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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.2 Bernal dic. 2014

 

DOSSIER: 50 AÑOS DE PASADO Y PRESENTE. HISTORIA, PERSPECTIVAS Y LEGADOS

Marx siempre contemporáneo. Las operaciones de lectura de Pasado y Presente

 

Martín Cortés

UBA / Centro Cultural de la Cooperación

Para enfrentarse con el conservadurismo peruano de su época, José Carlos Mariátegui propone una "tesis revolucionaria de la tradición": esta no sería herencia muerta y fija, sino legado vivo y móvil. Los revolucionarios hacen de la tradición, siempre heterogénea y contradictoria, objeto de su lucha. Aparece aquí una preeminencia del presente, ya que es desde la disputa actual como se leen las largas querellas que descansan en toda historia cultural: a la manera benjaminiana, hablar del pasado no es reconstruirlo "tal como fue", sino apoderarse de un recuerdo "tal como este relumbre en un instante de peligro". De este modo, la "heterodoxia" defendida por Mariátegui permite torcer el punto de partida de los debates acerca de las tradiciones, ya que ellas pasan de ser ordenadas piezas de museo a desplegarse en objetos múltiples que pueden ser apropiados por distintas (y eventualmente contrapuestas) voluntades político-culturales.
En esta lógica podría inscribirse la pelea que se propone Pasado y Presente (PyP) desde sus inicios. Al principio, la disputa sobre cómo tratar la tradición (marxista) es contra cierta ortodoxia comunista que la congela en la versión legada por la socialdemocracia alemana y devenida luego ideología de Estado con el DIAMAT soviético (todo lo cual estaría concentrado en el auténtico objeto de la crítica de los jóvenes de PyP: el Partido Comunista Argentino -PCA-). El argumento inicial de la revista no es tanto la defensa pluralista de una multiplicidad de marxismos existentes, sino la omnipotencia de la tradición: esto es, su capacidad de totalizar, en su seno, todos los problemas políticos y culturales de una época. De este modo, es desde la potencia para pensar la actualidad que el marxismo prueba su capacidad crítica.
La revista nace al calor de una confrontación con la cultura comunista en torno de esta cuestión. El editorial del primer número reclama:

[…] no dejar de lado por consideraciones políticas del momento a diversos aspectos del conocimiento humano (psicología, sociopsicología, antropología social y cultural, sociología, psicoanálisis, etc.), abandonando a la ideología burguesa contemporánea campos que ya el marxismo en 1844 reclamaba como suyos.1

Aquí puede leerse no solo una posición antidoctrinaria, sino fundamentalmente una idea de autenticidad o fidelidad al espíritu de la empresa de Marx desde sus más tempranos textos (¿por qué no tomar como propios los campos de saber que ya Marx invadía en sus manuscritos parisinos de 1844?). Es así como emerge la confianza en la omnipotencia del marxismo:

Comprometemos desde ya el máximo empeño en esta dirección, inspirada no en meras razones tácticas, circunstanciales, extracientíficas en el fondo, sino nacida de la convicción profunda de que la autonomía y la originalidad absoluta del marxismo se expresa también en su capacidad de comprender las exigencias a las que responden las otras concepciones del mundo. No es abroquelándose en la defensa de las posiciones preconstituidas como se avanza en la búsqueda de la verdad, sino partiendo del criterio dialéctico que las posiciones adversarias, cuando no son meras construcciones gratuitas, derivan de la realidad, forman parte de ella y deben ser englobadas por una teoría que las totalice […] Es así como el marxismo deviene fuerza hegemónica, se convierte en la cultura, la filosofía del mundo moderno, colocándose en el centro dialéctico del movimiento actual de las ideas y universalizándose.2

Se debía avanzar sobre otros saberes, y sobre las más diversas realidades, porque ese era el modo en que el marxismo mostraba su capacidad de universalizarse. Una vez más, en el primer momento este ejercicio aparece como una contraposición con lo que sucedía a nivel general en el PCA:

Porque intuíamos la profunda verdad del marxismo, habíamos hecho lo que nunca se atrevieron a hacer quienes nos lo pretendían enseñar a través de textos adocenados: estudiarlo en sus fuentes, conocerlo a través de sus máximos representantes.3

La confianza en el marxismo descansa en su "profunda verdad", capaz por ello de librar todos los combates teóricos necesarios, y de ese modo universalizarse. Y así también se establece el camino a seguir: estudiar al marxismo en sus fuentes y, al mismo tiempo, ponerlo en diálogo con todas las expresiones de la cultura moderna.
Ahora bien, insistimos en la prioridad del presente. Hay una doble urgencia en el modo de "ejercer" el marxismo de la revista y los Cuadernos de Pasado y Presente, ponerse a la altura de los debates teóricos de las múltiples y cada vez más entremezcladas ciencias humanas, y confrontarse con las más diversas realidades históricas y políticas. La revista da cuenta de ambas cuestiones: en el primer caso aloja diversos debates teóricos interiores y exteriores al marxismo, desde los debates italianos del primer número (que en cierto sentido constituían una continuación del debate en torno de la objetividad entre Oscar del Barco y la dirección cultural del partido, que se venía desarrollando en Cuadernos de Cultura) hasta textos de crítica literaria, psicoanálisis, antropología, economía. En el segundo, acompaña con algunos textos las dinámicas decisiones políticas que el grupo iba tomando: la relación con el Ejército Guerrillero del Pueblo aparece acompañada por textos sobre "dualismo" en la estructura social argentina, así como textos de Debray y sobre las revoluciones coloniales; los textos "consejistas" del número 9 coinciden con vínculos con los conflictos de la FIAT en Córdoba. En cierto sentido, esto se continúa en el primer número de la segunda etapa, donde los textos parecen mostrar la importancia del debate en torno de la relación clase-partido o acción económica-acción política de la clase obrera.
Los Cuadernos aparecen en 1968, y pueden ser leídos también como una forma de intervenir en los debates marxistas. Allí se articula una fuerte relectura de la obra de Marx -en lo que constituye quizás el más importante proyecto "marxológico" en idioma castellano- con importantes contribuciones a la historia de las izquierdas (de América Latina y del mundo) y un importante trabajo sobre diversos dilemas de la teoría y la práctica política. Temas como la organización, la transición, la nación y el Estado, entre otros, se despliegan en los Cuadernos, interrogados a través de un fino trabajo de revisión de la historia del marxismo que intenta actualizar debates a la luz de los problemas del presente. Los prólogos y las advertencias que encabezan muchos de los Cuadernos muestran en significativos textos de una o dos páginas -que aún esperan un análisis minucioso- la preeminencia de una preocupación teórico-política por sobre la voluntad reconstructiva o filológica.
Se configura de ese modo un tipo de intervención marxista que es característica de PyP: la recuperación de debates -del pasado o del presente- para componer heterogéneas propuestas de lectura que contribuyan a atender cuestiones contemporáneas. Decimos que se trata de una intervención porque allí opera una hipótesis acerca de los modos posibles de leer a Marx. La tradición marxista es considerada un vasto y complejo campo de ideas que pueden ser articuladas de diversas maneras, de forma tal que la operación de PyP no es otra que la de producir interferencias en los modos consolidados de leer determinados problemas, invitando a la subversión y a la discontinuidad. Se interponen allí otras formas de lectura posibles, desarmando una filiación y proponiendo otra, descomponiendo y recomponiendo los pensamientos a fin de producir nuevos sentidos. Pero todo ello sucede dentro del marxismo. O, dicho de un modo más preciso, expandiendo los bordes de aquello que constituye el marxismo. Así, es posible encontrar, especialmente en los Cuadernos, una manifiesta opción por los rincones menos audibles de los debates marxistas, que acuden al presente para pensar nuevos problemas a la luz de viejas posibilidades no exploradas.
Todo esto será especialmente visible a medida que la actividad editorial se consolida por sobre la plataforma de intervención que supone una revista (aun si ella es de carácter teórico). El momento del exilio en México, a partir de 1976, será esencial para este tipo de trabajo. Allí, los Cuadernos confluyen con la Editorial Siglo XXI, en la que Aricó dirigía la "Biblioteca del Pensamiento Socialista". En ese contexto, emerge el interés en el "Marx tardío" y su pasión por Irlanda y Rusia, casos que permitían eludir una narración positivista del marxismo y, al mismo tiempo, atender la urgente cuestión nacional, evitando recaer en los prejuicios que el internacionalismo abstracto había producido en el movimiento socialista. También surgirá con fuerza el nombre de Mariátegui, leído en la búsqueda por producir una lectura latinoamericana del legado de Marx. Junto a todo esto, la revisión de distintos tópicos de teoría política marxista que dialogaban con la crisis en la que la propia tradición se encontraba a nivel general, pero sin salir de ella.
En Marx y América Latina, quizás el texto más relevante de José Aricó, podía encontrarse aún esa expectativa por los caminos menos explorados de Marx como respuestas posibles a los dilemas de su época. La "omnipotencia" aparece entonces en sordina, ya no con la voluptuosidad de los años sesenta, pero sí manifestando que, aunque haya que hacer todo tipo de revisiones, no se puede pensar sin Marx:

[…] me parece que con Marx se clausura la tentativa de la razón occidental de englo - bar como método y teoría la diversidad de lo real. Pero la consumación de las categorías definitorias de "totalidad", "progreso" y "centralidad", presupuestas en dicha razón y que Marx -aunque no sólo él- arrastra a su punto de disolución, ¿lo instala sólo en el pasado? Resultaría ilusorio negar que el debate actual sobre el problema del Estado y de lo político obliga a examinar críticamente toda la cultura de izquierda, ¿pero cómo abrirse a una renovada y más poderosa tensión proyectual sin medirse necesariamente con Marx? Si el pasado continúa operando sobre el presente cronológico y tiende a proyectarse al futuro, ¿cómo pensar la transición sin todo aquello que nos dio Marx para entender el pasado y el presente?4

¿Cuál es, entonces, el "marxismo" de PyP? Si en sus orígenes la intervención marxista se proponía totalizar el mundo en su seno, en los años de la crisis parece más bien destinada a descomponer un racionalismo mecánico del cual el mismo marxismo fue víctima. Aun con esa evidente diferencia, podríamos seguir apostando por cierto espíritu de unidad entre ambos momentos. A propósito del final de la experiencia, en el momento de retornar a la Argentina, afirmaba Aricó:

Los Cuadernos ayudaron a que mucho de lo silenciado pudiera emerger, pero no pueden modificar por sí mismos una tendencia irrefrenable a la reconstitución de un discurso ideológico, y por tanto reductivista de la realidad. Y no es meramente con buenos libros como pueden superarse visiones que emanan del propio movimiento social. Pero la propuesta de los Cuadernos me parece hoy insuficiente por una razón adicional. Debido a causas que no fueron originadas solamente por la censura y la represión, la tradición marxista es hoy mucho más débil en la Argentina. Advierto la presencia de una suerte de ruptura de tradiciones que, de estar en lo cierto, debería llevarnos a analizar con más cuidado la fastidiosa reproducción en las jóvenes generaciones de los viejos discursos. Es como si el olvido o el opacamiento de esa tradición, transformara a los viejos discursos en palabra muerta, en un redoble de tambores que impide al lenguaje ser un medio de comunicar ideas.5

Los "buenos libros" no servían por sí solos como pieza de la historia del pensamiento, si no en la medida en que constituyeran un insumo para la reflexión acerca del presente. Si la experiencia de PyP concluye es porque el marxismo está opacado y las palabras que antes se ligaban a esa tradición sonaban ya anacrónicas. Por eso PyP es marxista: lo es en un sentido infinito, pero que reconoce un límite exterior en la capacidad de hacer algo con la tradición en pos del debate teórico-político. Su final no podía sino tener un semblante relativamente trágico: termina porque ni siquiera con un enorme ejercicio de amplitud es posible hacer hablar al marxismo en los ochenta argentinos. Ese marxismo es "infinito" no tanto porque contenga una voluntad expansiva exitosa, sino porque implica una disposición a encontrar dentro del horizonte de la tradición, a condición de realizar un trabajo activo allí dentro, modos de pensar cualquier alternativa del presente. Pero el presente también debe reclamarlo, y ello es lo que deja de suceder en el momento en que se opera una profunda transformación en el lenguaje teórico y político que todavía hoy no dejó de revelar sus consecuencias. Resulta difícil definir positivamente qué tipo de marxismo era el de PyP, pero, a la luz de su ocaso, sí es posible decir que por fuera del marxismo y su capacidad de interpelar los dilemas de una época, la experiencia misma perdía sentido.

Notas

1 José M. Aricó, "Pasado y Presente", Pasado y Presente, nº 1, abril-junio de 1963, p. 17.         [ Links ]

2 José M. Aricó, "Pasado y Presente", op. cit., p. 15

3 José M. Aricó, "Examen de conciencia", Pasado y Presente, Nº4, enero-marzo de 1964, p. 1.         [ Links ]

4 José M. Aricó, Marx y América Latina, México, Alianza, 1982, pp. 209-210.         [ Links ]

5 José M. Aricó, "La necesidad de una autocrítica en el marxismo", entrevista de Carlos N. Suárez, 1984, en José Aricó, Entrevistas 1974-1981, Córdoba, CEA, 1999, p. 33.         [ Links ]

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