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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.49 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2023

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Emilio Bernini, El método Rousseau: un dinamismo de los conceptos, Buenos Aires, Las cuarenta, 2021, 350 pp.

NATALIA TACCETTA1 

1 UBA CONICET

En El método Rousseau: un dinamismo de los conceptos Emilio Bernini vuelve sobre los textos del filósofo francés, proponiendo una lectura distinta a las habituales, que lo presentan como un pensador sistemático. Berni-ni, en cambio, plantea que, a través de sus textos, Rousseau despliega una metodología cuyo único rasgo recurrente consiste en la promoción de un cierto dinamismo conceptual por el cual resulta imposible fijar sentidos últimos o definitivos. Así, lo que caracterizaría su obra sería un cierto modo de pensar que no alude a un desarrollo lineal que atraviesa etapas ineludibles de consolidación, crecimiento y maduración. Se trataría de un despliegue a través del cual el método rousseauniano va definiéndose a medida que se escribe. Esto quiere decir que Rousseau no utiliza la escritura como forma de plasmar sus ideas filosóficas, sino que los conceptos que alojan sus textos son ideados en el proceso mismo de la escritura.

El autor se propone estudiar “los conceptos, su formación y sus variantes en la lógica interna de los textos en que se formulan” (p. 39), poniendo de manifiesto ante los ojos del lector la manera específica en que el dinamismo de los conceptos acontece a través de los textos del filósofo. Bernini va ilustrando el movimiento constante pero no uniforme que, según su hipótesis, caracteriza la obra de Rousseau. Para ello, realiza lecturas apegadas a la inmanencia de cada uno de los textos abordados, sin descuidar el análisis contextual de su producción ni el de la recepción que esos textos tuvieron, tanto en su época como en la actualidad.

El libro se organiza en siete capítulos agrupados en tres partes, antecedidos por una suerte de introducción llamada “La querella de las interpretaciones” en la que el autor delimita su lectura en relación a diversas interpretaciones del pensamiento de Rousseau. Luego del capítulo séptimo, se incluye a modo de posfacio la reflexión “El dinamismo de los conceptos: una búsqueda del yo y el pensamiento”, a cargo de Natalia Tacceta.

La primera parte se titula “Posiciones del discurso” y comprende los tres primeros capítulos del libro. El primero de ellos parte de la hipótesis de que el Discours sur les sciences et les arts combina modelos metodológicamente incompatibles, ya que, mientras su planteo se sitúa sobre la controversia estético-política de la querella entre los antiguos y los modernos, guarda una relación ines-cindible con la Razón del Estado de la monarquía francesa. Bernini continúa en el siguiente capítulo por confrontar dos tematizaciones rousseaunianas acerca del origen del lenguaje; una es la que tiene lugar en el Discours sur l'origine et le fondament de l'inégalité y la otra en el Essai sur l'origine des langues. Mediante la consideración de la posición discursiva rousseauniana en distintos contextos de enunciación -los cuales, sin embargo, tienen lugar prácticamente en el mismo momento-, se puede apreciar cómo los conceptos son tensados de manera que contribuyen a una elaboración teórica que reconoce las posiciones existentes en la época, al mismo tiempo que no se adecúa a ninguna de ellas. El último de los capítulos que integran la primera parte varía la metodología y ya no se dedica al estudio de un texto, sino al de un concepto, el de sentiment interieur, señalando cómo Rousseau reformula la noción de “sentimiento” de Malebran-che para fundar su propia concepción filosófica sobre una relación entre razón y sentimiento que no considera estos términos como opuestos entre sí, sino que pone al sentimiento como un medio de perfeccionamiento de la razón.

La sección que lleva por título “Estatutos de la ficción” se organiza en dos capítulos. El primero examina las ficciones rousseaunianas, orientándose por la idea de que las mismas no constituyen meras ilustraciones de lo conceptual, sino que Rousseau formula e incluso ajusta sus formulaciones filosóficas en la ficción misma. En este sentido, los textos literarios constituyen el espacio en que se despliega una concepción filosófica no sistemática. En el segundo capítulo de esta sección, al considerar la novela Julie ou la nouvelle Heloise o Émile et Sophie, Bernini señala que pueden leerse como tratados sobre las pasiones, los cuales, sin embargo, no adquieren en la obra de Rousseau un abordaje moralista, que supondría que la enunciación se sitúe con exterioridad respecto de la acción misma de las pasiones de los individuos. Tampoco se realiza una taxonomía de las pasiones, sino que son tratadas, por el contrario, como inestables, dinámicas y cambiantes. Las modificaciones no se siguen exclusivamente de la deliberación racional de los personajes involucrados, sino que las pasiones mismas devienen otras en la experiencia que los personajes tienen de ellas. En palabras del autor: “Aquello que se comunicaría en las cartas [...] no es tanto la subjetividad de los amantes como el sentimiento mismo que en el momento de escribir desborda al que escribe” (p. 242).

Bernini hace especial énfasis en el carácter de deliberación acerca de las pasiones que adquieren las ficciones rousseaunianas, señalando que a ellas subyace la idea de que la ficción, en su función pedagógica y liberadora, necesita educar al individuo en tanto tal y no únicamente en tanto ciudadano. La tematización de las pasiones no se da de manera exclusivamente teórica, sino que acontece a través de diversas estrategias como la autoficcionalidad en la escritura referida al yo, la deconstrucción que cada obra opera respecto de los conceptos esbozados en las anteriores y la comicidad del aspecto paradójico dado por la coexistencia entre concepto e intuición. De esta manera, Bernini sostiene que Rousseau busca ejercer mayor influencia en el lector mediante la estructura de las ficciones que a través de aquello que la ficción narra.

A lo largo de los dos capítulos de la tercera parte, titulada “Las transfiguraciones”, Bernini continúa la tematiza-ción de la relación entre sentimientos y razón planteada anteriormente. Examina las configuraciones que esta adquiere entre los escritos considerados filosóficos y otros más propiamente literarios. Mediante la noción de “sentimiento”, el filósofo se aleja de la tradición racionalista, de la cual su pensamiento indudablemente depende, pero también se desmarca de la tradición em-pirista-sensualista. Bernini indica que la elaboración rousseauniana acerca del sentimiento sucede principalmente en las llamadas “autobiografías” del autor y otros textos de carácter más literario que filosófico, demostrando, una vez más, que esos textos pierden su potencial si no son considerados como parte de su teoría.

En el primer capítulo de esta tercera sección, llamado “Los escritos de sí”, Bernini estudia la incursión de Rousseau en un género literario que no resulta especialmente cercano al discurso ilustrado. El autor enfatiza que, en el caso del filósofo francés, estos escritos denominados autobiográficos no son tales en el sentido moderno del término, sino más bien en tanto textos donde acontece una narración de sí, cercana a la tradición del tratado moralista. Pero, así como las pasiones de los personajes ficcionales se transformaban en el transcurso mismo de la escritura, Bernini sostiene que los escritos sobre sí involucran al sujeto de tal manera que es el mismo autor el que se reescribe y se reformula, dando lugar a lo que denomina “heterobiografía”.

El capítulo 7 es el segundo de esta sección. Allí el autor propone que en esa escritura heterobiográfica no son solamente los conceptos los que resultan modificados, sino también el propio lugar de enunciación. Argumenta que la manera en que estos textos constituyen un proceso no lineal de escritura de sí tiene que ver con los fines pragmáticos inicialmente perseguidos por el filósofo y la recepción adversa de Les Confessions. La dificultad para incidir con los textos en la situación coyuntural conduce a Rousseau a escribir nuevos textos que ponen a la narración de la propia vida en primer plano. En el último capítulo, Bernini reflexiona acerca del carácter transfigurador de los Dialogues y las Reveries, textos que -a diferencia de los anteriormente abordados- no se proponen objetivos productivos. En cambio, Bernini muestra que el tiempo en el que se ubican es el del presente, sin ninguna posible proyección, consiguiendo de esa forma tematizar la experiencia placentera de los sentidos. La transfiguración que estos escritos habilitan consiste, según Bernini, en una suerte de metamorfosis que se fundamenta en la materialidad de los sentidos.

Las lecturas tan atentas como arriesgadas de los textos abordados en El método Rousseau: un dinamismo de los conceptos, conducen a una actualización del pensamiento del filósofo francés que, además de demostrar su vigencia, revelan una riqueza hasta el momento inexplorada.

PAULA GARCÍA CHEREP 1

1 UNL UADER

Victoria Dahbar, Otras figuraciones: sobre la violencia y sus marcas temporales, Córdoba, Asentamiento Fernseh, 2021, xxx pp.

Tal como anuncia, Otras figuraciones: sobre la violencia y sus marcos temporales recoge algunas preguntas fundamentales acerca de la violencia y el tiempo desde una perspectiva que une al feminismo, la teoría queer, la filosofía política, el giro afectivo y los estudios culturales. A través de una introducción y ocho capítulos, el libro teje el nudo gordiano de una filosofía tan sofisticada como generosa, en la que Walter Benjamin, Judith Butler y Jesús Martín Barbero traban indisoluble relación. Es desde aquí que el libro propone otras figuraciones del tiempo, otras matrices que articulan subjetividad, marcos normativos y prácticas de resistencia. En esta trama, aparecen también los nombres de Norbert Elias y Paul Veyne tanto como los de Pedro Lemebel, Naty Menstrual y María Moreno, y con ellos, Otras figuraciones se convierte en un intento original de pensamiento no binario que, tomando prestada la premisa de Eve Sedgwick, se tensa entre la paranoia y la reparación.

El gran protagonista del libro es el tiempo, pero no como abstracción que descifrar, sino a fin de ver cómo sus figuraciones funcionan en unas condiciones situadas y en unas determinadas relaciones de producción. Así, anacronismo, imagen dialéctica, interrupción y temporalidad queer se piensan como marcos que profundizan el razonamiento sobre la constitución de la subjetividad por, en y fuera de la norma, entendiendo que una temporalidad ex-tática en este sentido va de la mano con una impugnación colectiva de los criterios que constriñen los cuerpos y las vidas.

Otras figuraciones dialoga con múltiples dispositivos de pensamiento con una solvencia abrumadora. Tal vez por su preocupación específica hace pie especialmente en el Libro de los Pasajes y su estructura infinita, lleno de recovecos por donde se filtra la potencia de la palabra, la imagen y la cita. Pero Dah-bar es como una “asaltante de caminos” que busca también en otros regímenes la referencia precisa y la alusión cuidada, para constituir un lugar justo como querían Benjamin y Karl Kraus.

Revisando una tradición de nombres ya clásicos, llega a una contemporaneidad filosófica feminista y desafiante, y su gesto filosófico y escritural derriba a martillazos la estrategia académica frecuente de no hacer lugar para los colegas contemporáneos. Por el contrario, en Otras figuraciones, aparecen voces imprescindibles del ámbito local. Y esto es posible por la intención autoral de desarmar un campo para que aparezcan los escorzos de otros nombres y otras ideas. Pensamientos que posibiliten las nuevas figuraciones que el libro propone y que, tal vez inspirándose en el gesto de la revolución, encuentra en la octava tesis sobre la historia de Benjamin la potencia revoltosa de una crítica de la violencia para el presente.

El objetivo de este trayecto exhibe la honestidad intelectual de su autora, pues se trata de estudiar y configurar un marco afectivo y epistémico para una crítica de la violencia normativa. En esta clave, Dahbar lee a Butler como heredera de la tradición crítica alemana y a Michel Foucault como una suerte de figura intermedial entre Butler y el maestro berlinés. A través de este cruce, profundiza sobre la materialidad de los cuerpos y el modo en que sobre ellos descansa la violencia que constriñe y cercena a través de una marcación precisa y condicionada. De ahí la idea de imaginar marcos interpretativos que permitan, precisamente, una de-marcación, un reencuadre del marco y un salirse de la marca.

A lo largo de sus ocho capítulos, el libro de Dahbar piensa el modo en que se enmarca lo humano. Esto es, la forma en que el cuerpo, la dimensión afectiva y el deseo se combinan para arrojar una subjetividad. Valiéndose, entonces, del tejido entre Benjamin y Butler, propone una crítica de la violencia normativa sobre los cuerpos, encontrando en la cultura y sus producciones y epifenómenos el lugar propicio para desanudar el mensaje deshumanizador. “La violencia es posible porque está enmarcada” (p. 75), dice Dahbar explicitando el lugar exacto en que ambos pensamientos se juntan. Para Butler, la crítica de la violencia es una investigación sobre sus condiciones de emergencia, pero también una pregunta por el modo en que la violencia se inscribe en nuestras interpelaciones. Para Benjamin, la crítica de la violencia es una filosofía de la historia que permite pensar la forma en que nos ajustamos a las normatividades que explican nuestras consideraciones, por ejemplo, sobre el racismo y la monstruosidad.

Partiendo de esas voces centrales, que triangulan caritativamente con el pensamiento de Jesús Martín Barbero y sus estudios sobre las mediaciones, la autora retoma la crítica benjaminiana al progreso, pues desmontar la noción de progreso, tal como Butler también propone, implica una conciencia específica de los presupuestos temporales y espaciales de algunos optimismos políticos que son estructuralmente racistas y que se esfuerzan por determinar qué temporalidades son adecuadas del mismo modo que discriminan entre unas humanidades y otras, entre unas subjetividades vivibles y otras irremediablemente precarias.

Otras figuraciones quiere, entonces, atender saludablemente a las temporalidades diferentes y supone que la crítica a la noción de tiempo secular permitiría tomarse en serio los fracasos del pasado, las frustraciones y ausencias, para permitir otra experiencia temporal. Ya no del tiempo de la modernidad, el capitalismo, el nacimiento de la biopolítica o el reloj, sino de una temporalidad cuya inteligibilidad esté fuera de este esquema por la dispersión de sus marcas.

En una primera parte, Dahbar propone, así, una crítica al tiempo como marco de inteligibilidad de lo humano para, en una segunda parte, formular figuraciones temporales que pongan en evidencia las tensiones con las que se mide la subjetividad contemporánea. Esta se lee como marco normativo que recuerda al tiempo homogéneo, violento y vacío de Benjamin, para especular con una temporalidad de plenitud y ahoras múltiples, que sea el cerco para la violencia normativa como intento de neutralizar sus efectos. Para ello, el libro recupera para la historia el principio del montaje de Benjamin, a fin de re-enmarcar el tiempo y para que aparezcan nuevos horizontes. Es, precisamente, la tarea crítica de Otras figuraciones: indagar sobre otras prácticas del tiempo en tanto constituyen fisuras en lo inimaginable. De este modo, anacronismo, interrupción, imagen dialéctica y temporalidad queer se enlistan en una cartografía de figuraciones con potencia crítica.

Mientras combate las teleologías conocidas, Dahbar reseña el modo en que el pensamiento de Georges Di-di-Huberman y Benjamin permiten abordar la memoria como un receptáculo problemático del tiempo. La imaginan como captura saludable de la heterogeneidad y la pluralidad, mientras nunca dejan de lado cierta tensión cuando se abandona el modelo de la continuidad en la medida en que implica aceptar la disputa y la variabilidad. Entender esto conlleva aceptar el desplazamiento de la asunción objetiva de los hechos de la historia a una racionalidad de la temporalidad como memoria.

La interrupción permite conjeturar un ritmo que se escande por la discontinuidad y el interrumpir como una pasión útil. En este mapa, la crítica es una práctica virtuosa que lanza a una contingencia que se desvela como promesa o amenaza, pero también puede ser distanciamiento revolucionario. La imagen dialéctica, en esta dirección, será una figuración del tiempo que permita pensar la relación específica entre un despertar que no es del sueño, sino que se abre desde la suspensión y en la asunción de la imagen como centro de la vida histórica. La imagen es aquí el instrumento para ir contra la iconoclasia de lo estable y propiciar un intervalo que discontinúe la normatividad y sus vigilancias concomitantes. Contra este modo de lo necesario, se levanta la temporalidad queer que pretende desestabilizar cristalizaciones para pensar la relación con las genealogías individuales y comunitarias. Aquí el giro temporal y Carolyn Dinshaw adquieren un protagonismo mientras la sofisticación de Mariela Solana se convierte en un pivote a partir del cual Dahbar piensa las políticas de la historia en los estudios queer. Junto a estas nociones, la crono-normatividad de Elizabeth Freeman, las narrativas del fracaso de Jack Halbers-tam y Heather Love o la felicidad como promesa -siempre incumplida- de Sara Ahmed funcionan como molduras a través de las cuales desmenuzar el tiempo (re)productivo.

Como el historiador benjaminiano que juega con jirones del tiempo, Dah-bar organiza un plano afectivo y político del pensamiento de la temporalidad asumiendo un lugar situado y abundando en ideas necesarias para abordar la subjetividad, la comunidad y la otredad en términos generales. Entendiendo que esa otredad es, sobre todo, otro tiempo y otro ritmo, otra escansión y otra interrupción en el devenir al que obliga la razón neoliberal contemporánea. Aquí es justamente donde filosofía y política convergen; aquí es donde Otras figuraciones sobresale y se vuelve imprescindible.

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