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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.2 Bernal dic. 2013

 

LECTURAS

Sergio Miceli, celebración de una trayectoria

 

A propósito de la presentación del libro de Sergio Miceli, Ensayos porteños. Borges, elnacionalismo y las vanguardias, editado en la colección Intersecciones de la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, el Centro de Historia Intelectual organizó el 24 de agosto de 2012 en el Museo Histórico Nacional una mesa de homenaje que contó con presentaciones de Maria Alice Rezende de Carvalho y Alejandra Maihle, y una entrevista pública de Gustavo Sorá a Miceli. Aquí se reproducen las presentaciones de Rezende de Carvalho y de Mailhe.

Atajos

Maria Alice Rezende de Carvalho
Pontificia Universidade Católica
de Río de Janeiro

1

Cuando me pidieron que hiciera la presentación de Sergio Miceli para un público argentino, la tarea en principio me pareció sencilla, ya que se trata de uno de los mayores sociólogos brasileños, con títulos y premios en su ámbito de acción y una obra reconocida por científicos de todas las especialidades, que lo han llevado hasta la Academia Brasileña de Ciencias. Una vez que acepté, muy honrada, la misión, las dificultades se hicieron evidentes: era necesario no caer en los elogios fáciles -esa forma perezosa de hablar de los amigos- y construir un punto de vista distanciado que permitiese lidiar analíticamente con un personaje y un campo tan familiares.
Recordé entonces la vez que en París, a fines de 2004, cuando Sergio estaba cumpliendo uno de sus compromisos con la cátedra Sergio Buarque de Holanda,1 fui a visitarlo casualmente
la tarde en que él había terminado de redactar la Introducción a la edición brasileña de Esquissepour une auto-analyse, de Pierre Bourdieu, que se publicaría en San Pablo el año siguiente.2 Y pensé que aquella introducción podría servir como molde del presente texto, si bien, como se verá, con un resultado más ligero y sin las certezas que el trabajo cotidiano junto a Bourdieu le había proporcionado a Miceli. A fin de cuentas, es otra mi experiencia, que ni siquiera vivo en San Pablo y es a la distancia que escucho los rumores acerca de la rutina intelectual e institucional por la que Sergio navega en la Universidad de San Pablo (USP).
Por ello, esta presentación sigue el molde proporcionado por el propio homenajeado, pues también aquí se trata de una pequeña historia social de las prácticas intelectuales de un gran amigo. Pero se permite cierto grado de imaginación para cubrir algunas lagunas en la información y compensar la inexistencia de un espacio común de trabajo. De cualquier modo, para la preparación de estas notas consulté entrevistas y algunos testimonios de Sergio Miceli; y entre ese material lo que más utilicé, por su extensión y accesibilidad, fue la entrevista que le hicieron Elide Rugai Bastos y Maria Rita Loureiro entre agosto y septiembre de 2004.3
Nada en este texto ha sido inventado, pero sí se trata de una construcción. Como los atajos, que no se apartan mucho del camino principal, las siguientes notas pueden contener fallas o excesos de interpretación, pero aun así son vías de aproximación a la trayectoria de Sergio Miceli.

2

Hay dos cuestiones centrales en esta tentativa de análisis. La primera tiene que ver con la condición de extranjero que Sergio Miceli vivió en San Pablo en los años setenta y con sus estrategias de aclimatación, que, exitosas, borraron casi por completo su lugar de origen, una Río de Janeiro muy particular, enclavada en el morro de Santa Tereza. Ahora, sin embargo, con tantas conquistas consolidadas, esas estrategias muestran una entendible dilución, lo que permite, de vez en cuando, entrever algunos movimientos ajenos a la escena paulista y académica que lo consagró, así como cierto acceso a una experiencia intelectual distinta: más impura, más pública, más "carioca", con toda la lamentable imprecisión que esas nociones puedan contener. Para decirlo abiertamente, mi proposición es que la experiencia intelectual de Sergio Miceli estuvo marcada por la tensión que le producen esas dos ciudades, las que no sólo traducen vivencias geográficamente determinadas, sino que también designan distintos modos de enlace entre biografía y práctica intelectual. Volveré a este punto.
La segunda cuestión, que concierne a la naturaleza combativa de la sociología que practica Sergio Miceli y al significado que él otorga a la idea de combate, es un rasgo puesto en evidencia ya desde la primera gran investigación colectiva que lleva a cabo tras su regreso al país después de haber concluido el doctorado en París: Historia de las Ciencias Sociales en el Brasil.4 Este proyecto grandioso, que obtuvo financiamiento de la FINEP (Financiadora de Estudios y Proyectos) y que consumió seis años de trabajo de un equipo extraordinario de investigadores, significaba, en la práctica, la colonización de un territorio que no era exactamente virgen, pero que Sergio Miceli, con los recursos materiales y humanos de los que disponía, limpió y delimitó, desplazando construcciones preexistentes y redefiniendo posiciones ocupadas por una generación de científicos sociales anterior a la suya, con posgrados en universidades norteamericanas y establecida en algún punto del eje Río de Janeiro-Belo Horizonte. Entre los trabajos anteriores, se destacan, sobre todo, los de Simon Schwartzman, de Minas Gerais, o los de equipos e instituciones dirigidas por él, que desde fines de la década de 1970 estaba elaborando una reflexión sobre la educación superior y la actividad de investigación en el Brasil.5
La historia de las ciencias sociales producida en el Instituto de Estudios Económicos, Sociales y Políticos (IDESP) pone de relieve las polémicas que, en la década de 1950, dividían a los científicos sociales radicados en Río de Janeiro y en San Pablo, las cuales giraban en torno de (a) la naturaleza del proceso de desarrollo nacional y (b) la relación entre el conocimiento científico y la actividad política. Y, reduciendo mucho la contribución de aquel trabajo, se puede decir que en conjunto los diferentes textos que lo componen convergen en la constatación de que la ciencia social brasileña, en tanto tal, fue fruto del impulso y del ingenio paulistas, y que la Universidad de San Pablo fue el ambiente en el que ella iría a prosperar con autonomía respecto de la política.6 La investigación, que comenzó a circular desde mediados de los años ochenta y se publicó entre 1989 (primer volumen) y 1995 (segundo volumen), provocó un enorme alboroto, entre otros motivos porque la competencia por recursos y prestigio en el sistema nacional de ciencia se había intensificado, y una conclusión como aquella podría desequilibrar el juego en favor de los científicos sociales de la USP.7

Con respecto a esto, recuerdo que la primera vez que vi y oí a Sergio Miceli fue en uno de los seminarios del Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (IUPERJ), organizado específicamente para que él presentase algunos de los resultados iniciales de la investigación que coordinaba acerca de la institucionalización del área. Confieso que no comprendí de inmediato lo que allí ocurría. Y creo que ese era el espíritu predominante entre los estudiantes de posgrado y los científicos sociales de diferentes instituciones que se habían amontonado aquella tarde en el viejo caserón de Botafogo, donde por esa época se daban los cursos de sociología y ciencia política de mayor prestigio en Río de Janeiro. Ahora bien, en determinado punto de la exposición, es probable que en un pasaje en el que Sergio Miceli distinguió la ciencia social practicada en San Pablo, los ánimos se caldearon entre el público, cuya difusa animosidad era una evidencia de que todos allí intuían que aquella versión acerca del origen y el funcionamiento de las ciencias sociales en el Brasil ponía en riesgo el lugar que los principales profesores-investigadores de Río de Janeiro habían logrado ocupar hasta ese momento.
No sé si aquella tarde Miceli había ido al IUPERJ totalmente consciente de lo que iría a encontrar, pero, a juzgar por la reacción de algunos de sus pares, debe haber salido convencido de que se había abierto un espacio de competencia acerca del "pasado", esto es, un espacio de disputa entre visiones supuestamente en conflicto acerca de la institucionalización del campo. No cabe aquí analizar si esas diferencias eran en realidad tan profundas, ni el valor intrínseco de cada versión.8 Lo cierto es que, vista con la perspectiva que el paso del tiempo permite, la historia narrada por los investigadores del idesp fue la que "inventó" una tradición para las ciencias sociales brasileñas, configurando así el sentido común dominante acerca de nuestra institucionalización. Y ese es el aspecto que merece ser destacado.
Recién llegado tras doctorarse en Francia, Miceli conquistó su entrada en el hardcor de la ciencia social brasileña con una estrategia parecida a la de Pierre Bourdieu, cuando este se propuso vencer a la Universidad y a la tradición universitaria de Francia. En los dos casos fue decisiva la conformación de un grupo de investigación y la organización del trabajo colectivo, en el que se podrían fusionar vida intelectual y afectiva por mucho tiempo, durante muchas horas por día y en torno de un liderazgo unificador. Pero a diferencia de Bourdieu, a quien la densidad del campo cultural francés le imponía el ejercicio de cierto proselitismo en contra de adversarios intelectuales,9 Miceli no convirtió el campo en su objetivo, incluso porque no percibía en la sociedad brasileña la suficiente autonomía intelectual para la recepción de ese concepto.10
En su caso, la acción se dirigió hacia el fortalecimiento institucional de una nueva generación de científicos sociales, sus tesis, sus respectivas adscripciones en el ambiente académico, su acción coordinada en asociaciones científicas y además la incorporación de nuevos miembros al grupo original, lo que garantizó la difusión de las prácticas inauguradas en el IDESP.11 Por cierto, no se tenía mucha conciencia acerca de lo que estaba en curso y menos aun de los resultados. Sin embargo, con una buena dosis de racionalización, es posible decir que, al actuar de ese modo, Sergio Miceli no sólo ponía de manifiesto su principal diferencia metodológica en relación con Pierre Bourdieu -a saber, una concepción de campo más débil y su simpatía por las morfologías más inestables, basadas en grupos, asociaciones, alianzas-, sino que también revelaba el significado que atribuía a la idea de una sociología combatiente, en la que se trata menos de la "conquista" del campo que de relacionar, articular agencias materiales e intelectuales asentadas institucionalmente.
El libro História das ciencias sociais no Brasil, en suma, no deja de ser una objetivación de ese deseo de agrupar a la comunidad de científicos sociales bajo una supra temática. Y el propósito de hablar para aquel grupo era tanto más decisivo cuanto más se advierte que Miceli, al volver al Brasil, reasumió su puesto de trabajo en la Fundación Getúlio Vargas (FGV), una institución muy prestigiosa pero al margen de la cultura académica en la que se había especializado. Por lo tanto, la coordinación de aquella historia en el ámbito de IDESP permitió que Sergio Miceli, sin desvincularse de la FGV-pues no quería hacerlo-,12 reclamase su ingreso en la comunidad de referencia. El primer volumen de la investigación, como ya se dijo, fue editado en 1984, y, antes incluso de la publicación del segundo volumen, Miceli fue invitado a integrar el cuerpo docente del Departamento de Sociología de la USP.13
El pasaje de la FGV a la USP, en 1988, no estuvo exento de ambivalencia, pues Miceli se refiere con mucho cariño a los tiempos más politizados de su trayectoria, cuando, a comienzos de la década de 1970, recién ingresado en aquella institución, fue invitado a colaborar en la Revista de Administração de Empresas, cuyo temario, en plena vigencia de la dictadura militar, pasó a admitir asuntos y una serie de artículos que, como él dice, "de no ser allí, hubiese sido imposible [publicar]".14
Arriesgo, no obstante, la interpretación de que tal ambivalencia también se relacionó con
sentimientos más antiguos, recubiertos, obstruidos, que derivaban del deseo de satisfacer las expectativas familiares, sobre todo las de su madre y su tío, Armando Miceli, cuyos sacrificios y mecenazgo, respectivamente, Sergio pensaba que debía compensar siguiendo una carrera reconocida como tal, esto es, "masculina", burguesa, compatible en suma con la inversión que habían hecho en su educación -colegios de élite, Alianza Francesa, PUC (Pontificia Universidad Católica), el propio círculo que frecuentaba-. Desde ese punto de vista, permanecer en la FGV tenía el mayor sentido, ya que los símbolos que la institución pone en acción son infinitamente más compatibles con un proyecto afirmativo de incorporación a las élites a través del mérito, de la audacia intelectual.
Dicho sea de paso, ni la madre ni el tío, al parecer, hicieron algún tipo de señal en contra del impulso de Sergio Miceli de estudiar lo que quisiese, aunque él sabía que ambos preferían que siguiera la carrera de Derecho, lo que lo llevó a inscribirse en secreto para dar el examen de ingreso al Departamento de Sociología y Política de la PUC-Río. Una vez aprobado y comunicado el triunfo al tío Armando, oyó de parte de este el discurso genérico de los sectores medios intelectualizados de la antigua capital federal: después de asegurar que el joven sobrino seguiría la carrera que había elegido, manifestó su curiosidad con respecto al empleo, a la vida profesional a la que Sergio Miceli podría tener acceso en el futuro.15
Ni el tío ni la madre pudieron presenciar la travesía de la FGV a la USP, porque habían muerto dos años antes. Pero mientras vivieron, el molde de la socialización intelectual en Río de Janeiro menoscababa la socialización académica que Miceli había adquirido en Francia y que él veía como un camino que le abriría las puertas en San Pablo. Sergio Miceli ya había cumplido 43 años cuando se presentó en la USP.
Vuelvo, entonces, a Río de Janeiro, para en la vuelta final mostrar un poco de la tensión constitutiva de la sociología de Sergio Miceli, que, según mi arriesgada hipótesis, deriva de la racionalización muy peculiar e idiosincrática que él operó sobre vidas vividas en dos ciudades.

3

Santa Tereza es el nombre de un barrio de Río de Janeiro, construido sobre uno de los seis pequeños morros que conforman el centro y la zona portuaria de la ciudad. Los que llegan a Río por el mar de inmediato se topan con aquella formación parecida a un abanico abierto, en la que cada morro sería como una varilla apuntando hacia la bahía de Guanabara. A lo largo del siglo xix la ocupación de los morros fue socialmente diferenciada. En las colinas más cercanas al puerto predominaron los inmigrantes portugueses y los negros -esclavos o no-, pero la integración urbanística de la zona con la ciudad se vio drásticamente cancelada, a la vez que su población se volvía invisible, a partir de la construcción de la avenida Presidente Vargas, eje monumental inaugurado en 1944.
Sergio Miceli nació en 1945, fruto de dos familias que vivían en el morro de Santa Tereza, la única de las seis colinas que en el siglo xix y aún en el xx fue residencia, en lo alto, de la élite y en el borde, de sectores medios urbanos, es decir, profesionales liberales, estudiantes, trabajadores por cuenta propia, artesanos, aventureros de todo tipo, que se movían en el centro político y administrativo de la capital federal. A partir de la década de 1930, la ciudad vivió de modo más concentrado la declinación de los últimos vestigios de la sociedad imperial y el surgimiento de una clase media de diferentes orígenes que comenzaba a afirmarse económica y socialmente. Y el barrio de Santa Tereza ilustra a la perfección el encuentro de esa hidalguía declinante con una nueva moral en ascenso, de inmigrantes no portugueses y asociada a la ética del trabajo. Estos son los ingredientes que constituyeron el mundo afectivo de Sergio Miceli, cuyo padre descendía de una familia alojada en un inmenso caserón en la cima del morro y la madre, de un constructor que, con mucho trabajo, había multiplicado sus propiedades en la ladera del morro.
Miceli es fruto por tanto de ese encuentro, en Río de Janeiro, entre los que descendían y los que ascendían socialmente, por lo demás, un rasgo biográfico compartido con la mayoría de los hijos "de la clase media" carioca de su generación. La fricción entre esos segmentos sociales, que no habían conocido hasta entonces procesos más violentos de segregación espacial, favoreció en efecto ese tipo de casamientos.
La morfología urbanística, en ese caso, produjo consecuencias en la estructura social de la ciudad.
Desde el punto de vista de los que declinaban, la escena es conocida: juego y bohemia; desde la perspectiva de los que avanzaban, se advierte cierto voluntarismo, que se justifica por el sentido ascendente de sus trayectorias. Es el voluntarismo, por ejemplo, del tío materno de Sergio Miceli: Armando Miceli, abogado, secretario de Estado, procurador general del Estado y redactor jefe del Correio da Manhã, para quien, como solía decir, "no hay nada que no se pueda". Fue un personaje central en la socialización de Sergio Miceli, que, cuando era chico, medía la importancia social de aquel hombre por la cantidad de llamados telefónicos... y eran muchos. Lo que ocurría era que cuando Armando Miceli todavía era reportero del diario trabajó un tiempo con el intendente de la ciudad y, por eso, le llegaban pedidos para que se los pasara a este. Ese hecho, sumado a las visitas que Otto Maria Carpeaux, Carlos Heitor Cony y Antonio Callado le hacían a su tío, son las primeras impresiones que recuerda acerca de la experiencia intelectual.
Hay algo, por lo tanto, en la reflexión sobre Río de Janeiro, o mejor, en la percepción de ese juego entre declinación y ascenso que suma a la obra de Pierre Bourdieu una contribución original de Sergio Miceli. Algo que deriva, tal vez, de una racionalización sobre aquel engranaje que Miceli conoció tan bien en su experiencia familiar y que "reaparece" en sus trabajos como el motor, la dínamo de la estructura social brasileña. En su tesis de doctorado, Intelectuais e clase dirigente no Brasil, el trabajo que más le gusta, la experiencia de la declinación está fuertemente presente en la cartografía que él hace de los compromisos progresivos que enlazan a intelectuales y política. Pero allí está también la perspectiva promisoria de que la burocracia, el funcionariado, las corporaciones estatales -poder judicial, fuerzas armadas- dependen de alianzas hacia abajo y, en este sentido, mueven una rueda política más heterogénea, más contradictoria.
Según Miceli, por lo tanto, la tensión que mueve la vida brasileña no es la que opone, como en la experiencia europea, a la clase trabajadora con la de los capitalistas, sino a grupos, cuyas identidades no son esencializadas, que asumen formas históricas distintas y constituyen alianzas hacia arriba y hacia abajo.

En 1968, Sergio Miceli se recibió en la carrera de Sociología y Política de la PUC-Río y partió hacia San Pablo, donde pensaba permanecer dos años estudiando con una beca de la Coordinadora de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (CAPES). Hasta ese momento, era un joven de Río de Janeiro, que jugaba al póquer con artistas y miembros de la élite carioca, a los que había conocido a lo largo de su vida escolar. Ese Sergio bohemio es el que desembarca en San Pablo, a los 23 años de edad, recibido de sociólogo y teniendo que lidiar con una ciudad más cerrada que Río de Janeiro, más segregada social y espacialmente. Fue nombrado profesor de la FGV, en 1970, institución que no sólo lo acogió profesionalmente, sino que también le brindó oportunidades para su perfeccionamiento intelectual, e incluso le mantuvo el salario mientras cursaba el doctorado en Francia, algo que hubiese sido imposible de haber estado integrado a la universidad.
Ya con un empleo, su condición de extranjero en San Pablo se atenuó. Y en ese sentido hay que tener en cuenta, también, que a partir de su casamiento -el primero- comenzó a relacionarse con un grupo de intelectuales influyentes, vinculados a la editorial Perspectiva, que, de manera indirecta, llegaron a favorecer su contacto con Bourdieu, pues le dieron a Miceli la posibilidad de que invitara al recientemente designado director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales para que publicara en el Brasil una antología de sus artículos. Gracias a ese contacto, más el sostén dado por la FGV, fue a Francia a hacer el doctorado entre 1974 y 1978.
Al volver, permaneció una década más en la FGV y, cuando migró hacia la USP, se fue desembarazando de otros compromisos institucionales, sobre todo del IDESP. Pero ya por entonces había comenzado su investigación sobre artes, en especial sobre el modernismo en las artes plásticas, que tuvo en el Brasil, según Miceli, una inflexión peculiar, dictada por la percepción que artistas, como Anita Malfatti, tuvieron respecto de la presencia de los inmigrantes como fuerza social enfrentada con el orden burgués. Son fruto de esa investigación los libros que publicó en los años noventa y en los comienzos de la década siguiente, a saber: Imagens negociadas: retratos da elite brasileira (1920-1940) y, un poco más tarde, Nacional estrangeiro: história social e cultural do modernismo artístico em São Paulo, ambos publicados por la Companhia das Letras. Además, vale la pena recordar aquí que fue en aquellos años cuando Miceli selló su relación con Luiz Schwarcz, el intelectual-editor de la Companhia das Letras, que dio unidad a su obra, reeditando lo que le interesaba a Miceli y dando forma al corpus documental que mostraba su adscripción a la USP.
Ma non troppo. Si Miceli aún no produjo, de manera sistemática, un relato sobre su trayectoria intelectual y sobre las inflexiones que se observan en ella, no es menos cierto que de los trabajos que firma y de las tesis que orienta16 se puede extraer una reflexividad inherente a su artesanía sociológica. Y lo que pienso, realmente, es que la inmersión en San Pablo generó el punto de distanciamiento adecuado para el tratamiento conceptual de Río de Janeiro, o mejor, del tipo de experiencia que allí vivió, tal como (a) la dialéctica entre declinación y ascenso, (b) el "socialismo", como el de Armando Miceli, sin marxismo o clase obrera, pero percibido en la relación entre la burocracia pública y sus alianzas heterogéneas, y (c) la presencia de inmigrantes como expresión de la movilidad social y de la presión política.
Para lidiar con cada una de esas cuestiones siempre ha habido y sigue habiendo investigaciones, libros y amigos, una actividad intelectual que, para Sergio Miceli, no se hace sin integración, asociación e intercambio. Generosidad, es claro, con armazón científica.

Notas

1 La cátedra está vinculada a la Maison des Sciences de l'Homme y Sergio Miceli fue su titular en el período 2004-2008

2 La introducción que escribió Sergio Miceli llevó el título "A emoção raciocinada" y forma parte del libro Esboço de autoanálise, de Pierre Bourdieu, publicado por la Companhia das Letras.

3 Elide Bastos, Fernando Abrucio, Maria Rita Loureiro y José Márcio Rego, Conversas com sociólogos brasileiros, San Pablo, Editora 34, 2006.

4 De hecho, su primera investigación después del doctorado fue la que tuvo como resultado la tesis de libre-docencia, A elite eclesiástica brasileira, publicada por la editorial Bertrand Brasil en la colección "Corpo e Alma do Brasil", que dirigía en aquella época Fernando Henrique Cardoso. La investigación sobre la historia de las ciencias sociales brasileñas fue la primera en la que se desempeñó como investigador y coordinador de un equipo numeroso, reunido en el ámbito del Instituto de Estudios Económicos, Sociales y Políticos de San Pablo (IDESP). En él participaron Heloísa Pontes, Fernanda Peixoto, Maria Arminda Nascimento Arruda, Lilia Schwarcz, Silvana Rubino, Fernando Limongi, Cecília Forjaz y Paul Freston, y fueron consultores Mariza Corrêa y Fernando Novais. Fue publicada en dos volúmenes, el primero, en 1989, por la editorial Vértice y el segundo, por la editorial Sumaré, en 1995.

5 A modo de ilustración, puede mencionarse sólo el primer libro de una serie de aproximadamente ocho títulos sobre el tema -Educação Superior Brasileira-, de Simon Schwartzman, Ronald Braga y Nelly Aleotti Maia. El libro fue publicado en Brasilia en 1979 por el Consejo de Rectores de las Universidades Brasileñas en la serie "Estudos e Debates".

6 Véase Luís RodolfoVilhena, "Os intelectuais regionais. Os estudos de folclore e o campo das ciências sociais nos anos 50", en Revista Brasileira de Ciências Sociais, año 11, nº 32, octubre de 1996, pp. 125-149.

7 En aquel momento, Sergio Miceli aún no formaba parte de los cuadros de la Universidad de San Pablo, lo que sólo ocurrirá en 1988, cuando fue invitado por Eva Blay, del Departamento de Sociología.

8 Por aquella época, en el iuperj también se estaba tratando el tema de la institucionalización de las ciencias sociales en el Brasil. Liderada por Luiz Werneck Vianna, la investigación atenuaba el contraste entre San Pablo y Río de Janeiro en lo concerniente a la autonomía de la USP vis-à-vis la política, pues se consideraba que Florestan Fernandes y su obra no eran ajenos a aquella dominación -aspecto, por lo demás, destacado por el propio Sergio Miceli- (L. Werneck Vianna, Maria Alice R. de Carvalho, Manoel Palácios y Marcelo Burgos, "Cientista social e vida pública", DADOS - Revista de Ciências Sociais, Río de Janeiro, IUPERJ, vol. 37, número especial, 1994).

9 Pierre Bourdieu, Esboço de auto-análise, San Pablo, Companhia das Letras, p. 53.

10 Bastos et al., Conversas com sociólogos..., op. cit., p. 231.

11 Todavía hoy se percibe el "alma" del grupo en encuentros científicos nacionales, cuando, más allá de sus diferentes instituciones o posiciones en la carrera, sus antiguos miembros revelan una gran semejanza en el modo en que exponen sus preferencias o juicios acerca de los temas eventualmente tratados. Permanentemente se vuelven a armar partes del grupo en convocatorias cruzadas para la integración de jurados, la organización de seminarios, coorientaciones, publicaciones conjuntas, etc. Además, la Asociación Nacional de Posgrado e Investigación en Ciencias Sociales (ANPOCS), principal entidad científica del área, ha alentado el intercambio y la revinculación del colectivo, en particular en el Grupo de Trabajo sobre Pensamiento Social Brasileño.

12 Bastos et al., Conversas com sociólogos..., op. cit., p. 226.

13 Nótese que el intervalo entre las ediciones de los dos volúmenes fue cubierto con otras iniciativas que ampliaron sus condiciones para el ingreso a la usp. Cito, rápidamente, dos: el contrato como docente del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP), donde se le ofrecieron condiciones especiales de trabajo, y el ejercicio, en dos oportunidades, del cargo de secretario de la ANPOCS.

14 Bastos et al., Conversas com sociólogos..., op. cit., p. 225.

15Ibid., p. 222.

16 Una de las últimas tesis que orientó fue la de Fabio Cardoso Keinert, Cientistas Sociais entre Ciência e Política (Brasil, 1968-1985), San Pablo, USP, 2011.

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