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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.31 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2011

 

IN MEMORIAM

En memoria de Horacio Arló Costa

 

En octubre de 1983 había vuelto la democracia a la Argentina. En marzo de 1984 una nueva Universidad abre sus puertas y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, bajo el decanato de Norberto Rodríguez Bustamante inicia una etapa brillante convocando a los mejores intelectuales para ocupar sus cátedras. En particular, Eduardo Rabossi, quien además de ocupar la Secretaría de Derechos Humanos y publicar el célebre libro Nunca Más, es nombrado Director del Departamento de Filosofía de la mencionada Facultad. Ni bien asume convoca a los mejores especialistas en filosofía para hacerse cargo de las distintas cátedras. Entre ellos Carlos Alchourrón, a quien se le asigna la cátedra de Lógica. Yo tuve la distinción de ser nombrada su profesora adjunta y entre mis primeros alumnos se encontraba Horacio Arló Costa. Lo recuerdo el día de su primer examen de Lógica, negándose a rendirlo alegando que aún quedaban temas sobre los que no había profundizado y dando, luego, una prueba brillante aprobada con diez puntos. Al año siguiente se incorpora como ayudante a la cátedra a mi cargo Introducción al Pensamiento Científico del Ciclo Básico Común de la UBA y a la implementación de la misma en el sistema de educación a distancia UBAXXI. Para ambos cursos era necesario preparar el material didáctico en su totalidad. En esta tarea Horacio de alumno pasó a ser maestro. Recuerdo, particularmente, por su rigor y simplicidad, su excepcional descripción de la estructura del ADN en una ficha de cátedra redactada a partir del libro de James Watson titulado La doble hélice, cuya fotocopia regalada por Horacio aún conservo. Finalmente culminó su licenciatura en filosofía en la Universidad de Buenos Aires con una tesis en la que expuso con especial rigurosidad la Teoría Racional del Cambio de Creencias elaborada por Carlos Alchourrón, Peter Gärdenfords y David Makinson, conocida como AGM. Pese a tener un futuro promisorio en la universidad argentina y haber logrado el respeto académico y un enorme cariño en todos nosotros, al poco tiempo decidió proseguir sus estudios en la Universidad de Columbia. Lo despedí un día, junto a su esposa Claudia, con todo cariño pero teniendo la certeza interna de que ya no volvería. Fiel a sus intereses teóricos despertados en nuestra Universidad, se doctoró en 1996 en la Universidad de Columbia con el tema Belief Revision and Suppositional Reasoning.
No recuerdo las veces que retornó a nuestro país y al suyo -Uruguay-, pero creo que fueron muy pocas. Aún así, siempre estuvo presente entre nosotros y fue solidario con sus compañeros y amigos que quedaron en la Facultad de Filosofía y Letras. En el invierno de 2010 fue la última vez que vino a Argentina y que le escuchamos sus últimas "charlas", una en la Universidad de Buenos Aires y otra en la Universidad de La Plata. También fue la última vez que compartí con él una cena. Antes había estado en la Universidad de la República del Uruguay -su "paisito"- dando una conferencia precisamente cuando se cumplían 25 años del surgimiento de la teoría AGM. Casi al año nos enteramos que muere sorpresivamente en la soledad de New York el 24 de julio del 2010.
Sus contribuciones en las áreas de Filosofía de la Lógica, Revisión de Creencias y Elección Racional, entre otras, quedarán seguramente entre la producción más importante en estas temáticas, su persona permanecerá sin duda alguna como recuerdo imborrable para todos sus amigos y colegas y, en particular, para sus amigos argentinos. Yo no he podido aún borrar su dirección electrónica.

Gladys Palau

 

Por alguna razón que desconozco las primeras veces quedan marcadas a fuego en nosotros. Para quien dedica su vida a la filosofía, la primera vez que se lee la Repúblicade Platón, la Crítica de la Razón Pura de Kant o "Sobre el denotar" de Russell resultan constitutivas del filósofo que uno resulta ser. Y las personas con las que se compartieron esos momentos tan fundamentales de la propia historia se vuelven una parte esencial de uno. En mi caso Horacio fue parte de aquel pequeño grupo de compañeros de estudios con los que tuve el gusto de discutir por primera vez la Críticade Kant y la teoría de las descripciones de Russell, entre muchos otros textos fundamentales en mi formación filosófica. También empezamos a dar clases en el CBC en el mismo momento -1985-, cuando se inauguraba la materia "Introducción al conocimiento científico", en la cátedra de Gladys Palau, y comenzamos a trabajar juntos como ayudantes alumnos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en la cátedra de "Lógica" a cargo de Carlos Alchourrón en 1986. Y Horacio estaba conmigo la primera vez que pisé SADAF. Todos estos hechos me marcaron para siempre. La obsesión de Horacio por comprender y exprimir cada frase de cada texto, su capacidad para ver más allá de lo que el autor dice en una primera lectura, su indudable pasión por profundizar en los más intrincados problemas filosóficos, su dedicación para preparar cada clase como si se tratara de una presentación ante el más exigentes de los públicos, me enseñaron cómo enfrentar los textos filosóficos, y cómo desempeñarme en esta profesión.
Durante 5 años compartimos largas horas de nuestras vidas, estudiando, enseñando, caminando por las calles de Buenos Aires: desde 1984 que empezamos a participar de los mismos grupos de estudio, como alumnos de la primera cursada de "Lógica" a cargo de Carlos Alchourrón con la vuelta de la democracia a nuestro país, hasta 1989 año en que Horacio recibió su título de Licenciado y se fue, primero a Italia y luego a Estados Unidos. Período conflictivo de la historia argentina el que nos tocó compartir, en el que aprendimos mucho de filosofía y a la vez colaborábamos desde el  lugar que nos tocaba en la consolidación de la democracia. Porque no sólo de filosofía hablábamos con Horacio: también de la realidad política (compartimos los angustiosos días de Semana Santa del '87 en la Plaza de Mayo, tratando de sostener con nuestra presencia una democracia amenazada); de arte -fundamentalmente música y poesía-; y de la vida en general.
Horacio se fue de nuestro país, después de un lapso efímero en realidad (sólo vivió en suelo argentino 8 o 10 años, tengo que confesar que no sé exactamente cuándo vino desde su país natal -Uruguay-, sólo sé que antes de estudiar filosofía había estudiado un par de años ingeniería y otro par de años biología en la UBA). Pasaron varios años desde que se fue de la Argentina hasta que volvió a visitar a amigos y familia allá por 1994. Recuerdo que cayó así, de sorpresa, tocando el timbre de mi casa cuando menos me lo esperaba, y como si fuera ayer la última vez que nos habíamos visto, charlamos largamente, café de por medio. Y así sucedió cada vez que nos encontramos desde entonces, hasta la última vez que estuvo en Buenos Aires en 2010.
Sé que cursó sus estudios de posgrado en la Universidad de Columbia (1990-1996) donde escribió su tesis doctoral sobre cambio de creencias, dirigido por Isaac Levi. Horacio se había aproximado a este tema en Buenos Aires, discutiendo los trabajos en ese momento en pleno desarrollo de la teoría AGM (Alchourrón, Gärdenfors y Mackinson), en seminarios varios tanto en la UBA como en SADAF (y de los que también tuve el honor de participar). También sé que, una vez doctorado, se sumó a la Universidad de Carnegie Mellon primero como postdoctoral fellow hasta obtener el cargo de profesor con tenure en 2006.
El listado de publicaciones que realizó, instituciones a las que perteneció o fundó, países que visitó, colegas con los que trabajó y estudiantes a los que orientó, es interminable. Si hay algo que siempre admiré de Horacio fue su incansable espíritu, su capacidad para seguir trabajando cuando ya todos los demás pedíamos un recreo, sus neuronas siempre activadas. Esta capacidad de trabajo interminable unida a una profunda curiosidad que lo llevaba a adentrarse en los más variados campos del saber tuvieron como fruto una enorme cantidad de publicaciones en las más diversas áreas de la filosofía: lógica modal, condicionales, cambio de creencias, epistemología formal (disciplina de la que puede ser considerado uno de los fundadores), teoría de la decisión, teoría de las probabilidades, teoría de juegos. También supo colaborar con numerosas revistas que se nutrieron y apuntalaron su excelencia con su trabajo; entre otras fue editor o miembro del comité editorial del Journal of Symbolic Logic, Journal of Philosophical Logic, Review of Symbolic Logic, Synthèse y, por supuesto de Análisis Filosófico. Porque además de su intensa actividad en el hemisferio norte cada vez que pudo estuvo con nosotros y cada vez que se lo pedimos colaboró y participó de la vida académica en la Argentina, y especialmente de SADAF.
Me encuentro escribiendo algo que quisiera no haber tenido que escribir jamás. Horacio nos dejó hace casi un año y todavía no lo puedo creer.

Diana Pérez