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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

Jeremy Adelman,
Worldly Philosopher. The Odyssey of Albert O. Hirschman, Princeton, Princeton University Press, 2013, 740 páginas

 

Jeremy Adelman y la biografía

Conocí esta triple aventura intelectual cuando estaba en sus etapas iniciales. Jeremy Adelman asumía voluntaria y solidariamente la tarea de revisar y organizar los papeles y materiales que Albert Hirschman había acumulado a lo largo de su vida, acompañado por y acompañando a Sarah Hirschman en esa labor. Como señala en uno de los mínimos lugares de este gran y grande libro donde hace alguna referencia a sí mismo, la figura de Hirschman lo había acompañado toda su vida adulta, desde el momento en que se encontró con un libro de Hirschman en la biblioteca de su padre. La tarea comprometía a Albert como protagonista de la aventura, a Sarah como cómplice doble -de Albert en la vida, de Jeremy en la tarea entre manos- y por supuesto a Jeremy, quien a partir de ese momento y por más de diez años trabajó en lo que terminó siendo este libro, "viviendo con la persona durante días, meses y años" y, en los momentos de mayor intensidad, "viendo el mundo a través de los ojos del sujeto", como él mismo indica en los agradecimientos que preceden al texto del libro (p. xi). Conociendo a los y a la protagonista, y con ocasionales encuentros a lo largo de la siguiente década, mi espera del encuentro con el resultado de esta aventura, o sea la publicación del libro, no carecía de ansiedad.
Comencé a leer este relato -y algunas de las primeras reseñas que se publicaron sobre el mismo en el momento de su publicación- mientras estaba en Berlín. Mi urgencia era alcanzar a leer los primeros capítulos, dedicados a la etapa berlinesa de la vida de Hirschman (entre su nacimiento en 1915 y su salida política hacia París en 1933) mientras todavía estaba en Berlín. El relato es, obviamente, de un Berlín que ya no está, un Berlín destruido y reconstruido a partir de conflictos, guerras y tragedias humanas sin igual. Los lugares están cambiados, pero como es una ciudad donde las capas de la historia que se superponen interactúan entre sí todo el tiempo, me fue posible acompañar el relato, sentir los lugares, los dramas de época y el peso de la historia, en un lugar que atesora simultáneamente pasados gloriosos e ignominiosos, e intenta superar esos pasados con una mezcla compleja de memoria y de utopía urbana que intenta proyectarse al futuro.
Ubiqué lugares y referencias urbanas de la vida de Albert, busqué cómo se habían transformado, y de la mano de la narrativa de Jeremy Adelman logré, creo, internarme en el pasado para reconstruir, a través
de las peripecias de quien entonces todavía era Otto A. Hirschmann, los climas políticos, las sociabilidades familiares y escolares, las disputas ideológicas y políticas en las calles, las lecturas que circulaban y las fuentes de inspiración de las ideas en pugna en ese período de entreguerras y los albores del ascenso del nazismo al poder. Las diferencias y las distancias entre clases sociales, los clivajes entre grupos étnicos, las cuestiones generacionales que aluden a la sociabilidad juvenil y las cuestiones de género estaban presentes con toda su fuerza. Lo que me sedujo en la lectura fue vivir la reconstrucción de lo que todo eso fue en el momento en que nuestro personaje central lo vivió; muy especial y notoriamente, el sentido que todas esas referencias tenían para él. La lectura no era la de una visión nostálgica del pasado, sino una pintura de época, de ese momento, esos espacios y esas vivencias, desde la perspectiva del sujeto mismo del relato, Otto A. Hirschmann.
Esa sensación de descubrimiento y acompañamiento de una vida y sus aventuras permanecieron a lo largo de todo el libro, mientras los temas y las preocupaciones se van sucediendo a lo largo de la vida. Las permanentes lecturas y debates, las grandes ideas, no suceden en el vacío, sino que
están encarnadas en un personaje que siente y piensa, combinando su preocupación por el mundo con la atención y el compromiso con su entorno familiar o personal más cercano e íntimo.
Cuando se publica una biografía de esta escala, que a su vez coincide con la muerte de la persona biografiada, las referencias y las reseñas se multiplican. Resulta muy difícil agregar algo a todo lo que se ha dicho y publicado desde la muerte de Albert Hirschman (en diciembre de 2012) y la aparición del libro de Jeremy Adelman (en abril de 2013). Mi intención en esta nota es superar la fascinación por la vida del personaje central -Otto Albert Hirschmann primero, Albert O. Hirschman después- y concentrar la atención sobre el camino de la escritura de la biografía que transitó Jeremy Adelman.
Una biografía cuenta una vida en forma narrativa. En este caso, las reseñas publicadas aprecian la labor de Adelman con términos como "cautivante" o "asombrosa y conmovedora biografía", o caracterizando a Adelman como un observador apasionado y perspicaz. Más allá de los adjetivos en la frase dedicada al autor, las reseñas y los comentarios centran la atención en el personaje biografiado antes que en el libro mismo. La vida de Albert Hirschman fue intensa y compleja, sus actividades y sus ideas elaboradas y meditadas, y al mismo tiempo provocadoras, creativas e inspiradoras. El relato de cómo fueron surgiendo y cómo fueron plasmadas no puede menos que cautivar a quien lo lee. Podría decir que Albert Hirschman fue
una encarnación del siglo XX, de ese "siglo corto" de extremos que nos relató con tanta maestría Eric Hobsbawm. En la persona, biografía e historia mundial convergen y se entretejen.1
La fascinación por la vida y los avatares del personaje nos acompaña en la lectura. Somos cómplices de la labor de Adelman, que nos invita a ver el mundo a través de los ojos del sujeto. Esta capacidad de transmisión de esos ojos y esa mirada produce algo especial: quien se diluye en la lectura es el autor, Jeremy Adelman. ¿Qué significa que desaparezca el autor? Quizá sea una prueba contundente del éxito de la investigación y la escritura: Jeremy es tan buen guía que su papel de mediador se opaca; nos olvidamos de su existencia porque nos conduce a concentrar la atención en el camino que estamos transitando, o sea, la vida y el pensamiento de Hirschman. La forma narrativa elegida ayuda: sin reflexiones de autor, sin compartir explícitamente criterios y decisiones, quien lee se olvida de que hay alguien en el medio.
En estas condiciones, intentar escrutar y analizar la manera en que la biografía fue armada, las estrategias del relato, el uso de las fuentes -o sea, poner la mirada sobre la hechura, los ingredientes y su articulación- no resulta una
tarea autoevidente. Requiere un proceso de extrañamiento y toma de distancia, porque el proceso de su construcción se oculta en el producto.
En esta línea, voy a prestar atención solamente a tres temas: el manejo de las temporalidades, las fuentes, y los rasgos centrales del sujeto.
La lectura nos invita a acompañar al personaje en cada etapa de su vida, metiéndonos en su época, develando sus fuentes de inspiración, sus lecturas y conversaciones, sus pensamientos y sentimientos -por supuesto, hasta donde Jeremy Adelman pudo reconstruirlo internándose en documentos y entrevistas, leyendo y releyendo lo que Albert Hirschman leía y discutía en cada momento de su vida, metiéndose en su subjetividad-. Hubo fronteras infranqueables, porque Albert Hirschman fue un guardián celoso de su persona, dispuesto a compartir pero también a preservar y defender intimidades, silencios, sentimientos y sensaciones. Esta característica es central en la escritura del libro: el autor reconstruye, con los indicios y elementos con los que cuenta, el escenario de época no en abstracto, sino en aquello que era parte de la vida del personaje. Con quiénes se vinculaba y qué significaban esos otros y otras para él, qué leía y qué pensaba, qué dilemas enfrentaba, qué sentimientos lo acosaban o lo regocijaban, cómo definía qué aspectos compartir y cuáles guardar en su privacidad e intimidad.
El método es, si se permite la analogía, arqueológico: se reconstruye un período y una civilización a partir de restos y huellas. En este caso, los restos son muchos, tanto en los archivos personales y en la memoria de las personas entrevistadas como en los documentos y las investigaciones existentes sobre cada evento o cada período. Los datos importan, pero más que desarrollar el "contexto" de la acción, Adelman reconstruye la manera en que Albert Hirschman definía su situación, qué leía, qué escribía, sobre qué conversaba y con quién, qué veía a su alrededor. Por detrás hay, de manera implícita, una teoría del actor, sus escenarios y sus circunstancias, antes que una visión basada en el determinismo estructural o en el puro ejercicio de la voluntad de un "gran hombre". Para incorporar esta perspectiva, Jeremy Adelman maneja el tiempo de cada período, tratando de aislar y aislarse de lo que vino después, del impacto de esta u otra idea en períodos posteriores. El esfuerzo por evitar los argumentos teleológicos es permanente: se trata de reconstruir y narrar cada etapa de la vida en los términos en que el propio sujeto la interpretaba. Sin duda, y aunque no lo diga, la reconstrucción de momentos, procesos de pensamiento y sentimiento, imbricaciones de vida personal y vida intelectual y política, dudas existenciales y certezas que impulsan a la acción requirió una toma de decisiones analíticas importantes, manejar y poner en tensión fuentes y datos contradictorios. Tratándose de la vida de un intelectual con inquietudes muy amplias, pero también de un economista (heterodoxo pero economista al fin), meterse en
la mirada del sujeto significó para Adelman una serie de baños de inmersión en las lecturas que hacía Hirschman en cada momento, reviviendo e intentando acompañar cómo eso era procesado para los libros, artículos o intervenciones en la esfera pública en que Hirschman participó. En realidad, lo que hace es reconstruir los aspectos biográficos en que cada uno de los libros fue gestado. Podría haber mirado a Hirschman desde el después, desde su impacto o la falta del mismo (no tuvo discípulos), desde la importancia y la pregnancia de sus ideas en distintos lugares y públicos.2 Podía haber buscado raíces o continuidades. En cambio, la opción fue trabajar cada momento con las reglas y los parámetros que usaba el actor.
Hacerlo seguramente no fue fácil, pero fue facilitado por la permanencia de rastros y fuentes: el archivo personal de Albert Hirschman, archivo en el que fue guardando cuadernos de notas y papeles de todo tipo. Están las cartas, guardadas por Albert y Sarah pero también por sus interlocutores (familiares, intelectuales, profesionales), sus libros con las marcas y los comentarios en los márgenes, las fotografías. Jeremy no nos cuenta mucho sobre cómo lo hizo, cómo seleccionó los materiales, los dilemas que enfrentó en la investigación y en la escritura, los huecos que logró llenar y los que quedaron vacíos. Como autor, nos debe un texto en el que comparta con sus lectores los avatares del trabajo, los dilemas y los dramas de la escritura.
Hay algo más para resaltar: la manera de estar en el mundo del sujeto de esta historia. Albert Hirschman fue una persona que se oponía a los grandes esquemas, modelos o teorías, en lo personal, en lo intelectual y en lo académico. Esta propensión es crucial (y difícil, desafiante) en la presentación que hace su biógrafo: la centralidad de las "pequeñas ideas", la afirmación de la productividad de la duda, el énfasis en el desequilibrio y aun en el fracaso como motores de cambio, el análisis de consecuencias no previstas, el "posibilismo", su crítica a los modelos que hablan de "una cosa por vez", el deleite frente a las paradojas. Si Hirschman hubiera partido o arribado a grandes teorías o modelos, la escritura hubiera sido más sencilla, coherente y lineal. Si hubiera tenido discípulos, se hubiera podido seguir el derrotero de ideas y teorías. Pero no fue así, y el texto de Adelman tiene que lidiar permanentemente con las sinuosidades y las auto-subversiones de su personaje. Hasta su mayor contribución a la teoría del desarrollo reside en mostrar que las grandes teorías no sirven y tienden a estar equivocadas...
Hirschman prestaba atención y registraba las observaciones de la vida cotidiana. Instaba a alejarse de teorías abstractas y ejercitaba permanentemente el arte de la observación. Las petit ideés, las pequeñas ideas de la cotidianidad registradas en papelitos y cuadernos, no eran registros conectados con ideologías o visiones de mundo, sino más bien anotaciones ocasionales de lo que le llamaba la atención, y que servían frecuentemente para subvertir afirmaciones generales. "Como estas pequeñas ideas están en todas partes, como hojas de árboles, la habilidad residía en cómo juntarlas y transformarlas en una gran idea", nos cuenta Adelman.3 De hecho, algunas
de estas observaciones fueron el germen y se transformaron en sus grandes libros.
Desde temprano, como bien muestra Adelman, Hirschman persistió en demostrar que "Hamlet estaba equivocado", que la duda no necesariamente paraliza. Antes bien, proponía dudar de las convicciones y las opiniones propias y ajenas, analizarlas críticamente para descubrir que uno estaba equivocado, tomándolo como motor para avanzar, para subvertir y auto-subvertir convicciones y certezas. Y en sus escritos sobre desarrollo se preocupó por
mostrar la productividad de los desequilibrios y las consecuencias no previstas, antes que los grandes planes y la búsqueda de equilibrios.
Como en un juego de espejos, se reitera una paradoja, que Adelman enfrentó con éxito. Logró transmitir una vida compleja y multifacética en un texto documentado que al mismo tiempo es ágil y ameno, que desde el comienzo invita a participar de la aventura de vivir con intensidad en un mundo donde más que la adaptación y la aceptación, hay lugar para las transgresiones y las subversiones de diverso cuño.

Elizabeth Jelin
CIS - IDES/CONICET

Notas

1 Más que caer en la tentación de contar algo más de esa vida, remito a la corta semblanza publicada en la revista Desarrollo Económico. Jeremy Adelman, "Albert Hirschman, un pragmático idealista", Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 53, nº 209-210, abril-diciembre de 2013.

2 Albert Hirschman tuvo una labor y una importancia enorme en el pensamiento sobre el desarrollo en América Latina. Una cuidadosa reseña del libro de Adelman que resalta este papel de Hirschman en América Latina y la manera en que Adelman lo trata se encuentra en Lourdes Sola, "Worldly Philosopher. The Odyssey of Albert Hirschman, por Jeremy Adelman", Política Externa, vol. 22, nº 3, abril de 2014.

3 Jeremy Adelman, Worldly Philosopher, p. 115. En esa parte del libro, Adelman caracteriza esta manera de pensar y vivir, y relata su origen y su significación para Albert y para Sarah. Esta caracterización reaparece varias veces a lo largo del libro.

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