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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.1 Bernal jun. 2017

 

RESEÑAS

Roberto Pittaluga,
Soviets en Buenos Aires. La izquierda de la Argentina ante la revolución en Rusia, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2015, 400 páginas

 

A cien años de haberse producido, la Revolución Bolchevique continúa despertando interés en historiadores, sociólogos y politólogos. Los ecos de este acontecimiento fueron escuchados en distintos puntos del planeta, y la Argentina no fue la excepción. Roberto Pittaluga, doctor en Historia por la UBA, se propone en Soviets en Buenos Aires. La izquierda de la Argentina ante la revolución en Rusia dilucidar los significados, sentidos e interpretaciones sobre este evento por parte de los intelectuales locales.

A diferencia de estudios precedentes, Pittaluga no se centra en una de las tendencias de la izquierda argentina, sino que en su relato están presentes de conjunto comunistas, socialistas, anarquistas y sindicalistas. El libro está organizado en dos secciones. En la primera se ofrece un panorama del campo político y cultural argentino en los años de la Revolución Rusa. Esta parte se encuentra dividida en seis capítulos que señalan cuáles fueron los agentes que tomaron el acontecimiento ruso como núcleo de debate y posicionamiento, en una tarea que se detiene en los principales focos de conflicto y algunos de los recortes que esos actores realizaron en el momento de publicar sus propuestas. En la segunda parte de la obra, Pittaluga elige los conceptos que recorrieron los discursos de los intelectuales rioplatenses en el momento de posicionarse frente a la revolución. Este apartado, mucho más extenso que el primero, contiene los principales ejes de la obra: Tiempo, Sujetos, Régimen, Sociedad y Cultura y Espacio. Finalmente, Soviets en Buenos Aires concluye con una reflexión sobre el qué hacer frente a la revolución y su vínculo con lo que se pensaba que era una revolución, es decir la relación entre la praxis y las ideas.

En la presentación del libro Pittaluga plantea de manera clara su enfoque y exposición. En primer lugar, señala que sus dos preocupaciones son la historia de la izquierda y su praxis y, por otro lado, los modos de narrarla. Sostiene que a partir del eje "Revolución Rusa" se produjo un movimiento de disputa entre los intérpretes rioplatenses, a través de conferencias, artículos y libros, todo lo cual configuró un marco que movilizó diversos sentidos y significados.

El objetivo de Pittaluga es plantear cómo las interpretaciones de la Revolución Rusa dependieron en gran medida de los intereses dentro de un campo de intervención. En la introducción lo propone como una necesidad propia de su objetivo, es decir para dar cuenta de cómo se organizaron los diferentes actores de la izquierda argentina discursivamente y no según su afiliación partidaria. De esta forma, lo que Pittaluga identifica cómo "lo invisible" se muestra como un magma de significados de diversos conceptos que emergieron con más fuerza luego de la revolución de 1917.

Luego de la introducción, el lector se encuentra con una primera sección en la cual se presenta la situación inmediata a la revolución en la Argentina. Los actos en su apoyo, las publicaciones, las traducciones y las ediciones locales, como también los viajes, son el centro del primer apartado. Pero la preocupación de Pittaluga, como lo aclara más de una vez, no es observar la organización del campo cultural y la transformación de sus prácticas a partir de la difusión de la Revolución Rusa, sino entender cómo las lecturas llevaron a un "deslizamiento de sentido".

Esta problematización del tema trabajado es uno de los puntos fundamentales. El planteo semiológico que hace Pittaluga para dar cuenta de los movimientos de los significados de los acontecimientos enriquece la investigación y la fundamenta teóricamente. Aquí Pittaluga llega a una de sus hipótesis: la revolución fue leída a través de un conjunto de ideas o imaginarios que los intelectuales locales ya portaban.

En el planteo inicial, realiza una interesante reflexión sobre la relevancia de los estudios sobre la historia de la izquierda y la necesidad de mostrar la relación entre la praxis y los discursos de los distintos grupos. Pittaluga sostiene que las elecciones que se hacen en el interior de diferentes lenguajes políticos configuran distintos tipos de prácticas políticas. Mediante la construcción de significados presente en los debates, se ponían en juego posicionamientos dentro del campo político.

La diversidad de fuentes y documentos a los que recurre Pittaluga revela que el problema de la Revolución Rusa en nuestro país no pasó desapercibido. Aunque la obra se concentra en los primeros años posteriores al hecho revolucionario, muestra que también hacia fines de los años ‘20 es posible hallar discursos en que la preocupación por el régimen soviético se mantuvo, comunicada a problemas sociales, políticos y económicos argentinos. Socialistas, sindicalistas, anarquistas, anarcobolcheviques y comunistas están representados por algunas voces que, la mayoría de las veces, contaban con reconocimiento en el campo político o cultural. Tales los casos de Enrique del Valle Iberlucea, Alfredo Palacios, Antonio Di Tomasso, Joaquín Cocca, Diego Abad de Santillán o José Penelón. En el cuadro de análisis también ingresan figuras menos reconocidas que intervenían en las disputas de sentido.

Al ocurrir los eventos revolucionarios en Rusia en 1917, la cuestión de la praxis era un interrogante para los intelectuales argentinos ante una reciente democracia que había permitido ampliar la política a las masas. Por lo tanto, la experiencia soviética despertaba interrogantes sobre la traducción de la proclama "dictadura del proletariado". Este es un ejemplo de las preguntas que Pittaluga halla en los escritos de las izquierdas durante la década del ‘20.

Las fuentes utilizadas por el autor dan cuenta de la pluralidad de argumentos que rodearon ese tópico. Por ejemplo, los socialistas entendían la "dictadura del proletariado" como un hecho excepcional determinado por la situación rusa. Pero principalmente, Pittaluga identifica dos posiciones en las cuales se agrupan actores de diferentes tendencias. Una primera en la que este tipo de gobierno se explicaba por su carácter defensivo frente a los episodios contrarrevolucionarios; una segunda, por su faceta ofensiva necesaria para instalar un nuevo sistema social. La mayor parte de los intelectuales, no obstante, coincidían en su aspecto provisorio, lo que se evidencia cuando a partir de 1921 los anarquistas comienzan a realizar críticas al régimen soviético por haberse convertido en una "dictadura del Partido Comunista".

Otra pregunta formulada por Pittaluga se relaciona con circunstancias espacio-temporales. El Octubre ruso, ¿encendió una señal para llevar a cabo un experimento semejante en Buenos Aires? Si no era así, si los casos de Alemania y Hungría eran ejemplos de fracasos en su reproducción en otros espacios, ¿cuánto tiempo habría que esperar? ¿Y mientras tanto? ¿Seguir las vías del reformismo parlamentario como proponían los socialistas, o continuar formando al proletariado argentino para cuando llegara el momento?

El análisis de Pittaluga demuestra que la recepción de un evento internacional no es lineal ni única, sino que se configura como dispositivo otorgador de legitimidad. Así, en el período estudiado para su obra, en el cual tenía lugar la conformación de partidos políticos, defender la revolución y el régimen bolchevique, tomar como modelos los avances técnicos y culturales, sostener que la "dictadura" era necesaria o no lo era, fueron modos de construir una propia identidad política local.

Luego del apartado "Tiempo", al que Pittaluga otorga un espacio importante, le sigue en extensión el titulado "Sujetos". En este capítulo la pregunta disparadora refiere al agente capaz de llevar a cabo la revolución. Las múltiples respuestas halladas por el autor varían, y abarcan desde la posición de que los intelectuales debían ser los encargados de liderar el proceso revolucionario, hasta la defensa del proletariado y de las masas como los principales agentes capaces de destituir al sistema capitalista. En el debate convenientemente repuesto por Pittaluga a través de numerosas citas se desgranan los problemas constitutivos de las relaciones entre intelectuales y masas. Algunos discursos reproducidos de anarquistas, socialistas y comunistas recurrían al elemento "iluminista" propio de esas tradiciones políticas. Así, en las crónicas sobre la revolución las categorías de "vanguardia" y de "masas" eran habitualmente discutidas. Según el posicionamiento del emisor, la "vanguardia" aparecía representada por el partido bolchevique y en otras por los intelectuales, mientras que las "masas" podían ser identificadas como impulsivas y otras veces como portadoras del saber necesario para instalar un nuevo régimen.

Otra de las cuestiones importantes en la recepción de la Revolución Rusa en la Argentina, y que se relaciona con la tradición imperante en los círculos culturales argentinos, fue el lugar del saber. El positivismo, que hacia la década del ‘20 estaba debilitándose, aún funcionaba como orden legitimador de decisiones políticas y sociales. Por lo tanto, el saber técnico y científico desarrollado por la industria soviética luego de las primeras medidas económicas era percibido como modelo a seguir por la mayor parte de los grupos de izquierda. Por último, el autor se dedica a señalar la recepción de los cambios culturales soviéticos, como los avances en la medicina o el rol de la mujer, demostrando el amplio espectro de reflexión instaurado por la Revolución Rusa.

En cada uno de sus análisis de los discursos de la izquierda Pittaluga acude a herramientas conceptuales provenientes de Arendt, Agamben, Rancière, Benjamin o Foucault para calibrar distintos elementos que se hallaban en disputa. De este modo, permite pensar categorías como representación, sujeto político o dictadura desde una perspectiva más amplia, sin atenerse a las posiciones de los productores que él analiza.

El libro de Pittaluga recorre muchos tópicos, cuya reposición completa está fuera del alcance de esta reseña. Mencionemos, por ejemplo, el problema de si el soviet era una institución o era la cristalización de la agencia de las masas. Estos interrogantes, entre otros, son abordados en la mayor parte del libro, convirtiéndolo en un mapa de los conceptos que recorrieron los debates argentinos disparados por la Revolución bolchevique.

Tanto para aquel que busca entender el impacto de la revolución en la reorganización del campo cultural argentino como para quienes estudian los desplazamientos de los significados de distintas acepciones, así como para los estudiosos de la historia intelectual argentina, la obra de Pittaluga ofrece un abanico de ricos estímulos. Soviets en Buenos Aires deja algunos interrogantes abiertos para futuros trabajos de investigación. Por ejemplo, en relación a los posicionamientos y las legitimidades de los distintos autores que cita, cuáles fueron sus trayectorias y dónde se ubicaban en el momento de emitir sus juicios sobre la revolución. También podríamos preguntarnos por la repercusión en otros espacios más lejanos de la capital argentina, y por redes y reacomodamientos que se dieron entre las distintas tendencias de izquierda.

La investigación de Pittaluga, en suma, es más que un significativo aporte. Su exhaustivo trabajo de fuentes, el análisis pormenorizado de los sentidos dados por una diversidad importante de intelectuales, el abordaje de las izquierdas en general y no de manera individual y el hecho de recurrir al archivo categorial de la filosofía política contemporánea ofrece en conjunto como resultado un libro que otorga toda su relevancia a la Revolución de Octubre, al tiempo que permite repensar el lugar de la Argentina como país receptor pero también generador de nuevas síntesis y de un crisol de ideas.

 

Natalia Ávila
UNQ

 

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