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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.29 Córdoba jun. 2013

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Democracia, intelectuales y política: «Punto de Vista, Unidos y La Ciudad Futura» en la transición política e ideológica de la década del ´801

Martina Garategaray2

 


Resumen
Las revistas se han convertido en los últimos años en espacios privilegiados tanto para los estudios centrados en la intelectualidad como para dar cuenta de los debates de una época. En esta clave, las revistas Punto de Vista (1978-2008), Unidos (1983-1991) y La Ciudad Futura (1986-2003) resultan fundamentales para explorar las transformaciones de la cultura política argentina de los años ochenta.
Es nuestra hipótesis que estas revistas tuvieron un papel importante en la construcción de un lenguaje común en torno a la democracia, la política y los intelectuales y que en sus páginas quedaron las marcas de la transición política e ideológica de una franja importantede intelectuales de izquierda en la construcción de nuevos frentes políticos. En este artículo buscamos explorar cuáles fueron las operaciones que permitieron el tránsito de los intelectuales de izquierda peronista y socialista a nuevas identidades; cómo se construyó este espacio de diálogo que se cristalizaría en los años noventa en nuevas fuerzas políticas como el Frente Grande primero y Frepaso después. Creemos que estas revistas y sus intelectuales construyeron desde las ideas un tránsito posible que si bien efímero, dejó su marca de transversalidad en la democracia pluralista.
Palabras clave: Revistas; Democracia; Identidades; Peronismo; Socialismo.

Abstract
In recent years, magazines have become privileged sources to study intellectual life and the debates of an era. In this perspective Punto de Vista (1978-2008), Unidos (1983-1991) and La Ciudad Futura (1986-2003) played an important role in building a common language on democracy, politics and intellectuals in Argentina during the eighties.
In these magazines one can find the tracks of the political and ideological transition of a significant segment of left intellectuals in the construction of new political identities. In this article we propose to explore the political and intellectual operations that allowed the transit of leftist peronist and socialist intellectuals to new identities. In other words, how a dialogue field was constructed during the eighties and materialized in the nineties in new political forces like the Frente Grande and Frepaso. We believe these magazines and their intellectuals constructed an ideological path that, though ephemeral, persists in pluralist democracy.
Keywords: Magazines; Democracy; Identities; Peronism; Socialismo


 


Introducción

Definidas como laboratorio de ideas, ámbitos de sociabilidad, soporte de itinerarios personales, lugares relevantes de legitimación política y cultural, las revistas son un espacio privilegiado tanto para los estudios centrados en la intelectualidad como para dar cuenta de los debates de una época. En esta clave, las revistas Punto de Vista, Unidos y La Ciudad Futura, referentes y representantes de los debates en la «vuelta a la democracia», resultan fundamentales para explorar las transformaciones de la cultura política argentina de los años ochenta.

Es nuestra hipótesis que estas revistas tuvieron un papel importante en la construcción de un lenguaje común en torno a la democracia, la política y los intelectuales y que en sus páginas quedaron las marcas de la transición política e ideológica de una franja importante de intelectuales de izquierda en la construcción de nuevos frentes políticos3. En este artículo buscamos explorar cuáles fueron las operaciones que permitieron el tránsito de los intelectuales de izquierda peronista y socialista a nuevas identidades; cómo se construyó este espacio de diálogo que se cristalizaría en los años noventa en nuevas fuerzas políticas como el Frente Grande primero y Frepaso después. Creemos que estas revistas y sus intelectuales construyeron desde las ideas un tránsito posible que si bien efímero, dejó su marca de transversalidad en la democracia pluralista.

La democracia y sus intelectuales

La vuelta a la democracia fue la fórmula que pretendió tanto clausurar la experiencia de la dictadura militar instalada en 1976 como crear un consenso en torno a una forma de gobierno y de organización social que no había recibido suficiente atención en décadas pasadas y de la que la mayoría de los intelectuales de izquierda (peronistas y socialistas) había descreído como herramienta de transformación social confiando en vez, en la vía revolucionaria y la lucha armada. Los primeros debates en torno a la democracia y el rol de los intelectuales en este nuevo escenario tuvieron lugar en el exilio. Es por ello que el primer eslabón en esta cadena de vinculaciones para comprender muchos de los debates y las transiciones político-intelectuales lo constituye la experiencia de la revista Controversia para el examen de la realidad argentina.

Controversia publicó sus 14 números en el exilio mexicano entre octubre de 1979 y agosto de 19814 bajo la dirección de Jorge Tula y un consejo de redacción integrado por: Carlos Abalo, José Aricó, Sergio Bufano, Sergio Caletti, Nicolás Casullo, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler y Oscar Terán5. En su primera editorial a modo de presentación afirmaba:

«Educados muchos de nosotros en una izquierda dogmática.provenientes otros de un movimiento popular en cuyas estructuras reinaba el autoritarismo.»
Muchos de nosotros pensamos, y lo decimos, que sufrimos una derrota atroz. Derrota que no sólo es la consecuencia de la superioridad del enemigo sino de nuestra incapacidad para valorarlo, de la sobrevalorización de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción de la política.
Es difícil, lo repetimos. Pero es posible. Es posible iniciar una controversia lúcida, serena, fraternal. Es posible, y necesario, respetar al compañero. Si así no lo fuera, el tiempo habrá pasado en vano». 6

El punto de partida de la misma era el reconocimiento de la derrota política e ideológica en manos del Proceso. Esta derrota, aunque cuestionada y sometida a arduos debates, era el cimiento compartido entre ambas tradiciones que hacían de la autocrítica y la revisión de lo que fueron las estrategias armadas en la acción de una política de sectores de la izquierda argentina otro de sus puntos nodales. El camino de críticas no era nuevo para estos intelectuales, en el pasado reciente les había permitido desembarazarse de ataduras conceptuales e interpretativas. En el caso de los intelectuales de izquierda socialista romper con el Partido Comunista y formar el grupo Pasado y Presente7. En el de los peronistas, criticar y eventualmente romper con la agrupación Montoneros a fines de 1973.

Junto a la derrota de los proyectos, otro de los elementos de unidad entre tradiciones fue la revalorización de la otrora desprestigiada democracia. Los miembros de la revista coincidían en la autocrítica por el desprecio que había despertado en el pasado reciente y en la necesidad actual de nuevos acuerdos. No obstante, en un tributo a la «controversia», acompañaba el resurgir democrático la oposición entre diferentes definiciones de democracia que llevaba a uno de los miembros de ala peronista a preguntarse «¿Podría afirmarse que todos los que estamos hoy por la democracia compartiremos mañana las mismas trincheras?»8.

Héctor Schmucler, en el anteúltimo número de la publicación, se preguntaba por las posibilidades de desdibujar estas diferencias:

«¿Qué significa hablar de socialismo o peronismo si se pudiera acordar, a priori, en un modelo de sociedad para la existencia de los hombres concretos?¿Por qué aferrarse a esquemas anacrónicos y no pensar todo de nuevo para inventar (o reinventar) el movimiento que aglutine a las fuerzas que en la sociedad argentina aspiran a un cambio en el sentido descrito?»9

Schmucler se refería a la posibilidad lefortiana de inventar o reinventar un movimiento capaz de generar unidad, que reconociendo las diferencias pudiese acordar en un a priori, como cimiento para establecer el diálogo. Más allá de los cuestionamientos a un a priori común, Schmucler ponía en palabras la pretensión de construir un movimiento que aglutinara a peronistas y socialistas. Sin embargo en el número siguiente, el último, Portantiero y de Ípola parecían sellar el divorcio al afirmar como tesis que «no hay continuidad sino ruptura entre populismo (una de sus expresiones es el peronismo) y socialismo»10. Las diferencias entre ambas tendencias llevaron a Controversia a cerrar su empresa cultural en 1981.

A pesar de su corta vida, la revista trazó los mojones en este camino de convergencias. Sin ponerlo en estas palabras, en el centro de la experiencia de Controversia estaba la pregunta por cómo construir una identidad acorde a los nuevos tiempos. Y en esta construcción identitaria aparecía, condicionando su devenir, la identificación con la democracia y la alteridad que significaba el Proceso. Mientras en los primeros años de la revista el «otro», la dictadura militar, funcionó como alteridad que permitió el diálogo, y la democracia, en tanto horizonte futuro, aglutinó un «nosotros», la situación cambia cuando la apertura democrática comienza a presentarse como una salida posible y la dictadura militar empieza a mostrar sus debilidades. En esos momentos afloran las siempre presentes diferencias en torno a la democracia, con su tradicional oposición entre democracia social y democracia formal, y la aparente unidad se desarticula dando por finalizado el ciclo de Controversia. No obstante, en sus páginas se dieron las primeras pinceladas de una cultura de la democracia que encontraría interlocutores abocados a la misma empresa en aquellos intelectuales de izquierda nucleados en Punto de Vista11 y, años después, en La Ciudad Futura.

Punto de Vista comenzó a salir en 1978 y reunía a intelectuales de la izquierda argentina frente al desafío, en pleno Proceso, de debate crítico12. La revista surgió de modo oposicional a la dictadura militar, sus primeros números estaban escritos entre líneas y firmados con seudónimos y esta práctica se abandonó en el número12, de julio-octubre de 1981 frente a la distensión del régimen militar en que se explicitó la presencia de Beatriz Sarlo en la dirección de la revista y la nómina de colaboradores. Por su consejo de redacción pasaron intelectuales como Carlos Altamirano, María Teresa Gramuglio, Hilda Sábato, Hugo Vezzetti, José Aricó y Juan Carlos Portantiero, entre otros13. Si bien Punto de Vista enmarcaba su pertenencia al mundo de las letras y a un proyecto literario, no tardó en asumir posiciones que la ubicaron en el terreno de la cultura política14. Con el correr de los números la publicación se convirtió en un referente para cualquier debate político intelectual.

Si como afirmamos el advenimiento democrático fue un terreno que vino también a cuestionar las ideas y los proyectos que estos intelectuales enarbolaran en el pasado reciente, su rol como intérpretes de la realidad también se vio modificado. Para Beatriz Sarlo en la nueva trama democrática los intelectuales debían participar del debate con «espíritu crítico, pero también nuevas ideas» y no «con mentalidad de preceptores o de profetas, sino como ciudadanos»15. Estas palabras remitían, entre otras cosas, a un nuevo rol de los intelectuales. Un rol que, por un lado, se distanciaba de la tradición socialista, que consideraba que el pueblo debía ser guiado y los intelectuales desempeñaban en ese camino una función educadora y de vanguardia, y que, por el otro, también suponía que los intelectuales tenían una función civil que descansaba tanto en su intervención en la esfera pública como en su compromiso con las instituciones democráticas. Rompía con el pasado reciente para evitar, en sintonía con Controversia «la doble y deformante tensión hacia el populismo o el dogmatismo»16 y reincidir en lo que reconocían un error: el haber sometido la lógica intelectual a la lógica política como único criterio de verdad.17 Pero esto no significaba parafraseando a Sarlo que frente al inconformismo revolucionario de los setenta, debía erigirse el conformismo, o que frente a la mimesis debía adoptarse la escisión, sino que la intelectualidad estaba destinada a navegar en esos espacios del pensamiento, revisar ese pasado y trabajar sobre esos límites18.

Compartiendo algunos de estos presupuestos y más especifícamente el legado Forjista como el del intelectual comprometido pero crítico, podemos ubicar a los intelectuales peronistas de la revista libro Unidos19. La dirigía Carlos «Chacho Álvarez» y su Consejo de redacción estaba integrado en todos o algunos de los números por Arturo Armada, Pablo Bergel, Hugo Chumbita, Cecilia Delpech, Salvador Ferla, Horacio González, Norberto Ivancich, Oscar Landi, Roberto Marafioti, Mona Moncalvillo, Diana Dukelsky, Enrique Martínez, Claudio Lozano, Ernesto López, Vicente Palermo, Víctor Pesce, Felipe Solá y Mario Wainfeld20 .

La revista se definía como el encuentro de militantes peronistas que «desde diferentes opciones coyunturales, acordamos contribuir al proceso de institucionalizar la lucha por las ideas»21 y reponer al peronismo en el nuevo contexto democrático. Reponer el debate ideológico les permitía desde un principio diferenciarse de Montoneros (frente a quienes Perón había lanzado la necesidad de institucionalizar «la lucha por la idea») y distanciarse críticamente del pasado reciente y la lucha armada. Al afirmar que «la revista no es la expresión de una línea, sector o agrupamiento sino vehículo de la diversidad de matices que conforman un mismo sistema de pensamiento» se aceptaba lo múltiple como signo de los tiempos plurales, pero mientras abrevara en una unidad, el sistema, que no era precisado y cuya ambigüedad conceptual les permitirá en el futuro confluir con otras tradiciones y trascender los límites del Partido Justicialista.

Los 23 números de Unidos salieron entre mayo de 1983 a agosto de 1991 acompañando el derrotero del peronismo en democracia. Primero, apoyó las candidaturas de Lúder y Bittel (Álvarez se había desempeñado como asesor de Bittel), después de la derrota electoral impulsó la emergencia del proyecto renovador frente a los denominados «ortodoxos», identificados con lo viejo del peronismo, con el peronismo no democrático, y dentro de este heterogéneo grupo, se pronunció por el ala cafierista (el propio Álvarez colaboró en la redacción de los discursos del Frente Renovador). De cara a la victoria de Menem en las internas partidarias de 1988 y su desembarco en el ejecutivo nacional en 1989, la revista propició la ruptura partidaria y acompaño el surgimiento del bloque opositor peronista: «el grupo de los ocho» integrado, entre otros, por «Chacho» Álvarez.

En este terreno político también podemos leer los números de La Ciudad Futura, revista de Cultura Socialista. La Ciudad Futura aparece por primera vez en agosto de 1986 bajo la dirección de José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula; entre los integrantes del Comité Editorial figuraron Jorge Dotti, Javier Frenzé, Carlos Altamirano, Emilio de Ípola, Rafael Filipelli, Julio Godio, José Nun, Beatriz Sarlo, Marcelo Lozada, Hugo Vezzetti y Héctor Leis; aunque no aparecen como miembros del Comité Editorial, Oscar Terán y Héctor Schmucler estuvieron presentes desde los primeros números. En sus páginas convergían, en este interés por debatir «el fenómeno de la democracia, de la necesidad de su revaloración, de la relación entre democracia y socialismo»22, varios miembros de Punto de Vista; y todos participaban activamente del Club de Cultura Socialista.

La revista al igual que Unidos y Punto de Vista se proponía tematizar abiertamente el problema de la democracia, de las identidades democráticas y del lugar de los intelectuales en el nuevo contexto intelectual. Y al igual que estas revistas partía de la reafirmación de una heterogeneidad identitaria, sus integrantes «provienen de distintas experiencias políticas e intelectuales»,23 como valor a defender y que en su caso se replegaba sobre el socialismo24. En esta línea, en sus páginas podía leerse una convocatoria plural a unificar las expresiones de la izquierda político cultural, como continuidad del proyecto de Controversia y como marca de la democracia.

En su búsqueda por construir un terreno crítico y por la cercanía de muchos de los intelectuales que participaban en la misma con el gobierno de Alfonsín es que La Ciudad Futura se vio obligada a afirmar desde un primer momento que «no somos alfonsinistas, ni radicales, ni socialdemócratas. Somos simplemente socialistas que tenemos una convicción compartida»25. Si bien enfatizaban un punto de convergencia con el gobierno, buscaban, como toda revista de intelectuales, mantener una mirada autónoma. Sin embargo, al decir de Beatriz Sarlo, esta no parecía una empresa fácil. Una de las dificultades, como apuntamos anteriormente, estaba daba por el hecho que la democracia «volvía caduca esa fuerte identidad oposicional que había caracterizado a la izquierda durante la dictadura»26 y dificultaba la construcción de su identidad en democracia.

«Frente al radicalismo que incorpora cuadros a sus filas y ha ampliado, al parecer, su base tradicional de capas medias, frente a las iniciativas políticas presidenciales, algunas de las cuales parecen sintonizar zonas de nuestras preocupaciones, ¿qué cosas diferentes tenemos que decir?»27.

A pesar de los apoyos iniciales que estas revistas le prestaron al alfonsinismo o al peronismo, iniciaron un camino de divergencias. Muchos de los intelectuales nucleados en Punto de Vista y La Ciudad Futura se distanciaron de Alfonsín después de la ley de Punto Final en 1986 y de Obediencia Debida en 198728; los intelectuales de Unidos ya estaban lejos de las estructuras partidarias justicialistas, mucho más cerca de la Renovación Peronista e incluso del alfonsinismo, y varios de ellos habían renunciado al partido en 198529, y volvieron a romper con el Partido Justicialista en 1989 frente al desembarco neoliberal del Presidente peronista Carlos Menem30. En estas rupturas reafirmaron su vocación de intelectuales críticos que hacían del compromiso un elemento fundamental de su identidad. Pero un compromiso con la política, con el debate democrático y no, como en el pasado, con una tradición política particular. En estas rupturas también, fueron allanando el camino para nuevas definiciones identitarias.

La identidad en transición

Las tres revistas trazaron, con sus particularidades literarias o culturales, una intervención política en la sociedad; y así se fueron posicionando frente al gobierno de Alfonsín y al peronismo. La victoria del radicalismo alfonsinista significó tanto la derrota del peronismo y el comienzo de un camino de transformaciones, que tuvo como expresión a la Renovación peronista, como la posibilidad de nuevas articulaciones para un socialismo crítico a su tradición. 1987 fue un año clave en este derrotero porque de la mano de la consolidación de la corriente renovadora al interior del peronismo se inició un camino de convergencias que los intelectuales acompañaron y estimularon.

Para el director de Unidos:

«Lo que puede ser registrado como mimesis alfonsinista es en realidad el reconocimiento de los cambios que el sentido común mayoritario ha producido sobre algunos tópicos de la nueva cultura democrática. Si antes se pensaba que la competencia argumentativa frontal, o el sistema de antinomias ayudaba a consolidar la autorreferencia, la Argentina postdictatorial demanda nuevas formas políticas y discursivas, tanto para construir la imagen propia como para describir la del adversario».31

Álvarez se refería a una nueva forma de instituir lo político en la que alfonsinistas y peronistas renovadores no estaban tan lejos unos de otros. Reconocía que se había operado un cambio en la cultura política argentina y se iniciaba una nueva etapa signada por el respeto a las diferencias entendidas como constitutivas a la política. En un contexto de recuperación política y electoral del peronismo de la mano de la Renovación, y de declive de la popularidad radical32, desde La Ciudad Futura Palermo se preguntaba: «¿por qué no una coalición social de gobierno?»33. Ponía en estas palabras la situación postelectoral: «no es ni un peronismo victorioso ni un radicalismo derrotado, sino el de una sociedad políticamente plural, que rechaza cualquier identificación que la reduzca a una sola expresión política en clave hegemónica».34 Por ello, para Mario Wainfeld, «está la oportunidad de realizar un verdadero y operativo pacto democrático», esto es, un «pacto de gobernabilidad y estabilidad» ya que «la preservación del sistema requiere alguna grandeza».35


Desde La Ciudad Futura, se coincidía en la necesidad de un nuevo esquema de poder: «es preciso compartir riesgos, es necesaria la colaboración, el debate público de las propuestas, la responsabilidad conjunta de los grandes partidos».36 Y se reconocía al peronismo como un interlocutor válido, como una fuerza democrática y progresista. Al respecto afirmaban que la Renovación buscaba «compartir las reglas de la alternancia política, consolidando así un espacio político común» 37; y que había buscado ser una «síntesis política efectiva entre los valores nacional-populares y los valores democráticos».38

Esta situación era para Godio, «la posibilidad del nacimiento de un régimen político bipartidista» una «forma de cogobierno/cooperación» 39 capaz de fortalecer a la democracia. Desde La Ciudad Futura el propio Godio iba un poco más allá y estimulaba el acercamiento entre tradiciones:

«en Argentina hay una izquierda posible. Esa izquierda es viable en tanto que se vayan produciendo acercamientos e intercambio de opiniones entre grupos políticos que dentro del peronismo, radicalismo, intransigentes, socialismo, cristianos y otros, se vaya perfilando un estilo de pensar la política como vía de síntesis de las prácticas populares cristalizadas en las culturas políticas del mundo del trabajo. Izquierda es por eso un sinónimo de síntesis de aportes entre el liberalismo popular radical, del nacionalismo laborista peronista, de la cultura católica progresista como institución de cohesión nacional y redención social».40

La revista socialista abría desde sus páginas la posibilidad de crear una síntesis bajo el bálsamo identitario de «la izquierda». Sin embargo será recién con la esperada o inesperada victoria de Carlos Menem en las internas partidarias de 1988 primero y en las elecciones en mayo de 1989 después, es decir con la irrupción de un nuevo «otro», que comenzará a esbozarse este camino. Para Punto de Vista la victoria de Menem obligaba a construir una alternativa capaz de subsistir «fuera de las dos grandes áreas de influencia que configuran el peronismo y el radicalismo»41, y de este modo avanzaba en la idea de un socialismo con capacidad de articulación. Podía leerse en las páginas de La Ciudad Futura:

«La necesidad de construir una alternativa política progresista y democrática al neoliberalismo menemista. (.) La construcción de una alternativa política superior puede ser definida como «un proyecto socialista, pluralista y democrático». Pero la construcción de tal fuerza solo puede ser viable como encuentro de culturas y tradiciones políticas preexistentes que buscan la renovación (laborismo peronista, liberalismo popular radical, socialismo, catolicismo humanista, culturas políticas regionales descentralistas progresivas, etc.) junto con nuevas culturas políticas (movimientos de derechos humanos, ecologismos, feminismos, etc.)»42

Si bien comienza a vislumbrarse la posibilidad de algo nuevo, la articulación ya no se presenta como resultado de la unión lisa y llana de dos tradiciones previas, un ensayo de colaboración sino, y en palabras de Unidos «como la búsqueda de una nueva identidad política que conlleva la necesidad de buscar el máximo posible de interlocutores, ampliar los márgenes del debate»43; para así constituir una nueva formación política e intelectual. En estos momentos de cambios y de consolidación del menemismo, la revista afirmaba con estas palabras su rol: «ser caja de resonancia de debate con peronistas no fracturistas; con radicales «recuperables»; con la inorgánica izquierda argentina, Unidos aspira a que todo debate sobre la Argentina deseable y posible recorra sus páginas».44

Articulando la independencia crítica con su propuesta política Unidos planteaba el camino de la ruptura como único modo de ampliar los márgenes del debate y, valga la paradoja, mantenerse como intelectuales críticos y peronistas. Frente a lo que consideraban un desvío de la tradición peronista, el fenómeno menemista, llamaban a romper con la estructura partidaria para seguir siendo fieles al movimiento de Perón. En esta ruptura apoyaron el surgimiento del bloque opositor «grupo de los ocho» publicando su «documento fundacional». 45

Si para La Ciudad Futura la síntesis entre tradiciones debía operarse desde la izquierda, para Unidos el peronismo:

«debe ser sustento de un nuevo frente nacional y popular que espigue - entre otras- la mejor (que no toda) tradición peronista, la «mezcle» con la socialista, la social cristiana, la democrática, la de los movimientos sociales y la ponga al servicio de las banderas de reparación moral, austeridad, orden, nacionalismo y justicia (.)»46

A pesar de las diferencias sobre qué tradición encabezaría «lo nuevo» estaba claro para estos intelectuales que se prefiguraban futuros compromisos que instalaban al frente político e ideológico como una nueva identidad. Como epílogo de este recorrido de diálogos vale la pena mencionar la experiencia de la revista La Mirada.

Dirigida por Carlos Auyero su consejo nucleaba a Álvaro Abós, Carlos Altamirano, Pablo Bergel, Nicolás Casullo, Ariel Colombo, Horacio González, José Nun y Beatriz Sarlo: una buena participación de Unidos y Punto de Vista. La misma tuvo sólo tres apariciones que acompañaron el proyecto político de Auyero: construir un frente de centroizquierda, un «espacio popular, progresista y democrático»47 «a partir de la tradición socialista y la nacional popular»48. Un frente que erigía «la transparencia democrática, en lugar del autoritarismo populista, y la sensibilidad social, en lugar del individualismo de mercado»49 y que hacía del menemismo la alteridad que permitía la cohesión política e intelectual del grupo.

Desde la Democracia Cristiana Auyero había creado el grupo político: Partido Democracia Popular para unir al espacio progresista; la revista era un excelente ámbito para estas intenciones50. En este camino se unió al Modejuso (Movimiento por la Democracia y la Justicia Social), de Álvarez,51 al Partido Intransigente y a la dirigente de derechos humanos Fernández Meijide para formar el Fredejuso (Frente por la Democracia y la Justicia Social). De cara a las elecciones de 1993 los sectores de centroizquierda crearon el Frente Grande52 y para mediados de 1994 las fuerzas progresistas encontrarían nuevas amalgamas frente al menemismo, en el Frepaso53.

Estos encuentros ideológicos, que dejaron sus marcas en las revistas más significativas de los años ochenta, llevaron a encuentros políticos entre tradiciones distintas que se cristalizaron en el Modejuso, el Fredejuso, el Frente Grande y el Frepaso. Desde las ideas se creaban las condiciones discursivas para acompañar el proceso mediante el que se constituían nuevas identidades políticas; identidades transversales que era un modo también de fomentar desde la práctica la democracia pluralista y articular el compromiso con la crítica intelectual.

Comentarios finales

Distintas circunstancias fueron acercando a los intelectuales socialistas y peronistas en la construcción de nuevas identidades políticas. Una de ellas fue la experiencia de los años setenta y el diagnóstico del pasado reciente; el fracaso de sus proyectos político ideológicos, su condena a la violencia revolucionaria y a la cúpula de Montoneros, experiencia armada de la que muchos simpatizaron o fueron parte. Otra, fue la particularidad de la «vuelta a la democracia» y el proceso de democratización política y cultural en el que los intelectuales tuvieron un rol muy importante en comprometerse a participar críticamente en el debate cívico posibilitando el compromiso entre subculturas políticas diferenciadas.

Los avatares del peronismo y del radicalismo junto a la percepción de fracaso, traición y desencanto hicieron que muchos abandonaran sus tradiciones políticas de pertenencia. La crisis político intelectual del radicalismo que comenzó en 1986 con la ley de Punto Final y Obediencia Debida y se agudizó con la crisis hiperinflacionaria, la debacle política y el traspaso adelantado del mando fueron momentos claves para aquellos que habían colaborado y simpatizado con el alfonsinismo. Por el lado del peronismo, la derrota electoral en 1983, la derrota del peronismo renovador signada por la victoria de Menem en las internas frente a Cafiero, y el desembarco neoliberal del Justicialismo en el gobierno en 1990 fueron ocasionando rupturas y desmembramientos.

Terminó de darle forma a la constitución de una identidad de izquierda progresista la oposición tajante a la política menemista que funcionó en estos grupos como la alteridad que posibilitó la unión. La emergencia de un común antagonista político e ideológico y la convergencia entre peronismo y liberalismo bajo el gobierno de Menem, fue fundamental para unir a peronistas disidentes, socialistas, democratacristianos y radicales en el camino de la transición.

En estas revistas quedaron las marcas no sólo de la transición de un gobierno autoritario a la democracia, el pasaje de la reivindicación de la lucha armada como opción política a la revalorización democrática, el tránsito del intelectual comprometido al intelectual con compromiso cívico y autonomía crítica sino también, el tránsito de identidades fuertes, excluyentes y monolíticas, a identidades plurales y transversales en las que convergieron múltiples tradiciones políticas. En esos caminos de encuentros y desencuentros político ideológicos se ensayaron compromisos que, como modalidad de articulación, dejaron su marca en la democracia argentina.

Notas

1 Trabajo recibido el 30/03/2013. Aprobado el 10/06/2013
2Doctora en Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires. Becaria Posdoctoral CONICET. Contacto: martugarategaray@yahoo.com.ar
3 A pesar de la heterogeneidad compositiva y del declarado pluralismo de estas revistas, en la medida que identificamos un proyecto común entre sus miembros y una convergencia en torno a sus directores, nos referiremos a las mismas como unidades.
4 Varios ejes fueron abordados en la revista, la derrota de la experiencia guerrillera y la crítica a Montoneros, la situación argentina y por último, los problemas en torno a la construcción y el sentido de la democracia. Nutrieron este último debate fundamentalmente José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Jorge Tula, Oscar del Barco, Ludolfo Paramio, Emilio de Ípola y Ricardo Nudelman, todos hicieron centro en la crisis del marxismo, la discusión de viejos aportes en una nueva coyuntura y las propuestas socialdemócratas.
5 La publicación dirigida por Jorge Tula fue el resultado de la convergencia de lo que conoció como la mesa peronista y la mesa socialista nucleadas en la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS) en México. En 1979 surge la mesa peronista que contaba entre sus miembros con Jorge Bernetti, Luis Bruschstein, Sergio Caletti, Nicolás Casullo y Ernesto López. La mesa socialista estaba integrada por José Aricó, Sergio Bufano, María Candelari, Horacio Crespo, Emilio de Ípola, Néstor García Canclini, Ricardo Nudelman, Nora Rosenfeld, Osvaldo Pedroso, Juan Carlos Portantiero, Oscar Terán y Jorge Tula. Pero fueron las inicitaivas de aquellos que habían participado de Pasado y Presente, como Juan Carlos Portantiero y José María Aricó, los que terminaron por conformar el grupo. Puede verse al respecto YANKELEVICH, (2009).
6 CONTROVERSIA, (1979): 2.
7 Pasado y Presente fue una de las publicaciones fundamentales en la renovación teórica y cultural del marxismo en la Argentina. Salió en abril de 1963 hasta septiembre de 1965. Dirigida por Oscar del Barco y Aníbal Arcondo en el primer año, se sumaron después José Aricó, Samuel Kieczkovsky, Juan Carlos Tor re, Héctor Schmucler, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luis J. Prieto y Carlos R. Giordano. En esos 9 números, abordó temas como la crítica al partido comunista, la difusión del pensamiento de Gramsci y otros clásicos del marxismo, la publicación de numerosos artículos de intelectuales de izquierda contemporáneos -sobre todo italianos-, la discusión en torno a la lucha armada y el mundo obrero cordobés, la relación entre cultura y política. Su corta segunda época abarcó el año 1973, y bajo la dirección de José Aricó tuvo lugar el acercamiento en sus páginas a la izquierda peronista. Véase BURGOS, (2004), PETRA, (2007).
8 CALETTI, (1980):27. Vale la pena tener en cuenta que si bien las páginas de la revista hicieron posible el diálogo y fueron un espacio privilegiado de los debates críticos con respecto al pasado reciente y la democracia, ese diálogo no necesariamente suponía acuerdos.
9 SCHMUCLER, (1981): 15.
10 PORTANTIERO Y DE ÍPOLA, (1981): 11.
11 En 1980 Altamirano viajó a México y se puso en contacto especialmente con uno de los grupos de exiliados, el que allí publicaba la revista Controversia. TRÍMBOLI, (1998): 16.
12 En palabras de Beatriz Sarlo la revista fue «una publicación de intelectuales destinada a un público intelectual que mantenga una mirada atenta tanto sobre la literatura y el arte como sobre las ideologías y la política». SARLO, (1999):533. Sobre Punto de Vista puede verse PATIÑO, (1997) y (2000), PLOTKIN Y GONZÁLEZ LEANDRI, (2000).
13 El Consejo de redacción en los números 12 al 15 estuvo integrado por: Carlos Altamirano, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti, en el número 16 Piglia abandona Punto de Vista y a partir del número 17 se incorporó Hilda Sábato, desde el número 20, José Aricó y Juan Carlos Portantiero, a partir del 42 Adrián Gorelik y en el 53 un Consejo Asesor integrado por: Raúl Beceyro, Jorge Dotti, Rafael Filippelli, Federico Monjeau y Oscar Terán.
14 En este sentido, enmarcados en el período que nos interesa explorar, aparecen editoriales en los números de 1983, apoyando la emergencia democrática y al gobierno de Alfonsín, también en julio de 1987, repudiando los sucesos de Semana Santa, y nuevamente en julio de 1989 criticando al gobierno de Menem.
15 PUNTO DE VISTA, (1983): 3.
16 PUNTO DE VISTA (1983b): 2.
17 SARLO, (1985): 4.
18 SARLO, (1985):6.
19 La de la FORJA era una experiencia evocada de modo genealógico en la revista peronista pero también parte de la tradición que los socialistas tomaban como linaje: «existe una tradición argentina que los que hacemos Punto de Vista reconocemos: una línea crítica, de reflexión social, cultural y política que pasa por la generación del 37, por José Hernández, por Martínez Estrada, por FORJA, por el Grupo Contorno. Descubrimos allí no una problemática identidad de contenidos, sino más bien una cualidad intelectual y moral» en PUNTO DE VISTA (1981):2.
Pero no era este el único punto de contacto sino que ambas revistas se reconocían como interlocutores válidos. En el número 23 de Punto de Vista aparece una reseña escrita por Carlos Altamirano estimulando la aparición de Unidos y al poco tiempo realizan de forma conjunta Punto de Vista y Unidos una mesa redonda en torno a la democracia y el cambio social, temas centrales para sus perspectivas político ideológicas, en la sede del ILET. Esta mesa, entre intelectuales del área socialista (miembros directivos de Punto de Vista): Carlos Altamirano, José Aricó, Juan Carlos Portantiero y otros del área peronista: Alcira Argumedo, Nicolás Casullo, Julio Bárbaro, Carlos Chacho Álvarez y Vicente Palermo fue presentado como un diálogo entre los tildados de «nuevos demócratas», y los «socialdemócratas». Resulta pertinente recordar que Casullo, Aricó y Portantiero formaron parte de la dirección de la revista Controversia en el exilio mexicano. También Unidos organizó en diciembre de 1985 una mesa para discutir el rol del intelectual titulada: un difícil matrimonio: el intelectual y la política en el pasaje de la década del ´60 a la del ´80. Se dieron cita Ariel Bignami (columnista director de Cuadernos de Cultura), Sergio Bufano (narrador y periodista miembro del Club de Cultura Socialista), Luis Gregorich (radical, crítico literario y presidente de EUDEBA), Aníbal Ford (peronista, narrador y ensayista) y Nicolás Casullo y Horacio González, colaboradores de Unidos. Véase GARATEGARAY (2011).
20 Colaboraban asiduamente: José Pablo Feinmann, Álvaro Abós, Nicolás Casullo, Artemio López, Julio Godio, Daniel García Delgado y Alcira Argumedo.
21 UNIDOS (1983):2.
22 LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
23 LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
24 Resulta importante aclarar que el hecho de que estas revistas levanten la heterogeneidad como principio, más allá de que efectivamente representaran de un modo plural el espectro político ideológico argentino, demuestra la importancia que la multiplicidad de voces tenía para ellas como valor en los años de la «vuelta a la democracia».
25 LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
26 SARLO, (1986): 5.
27 SARLO, (1986): 5.
28 Uno de los momentos de mayor apoyo de los intelectuales de izquierda al gobierno de Alfonsín descansó en el Juicio a las Juntas por lo que tanto la ley de Punto Final como de Obediencia Debida que ponían un coto a los juicios a los responsables por los crímenes de la dictadura militar, no fueron bien recibidos y fundamentaron los posteriores desencantos.
29 El 19 de agosto de 1985 un grupo de intelectuales peronistas publicó el documento «Por qué nos vamos» como manifiesto de ruptura con las estructuras partidarias del peronismo. El mismo fue firmado por 26 intelectuales peronistas: Alvaro Abós, Ana María Amado, Alcira Argumedo, Dora Barrancos, Jorge Luis Bernetti, Cristina Bertolucci, Jorge Carpio, Nicolás Casullo, Susana Checa, Bibiana Del Bruto, José Pablo Feinmann, Liliana Furlong, Mempo Giardinelli, Horacio González, Pedro Krotsch, Roberto Marafioti, Eduardo Moon, Vicente Palermo, Víctor Pesce, Adriana Puiggros, Jorge Ramos, Patricia Terrero, Carlos Trillo, Aída Quintar, Héctor Verde y Mario Wainfeld. Carlos Álvarez participó activamente en la redacción pero finalmente, no firmó el documento.
30 Carlos Menem, a pesar de provenir del partido cuyas banderas por años se habían opuesto al liberalismo adoptó un conjunto de medidas que se acercaban a lo propuesto por el Consenso de Washington.
31 ÁLVAREZ (1987): 12 -13.
32 Entre los sucesos que determinaron la crisis del alfonsinismo podemos mencionar los sucesos en torno al levantamiento carapintada en Semana Santa, y la ley de Obediencia debida, la escalada de huelgas por parte de la CGT de Ubaldini, frente a la crisis económica. Véase PUCCIARELLI, (2006).
33 PALERMO, (1987): 12.
34 PALERMO, (1987): 40-41.
35 WAINFELD, (1987): 21. Resulta interesante como en este contexto de hegemonía renovadora la idea del pacto parece viable para los intelectuales peronistas mientras que el llamado de Alfonsín en 1985 no había recibido la misma aceptación de su parte.
36 LA CIUDAD FUTURA, (1987): 3.
37 GROSSI, (1988): 4-5.
38 DE ÍPOLA (1989): 5-6.
39 GODIO, (1986): 139.
40 GODIO, (1987): 8.
41 PUNTO DE VISTA, (1989):1.
42 KÜHN, (1989): 7.
43 WAINFELD, (1991): 15.
44 WAINFELD, (1991): 15.
45 En diciembre de 1989, al poco tiempo de asumir Carlos Menem, se constituyó el «Grupo de los ocho», como bloque parlamentario independiente. El mismo estaba integrado por Carlos «Chacho» Álvarez, Germán Abdala, Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Luis Brunatti, Franco Caviglia, José Ramos y Moisés Fontella en abierta disconformidad con el gobierno del presidente Menem. Los motivos de la ruptura fueron los indultos de Menem a jefes militares condenados por sus acciones criminales durante la dictadura militar y a jefes guerrilleros, el denominado giro al conser vadurismo y el liberalismo que sufrió el gobierno con la incorporación de Álvaro Alsogaray, el modo en el que se encararon las privatizaciones, la insensibilidad social del gobierno y los escándalos de corrupción. Carlos Álvarez renunció a la dirección de Unidos afirmando que «Es injusto ser un director ausente», ÁLVAREZ, (1989):2. Asumía como diputado nacional y dejaba a Mario Wainfeld en su lugar. En ese número se publica la introducción del Documento ante el Consejo del Partido Justicialista. GRUPO DE LOS OCHO DIPUTADOS, (1990): 129- 135.
46 WAINFELD, (1990): 9, 10.
47 AUYERO, (1991):60. En este número de La Mirada se publicó una mesa redonda sobre la viabilidad del frente de centroizquierda de la que participaron Carlos Álvarez, Alfredo Bravo, Guillermo Estéves Boero y Graciela Fernández Meijide.
48 ABÓS, (1991): 3.
49 ABÓS, (1990): 33. Este primer número de La Mirada se titulaba Volver a Empezar.
50 Los intelectuales no estuvieron exentos de esta convocatoria y colaboraron en la creación de esta fuerza política: Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, José Nun, Vicente Palermo, Atilio Borón, Ricardo Sirigliano, Carlos Cárcova y Santiago Kovadloff.
51 Formado en 1991 por el ex director de Unidos, Carlos Álvarez junto a Germán Abdala, Juan Pablo Cafiero (ex miembros del grupo de los ocho).
52 Allí confluyeron los sectores peronistas distanciados del gobierno de Menem, el Frente del Sur de Pino Solanas y los diputados que tenían sus antecedentes en el «grupo de los ocho» como Carlos Álvarez, sectores vinculados al movimiento de derechos humanos, Graciela Fernández Meijide y grupos provenientes de la Democracia Cristiana de Auyero, grupos disidentes del Partido Comunista y del Partido Intransigente entre otros.
53 En el Frente País Solidario convergieron el Frente Grande, la Unidad Socialista, la Democracia Cristiana y el par tido Política Abierta para la Integración Social (PAIS) encabezado por Bordón. En febrero de 1995 se sumarían algunos dirigentes y militantes radicales bajo la égida de Carlos Raimundi y a mediados de marzo se incorporó a ese sector el ex canciller de Alfonsín Dante Caputo. Para mediados de los años noventa el Frepaso se convertía en la tercera fuerza política que en las convencionales había relegado al radicalismo, por primera vez en su historia, al tercer puesto electoral. En 1997 formaría junto a la Unión Cívica Radical (UCR) la Alianza (Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación). Véase NOVARO y PALERMO (1998).

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