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Relaciones

versión impresa ISSN 0325-2221versión On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.48  supl.1 Buenos Aires mayo 2023

http://dx.doi.org/10.24215/18521479e050 

Articulos

OCUPACIONES PREHISPANICAS EN EL ABRIGO ABRA DEL TORO, VALLE DE YOCAVIL, CATAMARCA, ARGENTINA (CIRCA 2200 AÑOS AP)

PRE-HISPANIC OCCUPATIONS AT THE ABRA DEL TORO ROCK SHELTER, YOCAVIL VALLEY, CATAMARCA, ARGENTINA (CIRCA 2200 AÑOS AP)

Juan Pablo Carbonelli1 

Verónica Peisker1 

Nicolás Carminatti1 

 Carlos Belotti López de Medina1 

Natalia Petrucci1 

1 Instituto de las Culturas, UBA- CONICET. E-mail: juanp.carbonelli@gmail.com Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. E-mail: veropeisker@gmail.com Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. E-mail: nicocarminatti1@gmail.com Instituto de las Culturas, UBA- CONICET. E-mail: crbelotti@gmail.com Laboratorio de Etnobotánica y Botánica aplicada, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. E-mail: nataliapetrucci@gmail.com

RESUMEN

En este trabajo describimos las actividades llevadas a cabo por poblaciones prehispánicas en el Abrigo Abra del Toro, luego de la gran erupción del Complejo Volcánico Cerro Blanco. Este abrigo se ubica al sur del valle de Yocavil y cuenta con un registro estratificado. Las actividades fueron reconstruidas a partir del análisis de los materiales líticos, cerámicos, arqueofaunísticos y antracológicos. Los resultados obtenidos nos permiten sostener que cerca del primer milenio de la era el abrigo rocoso fue ocupado de forma recurrente, funcionando en forma complementaria con un taller lítico cercano y manteniendo conexiones estilísticas y de producción cerámica con otros sitios contemporáneos de la región. Un aporte sustancial de este trabajo es demostrar que este espacio fue reocupado luego de un evento catastrófico, persistiendo en la memoria de las poblaciones prehispánicas.

Palabras clave: ocupaciones prehispánicas; valle de Yocavil; abrigo rocoso; primer milenio de la era; memoria

ABSTRACT

In this paper we describe the activities carried out by pre-Hispanic populations in the Abra del Toro rock shelter, after the great eruption of the Cerro Blanco Volcanic Complex. This rock shelter is located south of the Yocavil Valley and has a stratified record. The activities were reconstructed from the analysis of lithic, ceramic, archaeofaunal and anthracological materials. The results obtained allow us to argue that around the first millennium A.D., the rock shelter was occupied on a recurrent basis, functioning complementarily with a nearby lithic workshop and maintaining stylistic and ceramic production connections with other contemporary sites in the region. A substantial contribution of this work is to demonstrate that this space was re-occupied after a catastrophic event, persisting in the memory of pre-Hispanic populations.

Keywords: pre-Hispanic occupations; Yocavil Valley; rock shelter; the first millennium A D

INTRODUCCIÓN

El sur de los Valles Calchaquíes dentro del Noroeste argentino es un área donde ya existe un cúmulo de investigaciones importantes sobre las ocupaciones del primer milenio de la era (Pala- marczuk et al. 2007; Oliszewski 2011; Salazar y Franco Salvi 2015; Franco Salvi 2018; Oliszewski et al. 2018). Dentro del abanico temático de las líneas de investigación se pueden encontrar las que se ocupan de una materialidad específica (ej. cerámica, lítico, arqueofauna) (Scattolin y Lazzari 1997; Lazzari 2005, 2016; Miguez et al. 2009; Carbonelli 2011; Spano 2011; Pereyra Domingorena y Bugliani 2019, entre otros) o las que indagan sobre las distintas modalidades de ocupaciones, los contextos funerarios o domésticos (Cortés 2013; Salazar y Franco Salvi 2015; Álvarez Larrain et al. 2017; Parolin et al. 2019).

Sin embargo, interrogarse acerca del lugar del emplazamiento, el tipo de sitio (a cielo abierto, bajo roca, con estratigrafía, sin estratigrafía) ha sido una cuestión que ha sido poco estudiada ¿Qué actividades se pudieron haber desarrollado en un alero bajo roca que no acontecieron en ocupa ciones residenciales con arquitectura? ¿Existió una complementación con otros sitios cercanos? En este trabajo indagamos sobre estas preguntas a partir del análisis del material encontrado en el sitio Abrigo Abra del Toro (en adelante AADT). Un antecedente importante en este lineamiento lo constituye el caso de la Cueva de los Corrales, donde a través de varias líneas de investiga ción (análisis de macrorrestos vegetales, material arqueobotánico, el material lítico y el material cerámico), las y los investigadores indagaron sobre las estrategias de subsistencia de grupos prehispánicos en una quebrada de altura (Oliszewski et al., 2008, 2022). Por las características del AADT, emplazado al sur del valle Yocavil (departamento Santa María, Catamarca), a 3.000 m s.n.m. sobre un abra que comunica el fondo del valle con el sector más alto del Aconquija (figura 1), consideramos que se puede realizar una comparación con las ocupaciones de Quebrada de los Corrales para la misma temporalidad.

EL SITIO ABRIGO ABRA DEL TORO

El sitio es un abrigo bajo roca (tipo tafoni) de tamaño mediano (Dubois et al. 2020) que por sus dimensiones y estructura se encuentra sujeto a las condiciones ambientales exteriores. En trabajos anteriores lo habíamos denominado cueva (Carbonelli et al. 2021), pero por las caracte rísticas mencionadas se ajusta a un abrigo bajo roca (rock shelter en inglés). Presenta en su boca una amplitud de 12,40 m y es factible el ingreso en toda esa extensión. Se angosta abruptamente, conservando un ancho en la pared final de 3,92 m. La mayor altura del piso hacia el techo fue registrada en 4,95 m. Desde el abrigo rocoso se obtiene una gran visibilidad de los glacis que se encuentran a continuación del talud. La orientación de su boca es norte-sur, perpendicular a la orientación del abra, lo que lo protege de los vientos que circulan en esa dirección.

La roca de caja del abrigo es ígnea, una ignimbrita, la cual pertenece al Grupo Santa María de posible edad pleistocena (Bossi et al. 2001; Ballato et al. 2019). Geomorfológicamente, podemos decir que el piso del abrigo se encuentra sobre un abanico aluvial. Las meteorizaciones más marcadas en el sitio son las químicas y las físicas (Dubois et al. 2020). Las primeras están ocasionadas por la presencia de agua en los sedimentos del abrigo: ya sea en la superficie, permitiendo el crecimiento de pequeñas plantas, como en unidades estratigráficas más profundas. Por su parte, las meteorizaciones físicas se encuentran relacionadas con la gran diferencia de temperatura entre el día y la noche, ocasionando fenómenos como el termoclastismo.

En cuanto a las condiciones de preservación de los restos orgánicos registrados (carbones y huesos) es en términos generales muy buena: los restos óseos se encuentran en los primeros estadios de meteorización, mientras que se recuperaron grandes cantidades de carbón y espículas de carbón (Kligmann et al. 2021). Esto se ve reforzado por los valores registrados de ph, los cuales oscilan entre siete y ocho. Estas condiciones, ligeramente alcalinas o moderadamente alcalinas son favorables para la preservación de los restos óseos (Kligmann et al. 2021).

Hasta el momento se han realizado tres intervenciones arqueológicas en el sitio. Las dos primeras han posibilitado comprender la extensa cronología de las ocupaciones en el lugar. El sitio AADT cuenta con una ocupación de mediados del Holoceno Medio, registrada en un paleosuelo enterrado. En él se recuperaron materiales líticos producto de la talla, entre ellos un cabezal lanceolado de tamaño pequeño, y restos faunísticos. El análisis realizado por uno de uno de los autores permitió identificar restos de Artiodactyla, Camelidae y roedores y a su vez regis trar marcas de raspado y percusión sobre un fragmento de hueso largo de un vertebrado grande (Carbonelli et al. 2021).

Por sobre esta ocupación del Holoceno Medio se encuentra un depósito de ceniza volcánica. Los análisis químicos y de morfología efectuados con un scanning electrón microscope (SEM) sobre una muestra del depósito de ceniza (Carbonelli et al. 2022) de una de las excavaciones permitió reconocer que provienen de la erupción del Complejo Volcánico Cerro Blanco (Fernandez-Turiel et al. 2019), situado a más de 150 km del alero. La mayor potencia registrada del depósito volcá nico se ubica en el orden de los 80 cm, si bien varía en grosor en toda la extensión del alero. La estimación de la tasa de sedimentación en esta unidad de excavación alcanza los 0.36 mm/año (Kligmann et al. 2021), ocasionada por la velocidad y la intensidad de la erupción. El principal agente involucrado en el aporte del material es el viento, aunque no se descarta la acción del agua en el reordenamiento de las partículas (Dubois et al. 2020; Carbonelli et al. 2022).

El depósito de ceniza volcánica conforma en sí mismo un hiato arqueológico: no hay registro ni evidencia de ocupación humana en él. Solo en su sector superior, en el límite con otras unidades estratigráficas se registraron artefactos líticos, algunos de gran tamaño, y fogones. Del análisis integral de estos rasgos y sus asociaciones de material se desprende que se trata de los vestigios de las poblaciones que reocuparon dicho espacio, luego del evento catastrófico. Estas ocupaciones se encuentran en el orden cronológico de los 3834 ± 27 años AP (Carbonelli et al. 2021). Final mente, en las últimas unidades estratigráficas se registraron materiales líticos, arqueofaunísticos y cerámicos que denotan la existencia de ocupaciones con una tecnología distinta a las anteriores. Es sobre estas últimas sobre las que se hará foco en este trabajo, dado que se conoce poco sobre las ocupaciones de dicha cronología para sitios bajo abrigo en la región.

Un rasgo para destacar es que cercano al abrigo Abra del Toro se encuentra un taller lítico donde se reformatizaron, manufacturaron y descartaron cabezales líticos desde el Holoceno Temprano hasta el Holoceno Tardío (Carbonelli et al. 2019). El Taller Abra del Toro (en adelante TAdT) se encuentra a 500 m del abrigo en un glacis del terreno, donde también se emplazan an denes agrícolas y terrazas. Por la información cronológica obtenida del análisis de los diseños de los cabezales líticos (Carbonelli et al. 2019) se puede sostener que el funcionamiento del taller fue contemporáneo a todas las ocupaciones registradas en el abrigo.

OCUPACIONES DEL PRIMER MILENIO DE LA ERA

En este artículo se describirán y analizarán los materiales arqueológicos provenientes de la unidad HI-3/4. Esta se encuentra conformada por tres unidades estratigráficas. Las tres unidades presentan valores de ph que sobrepasan los ocho, lo que marca unas condiciones moderadamente alcalinas de los sedimentos y garantiza una buena preservación de los restos óseos (ver supra). Las dos primeras presentan valores de materia orgánica (según el método de Walkley y Black 1934) que permiten inferir algún tipo de acción pedogenética en ellas. Se indagó la clase textural todas las unidades (figura 2) y debe remarcarse que en la unidad tres se registra la presencia de ceniza mezclada con la fracción arenosa de la unidad. Esto constituye un marcador geocronológico, dado que dichas cenizas provienen de la erupción del Complejo Volcánico Cerro Blanco, cuya temporalidad es conocida.

La cronología de las ocupaciones agropastoriles en el abrigo fue construida a partir de la datación de dos fogones registrados en la unidad estratigráfica dos (figura 3). En total se identifica ron tres de tipo cubeta en el abrigo; su cercanía espacial y la escasa distancia en profundidad entre ellos se representa en el perfil como una sola lente (figura 2). Estos fogones fueron excavados en el propio estrato conformando una superficie cóncava artificial (Frank 2020). Uno de los que fue datado, el número dos, posee una gran integridad y presentó un acondicionamiento de su boca: tres rocas de mediano tamaño delimitan su superficie. A su vez, se encuentra segmentado en el plano vertical: una roca andesita divide la cubeta en dos. Esto podría indicar dos momentos de uso. La potencia de los fogones dos y tres coincide estratigráficamente con niveles arqueológicos donde se observa un aumento significativo de materiales líticos, cerámicos y zooarqueológicos, por lo tanto, es dable pensar que se trata de momentos de reutilización del sitio. La construcción de uno en cubeta requiere de una inversión de trabajo superior a la que requiere, por ejemplo, uno plano, por lo cual es factible sostener que se encuentren asociados a ocupaciones intensas (Frank 2020) o recurrentes del sitio.

La datación del fogón dos es de 2260 ± 60 años AP (LP 3777, sedimento carbonoso; 13C -24%). Para este fechado el posible rango de edad es 2325-2137 cal AP (calibrado a 1 sigma con el programa CALIB 8.1.0 [Stuiver y Reimer 1993]). La datación del fogón tres es de 2210 ± 50 años AP (LP 3765, sedimento carbonoso; 13C -24%). Para este fechado el posible rango de edad es 2306-2060 cal AP (calibrado a 1 sigma con el programa CALIB 8.1.0 [Stuiver y Reimer 1993]). En referencia a la asociación contextual entre los fechados y el evento de ocupación, se considera que esta es altamente probable (sensu Greco 2010) dado que el sedimento carbonoso utilizado para fechar proviene de dos fogones de un piso de ocupación (figura 4).

Las dataciones de los fogones señalan que las ocupaciones de este sector del abrigo se cir cunscriben al Bloque temporal Intermedio definido por Oliszewski (2011), y que coincidiría con las primeras ocupaciones en Cueva de los Corrales 1 (Oliszewski et al. 2022). Este bloque tem poral se ubica en el límite del comienzo del primer milenio d.C. Si bien los fogones se encuentran contenidos en una unidad estratigráfica, no existen indicadores (como diseños en la cerámica, ver infra) de ocupaciones posteriores en el sitio. Entre las unidades estratigráficas uno y dos existe una homogeneidad en los estilos cerámicos, en los diseños de los artefactos líticos y en el uso de las materias primas líticas, sin que se registren indicadores de ocupaciones más tardías. De estas dos unidades proviene la evidencia arqueológica que describimos. Los materiales fueron asignados a la temporalidad de los fogones, teniendo presente que se ubican estratigráficamente por encima del depósito masivo de ceniza volcánica. Esta constituye un límite cronológico de 4200 años AP (Carbonelli et al. 2022). En la unidad estratigráfica tres solo se registra material lítico disperso, con una frecuencia notoriamente menor que en las unidades anteriores.

Análisis de carbones

El análisis de los carbones recuperados del sitio fue realizado en el Laboratorio de Paleo- botánica y Arqueología, CICYTTP - Diamante - CONICET, a cargo de la Lic. Soledad Ramos. Los carbones se recuperaron del contexto de fogón número uno y del sedimento próximo a los fogones. Estos últimos posiblemente hayan sido dispersados por el viento, principal agente de depositación y erosión del sitio (Carbonelli et al. 2022) o por factores antrópicos como la limpieza y mantenimiento de los fogones y cómo esto se articula con la circulación de las personas en el sitio (Ariel Frank, comunicación personal).

Para la identificación taxonómica de los fragmentos de carbones (n=12) se realizaron comparaciones anatómicas del xilema secundario con especies actuales que se encuentran en el área, base de datos y bibliografía especializada. De esta manera se pudieron identificar las muestras con distinto grado de precisión. La mayoría de los ejemplares pertenecen a la familia Fabaceae (Adesmia sp., Mimosa aff. farinosa Griseb., Prosopis aff. alba Griseb., Prosopis aff. argentina Burkart, Senegalia aff. gilliesii (Steud.) Seigler y Ebinger, Zuccagnia aff. punctata Cav., Zygophyllaceae (Larrea sp.) y de Olacaceae (Ximenia sp.).

La mayoría de las especies que se identificaron a partir de los restos antracológicos se encuentran en las inmediaciones del abrigo. En la actualidad se registra su uso como combustible. Esto permite reflexionar sobre el posible aprovechamiento de los recursos próximos y disponibles del sitio. Dentro de la categoría combustible se pueden diferenciar aquellas que se utilizan para iniciar el fuego, como son Mimosa farinosa y Larrea sp., de aquellas que sirven para formación de brasas Prosopis alba, Adesmia sp., Zuccagnia aff.punctata, Senegalia aff. gilliesii. Sugerimos que los fogones iniciados y mantenidos por estas especies se empleaban posiblemente para cocinar, así como también para iluminar y calefaccionar. La identificación de estos ejemplares también nos permite diferenciar las tres ecorregiones de donde provienen estos recursos, teniendo especies propias de Monte, Prepuna y Puna (figura 1).

Figura 1: Localización del sitio Abrigo Abra del Toro en el mapa de Ecorregiones (Brown y Pacheco

2006). Referencias: TAdT = Taller Abra del Toro. Este mapa fue confeccionado por el Dr. Luis Coll

La presencia de especies pertenecientes a las tres ecorregiones realza la importancia de la localización del sitio AADT en un sector transicional, en un paso que permite trasladarse desde el fondo del valle (monte) hacia los sectores más altos (puna) y llegar a las yungas.

Materialidad cerámica

Para el análisis de la tecnología cerámica del sitio en su conjunto, procedimos a formar Familias de Fragmentos (Orton et al. 1997) para los 68 tiestos y tiestos remontados provenientes de la unidad HI 3/4. Observamos distintos atributos como cocción, porosidad de la pasta, tipo, tamaño y abundancia de inclusiones, acabado de las superficies y forma de los ceramios en aquellos tiestos lo suficientemente diagnósticos (tabla 1). El concepto subyacente a la Familias de Frag mentos es que para aquellos tiestos que presentan características similares se puede suponer que corresponden a una misma pieza. Cabe mencionar que la numeración de la Familias de Fragmentos es discontinua porque existen familias que contienen tiestos pertenecientes a otras unidades de excavación del mismo sitio de las cuales no nos ocuparemos en este artículo.

Tabla 1: Familias de Fragmentos para unidad HI –

Una vez establecidas las Familias de Fragmentos, procedimos a generar una aproximación a la morfología de los ceramios siguiendo los criterios especificados por la tipología clasificatoria (Balfet et al. 1987), pero adaptados a la presente muestra. Un aspecto para tener en cuenta es que esta muestra debió ser reducida a su vez, debido a que solo diez de las veintinueve familias de fragmentos que adjudicamos a la unidad HI 3/4 presentan características diagnósticas en re lación con la morfología de los ceramios. Se trata, en general, de fragmentos de borde. Por esta razón decidimos señalar solamente si corresponden a formas abiertas o restringidas. De las diez familias de fragmentos con porciones diagnósticas, ocho constituyen formas abiertas, en general con aberturas que indicarían tamaños pequeños a medianos, lo cual podría corresponderse con pucos. Para las dos familias restantes que identificamos como formas restringidas, una parece ser de tamaño más grande y estimamos podría tratarse de una olla (F15) (figura 5).

El abanico de decoraciones que encontramos en HI 3/4 es exclusivamente de tipo incisa y comprende campos rellenos con líneas (F9), campos delimitados por líneas curvas rellenos de ‘escobados’ (F2), o escobados intercalados (F5). Todas estas familias corresponden a formas abiertas de pequeño tamaño y, hasta donde conocemos, contornos simples, por lo que creemos se trata de pucos. Las decoraciones parecen concentrarse en o cerca del borde, siempre en el lado externo. Por lo demás, presentan una manufactura más cuidada que el conjunto que discutiremos a continuación: las pastas no son porosas, las cocciones son uniformes, las paredes son más del gadas y las inclusiones son finas.

Figura 2: Perfil este de la Unidad HI-3/4. UE: unidad estratigráfica

Figura 3: Fogón número dos en cubeta de la Cueva Abra del Toro. A: Se destacan las tres rocas que estructuran su boca; B: se destaca la roca que lo divide en dos, verticalmente. Las flechas indican hallazgos cerámicos espacialmente cercanos al fogón

Figura 4: Dataciones radiocarbónicas del Abrigo Abra del Toro. Localización dentro de la planta del abrigo y relación estratigráfica con el depósito de ceniza. UE = unidad estratigráfica

Respecto a las familias de fragmentos que no tienen decoración (ej. F15), la mayoría presenta una factura más tosca, incluyendo una mayor porosidad, un mayor tamaño de inclusiones, pastas más friables, paredes más gruesas y cocciones desparejas. Existen a su vez familias de fragmentos que solo presentan superficies externas con pulidos a rayas (como la F1). Solo para la F47 (figura 6) encontramos marcas incisas en la superficie interna. Estas marcas podrían tratarse tanto de decoración, como de una técnica constructiva del ceramio (para unir los rollos) o bien las líneas incisas podrían cumplir un propósito funcional el cual no está aún del todo claro.

Figura 5: a) Familia de Fragmentos F2, ceramio de forma abierta con decoración incisa en forma de escobados dentro de un campo delimitado por una línea curva. b) F9, morfología abierta con decoración incisa. c) F15, morfología restringida, posible olla. d) F5, cerámica gris incisa con escobados, podría tratarse de un fragmento de borde, en cuyo caso se trataría de una forma abierta. e) F4, cerámica negra pulida pero erosionada. Morfología abierta. f) F7, cerámica oxidante de buena factura, pulida. Morfología abierta

Figura 6: Familia de fragmento F47, superficie externa y superficie interna con marcas incisas

Materialidad lítica

El conjunto artefactual lítico proveniente de la unidad de excavación HI-3/4 fue analizado siguiendo la propuesta tecno-morfológica y morfológica funcional de Aschero (1975). Partiendo de los lineamientos propuestos por el autor, pudimos determinar que la clase tipológica más re presentada en la muestra (n= 1.206) corresponde a los desechos de talla que conforman el 92% del total, a este valor le siguen los núcleos con un 7%, mientras que los artefactos formatizados son la clase menos representada con un 1%.

La materia prima lítica con mayor presencia en el conjunto es la andesita, que representa el 82,4%, seguida por la basandesita con un 16,8% y el cuarzo con el 0,3%, mientras que un 0,6% lo conforman materias primas que, hasta el momento, no hemos podido diferenciar (tabla 2). Es necesario señalar que en este caso la determinación de materias primas líticas y la diferenciación entre andesitas y basandesitas se hizo a ojo desnudo. Las andesitas se presentan en tonalidades grises y poseen una matriz afanítica que puede presentar fenocristales, mientras que las basandesitas son de color gris oscuro de textura afanítica sin fenocristales (Somonte y Baied 2011). No se descarta que estas últimas sean basaltos reales, ya que en un trabajo anterior se realizaron cortes delgados sobre un conjunto artefactual lítico (de otra unidad de excavación) proveniente del AADT y los resultados arrojaron la presencia de esta materia prima en la muestra (Carbonelli et al. 2021).

Tabla 2: Clase tipológica representa en la unidad HI-3/4 por materia prima

En cuanto a las fuentes de aprovisionamiento de las distintas materias primas representadas en la muestra, la base regional de recursos líticos nos indica que en cuanto a las andesitas y basandesitas una fuente potencial podría ser el cauce del río Ampajango (Carbonelli 2012). En ese sector se han registrado bloques de hasta 50 cm de dichas rocas. En el caso del cuarzo, es la materia prima que más abunda en la base regional de recursos líticos, pero de mala calidad, lo que lo haría el menos elegido a la hora de la talla. Esta materia prima se encuentra disponible en fuentes primarias como afloramientos, filones y diques, y se presenta también en bloques y rodados (Carbonelli 2012, 2014).

Otra fuente potencial podría ser el sitio TAdT, que se encuentra a 500 m frente al abrigo y en donde hemos recuperado núcleos y bifaces que podrían haber sido utilizados para confeccionar otro tipo de artefactos (Carbonelli et al. 2019). Es decir que, este taller podría haber actuado como una cantera artificial resultado de la acumulación y distribución intencional de materia prima lítica por parte de grupos humanos con la intención de abastecerse de rocas para su futura explotación. Esta estrategia supone una planificación u organización anticipada y un conocimiento del paisaje para poder prever dónde y cuándo van a ser necesarios estos recursos (Martínez y Mackie 2003). Como hemos mencionado anteriormente, la clase tipológica más abundante son los desechos (92%), entre los cuales la materia prima más representada es la andesita (81,5%), seguida por las basandesitas (17,6%), y en menor proporción se encuentra el cuarzo (4%) y las materias primas no diferenciadas (3%) (tabla 3). Los desechos fueron analizados distinguiendo entre lascas externas e internas en función de la presencia/ausencia de corteza respectivamente (Bellelli 2005). Las lascas internas representan el 97% de los desechos analizados, mientras que las lascas externas ocupan el 3% del total. Otra variable considerada fue el tamaño de los desechos de talla que nos ha permitido observar que predominan las lascas de tamaño pequeño (0 a 20 mm) y muy pequeño (21 a 40 mm) (Aschero 1975, 1983). Estas dos variables (presencia/ausencia de corteza y tamaño) son de utilidad para identificar las etapas de manufactura presentes en el sitio (Andrefsky 2005; Clarkson y O’Connor 2013). Los desechos de menor tamaño están asociados a las etapas finales del proceso de manufactura, mientras que las primeras etapas suelen estar representadas por la presencia de desechos de mayor tamaño (Ahler 1989; Andrefsky 2005).

Tabla 3: Origen de la extracción por materia prima

Con respecto a los núcleos podemos decir que en nuestro conjunto hemos identificado 85, de los cuales 80 son de andesita y 5 de basandesitas. Los tamaños que predominan son los pequeños, los medianos pequeños y los medianos grandes (tabla 4). El tipo de núcleo más representado es el de lascados aislados; de hecho, del total de núcleos, treinta fueron descartados cuando aún no se encontraban agotados, es decir que todavía tenían vida útil. En todos los casos se trata de núcleos amorfos, lo que significa que no presentan una estandarización que permitiese extraer lascas con una forma predeterminada (Parry y Kelly 1987; Patterson 1987). Esta información (materia prima, vida útil y falta de estandarización) nos sugiere que la escasez de rocas para la talla de instrumentos no era una preocupación para los ocupantes del abrigo y que estos núcleos ingresaron al sitio solo para extraer unas pocas formas bases necesarias para formatizar los instrumentos que requerían en el momento.

La clase tipológica que se halla menos representada en nuestro conjunto artefactual son los artefactos formatizados (n=8). Siete de estos fueron realizados sobre andesita, mientras que el restante se realizó sobre basandesita. En cuanto a la forma base, fueron realizados sobre lascas con trabajo no invasivo unifacial.

Tabla 4: Módulo de tamaño de los núcleos hallados en la unidad HI-3/4 (solo se tuvieron en cuenta los núcleos enteros)

Del total de estos artefactos, siete corresponden al grupo de instrumentos compuestos, es decir que presentan dos o más especímenes morfológicos pertenecientes a grupos diferentes en una misma pieza (ej. dos formas de filos, de puntas, etc.) (Aschero 1975). En la tabla 5 podemos observar la diversidad de tipos de filos (n=21) existentes en los artefactos compuestos, los cuales se presentan en diferentes combinaciones (ej. muescas de lascado simple + perforador + artefacto de formatización sumaria). El filo más representado es el de las muescas de lascado simple, seguidos de los filos naturales con rastros complementarios, los cortantes y artefactos de formatización sumaria. La presencia de muescas en el conjunto artefactual fue asociada, por otros autores, a actividades de raspado de superficies convexilíneas como la preparación de astiles de madera para el posterior enmangue de puntas líticas (Mercuri 2018; Montegú 2018). Mientras que la frecuencia de artefactos compuestos puede estar en relación con la necesidad de conseguir instrumentos que puedan cumplir con múltiples tareas simultáneamente, por lo que la practicidad de estos pudo jugar un rol importante en el momento de su formatización (Mercuri 2017).

Tabla 5: Cantidad de filos presentes en los artefactos compuestos de la unidad HI3/4

Zooarqueología

El análisis de las arqueofaunas se llevó adelante en el Instituto de las Culturas y comprendió la caracterización biológica (anatomía, taxonomía, edad ontogénica), morfométrica y tafonómica de los restos, para lo que se utilizaron la colección osteológica del instituto y diversos manuales y guías (Behrensmeyer 1978; Pacheco Torres et al. 1979; Galotta y Galotta 1988; Baumel y Wi- ttmer 1993; Lyman 1994, 2008; Mengoni Goñalons 1999; Izeta et al. 2012; Fernandez-Jalvo y Andrews 2016). Se estudiaron 212 especímenes (fragmentos o huesos) en total y se identificaron 32 al rango taxonómico de orden o inferior (tabla 6). Se identificó además un espécimen como ave y 87 fragmentos indeterminados se clasificaron por tamaño de vertebrado estimado. La clase de vertebrados pequeños refiere a roedores, dasipódidos, etc.; la de medianos, a animales como carnívoros y rheidos; y vertebrados grandes, a un porte comparable al de cérvidos y camélidos. El conjunto está dominado por restos de artiodáctilos, camélidos y vertebrados grandes, una pauta normal de los sitios agroalfareros.

Tabla 6: Número de especímenes (NSP) y número de especímenes identificados (NISP)

Se registraron veintiún especímenes de vertebrados medianos a grandes con marcas de carnívoros (surcos, hoyuelos, perforaciones, etc.), veinte con improntas de raíces y cuatro con marcas de roedores. Las marcas de carnívoros pueden resultar del comensalismo o de la visita de especies de este orden en momentos en que el alero estuvo deshabitado, con el corolario de que pudieron contribuir a la remoción o acumulación de arqueofaunas. Un espécimen presenta trazas de pisoteo y otros veintisiete exhiben erosión. Solo veinticinco especímenes están termoalterados.

La meteorización se analizó siguiendo la propuesta de Behrensmeyer (1978) y su registro se limitó a los restos de vertebrados medianos a grandes. Treinta y siete (NSP 37) especímenes están meteorizados (estadios 1 a 3, predomina estadio 2 con 21 especímenes) y el resto (NSP 81) no presenta meteorización (estadio 0). De esto se puede inferir que parte de los restos estuvo expuesta durante un plazo prolongado a los agentes atmosféricos.

La mayor parte del subconjunto de vertebrados medianos a grandes está fragmentada (NSP 112). El borde de fractura es indicativo de rotura en seco para 107 fragmentos y en fresco (con colágeno) para cinco especímenes. Se registraron seis especímenes sin fractura. Una falange asignada a Lama sp. registra marcas compatibles con corte, machacado y percusión.

En lo que respecta a restos de Camelidae, se encuentran representados cabeza, pies y dedos (tabla 7). La identificación al rango de género (Lama sp.) de cuatro especímenes se hizo por morfometría -dos cuboides, un calcáneo y una falange primera-. Este género incluye una especie silvestre (Lama guanicoe ssp.) y una doméstica (Lama glama). Tratándose de un contexto agroalfarero, es posible que estos especímenes pertenezcan a animales domésticos. La falange y el calcáneo están epifizados, en ambos casos se trata de centros que fusionan en el transcurso del segundo año de vida.

Tabla 7: Número de especímenes identificados de Camelidae por elemento anatómico

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Uno de los rasgos más importantes que queremos destacar de los datos que provienen del análisis de los distintos materiales y que surgieron de la propia excavación es que el AADT fue reocupado luego de la gran erupción del Complejo Volcánico Cerro Blanco, hace 4.200 años. Esto puede significar dos cosas: en primer lugar, que este espacio quedó resguardado dentro de la memoria de las poblaciones prehispánicas. Factiblemente la localización del AADT haya quedado registrada en la tradición oral de estos grupos. El retorno a un espacio alterado por una erupción pudo significar retrabajar los sentidos sobre el paisaje, dado que una actividad catastrófica pudo ser un componente muy significativo en su valorización (Torrence 2016). En segundo lugar, la reocupación del abrigo pudo estar ligada a la relocalización, con lo cual atributos del abrigo como su visibilidad, accesibilidad y cercanía a fuentes de agua fueron nuevamente valorados. En otras palabras, pensamos que otras poblaciones sin conexión con las que ocuparon el sitio preerupción se interesaron en este espacio. Tenemos varios fechados posterupción y solamente uno previo (figura 4), por lo tanto, todavía no es factible y razonable calcular cuánto tiempo el abrigo se encontró deshabitado. No obstante, y valiéndonos del depósito de ceniza volcánica como marcador cronológico, podemos establecer continuidades o discontinuidades entre las ocupaciones preerupción y posterupción, y comparar estas últimas con la información produ cida en la región.

Por la interpretación que realizamos del conjunto arqueofaunístico se desprende la posibi lidad de que los nuevos ocupantes del AADT ya habían cambiado su relación con los animales y las plantas cercanos. En otras palabras, ya se había transformado la naturaleza de la sociedad, a través de la domesticidad (Haber 2006). Los vestigios cerámicos, líticos y antracológicos que analizamos estuvieron enlazados en la vida cotidiana de personas con una técnica y una forma de habitar el paisaje seguramente distinta de la de los primeros pobladores del AADT. En el con texto regional, para dicha cronología otros investigadores sostienen la evidencia de un proceso de transición, desde economías cazadoras a otras netamente agropastoriles. La evidencia en AADT no es contundente, pero el registro arqueofaunístico invita a pensar que se estaban incorporando prácticas de pastoreo.

Al combinar estos datos con el análisis construido a partir de los artefactos líticos podemos decir que, si bien la presencia de desechos de talla, núcleos y artefactos formatizados es coinci dente con otros sitios formativos, en la unidad de excavación HI-3/4 del sitio AADT no hemos encontrado puntas de proyectil ni instrumentos de molienda, que sí aparecen en sitios tales como CC1, Soria 2, Taller Puesto Viejo 1, entre otros (Carbonelli 2011; Oliszewski et al. 2013, 2018; Oliszewski y Di Lullo 2020). Tampoco hemos registrado en el TAdT cabezales líticos, puntas de proyectil reconocidas para momentos de ocupación agropastoril plena.

Resulta interesante cotejar esta información con el análisis de los carbones, a partir del cual podemos concluir que los habitantes del primer milenio de la era de la AADT conocían los recursos vegetales del monte y de la yunga. Es factible entonces plantear como hipótesis que las muescas que hemos observado dentro del conjunto lítico hayan sido utilizadas para preparar astiles provenientes de las otras ecorregiones. Ahora bien ¿cómo se combina esta hipótesis con la ausencia de puntas de proyectil? Cabe la posibilidad de que la caza no haya tenido especial importancia para ese sector del sur del valle de Yocavil para dichos momentos. Por lo tanto, las muescas estarían relacionadas a otra función. Una alternativa es que estemos ante un problema de recuperación de puntas de proyectil: que éstas se hayan confeccionado solo en el TAdT (en superficie) y que hayan sido recolectadas por otros actores a través del tiempo o no hayan sido detectadas por falta de muestreo.

Para el primer milenio de la era, las puntas de proyectil registradas al sur del valle de Yo- cavil fueron confeccionadas en obsidiana (Carbonelli 2011). Mientras que en el área de valles, investigaciones previas han registrado la presencia de materias primas alóctonas (ej. obsidiana), provenientes de áreas lejanas como la Puna, lo que les ha permitido inferir la existencia de redes de intercambio a largas distancias (Yacobaccio et al. 2004; Lazzari y Sprovieri 2020), en el sitio AADT no hemos hallado materias primas alóctonas, sino que las materias primas líticas registradas hasta el momento son de origen local, es decir que no proceden de distancias mayores a los 40 km (Civalero y Franco 2003). Esto marca una continuidad en el uso de las materias primas con las poblaciones que reocuparon el abrigo tempranamente luego de la erupción (circa 3800 años AP).

Es importante señalar que en el sitio TAdT fue recuperado un núcleo de obsidiana (Carbonelli et al. 2019), por lo que no podemos descartar que esta materia prima haya sido al menos conocida por los ocupantes del abrigo hacia el primer milenio de la era. La ausencia de material alóctono constituye una nueva diferencia con las ocupaciones contemporáneas de Cueva de los Corrales 1, donde en el conjunto lítico se constató materia prima de origen no local, como la obsidiana procedente de fuentes de hasta 130 km de distancia (Oliszewski et al. 2008, 2018b; Oliszewski y Di Lullo 2020).

El análisis del conjunto artefactual lítico proveniente del AADT nos permitió reconocer ciertas diferencias y semejanzas con otros sitios de la misma temporalidad ubicados en los valles mesotermales. Una de las particularidades de este sitio es el hecho de que se encuentra ubicado en un reparo rocoso. Característica compartida únicamente con el sitio Cueva de los Corrales 1 (CC1), ubicado en El Infiernillo (Tafí del Valle, Tucumán), que fue interpretado como un sitio de ocupaciones breves en que se realizaron actividades domésticas. El material lítico allí recuperado está representado por desechos de talla, sin la presencia de artefactos formatizados. Aquí se puede observar una diferencia con las ocupaciones del primer milenio de la AADT, donde registramos artefactos formatizados de filos simples y compuestos.

A diferencia de los conjuntos líticos, en la cerámica sí encontramos rastros visibles de conexiones con otros sitios y regiones. La cerámica gris pulida incisa registrada en la AADT es un lenguaje común en el contexto del primer milenio regional, incluyendo al centro y sur de los Valles Calchaquíes, Tafí del Valle, valle del Cajón y las Selvas Occidentales (Palamarczuk et al. 2007; Scattolin 2010). Estos recursos formales e iconográficos aplicados a la tecnología cerámica habrían circulado libremente en estas regiones. Algunos sitios en la región que contienen cerá mica gris incisa similar a la encontrada en HI 3/4 son Morro de las Espinillas (Scattolin 2003), el componente formativo de Loma Alta (Scattolin 1990) y sitios del valle del Cajón como Yutopián y Cardonal (Scattolin 2019).

Como hemos señalado anteriormente (Carbonelli et al. 2021), mucha de la cerámica más tosca u ordinaria del conjunto artefactual de este sitio contiene mica dorada como antiplástico, características ya registradas para otros conjuntos formativos del valle de Yocavil, notablemente en el cercano sitio formativo de Soria 2 (Palamarczuk et al. 2007).

Con los datos que tenemos, y a la expectativa de ampliar nuestras excavaciones, es muy difícil interpretar claramente la funcionalidad del sitio luego de la erupción. Por el volumen de material encontrado y por el cuidado y la potencia de los fogones es dable pensar que las ocupa ciones fueron recurrentes; es decir, que este espacio fue visitado en varias ocasiones, en momentos agropastoriles. En esas ocupaciones se realizaron actividades que también fueron registradas en otro abrigo de altura, Cueva de los Corrales 1, en su ocupación inicial (Oliszewski et al. 2022): el mantenimiento de artefactos líticos, (aunque en el caso de AADT sí se descartaron in situ y se produjeron allí) y el consumo y el descarte de animales utilizados como alimento; esto último inferido por el análisis arqueofaunístico. La reconstrucción por familia de fragmentos de una olla y varios pucos contribuye a pensar que estos elementos fueron utilizados para cocinar y contener los alimentos allí consumidos. Este último dato sumado a la producción in situ de artefactos líticos nos permite pensar que algunas de las ocupaciones durante inicios del primer milenio pudieron ser más intensas. Este aspecto marca una diferencia con las primeras ocupaciones posterupción donde se registraron escasos artefactos líticos de gran porte, como núcleos y artefactos de molien da (Carbonelli et al. 2021). Es dable esperar que aquellas ocupaciones hayan sido esporádicas, marcando un reconocimiento del terreno, del espacio.

¿A partir de qué momento se comenzaron a fabricar piezas a través de la arcilla o se manufacturaron artefactos líticos de una manera distinta a las de las ocupaciones cazadoras-recolectoras? Forma parte de la agenda de nuestra investigación recabar un mayor número de dataciones para poder contribuir desde el AADT a la pregunta mayor sobre la adopción de nuevas técnicas, de nuevas formas de hacer las cosas y de relacionarse con los seres vivos por parte de las poblaciones prehispánicas al sur del valle de Yocavil.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se realizó gracias a los subsidios PICT 2019-01229, PIP 112-201301-00178 CONICET y el Ubacyt 20020170100318BA. Agradecemos a nuestros compañeros y compañe ras de campaña, que fueron un sostén indispensable para su realización: Esteban Villalba, Luis Villagra, Mauricio Zeballos, Yanina Ayusa, Marcelo Lamami y Christian Ron. Agradecemos el apoyo logístico de la comunidad de San José (Catamarca). En primer lugar, a su intendente, el profesor Antonio Gómez, a la secretaria de Turismo Claudia Ibañez. Un reconocimiento especial a la Comunidad Ingamana por su confianza. Por último, quisiéramos agradecer al señor Carlos Mendoza por su hospitalidad.

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