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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.23 no.38 Santiago del Estero ene. 2022  Epub 01-Ene-2022

 

EL TRABAJO EN LA ACTIVIDAD PESQUERA EN ARGENTINA, CHILE Y URUGUAY

“¿¡Señor, qué parte no entiende que con el capitán está hablando!?”: clase, género y experiencia en la vida de una mujer capitana

ʺSir, which part do you not understand that you are talking with the captain!?ʺ: class, gender and experience in the life of a woman captain

ʺSenhor, que parte você não entende que está falando com o capitão!?ʺ: Classe, gênero e experiência na vida de uma capitã

Mónica Gatica1  * 

Débora Saso1 

1 Doctora en Historia. Instituto de Investigaciones Históricas y sociales (INSHIS)/ Universidad Nacional de la Patagonia, Facultad de Humanidades y Cs. Sociales (UNP/FHyCS), sede Trelew, Chubut.

RESUMEN

Este artículo analiza la trayectoria de Nancy, una mujer capitana que construyó su carrera como trabajadora de la pesca durante casi veinte años, navegando a bordo de buques que recorren el Mar Argentino de Norte a Sur.

Desde la historia social de la clase trabajadora con perspectiva de género, este trabajo tiene como objetivo reconstruir e indagar algunos trazos de la experiencia de esta mujer, no por su singularidad, sino porque habilita el ingreso a un valioso análisis en torno a la generización del ámbito laboral, la desigual situación de las mujeres trabajadoras -especialmente en la industria de la pesca- y los vínculos entre el patriarcado y el capitalismo desde las últimas décadas del siglo XX y comienzos del presente. Así, en las siguientes páginas se abordará la vida de Nancy en su complejidad, restituyéndola en el entramado social de su familia, de la ciudad en la que vivió su infancia y su juventud, y de su ámbito de trabajo, con el objetivo de comprender cómo se relaciona lo individual con las estructuras, y cómo impactan mandatos, símbolos e inscripciones en los modos de recordar y significar el pasado.

Palabras clave: género; clase; experiencia

ABSTRACT

This article analyzes the life path of Nancy, a woman captain who built her career as a fishing worker during almost twenty years, sailing on ships that travel the Argentinian Sea from North to South.

From the social history of the working class with a gender perspective, this paper aims to reconstruct and investigate some traces of this woman´s experience, not because of its uniqueness, but because it enables access to a valuable analysis around the gendered of the workspace, the unequal situation of working womens -especially in the fishing factory- and the links between patriarchy and capitalism since the last decades of the 20th century and the beginning of the present.

Thus, the following pages will address Nancy's life in its complexity, restoring her in the social framework of her family, of the city in where she lived his childhood and youth, and her workspace, with the purpose of understanding how the individual is related to structures, and how mandates, symbols and inscriptions impacts in the ways of remember and mean the past.

Keywords: gender; class; experience

RESUMO

Este artigo analisa a trajetória de Nancy, uma capitã que construiu sua carreira como pescadora por quase vinte anos, navegando a bordo de navios que cruzam o mar argentino de norte a sul. A partir da história social da classe trabalhadora com uma perspectiva de gênero, este trabalho visa reconstruir e investigar alguns traços da vivência dessa mulher, não por sua singularidade, mas por possibilitar o ingresso em uma valiosa análise em torno da generização do ambiente de trabalho, a situação desigual da mulher trabalhadora -especialmente na indústria pesqueira- e os vínculos entre o patriarcado e o capitalismo desde as últimas décadas do século XX e o início do presente.

Assim, as páginas a seguir abordarão a vida de Nancy em sua complexidade, restaurando em no tecido social de sua família, na cidade em que viveu sua infância e juventude, e em seu ambiente de trabalho, com o objetivo de compreender como o indivíduo se relaciona com estruturas, e como mandatos, símbolos e inscrições impactam as formas de lembrar e significar o passado.

Palavras-chave: gênero; clase; experiencia

1. Introducción

En sus comienzos durante el siglo XIX, la Historia en tanto disciplina científica (signada por la tradición positivista y situada en una mirada eurocéntrica) no contempló a las mujeres como sujetos dignos de su estudio. El rol de las mismas, era relevante para el conocimiento del pasado sólo cuando se trataba de individualidades “destacadas” que, por haber obtenido logros y reconocimientos u ostentar una posición de poder, podían equipararse con los “grandes hombres” en tanto únicos protagonistas de la política y la administración estatal. Otro modo de adicionar a las mujeres planteaba una perspectiva “contributiva”, la cual tampoco problematizaría el carácter androcéntrico de la indagación histórica, enfocando la mirada en una supuesta neutralidad en los vínculos entre varones y mujeres, sin cuestionar de fondo las raíces de la opresión patriarcal (Gil Lozano, Pita e Ini, 2000).

Posteriormente, a partir de sus inicios en las décadas de 1960-1970, la Historia de las mujeres procuró confrontar con aquella visión al plantear la incorporación de las mujeres en la historia y la indagación de sus experiencias pasadas de manera específica, interrogando a las fuentes “convencionales” desde una nueva perspectiva e introduciendo nuevas fuentes para tal fin (Andújar, 2012).

La introducción de los estudios feministas contribuyó a complejizar este campo, pues no se trataba solamente de conocer el pasado de las mujeres y restituir su lugar en la historia, sino de develar las raíces de la opresión femenina y de reflexionar sobre la construcción histórica de los sexos y sus vínculos jerárquicos. Así, décadas de producciones, diálogos y debates entre historiadoras feministas y con diversas corrientes -como la Historia social- han enriquecido y complejizado la investigación histórica, con el objetivo de romper con la noción de excepcionalidad a la hora de analizar la intervención de las mujeres y sus narrativas y abandonar la lógica “aditiva” que las incorporaba como un capítulo aparte de la historia, junto con la circunscripción de éstas exclusivamente al ámbito privado.

Con el objetivo de abonar en este terreno, el presente trabajo propone abordar la historia de Nancy Jaramillo, una mujer trabajadora de la pesca argentina cuya trayectoria en este ámbito laboral comenzó hacia mediados de los años noventa y que continúa en la actualidad. En torno al desafío de reconstruir e indagar una experiencia individual, este artículo busca examinarla no por su singularidad, sino porque habilita el ingreso a un valioso análisis -muchas veces invisibilizado- de procesos de subproletarización y proletarización; de precarización y flexibilización; de generización del ámbito laboral, especialmente en el sector de la pesca, que transparenta los vínculos entre el patriarcado y el régimen capitalista desde las últimas décadas del siglo XX y comienzos del que transitamos.

Esquivando a realizar un análisis en clave de la historiografía tradicional, el trabajo en curso -aún provisorio- no pretende dotarla de inusuales dotes físicas y emocionales, o pensarla como la primera, o una de las pocas capitanas pesqueras; por el contrario, propone comprender de un modo más acabado, superando el relato meramente fáctico e individualista, memorias, experiencias e identidades de un colectivo altamente masculinizado. Orientado por esa pretensión, nuestro artículo dialoga con un conjunto de estudios que en clave biográfica se han esforzado por reponer la vida de trabajadoras y trabajadores; de militantes e individualidades que alejándolas de tipificaciones políticas o sociales heroicas, sin ser célebres o descollantes ejemplos, tensan una trama desafiando y rehuyendo estereotipos. Así, situándonos en la producción que en los últimos años ha multiplicado los estudios biográficos revalorizando al sujeto social (colectivo e individual) buscamos comprenderla más allá de la peculiaridad, e indagar en las múltiples implicancias que representa.

2. Con voz propia: mujeres, narración e historia de vida

Conocimos a Nancy en un workshop interdisciplinario sobre Industria Pesquera en Puertos de la Patagonia, llevado adelante en un Centro de Investigación en la ciudad de Puerto Madryn (el CCT CENPAT/CONICET) del que participaron investigadoras e investigadores y familiares, especialmente mujeres -esposas, hijas, hermanas- de víctimas de naufragios, denunciando la precariedad y las tensiones a las que se encuentran expuestos las y los trabajadores de la pesca en Argentina. Su intervención contó con un alto voltaje político, y muy significativamente la llevó adelante con su nieto en brazos. Se trató de una verdadera performance para analizar riesgos y el nivel de exposición al que son sometidas y sometidos en el proceso productivo, y develar más allá de su arrojo y dedicación o del orgullo profesional, la urdimbre de un sistema yuxtapuesto de dominación y explotación.

La entrevista que pudimos realizar con Nancy fue el principal insumo para la tarea que nos planteamos, persiguiendo conocer y comprender a través de la relación dialógica que nos propone la historia oral, aspectos vinculados a su historia de vida y a su subjetividad, pero también a una historia global. Así, desde esta perspectiva podemos visualizar a la narración oral no como un relato lineal de aquello que “sucedió”, sino como un ejercicio de reconstrucción de parte de la entrevistada sobre los hechos. Tal ejercicio se encuentra mediado por sus experiencias y su trayectoria en un contexto histórico y social determinado, pues, de acuerdo con Portelli “(...) la historia oral expresa la historicidad de la experiencia personal y el impacto de la historia en la vida individual” (Portelli, 2014:13).

La historia oral también nos aporta la posibilidad de comprender a la entrevista como instancia de diálogo intersubjetivo, co-construida por él o la entrevistadora y él o la entrevistada, en la medida que existen sobre ella una elaboración de parte de quien narra -al ordenar su relato de acuerdo a su interlocutor y las circunstancias en las cuales lo emite- y de quien escucha -al realizar un registro, transcripción e interpretación sobre ese relato (Portelli, 2014, 2016; Grele, 1991). De igual modo, retomando el análisis de Elizabeth Jelin (2017) en esa narración intervienen diferentes temporalidades o “capas” de la memoria y la subjetividad, en la medida que quien relata recrea su experiencia y reinterpreta el pasado desde el presente, entrecruzando el tiempo histórico en el que ocurrieron los hechos narrados, con el tiempo biográfico y el tiempo en el que se produjo la rememoración que dio lugar al relato oral.

A su vez, como lo han mostrado diversos y diversas historiadoras, el uso de la historia oral no sólo puede situarnos en contacto con una amplia gama de testigos y potenciales testimoniantes, también posibilita detectar documentación o antecedentes cuya existencia o bien se desconocía, o bien se creía perdida (Portelli, 2003; 2004), y es en este sentido que su narrativa nos impulsa a bucear en diversos repositorios documentales en la Administración Portuaria de Puerto Madryn; en la Prefectura Naval, en la Escuela Nacional de Pesca, tareas que a la fecha no hemos podido abordar por el particular contexto que la Pandemia supone.

Por otro lado, inscribimos nuestra pesquisa en el campo que en Argentina se referencia como historia reciente, planteándonos su abordaje desde la doble perspectiva de clase y género que llevamos adelante, en el marco de los supuestos y prácticas de la historia social. En tal sentido, sostenemos que analizar el universo obrero supone pensar trayectorias y experiencias en el marco de las tensiones y perspectivas que la clase atraviesa, las que no pueden escindirse de la perspectiva de género, entendiendo a esta categoría no en tanto cuestión biológica, sino como adscripción cultural y generadora de sentidos. Esto nos permite analizar a la experiencia y a la memoria de manera sexuada, en tanto existen modos diferentes de significar y recordar el pasado en función de la condición sexual y los cruces con la pertenencia de clase- de los sujetos (Andújar, 2014).

Al mismo tiempo, hace posible que memorias femeninas -asiduamente invisibilizadas en los relatos “oficiales”1- se manifiesten y a partir de su análisis dar cuenta “tensiones” y “ambivalencias” en torno a las disputas/negociaciones sobre los roles de género (James, 2004).

Bien sabemos que las raíces de la opresión femenina son históricas y sociales; y trabajamos para explicar por qué se construyen, cómo funcionan, o cómo han cambiado, pero sobre todo para desnaturalizarlas. En ese sentido, ya hace muchos años nos hemos interrogado en torno a “¿Por qué hoy hacemos historia de género?” (Gatica, 1998), no sólo para comprender a la sociedad, sino para situarnos y revisar críticamente la persistencia y versatilidad del modelo patriarcal y capitalista. El anclaje de lo social se explicita como poder, y la propuesta que oportunamente planteó Agnes Heller (1972) en torno a la importancia de la historia de la vida cotidiana es de gran utilidad. En el mismo sentido, Passerini (2011) advirtió en torno a la importancia de las emociones entre lo privado y lo público y del análisis de los silencios problemáticos.

La peculiaridad y la dinámica de la historia personal de Nancy ha supuesto que entrevistas periodísticas2 y aún la memoria reivindicativa dentro del colectivo de “embarcados” la piense desde la excepcionalidad, pero nos proponemos justamente por la misma agencia que implica, restituirla en el entramado social de su familia, de la ciudad en la que vivió su infancia y su juventud, y de los profesionales con los que comparte día a día la jornada de trabajo. Captar el sentido no de la narración elaborada intelectualmente como biografía, sino de la vida, de las luchas emprendidas en soledad, nos permiten comprender lo no evidente, las complejidades; incluso los cambios y continuidades que nuestra misma entrevistada no puede sortear. Creemos que es importante desbrozar y comprender cómo se relaciona lo individual con las estructuras, y cómo impactan mandatos, símbolos e inscripciones.

Como muy agudamente señala Luisa Passerini (2011), sólo aceptando las diferencias entre las mujeres, y no por la imitación de los modelos masculinos, será posible aportar a una nueva conciencia identitaria femenina y a una nueva manera de reconsiderar la propia historia.

3. Acerca de nuestra entrevistada

Nancy Jaramillo nació en 1976 en Trelew, Chubut. Su madre, Flora Nahuelcheo, es oriunda de la comuna de Epuyén y su padre, Santo Dios Jaramillo, de Paso de Indios. Como muchos trabajadores y trabajadoras de las zonas rurales de la provincia de Chubut, Flora y Santo se habían trasladado a áreas urbanas como Trelew, en busca de los medios de vida que a principios de los años ´70 proporcionaba el Parque Industrial y las actividades económicas que lo rodeaban3, pues Santo se dedicó a trabajar en un hotel y luego en el municipio, mientras que Flora lo hizo como empleada doméstica de casas particulares. Poco después, en el año 1978 ya con tres hijos e hijas, se mudaron a Puerto Madryn, donde nacieron otros tres hermanos y hermanas de Nancy.

Durante su niñez y su juventud, Nancy vivió en esta ciudad junto a su familia. En el año 1994, a los 17 años de edad fue madre de su único hijo, Ammiel. Siendo una joven -según nos cuenta, trabajaba fuera de su casa desde muy pequeña- en ese momento decidió buscar mejores posibilidades para su hijo, pues los ingresos que obtenía como empleada doméstica y realizando “changas” no eran suficientes. Recorrió distintas instituciones en las que fue rechazada -entre ellas la Armada y la Policía- y luego se dirigió a la Prefectura Naval Argentina, donde también le negaron la posibilidad de incorporarse, pero le informaron que podía realizar un curso para trabajar como camarera en los barcos de la industria pesquera. Tal como nos cuenta, desde el principio enfrentó la negativa por su condición femenina:

“(…) Entonces me fui a la Policía y me dijeron que no, que no había mujeres y menos porque tenía un hijo, en la Armada también me dijeron lo mismo porque tenía un hijo. Y cuando caigo por Prefectura, me dice el tipo de Prefectura: ¿mujeres? no, no hay y nunca va a haber, ahora me causa mucha gracia porque voy hoy a Prefectura y son todas mujeres (risas)... y las que tienen cargo, las más “pesuti” son mujeres

Mónica: si, les duele...

Nancy: si les duele (risas), y me dijeron - bueno pero si querés tenés un curso para camarera, para navegar, bueno, dije yo y me puse a hacer el curso de cuatro meses. Terminé mi curso, presenté fotocopia de mi cédula, porque te daban cédula primero, después te daban libreta. Y un día cayeron por mi casa, me golpearon ¿Nancy Jaramillo?, sí, ah para decirle que mañana a las cinco de la tarde -así fue- tiene que ir a CONARPESA porque va a salir para Mar del Plata para embarcar” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Así, en 1995 realizó el curso de camarera y un año después, emprendió su primer embarque en el buque “Antonio Álvarez”, de la pesquera CONARPESA. Convencida de que aquella era una oportunidad de garantizar mejores condiciones de vida para su familia, navegó la primera marea que se extendió por 60 días. Durante sus primeros dos años en el mar se desempeñó como camarera, hasta que en 1998 obtuvo su libreta de marinera para trabajar como ayudante de cocina a bordo, posteriormente lo hizo como cocinera, luego operaria de planta, hasta llegar a ser marinera de cubierta años después.

En todos sus puestos de trabajo entabló relaciones de amistad y de confrontación, asociadas al hecho de ser una mujer que debía desenvolverse en un ambiente socialmente considerado masculino. Tal como sucedió históricamente con muchas mujeres de la clase trabajadora, sobre ella pesó el estigma social del “abandono” del hogar para trabajar fuera del mismo, exacerbado por ser su lugar de trabajo un espacio habilitado casi exclusivamente para los hombres4. Ante tal situación, Nancy desarrolló sus propias estrategias para conservar su empleo, aprender las diversas tareas propias del oficio y ganar el respeto de sus compañeros, realizando el mismo trabajo y soportando las mismas condiciones de explotación en su paso por distintos buques en empresas como CONARPESA -donde hizo sus primeros embarques-, HARENGUS, HAMALTAT y WANCHESE, entre otras.

Ya como operaria de planta en los barcos, Nancy comenzó trabajando en los llamados “pozos”, realizando tareas de carga, lavado, pre-procesamiento y estiba. Luego trabajó en las bodegas y en el sector de clasificado, hasta que pasó a ser marinera de cubierta, puesto en el que se desempeñaría simultáneamente con el de clasificadora en bodegas. Durante sus tiempos libres a bordo, había ido adquiriendo las habilidades necesarias para cada uno de los puestos de trabajo antes mencionados, pero sin embargo no fue fácil para ella que su saber fuese reconocido, nuevamente por su género, lo que la hacía cargar con el prejuicio de que “no iba a poder”, o simplemente que su presencia no estaba “permitida” en determinados espacios. A pesar de ello, continuó realizando su trabajo, y ya con experiencia como marinera, decidió comenzar a estudiar para convertirse en capitana.

El ingreso en la Escuela de Pesca de Mar del Plata -en la que cursó sus estudios- tampoco fue sencillo, pues a pesar de haber obtenido el mejor promedio en los exámenes, su admisión como estudiante fue discutida y cuestionada por autoridades y según recuerda, por sus propios compañeros de curso. Aún así, logró ingresar y en el año 2003 obtuvo su primer título de Patrón de pesca Costera, aunque según nos contó, no se le permitió continuar cursando para obtener el título siguiente como Piloto de pesca sin antes acreditar más días de embarque, bajo una normativa que sólo se aplicó en su caso particular pero no en el resto de sus compañeros, volveremos sobre este tema. Retornó a Puerto Madryn y continuó desempeñándose como marinera de cubierta durante el año 2004, y en el 2005 la Asociación de Capitanes y Patrones de Pesca reconoció su trayectoria, otorgándole una placa con motivo de la conmemoración del 1° de mayo, la cual, paradójicamente fue entregada a sus familiares mientras Nancy se encontraba navegando.

Luego de recibir ese reconocimiento, comenzó a cumplir funciones como 2° Oficial de pesca durante el año 2006 y en 2007 retornó a Mar del Plata, continuó estudiando y allí obtuvo el título de Piloto de pesca. En el 2008, luego de renunciar a la empresa HAMALTAT -en la que se encontraba trabajando en ese momento-, fue contratada por WANCHESE para ejercer como 1° Oficial de pesca, es decir, como la segunda figura al mando del buque después del capitán.

En el año 2012, nuevamente retomó sus estudios para convertirse en Piloto de pesca de 1°, y al año siguiente realizó su “debut” como capitana del buque “Miss Tide”. Al igual que durante toda su carrera como marinera, oficiala y ahora capitana, fue necesario que tuviese que “demostrar” sus saberes frente a muchas miradas que pesaban sobre ella, dudando de su idoneidad para llevar adelante su tarea.

Luego de esta primera experiencia, Nancy decidió permanecer un tiempo “en tierra” y retornó a su hogar en Puerto Madryn, hasta que en el 2015 volvió al mando del buque “Miss Tide” como capitana de relevo (es decir, reemplazando al capitán efectivo durante sus períodos de descanso). En el año 2016 se convirtió en capitana efectiva del buque “Erin Bruce” hasta el 2019. Posteriormente, fue contratada como capitana en el “Esamar IV”, una embarcación dedicada a la pesa de calamar en la cual se encuentra navegando actualmente, junto a otra mujer, Susana Benítez, como primera oficial, siendo el primer barco pesquero en estar a cargo de la dirección de dos mujeres5.

Durante su trayectoria como trabajadora marítima, Nancy Jaramillo adquirió con gran esfuerzo y dedicación los saberes necesarios para todas las tareas y se desempeñó en todos los puestos de trabajo a bordo de buques pesqueros de diferentes empresas. En los años recorridos, su personalidad, su empeño y el acompañamiento de su familia le permitieron realizar un proceso de formación, enfrentando cuestionamientos y rebasando límites impuestos a su condición femenina.

En la actualidad, otras mujeres como ella luchan por conquistar mayores espacios y mejores condiciones en el trabajo a bordo, sumamente excluyente para ellas a pesar de ciertos avances. Persiguiendo este objetivo, las mujeres marineras han comenzado a organizarse y construir lazos entre ellas en los últimos años, aspecto que abre nuevos interrogantes para ésta y futuras investigaciones.

4. “... es cambiar vida por plata”: género, proletarización y subproletarización

Antes de incorporarse al mundo de la pesca, desde pequeña Nancy realizaba trabajos de manera temporal para aportar algún tipo de ingreso a su familia. En su relato, la pobreza es un elemento recurrente a la hora de describir la vida en el hogar durante los años de su niñez y adolescencia; abandonar esa condición fue, para ella, la principal motivación de haber comenzado a navegar.

Al analizar sus recuerdos, nuestro objetivo es hacer a esta mujer sujeto y no objeto de nuestra tarea, considerando que el concepto de género no debe aplicarse al análisis de una historia compartimentada -evitando circunscribir a las mujeres en un “subtema” aparte-, sino a toda la historia, sin caer, por tanto, en un modelo de análisis monocausal. Siguiendo a Reyna Pastor, Lourdes Benería, Martha Roldán y Helena Hirata entre otras/os, entendemos que no se pueden llevar a cabo estudios de género desconociendo la estructura económica y social, como así tampoco el impacto de ésta en las subjetividades.

En tal sentido, los testimonios son instrumentos claves para aproximarnos a la compleja relación entre el proceso económico y social con el momento histórico que nos ocupa. Siguiendo a Portelli, y en el convencimiento de que así nos acercamos al significado que los acontecimientos tuvieron para quienes fueron sus protagonistas, tendremos, pensando desde la recomposición de la clase, un significado que supera al hecho en sí. Partimos de que la historia oral es subjetiva, ya que la memoria no registra una sucesión lineal de hechos y acontecimientos, sino que la memoria re-construye el pasado, lo resignifica. Así, las personas intentan no sólo decir lo que saben, sino también el cómo lo saben, qué puede explicitarse y aquello que todavía es difícil poner en palabras.

En relación a la trayectoria de Nancy y la narración que realiza sobre sus primeros trabajos, hemos abordado y aplicado la categoría de subproletarización, en tanto nos ha sido útil para pensar el ingreso de jóvenes mujeres o niñas al mercado laboral dando cuenta de las implicancias que subyacen en la incorporación informal, en un contexto de expansión industrial en el NE de Chubut. Se trata de un proceso con un desarrollo significativo, especialmente incorporando a mujeres jóvenes o niñas, muchas de ellas originarias del área rural de la provincia, y trasladadas a áreas urbanas valiéndose de vínculos y formas de dominación que podríamos caracterizar como tradicionales. Significativamente el trabajo precarizado ha supuesto tareas de cuidado, y funcionó y funciona como paliativo al trabajo formal de las mujeres adultas. Rodrigo Borja (2018) sostiene en relación a la subproletarización en América Latina, que es un colectivo emergente de la explosión demográfica, el desempleo y la marginación. Lo constituyen quienes están excluidos y excluidas aún de los precarios derechos del proletariado, y mayormente sus miembros no tienen seguro social, ni salario fijo. Son migrantes, muchas veces en situaciones de inmovilidad forzada, sin preparación ni destrezas.

La incorporación al mercado de trabajo muy tempranamente de Nancy se produjo de un modo informal, asociada a una forma de subproletarización que invisibilizó el oportunismo y la explotación que soterradamente supone un tradicional rol femenino asociado al cuidado y la reproducción doméstica. Al respecto de su situación, nuestra entrevistada, de modo muy consciente recordó:

“Una vez cuando yo fui a buscar trabajo que tenía 14 años, cuando sale este tema de ir a Sierra Grande a cuidar a la viejita, yo tenía 14 años. Fuimos con mi hermana, lo escuchamos por la radio y fuimos con mi hermana ... le digo acompañame que creo que encontré trabajo, bueno, fuimos, estuvimos en la cola, qué se yo y nos entrevistaron y nos fuimos, y al mediodía llega mi mamá del trabajo y le contamos -mamá fuimos a una entrevista porque Nancy se quiere ir a trabajar a Sierra Grande... que esto que aquello... -me parece muy bien-, -mamá y ¿qué hago, y si me vienen a buscar?-y andá, ¿para qué fuiste a la entrevista?, andá -bueno, dale. Me acuerdo que al otro día yo estaba mirando dibujitos animados a las 5 de la tarde, ¿se acuerdan?, en bermudas, descalza, como no teníamos muchas zapatillas andábamos en patas, y me golpean la puerta y dicen ¿Nancy Jaramillo?, si, -la vinieron a buscar para llevarla a Sierra Grande, o sea, sin conocer a nadie, la señora, sin conocer... -bueno, bueno -dijo mi mamá, prepará tus cosas. Así que agarré dos boludeces en una bolsita, porque no teníamos ni bolso y me fui, me subí al auto y me fui... volví a los cuatro meses” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Sin precisar demasiados detalles ante la pregunta sobre cómo fue, la mención de esta experiencia tiene un sentido en el relato, que es el de ejemplificar su situación concreta -sintetizada en la contradicción de una niña/joven asistiendo a una entrevista de trabajo y luego viendo “dibujitos animados”- y dar cuenta de una característica que luego veremos en cómo describe sus inicios en el trabajo a bordo: por un lado la búsqueda y por el otro la memoria de haberse “embarcado”, en ambas instancias, en algo desconocido. Hay aquí una toma de conciencia que genera fuertes sentimientos, vivir bajo el nivel de pobreza, carecer de un trabajo estable, sin garantías laborales ni amparada por el sistema de seguridad social; así muchas y muchos se hunden en la incertidumbre, con una total falta de seguridad, sin previsibilidad ni muchas expectativas sobre su futuro.

Esta referencia funciona como prolegómeno, explicando cómo, posteriormente al quedar embarazada muy joven, sola, la meta fue superar la precariedad y dotar a su hijo de un porvenir promisorio. A su vez, forma parte de la reflexión posterior sobre su vida en el mar y la influencia de ella en su carácter y sus relaciones. Es una mujer honesta que llegaría a ser sostén y garantía para toda la familia, pero su sacrificio no podría ser emulado por sus seres queridos, ella de cierto modo es el amparo y quien se ofrenda para cobijarlos; la seguridad y el bienestar podrían ser problematizados a la luz del tradicional rol de proveedor - proveedora de la unidad familiar. Sostuvo:

“Y de mi familia nadie navega, no, no navega nadie. Mis hermanos me dijeron en algún momento, che Nancy, ¿y si hacemos la libreta?[…] ¡y les dije que no! No porque eso no es vida... yo porque bueno, con la necesidad, pero ustedes no tuvieron la misma necesidad que yo, hagan otra cosa. Y yo, como empecé muy joven, pude ayudar a toda mi familia económicamente y todos salieron adelante no solamente porque yo los ayudé, sino porque son todos muy trabajadores, entonces es como que vos le das el primer envión y los tipos encararon... y hoy la verdad están todos bien... como gente trabajadora, están todos bien, salimos de la pobreza total a estar bien todos, todos tienen casa, todos tienen auto, tienen trabajo... entonces, como yo les dije, yo salí por un tema de necesidad, porque no teníamos qué comer, era la verdad, no había qué comer en casa, noches y noches yo pasé con mi hijo en brazos llorando porque no tenía para darle leche... y bueno y mis hermanos éramos todos muy flaquitos por la falta de olla como decían antes... y bueno, cuando empecé a navegar empezó a salir un poquito más adelante mi familia, ¿no?, por lo menos tener lo básico que era la comida, qué sé yo... y después empezamos a salir adelante, tener muebles…” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Ligada a la pobreza, la necesidad también opera como un elemento recurrente que le permite explicitar los motivos principales de su decisión de comenzar a trabajar en los barcos. Desde su rol de mujer/madre/cuidadora, esta necesidad lejos de ser individual involucraba a otras personas, pues era fundamentalmente la necesidad de su familia - especialmente su hijo- la que en su relato se esgrime como principal motivación.

Los roles desempeñados por mujeres y varones están asignados de acuerdo a los modelos de comportamiento impuestos por la sociedad, en los que subyacen formas y estructuras de poder (Bock, 1991), vínculos y sentidos que sólo al ser analizados con distintas claves interpretativas pueden explicarse. Los símbolos, los conceptos normativos y las relaciones genéricas son elementos constitutivos del género, culturalmente definidos, que se expresan en doctrinas religiosas, educativas, políticas, que mayormente se explicitan en oposiciones binarias, afirmando el significado de lo femenino y de lo masculino. Y en tal sentido, el género se constituyó en una red de creencias, ideologías, de actitudes, sentimientos, valores y rasgos de personalidad que se construyeron social e históricamente. Por eso es necesario interrelacionarlo con otras categorías como la clase social, la racialización y las diversas formas de discriminación que en definitiva refieren a identidades múltiples. Es oportuno y adscribimos a la afirmación de Silvia Federici en cuanto a que

“[…] Si es cierto que en la sociedad capitalista la identidad sexual se convirtió en el soporte específico de las funciones del trabajo, el género no debería ser considerado una realidad puramente cultural sino que debería ser tratado como una especificación de las relaciones de clase” (Federici; 2010:26-27)

Excediendo los pesares y las inclemencias que debió sortear por ser mujer, al referirse a las condiciones laborales por las que le preguntamos nos dijo:

“(…) a mis hermanos se les ocurrió decir bueno nosotros queremos ir a navegar y yo les dije no, no es vida chicos, no es vida, eso es como... eso es cambiar vida por plata, no es vida, se vive otro mundo, es otro mundo, es duro el mundo allá en el mar, no es tan fácil... y me dicen sí, pero cobran plata... pero vos estás alejado de todo y cada vez que venís, además de ser una visita estás totalmente fuera de foco, de que pasaron un montón de cosas que vos no las viviste, vos te quedaste hace 60 días atrás con lo que había pasado hace 60 días atrás y llegaste -che qué pasó con lo que hablamos, -¿de qué? -te dicen-, ¡eso pasó hace un montón!, y te perdiste, como yo les decía a mis hermanos… lo peor que te puede suceder es perderte la vida de tu hijo... y yo saqué siempre fuerzas de mi hijo, cuando tuve momentos malos, esos momentos que te hacen dudar, esos momentos que te quiebran, porque tenés muchos momentos de quiebre, que decís no, no, no quiero más... no quiero más de esto, fue siempre mi hijo, luchar por mi hijo, entonces decir no, lo tengo que hacer por mi hijo, no quiero esta vida para él, o no quiero la vida que yo tuve…” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Es interesante problematizar el determinismo casi biologicista asignado al género femenino y la conceptualización social más tradicional, que ha hecho de las mujeres sólo naturaleza, asignando una especial consideración por el cuidado y la reproducción, siendo el maternar un rol ineludible; en tanto los hombres eran cultura, política, representación pública, estableciendo una concordancia entre estructuras objetivas y cognitivas, lo que produjo la naturalización de la dominación masculina:

“Y bueno, así terminé mi primera marea de 60 días y paré en Comodoro... me parece, o en Deseado, no me acuerdo bien, tendría que ver en mi libreta. En el sur paramos, y ahí nos mandaron cinco días a casa. Y yo llegué, no te imaginás, totalmente alterada, increíble todo lo que había vivido, 60 días son dos meses... y llego a casa, llego de noche, me acuerdo que voy, me fue a buscar mi papá a la terminal. Abro la puerta y lo veo al tipo -el tipo es mi nene-, en pañal andaba el tipo... cuando yo me fui el tipo gateaba, no caminaba, y cuando yo vuelvo el tipo estaba caminando en pañales y en remera. Abro la puerta y me mira, como diciendo a esta la conozco, ¿viste? Y le digo ¡hola mi amor! Y me acuerdo que se dio vuelta y salió con sus patitas y sus pañales corriendo para su abuela, porque me desconoció, entonces me arrodillé y me largué a llorar... [se angustia] ay disculpen... fue lo más duro, me acuerdo siempre y siempre me saca una lágrima. Fue lo más difícil que me tocó, o sea, tuve muchas cosas pero eso fue... hoy que tengo a mi nieto debe ser por eso que estoy más sensible, lo veo a mi nieto y me recuerda a mi hijo. Y bueno nada, el tipo cuando me vio llorar vino y me abrazó, pero fue una de las cosas más heavy que tuve de lo que fue la vida en el mar” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Enfrentar la separación de su hijo fue para Nancy el mayor costo que tuvo que afrontar para garantizarle una vida en la cual tuviese cubiertas sus necesidades materiales básicas. El peso de esa decisión que debió tomar, aún persiste hasta el presente, no solamente por su carga emocional sino debido a la profundidad del rol materno como vínculo, pero también como deber ser, y de la asociación de las mujeres con las tareas de cuidado como si éstas fuesen la única manera de brindar amor.

Para muchas efectivamente no poder estar presentes en eventos importantes de la vida de nuestros hijos e hijas es motivo de tristeza y sobre todo de culpa, debido a la construcción social e histórica de la maternidad, que genera que una mujer que no cumple con aquello que es esperable sea juzgada por su conducta inapropiada. A su vez, modela formas diferenciales de recordar el pasado entre varones y mujeres: para Nancy, la reacción de su hijo pequeño al verla es un elemento esencial en el recuerdo sobre su primer marea, el cual, sumado al hecho de no haber podido estar con él cuando dio sus primeros pasos, tiene una enorme importancia en la construcción de su relato. Consideramos que esta selección de hechos no es casual, sino que debe situarse en el carácter generizado de la memoria y la experiencia (Andújar, 2014). Por otro lado, la forma de nombrar a su hijo -pese a que actualmente ya es un adulto- como “mi nene”, sumado al paralelismo trazado por ella entre él y su nieto, también resulta un detalle significativo en el modo en que elabora y da sentido a estos hechos en su memoria, a la vez que define un modo disidente de ejercer su maternaje y ahora, su rol como abuela.

5. ¿Sumar o visibilizar agencia?

Podemos sostener parafraseando a J. W. Scott (1993), que sumar a las mujeres a la historia de la clase o analizar en términos de singularidad la vida de Nancy Jaramillo no provocará una modificación de su condición, pero nos permite reflexionar sobre las relaciones sociales construidas en torno a las diferencias jerárquicas que se perciben entre los sexos, y que articulan las relaciones significantes de poder.

El aporte de la historiografía a la cuestión de género resulta ser amplia y profusa, y es pertinente la consideración formulada por Hilda Beatriz Garrido (2006), quien nos advierte que para reconstruir históricamente cómo distintas sociedades hicieron -y hacen- uso de las diferencias sexuales, es necesario incorporar al análisis social las categorías género, patriarcado, sexualidad, política sexual, diferencia sexual, etc.

Es de destacar también que el género se instrumenta a través del Estado, de los medios de comunicación, de las leyes, de las relaciones interpersonales; en el barrio, en las fábricas, en la iglesia, en la escuela, y por supuesto en el barco. Siempre supone una relación jerárquica, fundada en el poder masculino y la subordinación femenina que se constituye en una categoría explicativa de las relaciones sociales (Roldán, 1992).

En relación con estas consideraciones, Nancy nos dijo:

“Una vez cuando empecé a aprender a coser redes, nosotros tenemos gallegos, los que pescaban eran los gallegos porque es un capitán, y después un oficial argentino, y el que llevaban la batuta era el gallego. Y yo un día estaba afuera, porque después de que terminaba de hacer mis cosas iba afuera y me acuerdo que había temporal, hacía un frío en invierno... y tenía éste que me había dicho lo de la boluda ¿no?, porque en los barcos no son suaves para hablar, porque la gente no es suave para hablar, así que me dice ¡dale hija de puta apurate, te dije que te apuraras con eso!, pero te lo decía para presionarte para que te hagas más fuerte ¿viste?. Bueno y estaba ¡pero dale, qué inútil que sos, así no vas a ir a ningún lado (…) Y un día me llama el gallego, Euseglio, me llevó con él en varios barcos, donde iba él iba yo y me dijo -mira niña, esto es simple, acá los boludos de tu país que no tienen neuronas, piensan cualquier estupidez, así que no te quiero volver a ver en la cubierta, -¿por qué señor?, yo no hice nada, estaba aprendiendo a coser, -no, está muy bien que aprendas a coser, pero ¿sabes lo que pasa?, un par de boludos, vagos que tenés acá, tu pueblo -no me acuerdo cómo me lo dijo- se vienen a quejar porque dicen que vos los dejás de vagos porque ahora que está lloviendo, que hace frío ellos quieren estar tomando mate abajo y vos los estás dejando mal porque sos una mujer que está afuera tratando de coser. Entonces te prohíbo salir a la cubierta. Se me acabó el tema de la cubierta, bueno dije me meto en la planta, y de a poquito me fui metiendo. Y ahí aprendí el oficio digamos, aprendí a trabajar en la planta, aprendí en la cocina, me quedé en la cocina, primero de ayudante después de cocinera” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Aquí queda explícito que en el ambiente laboral de la pesca no sólo hay un uso emblemático del lenguaje, con una carga sexuada; sino también una asignación y valoración discriminatoria en torno a las identidades étnicas. La infantilización -protección- que el capitán ejerce, no es cuestionada por una doble relación: hay un universo masculinizado a bordo, propio del mundo naval; pero las jerarquías y el mando suponen una ajenidad y extranjerización de la patronal también. El maltrato forja, y cobra sentido en un espacio de trabajo generizado, modelado por una noción de masculinidad y de cultura laboral ligada a la rudeza y a la capacidad de soportar condiciones muy duras de explotación. Así, el hecho de que una mujer dedicara tiempo extra a realizar tareas para las cuales además se requiere una habilidad específica, venía a desafiar esa noción de trabajador ligado a la masculinidad hegemónica, y despertaba la reacción de sus compañeros, quienes además imponían con ello sus límites y demarcaban los tiempos de la jornada de trabajo.

En relación con esto, resulta interesante la investigación de Hernán Palermo (2015) sobre el trabajo petrolero en Comodoro Rivadavia, ya que permite pensar en torno a la relación entre masculinidad y capitalismo, planteando un análisis que intersecta la clase y el género para analizar un colectivo de trabajadores varones atravesados por prácticas generizadas, ligadas a una ética laboral definida por la fortaleza y la “hombría”, en detrimento de actitudes y corporalidades feminizadas, consideradas inapropiadas para realizar el trabajo petrolero, sean encarnadas por hombres o mujeres (estas últimas -similar a lo que sucede mayormente en el trabajo a bordo de los buques- excluidas de este espacio laboral). De igual modo, resulta de utilidad recuperar también el trabajo de Laura Caruso (2016) en torno a los trabajadores marítimos durante las primeras décadas del siglo XX y la construcción de un modelo de masculinidad basado en la disciplina, la lealtad, la obediencia y el respeto de las jerarquías en la organización del trabajo a bordo, en la cual el gremio (Federación Obrera Marítima) tenía una gran influencia.

Por otro lado, siguiendo a Gutmann (en Nureña, 2009:9) podríamos atender a las diversas definiciones de masculinidad, revisando no sólo el elemento relacional para introducir la idea de un vínculo entre la masculinidad y la femineidad, sino también al interpretar la memoria de Nancy, no sólo en términos de lo que aconteció, sino de la instancia que proyectó, aún limitando su desempeño a bordo. Casi pareciera que al no contar en esa etapa con una aprehensión formal de saberes, la invisibilidad es la única posibilidad para ¨meterse¨, aunque en un principio, el único destino en esas circunstancias era la cocina, absolutamente limitante. Una vez que logró ingresar y realizar las mismas tareas que los marineros varones, en su relato Nancy remarca esta invisibilidad como forma de subsistencia en este ámbito, tomando no sólo una actitud, sino también una apariencia masculinizada:

“(…) y son 60 días entre 30 hombres, o sea, no hay forma de que no te miren de costado (risas) y como yo siempre me vestí media crota, pantalones grandes, remera grande, todo grande que no se me vea nada, entonces pasaba como desapercibida, me decían “Carlitos”. Porque yo tenía el pelo bien cortito, me lo había cortado bien cortito como un hombre, todo para que nadie me vea como mujer... y evidentemente resultó” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Es pertinente evitar el reduccionismo y la invisibilidad en tanto formas generizadas, ya que nos sirven para repensar las contradicciones que subyacen en el análisis de las cuestiones de género y sexualidad en el sistema de explotación actual. Analizar las relaciones de producción y de reproducción con perspectiva de género, que habilitan dar cuenta del entramado profundo y distintivo que subyace en el espacio familiar - social, y también laboral y organizacional, es importante para dar cuenta de los atributos que social e históricamente se asignan a esta trabajadora y así desbrozar -más allá de su singularidad- las implicancias y consideraciones de un sector tan importante como es la pesca comercial de altura, lo que representa un desafío de mucha más envergadura que la simpatía o empatía que su individualidad representa.

La feminización en el ámbito laboral de nuestra entrevistada emergió posteriormente como consecuencia de su empoderamiento y de los cambios que en los últimos años posibilitaron su visibilización, pudiendo reafirmar su identidad al ser secundada por otra mujer en los puestos de mayor responsabilidad del buque que navega actualmente.

Por otro lado, sistemáticamente la entrevistada hace hincapié en su dedicación y en el reconocimiento obtenido por la tarea realizada, pero las tensiones entre la responsabilidad en tanto madre de estar presente con su hijo es un imperativo. Ilustrando cómo también se construyen relaciones afectivas “en red” nos contó que conoció a un compañero por radio, se hizo amiga, y la llamó para que se fuera a trabajar a Harengus, donde hacían mareas más cortas, lo que era más conveniente para permanecer más tiempo con su hijo. Recordó:

“(…) Después otro día me llamó el oficial que me dijo saludá a Luis que te quiere saludar; bueno y ahí hicimos un tipo amistad con Luis, ahí nos conocimos en tierra como amigos, siempre como amigos. Y él estaba en Harengus, y me dijo ¿no te querés venir a Harengus?, ¿pero cuántos días están?, 30 días. Si, yo quería salir de los 60 días, una vez llegué a estar 65 ó 75 días una cosa así llegamos a estar … un montón. Entonces ahí me llamaron de Harengus para cocinera y ahí me fui porque eran de 30 días nada más las mareas, y todos los barcos entraban sí o sí acá en Madryn; no entraban en Deseado o en Comodoro, entonces me convenía para estar más cerca del nene, que esa siempre fue la intención. Bueno ahí me fui, me desligué de CONARPESA, me fui por la puerta grande digamos, nunca me fui de ninguna empresa con problemas, de ninguno la verdad, cuando me fui, me fui bien. Y ahí empecé, estuve 10 años en Harengus” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Es necesario cuestionar y repensar los significados, símbolos y sentidos con que se interpretan los colectivos obreros y profesionales, descartando los relatos hegemónicos y generalizantes que invisibilizan rasgos y capacidades. Como mencionamos anteriormente, la rudeza del trabajo a bordo y la identificación de este atributo con el género masculino no sólo limita la inserción de mujeres, sino que supone tareas agobiantes y de excesivo riesgo para cualquier trabajador; aunado a desempeñarse lejos y aislados:

“(…) estuve como cocinera y después pasé a la planta. Y empecé como pocera, porque vos cuando empezás por más que sepas clasificar o algo, empezás por ser primerizo en el pozo se llama. Sacás del pozo pescado en un canasto, eso lo llevás a otro lado, lo tenés que manguerear con una manguera así y lo ponés en una bacha con sulfito, después lo tenés que sacar, acomodar y poner a los clasificadores. Es un trabajo muy pesado, es más pesado que marinero de cubierta. Entonces bueno empecé ahí y siempre mis compañeros me dijeron -si te gusta el durazno aguantate la pelusa... y jamás, creo yo que abusé del hecho de mi condición de mujer, es más, yo les decía -yo chiquito si estoy acá es por mi trabajo, que te quede claro, porque en los barcos siempre por ser una mujer y estar arriba de un barco sos puta, sos puta y sos puta (risas)... y estás ahí por puta, entonces yo con mis compañeros les decía -yo puedo ser puta, pero después del horario laboral, acá estoy porque laburo igual que vos chiquito, ¿eh?, igual que vos; y muchas veces peleé con cuántos que les decía -¿a mi me sacás el cuero?, andá a fijarte lo que está haciendo tu mujer, porque tu mujer está en tierra haciendo no sé qué, y yo estoy acá transpirando como negro, como vos sacando pescado, o sea, no te fijes lo que yo hago con mi concha, una aprende a hablar muy mal chicas (risas)” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Si bien se puede enmarcar en su ya vista necesidad de “pasar desapercibida” o de no llamar la atención debido a su género, este pasaje del relato muestra un cambio con respecto a la relación de pares con sus compañeros, en la cual Nancy ya es capaz de argumentar por qué se encuentra en ese puesto de trabajo y de reclamar el reconocimiento como igual, por realizar las mismas tareas y del mismo modo que los varones, sin apelar en ningún momento a una supuesta debilidad o delicadeza endilgada a los cuerpos e identidades feminizadas.

En este punto es importante mencionar que, tal como lo indican Pérez Álvarez y Schulze (2020) desde los años '90 -recordemos que Nancy comenzó a embarcarse en 1994- la industria pesquera ha sido objeto de profundas transformaciones que hicieron a una mayor concentración y extranjerización de los capitales que operan en Argentina, ligado a la creciente precarización laboral y a la sobreexplotación de los recursos, que generaron una reestructuración por el agotamiento de la merluza y la reconversión de la industria hacia el langostino. A su vez, este colectivo -en parte como consecuencia de este proceso- se encuentra altamente fragmentado, de acuerdo no sólo al sector de trabajo (personal de las plantas ubicadas en tierra, marineros de los buques o estibadores) sino también al grado de formalidad/informalidad en la relación laboral, a las diferencias salariales, oficios y jerarquías, además de la situación regional en torno a las diferencias entre zonas como son Puerto Madryn y Mar del Plata.

Teniendo en cuenta los mencionados entrecruzamientos entre clase y género, esta contextualización nos permite comprender de modo más complejo el ámbito en el que Nancy se insertó y en el cual tuvieron lugar las confrontaciones que narra: ella enfrentaba el trato sexista recibido por su condición femenina, a la vez que pugnaba por su reconocimiento como trabajadora y con ello, de su capacidad de enfrentar las mismas condiciones de explotación, caracterizadas, como dijimos, por su rudeza, exacerbada por la crisis y reestructuración de los años '90 que modificó las condiciones de vida del conjunto de la clase obrera argentina y que, como vimos tuvo un particular impacto en trabajadores y trabajadoras de la pesca.

En otro pasaje, sobre su trayectoria como marinera y las dificultades para ser reconocida y respetada como tal, nos cuenta:

“Bueno empecé en el pozo, aprendí bien a clasificar y me dejaron en la mesa de clasificado, pero antes del clasificado aprendí a estibar y me hice bodeguera, entonces fue del pozo a la bodega y siempre en el camino vas juntando amigos como enemigos; siempre, porque la realidad es que arriba de los buques no es que las mujeres sean bien aceptadas por todos, tenés muchas contras, no sé si es por celos, no sé si es por inseguridades, pero siempre tenés gente que te quiere hacer la vida imposible. Y bueno una de esas fue un jefe de planta, que él me tenía de la bodega al pozo y del pozo a la bodega, te imaginás que yo estaba con remera y mi equipo de agua transpirando y me mandaban a la bodega con -35°, entonces iba, me calzaba mi equipo de bodeguera y me mandaba abajo. Y todos me decían -¡no Negra ¿cómo vas a hacer eso?, te va a matar el tipo este, no podés si vos estás en el pozo no podés estar en la bodega!, no me importa, yo en la bodega cobraba 10% o 1% más, no me interesa yo quería ganar plata, entonces hacía lo que hacía... y aparte no quería que el tipo tenga motivos para quejarse para que me echen, entonces el tipo me mandaba andá allá y refregate allá, bueno iba y refregaba y puteaba -¡como lo odio a este desgraciado!, pero siempre dije, me van a echar por mal llevada, pero nunca me van a echar por vaga. A mí lo que me mandaban a hacer yo iba y lo hacía, nunca dije ay no porque yo soy mujer qué sé yo… Y ahí viví muchas cosas de marinera ¿no?, me quebraron las muñecas, otra vez uno me pegó...” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Nuevamente aquí es posible dar cuenta del carácter patriarcal de la explotación laboral, evidenciado en una clara situación de violencia machista, soportada y naturalizada en el relato para no ser tildada de “vaga” o de “quilombera”, esta última, condición asociada de manera estigmatizante a las mujeres.

Ya Andrea Andújar ha advertido sobre la necesidad de enlazar la agencia de los sujetos con sus representaciones, analizando, desde una mirada thompsoniana, los vínculos “(...) entre esas prácticas y las cosmovisiones, entre la acción y los significados construidos sobre las relaciones sociales por los sujetos que las vivenciaron, donde los entrecruzamientos entre las categorías de género y de clase brindaron sus frutos” (Andújar, 2012:114). Se trata entonces de historizar esos entrecruzamientos y analizar la riqueza de los relatos orales en función de los mismos y los significados construidos por quienes narran los hechos.

A su vez, como hemos visto, el género supone una relación de jerarquización, fundada en el poder masculino y la subordinación femenina, pero como bien señaló María Luisa Femenías (2000), la alienación de las mujeres no debe reducirse sólo a una causa.

A propósito de esta relación jerárquica y de los resquicios que en determinadas circunstancias se puede habilitar en torno a ella, en otro momento de la entrevista Nancy nos contó lo siguiente:

“(…) y yo tenía tanto miedo... que a veces pienso ¿cómo hice para sobreponerme?, porque me acuerdo que me temblaban las piernas del miedo, del cagazo que le tenía al capitán. -¿Qué querés Jaramillo?, -no capi yo quería pedirle si usted me deja ir a la cubierta, -no, sos mina Jaramillo, acá las mujeres no van a la cubierta, -capi lo que pasa es que si no voy a tener que ir al pozo otra vez y ahí hago más fuerza que en la cubierta y no es por eso, es porque yo cobro menos también, yo necesito cobrar un poco más. -¡Jaramillo vos tenés que entender que vos sos mina y que estás para reproducir, vos estás para quedarte embarazada, y acá si hacés fuerza andá a saber qué concha te pasa ahí en tu cuerpo y después no podés tener más pendejos! -No lo que pasa capi es que yo no pienso tener más hijos, porque yo ya tengo uno y no quiero tener más hijos porque no puedo, si soy re pobre. -Jaramillo te vas a hacer mierda. -Usted despreocúpese capi, pruébeme, deme una posibilidad, vea cómo hago las cosas, si usted ve que yo hago las cosas mal yo misma me voy de la cubierta, deme una posibilidad de demostrar que yo sé trabajar en cubierta. -Sos dura Jaramillo ¿eh?, bueno andá, pero una que te equivocás nunca más ¿eh?, -si capi, despreocúpese” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Así, tal como se plantea en su relato, las reiteraciones, el reconocimiento a la autoridad del capitán, la transparencia con la que alude a su condición de clase y a los límites que el maternar supone para una mujer pobre, nos permiten adentrarnos en un universo de pertenencias en el que las múltiples desigualdades se yuxtaponen. Bien advierte Gisela Bock (1991) que las relaciones de género son tan relevantes como el resto de las relaciones humanas, que están en el origen de todas ellas, y las influyen. Es necesario tener como referencia el análisis de las relaciones de género pero también atender a la agencia de los sujetos.

Abundando en el origen de la desigualdades, pero también de los sentidos, la cita que sigue nos refiere a las prácticas, los roles y a la asociación de la fuerza con lo masculino, mientras que la fragilidad y la bondad como rasgos típicamente femeninos. Sostuvo:

“Nancy: si, porque te ven mina entonces piensan que no podés Débora: ¿y en cada barco que te subiste fue igual?

Nancy: no, después ya subí con la chapa de marinera de cubierta, mala... porque ya sabían, entre capitanes se conocían, no si esta es dura, dura...

Mónica: ¿y cuántos años navegaste así? Nancy: y... 10 años Mónica: ¿en cubierta?

Nancy: y en cubierta habrán sido menos, serán 6 años, pero desde que empecé, 10 años haciendo fuerza, mucha fuerza tenía, de hecho tengo brazos “muy gordos”, me dice mi mamá, porque en un momento era una pelota así acá que se me hacía de los músculos que tenía, tenía muchos músculos, por el trabajo que hacía, de hecho mis manos son anchas, mis brazos son anchos. Y vos ves a todas mis hermanas, si bien son todas gorditas, sus bracitos y sus manitos son todos finitos, yo soy la única que tengo las manos grandes digamos, gruesas, y ahora se me afinaron porque hace muchos años que no hago nada (risas) pero antes imaginate, callos, mis manos estaban llenas de callos, nada que ver con lo que soy ahora. Y bueno así empecé y de ahí me fui a estudiar” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Podemos analizar este fragmento retomando la afirmación antes citada de Silvia Federici (2010) según la cual el género es una realidad material que da cuenta de la especificidad de la explotación y opresión hacia las mujeres, por lo cual no debe desvincularse de las relaciones de clase. Esto a su vez concuerda con la propuesta que E. P. Thompson realizó sobre la clase social, entendiendo que:

“(…) es un fenómeno histórico, unificando un número de eventos, aparentemente inconexos y separados, ambos en la materia prima de la experiencia y en la conciencia (…)

La experiencia de una clase se ve principalmente determinada por las relaciones productivas en las cuales nacen los seres humanos -o entran en ellas involuntariamente-. La conciencia de clase es la forma en que estas experiencias son manejadas en términos culturales: toman cuerpo en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales” (Thompson, 2002:14)

Por otro lado, es muy interesante cómo aún contando con saberes formalmente obtenidos y acreditados, nuestra entrevistada debió sortear, y continúa teniendo que hacerlo, muchos obstáculos e impedimentos. Por ejemplo, como mencionamos anteriormente, a pesar de llevar años navegando y realizando distintas tareas a bordo, después de obtener su primer título de Patrón de pesca costera, no le permitieron seguir estudiando antes de reunir y acreditar singladura como oficial. Después de haber sido reconocida y distinguida para el día del trabajador, el 1° de Mayo, y al recibir la salutación del gerente de la empresa en la que trabajaba, pudo aprovechar para solicitarle que le permitiera embarcar como oficial, no sólo ejerciendo sus capacidades sino percibiendo la remuneración como tal:

“(…) seguí navegando de marinera después que hice mi primer título... y mi nene estaba enfermo, lo llevo a una clínica acá y me encuentro al gerente de la empresa, de Harengus (…) Y me dice -ah Jaramillo la quería felicitar por la placa que recibió el otro día, el día del trabajador -dice-, fue muy emotivo, fue su papá y su hijo a recibir la placa, usted estaba navegando, -ah gracias, le digo, disculpe, ¿podría hablar de mi situación laboral con usted, el lunes si le parece?, y me dice -¿qué pasó?, -no, yo quería saber si usted me deja salir de oficial en algún barco, porque yo necesito singladura para volver a la escuela, si no la escuela no me deja volver y me dice -¿qué, usted ya no está de oficial?, le digo -no, sigo de marinera yo, -el lunes vaya a la empresa y hágase anunciar con mi secretaria directamente, dígale que va Nancy Jaramillo que yo la voy a atender, -ah bueno gracias señor, te imaginás, no sé cómo hice para justo decirle eso, se me ocurrió.

Bueno así que fui el lunes a hablar con él y me dijo Jaramillo yo pensé que estaba de oficial ya (…) y le digo, -no, no estoy, -no puedo creer que no esté de oficial, todos sabíamos que se había ido a estudiar, estábamos seguros que usted ya estaba de oficial, -no señor, no me dan la posibilidad todavía (…) Bueno ahí fue cuando el gerente (…) dijo que yo tenía que salir de oficial, fui de segunda oficial y ahí empezó mi carrera (…)” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Como resultado de su propia agencia, ante esta oportunidad inesperada, Nancy -quizás no casualmente- dio por iniciada su carrera a partir de este hecho que le permitió avanzar hacia su objetivo de convertirse en capitana. Valiéndose de sus propias herramientas en un ambiente que continuaba siendo hostil pese a sus años de experiencia, buscó alternativas para solucionar sus problemas. Así, a partir del empoderamiento que asumió no sólo para llevar adelante el exigente trabajo, sino para desplegar tácticas y estrategias que le permitieron consolidar su carrera y sortear el enfrentamiento con otras mujeres. Aunado todo ello a la resignificación de los vínculos en el ambiente laboral, muy segura nos dijo:

“(…) la gente se empieza... los hombres se empiezan a rescatar, se empiezan a hacer más... civilizados... pero qué pasa, hay que ir llevando de a poco, es un cambio que hay que ir dando, lo que no estoy de acuerdo es que sea tan cerrado el ambiente para la mujer, porque está muy cerrado... pero tampoco podemos pretender... yo desde mi punto de vista por lo que he vivido, ¿no?” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

A continuación le repreguntamos, tratando de ahondar:

“Mónica: ¿vos sos la única capitán?

Nancy: soy la única capitán de pesca... ando con mis títulos pero están en la casa de mi mamá... hay muchas mujeres que vas a escuchar que “no que yo soy capitán”, qué sé yo... porque bueno es... no somos muchas mujeres y por ahí se confunde oficial con capitán y por ahí por el hecho de ser oficial, por tener un título, porque ahí tengo mujeres que tienen un título pero nunca salieron de oficial y ya les dicen capitán... y hay como esa pequeña guerra de quién es la que...

Mónica: pero ¿ustedes se juntan, por ejemplo o algo así o no?

Nancy: no, yo no. Ahora, este año empezó a haber un movimiento allá en Madryn... en Mar del Plata perdón, que se está empezando a juntar. Yo estoy dentro del grupo ese, pero bueno yo vivo navegando así que poco puedo relacionarme. Pero si vamos por la ley, por ejercicio de capitán y por título la que reúne las dos condiciones realmente, soy yo, las otras son oficiales, son chicas oficiales.

Mónica: ¿y cuánto navegas?

Nancy: 300 horas al mes, rara vez me bajo porque no tengo relevo... bueno ahora renuncié igual chicas, soy una desempleada más, porque en la empresa donde estoy, donde estaba, se nos quedó muy abajo el sueldo y yo trabajo 12 horas... yo manejo los guinches, todo, todas las artes de pesca, largo, viro, bajo, y manejo el barco, todo junto, hablo por radio, soy enfermera, psicóloga, mamá, papá (risas)... hago todo, porque tenés que hacer todo, el capitán tiene que hacer muchas cosas y después viste, a los hombres les sensibiliza que haya una mujer... la gente, ya te digo, se vuelve más civilizada, en los barcos la gente se vuelve más civilizada con una mujer” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

En este pasaje de su relato, observamos que en espejo con su vida en el mar (“mimetizada” con los hombres) para Nancy, aún hay dificultades para identificarse con otras mujeres marineras y oficiales, y saberse parte de un colectivo que lucha por igualdad en las condiciones laborales frente a los varones. Sin embargo, a partir de sus relaciones familiares y vínculos con mujeres del ámbito universitario, sí reflexiona sobre su existencia y sobre diferentes aspectos de la actualidad (como por ejemplo el derecho a la legalización y gratuidad del aborto) en una clave feminista, reivindicando el rol significativo de su madre en su vida, además de la relación con otras mujeres de su familia, en quienes reconoce una gran fortaleza.

Así, considera que el hecho de haber llegado a ser capitana de pesca, siendo que es una posibilidad ciertamente limitada para las mujeres en la actualidad, constituye un logro importante y a la vez disruptivo para una industria pesquera aún fuertemente masculinizada. En torno a esto, es interesante la anécdota que titula nuestro trabajo, en la cual describió el diálogo que en una oportunidad sostuvo por radio con personal de la Prefectura Naval. Muy agudamente, y con ironía narró lo siguiente:

“(…) y esa es la otra historia cuando me decían -páseme con el capitán... operadora, páseme con el capitán, -señor, con el capitán está hablando, -¡operadora, páseme con el capitán!; ¿¡señor, qué parte no entiende que con el capitán está hablando!? (risas) … esa resistencia que hay, mucha resistencia hay...” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Por otro lado, en toda su narración es un aspecto muy resaltado el esfuerzo físico y el sacrificio en el trabajo a bordo como marinera en la cubierta, en los pozos o en la bodega. Mientras que en su rol de capitana, también describe que se trata de un rol no sólo importante sino sumamente desgastante. Poniendo en claro la complejidad de la tarea de máxima responsabilidad a bordo, que en mucho excede al trabajo físico, a la fuerza, explicó:

“(…) este barco en particular son 4 en toda la Argentina, de los 4 hay 2, en los cuales yo estoy, que trabajamos con las palancas, que hacemos toda la maniobra, vos haces todo, vos pescás, cargás equipo, hacés la maniobra en cubierta, hacés todo, manejás 50 mil cosas a la vez. En otros barcos no, tienen guinchero y el capitán lo único que hace es poner el rumbo del barco y velocidad, nada más, nosotros hacemos todo, es más, yo tengo ganchos para las palancas porque no me dan las manos para todas las cosas que tengo que hacer, engancho una, engancho la otra, voy haciendo otra cosa, aprieto otro botón, desconecto otra... y son 12 horas que vos tenés que estar [chasquea los dedos] -

Débora: muy despierta… Nancy: si, muy despierta!

Mónica: y sí porque el riesgo es…

Nancy: es grande, y nosotros hacemos lances cortitos, yo he llegado a hacer hasta 50 lances en 12 horas, es una repetición de maniobras que vos ponele, la otra vez hablaba con un armador y me decía vos en un día hacés lo que un tangonero hace en un mes, la cantidad de maniobras que hace en un mes un tangonero, y en un tangonero tenés guinchero, lo hace otra persona, no lo hacés vos como capitán. Entonces, mi idea era buscar algo más light de trabajo, porque ya creo que ya demostré, o sea, muchachos no me pidan más demostración, porque no tengo más para demostrar... entonces, por eso me largué al mercado para buscar un mejor trabajo... todos me dicen te vas aburrir, te vas a aburrir porque estás acostumbrada a otro tipo de vida, y bueno, pero yo quiero cobrar más plata (risas), no sé si me voy a aburrir o no, pero bueno… Si a mí me pagaran bien por el trabajo que yo hago me quedaría…” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

En relación a lo que mencionábamos anteriormente respecto de las condiciones de trabajo, en otro momento de su relato nos ofreció su mirada sobre el tema. Aún tratándose de la explotación de un recurso que supone una alta tasa de rentabilidad, que debe aplicar estándares internacionales para la producción y la certificación de calidad en el mercado globalizado, al preguntarle por la normativa que rige la vida laboral de este colectivo explicó:

“Mónica: ¿y eso no es por convenio, o cómo es?

Nancy: yo no tengo convenio, porque como está muy centralizada esa pesca, son 4 barcos, 2 empresas, o sea, queda en el ping pong entre ellos dos, no hay competencia...

Mónica: claro, no podés...

Nancy: claro, entonces... en alguna época se pagaba... vos entrabas en un barco de estos y era, nada, te sacaste la lotería, pero con el tiempo el recurso lo fuimos agotando, porque no hubo buenas políticas aplicadas, entonces hoy por hoy hay poco recurso, entonces la plata se nos fue a menos, mucho menos

Mónica: tenés más tiempo y menos producción

Nancy: claro, entonces bueno nada, la idea... me fui, hace cuánto... 10 días... hace 10 días, 12 días por ahí que me habré ido de la empresa, que llegué y le dije -bueno ahí te dejo el barco, me estoy yendo chicos, deseenme suerte (risas)” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

Por otro lado, al referirse a su carrera como capitana y las dificultades que conlleva, señaló que una de ellas tiene que ver con su “sobrecalificación”, la cual supone resultaría ofensiva o humillante para otros capitanes, aspecto que operaría a modo de “techo de cristal”, impidiendo que pueda acceder a navegar en flotas más redituables y así tener un mejor salario. En sus palabras:

“Y bueno peleando el tema de que, porque el otro día estaban en el grupo necesitando acá en Rawson oficiales, sale uno y me dice che necesitan oficiales acá en Rawson, el que esté interesado le paso el teléfono del armador, que está tomando gente (…) y lo llamé y me dijo -no, yo no soy armador, ¿por qué, para usted?, sí -le digo- yo soy Piloto de pesca de 1°... en realidad soy capitán, pero no lo quiero asentar a mi título porque no quiero quedarme sin embarque por tener un título muy superior a mucha gente, porque no todo el mundo se recibe de capitán, es demasiado título, es mucho peso...

Mónica: no te sacan después...

Nancy: y lo que pasa es que va a ser para conflicto... les pesa que uno tenga demasiado título... fui a la entrevista de una empresa allá en Mar del Plata, que me preguntaron que por qué me iba de la empresa donde estaba, tantos años que llevaba y les dije que por un tema económico, nada más y quisiera irme al langostino porque obviamente se gana mucho mejor porque está saliendo más langostino, yo estuve muchos años en el langostino, de marinera, estuve, conozco del oficio, sé del oficio... y entonces me dijo -bueno, sí, vamos a ver, ¿cuál era tu título?, Piloto de pesca de 1° -le digo-, pero tengo la de capitán que todavía no la asenté, y entonces le dice éste a no sé si era uno de los dueños, un gallego, le dijo, -ya con el título de piloto de pesca sería el título más alto entre todos nuestros capitanes... con Piloto de pesca de 1°, o sea ni siquiera con el último título, ya siendo Piloto de pesca de 1° tendría el título más alto de todos los capitanes que tienen ellos... entonces eso pesa también, por ahí uno se siente ofendido, uno que tiene unos cuantos años... -no, me vas a mandar una mina, encima con un título más alto que el mío... entonces no quiero tener esa resistencia, por eso tengo mi título de capitán guardadito ahí, total no se gasta (risas)... y no sé cuándo lo voy a asentar, voy a ver…” (Nancy Jaramillo, Puerto Madryn, 19 de abril de 2019. Entrevista realizada por las autoras)

En este comentario, la referencia de que a otros capitanes o autoridades les pesa que haya logrado obtener el título y desempeñarse a su vez como capitana, sumado a otras situaciones que nos contó en las cuales, por ejemplo, marineros se negaban a embarcar al enterarse que el buque sería dirigido por una mujer, refuerza esta idea de que aún habiendo “demostrado” sobradamente su idoneidad y contando con las acreditaciones que así lo demuestran, sigue operando una suerte de estigma que a ella, al igual que a sus detractores en cierto modo también le pesa, aunque permanentemente busque alternativas para liberar esa carga y desoir determinados mandatos, además de probarse a sí misma en este acto, son sus contradicciones.

6. Reflexiones finales

El presente artículo buscó indagar en torno a la biografía de Nancy, una mujer capitana de pesca, más allá de su singularidad o excepcionalidad. Confrontando con la “corrección política” y el marketing que utiliza el “amor propio” y la “fortaleza femenina” como eslogan publicitario, o con el reconocimiento de una “ciudadana ilustre”, una mujer que por sus logros merecería ser equiparada a un “gran hombre” propio de la historiografía tradicional, este trabajo analizó algunos fragmentos, trazos de la vida de Nancy en la complejidad de sus relaciones sociales, el contexto histórico social en el que su agencia tuvo lugar, además de los sentidos por ella construidos en torno a sus acciones pasadas, sus vínculos y sentires.

Proponiendo en estas páginas una primera aproximación, nuestro objetivo es continuar indagando en torno a ésta y otras historias que, desde lo individual y lo colectivo puedan iluminar aspectos sobre las intersecciones entre clase y género y los modos en que ambas categorías modelan las experiencias y a la vez son vividas por las personas, y los significados por ellas atribuidos a las mismas. Inscribiendo y dando cuenta de la interseccionalidad que opera en el sistema patriarcal.

Consideramos que en el análisis de este trayecto individual es posible reconocer la experiencia de un colectivo que poco a poco comienza a reconocerse como tal: el de las mujeres marineras, quienes, en tanto parte de la clase obrera, empleada en una rama específica de la actividad económica, pugnan por hacerse lugar y conquistar mayores derechos laborales. Con el objetivo de contribuir a la reflexión sobre los cruces entre clase, género, experiencia y memoria, este trabajo concluye sus páginas bajo la convicción de que es posible seguir construyendo miradas capaces de disputar un pasado y un presente de y para las mujeres trabajadoras.

En mérito a lo antes señalado, y ya avanzada la evaluación de este artículo, hemos tomado conocimiento de que el Senado de la Nación ha aprobado con media sanción una ley que establede un cupo laboral del 30% de mujeres y de un 1% de personas trans en las tripulaciones de la flota pesquera6. Es dable señalar que la propuesta sería instrumentada en un plazo de cinco años, generando diversas y conflictivas reacciones de parte de las cámaras y organizaciones sindicales del sector, pero definitivamente entendemos pertinente destacar que, de la mano con esto, por primera vez partió desde el muelle de Puerto Madryn una embarcación comandada por dos mujeres: Nancy Jaramillo como capitana y Susana Benítez como primera oficial.

La indudable presencia de las identidades feminizadas y disidencias está definitivamente incorporada, más allá del debate que continuará expresándose en distintos niveles, la necesidad de democratizar y despatriarcalizar espacios de trabajo -sobre todo en el ámbito pesquero- es un hecho irreversible, que se puede situar en los cambios operados en la interseccionalidad de lo político y lo sociogenerizado a partir de las luchas feministas.

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1Según F. Collin (2006), la ausencia de las mujeres como sujetos en la historia está relacionada con su evicción del poder y el escaso o nulo reconocimiento por su actividad, en un marco de dominación que ha contribuido a la expropiación de tales acciones por parte del poder masculino. En coincidencia con Scott, señala que esta situación ha sido más evidente en contextos revolucionarios -como la revolución francesa-, en la cual las mujeres contribuyeron a las transformaciones generadas, pero luego fueron excluidas de sus principales espacios de decisión. A su vez, en torno al debate sobre la necesidad de construir una historia de las mujeres o de reinscribirlas en la historia -problematizando su minorización-, plantea la importancia de no reducirla a una historia de mujeres destacadas o que han desarrollado una actividad innovadora, señalando a la memoria y el tiempo como elementos que trascienden a la historia y revalorizando a la historia oral como modo de inscribir “...lo general en lo singular, lo político en lo privado, la actividad en la pasividad...”

2Un ejemplo de este tipo de tratamiento puede encontrarse en un artículo periodístico titulado “Las aventuras de la única capitana de barco pesquero del país: “El mar es mi casa; mi familia, el hogar que visito”. La referencia al trabajo de Nancy como una “aventura” refuerza esta noción de excepcionalidad, mientras que el siguiente pasaje construye una imagen romantizada sobre ella: “Con una sonrisa se prepara para emprender la próxima travesía. El brillo de sus ojos revela un sesgo de timidez, pero se desenvuelve con naturalidad en el puente de mando del ESAMAR IV. Se enamora ante la incertidumbre de una nueva marea”. Clarín, 06/01/2021. Disponible en:https://www.clarin.com/sociedad/aventuras-unica-capitana-barco-pesquero-pais-mar-casa-familiahogar-visito-_0_9PgadnwCt.html.

3Ilustrando, la población de Trelew en 1970 era de 24.214 habitantes; en 1974 eran 38.664; en 1975 42.542 y en 1957 52.000. El aumento poblacional respondió al desarrollo capitalista de la región, que se tradujo en una demanda creciente de mano de obra generada por la industrialización subsidiada. Ver: Gatica [et.al.] (2005)

4Como señala Graciela Queirolo (2020:43-47) la segregación laboral es una construcción histórica que ha dado lugar a la “división genérica de los empleos”, es decir, a la asignación de puestos laborales según las nociones dominantes de masculinidad y feminidad, que asocian la fortaleza y la capacidad de realizar trabajos pesados a los hombres y la fragilidad y la capacidad de realizar trabajos manuales a las mujeres. Esta división es jerárquica, lo que implica un menor acceso de las mujeres a empleos mejor remunerados, la desigualdad salarial pese a realizar las mismas tareas o la imposibilidad de ascenso laboral (incluso adquiriendo mayor capacitación profesional). A su vez, condiciona su desempeño en la medida en que las tareas domésticas continúan siendo socialmente feminizadas, en un doble proceso que implica una “segregación horizontal” (de empleos) y “segregación vertical” (de jerarquías).

5El Chubut, 12/06/2021 (Aclaración: Susana Benítez en esta nota figura con el apellido Candia, pero se trata de error en la redacción del periódico) Disponible en: https://www.elchubut.com.ar/p/2021-6-11-21-25-0-partio-desde-madryn-el-primer-buque-pesquero-al-mando-de-dos-mujeres

6Jornada, 29/05/2021. Disponible en: https://www.diariojornada.com.ar/302122/provincia/inquietud_en_pesca

Recibido: 23 de Abril de 2021; : 17 de Junio de 2021; Aprobado: 25 de Junio de 2021

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