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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.1 Bernal jun. 2013

 

RESEÑAS

Benedetta Calandra y Marina Franco (eds.),
La guerra fría cultural en América Latina. Desafíos y límites para una nueva mirada de las relaciones interamericanas, Buenos Aires, Biblos, 2012, 222 páginas

 

Como parte de la colaboración internacional entre investigadores europeos y latinoamericanos nucleados en torno a las variadas problemáticas culturales durante la guerra fría entre los Estados Unidos y América Latina, el libro compilado por Benedetta Calandra (Università degli studi di Bergamo, Italia) y Marina Franco (IDAES-UNSAM/CONICET, Argentina), supone un esfuerzo significativo en la tarea de expandir y consolidar un área de estudios, aún poco visitada. ¿Qué lugar adquiere América Latina en la confrontación política e ideológica de la guerra fría? ¿Qué productividad tiene hablar de "guerra fría cultural" en esta región? ¿Qué diferencias la habitarían con respecto al caso europeo? ¿Qué modalidades de circulación y apropiación de bienes simbólicos se activan a lo largo de este proceso? Estos son algunos de los interrogantes iniciales que proponen las organizadoras del libro a fin de demarcar, como lo sostienen desde el subtítulo,1 los retos y las limitaciones de esta perspectiva en el análisis de las relaciones interamericanas.
Desde el, ya clásico, CloseEncounters of Empire. Writingthe cultural history ofU. S.-Latin American Relations, editado por Gilbert M. Joseph, Catherine LeGrand y Ricardo Salvatore,2 las investigaciones concentradas en esta línea de trabajo han crecido de manera sostenida. Efectivamente, la tarea emprendida parte de un diagnóstico, en principio, poco alentador: el balance historiográfico de los estudios dedicados a relevar las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina señala un desequilibrio manifiesto hacía los tópicos "clásicos" de la historia política y militar, relegando a un segundo plano la producción y el intercambio cultural. Sólo recientemente, y mediante la fuerte crítica a los marcos interpretativos heredados de las teorías de la modernización, las lecturas dependentistas o los enfoques del "imperialismo cultural", las investigaciones sobre las vinculaciones culturales interamericanas han sido objeto de una renovación paulatina de sus presupuestos conceptuales y metodológicos.
En primer lugar, la recolocación territorial de América Latina en el mapa internacional de los flujos culturales implica, paralelamente, repensar las direcciones y las intensidades que estos describieron entre centros y periferias; ambas situaciones geográficas, antes que entidades a priori, son producidas por dinámicas cuyos contornos dependen menos de imposiciones absolutas e incontestadas de los espacios centrales y más de los intercambios, de las resistencias o de las negociaciones en los intersticios, en las "zonas de contacto transnacional" (tal como planteaba Mary Louise Pratt en su Ojos imperiales),3 dando lugar a procesos de circulación, recepción y apropiación de ideas, agentes de difusión y bienes culturales entre centros y periferias. En segundo término, estas relaciones entre los Estados Unidos y América Latina durante la guerra fría tuvieron en la multiplicidad de dispositivos retóricos, y de agentes e instituciones intervinientes, una riqueza irreductible a las prácticas gubernamentales de las élites políticas o académicas, lo que desplaza la atención hacia ámbitos de difusión, actores o soportes de divulgación políticos e intelectuales no convencionales para la historiografía vigente.
La guerra fría cultural en América Latina se organiza a partir de esta heterogeneidad de puntos de mira y horizontes de investigación. El primero, y acaso fundamental, es la interrogación por el lugar de América Latina en el proceso de confrontación política e ideológica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, priorizando los fenómenos culturales. La productividad del trabajo sobre el concepto "guerra fría cultural", de Frances Stonor Saunders,4 para el caso latinoamericano es manifiestamente problematizado en cada uno de los ensayos, ya sea bajo una reflexión teórica más general o a partir de estudios particularizados. La estructura del libro responde exactamente a esa distinción, donde la primera sección incluye cinco trabajos cuyo foco son unidades geográficas o temporales amplias (intervenciones norteamericanas en el espacio latinoamericano) mientras que la segunda parte del volumen se detiene en casos nacionales. El texto introductorio, a cargo de Calandra y Franco, traza un ajustado mapa de los antecedentes de investigación con los cuales dialoga la propuesta, a la vez que, desde una vocación programática, señala los caminos por recorrer. Las preguntas que allí se plantean buscan desestabilizar una serie de supuestos tanto conceptuales como metodológicos respecto de la categoría "guerra fría cultural", los límites temporales que ese proceso admite y las tensiones que implica pensar la unidad de la región frente a sus variantes nacionales.
En ese sentido, la sugerencia de una cronología para pensar la guerra fría cultural con un mayor grado de autonomía respecto de los procesos políticos es abordada paralelamente por Raffaele Nocera y Eduardo Rey Tristán en los dos primeros capítulos. Mientras que Nocera ofrece una periodización institucional sobre la guerra fría en la región, Rey Tristán busca articularla con un "estado del arte" de los estudios sobre las relaciones interamericanas, proponiendo una perspectiva de larga duración en que la Segunda Guerra Mundial no debería oscurecer otras experiencias precedentes de la intervención estadounidense en América Latina, fuertemente explicativas de los desarrollos posteriores.
En esa línea argumental, los textos de Ixel Quesada Vargas y Sol Glik presentan dos aproximaciones a las políticas de expansión cultural norteamericana sobre América Latina con anterioridad al ingreso de los Estados Unidos a la guerra. A través de un análisis de las estrategias establecidas para el control militar e ideológico de los trópicos, Quesada sostiene que los Estados Unidos disputaron el ámbito geopolítico centroamericano a Francia y, especialmente, a Alemania, basándose en justificaciones humanísticas y científicas. Durante el período de entreguerras, la División de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado norteamericano encontró en la "educación moral" de los pueblos centroamericanos la base de su fundamentación expansionista. Por otro lado, Glik analiza los dispositivos culturales puestos en marcha por la Office of the Coordinator of Inter-American Affairs (ociaa) del Consejo Nacional de Defensa de los Estados Unidos desde 1940, para la diseminación de las ventajas de la democracia occidental entre el público latinoamericano ante la "amenaza nazi". Este rasgo de la diplomacia cultural de "la buena vecindad" instalado a través de los dibujos animados producidos por Walt Disney (con el personaje paradigmático de Carmen Miranda), sostiene Glik, no fue unidireccional sino que se asentó, a su vez, en una imagen de América Latina exótica y divertida para la población norteamericana. "Lo latinoamericano" como construcción naturalizada permitió a la ociaa promover la visión positiva de los consensos ideológicos que proponían los Estados Unidos en la región a través de las industrias culturales.
En el capítulo "Maquinaria imperfecta. La United States Information Agency y el Departamento de Estado en los inicios de la guerra fría", Franciso J. Rodríguez Jiménez afirma que otro modo de circulación de los patrones culturales norteamericanos en América Latina fue el de los saberes humanísticos y sociales. La creación de institutos de intercambio cultural en los diversos países latinoamericanos fue una estrategia de la diplomacia pública por legitimar la presencia estadounidense. Con la creación en 1953 de la United States Information Agency, el fomento de los American Studies como disciplina especializada en temas norteamericanos y los intercambios culturales pasaron a la esfera de esta nueva agencia, en reemplazo del Departamento de Estado. La disputa entre ambas esferas gubernamentales permite a Rodríguez Jiménez señalar los conflictos internos generados en torno a la dirección que debían tomar los proyectos de intervención cultural en América Latina.
La segunda parte del libro, dedicada a estudios de caso, ofrece una llamativa variedad de objetos y registros analíticos. Patrick Iber reconstruye en detalle la historia institucional del Congreso para la Libertad de la Cultura (clc) en América Latina. Emprendimiento originalmente dispuesto por los Estados Unidos para afrontar los avances de la política cultural de Moscú en Europa occidental, el clc reorientó parte de sus energías a la sede latinoamericana, donde difundió su obra mediante la publicación de los Cuadernos y consiguió el apoyo de buena parte de los intelectuales liberales (el grupo de la revista Sur, en la Argentina) y de fracciones de izquierda de la región. Las alteraciones en la suerte del clc le permiten a Iber ofrecer una periodización en la que las diversas fases revelan los efectos de la guerra fría en este ámbito de sociabilidad cultural. Tras la Revolución Cubana y el ataque a Playa Girón, numerosos intelectuales se distanciaron del clc, máxime cuando a mediados de la década de 1960 se transparentaron sus vínculos con la cia, lo cual aceleró su desintegración.
Benedetta Calandra aborda, durante el mismo período temporal que Iber, las acciones de la Fundación Ford (ff) en América Latina. A través de una minuciosa investigación en sus archivos centrales, Calandra restituye toda la compleja trama de vínculos organizada para la instalación de sus proyectos y la selección de sus objetivos de financiamiento. Los LatinAmerican Studies como campo de saber promovieron la divulgación académica de América Latina en los Estados Unidos, a partir de la creación de Programas de investigación y de publicaciones periódicas. El fomento a las ciencias sociales latinoamericanas por parte de la ff se focalizó en Chile, y tuvo en la figura de Kalman Silvert su principal hombre de contacto. Calandra demuestra, de manera convincente, cómo la imbricación entre la cia y la ff no fue automática sino que deparó resultados no buscados, alejados del control de los técnicos de Nueva York. La resistencia a las intervenciones estadounidensess en la región y el golpe de Estado en Chile terminaron por reconstituir la agenda de la ff en torno a una nueva clave.
Por último, los trabajos de Carlos Hernández, Fernando Purcell, Ernesto Capello y Marina Franco se concentran en cuatro casos reveladores de la diversidad de miradas posibles para el análisis de la guerra fría cultural en América Latina. Hernández ahonda en las "políticas de sensacionalismo cultural" (avistamiento de ovnis y vampiros) puestas en marcha por medios de comunicación en Puerto Rico como elemento de distracción dirigido contra el éxito de la experiencia cubana. Hernández sostiene que tal estrategia mediática de la Alianza para el Progreso fue canalizada por exiliados cubanos anticastristas sumándose a otros medios para frenar el comunismo en el área. Por otro lado, Purcell y Capello ofrecen dos textos basados en exhaustivos trabajos sobre archivos y correspondencia. Purcell presenta una investigación pormenorizada de la misión de los Cuerpos de Paz en Chile en los años sesenta. Motivados por razones humanitarias y una imagen "tercermundista" de la situación latinoamericana, Purcell ilumina cómo las prácticas de los voluntarios formados en una visión paternalista no siempre respondieron al patrón anticomunista de Washington, flanqueados por las contingencias a las que se enfrentaban en el terreno. Ernesto Capello, por su parte, examina las cartas del archivo de la Rockefeller Foundation para mostrar cómo la misión presidencial de Nelson Rockefeller en 1969 disparó peticiones de financiamiento de proyectos, especialmente entre las clases medias de la región. Esto le permite explorar las "imaginaciones hemisféricas" cifradas en sentidos comunes de amplios sectores sociales. En este sentido, Franco expande el argumento y exhibe un sutil análisis sobre la disponibilidad de categorías y representaciones en la cultura política argentina acuñadas en clave de confrontaciones de la guerra fría. Esa tensión explícita entre global-local se articula de manera sólida a fin de demostrar cómo el discurso de la "seguridad nacional", reapropiado para resolver la interna del peronismo entre 1973 y 1975, instaló en el espacio público nociones como "subversión", "infiltración" o "enemigo interno", que perdurarían luego de 1976.
La guerra fría cultural enAmérica Latina contribuye considerablemente a describir los variados modos en que los Estados Unidos ejercieron la diplomacia cultural a lo largo del siglo xx, tanto a través de agencias estatales, fundaciones filantrópicas y acciones culturales anticomunistas, como mediante la propagación de películas de dibujos animados y estrategias comunicativas en medios masivos de prensa. Si bien la ausencia en el libro de las políticas culturales de la Unión Soviética como objeto de análisis resta valor al aporte sustancial que este viene a ofrecer, es posible señalar que será en el análisis combinado de los esfuerzos estadounidenses y soviéticos que algunas dimensiones de esa confrontación cultural adquirirán una mayor complejidad. En respuesta al reclamo de Gilbert M. Joseph de incorporar significativamente a América Latina en los estudios sobre la guerra fría,5 el libro de Calandra y Franco satisface acabadamente ese propósito.

Ezequiel Grisendi
CONICET / CEMICI-UNC

Notas

1 Una primera versión del libro fue editada con un subtítulo similar, con un mayor hincapié en el proceso de recepción latinoamericana de las pautas culturales estadounidenses. LaGuerra fredda culturale. Esportazionee ricezione dell'American Way of lifein America Latina, Verona, Ombre Corte, 2011.

2 Gilbert M. Joseph, Catherine LeGranda y Ricardo Salvatore, Close Encounters of Empire. Writing the cultural history of U. S.-Latin American Relations, Durham/Londres, Duke University Press, 1998.

3 Mary Louis Pratt, Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1997.

4 Frances Stonor Saunders, The Cultural Cold War: The CIA and the world of arts and letters, Nueva York, New Press, 2000.

5 Gilbert M. Joseph, "What we now know and should know. Bringing Latin America more meaningfully into Cold War Studies", en Gilbert M. Joseph y Daniela Spenser (eds.), In from the cold. Latin America's New Encounter with the Cold War, Durham, Duke University Press, 2008.

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