenidos, que, en la lógica del trabajador, reside en el origen del dinero; el fruto del trabajo honesto en una ocupación respetable y reconocida socialmente constituía, a pesar de lo simple de su enunciado, uno de los pilares sobre los que se edificaba la cultura de los sectores populares. (…) En la lógica de la provisión, en cambio, la legitimidad ya no se encuentra en el origen del dinero, sino en su utilización para satisfacer necesidades. Esto es, cualquier recurso, sin importar su procedencia, es legítimo si permite cubrir una necesidad" (Kessler, 2006:41).

31 Míguez e Isla (2010), en el libro Entre la Inseguridad y el Temor, parten de la teoría (asociada a la Escuela de Chicago) que sostiene que el conflicto y la violencia deberán ser mayores en aquellos entornos sociales en los que los sistemas valorativos de las personas que interactúan están en tensión. La tensión valorativa, a pesar de que pueda afectar en mayor o menor medida diferentes estratos so ciales, tendría una incidencia mayor en el nivel socioeconómico más bajo, pues es allí donde los cambios macroeconómicos más han afectado las relaciones de los individuos con el trabajo, la escuela, la familia y las instituciones públicas, produciendo cambios en sus estilos de vida.

32 Véase Pegoraro (2004). Acerca de la extensa economía ilegal existente plantea que "… el lazo social que construye la ilegalidad, lejos de diluir o deteriorar el lazo social de la solidaridad orgánica que identificaba Durkheim con el derecho comercial-civil-administrativo, convive con él y hasta podríamos decir que construye otros lazos tan fuertes ‘societalmente' como el mismo ordenamiento legal" (2004:19).

33 Con adaptación activa se quiere resaltar que no es un ajuste pasivo a una situación dada; el agente procura ser parte en el espacio social y al mismo tiempo procura activamente la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones.

34 Aunque eventualmente un gen, o un "genio", pueda hacer una diferencia.

35 Además, como plantea Foucault, es preciso que haya delincuentes para que la población acepte la policía, es decir, para que acepte el sistema de vigilancia que constituye uno de mecanismos del poder. La delincuencia le da una coartada, una justificación a ese poder, y por lo tanto, es preciso reproducirla. w

36 Véase la investigación de Auyero, J y Berti, M en una zona del conurbano bonaerense, que describe no "un escenario de ‘abandono estatal', sino de conexiones, usualmente clandestinas, entre actores estatales y perpetradores de la violencia" (2013:121). Véanse también los análisis de Marcelo Saín (2004) sobre los lazos que unen el sistema político con la policía y el mundo del delito en el Conurbano bonaerense. Asimismo, Mariano Ciafardini (2006) se refiere a la trama mafiosa que involucra a policías y delincuentes.

37 Dije "normalmente" porque en otros casos puede estar motivada sobre todo por la resistencia o rebelión, especialmente en la etapa de la adolescencia.

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