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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versión On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.33 no.59 Buenos Aires dic. 2022  Epub 01-Dic-2022

http://dx.doi.org/3 

Digitalización y neoliberalismo

Transformaciones socio-técnicas del capitalismo y focos de emergencia de la forma-emprendimiento. Una mirada del presente en perspectiva histórica

Sociotechnical transformations of capitalism and emergency points of the form-entrepreneurship. A view of the present from a historical perspective

Susana Presta1 

1 Investigadora Adjunta del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

Resumen

Este artículo se centra en establecer diversos puntos de emergencia de la forma-emprendimiento que se inscriben en condiciones históricas que posibilitaron transformaciones sociotécnicas del capitalismo y la compleja relación entre neoliberalismo y capitalismo. Se trata de momentos históricos en los cuales convergen la conflictividad social y la crisis de los procesos de reproducción ampliada del capital, así como un ajuste en las articulaciones entre tácticas y estrategias orientadas al gobierno de la fuerza de trabajo. Por consiguiente, en la conjunción de las dimensiones de la superficie de emergencia histórica de lo que aquí se denomina forma-emprendimiento, se delinean paulatinamente formas de gobierno no solo sobre la fuerza de trabajo asalariada sino sobre aquellos individuos y sectores de la población no han podido o no podrán acceder a una relación salarial tradicional.

En este sentido, el artículo analiza distintas series de documentos de las décadas de 1950 y 1960, documentos de la escuela austríaca y de la economía social de mercado, y documentos de organismos internacionales sobre América Latina y el Caribe. Este análisis se propone dar cuenta de la construcción de un sujeto emprendedor como efecto de una economía de la desigualdad que opera sobre un ordenamiento y reincorporación en el mercado de las poblaciones desplazadas.

Palabras clave: capitalismo; transformaciones sociotécnicas; neoliberalismo; forma-emprendimiento

Abstract

This article focuses on establishing various of the form-entrepreneurship’s emergency points inscribed in historical conditions that made possible capitalism sociotechnical transformations and the complex relationship between neoliberalism and capitalism. These are historical moments in which social conflict and capital expanded reproduction processes crisis converge, as well as an adjustment in the articulations between tactics and strategies oriented to workforce government. Consequently, in the conjunction of these historical emergency surface dimensions, of what we call entrepreneurial-form, forms of government will gradually be delineated not only over the salaried labor force but over those individuals and population sectors that have not been able or they will not be able to access a traditional salary relationship.

Keywords: capitalism; sociotechnical transformations; neoliberalism; entrepreneurial form

Introducción

Desde finales de la década de 1950 y con la crisis de la década de 1960, han avanzado una serie de transformaciones socio-técnicas del capitalismo que se han desplegado y profundizado hasta la actualidad, con continuidades y divergencias. Se reconoce, a partir de entonces, la necesidad de optimizar las relaciones a partir del factor humano productivo. Este cambio significa, según Antunes (2005), la transición de la producción en masa a la especialización flexible que prioriza la creciente y permanente segmentación del mercado.

El acuerdo de posguerra de la Segunda Guerra Mundial entre las empresas, sindicatos y Estado, bajo el modelo fordista de producción y organización del trabajo, se vio cuestionado cuando, a finales de los años 1950 y principios de los 1960, proliferaron las luchas contra el racismo, el sexismo, la injusticia distributiva, las condiciones de seguridad e higiene del trabajo y el reclamo de oportunidades para realizar tareas que tuvieran sentido y fueran creativas (Bowles, Gordon y Weisskopt, 1989). En esta misma superficie histórica, el desempleo cíclico fue el mecanismo de regulación, y así “los trabajadores debían estar agradecidos por tener trabajo” (Bowles, Gordon y Weisskopt, 1989: 109). A la par que se profundizaron las huelgas y avanzaron fuertes luchas obreras, estudiantiles y populares a nivel mundial. Precisamente, la crisis de los años 1960, y su profundización en los 1970, así como la sucesiva consolidación de las transformaciones sociotécnicas del capitalismo, avanzaron de forma estratégica sobre muchas de las reivindicaciones sostenidas por las luchas sociales: al borrar la separación trabajo de ejecución y trabajo de concepción, al incorporar el potencial subjetivo y colectivo de los trabajadores y trabajadoras a los procesos de valorización de capital -especialmente, con la extensión del área de servicios-, al instrumentalizar las formas de cooperación social (Presta, 2004). Estas transformaciones se profundizaron aún más en los 1990, con fuertes implicancias como el desempleo, la precarización y la flexibilización laboral.

El refinamiento y profundización de las transformaciones antes mencionadas avanzó, especialmente a partir de la crisis de 2008. Se trata de un desarrollo desigual pero constante, de la llamada cuarta revolución industrial, anclada en los procesos de digitalización de la producción y el trabajo humano, así como formas de control anclada en el uso de algoritmos y la construcción de Big Data (Sadín, 2018). En este marco, De la Garza Toledo (2018) plantea que la robotización y digitalización del trabajo en América Latina se halla mediada por una polarización de los aparatos productivos, entre un sector formal y un sector informal.

En este sentido, los objetivos del capital son cada vez más

las formas de creación, invención, ideación, relación, comunicación, interacción, atención, cuidados, protección, que los seres humanos establecen para garantizarse entre sí la vida en común. (Piqueras, 2017: 22)

Esto no es novedoso, pero sí lo es la escala con que hoy avanza. La construcción de un sujeto-emprendedor que asumiera todo riesgo en un marco de incertidumbre constante y la promoción de distintas formas de autoempleo, son cruciales en este punto. Construcción que ha tenido diversos puntos de emergencia con antecedentes en las crisis de la década de 1930 y 1960, con el desbloqueo a nivel mundial del neoliberalismo en los 1970 y 1980 y, especialmente, un cambio en la escala de su extensión, especialmente, a partir de la crisis de 2008. Respecto de la crisis de 2008, según Sevares (2014), la expansión de las hipotecas subprime fue parte de un programa político impulsado por Reagan y Thatcher que radicaba en constituir una sociedad de propietarios, y esta ilusión de un sujeto-propietario contribuyó en fomentar el negocio de los bancos y la burbuja que condujo a la crisis. Mas dicha alusión a una sociedad de propietarios implicó, asimismo, una base estratégica para construir una serie de discursos donde se enfatizaba la idea de emprendedor en relación a la idea de libertad.

Este artículo se centra en establecer diversos puntos de emergencia que se inscriben en condiciones históricas, con discontinuidades y continuidades. Se trata de momentos históricos en los cuales convergen la conflictividad social y la crisis de los procesos de reproducción ampliada del capital, así como un ajuste en las articulaciones entre tácticas y estrategias (Foucault, 2008) orientadas al gobierno de la fuerza de trabajo. Por consiguiente, en la conjunción de las dimensiones de la superficie de emergencia histórica de lo que llamamos forma-emprendimiento, se delinearán paulatinamente formas de gobierno no solo sobre la fuerza de trabajo asalariada sino sobre aquellos individuos y sectores de la población no han podido o no podrán acceder a una relación salarial tradicional. Y sobre este último aspecto se centra el presente artículo.

Es posible pensar que, ante el creciente desempleo, subempleo y autoempleo efecto de las transformaciones en los procesos de acumulación de capital, resulta necesario gestionar no solo el ámbito productivo, sino también, los ámbitos extra-productivos con eje en la extensión de la forma-emprendimiento.

La imbricada y cambiante relación entre capitalismo y neoliberalismo que se ha extendido, con altibajos, desde la postguerra de la Segunda Guerra Mundial, no puede eludir una compleja relación entre diversas tácticas y estrategias de gobierno, cuya construcción, transformación y reajuste constante han tenido como una de sus dimensiones centrales el trabajo humano y los procesos de subjetivación vinculados a los modos de ser y hacer en la cotidianeidad de los sujetos. El progresivo desplazamiento, o bien yuxtaposición, de la relación salarial y la forma emprendimiento se enmarca en dichas estrategias. El enfoque de este trabajo recupera aportes que amplían sustancialmente la mirada para entender al neoliberalismo en tanto que proyecto civilizador (Murillo, 2015 y 2018). Por ende, se considera aquí que el neoliberalismo, en sus diferentes vertientes y sus propias discusiones y diferencias, no se restringe a una teoría económica, como tampoco puede pensarse como una unidad homogénea.

En virtud de lo mencionado hasta ahora, este artículo se centra, en una primera instancia, en el análisis de una serie de documentos de las décadas de 1950 y 1960, elaborados por distintos comités para el Departamento de Estado de Estados Unidos. Su relevancia no solo radica en que en Estados Unidos estas transformaciones adquirieron mayor ímpetu en esas décadas, sino también por su posición hegemónica en términos geopolíticos y económicos. Los documentos delinean dos núcleos problemáticos centrales de interés para este artículo: ¿Cómo transformar las habilidades del trabajo humano? ¿Qué hacer con aquellos sectores de la población que ya no podrán acceder a un trabajo asalariado? Ambos interrogantes constituyen dimensiones relevantes para comprender las condiciones de posibilidad de la progresiva extensión de la forma-emprendimiento. En este sentido resulta necesario, asimismo, trabajar con una serie de documentos de la escuela austríaca y la economía social de mercado. La noción de emprendedor en relación al neoliberalismo (Puello-Socarrás, 2010; Laval y Dardot, 2013; Rodriguez et al., 2020) o empresario de sí mismo (Foucault, 2007), no es novedosa. Sin embargo, en los citados estudios sobre la relación entre la construcción del emprendedor y neoliberalismo, se enfatiza la crítica a la construcción de una cultura del esfuerzo aislado, la rivalidad y la competencia extrema, contrapuesta al principio de comunidad. Desde la perspectiva de este estudio, el énfasis puesto en la extensión del sujeto emprendedor, especialmente luego de la crisis de 2008, presenta algunas especificidades en la configuración de la construcción de relaciones sociales que encuentran sus huellas en el lugar destacado de los sentimientos, los valores y la comunidad, en tanto focos de gobierno de la fuerza de trabajo. En virtud de lo anterior, el presente artículo enfatiza sobre la creciente extensión de la forma emprendimiento como forma de gobierno de la fuerza de trabajo, especialmente, no asalariada. Forma de gobierno que se articula con tácticas de autogestión de la propia vida, recursos y capacidades.

Además de las series de documentos ya mencionadas, se realiza un análisis de documentos de organismos internacionales, como así también, se presenta la discusión con diversos autores con el fin de plantear algunas reflexiones teóricas respecto de las transformaciones y tendencias de la llamada cuarta revolución industrial. En este sentido, resulta necesario tratar a los documentos como monumentos o restos arqueológicos, ello permite deconstruir ciertas evidencias y establecer la materialidad de los acontecimientos. Lo importante es dar cuenta de cuáles son las condiciones de posibilidad de lo que se dice. Aquí se entiende al poder como una relación social y como una relación de fuerzas, siempre vinculado con formas de saber (Foucault, 1992). De modo que la dimensión productiva del poder le confiere la capacidad de apoyarse, retomar y resignificar deseos, valores, esperanzas, temores, intereses propiciando formas de identificación de los sujetos (Foucault, 1979 y 1991).

Automatización y triple revolución en las décadas de 1950, 1960 y 1970

En Estados Unidos, uno de los países donde las mutaciones socio-técnicas del capitalismo tomaron un fuerte ímpetu, se encuentran documentos relevantes para el tema de este trabajo. Uno de ellos es un informe de 1955 titulado Automation and Technological Change-Hearings before the Subcommittee on Economic Stabilization/Joint Committee on the Economic Report. Se trata de un informe generado a partir de una serie de audiencias en el Congreso de Estados Unidos, donde participaron senadores, directivos de empresas como Ford, Sylvania Electric, General Electric, miembros directivos de instituciones educativas y representantes de sindicatos.

Frente al rápido avance tecnológico y la transformación del saber-hacer, el documento plantea:

(…) (1) la extensión de un posible y probable desplazamiento de personal, (2) el posible cambio que podría producirse en la distribución del poder de compra de las masas, (3) la distribución de las ganancias esperadas en productividad, (4) el efecto sobre nuestra estructura de negocios, y el efecto sobre el volumen y regularidad de la inversión privada (Automation and Technological Change, 1955: 3).

Uno de los núcleos centrales del documento remite a que “el cambio hacia la automatización” va contra de los niveles de empleo, cuya perspectiva podría solo mantenerse en las crecientes industrias de servicios y nuevos productos. Al tiempo que se encuentra el problema de una merma en la capacidad de consumo de las poblaciones.

Mientras el grado de automatización, posible gracias a la ciencia moderna, bien podría traspasar los límites de la imaginación de hoy, es importante notar que no todos los trabajadores, de hecho, solo una fracción relativamente pequeña y conspicua del total de la fuerza de trabajo, estará involucrada. Seguramente, debe esperarse que un número creciente de trabajadores sienta el impacto de la automatización. Al mismo tiempo, mientras un gran número de individuos en las industrias profesionales y de servicios, que puede esperarse trabajen con herramientas e instrumentos mejorados, no serán afectados significativamente por la incorporación de la automatización, sin embargo, eso queda por definirse. (…) Nadie se atreve a pasar por alto o negar el hecho de que muchos individuos sufrirán privaciones personales, mentales y físicas, así como ajustes de ahora en adelante (Automation and Technological Change, 1955: 8)

El avance de la automatización -máquinas autorreguladas, nuevas formas de manejo y procesamiento de la información, necesidad de nuevas habilidades del trabajo-, el problema del desempleo y sus consecuencias se delinean en torno a la “resistencia del trabajo” frente a los cambios y la “obsolescencia” de las habilidades de los trabajadores desplazados (Automation and Technological Change, 1955: 24 y 25). Al tiempo que resuena otro credo “las máquinas liberarán al trabajador de las tareas repetitivas, permitiéndole desarrollar sus capacidades humanas inherentes”. Esto último resulta central, y el sentido de esa “liberación” y “desarrollo de capacidades humanas inherentes” que plantea el documento, será más explícito en la década de 1960. Este informe de 1955 afirma, no obstante, que el desempleo debido a la automatización es un hecho a partir del cual habrá que considerar cómo recalificar a los “desplazados” y gestionar su resistencia.

Estos problemas encuentran un mayor desarrollo en el informe The Triple Revolution: An appraisal of the mayor US crisis and proposals for action, redactado por elAd hoc Committee on The Triple Revolution, enviado al presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson, en marzo de 1964:

... entre sus miembros había un premio Nobel, el físico Linus Pauling, y dos economistas que recibirían el mismo premio más adelante, Gunnar Myrdal y Friedrich Hayek. (Ford, 2016: 42).

Además, participaron en la redacción periodistas, abogados, escritores, empresarios, estudiantes y profesores de la Universidad de Harvard, funcionarios del ámbito educativo y líderes socialistas.

Dicho informe sostiene que la Triple Revolución (cibernética, derechos humanos y armamentista) conduciría a una economía de la abundancia anclada en medidas de bienestar, es decir, los Estados deberán asegurar cierta protección social para que nadie muera de hambre ante las transformaciones del sistema capitalista. Esta preocupación por mantener los mínimos biológicos para los desplazados ha trascendido hasta nuestros días en diversos debates sobre el lugar del Estado ante la desigualdad y la pobreza en tiempos de crisis.

El sistema actual de valores alienta actividades que pueden conducir a la ganancia privada y descuida aquellas actividades que pueden mejorar la riqueza y la calidad de vida de nuestra sociedad (…) muchas actividades e intereses creativos comúnmente pensados como no-económicos absorberán el tiempo y el compromiso de muchos de aquellos que ya no serán necesitados para la producción de bienes y servicios (Ad hoc Committee on The Triple Revolution-Proposal for Action, 1964: s/n)

Debe quedar clara una cuestión: la economía de la abundancia sugiere una transferencia de responsabilidades hacia cada sujeto respecto de su propio destino en la vida. En virtud de lo que plantea este documento en relación a la transformación de actividades otrora consideradas no económicas -por alejarse de los sentidos del trabajo asalariado-, en actividades económica”, es posible pensar cómo, en el capitalismo actual, se convierte la separación o diferenciación entre trabajo productivo y trabajo improductivo en una unidad indisociable y ambivalente que invisibiliza toda medida objetiva del valor que, a juicio de la autora, constituye un antecedente de las ideas clave como autogestión, autoempleo, emprendimiento.

En la misma línea, el documento titulado Computer aspects of technological change, automation, and economic progress(1966), publicado por The Rand Corporation (laboratorio de ideas de Estados Unidos, que forma parte de la Fuerzas Armadas, fundado en 1948), sostiene lo siguiente:

... algunos tipos de trabajo desaparecerán, muchos cambiarán, y nuevos serán creados. La educación, el gobierno y los individuos deben esperar y planificar para un cambio continuo […] Aquellos que sean incapaces de adaptarse al cambio encontrarán difícil la vida. (p. I-229).

El documento habla de individuos obsoletos y la necesidad de mantener un aprendizaje permanente (lifelong learning) para no caer en la obsolescencia social. Hoy en día, un informe del Banco Mundial (2019) sobre el futuro del trabajo plantea exactamente los mismos términos respecto del problema del desempleo que se espera a partir de los avances de la cuarta revolución industrial. Por supuesto, las condiciones históricas actuales no son las mismas, tampoco las tecnologías de poder desplegadas por el neoliberalismo. No obstante, estas últimas han refinado la dimensión ontológica del poder, modulando valores y afectos bajo el imperativo de gestionar la propia vida.

La construcción del sujeto-emprendedor encuentra aquí un punto de emergencia al calor de la lucha de clases y las transformaciones en los procesos de acumulación del capital a partir de la crisis de 1960. Especialmente cuando el informe (1964) sostiene que la sociedad debe liberar a sus ciudadanos para que hagan sus propias elecciones sobre su ocupación y vocación dentro de un amplio rango de actividades y, puede agregarse, asuman sus propios riesgos. Las actividades a las cuales se refiere son aquellas que no han sido tenidas en cuenta por el sistema de valores vigente hasta entonces y, por ende, las aceptadas formas de trabajo. De modo que para lograr un nuevo consenso es imperativo reconocer que “el vínculo tradicional entre empleos e ingresos se ha roto”.

La reconfiguración de los sentidos del trabajo no fue de ningún modo inmediata, al contrario, estas mutaciones se enfrentaron a fuertes resistencias. Como ofensiva ante la profunda conflictividad social, los efectos de las crisis de la década de 1960 y su profundización en los 1970, se descargaron sobre la clase trabajadora y en los países del Tercer Mundo a partir de la instauración de dictaduras cívico-militares. Tras el acoplamiento de Argentina a las exigencias del gran capital, Martínez de Hoz sostenía lo siguiente:

Es cierto que en los países subdesarrollados el "cuentapropismo" es considerado como de baja productividad y salarios menores, así como de refugio de trabajadores despedidos y marginales. La Argentina del período 1976-80 era, en cambio, un país que se encontraba afrontando un proceso de modernización, reequipamiento y transformación industrial. En estas condiciones, los "cuentapropistas", gran parte de los cuales pasaron a serlo por decisión propia. llegaron a tener ingresos que superaban a los promedios salariales industriales, con un alto nivel de competitividad y de creatividad (lo que requiere una elevada tasa de productividad), con un mayor grado de estabilidad y nivel de bienestar y de satisfacción (Martínez de Hoz, 1991:133)

En la década de 1980, con el desbloqueo mundial del neoliberalismo, Ronald Reagan (1985), afirmaba que la “libertad personal es la esencia de la felicidad humana y la realización espiritual” y, agregaba, que Estados Unidos necesitaba “emprendedores con fe en sí mismos”. Resulta interesante retomar el estudio que Harrington (1963) realiza sobre la pobreza en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960:

... el primer paso hacia la nueva pobreza se dio cuando millones de personas resultaron ser inmunes al progreso. Cuando eso sucedió, el fracaso no fue individual o personal, sino un producto social. Pero, una vez ocurrido el accidente histórico, comienza a convertirse en destino personal. (Harrington, 1963: 20, cursivas de la autora).

Según el autor, el sistema estaba destinado a ser impermeable a la esperanza. Podríamos agregar que, ante tal pesimismo, más adelante, la idea de emprendedor vendría a remediarlo creando un mundo de esperanza signado por la fe, que puede vincularse a la revitalización del espíritu comunitario que planteaba Hayek (1982) como forma de gestión del conflicto social. Postulado que se complementa con su planteo en un texto titulado Religión (2015), que ubica a la moral cristiana como fundamento de las sanciones morales a aquellas prácticas que no se corresponden con la tradición de la familia y la propiedad privada. Según Hayek,

... el hombre tendrá que reconocer que su futuro no depende principalmente ni de sus instintos innatos ni de su inteligencia, sino de su fe en los principios morales tradicionales, que, mucho me temo, se ha ido desmoronando progresivamente durante las últimas generaciones, proceso que se acelera en forma alarmante. El orden de interacción que mantiene a la humanidad sigue dependiendo de esa fe. (Hayek, 1985a: 11).

Fe en la propiedad privada y la familia que se propone colonizar la esperanza que emana de la construcción de un sujeto propietario de sí mismo. Hayek considera el concepto de propiedad en un sentido amplio -con huellas en John Locke- que abarca: las cosas materiales, la vida, la libertad, las pertenencias. Algunos serán solo propietarios de su propia vida -los pobres- y, como jugadores en el mercado, todo dependerá de cómo gestionen ese único recurso que es su vida. Esto último constituye un aspecto clave para comprender la construcción de un sujeto emprendedor.

La construcción del sujeto-emprendedor como forma de gobierno de la fuerza de trabajo no asalariada

No es casual que ya en las décadas de 1960 y 1970, desde la escuela austríaca, se planteara que el “alivio de la pobreza es una consecuencia de la libertad” (Read, 2019 [1968]: 53). Mientras los sujetos se piensen a sí mismos en tanto libres, serán capaces de afrontar los procesos de adaptación constante a las vicisitudes del orden de mercado. Se postula la necesidad de “conquistar la pobreza” (Hazlitt, 2015 [1973]). Dado que la pobreza es en última instancia individual -causada por el infortunio y debilidad individual- cada individuo, cada familia debe resolver su propio problema de pobreza (Hazlitt, 2015). En este sentido, Hazlitt sostiene que la desigualdad es la mayor virtud del capitalismo puesto que obliga a invertir nuestro mayor esfuerzo en maximizar el valor de nuestra propia producción y, así, maximizar el valor de la producción de toda la comunidad.

Hayek (2007[1944]) ya hablaba de la incertidumbre de los emprendedores en un texto publicado originalmente en 1935. Precisamente, lo plantea luego de la crisis de 1930, con el profundo desempleo y pobreza que conllevó, así como el proceso de transición hacia una transformación en los procesos de acumulación de capital y gobierno de la fuerza de trabajo bajo el fordismo. En este sentido, la restauración de la reproducción ampliada del capital y la administración de la fuerte conflictividad social fueron dos puntos clave del New Deal de Roosevelt (Coggiola, 2010). Cuestión relevante, especialmente, si se piensa que Hayek participó en el documento de 1964 antes analizado. Asimismo, la idea de emprendedor tendrá una fuerte impronta en los trabajos de Schumpeter (1967), también de la escuela austríaca .

Las desigualdades solo pueden ser reducidas en la medida en que

no afecten el carácter impersonal del proceso por el cual cada uno corre su suerte, y los criterios de unas personas sobre lo justo y deseable no predominan sobre los de otras. (Hayek, [1944] 2007: 138).

Precisamente, para el autor, la desigualdad “se soporta mejor” si responde a fuerzas impersonales- el mercado- que no podemos comprender por completo. En última instancia, todo depende de nuestra suerte, nuestro talento y nuestra capacidad.

Cuando habla de “fuerzas impersonales del mercado” refiere a que, a través de la colaboración voluntaria y sus acciones, los individuos se convierten en partícipes de un proceso más complejo y extenso -el proceso del mercado- y contribuyen a fines que no eran parte de su propósito (Hayek, 1986).

Con antecedentes en Mises (1986), Hayek sostiene una crítica aún más profunda alhomo economicus de los neoclásicos y remarca la dimensiónirracional del comportamiento humano al defender la idea de un “verdadero individualismo antirracionalista” (Hayek, 1986). En este sentido, recupera la pregunta de la escuela escocesa, especialmente de David Hume, en torno a la moral desligada de cualquier diseño de la razón humana.

De modo tal que el hombre no es considerado como

... un ser inteligente y racional sino como un ser irracional y falible, cuyos errores individuales son corregidos solo en el curso de un proceso social, y que aspira a sacar la máxima utilidad de un material muy imperfecto (Hayek, 1986:8).

Frente al supuesto del hombre económico, racional y calculador de los neoclásicos angloamericanos, se produce un relativo abandono del supuesto de hombre económico (puro) hacia nociones más funcionales, ajustadas y versátiles (Puello-Socarrás, 2010), ancladas en la adaptabilidad y la racionalidad creativa. La construcción de un sujeto-emprendedor constituye una dimensión fundamental, pues se trata de que los sujetos reconfiguren y adapten sus comportamientos a las condiciones creadas para guiarlos.

Bajo la escuela austríaca, la concepción de emprendedor remite a “cualquiera que tolere los riesgos (risk-bearer) y cuyos ingresos consisten no en renta de la tierra o salario sino en el beneficio” (Hayek, 1985b, 226). Dicha concepción se enlaza con la conceptualización del neoinstitucionalismo, en el cual el emprendedor refiere “a la persona o personas que, en un sistema competitivo, toman el lugar del mecanismo de precios en la dirección de los recursos” (Coase, 2013, 55). La importancia del emprendedor y del emprendimiento se fundamenta en la reducción de los costos de transacción a partir de la descentralización y socialización de los riesgos de producción, para lo cual resulta central la interpelación ético-moral de los sujetos. De allí también, el énfasis puesto sobre la organización (flexible) como mecanismo de coordinación de lo económico-social. Por consiguiente, será el proceso de mercado el que crea las condiciones y delimita los campos de acción y, como el mercado no es justo ni injusto, cada uno deberá asumir los riesgos y auto-responsabilizarse por su propio éxito o fracaso. El neoliberalismo tiene como una de sus metas centrales, extender la forma económica a lo social, sin recurrir tanto a la disciplina como a los imperativos de libertad y autonomía.

Ordoliberalismo, economía social de mercado y escuela austríaca. Distancias y puntos en común: forma-empresa, sentimientos y valores.

Dentro de las distintas vertientes del neoliberalismo, incluso a pesar de las disputas que a lo largo de la historia se han producido en su seno, existe un interés profundo por los sentimientos, valores y emociones humanas: la comunidad, la familia, la auto-ayuda (o auto-providencia), la auto-responsabilidad, la solidaridad natural de los pequeños grupos (Röpke, 1984), la reciprocidad como superación de la solidaridad natural (Hayek, 1982), la cooperación social (Mises, 1986). No se trata simplemente de destruir toda posibilidad de relación social o lazo social bajo el imperativo de un individualismo tajante, sino al contrario, crear ciertas condiciones que guíen y configuren las formas de construcción de dichas relaciones y lazos (Hayek, 1985b), en función de objetivos de gobierno específicos en un momento histórico determinado. Para la escuela austríaca resulta imposible hablar de igualdad o equidad, mientras que para el ordoliberalismo y la economía social de mercado (ESM) persevera la idea de igualdad e incluso de justicia social bajo el orden de mercado, pero supeditada al imperativo de no intromisión en la propiedad privada y la economía de mercado. Sin embargo, a pesar de las diferencias, queda obturado el debate en torno a la desigualdad en términos estructurales pues todas estas vertientes parten de una idea de natural desigualdad entre los seres humanos (Murillo, 2020). Así como también, se encuentran en el imperativo de extender la forma-empresa hacia la sociedad en general (Foucault, 2007; Méndez, 2017; Puello-Socarrás, 2010) y, en consecuencia, la forma-emprendimiento.

El llamado ordoliberalismo constituyó ciertas bases filosófico-teóricas de la ESM, al tiempo que esta última se plantea en términos de una ampliación de ciertos aspectos del neoliberalismo. Esto se refiere, especialmente, a los escritos de Alfred Müller-Armarck quien trabajó en el Ministerio Federal de Asuntos Económicos bajo Lugwig Erhard y fue miembro de la Sociedad Mont Pèlerin, y a Wilhelm Röpke, asesor del gobierno del primer ministro alemán Konrad Adenauer. Luego de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, la ESM se implementó en Alemania y sus postulados fueron centrales para su implementación. Muller-Armark (1962) afirma que la ESM procede de la economía neoliberal. Sin embargo, amplía el principio de competencia de las demás vertientes del neoliberalismo (léase la escuela austríaca), en tanto una tarea del orden público, lo cual implica una ampliación y consideración de lo social:

... en este sentido, la idea de la economía social de mercado es considerablemente menos técnica que la idea del neoliberalismo; incluye, en sus posiciones sobre los problemas del mundo actual, consideraciones sociales que no están contenidas en la estructura puramente técnica de una ordenación de la competencia” (Muller-Armack: 1962:175).

Asimismo:

De la misma manera que el neoliberalismo, la idea de la economía social de mercado arranca de una afirmación de la economía de mercado, de las fuerzas de competencia activas en ella, del despliegue de la energía personal y de la realización de la libertad económica. En la economía social de mercado, la meta de la realización de un orden de mercado se enlaza con la demanda de que la economía de mercado se llene al mismo tiempo de contenido social, lo cual corresponde a una exigencia de nuestro tiempo (Muller-Armark: 1962: 175)

En este sentido, resultan fundamentales Estados fuertes sometidos a la norma fundamental del mercado. Se amplía la idea de mercado como lugar de veridicción de las buenas y malas prácticas de gobierno y sus límites (Foucault, 2007).

La palabra "competencia" suscita siempre cierta inquietud; tiene, sin duda, considerada sociológicamente, algo de carácter de lucha, y la expresión "competencia ruinosa" se escapa con frecuencia de los labios de los representantes de grupos de intereses. Pero en esta década, se ha revelado un aspecto de la competencia, que es también típico del deporte, en el cual la lucha está sostenida por un espíritu de solidaridad entre los deportistas. Se ha demostrado que la competencia no es solo una cosa ocasionalmente incómoda para aquél que es objeto de ella, sino que también hay en la misma una función solidaria que, finalmente, a través de otros servicios de la competencia, beneficia a todos, incluso a los que la sufren. (Muller-Armark:1962: 179)

Esta idea de la competencia como cierta forma de solidaridad versa en torno a las mismas formas de regulación social en relación al orden de mercado que, en otros términos, puede encontrarseen la escuela austríaca. En este sentido, mantiene la política social dentro de ciertos límites -economía de libre competencia-.

Se trata de la construcción de ciertas estabilidades frente a la incertidumbre que plantea la economía libre de mercado con el fin de que los sujetos acepten su destino (Muller-Armark, 1962: 199). Esas ciertas estabilidades radican en el gobierno de lo comunitario y la vida cotidiana:

Es sin duda señal de una sociedad sana que el centro de gravedad de las decisiones y de la responsabilidad quede a medio camino entre los dos extremos: el individuo y el Estado, dentro de comunidades pequeñas y auténticas, entre las cuales la más indispensable, primaria y natural es la familia. Y es sin duda nuestra tarea la de estimular el desarrollo de la gran diversidad de comunidades pequeñas y medianas, y por ende de la asistencia de grupo, en círculos donde todavía hay espacio para la acción voluntaria, el sentido de responsabilidad y el contacto humano, y que evitan la fría impersonalidad de los servicios sociales masivos (Röpke: 1984: 15).

Reforzar los recursos del individuo, su sentido de responsabilidad y de economía, junto con la solidaridad natural de los grupos pequeños, o bien, la reciprocidad en el orden de mercado, requieren la construcción del sujeto-emprendedor: mientras que para la ESM la extensión de la forma-empresa y, con ello, el sujeto-emprendedor se constituye en tanto mediación entre el ámbito de la competencia y el ámbito de lo social, para la escuela austríaca, se constituye en tanto el sujeto privilegiado del orden de mercado, donde ya sea a través de la reciprocidad o de la cooperación social, los sujetos asumen los riesgos de producción de forma individual.

En Argentina, tras el Consenso de Washington y la crisis de 2001, las formas de organización socio-comunitarias de la llamada economía social y solidaria se constituyeron en tanto un dispositivo, fuertemente interpelado por la forma-emprendimiento, con la intervención de organismos internacionales -como el Banco Mundial y el Banco Interamericano para el Desarrollo-, el Estado, las ONGs y las fundaciones de grandes empresas y corporaciones (Presta, 2009). Sin embargo, a pesar de los procesos de colonización de sentidos y prácticas, las disputas en torno a los sentidos del trabajo humano permanecieron. Fue en la última década que la idea de emprendedor/a se extendió más allá de políticas de desarrollo local que abarcaban a los emprendimientos sociales-cooperativos -no obstante, siempre anclados en el empoderamiento de las comunidades y la economía social (Foro Económico Mundial, 2022)-, para intentar transformarse en un sustituto de la forma-salario a través de formas de autoempleo, autoproducción y autogestión de la vida. Dicho desplazamiento de la forma-salario hacia la forma-renta, autogenerada y sin derechos de ningún tipo, a partir del emprendimiento, se sustenta, sin embargo, en tratar de resolver similares preguntas que se han explicitado más arriba, a partir de los documentos.

En este sentido, en relación a lo analizado hasta ahora, la extensión de la forma-emprendimiento en tanto una forma social desde la cual el poder es ejercido en la sociedad en su conjunto, articulado con formas de construcción de saberes sobre individuos y poblaciones, se articula con la construcción de formas de gobierno de la fuerza de trabajo no asalariada. Nuestro interés radica en la extensión de dicha forma en los ámbitos extra-productivos, que rebasan el espacio de la fábrica tradicional -hacia la sociedad en general-, al tiempo que, coexiste o bien se yuxtapone con la forma salario, -precarizado, informal, bajo formas de subempleo-. En este sentido, la forma-emprendimiento permite desplegar tácticas ancladas en la autogestión de la propia vida, recursos y capacidades de los sectores de la población que se enmarcan dentro de ese resto o población flotante que es menester mantener en tanto consumidores/productores en y para el mercado.

La crisis de 2008 y extensión de la forma-emprendimiento

Las crisis del mercado mundial deben comprenderse como una convergencia y eliminación violenta de todas las contradicciones de la economía capitalista en un momento determinado con el fin de perpetuar las formas de reproducción ampliada del capital. En términos históricos, para que el capitalismo se pudiera desarrollar como tal y hacerse hegemónico, tanto el capital mercantil como el capital a interés han estado subordinados al capital productivo -único capaz de generar plusvalor-, aunque ese excedente de valor es compartido. A partir de la crisis de 2008, Piqueras (2017) sostiene que se produjo una inversión de esas relaciones, en favor del capital a interés, y más concretamente en su forma especulativa-parasitaria. Esto le permite una potencial ausencia de límites para la creación y multiplicación del dinero, circunstancia que le posibilitará, a su vez, crecer de forma exponencial y aparentemente inmune a las crisis del capital productivo. Hay que tener en cuenta que el capital a interés se apropia de una parte del excedente de valor que genera el capital productivo. Ahora bien, los problemas comienzan cuando el capital a interés deviene capital ficticio (Marx, 1999). Así, el capital a interés entraña en sí mismo una expresión ilusoria, que es dar a entender que el dinero genera dinero por sí mismo, sin que medie el trabajo humano en el proceso.

A partir de la crisis de 2008 avanzaron, profundizándose con la pandemia mundial de COVID-19, de manera desigual, los desarrollos y tendencias de llamada cuarta revolución industrial -que, en relación a lo anteriormente analizado, puede considerarse que constituye un refinamiento de procesos iniciados en los 1950 y 1960-. Por su parte, Srnicek (2018) sostiene que prevalecen tres momentos de la historia del capitalismo para comprender el presente: la respuesta de los años 1970, el boom y la caída de los años 1990 y la respuesta a la crisis de 2008. Plantea respecto de esto último, la extensión de cantidades mayores de población excedente después de la crisis de 2008.

Dentro de las visiones positivas y adaptativas sobre la llamada cuarta revolución industrial, según Schwab (2017) las personas deben creer que pueden contar con un trabajo significativo que les permita mantenerse a sí mismas y a sus familias. En este sentido, según el autor, el número de emprendedores aumentará mientras las grandes empresas invertirán en su ecosistema de start-ups y pymes mediante la adquisición de empresas más pequeñas e innovadoras o asociándose con ellas. Los gobiernos deben permitir que la innovación prospere mientras se minimizan los riesgos, lo cual es posible mediante nuevos modelos de colaboración, eficiencia y emprendimiento.

Se enfatiza en las habilidades blandas , o bien competencias socio-emocionales, que implican que

(…) la demanda podría crecer en el caso de aquellos roles que las máquinas no pueden cumplir y que se basan en rasgos y capacidades intrínsecamente humanos, tales como la empatía y la compasión. (Schwab, 2017:63).

Asimismo, Levy Yeyati (2018) plantea las habilidades blandas requeridas por las tecnologías emergentes, tales como el cuidado de menores y adultos mayores, las relaciones interpersonales, la expresión de sentimientos, la humanización de la interfaz con el cliente -costado humano de la producción en masa)-y la empatía (Levy Yeyati, 2018:58). Según Levy Yeyati (2018), es necesario dejar de asociar el trabajo con la idea de remuneración (salario).

Sumado a esto último, el FMI (2018) sostiene que la cuarta revolución industrial implica un doloroso ajuste estructural que favorece a los trabajos altamente calificados en detrimento de los trabajos de baja calificación, por lo cual es menester invertir en capital humano. Las nuevas tecnologías aumentan la concentración en los mercados de productos y reducen la participación del trabajo, redefine los límites de las empresas y el rol de los empleados, potencialmente fisurando el lugar de trabajo (FMI, 2018:4). Según el documento, es necesario crear políticas de seguridad social que empoderen y protejan a los trabajadores más que preservar puestos de trabajo.

Sin embargo, estos planteos tienen un antecedente importante en las teorías del fin del trabajo, que emergieron tras el Consenso de Washington y en relación a las transformaciones anteriores que se profundizan. En los 1990, Rifkin (1999) ya centraba sus análisis exclusivamente sobre el desempleo tecnológico y propuso, luego, que “el empleo pase de una economía de mercado muy automatizada a una economía social que requiere mucho trabajo humano” (Rifkin 2014:332). En este marco, sostiene que la empatía constituye una pauta civilizadora al ubicarla en una supuesta naturaleza humana (Rifkin, 2010).

En la misma línea, Gorz (2003) sostiene también el fin de la sociedad salarial y propone un sujeto con una vida multiactiva sobre una idea de autonomía -como derecho de las personas a sí mismas y sobre sí mismas-, a partir de la cual los sujetos tendrían un control sobre su tiempo. La gestión del propio tiempo sería el elemento central de las formas discontinuas, no asalariadas de trabajo que plantea Gorz. De hecho, vincula esto último con la emergencia de una sociedad postcapitalista, anclada en formas de cooperación competitiva. En este sentido, Gorz (2003) argumenta que la ley del valor-trabajo de Marx caduca -postulado compartido también por Negri (2020).

En relación a lo anterior, y como se ha mencionado anteriormente, el lugar estratégico de la economía social frente a las mutaciones socio-técnicas del capitalismo no es casual, incluso si se lo piensa en relación a la serie de documentos de la escuela austríaca y la economía social de mercado. Por ejemplo, un documento del Foro Económico Mundial (2022) plantea que, ante las transformaciones de la cuarta revolución industrial y la pandemia de COVID-19, resulta indispensable centrarse en el potencial de la economía social para generar trabajo y valores a partir de la actividad emprendedora. Se focaliza en el “empoderamiento y revitalización de las comunidades locales” que pueden liderar una transición digital más inclusiva.:

(…) los actores de la economía social pueden explorar nichos de oportunidades de mercados y desbloquear nuevos sectores para los grupos excluidos (Foro Económico Mundial, 2022: 18).

En este sentido, sostiene que pueden servir de intermediarios entre la economía informal y la economía formal. Según el documento, durante la crisis de 2008, la economía social manejó un consistente aumento en el empleo a nivel mundial, a pesar de una aguda caída del empleo en los sectores público y privado. En este sentido, la ambivalencia táctica de la idea de comunidad radica en que concentra de forma paradójica, la autogestión individual de la propia vida y lo comunitario en tanto malla de contención ante la posibilidad de caer debajo de cierto piso.

Si el capital industrial en su conjunto ya no consume la misma cantidad de fuerza de trabajo, ese grueso de la población que ya no encontrará empleo en el llamado sector formal, ha de ser reciclado-expresión utilizada por el Fondo Monetario Internacional (2011) respecto del trabajo luego de la crisis de 2008- en función de las nuevas normas de competitividad, productividad, eficiencia y autogestión

Reflexiones finales

El análisis realizado ha tenido como propósito dar cuenta de algunos aspectos de las transformaciones en los procesos socio-económicos en las últimas décadas, así como algunas condiciones de posibilidad de emergencia de la forma-emprendimiento. En este marco, la coexistencia de la forma-salario y la forma-emprendimiento y la tendencia a un progresivo desplazamiento de la primera, se constituye como una renovada forma de gobierno de la fuerza de trabajo -no asalariada- y la pobreza, cuya centralidad ha sido foco de distintas tácticas y estrategias desde los inicios del capitalismo.

En este sentido, puede considerarse que la forma-emprendimiento se constituye en tanto una forma específica de ejercicio de poder cuyo blanco son las poblaciones desplazadas o población flotante por las mutaciones técnico-tecnológicas y económicas. Se articula con tácticas que consisten en formas de gobierno de sí ancladas, como hemos visto, en la modulación de valores y sentimientos a partir de la autogestión de la propia vida. La construcción de una economía de la desigualdad que se plantea cómo gestionar el conflicto social, cómo mantener a los sujetos y poblaciones sobrantes en tanto productores y consumidores en el mercado y cómo transmutar el ser social del trabajo que requiere un cambio en las relaciones sociales de producción y la división del trabajo social. Esto último, no implica en absoluto que las capacidades de trabajo no sean relevantes en el capitalismo actual, al contrario, implica que el reemplazo de tareas rutinarias por máquinas, la concentración de capital en manos de unas pocas superplataformas y corporaciones, la necesidad de recursos naturales clave para la fabricación de componentes tecnológicos de alta gama, desplaza no solo la centralidad del espacio fabril en tanto espacio privilegiado de creación y apropiación de plusvalor, sino que al mismo tiempo, tiende a desplazar la forma salario hacia la forma emprendimiento como forma de gestionar la constante expulsión de fuerza de trabajo asalariada. Es por ello que el ámbito extra-productivo adquiere una nueva importancia en el marco de las transformaciones en los procesos socio-económicos. Por consiguiente, las mediaciones para la apropiación y creación de plusvalor devienen más complejas y difíciles de identificar. Esto último, refiere a que las transformaciones en las relaciones sociales de producción aparecen como si fuesen relaciones de reciprocidad o solidaridad entre individuos o grupos en el plano de lo comunitario. En este sentido, la importancia de las relaciones sociales y la comunidad próxima es posible pensar que, bajo el imperativo de libertad y autogestión de la propia vida, se incluye lo supuestamente excluido. Práctica que ha constituido históricamente un foco de particular interés del capital, más aún hoy, en el marco de las mutaciones socio-técnicas. Puede plantearse, entonces, que la racionalidad de gobierno neoliberal se sustenta en una constante ambivalencia táctica en tanto constituye al emprendedor como trabajador, capitalista, productor y consumidor, al tiempo que traslada a cada individuo o unidad doméstica los costos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo y de la vida.

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Recibido: 27 de Octubre de 2022; Aprobado: 08 de Noviembre de 2022

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