Integración latinoamericana, nacionalismo y concepciones geopolíticas: el pensamiento de Ítalo Argentino Luder en las décadas de 1970 y 1980
A modo de introducción
En este artículo analizaremos la producción intelectual del político justicialista Ítalo Luder en las décadas de 1970 y 1980 sobre aspectos tales como la política exterior, las relaciones con los países limítrofes de Brasil y Chile y su proyecto de desarrollo nacional dentro del espacio latinoamericano. [1] Consideramos que, en este lapso temporal, existe una fuerte presencia de los estudios provenientes de la corriente nacional territorialista irredentista que utilizan concepciones geopolíticas confrontativas en sus producciones intelectuales. [2] En este punto, vamos a sostener que, si bien Luder esgrime argumentos propios de esta corriente, no podemos definirlo como uno de sus integrantes. [3] Esto lo evidenciaremos en el análisis de numerosos trabajos, entrevistas y discursos que fueron compilados en las fuentes trabajadas. [4]
La corriente nacional territorialista irredentista nuclea a intelectuales civiles y militares, que dedican sus estudios y producciones intelectuales al abordaje de los conflictos limítrofes entre Argentina y sus países vecinos, pero también sobre el aprovechamiento de los recursos en áreas fronterizas y el desarrollo nacional. [5] Debemos destacar que, si bien gran parte de su matriz conceptual surge a finales del siglo XIX con intelectuales tales como Vicente Quesada y Estanislao Zeballos, es en las décadas de 1960, 1970 y 1980 en las cuales encontrará mayor difusión, justamente, en instancias en las que Argentina mantenía enfrentamientos con Brasil y Chile. [6] En este sentido, en investigaciones anteriores hemos planteado que la geopolítica ofreció, desde sus diferentes vertientes interpretativas, una amplia gama de concepciones que permearon durante este recorte temporal a una gran parte de las producciones intelectuales argentinas ligadas al análisis de estos ejes temáticos. Tales concepciones giraban en torno al aparente expansionismo territorial de los países vecinos, la necesidad de afianzar el Estado en zonas fronterizas, la historia (equívoca) de la política exterior, el factor poblacional, la relación entre extensión del territorio y fortaleza de la nación, la proyección y posicionamiento en el esquema sudamericano por parte de Argentina –en calidad de potencia–, entre otras (Di Renzo 2021a, p. 68). A lo largo de este artículo, entonces, también retomaremos elementos de esta hipótesis para relacionarla con las producciones intelectuales de Ítalo Luder.
De este modo, evidenciaremos que la influencia de la geopolítica fue central en los trabajos de nuestro autor ligados al proyecto de desarrollo nacional en el espacio latinoamericano. Así, al abordar sus producciones intelectuales, pretendemos contribuir a la vacancia existente dentro de la historiografía argentina y sudamericana dedicada al estudio de la intelectualidad civil en el campo de la geopolítica generalmente asociada al actor militar. Y, en particular, contribuiremos al conocimiento sobre aspectos desconocidos de la figura de Ítalo Luder, que ha sido abordada, principalmente, por la historiografía dedicada al estudio del terrorismo de Estado en Argentina. [7]
Ítalo Argentino Luder: trayectoria profesional
En este apartado destacaremos algunos momentos en la trayectoria profesional de Ítalo Argentino Luder que, a su vez, guardan relación con las fuentes que analizaremos. Este político argentino nació en la ciudad de Rafaela, provincia de Santa Fe, el 31 de diciembre de 1916. Cursó sus estudios secundarios y universitarios en la ciudad de Santa Fe y, en ambos ciclos, actuó como dirigente estudiantil. Se recibió de abogado y doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional del Litoral a los 22 años.
En cuanto a la militancia política dentro del peronismo, podemos mencionar que, en noviembre de 1948, fue elegido como convencional nacional constituyente en representación de la provincia de Buenos Aires y tuvo una importante participación en la reforma de la Constitución nacional del año 1949 (presidió la Subcomisión Primera). Posteriormente, debemos destacar que en 1973 fue elegido como senador nacional, vicepresidente primero del Bloque Justicialista de Senadores y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la Nación. Fue nombrado embajador extraordinario y plenipotenciario en misión especial y se desempeñó como presidente de la delegación argentina al Encuentro entre los Parlamentos Europeo y Latinoamericano (Bogotá, julio de 1974), también fue presidente del Grupo Parlamentario Argentino ante la Asamblea de la Unión Interparlamentaria (Japón, octubre de 1974), presidente del Grupo Parlamentario Argentino ante la Reunión de las Comisiones Permanentes de Integración Política y de Integración Económica del Parlamento Latinoamericano (Buenos Aires, diciembre de 1974), y como presidente del Grupo Parlamentario Argentino ante la VII Asamblea Ordinaria del Parlamento Latinoamericano (Caracas, febrero de 1975). En este último encuentro, fue designado presidente del Parlamento Latinoamericano en la Asamblea Ordinaria. Durante su mandato, el Parlamento Latinoamericano aprobó una resolución referida a la soberanía argentina en las Islas Malvinas. [8]
El 11 de julio de 1975, la Cámara de Senadores de la Nación lo eligió como su presidente. [9] Ese mismo día, se sancionó la Ley 20.972 de Acefalía Presidencial, (promulgada el día 21 de julio), y Luder quedó en primer lugar en la línea sucesoria presidencial ante una eventual ausencia de la presidenta María Estela Martínez de Perón. Por ende, y debido a la licencia solicitada por esta, entre el 13 de septiembre y 17 de octubre de 1975, ejerció la presidencia de la nación de manera provisoria. [10]
Durante su breve gestión en dicho cargo, se firmaron los decretos n° 2770, 2771 y 2772, conocidos comúnmente, junto con el decreto 265/75, del mes de febrero, como “Decretos de Aniquilamiento”. [11] Mediante estos, se extendió la participación en la lucha contra la subversión a las tres fuerzas armadas y a la totalidad del territorio nacional (Izaguirre, 2004, p. 7). Otro dato a destacar es que, durante el lapso como presidente provisorio, designó nuevos ministros: Ángel Robledo en el Ministerio del Interior, en Relaciones Exteriores a Manuel Arauz Castex y en Defensa a Tomás Votero, además de llenar un vacante en la Corte Suprema de Justicia.
La dictadura civil-militar autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional” derrocó al gobierno constitucional encabezado por Isabel Perón y, por ende, Luder debió dejar su cargo de presidente de la Cámara de Senadores. Desde entonces y hasta el inicio del período de la “apertura democrática”, sus contribuciones intelectuales lo alejaron del pensamiento geopolítico para centrarse en la formulación de críticas al gobierno de facto, por ejemplo, en aspectos económicos. [12] Del mismo modo, cuestionó la política exterior emprendida, respecto de la cual señaló que “se marginó deliberadamente a todos los sectores sociales de la elaboración de decisiones, para entregar la conducción a un pseudoelitismo mediocre y depredador que asoló al país” (Luder, 1983c, p. 77). También criticaba una aparente actitud pasiva y marginal en diferentes frentes, pero sobre todo en el Sistema Económico Latinoamericano (SELA). [13] Este es un dato de relevancia dentro de su producción ya que, como veremos, el espacio latinoamericano es clave en su estrategia de desarrollo nacional.
En este sentido, la guerra de Malvinas habría mostrado el error de la inserción internacional que había elegido el gobierno militar ya que, bajo su perspectiva, “los países de Occidente respondieron a sus viejas alianzas económicas con Inglaterra y los Estados Unidos también brindó su apoyo logístico a su aliada histórica y su principal apoyo logístico en la NATO en estos momentos” (Luder, 1983h, p. 184).
Siguiendo con su biografía, en el año 1981, se unió a la Multipartidaria Nacional como representante del Partido Justicialista y, ante la posibilidad de llamado a elecciones, su nombre comenzó a sonar como probable candidato presidencial. El abogado santafesino aceptó esa postulación dentro del Justicialismo, acompañado por Deolindo Bittel en la fórmula. [14] Sin embargo, el resultado de las elecciones de diciembre de 1983 no fue el esperado, y esta quedó en segundo lugar con un 40,1% de los votos. [15] Las causas de esta derrota son múltiples y no es nuestro interés aquí abordarlas, aunque debemos señalar algunas, tales como la cuestión del proyecto de ley de autoamnistía y la supuesta firma de un pacto militar-sindical, o incluso el impacto que generaban las acciones emprendidas por el candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias. [16]
No obstante, su figura siguió presente dentro de un peronismo que se caracterizó por la existencia de diferentes tendencias internas y, en 1986, fue precandidato a senador por la provincia de Santa Fe. Posteriormente, en 1987, fue electo como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Los últimos cargos de relevancia dentro de su carrera fueron los de ministro de Defensa (desde el 8 de julio de 1989 al 26 de enero de 1990), que luego dejó para desempeñarse como embajador en Francia (hasta el año 1993). Falleció en el año 2008, a los 91 años, y luego recibió un homenaje en el Senado. [17]
Propuesta de conducción en política exterior y desarrollo nacional
En este apartado proponemos abordar aquellos elementos que refieran a su propuesta para llevar a cabo una adecuada conducción en política exterior. Asimismo, evidenciaremos que esta se halla en estrecha relación con el desarrollo del aparato productivo nacional.
En primer lugar, debemos destacar que existen constantes referencias por parte de Luder al proyecto de desarrollo e inserción internacional de Juan Domingo Perón y la denominada “Tercera Posición”. [18] Dentro del universo de concepciones geopolíticas de Perón –y acorde con los objetivos de este trabajo–, debemos destacar el lugar asignado a la solidaridad e integración entre los países del Cono Sur en un contexto caracterizado por los inicios de la Guerra Fría. [19] Pues, desde muy temprana edad, Perón habría tenido presente la importancia del espacio latinoamericano, evidenciado en su predilección por la gesta americanista del general San Martín, tomada luego como ejemplo de su acción en política exterior (Flores, 2017).
En numerosas ocasiones, Perón impartía sus lineamientos sobre una adecuada política exterior en Latinoamérica, por ejemplo, al sostener que “Existe en nosotros los argentinos una fuerte conciencia latinoamericana porque nuestra historia es común, el idioma, la religión y las costumbres, todo lo cual son lazos suficientes para estrechar la unidad continental” (Perón, 1973 p. 169).
En consonancia con esto, durante los primeros mandatos de Perón, se concretaron una serie de convenios, acuerdos y tratados con los países latinoamericanos, fortalecidos con una política de difusión de la política exterior justicialista y la integración regional, realizada a través de los agregados obreros y la Acción Chileno-Argentina (ACHA). Así, la difusión de la propuesta peronista era, por una parte, política: la búsqueda de cierta autonomía ante las potencias hegemónicas (Tercera Posición) y también cultural: la unión de los pueblos. [20] Este último aspecto implicaba la superación de fronteras nacionales por la integración regional (Flores, 2017, p. 194). [21]
Dicho esto, debemos señalar que Luder estableció una estrecha relación entre sus concepciones geopolíticas y lo que consideraba como una adecuada conducción de la política exterior. En Argentina y sus claves geopolíticas(1974.) se expresaron los lineamientos generales de la política exterior del tercer peronismo a la que apoyaba y contribuía desde sus propias concepciones y también como funcionario. [22] En la portada, puede advertirse una primera aproximación a sus planteos:
En esta obra, se exponía un proyecto de desarrollo nacional, basado en la revalorización de ciertas áreas a las que consideraba como prioritarias, tales como la Cuenca del Plata y también algunos posicionamientos en torno a temas estratégicos de la política exterior. Tal es el caso de la soberanía argentina sobre el Atlántico, espacio que constituye el hinterlandde la nación; en la portada, además, se reflejaban sus ideas al ilustrar el contorno de la Península Valdés, ubicada en la provincia del Chubut. [23] Parte de la importancia asignada al mar respondía al diagnóstico de “el hambre y la falta de proteínas que se ciernen sobre la población mundial” (Luder, 1974a, p. 52). De ahí que el mar, como fuente proveedora de materias primas, aparezca como una respuesta frente a esta situación que ya había anticipado el general Perón.
Del mismo modo, la portada también reflejaba la importancia asignada a la región patagónica dentro de su propuesta; posición reforzada años más tarde al señalar que, junto con la Cuenca del Plata, el sector andino y el antártico, constituían espacios que debían ser integrados para que Argentina pueda “cumplir su destino de país no sólo continental sino también insular y marítimo” (Luder, 1983d, p. 89). La importancia de estas afirmaciones radicaba en las concepciones geopolíticas utilizadas:
Para esa labor futura debemos prepararnos sobre la base de una geopolítica que no se aferre a la antigua concepción de la Argentina circular, portuaria, con su centro en Buenos Aires, y considere la idea de una Argentina triangular, proyectada hacia América a través de las vertientes del Plata y andina y hacia el mundo a través de las vertientes patagónicas y antártica. (Luder, 1977, p. 92)
Existe en sus planteos un desencanto con relación al modelo de país orientado por la apertura hacia Europa desde mediados del siglo XIX. Si bien reconocía algunos aspectos positivos –tales como la difusión de la educación popular y el crecimiento demográfico–, remarcaba el hecho de que no se prestara atención a determinados objetivos nacionales de relevancia. Tal era el caso de la política de fronteras, en que reconocía un inadecuado manejo de la política exterior:
Una consecuencia fue la despreocupación por nuestra integridad territorial en lo que refiere a zonas fronterizas, la desaprensión con que se encararon los conflictos sobre cuestiones limítrofes, cuyos resultados fueron siempre adversos a nuestros intereses. Pareciera que se hubiera querido llevar hasta las últimas consecuencias el rol de granja y granero que se nos había asignado en nuestra inserción mundial y, por lo tanto, centrar el interés en la pampa húmeda y su ampliación mediante la conquista del desierto… Como contraste de esta actitud señalo que, en el mismo lapso, esto es, desde mediados del siglo pasado hasta los primeros años de este siglo, Brasil aumentó su territorio en más de ochocientos mil kilómetros cuadrados. (Luder, 1977, pp. 113-114)
En esta cita podemos reconocer, al menos, tres elementos centrales del discurso implementado por la corriente nacional territorialista irrendentista. Por un lado, se sostiene la existencia de una conducción en política exterior desinteresada por la política de fronteras. La explicación se hallaría en el modelo de desarrollo económico argentino, de acuerdo con el cual se les otorgaba valor a aquellos espacios que podían generar riquezas destinadas a la exportación de materias primas. [24] Por ende, la denuncia del desinterés de la élite respecto de cuestiones ligadas a la política de fronteras de regiones alejadas al centro era uno de los aspectos recurrentes dentro de la citada corriente y que Luder señalaba en más de una ocasión. Por tanto, los dirigentes porteños y sus estrategias vinculadas al modelo económico responderían a un proyecto basado en su propio lucro. [25] Existe una concordancia entre este planteo con lo esgrimido por Perón, quien, al referirse a la idea de la conformación de una comunidad hispanoamericana en el siglo XIX, sostuvo que “La oposición, preciso es confesarlo, está preponderantemente en Buenos Aires, que mantenía por diversas razones un criterio un tanto aislacionista” (Perón, 2016d, p. 105).
En contrapartida a estos supuestos, Luder proponía un proyecto geopolítico que tuviera por objetivo el desarrollo de una Argentina continental, insular y marítima que diera como resultado la vertebración nacional. Por otro lado, señalaba que Brasil, en el mismo período, había podido extender su territorio, dando a entender que en ese país se había llevado a cabo una política exterior comprometida. Sin embargo, si bien se deja entrever la existencia de un expansionismo brasileño, no postulaba una política de confrontación. Como veremos más adelante, dentro de su propuesta, Brasil no aparecía como un enemigo a vencer en el proyecto de integración latinoamericana.
En función de lo dicho, podemos afirmar que una adecuada conducción de la política exterior debería contemplar la importancia del territorio argentino en su totalidad y no guiarse por el interés económico de la élite porteño-céntrica. Estos puntos son coincidentes con la corriente nacional territorialista irrendentista que, para la década de 1970, se hallaba particularmente activa en lo que respecta a la producción intelectual. No obstante, la asociación entre la extensión territorial y la grandeza de la nación –conceptos clave esgrimidos por parte de esta corriente– no estarían presentes. Si bien existía una preocupación por las cuestiones fronterizas irresueltas y por la integración de las zonas geográficas alejadas a la pampa húmeda, no se evidencia una nostalgia por la herencia territorial de la etapa virreinal (Cavaleri, 2004). Esta es tal vez la principal diferencia entre los postulados del político peronista en comparación con figuras representantes de esta corriente, tales como Osiris Villegas e Isaac Rojas, que desarrollaron argumentos que fortalecían el irredentismo. Es decir que, si bien compartían similares preocupaciones dentro de sus trabajos, estas son interpretadas en claves diferentes. [26] Mientras que unos lo hacían con cierta nostalgia respecto del pasado o con la esperanza de convertir a la Argentina en potencia, Luder lo piensa con miras a la integración de las áreas que consideraba rezagadas con un proyecto de mayor alcance y a escala latinoamericana. [27]
Tal vez el espacio geopolítico de mayor consideración dentro de la producción intelectual de Luder es la Cuenca del Plata, a la que veía como un desafío para lograr el desarrollo nacional y también como espacio de articulación con la estrategia de integración latinoamericana. Consideraba que era un tema prioritario y así lo expresaba en el informe expuesto en el Senado en el año 1974, cuando llegó a sostener que la geopolítica de esta zona “debe canalizar toda la acción diplomática y técnica del gobierno argentino en esta materia” (Luder, 1974a, p. 44). En dicho informe, se considera la dificultad existente en torno al aprovechamiento de aquellos ríos que ofrecen las mejores posibilidades de explotación, que son los que tienen la característica de ser compartidos con otras naciones. [28]
Debido a las diferencias existentes con Brasil y Paraguay en la determinación de este aspecto, sostenía que “si no hubiera límites políticos, es evidente que el tratamiento del tramo Guayra-Iguazú-Corpus, debería ser objeto de un planteamiento integral y científico del mismo” (Luder, 1974a, p. 30). Esto se vería reforzado por la existencia de una inadecuada conducción de la política exterior, que se manifiesta en la falta de presencia internacional y en el mal manejo de esta área vital para el desarrollo y la integración latinoamericana.
Para continuar con nuestro análisis, la importancia asignada a la producción energética y al desarrollo de la industria nacional son aspectos que lo acercan a los postulados del irredentismo, al menos al sector que postulaba un modelo a seguir. [29] Así, proponía un desarrollo económico que:
Promueva el aumento de la productividad, tanto del agro como en la industria y con precios compensatorios que promuevan la explotación primaria con el mayor valor agregado posible y una política de sustitución de importaciones y estímulos para la exportación que asigne una adecuada prioridad a la infraestructura energética y a las industrias básicas. (Luder, 1977, p. 46)
De esta manera, podemos inferir que un país que cuente con un mayor desarrollo de su aparato productivo tendría una mayor independencia en la toma de decisiones en materia de política exterior. [30] Pues una de las estrategias de las potencias hegemónicas para la región latinoamericana sería generar dependencia económica para poder, así, fortalecer su influencia. Proponía que se lleve a cabo un plan económico integral, teniendo en cuenta a las áreas geográficas “descuidadas” y no articuladas al aparato productivo, con un adecuado desarrollo en materia de producción energética. [31] Este debía estar orientado hacia Latinoamérica, al igual que el resto de los países que componen esta región, con el fin de lograr una política común de desarrollo, “con un autoabastecimiento tecnológico y sin dependencia extranjera” (Luder, 1977, pp. 66-67). En otras palabras, la respuesta necesariamente debería realizarse en conjunto y con base en la complementación de los aparatos productivos.
Como hemos mencionado, una adecuada conducción en política exterior debería contener una serie de características específicas que se verían reflejadas en la gestión del tercer peronismo, de la cual Luder formaba parte y reforzaba con sus propios planteos. A modo de ejemplo de la primera situación, podemos nombrar la declaración de solidaridad y de preocupación frente a la instauración de regímenes autoritarios en Uruguay (con inicio el 27 de junio de 1973) y en Chile (11 de septiembre de 1973). Sin embargo, la posición esgrimida al respecto contemplaría que la existencia de dictaduras en los países vecinos no constituiría un obstáculo en la política exterior que se pretendía llevar a cabo, cuyas bases se encontrarían en el pluralismo ideológico y en la no intervención en los asuntos internos de los demás países. También podemos señalar el discurso pronunciado el 6 de agosto de 1973 en el Senado de la nación argentina, en el que se destaca que la unidad de los países sudamericanos deviene tanto de una historia compartida como de un destino histórico compartido. [32]
Posteriormente, en una entrevista publicada por el diario Clarín en el marco de su campaña presidencial, Luder no abandona estas ideas, al señalar que los rasgos de su política exterior serían los de: “la tercera posición, la preservación de nuestra capacidad de decisión nacional y el rechazo a la doctrina de las fronteras ideológicas”. [33]
Sin embargo, esto no significa que nuestro autor avalara la existencia de regímenes autoritarios en los países limítrofes, sino que existe en sus trabajos una diferenciación en torno a la idoneidad del sistema político de la Argentina y lo que considera como pertinente en las cuestiones relacionadas con la política exterior. Pasemos entonces, al análisis correspondiente al razonamiento geopolítico sobre los enemigos reales o potenciales de la nación argentina y de la región.
En busca de un adversario: Gran Bretaña, Estados Unidos y Brasil
En este apartado, nos detendremos en uno de los elementos presentes dentro de las producciones intelectuales de la corriente nacional territorialista irredentista: la búsqueda de un enemigo. En este caso, analizaremos las contribuciones intelectuales de Luder con el objetivo de identificar la nación, o las naciones, que afectarían al desarrollo y a la unidad nacional y regional.
Como hemos visto, una adecuada conducción en política exterior debía basarse en la postura de no intervención y de solidaridad con los países latinoamericanos. Además, y en consonancia con esta propuesta, Luder realizó denuncias frente a la supuesta injerencia de potencias extranjeras en la región; estas habrían llevado a su disgregación al implementar una “geopolítica de Dependencia”. La respuesta frente a este avance extranjero en la región sería una “geopolítica de Liberación”. [34] Así, señala que existe un destino de unidad “postergado y frustrado por interferencias extrañas que han procurado nuestra dispersión, que se consumó en perjuicio de nuestros intereses, excitando localismos y estimulando enfrentamientos artificiosos” (Luder, 1974a, p. 9).
En términos de códigos geopolíticos (Flint, 2006), nuestro autor va delimitando potenciales enemigos y cómo enfrentarlos de manera eficiente. Los principales ideólogos del fracaso nacional serían, según él, las potencias extranjeras al instaurar, por ejemplo, supuestos que no admiten la pluralidad ideológica. En primer lugar, Gran Bretaña, quien habría intervenido impulsando la disgregación regional, y en segundo lugar, Estados Unidos, al expandir sus políticas de influencia e intervención en América Latina. No obstante, y en el marco de su campaña como candidato presidencial en 1983, moderó su discurso al sostener la necesidad de un acercamiento, apostando a una recomposición de las relaciones. [35]
En este sentido y siguiendo los lineamientos de Edgardo Manero, consideramos que “la institución del ‘nosotros’ con relación a un ‘otro’ estructura una de las formas más básicas y elementales de la solidaridad: el sentimiento de seguridad mutua, establecido frente a la existencia de un enemigo compartido” (Manero, 2014, p. 80). Para Luder, tanto el nosotros como el otro, o más bien los otros, se encuentran claramente definidos. Consideramos que este posicionamiento lo llevará a tomar perspectivas cercanas a la conciliación frente a disputas territoriales y a optar por los mecanismos pacíficos. Esta postura, además, lo acerca a lo expresado por Perón. [36]
Aun así, existe una coincidencia con las denuncias realizadas por irredentismo, puesto que la búsqueda de un enemigo exterior que interviene de manera perjudicial en el desarrollo nacional es una constante. Por ende, una adecuada política exterior debía “ser realista, afirmativa y al servicio de los intereses del país; una política que consolide nuestra capacidad de decisión nacional sin sujeción a las potencias hegemónicas” (Luder, 1983e, p. 133). Esto reflejaría otro aspecto a tener en cuenta: la política exterior debe ser coyuntural, adaptada al contexto que le toque transitar, con capacidad dinámica. Encontramos aquí otro paralelismo con la postura de Perón, en tanto las alianzas o la cooperación tendrían un carácter coyuntural e instrumental, ya que responden a una necesidad de equilibrio de poderes y pueden fácilmente ser desarticuladas cuando no sirvan más como herramientas de regulación (Manero, 2014, p. 186). [37]
Si pudiera esquematizar el diagnóstico y la propuesta de Luder desarrollada hasta aquí, estos podrían sintetizarse de la siguiente manera:
No obstante, no debemos suponer que su proyecto de integración latinoamericana sea tan radical al punto de querer abandonar las fronteras políticas entre las naciones, ya que para Luder, “la integración de Latinoamérica que propugnamos deberá realizarse sin desmedro de la personalidad nacional de cada uno de los pueblos que la integran y también, como una etapa en esa larga lucha por la emancipación del hombre americano” (1974a, p. 10). Dicho de otro modo, proponía un modelo de integración regional manteniendo las identidades nacionales, aspecto que Perón también había señalado:
Ayer fue la época de las nacionalidades, hoy es la época del continentalismo y muy en breve será la hora del universalismo. Es preciso trabajar unidos, solidarios y organizados, respetando siempre las costumbres y la soberanía de los demás pueblos. (Perón, 2016e, p.171)
Por consiguiente, tanto para Luder como para Perón, el contexto de desarrollo de Argentina excedía al de sus límites territoriales, para situarse en el contexto geopolítico latinoamericano. [38] En este sentido, si existe una obra en la que se ejemplifican las particularidades del proyecto de integración latinoamericano, esta es Argentina en Latinoamérica y en el mundo (1976). Desde la misma tapa, estos espacios representan una relación uniforme:
En la portada observamos la delimitación de las fronteras de la Argentina dentro de un mapa eurocéntrico, y el resto del continente americano, con franjas que señalarían un espacio de diferenciación con respecto de América del Norte. Asimismo, presenta una serie de círculos concéntricos de color blanco que nacen al sur de la Argentina y que se van expandiendo hacia el resto del planisferio. Esto demuestra que el interés pasaría, principalmente, por señalar la importancia que se le otorga, desde el mismo título, al país dentro del espacio latinoamericano, y en el resto del mundo. De ahí se deprenden los tres niveles de diferenciación en tramas, situación que se corresponde con el contenido de la obra.
Como hemos anticipado, Luder ve en el país vecino de Brasil un competidor con el que se debería tener ciertos recaudos, más que un aliado. Pues dentro de su proyecto de desarrollo en el espacio latinoamericano, proponía emprender una “geopolítica del Plata”, en oposición a la geopolítica “transamazónica”, respecto de lo cual es más explícito en sus escritos posmarzo de 1976. De ahí se desprende la importancia asignada a la Cuenca del Plata en sus trabajos y entrevistas, que abordan cuestiones relacionadas con el territorio y con las relaciones con los países vecinos, ya que cualquier medida adoptada podría repercutir en el balance de poder sudamericano. Pues si bien Brasil no es declarado eficientemente como un enemigo, se lo reconoce al menos como un adversario, por tener un proyecto geopolítico contrapuesto y, por ende, no es colocado dentro de la órbita de las demás naciones latinoamericanas. Esto representa un distanciamiento, al menos parcial, respecto de las concepciones geopolíticas del general Perón y del rol asignado al Brasil. [39] Acerca de la integración económica, Perón sostuvo:
La República Argentina sola no tiene unidad económica; Brasil solo no tiene tampoco unidad económica; Chile solo tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizás en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero. (Perón, 2016c, p.210)
Aun así, Luder no considera que el enfrentamiento directo con Brasil pudiera dar resultados positivos, sino que propone una alternativa basada en la integración bajo la influencia de la Argentina respecto de los demás países tales como Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile. Dentro de su proyecto, el diálogo y el buen entendimiento entre las naciones latinoamericanas favorecerían los intercambios comerciales y la resolución de eventuales conflictos limítrofes. Existe, entonces, una idea de que, en Latinoamérica, los conflictos limítrofes deben resolverse de acuerdo a una estrategia conjunta de negociación pacífica en pos de un proyecto compartido, no encontrando una vecindad amenazante. Tal sería el caso del conflicto Beagle, como veremos a continuación.
El conflicto Beagle y la postura por el Sí
En este último apartado, analizaremos la postura de Luder con relación al conflicto limítrofe entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle. [40] Dicho de otro modo, evidenciaremos si existe o no concordancia entre su producción intelectual y la decisión de apoyar la propuesta del gobierno democrático de Raúl Alfonsín.
En principio, debemos señalar que, para Raúl Alfonsín, América Latina aparecía jerarquizada como principal socio posible respecto del resto de los países (Míguez, 2013, p. 57) y habría propiciado la búsqueda de soluciones pacíficas a las controversias. Tal es el caso del conflicto Beagle y la decisión de recurrir a una consulta popular no vinculante que dividió las aguas en un peronismo que aún no se recuperaba de la derrota electoral de 1983 (Vommaro, 2006).
La decidida apuesta del gobierno de Raúl Alfonsín por el Sí a la firma del tratado introdujo al justicialismo en un auténtico brete, ya que esto implicó numerosas divisiones sobre cómo proceder (Baeza Belda, 2016). En este sentido, consideramos que la postura por el Sí de Ítalo Luder respondía, al menos en el aspecto intelectual, a sus concepciones geopolíticas y a su proyecto de desarrollo nacional.
Tal como hemos señalado, en su proyecto de integración, Chile no figuraba como un adversario y menos aún como un enemigo, sino que era concebido como un país hermano que tendría un rol importante dentro del espacio latinoamericano, tal como lo había imaginado Perón (2016b). Tampoco se manifiestan concepciones en torno a la posibilidad de que Argentina se convirtiera en una potencia bioceánica, con acceso al océano Pacífico por el extremo sur, sitio en donde se encontraban en disputa las islas Picton, Lennox y Nueva y, en particular, el canal interoceánico del Beagle. De este modo, se distanció de algunos intelectuales de la corriente nacional territorialista irrendentista, ya que, para nuestro autor, el hinterland natural era el Océano Atlántico. Por otra parte, sí podemos afirmar que dentro del proyecto de desarrollo de Luder existía una idea de la Argentina como nación destacada dentro del espacio latinoamericano, que sería establecido por consenso y no por imposición, y menos aún a través de las armas.
En el conflicto por el Beagle, Luder había anticipado su postura respecto a la forma en que se debería dar fin a las diferencias existentes entre ambas naciones, al sostener que “debemos mantenernos dentro del marco de la mediación vaticana, que es la que brinda las mejores posibilidades para el país” (Luder, 1983b, p. 160). [41] La única objeción que podemos encontrar dentro de su postura se observa en el plano “jurídico” y guarda relación con la regulación del llamado al referéndum mediante un decreto del Poder Ejecutivo y no por una ley del Congreso. Es decir que, dentro de sus concepciones, el mecanismo de la mediación aparece como el idóneo a nivel procedimental, lo cual se condice con su proyecto de integración, en el que se difunde una base de diálogo y entendimiento de todas las naciones.
En el contexto argentino de finales de la década de 1970 e inicios de la década de 1980, su propuesta geopolítica de integración del espacio latinoamericano contrasta con la corriente geopolítica contemporánea de confrontación o de oposición expresada por la corriente nacional territorialista irrendentista. En ella, el plano competitivo-conflictivo es una de las características salientes, junto con la ponderación de los factores de poder, armamento, recursos militares y económicos potenciales y reales, especialmente circunscripta al escenario geográfico más próximo, es decir, al área de los países vecinos, singularmente Brasil y Chile (Colacrai, 2019, p. 119). Estos son puntos centrales en los que ambas propuestas se distancian: integración vs. confrontación. Del mismo modo, la lógica de la vecindad territorial –que implica una arquitectura de alianzas, es decir, un sistema de relaciones de vecinos contra vecinos Argentina y Perú, Brasil y Chile– (Manero, 2014, p. 427) no se halla presente en la producción intelectual de nuestro autor.
Públicamente, Luder llamó a votar por el Sí el 31 de octubre de 1984, aunque si nos remitimos a sus concepciones geopolíticas y a su proyecto de desarrollo, podemos sostener que su postura ya contaba con un sustento teórico elaborado al menos 10 años antes. [42] Pues, en primer lugar, la base del entendimiento entre las naciones latinoamericanas debía ser la convivencia pacífica, dejando en un segundo plano las divisiones territoriales, que habrían sido producto del accionar desintegrador de las potencias extranjeras. Así, la herencia compartida y la posibilidad de un futuro de unidad eran elementos claves para comprender el apoyo a la solución pacífica de un conflicto limítrofe de larga data. En segundo lugar, y en términos de códigos geopolíticos, Chile aparecía como un aliado, al igual que el resto de los países de la región. Pues el enemigo estaba identificado: primero Gran Bretaña y luego EE.UU. En tercer lugar, y en términos generales, podemos afirmar que su concepción de frontera no respondía al irredentismo, ni tampoco existía una asociación entre la extensión territorial y fortaleza de la nación, menos aún, una añoranza o un paralelismo entre Argentina y el Virreinato del Río de la Plata. Por ende, las resoluciones de la mediación, de otorgar las islas en disputa o el propio canal interoceánico, no significarían una “amputación territorial”. Pasemos, entonces, a realizar algunos balances generales.
A modo de conclusión
A lo largo de este artículo hemos realizado una serie de análisis que nos permiten señalar algunas conclusiones.
En primer lugar, evidenciamos que el uso de concepciones geopolíticas no era un campo exclusivo de los militares, sino que se encontraba extendido dentro del universo de los intelectuales civiles y políticos argentinos que se interesaban por los conflictos territoriales irresueltos o por las disputas en torno al aprovechamiento de los recursos en las áreas fronterizas. Así, a través del estudio de la producción intelectual, pudimos demostrar cómo estos temas pueden ser abordados desde una óptica no centrada en el irredentismo territorial, sino más bien dentro de un proyecto de desarrollo e integración en un espacio geopolítico de mayor alcance.
Del mismo modo, en términos de códigos geopolíticos, Luder había identificado cuáles eran los enemigos reales o potenciales: Chile no aparecía como uno de ellos, mientras que Brasil era considerado como un competidor, por tener un proyecto geopolítico contrapuesto. En todo caso, los enemigos estarían representados por las grandes potencias imperialistas y no en una vecindad amenazante.
Por otra parte, sus concepciones acerca de una adecuada conducción en materia de política exterior no se vieron modificadas al calor de los acontecimientos que tuvieron lugar en Argentina. En resumidas cuentas, aquella debería ser coyuntural y estar guiada por los principios de solidaridad, de no intervención en los asuntos extranjeros y en la pluralidad ideológica. También en la tercera posición como instrumento de una política internacional independiente y al servicio del desarrollo y seguridad, y en la integración latinoamericana fundada en la herencia cultural y en el destino común de los países que componen la región, sin abandonar la defensa de la soberanía territorial local. Esto se vio reflejado en su postura frente al conflicto por el Beagle, basada intelectualmente en sus concepciones geopolíticas y su proyecto de desarrollo nacional en el espacio latinoamericano.