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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.38 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2012

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Mauricio Suárez (ed.). Fictions in Science: Philosophical Essays on Modeling and Idealization, New York-London, Routledge, 2009, 282 pp.

 

La presente antología es el producto de un simposio sobre modelos y ficciones organizado por Mauricio Suárez en la Universidad Complutense de Madrid en febrero de 2006. Todos los artículos que se presentan, con excepción de "Fictionalism" de Arthur Fine, formaron parte de esa reunión y se publican aquí por primera vez. El artículo de Fine se reproduce de Midwest Studies in Philosophy (18 (1993) pp. 1-18). Las causas de la inclusión de dicho artículo responden, en primer lugar, a la influencia que las ideas sobre ficcionalismo allí expuestas ejercieron sobre Suárez y otros participantes, y, de manera más general, a que reintrodujo en la filosofía de la ciencia actual las ideas, casi olvidadas, del ficcionalismo formuladas por Hans Vaihinger en su libro Die Philosophie des Als Ob, de 1911. Todavía no existe una monografía íntegramente dedicada al ficcionalismo en las ciencias empíricas, por lo que esta antología constituye la obra de referencia sobre el tema.
En cuanto a su estructura, la antología está compuesta por una introducción y trece artículos, distribuidos en seis partes. La primera parte contiene la introducción general a cargo del compilador, en la que intenta justificar tanto el rol de las ficciones en la práctica científica de construcción de modelos, como su pertinencia teórica en el debate de la filosofía de la ciencia. Tres artículos comprenden la segunda parte, cuyo objetivo es dilucidar la naturaleza de las ficciones en ciencia. Sin embargo, la pregunta que enfrentan los autores, con pocas excepciones, no es ontológica, sino pragmática, i. e. responde a la función de las ficciones en la practica científica. La tercera parte, también de tres artículos, continua la línea funcionalista. En efecto, la sección intenta mostrar que las ficciones poseen poder explicativo. Aquí, tanto realistas como antirrealistas, se hallan en una encrucijada. Los primeros, puesto que deben responder a cómo supuestos reconocidamente falsos pueden tener poder explicativo; los segundos, porque ya tienen problemas con la noción de explicación y deben adecuarla a su posición. Las partes cuatro y cinco examinan la función de las ficciones en la práctica científica concreta, asumiendo la pluralidad de métodos mediante los cuales las ficciones maximizan su conveniencia. Así, los tres artículos de la cuarta parte se concentran en la física; mientras que los dos artículos de la quinta se dedican a la biología y a la economía, respectivamente. Por último, la sexta parte presenta dos artículos que, desde una visión moderada del realismo, critican las consecuencias epistemológicas que se derivan del ficcionalismo en su acepción general a lo largo del texto.
El hilo conductor del texto sigue dos caminos, en principio, conexos. Por un lado, se intenta clarificar la noción de ficción; por otro, se trata de precisar su función en la práctica de construcción de modelos. Como mencionamos, el artículo de Fine reintroduce las ideas de Vaihinger. Según Fine (p. 23), Vaihinger quiere mostrar que el pensamiento ficticio es una facultad humana fundamental, destacando su ubicuidad y variedad. Por esta razón, intentará precisar la noción de ficción. La primera distinción que establece Vaihinger es entre ficciones genuinas y semificciones. Las ficciones cumplen tres condiciones, a saber: (i) están en contradicción con la realidad, (ii) son auto-contradictorias, y (iii) uno comprende tales condiciones cuando las introduce; mientras que las semi-ficciones cumplen (i) y (iii), pero no (ii). En efecto, la condición de auto-contradicción generará dificultades. A su vez, tanto ficciones como semi-ficciones pueden ser viciosas o virtuosas. La virtuosidad, asociada con la cientificidad, está dada por la utilidad y la conveniencia. No obstante, todas estas distinciones son dinámicas y responden al paso del tiempo.
Otro punto relevante es la diferencia entre ficciones e hipótesis que, según Vaihinger, responde a cuestiones metodológicas. Así, mientras que las hipótesis son verificables, en principio, mediante la observación, las ficciones se justifican sólo en función de su utilidad. De esta manera, cuando sea el caso, las hipótesis se eligen por su probabilidad, mientras que las ficciones lo hacen por su conveniencia respecto a determinados fines. Las hipótesis son descubiertas; las ficciones, inventadas. Por otra parte, es relevante en la discusión sobre la construcción de modelos la identificación entre idealizaciones y ficciones: pareciera que en Vaihinger sólo hay ficciones y todo es ficción. Mencionamos antes que el concepto de contradicción es problemático. En efecto, según Fine (p. 29), Vaihinger no pretende explicar la esencia del concepto, sino mostrar su naturalidad, i. e. como algo que tiene un uso central en la práctica y cuya variedad de usos evidencian su éxito.
Cabe aclarar que no todos los autores de la antología emplean el concepto de ficción con un mismo significado. Incluso, algunos se distancian del propio Vaihinger. Por ejemplo, para Barberousse y Ludwig (p. 58-59), las ficciones no implican contradicción, ni con la realidad ni consigo mismas, puesto que, si así fuera, no podríamos aprender de ellas. En cambio, su función es hacerles creer a sus intérpretes que una proposición es verdadera. Además, las ficciones no se oponen a la verdad, sino que constituyen un medio poderoso para la comprensión. Bokulich (p. 91), también discrepa con Vaihinger, puesto que concibe ficciones con poder explicativo. Vaihinger, contrariamente, prohibía esta característica en las ficciones, adscribiéndosela exclusivamente a las hipótesis. A su vez, Bokulich (p. 92) distingue entre idealizaciones y ficciones. Para ella, razonar mediante idealizaciones difiere epistemológicamente de razonar mediante ficciones y, por lo tanto, se requieren justificaciones distintas. Así, considera que todos los modelos científicos introducen, necesariamente, idealizaciones sin comprometer sus pretensiones realistas. Semejante es el planteo de Winsberg, quien también distingue entre supuestos falsos e idealizaciones. Según él (p. 179), la función de las ficciones es extender el alcance de los modelos más allá de sus tradicionales dominios de aplicación. Así, las ficciones se mantienen en el ámbito de la utilidad. Desde otra posición, Rouse cuestiona que la característica central de las ficciones sea la conveniencia. Para Rouse (p. 39), quien considera que las ficciones constituyen los objetos puesto que también se encuentran en los arreglos experimentales, las ficciones no se reducen a conveniencia. No son simplemente supuestos falsos pero útiles, sino que también determinan las condiciones de verdad.
Suárez (p. 159), por el contrario, sigue en parte a Vaihinger, ya que destaca como característica fundamental de las ficciones su conveniencia en la inferencia, relegando su valor de verdad. Para Suárez, afirmar la realidad de una entidad o de un proceso, i. e. pronunciarnos sobre su referencia, no es necesario para la inferencia. La conveniencia convierte a las ficciones en guías para la construcción de modelos cada vez más detallados de los fenómenos, permitiendo inferencias a partir de la experiencia con posibilidad de ser contrastadas. Así, las ficciones tienen una función puramente pragmática puesto que las utilizamos para remplazar la complejidad del proceso real, simplificando la práctica científica (p. 170). Ahora bien, para Suárez (p. 165) las semi-ficciones de Vaihinger son lo que hoy denominamos idealizaciones, i. e. supuestos empíricamente falsos. Por ello, no resulta convincente la relación entre ficciones e idealizaciones. Si la diferencia entre ficciones e hipótesis es la conveniencia, no es clara la particularidad de las ficciones puesto que una hipótesis empírica exitosa es, obviamente, conveniente. Para nosotros, la propiedad esencial de las ficciones es su carencia de referencia. De esta manera, nos vemos en la necesidad de objetar la utilidad de las ficciones puesto que las idealizaciones desempeñarían un papel similar sin comprometer la pretensión realista de la ciencia.
Por último, Teller y Giere, sostienen una noción restringida de ficción, puesto que emprenden, desde una visión moderada del realismo, una crítica del ficcionalismo. Para estos autores, los modelos científicos introducen elementos ficticios sin comprometer su pretensión científica de verdad (o de alguna de sus formas debilitadas, como la verosimilitud). Para Teller (pp. 240-41), verdad y ficción no son nociones contrarias, puesto que la idea de ficción presupone algún elemento de realidad, por lo cual las ficciones afirman algo acerca del mundo para luego desviarse. En suma, los modelos son discursos generales con pretensión de verdad que incluyen componentes de ficción, elementos sin referencia, para lograr una representación más manejable. Giere (pp. 250, 252) sostiene una posición similar, aunque reconoce que los modelos son resultado de procesos imaginativos que, por tanto, se asemejan a las obras de ficción. Los elementos ficticios de los modelos no pretenden modelar nada del sistema concreto porque se sabe de antemano que no tienen contrapartida real. En definitiva, la postura de Giere (p. 257) responde a una consideración cultural, a saber: dentro del clima cultural propio de los Estados Unidos, donde el creacionismo gana adeptos, hablar de los modelos científicos en términos de ficciones es nocivo, puesto que pueden ser considerados a la par de las afirmaciones metafísicas de la religión.

Miguel Patiri
Universidad de Buenos Aires

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