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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal jun. 2016

 

RESEÑAS

Gilles Candar, Devenir socialiste: le cas Jaurès, Lormont, Le bord de l'eau, 2015, 102 páginas

 

Existieron y existen hoy día escasísimas figuras tan destacadas y polifacéticas como Jean Jaurès. Ello tal vez sea el motivo de la voluminosa obra generada en torno a él, en la que han confluido desde militantes políticos inscriptos en su estela, hasta filósofos, historiadores de las ideas y de los intelectuales, así como otros investigadores especializados en la historia política de Francia y en el heterogéneo movimiento socialista que brilló con la Segunda Internacional. Innumerables trabajos se centraron en el Jaurès líder político de la unidad socialista francesa de 1905, el innovador historiador de la Revolución Francesa en un sentido a la vez erudito y comprometido políticamente, el filósofo atraído por la metafísica alemana pero también por la religión, el intelectual dreyfussard, el periodista de L'Humanité, el profesor de provincias, el tribuno del mitin obrero y de la Asamblea Nacional, el ideólogo de L'Armée Nouvelle, en fin, el dirigente de la Internacional que debatía de igual a igual con August Bebel y que murió asesinado por defender la política de la paz.

El pequeño pero apasionante libro que aquí nos ocupa, escrito por Gilles Candar, forma parte, por supuesto, de esta corriente. Más aun, su autor ocupa un lugar muy destacado en esta constelación historiográfica. Resulta imposible deslindar la aparición de Devenir socialiste del contexto conmemorativo por el centenario de la muerte de Jaurès, el cual implicó una gran cantidad de iniciativas, desde visitas oficiales a su tumba y al lugar de su muerte, hasta la realización de un largo ciclo de paneles y mesas redondas de los más importantes referentes sobre el tema en Francia, pero también fuera del país galo. Otras de las marcas fuertes que se evidencian son las referencias del libro a dos iniciativas inscriptas en esa corriente, y que encuentran a Candar como animador: la publicación en 2011 del segundo tomo de las Obras de Jean Jaurès, El pasaje al socialismo, una compilación realizada junto a su mentora Madeleine Rebérioux -quien lo precedió a su vez en la presidencia de la institución que motorizó la colección, la Societé d'études jaurésiennes-;1 y la aparición el mismo año 2014 de la notable biografía del socialista francés, también en coautoría con Vincent Duclert, ambas por el sello Fayard. Si las fuentes reunidas en el primero de esos proyectos, que abarcan el período clave 1889-1893, constituyen sin dudas el insumo a partir del cual Candar desarrolla la introducción definitiva de Jaurès en las filas del socialismo, el panorama de conjunto que ofrece el segundo, y la enorme producción bibliográfica que allí se hace presente, permiten por otro lado recortar y cotejar la singularidad de este período en la vida y la obra de aquel, así como el problema en que se hace foco: los motivos a partir de los cuales un intelectual pequeño-burgués de provincias, y ya activo en la política de la Tercera República francesa, adhirió de forma definitiva a la causa socialista.

He aquí entonces que los seis capítulos en que se divide la obra, que cierra con "la elección de Jaurès", remiten también a una pregunta retórica clásica de la literatura sobre el tema, formulada en primera persona del singular: "¿cómo y por qué me hice socialista?". Por eso mismo, como indica el subtítulo de la obra, el de Jaurès es solo un "caso" (por cierto, paradigmático) de este pasaje que se ha presentado como una decisión política de corte casi espiritual. Esa pregunta, que el semiólogo e historiador de las ideas Marc Angenot ha sistematizado en sus tópicos para el socialismo francés, es la formulada en un célebre texto del inglés William Morris, e hilvana por ejemplo los textos autobiográficos de otros dirigentes de la Segunda Internacional como Bebel o el más tardío testimonio del belga Émile Vandervelde. También, forma parte de la estrategia narrativa en la escritura memorialística de los argentinos Enrique Dickmann y Nicolás Repetto.2 Al final de este análisis volveremos sobre este punto.

Por de pronto, en la reconstrucción de este camino que lleva adelante Candar, centrada en una reducida extensión temporal de la experiencia política decisiva de Jaurès, se trata de restituir y bucear en sus complejidades, pliegues y matices. En función de este propósito, el autor recorre caminos transitados por una -según entiende- anquilosada "leyenda hagiográfica", como la célebre huelga de mineros de Carmaux de 1892 que "descorrió el velo" y supuestamente precipitó esa elección por la causa del proletariado. Pero echa luz también sobre otros senderos menos frecuentados, pero igualmente relevantes. Ese interrogante sobre el devenir socialista de Jaurès toma forma -a lo largo de los capítulos que se inician con su encuadramiento original en el mayoritario y heterogéneo "partido republicano" de la década de 1880- con los aportes provenientes de su posicionamiento ante una sostenida crisis gubernamental y de su paulatina pérdida de entusiasmo, que desemboca en una crítica final de la "República oportunista". Aquí se hacen presentes las fuentes compiladas en el tomo de las Obras, en especial las de su reflexión político-periodística (en el periódico La Dépêche, de Toulousse, donde revistaba como profesor y luego como funcionario municipal) frente a los escándalos financieros, como el de Panamá, que denotarían en este tránsito individual el peso de los motivos morales. En particular, se advierte en el libro que el caso Jaurès ilustraría además la conformación de un tipo particular de socialismo, aquel que se definirá como un socialismo republicano y que se abocará a la realización de un vasto programa de reformas democráticas y sociales (leyes sociales, duración de la jornada laboral, jubilación, reforma fiscal, etc.) (pp. 43 y 61). Todo ello bastante antes de que a la vuelta del siglo definiera como su método la évolution révolutionnaire, sintetizando el gradualismo reformista con el objetivo revolucionario de una sociedad colectivista;3 una utopía que en el idealismo y el clasicismo de Jaurès no puede sino entenderse como la refundación de la Ciudad para "constituir la humanidad", suerte de "exigencia metafísica" -se dice en esas páginas- que daría cuenta de su "verdad" (p. 90).

Se vuelve pertinente entonces la atención de Candar a los matices que son reflejados en el libro. El socialismo al que adherirá Jaurès en el fin de siglo probablemente tampoco sea el que él terminará por encabezar con la creación de la sfio, por lo que la dimensión sincrónica y la diacrónica del problema indagado adquieren en consecuencia una densidad diferencial. Esto es así porque, en palabras del autor, "nos encontramos en una época en donde las etiquetas políticas guardan una innegable plasticidad, de forma que su utilización no está reglamentada por los partidos nacionales organizados" (p. 76). Como se sabe, la galaxia socialista finisecular no escapaba a esta generalidad, ya que además de los republicanos "oportunistas" (en donde Candar ubica al primer Jaurès) se encontraban los "radicales", luego denominados "radicales socialistas", y dentro de ese campo de las izquierdas existían al menos dos, tres y hasta cuatro -de acuerdo al momento- "partidos" que se reclamaban socialistas. Aquí se advierten algunos de los puntos republicano, la "evolución revolucionaria", entendido como una batería de reformas que propenderían al desarrollo de formas socialistas de organización en el seno de la propia sociedad capitalista ("Jean Jaurès et le réformisme", Histoire@Politique, nº 13, enero-abril de 2011).

Es en este nudo que nos interesa detenernos brevemente, en lo que avizoramos como el corazón de la arquitectura argumental de Devenir socialiste, en especial los capítulos referidos a los "encuentros" clave del protagonista con ciertos referentes socialistas y al "detonante" de la huelga de mineros de Carmaux. Experiencia a partir de la cual Jaurès pasará de ser un candidato republicano-socialista (1892) a radicalizarse y autodefinirse como candidato socialista, luego de participar del congreso del Partido Obrero (1894). Estableciendo un cierto punto de equilibrio en las distintas instancias de su subjetivación política, el libro demuestra que tanto el encuentro con Lucien Herr, bibliotecario de la célebre École Normale Supérieure, dreyfussard y faro intelectual parisino para el estudiante meridional, como el contacto en un mitin contra la aventura cesarista del general Boulanger con el ala marxista del socialismo francés, representada por Paul Laffargue y Jules Guesde, ambos en 1889, plantearon a Jaurès la riqueza pero también las divisiones de la familia política en la que terminará abrevando. La otra cara de la moneda es el tópico del contacto con la masa obrera y su causa, esto es, el reconocimiento de la lucha de clases. Pero si los libros de Herr o los congresos marxistas, además del sustento teórico y los fundamentos doctrinarios, no negaban, ni mucho menos, esa lucha de clases, los mineros de Carmaux también demostrarán ser "buenos republicanos". Siguiendo al biógrafo de Herr, el también socialista Charles Andler, Candar cree ver en esta juntura los pasos decisivos de un tránsito que, por el hecho de presentarse antes como una decantación que como un salto, escapa al modelo de la "conversión al socialismo" típico de toda una literatura dispuesta a ser seducida por las luces de una revelación casi divina, de Morris a Vandervelde, pasando por un Bebel que utiliza en su autobiografía -MyLife (1912)- la metáfora del "camino de Damasco" de San Pablo. Antes bien, la decisión de Jaurès sería un producto coherente con su filosofía de vida, esa exigencia metafísica fundada en la "permanencia de la evolución, el rechazo de los dogmas y de las verdades intangibles" (p. 88). Sobre todo porque él mismo señalará poco después que hacerse socialista no lo volvía un "converso", intentando contrarrestar la carga peyorativa del término.4

Por un lado, es cierto que esta interpretación escapa con solvencia de la leyenda hagiográfica, pero la pretendida coherencia del pasaje no deja de tener algo de profético, pensando en el destino posterior de Jaurès: el unificador de tendencias, que debe contener a la izquierda socialista frente a la relativa autonomía del grupo parlamentario, pero también animar a las organizaciones sindicales para sumarse a la aventura partidaria. Por otro lado, y aquí tal vez pueda exigírsele más a una obra que pone el acento en los motivos del "hacerse socialista", se encuentra completamente ausente el factor político-intelectual que le brindó a Jaurès un contacto privilegiado con el internacionalismo inherente al socialismo finisecular. Si buena parte de la historia de este no puede comprenderse sin la recepción, decodificación y adaptación de ciertas ideas puestas en circulación en el ámbito intelectual europeo, resulta paradójico que no se hagan referencias, por ejemplo, a la tesis latina con la cual obtuvo su diploma universitario, referida a los orígenes del socialismo alemán (1892). Asimismo, no se ofrecen pistas acerca de un proceso en el que la construcción individual de toda identidad política suele ser, a la vez, un fenómeno colectivo (¿cómo fue este proceso en un Guesde, en un Hervé o en un Blum?); o, en otro sentido, como una identidad en formación como la socialista instalaba al caso francés en diálogo con un armado más amplio que actuaba como colectivo de referencia. Concretamente, la evolución del socialismo internacional -clave en esos años posteriores a 1889- no actúa siquiera como telón de fondo de lo que se presenta con exclusividad en el teatro francés. Tal vez aquellas influencias intelectuales o los debates entre interpretaciones sobre lo que comenzaba a ser un ámbito fundamental de la intervención pública de Jaurès, como los congresos de la Internacional, jugaron un rol más destacado de lo que aquí se supone o se explicita (Jaurès ya está presente en el Congreso de Londres de 1896). Probablemente el mismo formato de Devenir socialiste, no escaso en notas al pie eruditas y diálogos con la bibliografía jauresiana -que incluye en sus últimas páginas un "léxico" para explicar a un público no especializado ciertas nociones de la política en tiempos de la Tercera República-, ayude a comprender que se privilegiaran ciertas discusiones por sobre otras para ingresar a la fascinante historia por la cual una personalidad singular se convirtió en un ejemplo paradigmático y en un símbolo.

 

Francisco Reyes
UNL / CONICET

 

1 La Societé, creada en 1959 bajo la presidencia de Ernest Labrousse, ha encarado además la publicación de la revista cuatrimestral Cahiers Jaurès, donde continúan apareciendo las principales contribuciones sobre la variopinta historiografía jauresiana. En http://www.jaures.info/welcome/index. php.

2 Marc Angenot, "La conversión al socialismo", en Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Córdoba, Editorial UNC, 2010. Los relatos autobiográficos de los citados referentes del socialismo internacional se extienden de principios a mediados del siglo XX, y si bien es posible advertir matices y singularidades nacionales, se encuentran atravesados por estrategias argumentativas comunes centradas precisamente en los motivos de su adhesión y consecuente entrega a la causa del socialismo. Al respecto, véase Ricardo Martínez Mazzola, "Los Recuerdos de un militante socialista de Enrique Dickmann" (mimeo); y Francisco Reyes, "De lecturas, maestros y sociabilidades. Memorias militantes y conversión al socialismo en el fin de siglo", en A. Lazzeretti y F. Suárez (coords.), Socialismo & Democracia, Mar del Plata, eudem, 2015.

3 El propio Gilles Candar ha desmenuzado la sistematización jauresiana del método del socialismo fuertes de la tesis del libro, aunque también lo que puede aparecer como una elección acotada o un excesivo auto-centramiento francés del problema, del cual el de Jaurès constituiría solo un caso.

4 En un escrito que prologaba una primera recopilación de sus artículos, que no consta en el libro de Candar, Jaurès explicitará que su paso al socialismo se llevó a cabo siguiendo una "profesión de fe", pero enfatiza precisamente en esa idea de un pasaje casi natural: "Me imaginaba que todos los republicanos que tienen por fin la idea de la República, debían llegar al socialismo". Pero a continuación aseguraba que esta nueva identificación se había iniciado ya durante su primera elección a la Cámara, en 1886, vislumbrándose el intento de contrarrestar ciertas críticas de sus camaradas: "No digo esto para combatir la leyenda que hace de mí un centro-izquierdista convertido, sino simplemente porque es la verdad [.] adherí a la idea socialista y colectivista antes de adherir al partido socialista". Jean Jaurès, Action Socialiste, París, Georges Bellais Éditeur, 1899, p. VI.

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