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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

Gustavo J. Nahmías,
La batalla peronista. De la unidad imposible a la violencia política, 1969-1973, Buenos Aires, Edhasa, 2013, 339 páginas

 

La batalla peronista. De la unidad imposible a la violencia política, 1969-1973, de Gustavo J. Nahmías, es un trabajo de investigación que persigue desentrañar las complejas y cambiantes relaciones en el interior del movimiento peronista en la fase final de su larga proscripción, especialmente entre los años 1971 y 1973.
El libro es rico en su descripción no solo de las ramas del movimiento sino también de las diferentes corrientes internas de cada una de ellas. El sindicalismo, así, aparece menos como una unidad que como un campo de conflictos en el que José Ignacio Rucci y la CGT, las 62 organizaciones, los ex participacionistas, los 8 y los combativos desarrollan diferentes estrategias que en ocasiones se oponen entre sí. Con excepción de la rama femenina, más homogénea que las otras vertientes del movimiento, lo mismo podría decirse de las ramas juvenil, política y de las organizaciones armadas, cada una atravesada a su vez por diferencias internas.
Nahmías estudia a los actores políticos no peronistas desde una perspectiva original, sirviéndose de ellos para definir posicionamientos internos disímiles en el interior del movimiento peronista. El general Lanusse, por ejemplo, en esta narrativa opera fundamentalmente como actor
que ayuda a diferenciar el espacio interno del peronismo: Jorge Paladino más dialoguista, Héctor Cámpora más opositor. Lo mismo podría decirse de los partidos de la oposición y del rol de algunas de sus figuras sobresalientes, como la de Ricardo Balbín.
El intento más audaz del libro consiste en ordenar, distinguir y periodizar los tipos de conflictos que se sucedieron en el interior del movimiento peronista. Los años 1971 y 1972 habrían estado caracterizados por conflictos de tipo vertical, producidos entre diferentes sectores de una misma rama, y por conflictos de tipo horizontal, protagonizados por dos ramas u organizaciones peronistas (ocasionalmente más de dos, pero nunca todas). En el año 1973, en las vísperas del regreso definitivo de Perón al país, habría hecho aparición un tercer tipo de conflicto, caracterizado como transversal, que incluyó a todas las ramas y organizaciones peronistas.
Ejemplo de conflicto vertical sería el que enfrentó a Rogelio Coria ("sindicalista-peronista" no alineado con la dirección de la CGT) y a Rucci ("peronista-sindicalista", secretario general de la CGT). O el que sucedió entre las 62 organizaciones (Nueva Corriente de Opinión, ex participacionistas, los 8 y los vandoristas), por un lado, y los sindicalistas duros y combativos, por el otro. Otro
ejemplo de conflicto vertical sería el que enfrentó a Rucci con todos los grupos sindicales anteriores, o el que lo opondrá al dirigente cordobés Agustín Tosco, explícitamente hacia fines de 1972. En el interior de la rama juvenil, un conflicto vertical habría sido el protagonizado por Rodolfo Galimberti (JAEN) y Francisco Licastro, por un lado, y el Movimiento de Base, Guardia de Hierro y la agrupación 17 de Octubre (que luego conformarán Trasvasamiento Generacional), por el otro. En el interior de la rama política, un conflicto vertical sería el que motivó el relevo de Paladino por Cámpora, a mediados de 1972, en el cargo de delegado de Perón.
Ejemplo de conflicto horizontal sería el que se desarrolló entre Rucci y la Juventud, que terminará trágicamente con el asesinato del primero o, antes, el que enfrentó a Rucci (rama sindical) y a Paladino (rama política). Para Rucci lo importante era el regreso de Perón; para Paladino (y también para Lorenzo Miguel) la salida electoral. Como en ocasiones los conflictos horizontales y verticales se intersectan, Nahmías también explora los cruces que se dan entre ellos. En este caso, por ejemplo, Rucci se fortalece en su conflicto horizontal con la rama política cuando logra imponerse dentro de la rama sindical
(conflicto vertical). Otro conflicto horizontal será el que sitúe en veredas opuestas a Cámpora y a los sindicalistas Rucci, Coria y Miguel. Aquí también los conflictos vuelven a cruzarse, porque Cámpora tenía en la juventud, esto es, fuera de la rama política, a su principal aliado.
Finalmente, el tercer tipo de conflicto, el transversal, se menciona por primera vez a propósito de las acciones de la Juventud, que con su consigna de "trasvasamiento generacional" habría desparramado el conflicto en todas las ramas del movimiento "hilvanando una posición ideológica cuya confrontación se expresaba en el interior del peronismo" (p. 267). Ezeiza será la manifestación más evidente del carácter transversal del conflicto (o de la batalla) peronista. Pero aun antes de Ezeiza, desde la llegada de Cámpora al poder el 25 de mayo de 1973, los conflictos tienden a ser caracterizados como transversales, es decir, conflictos que no dejarán afuera a ninguna rama o sector, constituyendo al mismo tiempo, según el autor, "un conflicto de carácter ideológico-político".
La tipología propuesta (horizontal, vertical y transversal), entonces, no descansa solo en la cantidad de sectores o ramas involucrados en los conflictos sino también en la naturaleza de los mismos y en la prescindencia o necesidad de la palabra del líder del movimiento. En las conclusiones del libro se afirma que "cuando el conflicto se desplaza de manera transversal, produce un encadenamiento que atraviesa las ramas o
agrupaciones políticas y armadas estableciendo una división que, por tratarse de una confrontación ideológico-política, exig[e] la intervención de Perón" (p. 319). Al conflicto transversal correspondería, entonces, una naturaleza ideológico-política, por un lado, y la exigencia de la intervención de Perón, por el otro.
Sin embargo, tanto los conflictos caracterizados como verticales como los descriptos como horizontales tuvieron a menudo un carácter explícitamente ideológico-político y en algunos casos exigieron el pronunciamiento de Perón. El conflicto entre la rama política (Paladino) y la rama juvenil (Galimberti) a comienzos de 1972, por ejemplo, llevó a Paladino a declarar, como cita Nahmías, que "en el caso del Señor Galimberti, el tema del trasvasamiento generacional es en realidad un trasvasamiento ideológico de contrabando" y que "el peronismo admite transfusiones del mismo grupo de sangre pero no de otro". Otro ejemplo: para los sindicalistas duros, tal como describe el autor, el peronismo iba hacia el socialismo nacional, con formaciones especiales (armadas) inclusive. Para Rucci, en cambio, el peronismo debía regresar al '45, o si fuera posible al '43, en un gobierno que sumara pueblo y Fuerzas Armadas, como el sindicalista creía que había sido el gobierno militar (1943-1946) que prologó al peronista (1946-1955). Lo mismo podría decirse de la palabra de Perón a la hora de dirimir los conflictos: no hubo que esperar a los
conflictos transversales de 1973. Cuando Perón no recibe a los tres sindicalistas combativos Guillán, Carrera y Digón, desautorizándolos en ese mismo acto, Rucci sale fortalecido en su enfrentamiento interno con esos sectores. Cuando Perón diga de Agustín Tosco que es un dirigente "de triste figura", sucede lo mismo: Perón resuelve bendecir a unos y no respaldar a otros; Perón elige.
Lo que vuelve a un conflicto transversal no sería, entonces, ni el carácter ideológico-político ni la necesidad de una última palabra de Perón, dado que estos dos elementos, por separado o conjuntamente, también pueden encontrarse en algunos de los conflictos horizontales y verticales verificados entre 1971 y 1972. La tipología propuesta, sin embargo, resulta útil no solo en lo que a la cantidad de actores involucrados se refiere. El análisis de Nahmías de los distintos tipos de conflictos es convincente respecto de la especificidad de los conflictos caracterizados como transversales en relación a los otros dos. Esa especificidad guardaría menos relación con el carácter ideológico-político de los conflictos o con el rol arbitral de Perón que con la capacidad para hacer visible una crisis orgánica en el interior del movimiento peronista, una crisis en la que la unidad del peronismo se revelaba imposible, como bien señala el subtítulo de esta investigación.

Sebastián Carassai
UNQ / CONICET

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