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Olivar

versión On-line ISSN 1852-4478

Olivar vol.15 no.22 La Plata  2014

 

RESEÑA


Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón: Ediciones Trea, 2014, 382 pp.


Marcos Bruzzoni

Universidad Nacional de La Plata
Argentina

 

El exilio español republicano es uno de los fenómenos más largamente estudiados en relación a la Guerra Civil española. Los trabajos dedicados al exilio han sido numerosos y, si bien es un tema aún vigente y que continúa siendo analizado, el material bibliográfico que tiene como objeto de estudio al mencionado fenómeno es extenso. Dicha vastedad es particularmente significativa si la comparamos con la bibliografía dedicada a la otra gran consecuencia del arribo al poder por parte de Francisco Franco, me refiero a la censura. A este respecto el libro de Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo es uno de los primeros acercamientos pormenorizados y profusamente documentados que estudian la censura franquista llevada adelante durante casi cuatro décadas.

En primer lugar se nos presenta una breve introducción en la que se esbozan los propósitos del libro, esto es, brevemente parafraseado, estudiar de manera detallada las consecuencias que la censura franquista tuvo en la literatura española de la época. Consciente de la dificultad que implica llevar adelante un estudio global de la literatura española durante el período en el que Franco estuvo en el poder, Larraz procede a dar cuenta del recorte del corpus seleccionado, estudiará específicamente la producción novelística de la época, buscando así develar la incidencia que la censura tuvo en la novela española del período a estudiar. Cabe destacar, tal como se adelanta en la introducción, el papel central que tendrá el estudio de la labor de los censores a lo largo del libro.

En el primer capítulo del estudio, “Una literatura tolerada”, se lleva adelante un estado de la cuestión respecto de la bibliografía dedicada al análisis de la censura franquista llegando a la conclusión que ésta ha sido no sólo escasa sino también asistemática.

A continuación, Larraz define el concepto de censura que adoptará a lo largo del libro, se nos informa que se hará hincapié en el peso del cuerpo legislativo que determinó qué libros eran publicables y cuáles no, teniendo en cuenta que el objetivo principal de la censura fue la defensa y consolidación de un régimen político. A este respecto aquello que se defendía férreamente era la imagen de Dios, José Antonio y Franco.

Aún en este primer capítulo se analizan los dos tipos de censura llevadas adelante durante el franquismo, una previa a la publicación y la otra posterior a la edición. Se destaca asimismo la relevancia y complejidad de la censura editorial y se introduce uno de los conceptos que mayor peso tendrá a lo largo del libro, la autocensura.

En el segundo capítulo del libro, “Las razones del vigilante”, Larraz lleva adelante una historización de la censura comenzando con la Ilustración europea para luego centrarse en lo sucedido durante el gobierno de Franco. Se explicitan las razones por las cuales el franquismo y la falange defendían la censura y se estudia el marco jurídico que respaldó las prácticas censorias haciendo especial hincapié en la ley de Prensa e Imprenta aprobada en 1966, ley que en apariencia intentó flexibilizar las políticas editoriales llevadas adelante hasta la época pero que en realidad pone sobre los hombros de los editores la responsabilidad de controlar lo que publicasen. En este segundo capítulo se destaca también el conocido perjuicio que la censura tuvo sobre la industria editorial española, dando como resultado el crecimiento en la producción editorial de otros países europeos y latinoamericanos especialmente Argentina y México.

“Formas de represión cultural” es el título del tercer capítulo en el cual se explicitan las metodologías utilizadas por el aparato censor para determinar qué obras eran publicables y los pasos a seguir en caso de que no lo fueran. Nuevamente se destaca el cambio que tuvo lugar con la implementación de la ley de Prensa e Imprenta que permitía la publicación de libros sin pasar por la evaluación de un censor pero que, en caso de no considerarse lo publicado apto, se procedía al secuestro y destrucción del material impreso.

Uno de los aspectos más interesante que señala Larraz en este capítulo son las contradicciones en las que cae el aparato represor a la hora de acceder o no a la publicación de libros: Si bien por un lado aquello que se publicase debía defender y enaltecer al partido nacionalista, el problema era llevar esto a cabo si toda referencia al republicanismo debía ser eliminada, cómo contraponer las ideas propias ante las de un enemigo cuya ausencia era impuesta por la censura. Aquí la incapacidad de los censores juega un rol central, tal como bien señala Larraz. Ante la ausencia de unidad de criterio y debido al hecho de que muchos de los censores no eran personas adecuadamente formadas, la censura franquista fue irregular y vacilante. Se destaca así lo impredecible del trámite censorio.

Hacia el final de este tercer capítulo se propone una clasificación en seis grados respecto a cuán restrictivo fue el actuar de la censura sobre un libro. En primer lugar se encontrarían aquellas obras a las que se les permitió la publicación sin tachaduras y, progresivamente, se llega al grado sexto que abarcaría las novelas que, gracias a la firme mano de la censura, siguen aún hoy sin ser publicadas. Esta gradación de los dictámenes de los censores le permite a Larraz brindar datos cuantitativos respecto al impacto que tuvo la censura sobre la novela española.

El capítulo cuarto, “La literatura sobre la guerra española”, explicitará el modo en que el franquismo, mayormente a través de la censura, construyó y legitimó el mito fundacional del partido nacionalista. Con el comienzo de la guerra civil y, sobre todo, a partir de la victoria del franquismo se volvió necesaria la legitimación de la ideología nacionalista para lo cual se recurrió a la mitificación de la guerra y se hizo hincapié en el heroísmo nacionalista. Las novelas sobre la guerra por tanto fueron especialmente analizadas por la censura, el trabajo del censor era impedir que se publiquen obras que en modo alguno atentasen contra la sagrada imagen que el franquismo había construido de sí mismo.

En líneas generales la novela española sobre la guerra se vio dividida en dos grandes grupos, por un lado los autores residentes en España quienes se vieron víctimas de la autocensura a fin de asegurar la publicación de sus obras y, por otro, los escritores exiliados quienes, ajenos al aparato censor, procedieron a dar cuenta de su propia visión de la guerra en franca contraposición a lo impuesto por el partido nacionalista.

El quinto capítulo, único en el libro en ser dedicado al estudio de un solo autor, analiza la trayectoria de Camilo José Cela y su relación con el franquismo, facetas inseparables de su producción novelística. A grandes rasgos Larraz defiende la idea que si bien Cela no fue un escritor independiente, ajeno a las fuerzas del franquismo, tampoco apañó los manejos del partido nacionalista poniendo su pluma a disposición. Lo que destaca Larraz es que Cela fue en primera medida un gran negociador. Cela procedió a delinear su trayectoria como escritor consciente durante toda su producción literaria del contexto sociopolítico en el que se encontraba España. De este modo y gracias a su indudable talento como escritor, Cela se convierte en la figura más destacada de las letras españoles durante el franquismo.

El sexto capítulo, “La novela posible en la alta posguerra”, analiza la producción novelística peninsular durante la denominada alta posguerra (1939-1953 aproximadamente). Luego de unos primeros años en los que pocas novelas son publicadas, se consolida una corriente novelística legislada y orientada por la censura. Este grupo de novelas se caracteriza por una notoria preocupación por la defensa de los valores nacionalistas y una sobriedad casi clerical en su estilo, cabe aclarar que la literatura española del período fue fuertemente antivanguardista. La crítica literaria, por su parte, apañó este tipo de producción literaria elogiando aquellas obras que alabaran a los líderes de la nación, respetarán la sacralidad eclesiástica y denostarán férreamente al republicanismo.

Luego de marcar los lineamientos generales que seguirá la novela peninsular durante el franquismo, Larraz se detiene en las particularidades que tuvieron ciertos grupos de novelas, ejemplificando ampliamente sus postulados con gran cantidad de información obtenida a partir de la consulta del Archivo General de la Administración ubicado en Alcalá de Henares. Larraz cierra esta clasificación marcando la pobreza de la producción novelística de este periodo, es decir durante la primera década y media del gobierno de Franco.

En el séptimo capítulo, “Las formas del realismo novelístico en los años cincuenta”, se estudia, tal como adelanta el título, la novela española en los años 50. Un grupo de jóvenes escritores nacidos en los 20 y, por tanto, con poco contacto con la guerra civil, irrumpe en el campo literario peninsular para renovar la novela. De tono un tanto más revulsivo, la corriente literaria promovida por estos jóvenes autores tenía una mirada algo más crítica respecto al partido nacionalista y su producción novelística adquirió un carácter “social” que no poseía hasta entonces. Esta evolución respecto al contenido de la novela española durante los 50 no tuvo correlato en su forma, se respetó el estilo pulcro y objetivo continuando con el “realismo existencial” parafraseando a Larraz. La censura, por su parte, no fue particularmente dura con estos escritores, se procedió a sancionar aquellas referencias o pasajes que directamente aludieran los líderes del partido nacionalista o a la Iglesia sin hacer demasiado caso a las críticas al franquismo. Cabe aclara que dichas críticas aludían a los problemas a los problemas económicos y sociales del presente de España y dejaban de lado el cruel pasado de la guerra civil y la posguerra. Cuando a partir de los años 60 la novela se vuelve más dura con Franco, la censura se encarga de acallar esas voces rápidamente.

La producción literaria de los exiliados españoles y el modo en que esta es percibida por la España franquista son los temas que se analizan en el capítulo ocho, “La recepción de la literatura del exilio, en manos de la censura”. A este respecto Larraz establece, en líneas generales, dos grandes períodos temporales. El primero, hasta 1964 aproximadamente, en el que los escritores exiliados publican sus obras en América a sabiendas de la imposibilidad de publicar en su país natal. El segundo, a partir de 1966, año en que se aprueba la ley de Prensa e Imprenta, en el que los editores encuentran cierta flexibilidad lo que los lleva a intentar publicar en España obras de autores exiliados, el éxito de estos intentos es dispar pero es clara cierta apertura por parte de la censura franquista. Luego de varios análisis de casos, Larraz cierra el capítulo afirmando que las consecuencias de la influencia de la censura sobre la novela del exilio son tangibles aún hoy, ello puede verse en que aún esa literatura no ha encontrado su lugar en la historia literaria española.

El noveno y último capítulo del libro, “Subjetivismo, experimentalismo y realismo crítico durante el tardo franquismo”, se ocupa de estudiar la producción novelística de España hacia el final del gobierno de Franco. La censura, en este período, se volvió menos firme y permitió la publicación de novelas marcadamente críticas. Todas aquellas obras, sin embargo, que no tomaran con seriedad la figura de Franco o bromearan sobre los valores religiosos y políticos que sostenían los nacionalistas eran censuradas de modo tajante. Se da, asimismo, en este contexto, una tendencia hacia la experimentación en la forma de la novela dejando de lado la preocupación social, la censura, a este respecto, no impuso mayores trabas en la publicación de estos experimentos literarios. El libro culmina con una referencia a jóvenes autores que publican sus primeras obras hacia el final del franquismo y que luego marcarán el rumbo de la novela española. Se referirá a Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Juan José Millás, entre otros.

A modo de cierre quisiera destacar la notable labor de rastreo documental que lleva adelante Larraz para sustentar las hipótesis escuetamente enumeradas en esta reseña. El material al que Larraz tuvo acceso y el atinado análisis que lleva adelante del mismo no deben ser pasados por alto. Una vez terminado el libro, el lector se encuentra frente a una teoría de la novela española durante el franquismo vastamente documentada y expresada con pertinencia y claridad. El trabajo llevado adelante por Larraz se convierte así en un material ineludible para todo aquel que tenga interés en la producción novelística española que tuvo lugar durante el gobierno de Franco, producción que, en buena medida, se constituye a partir de su relación con la censura.

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