SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número2Tras la interpretación: otros materialismos y ontologías en arqueologías argentinas actualesPlantas que inspiran: ensayo de aplicación de categorías posthumanistas a la arqueobotánica del este de Norpatagonia (Argentina) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista del Museo de Antropología

versión impresa ISSN 1852-060Xversión On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.14 no.2 Córdoba abr. 2021

http://dx.doi.org/http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.29814 

DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v14.n2.29814

DOSSIER

El paisaje tras la interpretación. Agropastoralismo y taskscapes en el Valle Calchaquí Norte (Dto. de Cachi, Salta Argentina)

The landscape after-interpretation. Agropastoralism and taskscapes in the Northern Calchaqui Valley (Cachi, Salta, Argentina)

Andrés Jakel*

*CONICET/ Division Arqueología - Museo de Cs. Naturales de La Plata - Universidad Nacional de La Plata. E-mail: andresjakel@gmail.com

Recibido 08-08-2020

Recibido con correcciones 24-02-2021

Aceptado 07-05-2021

Resumen
Este trabajo apunta a dar fundamento teórico-metodológico al estudio arqueológico de la dimensión espacial de la vida en la región andina del Valle Calchaquí Norte (Dto. de Cachi, Salta, Noroeste Argentino) en el contexto actual de desarrollo de las llamadas corrientes post-interpretativas. En particular, se discute el concepto de paisaje (landscape) como categoría analítica representacional y se propone la noción de taskscape acuñada por Tim Ingold como alternativa no-representacional para el abordaje analítico de la cuestión espacial en este planteo de investigación.
Se procede entonces, a mostrar la aplicabilidad de este concepto clave, y otros del armado teórico de Ingold, para el estudio del modo de vida agropastoril en el área mencionada, mostrando su compatibilidad y potencia explicativa a la hora de analizar los resultados obtenidos hasta el momento.
Por último, se destacan dos problemas de tipo teórico–metodológico, que surgen de la aplicación de estos conceptos: a) su aparente incompatibilidad con la definición entidades discretas y estables como unidades de análisis para el abordaje metodológico, y b) una posible carencia en la articulación con nociones propias de la ontología local que esta propuesta teórica en principio no contempla, y que resulta fundamental para una aproximación más completa a la complejidad del modo de vida en el Valle.

Palabras clave: Taskscapes, Valle Calchaquí Norte; Agropastoralismo, Teoría arqueológica; Metodología.

Abstract
The present work aims to make a theoretical foundation to archaeological study about the spatial dimension of life in the Andean region of Northern Calchaqui Valley (Cachi, Salta, Argentinian Northwest) in the context of after-interpretation current debates. The concept of landscape is particularly discussed as a representation al analytical category, by proposing Ingold’s notion of taskscape as a non-representational alternative for the analytical approach.
Applicability of this key concept, and others of Ingold’s theoretical construction, are tested for a research in progress about agro-pastoral way of life at this area, showing their compatibility and utility to analyze the results obtained to the moment.
Two methodological problems arise from the application of these concepts: a) a difficulty in defining discrete and stable entities for a methodological approach, and b) a need for articulation with local ontology notions, which is fundamental for a more complete approach to the complexity of the way of life in the area.

Keywords: Taskscapes; Northern Calchaqui Valley; Agro-pastoralism; Archaeological theory; Methodology.

Introducción

El presente trabajo se enmarca en una investigación en curso cuyo objetivo general es el estudiar la movilidad asociada a las practicas pastoriles o de cría /manejo de animales para la región andina del Valle Calchaquí Norte, Dto. de Cachi, Salta, Noroeste Argentino (VCN en adelante), sus vínculos con la agricultura, y su profundidad temporal presumiblemente desde los períodos Tardío e Inca (siglos X al XV).

Para este abordaje se acuña el termino agropastoralismo que suele utilizarse para dar cuenta de la presencia de ambas estrategias productivas (Dantas et al. 2014) implicando, no una actividad que aparece como complementaria de otra dominante, sino una práctica diferente, definida por la combinación de ambas (Laguens et al. 2013). Desde una perspectiva acorde a esta noción de agropastoralismo, y dado que la investigación apunta a abordar la cría de animales en el VCN por medio del análisis de la movilidad y el uso de espacio, posee gran relevancia el estudio de la dimensión espacial de tales fenómenos.

Dicho estudio consiste en dos líneas de trabajo complementarias: en primer lugar, una aproximación basada en la aplicación de técnicas etnográficas orientadas a la dimensión espacial de las actividades de interés, con el fin de confrontar los resultados con el registro material disponible, y en segundo lugar un análisis exhaustivo del paisaje arqueológico.

A través de los distintos apartados que componen este artículo, se intentará plantear un soporte teórico fundamentado que resulte adecuado para este abordaje, con especial énfasis en la propuesta de Tim Ingold y su noción de taskscape1 (1993, 2017). A la luz de los avances realizados hasta el momento, dicho planteo buscará sentar las bases para un armado conceptual que permita analizar las formas de entrelazamiento e interacción en la práctica de humanos y no-humanos con su entorno, la expresión espacio-temporal de dicha interacción, los rasgos que estos fenómenos van generando en el terreno, y su posible correlato con el registro arqueológico documentado para la región. Por último, se realizará una breve reflexión acerca de algunas de las implicancias teórico-metodológicas que conlleva la aplicación de los conceptos propuestos.

Área de estudio y antecedentes

Los Valles Calchaquíes poseen un extenso desarrollo de norte a sur atravesando varias provincias de Noroeste argentino: Salta, Tucumán y Catamarca, y forman parte de una subregión ecológica alrededor del río Calchaquí, que corre entre los 2000 y los 3000 msnm de forma adyacente a las Sierras Subandinas (Marinangeli et al. 2016). El sector Norte del Valle Calchaquí presenta una continuidad ambiental, geomorfológica y climática, así como cierta unidad a nivel sociocultural dado el desarrollo de procesos socio-históricos en la zona (Páez et al. 2012), permitiendo definir este sector como una región en términos analíticos (Lera 2014), aportando un criterio sobre el cual se basa el recorte del área de estudio para este trabajo2.

En la extensa trayectoria de investigaciones arqueológicas en la región se suele plantear una ocupación prehispánica desde momentos tempranos (600 al 1000 d.C.) cuya caracterización se vincula a una transición desde la agricultura incipiente y poca complejidad social evidenciada en una descentralización de los sitios y arquitectura dispersa (D’Altroy et al. 2000). A esta etapa sigue el advenimiento del llamado periodo de los Desarrollos Regionales (DD.RR.) (1000 – 1470 d.C.) signado por un proceso de intensificación de la producción agrícola con tecnología de riego y arquitectura asociada a una mayor complejidad y centralización de los asentamientos con evidencias de un marcado crecimiento demográfico que se extiende hasta el periodo de influencia Inca (1470-1530 d.C.). El estudio de este último se ha planteado sobre la base de un dominio cultural asociado a una red de caminos que funcionaron como canales de comunicación y tráfico de productos (D’Altroy et al. 2000).

En lo que respecta a las investigaciones que abarcan los periodos Tardío (DDRR) e Inca, los primeros trabajos con excavaciones sistemáticas datan de fines del siglo XIX (e.g. Ambrosetti, Boman, DeBenedetti), sentando las bases para los trabajos subsiguientes de entre los cuales se destacan los aportes de Pio P. Diaz, Tarragó, Nuñez Regueiro, D’Altroy, DeMarrais, entre otros (Páez et al. 2012), hasta los programas más recientes de investigación para el área entre las cuales se pueden encontrar trabajos orientados al estudio del paisaje arqueológico que constituyen valiosas contribuciones llevadas adelante desde diversas perspectivas, destacándose las investigaciones de Páez et al. (2016), Páez y López (2019), Páez et al. (2021), en los cuales se plantea la relevancia de los enfoques decoloniales a la hora de abordar la espacialidad en relación a la producción agrícola. Por su parte Acuto (2012) y Leibowicz et al. (2015), exploran algunas de las nuevas tendencias en la aproximación de base fenomenológica al estudio del paisaje en el VCN, para abordar, entre otros temas, las diversas formas de dominio Inca del espacio Calchaquí. Asimismo, Vitry (2017) y Mignone (2020) abordan el análisis espacial de las evidencias del camino del Inca en la región, utilizando diversos recursos entre los cuales se destacan las tecnologías aportadas por los Sistemas de Información Geográfica (SIG).

Estos aportes, entre otros, al campo de las investigaciones acerca del paisaje en el Valle Calchaquí Norte dejan ver la existencia de una multiplicidad de perspectivas y estrategias de abordaje en el área. Las mismas muestran en cada caso una adecuación a las problemáticas de investigación planteadas, promoviendo la exploración teórica y teórico metodológica acorde a las implicancias que supone el estudio de la espacialidad del agropastoralismo en la región.

a03f01

Figura 1: Área de estudio: Valle Calchaqui Norte (adaptado de Jakel y Minichelli 2020)

Figure 1: Study Area: Northern Calchaqui Valley (adapted from Jakel & Minichelli 2020)

En busca de una conceptualización para el estudio del paisaje agropastoril

Con el fin de presentar un marco general de debates en torno a la idea de paisaje, se realiza a continuación un breve desarrollo en el cual se exponen algunas nociones de base propias de la corriente interpretativa (Olsen 2012), en la que surge la noción de paisaje en la teoría antropológica y arqueológica, así como sus alcances y limitaciones a la hora de abordar la propuesta de investigación planteada. A esto sigue una breve exploración entre algunas de las nuevas perspectivas llamadas “post-interpretativas” (Alberti et al. 2016) que plantean alternativas a los conceptos fundados en la idea de representación, entre los cuales se sitúa la propuesta de Tim Ingold para estudio del paisaje y la dimensión espacial del desenvolvimiento de actividades humanas. Lejos de pretender un análisis crítico pormenorizado de las corrientes que se mencionan, este apartado tiene como propósito fundamental presentar el panorama de debates en el que se inserta la investigación en curso, y en ese camino reflexionar acerca de la potencialidad o la idoneidad de las distintas corrientes expuestas.

Estudios del paisaje y la cuestión espacial desde un punto de vista interpretativo
La emergencia de la arqueología del paisaje en el contexto mundial ha sido el resultado del rechazo del modo en que el espacio era asociado a nociones capitalistas de explotación y maximización económica (Criado Boado 1999).

La década de 1990 es una etapa de marcada proliferación de la arqueología del paisaje3, en la cual aparecen múltiples autores y perspectivas de base interpretativa (Acuto 2013), como los aportes de Tilley (1994), Thomas (2001), Bender (1993), McGuire (1991), Criado Boado (1999) por nombrar algunos. Dentro de esta multiplicidad se destaca una primera tendencia de corte materialista y dialectico que sostiene una idea de paisaje como producción social, la cual se apoya en la tradición de la geografía social iniciada por Lefebvre (1974). Otra tendencia que cobró gran relevancia en el marco de la arqueología post-procesualista, es aquella de base semiótica cuya perspectiva, de la mano de autores como Cosgrove (1984), Cosgrove y Daniels (1988); Rodman (1992), Criado Boado (1991) por nombrar algunos, pone el énfasis en los significados ligados a la espacialidad y los procesos sociales en los cuales estos se enmarcan (Acuto 2013).

Por último, se destaca el surgimiento de una tendencia fenomenológica con una marcada apoyatura teórica en la filosofía de Heidegger (1951) y Merleau-Ponty (1975) entre otros, la cual orienta su interés sobre la cuestión espacial desde un punto de vista experiencial, de particular relevancia para este trabajo. Entre los diversos autores que desarrollan esta tendencia se destacan los trabajos de los arqueólogos británicos Chritopher Tilley (1994) y Julian Thomas (2001) entre otros, siendo también el contexto de surgimiento de los primeros planteos de Ingold (1993) acerca del paisaje. Tales planteos posiblemente dieron pie al comienzo de la ruptura con la noción representacional del paisaje en la arqueología, y por lo tanto serán retomados en los apartados subsiguientes.

En lugar de entender el espacio como estructura física compuesta de objetos y distancias (Thomas 2001), estos arqueólogos del paisaje proponen humanizarlo y entenderlo como un medio por el cual se realiza la acción en lugar de un recipiente de la misma (Tilley 1994).

Tilley enfatiza el hecho de que el espacio no puede ser entendido por fuera de su significado relacional para las personas y los lugares (1994). Lo que el espacio “es” depende de quién lo está experimentando y cómo. Resaltando el elemento humano, Emma Blake (2004) explica que un “lugar” es una demarcación consciente del espacio desde el cual emergen las visiones del mundo. Los lugares están incrustados en paisajes, que pueden ser vistos como una mezcla de dimensiones física, representacional y experiencial (Thomas 2001).

Los paisajes proveen contexto a las personas y sus acciones, solo pueden ser experimentados a través de las relaciones vividas entre la gente y los lugares, y los significados que emergen de esas relaciones (Thomas 2001, Tilley 1994). Estas relaciones poseen lo que Tilley (1994) llama efectos de perspectiva: La experiencia de los paisajes y los lugares no será igualmente compartida por todos, porque cada persona ocupa una posición distintiva con relación a su paisaje (Thomas 2001).

En términos generales, los estudios del paisaje en arqueología interpretativa completan la idea de lo material en tensión con lo social, de forma que el paisaje responde al mismo mecanismo de constitución que la materialidad (Tilley 1994, Thomas 2001). Esta perspectiva busca reexaminar el modo en que interpretamos el pasado, así como explorar los valores y significados distintivos que los paisajes y los lugares tuvieron para la gente que vivía en ellos. La arqueología del paisaje como expresión del programa teórico interpretativo, sostiene entonces que por medio del estudio de cómo las percepciones, las acciones, la intencionalidad y la conciencia residen en sistemas de creencia y toma de decisiones, recuerdos y evaluaciones, los arqueólogos pueden mejorar sus interpretaciones acerca de las relaciones entre los seres humanos y el paisaje (Tilley 1994).

Esta perspectiva ha sido muy innovadora a la hora de problematizar acerca de la dimensión espacial de la vida humana y social a través del tiempo, abriendo todo un nuevo campo de trabajo y discutiendo la noción física del espacio. Sin embargo, puede resultar insuficiente para abordar problemas de investigación que apuntan a la construcción de un entorno fluido que deviene y se desenvuelve en el mismo desarrollo de la acción, y desde una multiplicidad de factores (sociales y ambientales) y de actores (humanos y no-humanos) en interacción.

A grandes rasgos, la división ontológica entre prácticas y representaciones, presente en una visión representacional propia la “tradicional” arqueología del paisaje, resulta inconsistente con lo que se observa en el VCN, como se verá más adelante. Las formas en que se habita el territorio implican que la percepción del entorno y las nociones utilizadas para referirse a él resultan indisociables del desenvolvimiento de la acción, con lo cual una conceptualización basada en la aproximación interpretativa del paisaje estaría imponiendo un sesgo teórico a priori al abordaje analítico. Al mismo tiempo una mirada representacional obtura el acceso a las formas de sentido que emanan de las interacciones entre personas, animales y plantas con el entorno, que no están ligadas a procesos simbólicos ni a procesos de tipificación a nivel social, y que, dada su constitución experiencial resultan resistentes a los sistemas de formalización. Tal observación conduce a explorar entre las nuevas perspectivas “post-interpretativas” que proponen alternativas a algunas de las dicotomías cartesianas más arraigadas en la teoría antropológica y arqueológica.

Los enfoques post-interpretativos como estrategias alternativas de abordaje analítico
Una exploración entre las alternativas que presenta el contexto actual de debates teóricos permite identificar armados conceptuales acordes para abordar la dimensión espacial de la actividad humana desde una perspectiva no-representacional.

En este sentido, existe en la actualidad y desde hace unos años, una tendencia en antropología y arqueología a proponer formas de abordaje en las investigaciones de forma alternativa o complementaria a la interpretación, la cual ha sido llamada corriente “post-interpretativa” o “tras la interpretación” (after-interpretation) (Olsen 2012). Se trata de un conjunto de autores y trabajos congregados por la intención fundamental de dejar de lado las dicotomías cartesianas a la hora de plantear conceptos analíticos. Esto no implica negar la existencia de la representación o la interpretación, pero permite plantear alternativas de corte post-humanista para trabajar sobre cuestiones fundamentales de la antropología y la arqueología como la materialidad, la temporalidad y la agencia (Alberti et al. 2016). Dentro de esta tendencia podemos mencionar algunos autores que han tenido gran incidencia, como es el caso de Bruno Latour (2010) y sus desarrollos sobre ontología relacional en estrecho vínculo con la antropología y arqueología simétricas (Shanks 2007, Olsen 2010, 2012, 2012b, Olsen & Witmore 2015, Webmoor & Witmore 2008, Gonzalez-Ruibal 2007).

Por otro lado, se puede mencionar el llamado nuevo materialismo, que se vale de nociones importadas desde la física y las ciencias naturales, y comienza a cobrar relevancia en investigaciones arqueológicas a través de autores como Chris Fowler (Fowler 2016, 2017, Fowler & Harris 2015) quien se preocupa también por los problemas vinculados al paisaje (Fowler 2008), y otros. El trabajo de Karen Barad (2003, 2007) resulta de gran influencia desde la filosofía para esta corriente que presenta también algún grado de convergencia con la idea de entanglement de Hodder (2014), similar a la idea de entrelazamiento cuántico. De igual forma la teoría de ensambles planteada por Miguel DeLanda (2006) y con fuerte apoyo en la filosofía de Deleuze y Guattari (2004), se expresa muy claramente en los trabajos arqueológicos de Oliver Harris (2017) y Gavin Lucas (2012) entre otros.

Los inicios del llamado giro ontológico coinciden con la propuesta de Phillipe Descola (2013) acerca de los modos de identificación y cobra mayor relevancia con Eduardo Viveiros de Castro y su perspectivismo amerindio (2011, 2013) desde donde plantea su idea de multinaturalismo y su propuesta metodológica de la equivocación controlada (2004) (entre otras cosas). Podría considerarse que estos trabajos poseen cierta concordancia o compatibilidad a nivel teórico con una inclinación decolonial en un número creciente de abordajes tanto en antropología como en arqueología provenientes en su mayoría de los países “periféricos” (Haber 2011, Alberti et al. 2016, Alberti & Marshal 2009, Hamilakis 2011, Laguens y Alberti 2019, entre otros). Estos se caracterizan por basar el planteo de conceptos analíticos y operativos en el trabajo de campo y la experiencia etnográfica por encima de cualquier apoyatura teórica o epistemológica propia del pensamiento occidental, llegando a utilizar conceptos y lógicas nativas (ontologías) para elaborar los armados argumentales dentro de una investigación.

La intención no-representacional de las perspectivas teóricas que hemos mencionado en este apartado, tienen como consecuencia la evidente crisis o desestimación del concepto de ‘paisaje’ en los términos constructivistas e interpretativistas que lo caracterizaron desde su origen, ya que el mismo ha sido también objeto de reflexión en en estos debates4 (Macpherson 2010).

En este contexto de proliferación de teorías y estrategias de investigación en clave post-humanista se desarrolla también la perspectiva fenomenológica de base Heideggeriana (existencialista) desarrollada por Tim Ingold (2000, 2011, 2012, 2014, 2017, 2018), de gran relevancia para este trabajo. Existen sin embargo otros abordajes teóricos acerca de la dimensión espacial de los fenómenos que son objeto de interés de la antropología y la arqueología en este contexto teórico. Entre ellos cabe destacar los trabajos de Macpherson 2009, o Rose y Wylie (2006) desde la geografía, quienes sostienen que los paisajes cobran existencia tanto en los compromisos que se plantean con los sujetos en la práctica como en el campo de las ideas, aportando gran importancia a las formas en que paisaje y cuerpo se entrelazan. Es decir de qué formas el paisaje se incorpora o “corporaliza” (embodiment) a través de la acción, y viceversa (Macpherson 2010).

Emma Waterton (2019) plantea una tendencia reciente en el pensamiento acerca del paisaje que denomina “paisajes más que representacionales” (More-than-representational Landscapes). Según la autora:

“Desde aquí, ya no se trata sólo de entender cómo pensamos acerca de los paisajes que nos rodean, sino de cómo ellos subsecuentemente nos fuerzan a pensar y sentir – a través de sus contextos, sus estímulos y su familiaridad (o no) […]. En otras palabras, ellos se vuelven suficientemente reales para sentir(los)”5 (Waterton 2019; 95).

Entre los autores abocados a esta tendencia desde las ciencias sociales y en especial la geografía cultural o humana, además de los ya mencionados, se destaca el trabajo de Lorimer (2005), Merriman et al. (2008), Thrift (2008), Carolan (2008), Simpson (2008), Crouch (2010), entre otros, quienes desde diferentes propuestas y campos de aplicación comparten una intención a nivel teórico de otorgar al paisaje un lugar activo. El paisaje constituye un aspecto contingente en las practicas que implican desplazarse en el territorio, pero además influye poderosamente en las emociones, las sensaciones y percepciones a través de las cuales es experimentado, apareciendo como una entidad dotada de agencia. De esta manera se otorga un lugar relevante a la configuración de procesos identitarios en el marco de planteos de agencia no humana y negociación en las subjetividades en torno al paisaje (Waterton 2019).

Desde la arqueología, autores como Prijatelj y Skeates (2019), Harmanşah (2015), o Mlekuž (2019), destacan el carácter múltiple de la construcción de los paisajes, acuñando el termino de “lugares vibrantes”, en los cuales confluyen diferentes formas de agencia humana y no-humana, historia y experiencia, y están por lo tanto constituidos tanto por materia como por memoria y significado. En consonancia con esto Harrison-Buck (2012) aplica la noción de animismo para referirse a “paisajes animados”, poniendo énfasis en las ontologías locales a la hora de abordar aspectos el paisaje, esfuerzo que comparte con otros autores como Pazzarelli y Lema (2018), o Laguens y Alberti (2019), por nombrar algunos ejemplos de aplicaciones locales.

En este contexto, a pesar del paso del tiempo y la proliferación de nuevas perspectivas teóricas, la obra de Tim Ingold aparece como referencia casi fundamental, atravesando e influyendo muchas de estas tendencias. Su propuesta alternativa al paisaje (landscape), a través del planteo de la noción de taskscape (1993, 2017), es la que cuenta con mayor desarrollo y fundamento en el marco de la corriente post-interpretativa.

Alberti (2010) plantea la constitución múltiple y dinámica del paisaje, y su estrecho vínculo con las practicas, destacando la importancia de asumir nociones locales que den cuenta de su complejidad ontológica, incluyendo su carácter agencial y hasta animado, por lo cual propone las biografías como forma de abordar metodológicamente el estudio del paisaje. Este último planteo deja ver un aspecto fundamental, y es el hecho de que todas las propuestas de reformular el estudio del paisaje a la luz de la teoría no-representacional, parecen ser compatibles entre sí, y de una u otra forma, parecen hacer pie en nociones que se encuentran en la base de la definición de taskscape acuñada desde la icónica obra de Ingold “The temporality of the landscape” (1993), revisada y reafirmada en múltiples oportunidades (Ingold 2017).

A la hora de estudiar la movilidad, la percepción del entorno y demás aspectos dotados de un fuerte componente espacial, de cara al planteo de investigación sobre las dinámicas agropastoriles y su desenvolvimiento a través del tiempo en el VCN, las ideas de Ingold parecen proporcionar herramientas idóneas para un abordaje apropiado, ameritando que se le dedique el apartado siguiente.

Tim Ingold y sus ideas acerca del espacio, el entorno y el movimiento
En lugar de un desarrollo extenso acerca de la propuesta teórica de Ingold, nos limitamos a definir algunos conceptos clave que pueden ser valiosos para abordar el estudio de la dimensión espacial de los fenómenos observados.

Ingold desarrolla una propuesta teórica desde la cual redefine el concepto de paisaje (landscape) como una construcción continua en la cual se produce un movimiento de interpenetración e interacción de los diversos agentes que intervienen (2012).

Según el autor, estar en el mundo no implica ocupar un espacio, sino más bien sintonizarse con ese entorno para trazar una trayectoria habilidosa, de igual modo, los ambientes que habitamos son, en parte, resultado de nuestro paso por ellos (Ingold 2012). Parte de estar en el mundo es diseñar estrategias para la vida, prever, imaginar y construir los espacios que habitamos y resguardar los lugares y las cosas de su deterioro y desintegración. Habitar el ambiente es por lo tanto una tarea (task), la cual requiere entrenar la atención, conocer, capacitarse y dar curso a nuestros proyectos en él (Ingold 2012).

Es decir, Ingold sostiene una idea de ambiente en constante devenir, cuyas formas son siempre transitorias y ofrecen siempre sus perfiles a la atención de las personas que lo habitan (Ingold, 2012). Pero en esa tarea de habitar (dwelling), el movimiento aparece como elemento constitutivo de la dimensión espacial de los fenómenos, la cual no puede concebirse sin la idea de que existe un movimiento hacia diferentes lugares, y la posibilidad de ocuparlos, el haberlos atravesado, etc. Los fenómenos que ocurren en el tiempo son procesos que resultan constitutivos del entorno, el cual no sería un espacio vacío que puede aparecer como recipiente (espacio físico), ni tampoco puede ser una imagen estable basada en la representación como forma de fijación de un sentido social para ese lugar (paisaje), sino que puede ser entendido como una de las dimensiones en las cuales los fenómenos mismos se realizan y se desenvuelven.

El entorno o ambiente (environment) es entonces todo aquello alrededor de la persona u organismo de quien queremos definir dicho ambiente, y es a la vez el mundo de fenómenos y cosas que percibimos con nuestros sentidos, hacia las cuales asistimos o atendemos (attend) y que, al ofrecernos perfiles de sí mismas, nos conceden cierta asequibilidad (affordance) (Ingold 2000).

En cuanto a la noción de espacio, Ingold plantea una diferencia entre espacio red y espacio fluido. El primero es un espacio dado por nodos y sus relaciones, que sólo existen porque ligan a una cosa con otra. El espacio fluido es un espacio dado por las cosas que transitan por ese espacio conforme pasa el tiempo (Ingold, 2012).

En consecuencia, el entorno es a la vez el ámbito de nuestra actividad y el resultado de la misma, dando lugar al concepto de taskscape como alternativo a la idea de paisaje (landscape). El espacio resulta una de las dimensiones de nuestra existencia en el mundo y de nuestra acción sobre él, los lugares emanan de nuestras tareas y al mismo tiempo constituye una tarea habitarlos, acomodarnos para dar rumbo a nuestras acciones en él de forma habilidosa (Ingold 2017).

Como puede apreciarse, este autor desarrolló a lo largo de las últimas décadas, un armado teórico y conceptual muy elaborado, vasto y complejo, aportando valiosas herramientas para analizar los paisajes tanto actuales como arqueológicos. Su aplicabilidad, así como su adecuación responden justamente a la idea de que tiempo y espacio son indisociables y resultan de las practicas que se desenvuelven sobre el territorio. En el siguiente apartado se intentará mostrar, en base a resultados de campo obtenidos hasta el momento, la adecuación de estas nociones.

Dinámicas agropastoriles en el VCN: adecuación de los conceptos

En principio, el trabajo etnográfico ha permitido visualizar que las actividades de cría / manejo de animales (mayormente cabras y ovejas) se dan de forma generalizada en toda la región, en estrecho vínculo con actividades agrícolas y presentando una marcada variabilidad en lo que respecta a las propiedades del entorno y las formas de habitarlo y realizar tareas asociadas a la cría de animales (Figura 2). Para abordar estas prácticas y su posible profundidad temporal desde el pasado arqueológico, se utiliza, como se mencionó anteriormente, la noción de agropastoralismo (Laguens et al. 2013, Dantas et al. 2014).

a03f02

Figura 2: Animales pastando en campos en barbecho (fuente: Jakel 2018)

Figure 2: Animals grazing in agricultural field (source: Jakel 2018)

A través de diversas llegadas al campo realizadas hasta el momento, se observó particularmente que, en algunas zonas de piedemonte y cambio de pendientes, durante la temporada estival (temporada húmeda) el pastoreo de animales se realiza en altura aprovechando pasturas naturales que aparecen en estos momentos; coincidiendo temporalmente con el período en que los campos agrícolas, ubicados en las zonas más bajas del piedemonte, se encuentran cultivados. La llegada del otoño viene acompañada con las cosechas y también con la mayoría de los nacimientos. Para esta época que marca el inicio de la temporada invernal, los animales son mantenidos en corrales y alimentados con productos de la cosecha (mayormente alfalfa), para pasar luego a pastar dentro de los campos en barbecho, hasta la primavera, cuando las áreas agrícolas (rastrojo) se prepara nuevamente para la siembra coincidiendo con la aparición progresiva de pasturas naturales en las inmediaciones (Jakel, 2018).

Este ritmo coordinado de las prácticas agrícolas y pastoriles depende de un frágil equilibrio en el cual se pone en juego el desempeño habilidoso de las personas que ponen en marcha estrategias de movilidad como forma de sintonización con un entorno en permanente fluctuación. El entorno, que ofrece concesiones a través de su asequibilidad y aportando pasturas, resulta a su vez muy sensible a la presencia y ausencia de animales y personas, de forma tal que sintonizarse con ese entorno complejo y vibrante en constante devenir implica su cuidado, también a través del constante movimiento. Ahora bien, dado que las cosas son inestables, y ningún ciclo es idéntico a otro, las personas deben ir desenvolviéndose entre los devenires que se suceden, y resolver constantemente situaciones que se van presentando. Es decir, si bien existe una cierta capacidad de prever las situaciones, en base a la experiencia, también debe existir la posibilidad de acomodarse de forma resiliente a las, a veces sutiles, fluctuaciones que se presentan en la práctica.

Por otro lado, las practicas se encuentran atravesadas por un gran número de situaciones de origen social que plantean limitaciones o ventajas y que suponen la permanente necesidad de entrenar la atención y diseñar proyectos para que las tareas puedan llevarse en este complejo entramado en el cual se entrelazan las personas, los animales, las plantas y el entorno.

Esta coordinación en los ritmos de actividad se da de forma tal que tanto las tareas agrícolas como pastoriles se van entrelazando a lo largo del ciclo anual. Es decir, los compromisos que plantean estas actividades para las personas, en lo que respecta a los pulsos de fluctuación del ambiente a lo largo del año, los requerimientos asociados a la etología de los animales y sus ciclos reproductivos y los ciclos agrícolas, se acoplan de forma tal que sólo es apreciable en su totalidad si se lo observa a lo largo del tiempo. Tiempo y espacio constituyen aspectos indisociables que convergen y cobran sentido en las tareas. Dicho de otro modo, las tareas que constituyen desenvolvimientos habilidosos en los cuales se entrelazan personas humanas y no humanas en el devenir de un proyecto común, van creando espacio y tiempo al realizarse. Ese paisaje emanado de las practicas, que va tomando forma y se encuentra siempre inacabado, no es otra cosa que aquello a lo que Ingold ha llamado taskscape.

Ahora bien, estas prácticas se suceden en la confluencia de seres humanos y no-humanos y también materiales (cosas), entre ellas estructuras como corrales, muros de retención para cultivos, etc. La historia de estos desenvolvimientos y sus fluctuaciones en el tiempo largo, fueron presumiblemente imprimiendo ciertos rasgos más o menos perdurables en el terreno, que son también en parte taskscape.

Los resultados obtenidos hasta el momento en teledetección y análisis espacial (Jakel y Minichelli 2020), muestran que existe cierta coincidencia en la agregación de estructuras asociadas a la actividad agrícola y de cría /manejo de animales en algunas zonas del valle (figura 3). Lo mismo da cuenta de una posible pauta de asociación entre ellas, cuyo análisis requiere de una profundización, pero podría ser resultado del devenir en el tiempo largo de una dinámica de interacción coordinada de actividades agrícolas y pastoriles. Es decir, la expresión material perdurable sobre el territorio, de un paisaje emanado de la acción.

a03f03

Figura 3: Distribución de estructuras de interés (fuente: Jakel y Minichelli 2020)

Figure 3: Structures of interest distribution (source: Jakel & Minichelli 2020)

El paisaje agropastoril como devenir y sus implicancias teórico – metodológicas

En el agropastoralismo que se propone para el VCN, se destaca la movilidad como elemento ineludible, dado que la presencia de pasturas estivales en las zonas altas se encuentra diferida espacialmente de las áreas cultivables. Ambas actividades, la cría y manejo de animales y la agricultura, poseen sus ciclos anuales y sus ritmos de desarrollo, y ambas imponen restricciones y compromisos. Esto funda una necesidad de moverse a diferentes lugares de un modo coordinado para responder adecuadamente a ambas actividades, mediando entonces la movilidad a nivel regional como estrategia fundamental para el desenvolvimiento de los ritmos de actividad agropastoril, con cierto correlato en la organización social y productiva y una materialidad asociada.

El agropastoralismo planteado así, desde el mismo desenvolvimiento de las actividades, no sería una formula simple de agricultura más pastoreo, sino una verdadera estrategia integrada con rasgos propios y que genera un paisaje (de la actividad) agropastoril característico. Su abordaje teórico-metodológico requiere de una conceptualización acorde, como la que se expone en el apartado anterior, a la hora de indagar acerca de los fenómenos observados desde su dimensión espacial.

Existen, sin embargo, posibles dificultades que supone la aplicación de una propuesta fenomenológica a la hora de diseñar una estrategia metodológica, las cuales merecen una breve discusión en función de las particularidades de la investigación en curso.

Por un lado, la dificultad para plantear una entidad estable que sea abordable desde un armado metodológico cuali-cuantitativo, es decir un objeto de estudio discreto. Por otro lado, la necesidad de situar la conceptualización aplicada de forma que tenga sentido con respecto a la ontología local. A continuación, sin pretender entrar en debates filosóficos que exceden ampliamente el alcance del presente trabajo, se desarrollan brevemente estas dos preocupaciones y posibles alternativas para superarlas, en el marco de las corrientes post-interpretativas en arqueología y antropología.

Definición de una entidad discreta y estable como objeto de estudio
Plantear entidades discretas parece implicar en principio cierta incompatibilidad con los conceptos fenomenológicos de Ingold, esta dificultad suele plantearse especialmente a nivel metodológico y a la hora de definir conceptos operativos. Es claro que puede resultar problemático definir unidades de análisis estables cuando se parte de la base de una idea de inestabilidad constante y permanente devenir del mundo y las cosas. De igual forma implica un problema la necesidad de definir entidades discretas abordables analíticamente en un entorno de límites difusos y permeables resistentes a la formalización.

Sin embargo, no es la intención de este trabajo alejar la propuesta teórica de Ingold de sus propios planteos, sino, por el contrario, mostrar que esta aparente incompatibilidad no debería constituir necesariamente una dificultad. Esto se debe al hecho de que tal incompatibilidad deriva posiblemente de la idea de que definir entidades discretas implica siempre un ejercicio de categorización de tipo esencialista, basado en el hilemorfismo aristotélico objetado por Ingold (2012), según el cual los objetos se diferencian de otros por sus características formales intrínsecas. Una vez construidas estas categorías, conocer el mundo conlleva establecer complejas clasificaciones basadas en el estudio de las entidades que lo componen y sus relaciones. Esta visión del mundo implica que los atributos de los diversos objetos conserven cierta estabilidad, de forma que los mismos se ajusten bien a los sistemas de formalización, de forma tal que las posibles inconsistencias que surjan a partir de los datos empíricos se resuelvan creando nuevas categorías explicativas. Una interpretación errada de los planteos fenomenológicos puede derivar en la idea de que acordar con la critica a las categorías hilemórficas implica un abandono de la posibilidad de definir entidades discretas ontológicamente estables, es decir, la categorización esencialista es suficiente para alcanzar dichas definiciones, pero no necesariamente el único camino para llegar a ellas.

En el otro extremo, sobre una base existencialista y siguiendo la línea fenomenológica, se puede encontrar alternativas en las ideas de Merleau-Ponty (1975) acerca de la corporalidad y la percepción, las cuales son retomadas por Edward Casey en su trabajo sobre el “sentido del lugar” (sense of place) (2013). Esas ideas constituyen fuertes referencias en la exploración teórica arqueológica y antropológica post-interpretativa, y pueden constituir un camino para abordar posibles obstáculos a la hora de abordar metodológicamente6 la dimensión espacial del mundo.

A grandes rasgos, estos autores desarrollan, entre otras, la idea de que los seres cuya existencia es siempre fugaz y se realizan siempre en el tiempo, arrojan versiones más o menos estables, que pueden ser asumidas como entidades provisorias que dan cuenta en alguna medida de los procesos que le dieron origen. Todas las cosas son fluidas, pero todas las cosas también cuentan con ritmos diferentes de cambio, que permiten en alguna escala de observación, abordarlos como entidades estables. En otras palabras, desde esta perspectiva la definición de entidades discretas no depende de sus atributos y su adscripción a una categoría hilemórfica, sino de los procesos y devenires que hacen de esta entidad un individuo, y las fuerzas que lo mantienen de esa manera, conservando en alguna medida una estabilidad provisoria que la distingue de otras entidades (Ingold 2012).

En resumen, sucede que un planteo de constante cambio y entrelazamiento inestable de las cosas del mundo no permite establecer límites discretos sino a través la idea de un acoplamiento provisoriamente estable y vibrante de las mismas, un nudo en términos de Ingold (2011), que ofrece cierto grado de previsibilidad, haciendo posible la práctica de la atención y el entrenamiento para un desempeño habilidoso.

Desde la arqueología, algunos autores ya citados como Gavin Lucas (2012) desde la teoría de ensambles, o bien en términos de los llamados nuevos materialismos, como Fowler y Harris (2015), Harris (2017) y otros, desarrollan la idea de procesos de individuación o materialización. Esta idea resulta en algún punto compatible con el existencialismo fenomenológico aportando una alternativa a las opciones esencialistas para explicar cómo es posible la existencia de entidades discretas e individuales en un contexto de constante flujo y totalidad. En lugar de pensar en un mundo de objetos y sus relaciones, estos autores, al referirse a procesos de individuación, se preguntan por los fenómenos y procesos a través de los cuales las existencias individuales emergen y se conservan en una matriz fluida y entrelazada, constituyendo una posible alternativa para enfrentar este problema metodológico de forma compatible con la perspectiva de Ingold.

Estudio situado y ontologías locales
Dado que la red de conceptos que conforman la propuesta teórica de Tim Ingold posee una base fenomenológica Heideggeriana (Silla 2013), la misma se apoya en un planteo metafísico acerca del mundo y del estar en él (Heidegger 1951, Dreyfus 1991). Esta perspectiva aporta fundamentalmente una mirada acerca del mundo que interpela al investigador y lo alerta acerca de las posibles formas de desarrollar argumentos ontológicos.

Sin embargo, no deja de ser una mirada ajena la cual podría eventualmente resultar más o menos compatible con las concepciones locales, pero no aporta herramientas para comprender cómo se compone el sentido en ese mundo. Es decir, los conceptos fenomenológicos de Ingold son muy útiles a la hora de abordar el estudio de la dimensión espacial de la vida humana en la investigación planteada, en el sentido de que constituyen una verdadera ruptura con las nociones esencialistas propias de una perspectiva occidental. Sin embargo, su alcance puede ser limitado si se propone, por sí mismo, abordar otros aspectos que intervienen en el modo en que se conforma el mundo al cual se dirige nuestra atención.

Algunos desarrollos en la investigación antropológica en los últimos años, que han sido englobados bajo la denominación común de giro ontológico (Descola 2013, Viveiros de Castro 2013, De la Cadena et al. 2018, Tola 2016, entre otros), plantean diversas estrategias para abordar cada universo desde la ontología de las personas que lo habitan y forman parte de él, no ya como problemas de epistemología o representación acerca de ese mundo, sino desde su existencia misma. Entre estas estrategias, resulta muy interesante el recurso metodológico de la “equivocación controlada” (Viveiros de Castro 2004), que se basa en un supuesto de inconmensurabilidad entre la ontología de base del investigador y la del mundo que lo ocupa. Esto implica que no existe un ejercicio de traducción posible de los sentidos de un mundo a otro, dado que no se trata de un problema semiótico, sino a nivel de la propia constitución ontológica del mundo en el cual las palabras y las acciones hacen sentido para alguien. En un armado metodológico, se trata ejercer cierto control sobre el error, es decir, identificar la contradicción como pauta de conocimiento: “(…) El hecho de que la gente con la que trabajamos pueda decir o hacer cosas que no podemos comprender indica que nuestro repertorio de conceptos puede ser inadecuado y es necesario dejarlo afectar por el repertorio del otro” (Tola 2019: 14).

El estudio del paisaje aporta un campo de problematización dentro de esta tendencia, en el cual se hace presente una multiplicidad de aspectos vinculados a la constitución del sentido del entorno, sin los cuales un abordaje analítico resultaría incompleto e incluso errado en muchas de sus consideraciones. La adopción de la terminología local y su estructura ontológica, que constituye una de las características de la tendencia decolonial de investigación en el vínculo entre arqueología y antropología (Hamilakis 2016), emerge entonces como necesidad para el estudio de la dimensión espacial de la vida en el Valle Calchaquí Norte, dando gran relevancia al trabajo de campo etnográfico como estrategia para la definición y validación del armado conceptual utilizado.

Desde la arqueología, como se mencionó anteriormente, diversos autores han adoptado estas estrategias (Haber 2009, 2011, 2012; Alberti & Marshall 2009, Laguens y Alberti 2019; Lema y Pazzarelli 2015, 2018; entre otros), a partir de sus trabajos de forma tal que desde el debate ontológico, también se incorporan objeciones a una arqueología interpretativa del paisaje:

“(…) Aceptando y sabiendo que hay otras ontologías – a las que podemos acercarnos desde la arqueología – sostenemos que tampoco podemos seguir haciendo una arqueología del paisaje que no considere las ideas de cuerpo y de persona, propias de la ontología de aquellos grupos con los que trabajamos” (Laguens y Alberti 2019:56).

Ahora bien, esto no implica que la terminología fenomenológica de Ingold (como ser el concepto de taskscape) no constituya una herramienta útil para plantear un modelo agropastoril para el área, sino que se plantea la importancia de compatibilizar y definir los lineamientos para articular estos conceptos con la terminología local, insertarlos y ponerlos a funcionar en contexto de su estructura lógica y ontológica.

En términos generales, el armado conceptual propuesto se basa en un argumento metafísico complejo acerca de la forma en que se realiza la existencia de los seres en el mundo (Heidegger 1951), como tal, no aporta consideraciones a priori acerca de las definiciones ontológicas de las diversas entidades que se presentan en el mundo que ocupa nuestro interés y al cual pretendemos referirnos. Es decir, esta perspectiva puede ser compatible con diversos planteos ontológicos, ya que no existe en principio una contradicción o incompatibilidad entre las distintas corrientes de antropología fenomenológica, y el giro ontológico, pudiendo incluso resultar complementarios (Pedersen 2020). Sin embargo, es importante establecer si existe dicha compatibilidad a través de su puesta a prueba en el trabajo de campo con el fin de validar su aplicabilidad y comprobar su utilidad, lo cual constituye un aspecto metodológico relevante que ocupa algunos trabajos de los referentes de la corriente británica del pensamiento ontológico en antropología y arqueología (Holbraad 2014, Holbraad y Pedersen 2017, Alberti et al. 2011, Alberti 2010).

Anclar el armado conceptual e incorporarlo en una constelación de términos locales, analizando su aplicabilidad, puede constituir una estrategia adecuada para lograr un planteo de investigación que apunte a la producción de conocimiento situado, incrementando la potencia analítica de la concepción fenomenológica acerca del entorno, y en el camino hacia una búsqueda genuina de las cosas que dan sentido al mundo que nos ocupa.

Palabras finales

Si bien existen algunas preocupaciones teórico-metodológicas en esta propuesta de aplicación de la perspectiva fenomenológica ingoldeana, como aquellas que son mencionadas en el apartado anterior, los conceptos de Tim Ingold, permiten entender los diversos compromisos que plantea el modo de vida agropastoril, como un devenir de los procesos regionales coordinados en el tiempo y el espacio, y con cierta profundidad en la historia de la región. Es importante entender, sin embargo, que la relevancia para este armado teórico de la idea de devenir: este fluir de las cosas y las personas no implica derivar de modo caótico, sino desenvolverse de manera habilidosa en sintonía con los ritmos de fluctuación del propio entorno. Una comprensión exhaustiva la propuesta fenomenológica que subyace a este concepto, abre las puertas para la articulación con otras perspectivas en un armado teórico acorde a las necesidades de la investigación que se plantea.

Se sostiene que las cosas que encontramos en el entorno devienen hacia una cierta disposición y se estabilizan a cada momento a través de ella, en lugar de yacer de manera inerte dentro de una estructura intrínsecamente estable. Pero esto no implica plantear un panorama caótico carente de previsibilidad, sino que permite abordar las cosas desde su carácter intrínsecamente inestable y vibrante, sin que ello requiera abandonar el interés por las formas estables que asumen, y sus disposiciones ontológicas.

Desde esta corriente fenomenológica, se entiende que el cambio es una condición de posibilidad que resulta constitutiva de las personas, las cosas y los entornos, y asimismo que la estabilidad es un efecto de los procesos e interacciones que curan o cuidan a las entidades de su potencial desintegración (Dreyfus 1991). De igual forma, desenvolverse implica identificar estabilidad en las cosas para poder prever situaciones y desarrollar estrategias y habilidades. Al mismo tiempo la actividad en el mundo podría actuar protegiendo a tales disposiciones de su desintegración con el fin de cuidar dicha previsibilidad, así como los contextos de utilidad de las destrezas adquiridas, constituyendo un largo proceso de individuación.

Pero desenvolverse implica también dar curso a nuestros proyectos para la vida, expresando nuestra existencia en el mundo y hacia él, erigiendo en él, a través de distintas formas de sentido, cierta estructura ontológica que lo hace diferente de otros mundos (Alberti 2010, Pedersen 2020).

En conclusión, el concepto de taskscape resulta de gran potencia explicativa para el abordaje teórico de los fenómenos observados en lo que respecta al estudio del agropastoralismo en el VCN. Sin embargo, una investigación basada exclusivamente en los conceptos de esta propuesta teórica generaría algunos posibles vacíos como los que se mencionan en este artículo. Esta observación, lejos de limitar el alcance de su aplicación, promueve la exploración acerca de la compatibilidad de esta perspectiva con otras corrientes que permiten abordar adecuadamente aquellos aspectos de interés para los cuales, en principio, la fenomenología ingoldeana parece no contar con herramientas suficientes.

El argumento de este trabajo apunta a mostrar que dicha compatibilidad es posible, ya que este planteo teórico no exhibe a priori, contradicción o inconmensurabilidad alguna con otras propuestas no-representacionales, pudiendo resultar complementaria (Pedersen 2020) si se efectúa una articulación fundamentada de los conceptos y una buena adecuación a cada planteo de investigación.

Tal es el caso, en primer lugar, para la idea de “proceso de individuación” (Lucas 2012, Harris 2017) definida desde el nuevo materialismo que puede ser de mucha utilidad para definir entidades discretas como unidades de análisis para un abordaje metodológico cuali-cuantitativo tanto en lo que respecta a las técnicas etnográficas como a los análisis basados en SIG. Lo mismo ocurre, en segundo lugar, para la idea de asimilar nociones propias de las “ontologías locales” como vías de conceptualización para la investigación cuyo desarrollo se enmarca en el llamado giro ontológico (Holbraad y Pedersen 2017).

En términos concretos y de cara a la investigación en curso, esto se traduce en: a) Definir aquellas entidades resultantes de una historia de desenvolvimientos del agropastoralismo regional. Estos aparecen entonces como disposiciones, agregados o patrones espaciales de materiales antrópicos en el territorio, estabilizados transitoriamente por procesos de individuación que moldean y configuran taskscapes desde el pasado arqueológico. Y b) Articular esta concepción de la dimensión espacial del agropastoralismo, con nociones de la ontología local acerca del paisaje o el entorno. Así como las diversas formas de interacción entre seres humanos y no-humanos, y demás aspectos que pueden aportar a modular y adecuar el uso de la terminología fenomenológica a las formas de ser en el mundo al que asistimos, en el camino por construir conocimiento verdaderamente situado.

La Plata, 10 de Julio 2020

Notas

1. Resulta difícil efectuar una traducción precisa de este concepto desde el inglés, en especial por la densidad y sutileza de los significados que evoca en el marco de la propuesta fenomenológica de Ingold. En principio, se trata de una combinación entre el término ‘landscape’ (paisaje) y ‘task’ (tarea), por lo cual una posible acepción seria “paisaje de la acción”, que da cuenta de que los paisajes, así como su temporalidad, su espacialidad y su materialidad, se configuran en el mismo devenir de las actividades en curso. Sin embargo, esta definición no resulta completa, ya que ‘task’ implica un cometido, es decir, un conjunto de acciones que cobran sentido en términos del proyecto al que buscan aportar; mientras que ‘scape’ implica percepción, percatación, e implica una voluntad de dirigir la atención hacia los alrededores, o escrutar sus propiedades. ‘Taskscape’ seria entonces un producto de la acción y la percepción, y al mismo tiempo algo de lo cual hay que ocuparse, una “tarea” en curso a la cual hay que atender. Es a los fines de conservar esta esta complejidad conceptual, que en este artículo se utilizará el término en inglés, tal como lo acuña originalmente su autor.

2. El municipio de La Poma es la cabecera del Departamento homónimo, este poblado y zonas aledañas constituyen por varias razones un área de transición hacia la puna, por lo cual en principio se ha decidido excluirla de área de trabajo de acuerdo a un criterio funcional.

3. Para mayor profundidad acerca del desarrollo de las teorías interpretativas en arqueología del paisaje, el lector puede acudir al trabajo de Felix Acuto (2013), citado en la bibliografía.

4. El acervo de autores y trabajos exploran el estudio del paisaje desde una perspectiva no-representacional puede ser vasto, para mayores referencias el lector puede consultar los trabajos de síntesis realizados por Macpherson (2009) y Waterton (2019), así como la compilación reunida por David y Thomas (2016) citados en la bibliografía.

5. Traducción del autor sobre el inglés original: “From here, it is not just a matter of understanding how we think about the landscapes that surround us, but how they in turn force us to think and feel – through their contexts, prompts and familiarity (or not) […]. They become, in other words, real enough to feel” (Waterton 2019; 95).

6. En particular se hace referencia a planteos metodológicos que requieren la definición de estas unidades de análisis, ya que en la literatura antropológica fenomenológica se plantean opciones como la entrevista en movimiento y otras que propone el propio Ingold en sus trabajos (2006, 2008), las cuales no resultan aplicables en todos los casos.

Agradecimientos

A la Universidad Nacional de La Plata y a CONICET por el financiamiento de este trabajo, a los evaluadores y editores por los aportes realizados y especialmente al Dr. Andrés Laguens por su generosa confianza al organizar este dossier. Por último, a la Dra. María Cecilia Páez por su orientación y su consejo, y a la gente de Cachi que me ha abierto las puertas permitiéndome conocer algunas de las cosas de su mundo.

Referencias Bibliográficas

1. Acuto, F. A. (2012). Landscapes of inequality, spectacle and control: Inka social order in provincial contexts, with comments of Sonia Alconini, Gabriel Cantarutti, R. Alan Covey, Ian Farrington, Martti Pärssinen y Simón Urbina. Revista chilena de antropología, 25, 9-64. DOI: 10.5354/0719-1472.2012.20256        [ Links ]

2. Acuto, F. A. (2013). ¿Demasiados Paisajes?: Múltiples teorías o múltiples subjetividades en la arqueología del paisaje. Anuario de Arqueología, 5,31-50.         [ Links ]

3. Alberti, B (2010). Epilogo: Acumulando historias de un “terreno poco común”. En Hermo, D., & Miotti, L. (Eds), Biografías de paisajes y seres (pp. 2-19). Encuentro/Humanidades.

4. Alberti, B. y Marshall, Y. (2009). Animating archaeology: local theories and conceptually open-ended methodologies. Cambridge Archaeological Journal, 19(3), 344-356.DOI:10.1017/S0959774309000535        [ Links ]

5. Alberti, B., Fowles, S., Holbraad, M., Marshall, Y., & Witmore, C. (2011). “Worlds otherwise” archaeology, anthropology, and ontological difference. Current anthropology, 52(6), 896-912. DOI:10.1086/662027

6. Alberti, B., Jones, A. M. y Pollard, J. (2016). Archaeology after interpretation: returning materials to archaeological theory. Routledge.         [ Links ]

7. Barad, K. (2003). Posthumanist performativity: Toward an understanding of how matter comes to matter. Signs: Journal of women in culture and society,28(3), 801-831.DOI: 10.1086/345321        [ Links ]

8. Barad, K. (2007). Meeting the universe halfway: Quantum physics and the entanglement of matter and meaning. Duke university Press.         [ Links ]

9. Bender, B. (1993). Introduction: landscape – meaning and action. En B. Bender (Ed.), Landscapes: Politics and Perspectives, (pp. 1-17). Berg Publishers Ltd.

10. Blake, E. (2004). Space, Spatiality, and Archaeology. En Meskell, L. y R. W. Preucel (Eds.), A Companion to Social Archaeology (pp. 230-254). Blackwell.         [ Links ]

11. Carolan, M.S. (2008). ‘More-than-representational knowledge/s of the countryside: How we think as bodies’, Sociologia Ruralis, 48, 408–422. DOI:10.1111/j.1467-9523.2008.00458.x

12. Casey, E. (2013). The fate of place: A philosophical history. University of California Press.         [ Links ]

13. Cosgrove, D. (1984). Social formation and symbolic landscape. Croom Helm, Londres & Sydney.         [ Links ]

14. Cosgrove, D. y S. Daniels (Eds.). (1988). The Iconography of landscape. Cambridge University Press, Cambridge.         [ Links ]

15. Criado Boado, F. (1991). Construcción social del espacio y reconstrucción arqueológica del paisaje. Boletín de Antropología Americana, 24:5-29.         [ Links ]

16. Criado Boado, F. (1999). Del terreno al espacio: planteamientos y perspectivas para la arqueología del paisaje. Ed. Universidad de Santiago de Compostela.         [ Links ]

17. Crouch, D. (2010). Flirting with space: Thinking landscape relationally, Cultural Geographies, 17(1), 5–18. DOI:10.1177/1474474009349996

18. Dantas, M., Figueroa, G. G. y Laguens, A. (2014). Llamas in the cornfield: Prehispanic agro‐pastoral system in the Southern Andes. International Journal of Osteoarchaeology, 24(2), 149-165.DOI:10.1002/oa.2351        [ Links ]

19. D’Altroy, T. N., Lorandi, A. M., Williams, V. I., Calderari, M., Hastorf, C. A., DeMarrais, E., & Hagstrum, M. B. (2000). Inka rule in the northern Calchaquí valley, Argentina. Journal of Field Archaeology, 27(1),1-26. DOI: 10.1179/jfa.2000.27.1.1

20. David, B., & Thomas, J. (Eds.). (2016). Handbook of landscape archaeology. Routledge. Londres y Nueva York.         [ Links ]

21. De la Cadena, M., Risør, H. y Feldman, J. (2018). Aperturas onto-epistémicas: conversaciones con Marisol de la Cadena. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, (32), 159-177.DOI: 10.7440/antipoda32.2018.08        [ Links ]

22. DeLanda, M. (2006). Deleuzian social ontology and assemblagetheory. En Fuglsang, M. (Ed.), Deleuze and the Social (pp. 250-266). Edinburgh University Press.         [ Links ]

23. Deleuze, G. y Guattari, F. (2004). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Traducido por Pérez, J. V. Ed. Pre-textos.         [ Links ]

24. Descola, P. (2013). Beyond Nature and Culture. Traducido por J. Lloyd. University of Chicago Press.         [ Links ]

25. Dreyfus, H. L., y Hubert, L. (1991). Being-in-the-world: A commentary on Heidegger’s Being and Time, Division I. MIT Press.

26. Fowler, C. (2008). Landscape and personhood. En David, B. & Thomas, J. (Eds.), Handbook of landscape archaeology (pp. 291-299). Routledge.         [ Links ]

27. Fowler, C. (2016). Relational personhood revisited. Cambridge Archaeological Journal, 26(3), 397-412. DOI:10.1017/S0959774316000172        [ Links ]

28. Fowler, C. (2017). Relational typologies, assemblage theory and Early Bronze Age burials. Cambridge archaeological journal, 27(1), 95-109. DOI:10.1017/S0959774316000615         [ Links ]

29. Fowler, C. y Harris, O. J. (2015). Enduring relations: Exploring a paradox of new materialism. Journal of material culture, 20(2), 127-148. DOI:10.1177/1359183515577176        [ Links ]

30. González-Ruibal, A. (2007). Arqueología Simétrica: Un giro teórico sin revolución paradigmática. Complutum, 18, 283-319. DOI: 10.5209/CMPL        [ Links ]

31. Haber, A. F. (2009). Animism, relatedness, life: Post-Western perspectives. Cambridge Archaeological Journal, 19(3), 418-430. DOI:10.1017/S0959774309000602        [ Links ]

32. Haber, A. F. (2011). Nometodología Payanesa: Notas de metodología indisciplinada (con comentarios de Henry Tantalean, Francisco Gil García y Dante Angelo). RevistaChilena de Antropología. (23), 9-49.DOI: 10.5354/0719-1472.2011.15564        [ Links ]

33. Haber, A. F. (2012). Un-disciplining archaeology. Archaeologies, 8(1), 55-66. DOI:10.1007/s11759-011-9178-4        [ Links ]

34. Hamilakis, Y. (2011). Archaeological ethnography: a multitemporal meeting ground for archaeology and anthropology. Annual review of anthropology, (40), 399-414.DOI:10.1146/annurev-anthro-081309-145732        [ Links ]

35. Hamilakis, Y. (2016). Decolonial archaeologies: from ethnoarchaeology to archaeological ethnography. World Archaeology, 48(5), 678-682.DOI: 10.1080/00438243.2016.1209783        [ Links ]

36. Harmanşah, Ö. (2015). Place, memory, and healing: An archaeology of Anatolian rock monuments. Routledge.         [ Links ]

37. Harris, O. J. (2017). Assemblages and scale in archaeology. Cambridge Archaeological Journal, 27(1), 127-139. DOI: 10.1017/S0959774316000597        [ Links ]

38. Harrison‐Buck, E. (2012). Architecture as animate landscape: circular shrines in the ancient Maya lowlands. American Anthropologist, 114(1), 64-80. DOI: 10.1111/j.1548-1433.2011.01397.x        [ Links ]

39. Heidegger, M. (1951). El ser y el tiempo. Traducido por Gaos J. Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

40. Hodder, I. (2014). The entanglements of humans and things: A long-term view. New literary history, 45(1), 19-36.DOI:10.1353/nlh.2014.0005.         [ Links ]

41. Holbraad, M. (2014). Tres provocaciones ontológicas. Ankulegi: gizarte antropologia aldizkaria= revista de antropología social, 18, 127-139.         [ Links ]

42. Holbraad, M., & Pedersen, M. A. (2017). The ontological turn: an anthropological exposition. Cambridge University Press.         [ Links ]

43. Ingold, T. (1993). The temporality of the landscape. World archaeology, 25(2), 152-174. DOI: 10.1080/00438243.1993.9980235        [ Links ]

44. Ingold, T. (2000). The perception of the environment: essays on livelihood, dwelling and skill. Psychology Press Rutdledge.         [ Links ]

45. Ingold, T. (2011). Being alive: Essays on movement, knowledge and description. Taylor & Francis.         [ Links ]

46. Ingold, T. (2012). Ambientes para la vida. Ediciones Trilce.         [ Links ]

47. Ingold, T. (2014). That’s enough about ethnography! Hau: journal of ethnographic theory, 4(1), 383-395.DOI:10.14318/hau4.1.021

48. Ingold, T. (2017). Taking taskscape to task. En Rajala, U. y Mills, P. (Eds.), Forms of Dwelling: 20 Years of Taskscapes in Archaeology (pp. 16-27). Oxbow Books.         [ Links ]

49. Ingold, T. (2018). One world anthropology. HAU: Journal of Ethnographic Theory, 8(1-2), 158-171.DOI: 10.1086/698315        [ Links ]

50. Ingold, T., & Vergunst, J. L. (Eds.) (2008). Ways of walking: Ethnography and practice on foot. Ashgate Publishing, Ltd.         [ Links ]

51. Jakel, A. (2018). Primera aproximación etnográfica a las prácticas de cría de animales en el departamento de Cachi, Salta, Argentina. Estudios · Antropología · Historia del Museo Arqueológico “Pío Pablo Díaz” Nueva Serie, (5), 7-25.

52. Jakel, A. y Minichelli, B. (2020). Aportes de la teledetección y SIG al estudio arqueológico de la cría de animales en el valle Calchaquí Norte. (Dpto. De cachi, Salta, Argentina). Comechingonia, Revista de Arqueología, 24(3), 141-167. DOI: 10.37603/2250.7728.v24.n3.31094        [ Links ]

53. Laguens, A., Figueroa, G. G. y Dantas, M. (2013). Tramas y prácticas agro-pastoriles en el Valle de Ambato, Catamarca (siglos VI y XI dC). Arqueología,19(1), 131-152.DOI: 10.34096/arqueologia.t19.n1.1684        [ Links ]

54. Laguens, A. G., y Alberti, B. (2019). Habitando espacios vacíos. Cuerpos, paisajes y ontologías en el poblamiento inicial del centro de Argentina. Revista del Museo de Antropología,12(2), 55-66.DOI: 10.31048/1852.4826.v12.n2.18254        [ Links ]

55. Latour, B. (2010). Cogitamus. Seis cartas sobre las humanidades cientificas.Paidos.         [ Links ]

56. Lee, J., & Ingold, T. (2006). Fieldwork on foot: Perceiving, routing, socializing. En Coleman, S. y Collins, P. (Eds.), Locating the field: Space, place and context in anthropology. (pp. 42-67). Berg. Oxford & New York.         [ Links ]

57. Lefebvre, H. (1974). La production de l’espace. Anthropos, París.

58. Leibowicz, I., Ferrari, A., Jacob, C., & Acuto, F. (2015). Petroglifos en el valle Calchaquí Norte (Salta, Argentina): camélidos, montañas y apropiación inkaica del paisaje local. Chungará, 47(4), 575-587. DOI:10.4067/S0717-73562015005000047        [ Links ]

59. Lema, V. S., & Pazzarelli, F. (2015). Memoria fértil. Crianza de la historia en Huachichocana. Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, DOI: 10.4000/nuevomundo.67976        [ Links ]

60. Lema, V. S., & Pazzarelli, F. G. (2018). Las formas de la historia: equívocos, saberes y memorias en los cerros jujeños, Revista da Antropología da UFSCar,10(2), 105-125.         [ Links ]

61. Lera, M. (2014). Definiendo una región a partir de los avances de Investigación: el sector norte del Valle Calchaquí. En Ledesma R. (Ed.), I Jornadas de Investigación y Gestión en el Valle Calchaquí (Salta) (pp. 45-58). Editorial Universidad Nacional de Salta.         [ Links ]

62. Lorimer, H. (2005). Cultural geography: the busyness of being more-than-representational. Progress in human geography, 29(1), 83-94. DOI:10.1191/0309132505ph531pr        [ Links ]

63. Lucas, G. (2012). Understanding the archaeological record. Cambridge University Press.         [ Links ]

64. Macpherson, H. M. (2009). The intercorporeal emergence of landscape: negotiating sight, blindness and ideas of landscape in the British countryside. Environment and Planning A: Society and Space, 41, 1042–1054. DOI: 10.1068/a40365

65. Macpherson (2010). Non-Representational Approaches to Body–Landscape Relations. Geography Compass, 4(1), 1–13. DOI: 10.1111/j.1749-8198.2009.00276.x

66. Marinangeli, G. A., Páez, M. C., Cieza, R. I., y Pujadas, I. P. (2016). Organización de la producción y distribución de cultivos en el norte del Valle Calchaquí. En VI Congreso Argentino y Latinoamericano de Antropología Rural:Antropología y ruralidad: presente, transformaciones y perspectivas.Núcleo Argentino de Antropología Rural.         [ Links ]

67. McGuire, R.H. (1991). Building power in the cultural landscape of Broome County, New York 1880 to 1940. En R.H. McGuire y R. Paynter (Eds.) The archaeology of inequality, (pp. 102-124). Blackwell, Oxford.         [ Links ]

68. Merriman, P., Revill, G., Cresswell, T., Lorimer, H., Matless, D., Rose, G. and Wylie, J. (2008). Landscape, mobility, practice. Social and Cultural Geography, 9(2), 191–212. DOI: 10.1080/14649360701856136.

69. Mignone, P. (2020). Evaluación crítica de la eficacia del camino de menor coste para el estudio predictivo del qhapaq ñan. Chungará (Arica), 1-16.DOI: 10.4067/S0717-73562020005002201        [ Links ]

70. Merleau-Ponty, M. (1975). Fenomenología de la percepción. Península.         [ Links ]

71. Mlekuž, D. (2019). Animate Caves and Folded Landscapes. En Büster, L., Warmenbol, E., Mlekuž, D. (Eds,), Between Worlds. (pp. 45-66), Springer, Cham.         [ Links ]

72. Olsen, B. (2010). In defense of things: archaeology and the ontology of objects. Rowman Altamira.         [ Links ]

73. Olsen, B. (2012). After interpretation: remembering archaeology. Current Swedish Archaeology, 20, 11-34.         [ Links ]

74. Olsen, B. (2012b). Archaeology: the discipline of things. University of California Press.         [ Links ]

75. Olsen, B., y Witmore, C. (2015). Archaeology, symmetry, and the ontology of things. A response to critics. Archaeological dialogues, 22(2), 187-197.DOI:10.1017/S1380203815000240        [ Links ]

76. Paez, M. C., Raffino, R. A. y Giovannetti, M. (2012). Avances coloniales, retornos mesiánicos. El documento “Relación histórica de Calchaquí”. Investigaciones y Ensayos, (59), 437-468.

77. Páez, M. C., Alé, G., & Prieto, M. E. (2016). Significación e historicidad en el paisaje campesino del valle Calchaquí Norte (Provincia de Salta, Argentina). Historia Agraria, 68, 237-256.         [ Links ]

78. Páez, M. C., Jakel, A. & López, L. (2021). Análisis de la visibilidad intersitio para el período Tardío e Inca del Valle Calchaquí Norte (Salta, Argentina). Comechingonia, Revista de Arqueología. (en prensa)        [ Links ]

79. Páez, M. C., & López, L. (2019). Irrigation canals from the Calchaqui valley (province of Salta, Argentina). Journal of Archaeological Science: Reports, 27, 1-10. DOI: 10.1016/j.jasrep.2019.101989        [ Links ]

80. Pazzarelli, F., & Lema, V. S. (2018). Paisajes, vidas y equivocaciones en los andes meridionales (Jujuy, Argentina). Chungará (Arica), 50(2), 307-318. DOI:10.4067/S0717-73562018005000602        [ Links ]

81. Pedersen, M. A. (2020). Anthropological Epochés: Phenomenology and the Ontological Turn. Philosophy of the Social Sciences, 50(6), 610-646. DOI: 10.1177/0048393120917969        [ Links ]

82. Prijatelj, A., & Skeates, R. (2019). Caves as vibrant places: a theoretical manifesto. En Büster, L., Warmenbol, E., Mlekuž, D. (Eds.), Between Worlds (pp. 9-28). Springer, Cham.         [ Links ]

83. Rodman, M.C. (1992). Empowering place: multilocality and multivocality. American Anthropologist, 94(3), 640-665. DOI: 10.1525/aa.1992.94.3.02a00060        [ Links ]

84. Rose, M. and Wylie, J. (2006). Animating landscape. Environment and Planning D: Society and Space 24(4), 475–479. DOI:10.1068/d2404ed

85. Shanks, M. (2007). Symmetrical archaeology. World archaeology, 39(4), 589-596.DOI: 10.1080/00438240701679676        [ Links ]

86. Silla, R. J. (2013). Tim Ingold, neo-materialismo y pensamiento pos-relacional en antropología. Dossier Materialidad y agencia: un debate con la obra de Tim Ingold, Papeles de Trabajo, Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín, (11), 11-18.         [ Links ]

87. Simpson, P. (2008). Chronic everyday life: Rhythm analysing street performance, Social and Cultural Geography, 9(7), 807–829. DOI: 10.1080/14649360802382578

88. Thomas, J. (2001). Archaeologies of Place and Landscape. En Hodder, I. (Ed.), Archaeological Theory Today (pp. 165-186). Polity Press and Blackwell.         [ Links ]

89. Thrift, N. (2008). Non-Representational Theories, Routledge, Londres.         [ Links ]

90. Tilley, C. (1994). A Phenomenology of Landscape: Places, Paths and Monuments. Berg Publishers.         [ Links ]

91. Tola, F. C. (2016). El “giro ontológico” y la relación naturaleza/cultura. Reflexiones desde el Gran Chaco. Apuntes de Investigación del CECYP, (27), 129-139.

92. Tola, F. (2019). Una antropología entre la conceptualización y la equivocación. En Epele, M. y R. Guber, Malestar en la etnografía. Malestar en la antropología.pp: 9-24,Libros del IDES, Buenos Aires.         [ Links ]

93. Vitry, C. (2017). El rol del qhapaq nan y los apus en la expansión del tawantinsuyu. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, 22(1), 35-49. DOI: 10.4067/S0718-68942017005000103        [ Links ]

94. Viveiros de Castro, E. (2004). Perspectival Anthropology and the Method of Controlled Equivocation. Tipití: Journal of the Society for the Anthropology of Lowland South America, 2(1), 3-22.         [ Links ]

95. Viveiros de Castro, E. (2011). Metafísicas caníbales: líneas de antropología postestructural. Katz Editores.         [ Links ]

96. Viveiros de Castro, E. (2013). La mirada del jaguar: introducción al perspectivismo amerindio; entrevistas. Tinta Limón.         [ Links ]

97. Waterton, E. (2019) More-than-representational landscapes. En P. Howard, I. Thompson, E. Waterton and M. Atha (Eds), The Routledge Companionto Landscape Studies (pp. 91-101). Routledge: London.         [ Links ]

98. Webmoor, T. y Witmore, C. L. (2008). Things are us! A commentary on human/ things relations under the banner of a ‘social’ archaeology. Norwegian archaeological review, 41(1), 53-70.DOI: 10.1080/00293650701698423

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons