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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.18 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2020

 

Entrevista

LA ZARANDA DE IDEAS: 15 AÑOS ENTRE PAPELES Y CUCHARINES. ENTREVISTA AL DR. CATRIEL GRECO

Daniela S. Cañete Mastrángelo1  * 

Carolina Prieto2 

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. 3 de Febrero 1378 (1426), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: danielasol.cm@gmail.com

2Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 225 (1002), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: prietocarolina31@yahoo.com.ar

La Zaranda de Ideas, nuestra revista, es una publicación periódica que nació del entusiasmo de un grupo de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) hace 15 años. Durante todo ese tiempo se han publicado una gran cantidad de trabajos de estudiantes y jóvenes investigadores, no sólo de la Argentina sino también de diversas partes del mundo de habla hispana. Con motivo del 15o aniversario de la Zaranda de Ideas entrevistamos al Dr. Catriel Greco, quien fue parte del grupo fundador, para que nos cuente más sobre cómo se gestó este gran proyecto y cuál es su experiencia actual como lector de la revista.

Entrevista

¿Cómo fue la decisión de crear La Zaranda?

La idea comenzó a delinearse en el año 2003 entre un grupo de estudiantes de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA. Al principio pensábamos en una revista más sobre la vida estudiantil, pero también sabíamos que para progresar en nuestra carrera como investigadores era necesario hacer publicaciones académicas en revistas reconocidas y que en general había muy poco espacio para artículos escritos por estudiantes de grado. Un antecedente que conocíamos era la revista Palimpsesto, también de jóvenes de la UBA, pero que ya hacía varios años que se había suspendido. Los años anteriores venían siendo muy malos económicamente para el país en general, y muchas revistas tradicionales estaban suspendidas o tenían demora de hasta tres años en sus publicaciones, una espera que no era posible para estudiantes que necesitaban demostrar su trabajo. Un punto muy importante en la discusión inicial fue si sacar La Zaranda de modo digital o en papel. Por esos años las publicaciones digitales no tenían la relevancia que hoy tienen, es más, en cierto modo eran consideradas como de inferior calidad o por lo menos generaban dudas. Por ello decidimos que tenía que ser una revista en papel, aunque implicara mucho dinero y aunque poco tiempo después nos diéramos cuenta de los beneficios de lo digital y comenzáramos también con una página web.

Lo primero que hicimos como grupo fue organizar dos fiestas en la Casona Cultural Humahuaca de Almagro, la idea era comenzar a juntar dinero para la impresión pero no funcionó tanto como nos imaginábamos; eso sí, nos divertimos muchísimo haciéndolas y también nos sirvió para consolidarnos como equipo y dar a conocer el proyecto de La Zaranda.

¿Cómo juntaron el conocimiento necesario para dar los primeros pasos?

Comenzamos analizando una buena cantidad de revistas de arqueología a nivel regional, estudiamos sus normas editoriales, la diagramación, toda la información que incluían junto con los artículos, el tiempo que demoraban entre evaluar e imprimir, sus convocatorias a publicar, etcétera. Ahí ya nos dimos cuenta de que había muchos detalles para tener en cuenta y de que queríamos que La Zaranda estuviera al nivel de las mejores, las que mantenían un estándar de calidad, con evaluación de pares y una frecuencia regular de por lo menos una vez al año. También entendimos que era importante cumplir con criterios internacionales de calidad y visibilidad y así formar parte de Latindex fue el primer objetivo, ya que se trataba de una certificación de que se cumplen aquellos criterios y permitía posteriormente postularse para otros índices y repositorios. Nos reunimos varias veces con Ana María Flores del CAICYT-CONICET quien nos asesoró muchísimo en esa temática y nos ayudó a entender punto por punto lo que había que hacer. Así, desde el primer número ya cumplíamos todos los requisitos necesarios de inclusión, salvo la antigüedad mínima... También trabajamos mucho para crear unas normas editoriales bien detalladas, tomamos como base las de otras revistas importantes, pero las adaptamos y agregamos muchos ejemplos para que sirviera de referencia.

Pusimos mucho empeño también en la parte de diagramación y diseño, aprendimos a hacer todo por nosotros mismos, tanto la corrección de estilo como el diseño gráfico en general. Además, con la ayuda de la madre de Julia Olub que es diseñadora, imprimimos los originales que luego la imprenta replicó.

¿Tuvieron ayuda de profesores/directores/as o personas con mayor experiencia en el tema?

Inmediatamente conformamos un comité académico consultivo, la mayoría fueron nuestros directores o profesores más allegados. Su aval fue muy importante para presentarnos públicamente y todos opinaron y aconsejaron para la formulación inicial del proyecto. También recibimos mucho apoyo y asesoramiento de la Sociedad Argentina de Antropología (SAA), especialmente de Mercedes Podestá, María Isabel González y Magdalena Frère, quienes estaban en la comisión directiva y además tenían mucha experiencia editorial con la revista Relaciones, así que nos dieron una buena mano con la difusión y la gestión de trámites como la propiedad intelectual o el registro de ISSN, para comenzar.

¿Cómo fue la experiencia de anunciar y publicar el primer número?, ¿Cómo recibió la comunidad académica la producción de estudiantes y jóvenes investigadores?

Luego de que las fiestas no funcionaran como financiamiento, preferimos buscarlo más bien en el ámbito académico ofreciendo seminarios de formación en temas novedosos de arqueología, pero además fueron una gran publicidad para la revista desde casi un año antes de que saliera el primer número. Comenzó Ramiro Barberena en noviembre de 2004 con un curso sobre isótopos estables en arqueología y fue un éxito. Se hizo en un aula del Museo Etnográfico y hubo mucha participación, incluso gente que viajó de otras ciudades. Luego siguieron Sonia Lanzelotti, Leandro Luna, Álvaro Martel, Gabriel López y Matías Medina, todos son hoy investigadores muy reconocidos que en ese momento estaban haciendo sus doctorados y lo hicieron para colaborar con el proyecto. Cobrábamos una inscripción mínima y tuvieron siempre mucha participación. Bueno, esos serían los del primer año, porque luego continuó la cooperación de colegas de distintas universidades y la tradición de organizar seminarios pasó a ser parte inseparable de la revista.

Por otro lado, al poco tiempo de conformar un comité asesor de profesores, solicitamos auspicios a la mayoría de los institutos y facultades de otras universidades en donde se dictaba la carrera de arqueología, mandamos cartas para todos lados y los dos primeros avales que recibimos fueron del Museo Etnográfico y de la Sección Arqueología del ICA, (hoy Instituto de Arqueología), ambos de la UBA1. Con esto el proyecto ya tenía forma y en mayo/junio de 2004 lanzamos por mail la primera convocatoria para publicar y pronto ya teníamos los primeros trabajos. Y también seguimos recibiendo avales de las universidades de Jujuy, Tucumán, Salta, Rosario, La Plata, la AAPRA2 y la Secretaría de Cultura de la Nación a través del INAPL3.

Otro punto importante fue el IX Congreso Nacional de Estudiantes de Arqueología en Córdoba en septiembre de 2005, donde presentamos el proyecto y participamos de un foro de debate sobre publicaciones (que fuera luego publicado en el número 2) y además de intercambiar ideas con estudiantes de otras universidades, generamos una red para la distribución de la revista en otras provincias. Con todo esto logramos una fuerte presencia en la

comunidad académica y el primer número se presentó el 21 de octubre de 2005 en el Museo Etnográfico, con muchísimo público y un brindis espectacular en el patio organizado por la SAA, en donde aprovechamos a vender casi toda la tirada.

¿Qué podés decirnos del proceso de crecimiento de la revista?

Ya para los números 2 y 3 comenzamos a recibir mayor cantidad de artículos y era un trabajo cada vez más fuerte, porque normalmente hacíamos una revisión que implicaba la corrección por parte de los autores antes de que lo enviráramos a evaluar, es decir que se nos hacía bastante largo el proceso. Eso también nos llevó a reajustar la dinámica de organización del grupo, aunque consensuábamos todas las decisiones comenzamos a diferenciar responsabilidades para cada integrante del comité y a generar coordinadores para temas específicos como los cursos o las indexaciones.

En cuanto al financiamiento, seguimos buscando opciones autogestionadas y para el numero 3 ganamos dos subsidios, uno del Fondo Nacional de las Artes y otro del Fondo Metropolitano para las Artes y las Ciencias de la Ciudad de Buenos Aires. En ambos nos presentamos como grupo y fue un gran alivio porque los costos eran realmente altos y con eso teníamos garantizados casi dos números.

En cuanto a los índices y repositorios, para la mayoría hacía falta contar con al menos tres números publicados así que durante los primeros años fuimos averiguando y mejorando detalles como para que La Zaranda estuviera incluida en el futuro, aunque la tarea de postulación y seguimiento estuvo a cargo más bien de los editores que nos sucedieron que obtuvieron grandes logros como entrar al Núcleo Básico de Revistas Científicas, SciELO y Scopus.

¿Por qué decidieron que el comité editorial sea rotativo?

Este no es un punto que hubiéramos contemplado desde el principio, pero se fue gestando de a poco la idea. Ya el segundo o tercer año hubo quienes decidieron no continuar y empezamos a integrar progresivamente a otra gente que pudiera tener unos años más por delante como estudiantes y con voluntad de tomar la posta, pensando en que, si la revista era de estudiantes y egresados recientes, una vez que ya no estuviéramos más en esa categoría nos retiraríamos. Fue así como el número 4 fue el último en donde participamos integrantes del grupo fundador, pero nos fuimos con muchísima satisfacción de que estaba todo encaminado. Además, para esa altura ya nos habíamos hecho amigos de los nuevos y eso fue algo muy importante en la dinámica del grupo. Finalmente las reuniones de comité editorial eran al mismo tiempo reuniones sociales, solían ser los viernes o los sábados y podíamos pasarnos muchas horas corrigiendo en detalle textos y bibliografía, pero nos divertíamos y terminábamos siempre con empanadas y vino.

Como lector, ¿Qué pensás de los 15 años de La Zaranda?

Luego de 15 años me alegra que se hayan mantenido buena parte de los criterios y tradiciones originales, pero sobre todo es admirable que La Zaranda haya continuado innovando y mejorando hasta posicionarse incluso a nivel internacional, con una gran cantidad de índices y repositorios que la incluyen y la sostenida continuidad. Hoy la revista es sin duda una de las principales del país y un trabajo publicado aquí otorga a estudiantes y egresados recientes el máximo puntaje en todos los organismos de evaluación. Además de lograr eso para los autores, La Zaranda es una creación colectiva de 62 editores hasta el presente, quienes seguramente pudieron aprovechar la experiencia para fortalecer su carrera académica y hacerse de buenos amigos.

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Recibido: 15 de Diciembre de 2020; Aprobado: 16 de Diciembre de 2020

*Autor por correspondencia: Daniela S. Cañete Mastrángelo, e-mail: danielasol.cm@gmail.com

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