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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.91 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct. 2023

http://dx.doi.org/10.7775/rac.es.v91.i3.20640 

ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS MÉDICAS

La epoca posterior a Vesalio. Aparición de la fisiología

The Period after Vesalius. The Emergence of Physiology

Jorge C. Trainini

Aparecido en el firmamento médico Andrés Vesalio y desarrollada su obra (Cátedra de Padua y “De Humanis Corporis Fábrica”), el galenismo comenzó su desmoronamiento. Si bien la “Fábrica” no adolecía de errores, su procedimiento de investigación basado en la disección humana, dejó la huella necesaria para una revisión permanente, en la búsqueda continua de la realidad de la naturaleza, la “physis” de los presocráticos. Con Vesalio, en el campo de la Anatomía, termina claramente una edad, la Media, y comienza la Edad Moderna, pero, con casi catorce siglos de hegemonía, los conceptos de Galeno no fueron fáciles de desterrar.

Sin embargo, la semilla había sido sembrada. Y en su fruto, una pléyade de anatomistas se irradió desde la Universidad de Padua, fundada por Federico II en 1222, hacia el resto de Europa, buscando en la disección del cuerpo humano el conocimiento preciso. Los “nuevos exploradores del cadáver” fueron Realdo Matteo Colombo (1516-1559) (ojo, oído), Gabriele Falloppio (1523-1562) (trompa uterina, oído, ojo), Fabrizio d’Acquapendente (1533-1619) (válvulas venosas), Giulio Casserio (circa 1552-1616) (maestro de Harvey) y Adrián van den Spieghel (1578-1625) (lóbulo hepático) en Padua. Costanzo Varolio (1543-1575) (protuberancia anular) y Giulio Cesare Aranzio (1530-1589) (“ductus arteriosus”, cuarto ventrículo) en Bologna. Guido Guidi (muerto en 1559) (cerebro, huesos del cráneo) en Pisa. Bartolomeo Eustacchio (1520-1574) (oído, riñón, dientes, trompa que lleva su nombre) y Arcángelo Piccolomini (1525-1568) (anatomía fetal, músculos abdominales, cerebro) en Roma. Giambattista Cárcano (1536-1606) (“foramen ovale”, “ductus arteriosus”) y Giovanni Filippo Ingrassia (1510-1580) (apófisis esfenoidal que lleva su nombre) en Nápoles.

Merece mención aparte Bartolomeo Eustacchio, quien ejerció en Roma. Fue autor del libro “De vena azygos”, donde refiere el conducto torácico y menciona la válvula ubicada en la desembocadura de la vena cava inferior que lleva su nombre (“válvula venae cavae inferioris”). Tuvo un concepto avanzado de la estructura cardíaca.

En España descollaron: Pedro Jimeno (circa 1515-circa 1551) y Luis Collado (circa 1555) (ambos describieron el hueso del oído llamado estribo, “stapeda”); Juan Calvo (circa 1580) (tratadista), Juan Valverde (circa 1515-?) (excelente tratado anatómico); Alonso Rodríguez de Guevara (circa 1559); Francisco Díaz (circa 1588) (urología); Bernardino Montaña de Monserrate (circa 1480) (primera obra anatómica española).

Félix Platter (1536-1614) (descolló en la disección) y Gaspar Bauhín (1550-1624) (válvula íleo-cecal) deben nombrarse en Suiza. Guillaume Rondelet (1507-1566) en Montpellier disecó el cuerpo de su hijo primogénito, muerto en la infancia. En ese sitio y fecha, esta actitud motivó furiosas críticas, ya que la gente tenía horror a la anatomía. También hizo construir el primer teatro anatómico en Francia, ya desaparecido.

Leonard Fuchs (1501-1556) impulsó la anatomía en Alemania, donde sobresalieron también Salomón Alberti (1540-1600) (válvulas venosas) y Volcher Coitier (1534-1600) (osteogénesis).

Johan Jessen (1566-1621) en Praga intentó describir la anatomía de la fonética. En Inglaterra se destacó John Banister (1540-1610) (tratadista), mientras que en Leiden debemos mencionar a Pieter Paaw “Pavius” (1564-1617) (osteología, hueso vómer).

Pero el cambio fue aún más importante. La anatomía no permaneció quieta, en su estamento puramente morfológico, sino que tras el aporte de Jean Francois Fernel (1497-1558) con su “Universa Medicina” (1554), se puso en marcha la maquinaria humana. El término fisiología ya no designará el concepto de estudio de la "physis" de los presocráticos, sino que será el estudio de la función y movimiento de los seres vivos. Así este nuevo desarrollo habría de contar con figuras como la de Fabrizio d’Acquapendente (circa 1533-1619) y Santorio Santorio (1561-1636). Este último nacido en Capo d’Istria, Italia, fue profesor en Padua. Además de ser el iniciador de la termometría clínica, se le debe la construcción del “pulsilogium”, un aparato para mensurar el pulso. En su obra “Commentaria in primam fen primi libri canonis Avicennae” (Venecia, 1625), hace mención a setenta y tres variedades de pulsos.

Los fundamentos expresados anteriormente definen que si bien Vesalio no modificó los conceptos sobre fisiología circulatoria emanados de Galeno, salvo el hecho ya apuntado anteriormente, de negar la existencia de los poros en el septum interventricular en su segunda edición de la “Fábrica” (1555), su metodología de estudio permitió a sus seguidores el desarrollo de pautas fundamentales. Así, el español Juan Valverde de Amusco (nació circa 1515), y los italianos Realdo Colombo (nació circa 1516-1559), Andrea Cesalpino (1519-1603) y Fabrizio d’ Acquapendente fueron los encargados de llevar la antorcha del conocimiento hasta el talento de William Harvey, el definitivo descubridor de la circulación sanguínea.

También merece nombrarse, más por la polémica que por el real conocimiento de la circulación demostrado, a Francisco de la Reyna. Algunos autores pretendieron encontrar en el texto de este veterinario nacido en Zamora (España), denominado “Libro de Albeytería”, una descripción de la circulación en el párrafo “por manera que la sangre anda en torno y en rueda”, que él describe en los miembros del caballo. De la primera edición correspondiente a 1546 no se conserva ningún ejemplar, pero sí de la segunda publicada en Mondoñedo en 1552. Hubo también una tercera edición efectivizada posteriormente en Burgos en 1564. Galenista en sus concepciones, Francisco de la Reyna sitúa en el hígado el nacimiento del sistema venoso de la cava. Investigadores de la talla de Lain Entralgo y Barón Fernández han concluido que del texto del zamorano no debe inferirse ninguna idea formal de la circulación de la sangre.

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