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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.39 no.2 Mendoza dic. 2022  Epub 30-Jul-2023

 

Textos

Aportes para una historia de la Biblioteca Pública “General San Martín”

Contributions for a history of the Public Library "General San Martín"

1Instituto de Filosofía Argentina y Americana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo / INCIHUSA-CONICET. Mendoza, Argentina. ramaglia@mendoza-conicet.gob.ar

Al haber alcanzado los doscientos años de existencia, bien vale la pena realizar un recorrido histórico de la principal biblioteca pública mendocina, denominada “General San Martín”. Tanto los artículos del dossier que corresponde a este volumen como los textos que se incluyen a continuación tratan de cumplir con esa finalidad, que seguramente puede ser completada con otros estudios que se han realizado o se realizarán sobre esta institución. El primero de los textos está firmado por Vicente Fino, que es el prólogo al catálogo realizado en 1908 cuando era su director. El segundo se trata de un trabajo elaborado en 1972 por el filósofo e historiador Arturo Andrés Roig, cuando se conmemora el sesquicentenario de esta institución, pronunciado como conferencia en esa ocasión. En especial vamos a referirnos a esos dos documentos que se incluyen en esta presentación, que responden a momentos históricos diferentes y, a la vez, nos ofrecen información sobre distintos aspectos de la existencia de nuestra biblioteca pública provincial.

La relevancia del catálogo bibliográfico de 1908

El escrito de Vicente Fino, fechado en noviembre de 1908, nos da una idea de la situación de la biblioteca a comienzos del siglo pasado. En el mismo se traza un panorama sobre lo acontecido hacia mediados del siglo XIX, en que esta institución atravesaría momentos críticos, como la falta de un edificio adecuado para su instalación definitiva, que llevaría a tener varias mudanzas con las consecuentes perdidas de material bibliográfico, hecho que se agravó con la destrucción y desmembramiento de parte de sus colecciones de libros a partir del terremoto que asoló la ciudad de Mendoza en 1861. De los pocos datos estadísticos que se poseían respecto de su existencia anterior a la publicación de este catálogo bibliográfico, nos informa Fino que en 1904 se constataba la existencia de 4.812 volúmenes y en 1918 pasaron a ser 9.235, incluyendo un incremento considerable del público lector que los consultaba.

Por otra parte, se consigna erróneamente que la biblioteca pública fue fundada en 1814, lo cual estudios históricos posteriores han demostrado que en realidad se inauguró el 9 de julio de 1822, tal como lo documenta Roig en el texto que comentaremos a continuación. En relación con la etapa previa a su dirección, Fino proporciona un cuadro de uno de los renacimientos que tuvo esta institución, cuando afirma:

El 24 de Mayo de 1871, siendo gobernador de la Provincia el progresista ciudadano don Arístides Villanueva, y bajo los auspicios de la sociedad «Amigos de la Instrucción Popular» de la que era digno presidente el señor Franklin Villanueva, tuvo lugar en los salones de la Superintendencia de Escuelas la inauguración de la nueva biblioteca pública, que se denominó San Martin, y á la que sirvieron de base los volúmenes salvados de la biblioteca de 1814. Por aquella época y bajo la presidencia de don Domingo F. Sarmiento, la República Argentina entraba de lleno en una vida de prosperidad intelectual. Bajo el impulso de la Comisión Protectora de las Bibliotecas Populares, éstas surgieron como por encanto y se multiplicaron en todo el país (Catálogo, p. VIII).

Junto con el prólogo que reproducimos, se añade el enlace al sitio: “Documentos de la Biblioteca Pública General San Martín”, situado en el Repositorio Institucional del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CCT-CONICET Mendoza), donde se encuentra alojado el catálogo completo para su consulta1. La catalogación realizada en 1908 constituye una de las más antiguas y completas de que se dispone, por lo que la información que contiene es sumamente útil para darnos una idea de los títulos con que contaba en esa época, incluidas algunas piezas que conformaron lo que se conoce como sus “joyas bibliográficas”.

Sin entrar en una serie de detalles respecto a los libros que se mencionan en el catálogo, tarea difícil de realizar en pocas páginas y que los lectores interesados pueden consultar directamente, cabe destacar algunos datos relevantes. Entre las informaciones que se ofrecen se encuentra una serie de tablas estadísticas que dan cuenta de las materias que tratan los volúmenes existentes, lo cual se divide en secciones en las que se consigna la cantidad de ejemplares de cada una de ellas. De este modo, por ejemplo, se hace referencia a las siguientes secciones: Filosofía (139); Sociología y Política (253); Legislación y Jurisprudencia (580); Educación (651); Religión y Teología (319); Publicaciones Oficiales (1515); Historia -subdividida en General (425) y Americana (443)-; Geografía (154); Viajes (165); Diarios, Periódicos, Revistas (269); Diccionarios y Enciclopedias (283); Literatura (410) -subdividida a su vez en Poesías (250), Teatro (90), Novelas y Cuentos (809)-; Matemáticas (136); Ciencias Naturales (275); Física y Química (177); Medicina e Higiene (172); Agricultura y Arboricultura (293); Vitivinicultura (55); Ganadería (67); Artes y Oficios (225); Industrias y Comercio (227); y, por último, un Suplemento con obras varias (853).

En cuanto a la antigüedad, se clasifican las obras de acuerdo al siguiente criterio: de 1850 a 1908 (7492); de 1800 a 1850 (1016); siglo XVIII (575); siglo XVII (127); siglo XVI (25). Es notorio el incremento de ejemplares desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el momento de elaboración del catálogo, lo cual puede comprobarse consultando el valioso material bibliográfico correspondiente a ese período. Con respecto a los idiomas de las publicaciones se menciona: castellano (7151); francés (1298); inglés (359); latín (234); alemán (117); italiano (70); portugués (6). Como es lógico, la mayor parte de la bibliografía corresponde a la lengua española, con textos editados en el país, pero también con numerosas obras procedentes de editoriales españolas, principalmente de Madrid y Barcelona, así como otras en ese mismo idioma editadas en París. Con respecto a la cantidad de títulos en francés también resulta evidente que esta era considerada la lengua culta por antonomasia durante los siglos XVIII y XIX, hecho que se explica, además, a partir de la adquisición de obras que conformaron el fondo bibliográfico inicial, entre ellas la colección de la Enciclopedia francesa.

En síntesis, el catálogo bibliográfico de 1908 contiene información relevante para conocer los materiales existentes entonces, descontando la mención que se hizo anteriormente acerca de la sucesión de dificultades que produjo bajas sensibles en la conservación de sus volúmenes a lo largo del siglo XIX. No obstante, resulta notable la calidad y cantidad de obras valiosas para el estudio de distintas disciplinas, especialmente las humanísticas, que formaron el corpus principal que atesoraba la biblioteca, incluyendo también un repertorio amplio de periódicos que conformaron su hemeroteca, que contenía especialmente una serie de diarios locales que se han conservado hasta el presente.

Esbozo histórico de la Biblioteca Pública “Gral. San Martín” según Arturo Andrés Roig

Con respecto al texto de Arturo Roig, que se ha reproducido a partir de su reedición de 2009, se pronuncia como conferencia originalmente el 8 de julio de 1972, dictada dentro de un ciclo dedicado a la conmemoración del sesquicentenario de la biblioteca pública provincial2. En el mismo se traza un panorama histórico de la institución y sus posibles proyecciones, que requiere ser complementado con otros estudios en que este autor se ocupa de relevar aspectos de importancia en la historia de la Biblioteca Pública “General San Martín”, en especial se destaca otro escrito titulado: Los orígenes de la “Biblioteca Pública Gral. San Martín”, que tiene una primera edición en 1966 y luego una segunda en una versión ampliada de 19703.

A partir de la importancia que le confiere Roig a nuestra biblioteca pública es posible conjeturar que varias de sus investigaciones y publicaciones realizadas en los años sesenta y parte de los setenta tuvieron un soporte bibliográfico en la frecuentación de los anaqueles de la misma. Si bien puede acotarse, según los numerosos escritos que él lleva a cabo en esos años, que los libros y periódicos consultados en la biblioteca pública no consisten en las únicas fuentes utilizadas, pero sí se encuentran incluidos en buena parte de la bibliografía que figura en sus trabajos dedicados a la historia cultural mendocina, a las corrientes de pensamiento y figuras intelectuales destacadas de nuestra provincia, a la historia del krausismo argentino y del espiritualismo decimonónico, a los estudios acerca de la literatura y el periodismo en Mendoza a partir de su reconstrucción en los diarios El Debate y Los Andes, entre otros aspectos que pueden apreciarse en su producción intelectual de esa etapa.

El texto de Arturo Roig nos ofrece un cuadro histórico de los distintos momentos que atraviesa la Biblioteca Pública “General San Martín desde sus comienzos hasta el cumplimiento de sus ciento cincuenta años. Según se refiere, este tipo de institución pública era un anhelo que ya se expresaba en la sociedad mendocina desde el siglo XVIII y se concretó en el marco de la independencia nacional; precisamente se inauguró el 9 de julio de 1822, tal como se constata a partir de la noticia aparecida en el periódico local El Verdadero Amigo del País. A partir de la información que proporciona ese mismo diario se mencionan los ciudadanos que intervinieron en su creación, nucleados en torno a la “Sociedad Biblioteca Mendocina”, que fueron sus primeros suscriptores y donaron incluso libros propios para conformar su fondo inicial. Entre estas donaciones sobresale la realizada por José de San Martín, quien se encontraba en ese momento en Lima luego de realizada su campaña militar y antes sostuvo la necesidad de crear una biblioteca pública cuando fue gobernador de Mendoza, al igual que promovió las fundaciones de las bibliotecas de Santiago de Chile y la de Lima. Especialmente destaca Roig el papel de esta asociación, que se correspondía con otras similares que se habían propagado en el ámbito hispanoamericano bajo los ideales de la ilustración4.

De este período fundacional -denominado “etapa organizativa”- se destaca, entre el conjunto de actores intelectuales y políticos que contribuyeron a su creación, la figura de Agustín Delgado, que de hecho puede considerarse su primer director. De él se traza un perfil biográfico de su actuación política y cultural, además de reconocer su intervención en el impulso que recibió la biblioteca en sus inicios, además de su empeño en conseguir la Enciclopedia francesa ya a finales de ese año de 1822. Acerca de la misión que cumplió Delgado, y en general del grupo de ciudadanos que participaron en la fundación de esta institución pública, afirma Roig (2009):

Hombres como este fueron los que dieron el nivel a la nueva institución. No vieron en la Biblioteca una oficina más, o un organismo con cargos disponibles para satisfacer los compromisos de los grupos políticos que llegan al poder sin sentido de la misión social que cumple toda biblioteca pública. Indudablemente no y la prueba está evidentemente en estas vidas que eran altas vocaciones, aún con los límites inevitables que ponen siempre los hombres las pasiones políticas y los sentimientos de clase (p. 359).

Durante el siglo XIX se describen nuevos intentos de organización, que se alternaron con diferentes vicisitudes experimentadas por la biblioteca pública provincial. En especial, se menciona la continuidad de las tareas de reorganización a partir de la acción del gobernador Luis Molina y la creación en 1852 de la asociación denominada “Amigos de la Ilustración”, de la que fue secretario Damián Hudson y que daría un nuevo impulso a la biblioteca bajo la dirección de Franklin Villanueva. Interrumpida esta renovación por las circunstancias que se vivieron con el terremoto de 1861, se retomó la iniciativa de su restauración en 1871 bajo el gobierno de Arístides Villanueva, constituyendo la “Sociedad de Amigos de la Instrucción Popular” que fue presidida por el mismo Franklin Villanueva. A partir de este renovado interés por la institución se llevó a cabo la catalogación de los materiales existentes y se asignó una partida presupuestaria para su reconstrucción, que originalmente estaba destinada a levantar una estatua al General San Martín. A esta tarea de fomento de la biblioteca se añadió la creación de una comisión en 1880, en cuya generación estuvo involucrado Domingo F. Sarmiento cuando se encontraba de paso por Mendoza. Los integrantes de esta comisión y los distintos bibliotecarios y colaboradores voluntarios que participaron en las actividades de reorganización hasta finales del siglo XIX son mencionados detalladamente en el texto.

El relato histórico prosigue con la trayectoria seguida por la biblioteca en el siglo XX, en que se remarcan una serie de acontecimientos que dieron impulso al desarrollo de esta institución. Uno de ellos fue la dirección ejercida por Vicente Fino, quien se ocupó de adecuar un salón de la Escuela “Arístides Villanueva”, que se ubicaba en las calles Rivadavia y 9 de Julio, para el funcionamiento de la biblioteca, en el cual -según nos recuerda Roig- se leyó el acta de fundación de la Universidad Nacional de Cuyo, acto que él presenció siendo estudiante secundario. Asimismo, Fino se encargó de enriquecer sus fondos bibliográficos y de elaborar el catálogo al que nos hemos referido anteriormente, del que dice Roig (2009): “(…) su hasta ahora más valioso e importante catálogo, pieza buscada de bibliófilos y bibliógrafos (p. 362). A la dirección de Fino le siguieron las de Santiago Ferro, Juan José Minuzzi, Simón Semorille y Luis Tomba. Luego continuó Alberto Castro, quien escribió artículos sobre la historia de la biblioteca, y a este lo reemplazó la conocida educadora Florencia Fossatti, “quien ya años antes se había ocupado intensamente en la creación y organización de bibliotecas públicas anexas a las escuelas primarias, dentro de los planes de educación popular de la Dirección General de Escuelas” (Roig, 2009, p. 363). Posteriormente dos escritores se harán cargo sucesivamente de la dirección: Serafín Ortega, quien organizó la primera biblioteca de autores mendocinos y realizó la primera Exposición del Libro en 1934, y Fernando Horacio Puebla, a partir de 1944. En este último lapso se sucedieron distintas mudanzas que tuvo la biblioteca a locales que eran inadecuados para su instalación.

En tal sentido, otro hecho destacado es la construcción de un edificio propio para que contuviera sus colecciones y se desarrollaran las tareas de la biblioteca. Las gestiones mediante sucesivos proyectos legislativos que se presentaron ya en 1927 y se extendieron por varios años, va a dar por resultado la concreción de este anhelado espacio propio bajo la gestión de Fernando Puebla, con el apoyo de dirigentes políticos e intelectuales de entonces que impulsaron esta iniciativa. El edificio de la biblioteca se inauguró en 1955, conjuntamente con el museo dedicado al libertador, emplazado en un terreno que había sido propiedad de José de San Martín, ubicado en la calle que lleva su nombre sobre la antigua Alameda, el cual es su domicilio hasta la actualidad. A partir de 1955, y hasta el momento en que se escribe este texto, se sucedieron en la dirección de la biblioteca: Bernardo Larraya, Aldo Testasecca Edgardo Suárez, Alberto Rodríguez (h), Enrique Zuleta Manuela Mur, Esther Bárbara de Bitar, Graciela Gómez Silva de Maure y María Aranalde, de quienes se destacan distintas iniciativas acerca del funcionamiento de la biblioteca y sus tareas de extensión. Igualmente Roig reconoce en esas actividades la participación de numerosos funcionarios y empleados que colaboraron con la institución, mencionando a un conjunto de los mismos en su discurso.

Un último aspecto significativo destacado por Roig se vincula con la actualización de las funciones de la biblioteca referidas a la especialización en bibliotecología, que constituyó todo un movimiento de renovación. En nuestra provincia tuvo su punto de arranque en 1960, precisamente en el marco de la Universidad Nacional de Cuyo y la necesidad que existió entonces de organizar las bibliotecas universitarias, para lo cual se entendió que no que no podía hacerse al margen de otras bibliotecas provinciales, como era la importante Biblioteca “General San Martín”. En este último sitio, durante ese año de 1960, se llevaron a cabo las Primeras Jornadas Bibliotecarias de Cuyo y se desarrolló luego el Primer Curso de Bibliotecología organizado por la Universidad Nacional de Cuyo, en que se formaron numerosos bibliotecarios. Paralelamente se implementó la separación de la Biblioteca Pública “General San Martín” respecto de su dependencia de la Dirección de Cultura, lo cual le confiere autarquía y autonomía, aun perteneciendo ambos organismos a un mismo ministerio provincial.

A continuación se agrega una afirmación, que bien puede aplicarse como correctivo a algunas de las sucesivas políticas erráticas que ha experimentado la biblioteca pública provincial a lo largo de su historia, tal como lo expresa Roig (2009):

Una de ellas tiene que ver con una cierta práctica crónica que afecta a casi todos los organismos provinciales de gobierno y que acarrea una serie de consecuencias ciertamente lamentables. Nos referimos a la inestabilidad estructural de aquellos organismos, sometidos periódicamente a cambios dentro de los organigramas de gobierno, que impiden una tarea continuada, que interrumpen labores e iniciativas y que hacen ineficaces muchas veces largos años de paciente trabajo. Las instituciones necesitan y exigen una estabilidad, como necesitan y exigen una independencia que les favorezca en el desarrollo que les es específico (p. 368).

Al final del texto Roig (2009) remarca la misión del bibliotecario, que no debe confundirse solo con la de un técnico, sino se entiende como “una labor humanística al servicio del pueblo” (p. 369). Asimismo, reafirma la misión de servicio social que cumplen las bibliotecas en general y la “General San Martín” en particular, de la cual dice que su historia, con sus distintas circunstancias menos o más favorables, es la de la misma población a la que sirve esa institución.

Seguramente son sumamente valiosos los señalamientos realizados por Arturo Roig respecto a la trayectoria histórica y el “destino” de la Biblioteca Pública “General San Martín” en este y otro de sus escritos, así como han contribuido otros autores que se han referido a la misma5. De lo expuesto, puede concluirse que queda todavía abierta la tarea de reconstruir la historia de esa institución; historia que corre paralela con las alternativas que ha experimentado nuestra sociedad, especialmente la de estos últimos cincuenta años que queda por elaborar en detalle, en que se han sucedido distintas administraciones y políticas en torno a la gestión cultural provincial y de la biblioteca en particular. Igualmente en la actualidad se presentan nuevas posibilidades y desafíos con los cambios tecnológicos ocurridos en relación con la informática, que han impactado con la interacción en redes de información y conocimientos a través del uso de internet, la confección y proliferación de bases de datos, la digitalización de archivos y documentos, así como otras innovaciones que requieren el manejo adecuado de esas nuevas herramientas tecnológicas para aprovechar sus ventajas e implementarlas en el mejoramiento de los servicios que debe ofrecer toda biblioteca. Sin duda, se ha abierto en el último tiempo todo un horizonte nuevo para el acceso a los saberes, incluido el que contienen los libros, los cuales, a pesar de algunos pronósticos que hablan de su reemplazo por lo digital, no dejan de tener su función como instrumento necesario en la generación y transmisión de conocimientos, principalmente en el campo de las disciplinas humanas y sociales.

Referencias bibliográficas

Acordinaro, Norma (2006). La Biblioteca San Martín y su relación con la imprenta y el periodismo. Mendoza: Talleres Gráficos de Mendoza. [ Links ]

Catálogo de la Biblioteca Pública General San Martín (1908 ). (Prólogo de Vicente Fino). Mendoza: Tip. El Debate. [ Links ]

Roig, Arturo Andrés (1970). Los orígenes de la “Biblioteca Pública Gral. San Martín”. Acompañado de un apéndice bibliográfico-documental y de un catálogo de los volúmenes existentes de la Enciclopedia Francesa comprada por la Biblioteca “Gral. San Martín” en 1822. (Segunda edición). Mendoza: Biblioteca Pública “General San Martín”. [ Links ]

Roig, Arturo Andrés (1973). Los orígenes y el destino de la Biblioteca Pública “Gral. San Martin”. Cuaderno de Cultura. Mendoza: Subsecretaría de Cultura de la Provincia, (1), 11-26. [ Links ]

Roig, Arturo Andrés (2001-2002). Los “Amigos del País” de Mendoza. Su ubicación dentro del ámbito cultural hispanoamericano. Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, (18-19), 183-194. [ Links ]

Roig, Arturo Andrés (2009). Sesquicentenario de la Biblioteca “Gral. San Martín” (1972). En A. A. Roig, Mendoza en sus letras y sus ideas. Segunda parte (pp. 353-369). Mendoza: Ediciones Culturales de Mendoza. [ Links ]

Roig, Elisabeth (2022). Empecinado filósofo de la esperanza: biobibliografía anotada de Arturo Andrés Roig. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Disponible en: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?campo=autor&t exto=&id_libro=2743Links ]

1 El enlace del sitio donde se encuentra el catálogo es el siguiente: http://incihusa.mendoza-conicet.gob.ar/jspui/handle/9999/1012

2Tal como Arturo Roig aclara en una nota a pie de página, el texto fue publicado originalmente en 1973 bajo el siguiente título: Los orígenes y el destino de la Biblioteca Pública “Gral. San Martin”. Cuaderno de Cultura. Mendoza: Subsecretaría de Cultura de la Provincia, (1), 11-26.

3Para consignar los datos sobre la edición de estos textos de Arturo Roig puede consultarse el exhaustivo estudio y recopilación bibliográfica realizados por Elizabeth Roig: Empecinado filósofo de la esperanza: biobibliografía anotada de Arturo Andrés Roig (Buenos Aires: CLACSO, 2022). Además del cuidado y completo relevamiento bibliográfico que contiene esta obra, incluye datos biográficos del autor, junto con comentarios propios y de otros autores, así como parte de la correspondencia personal, que se refiere a sus distintas publicaciones.

4En otros textos Roig ha profundizado en el papel de las sociedades ilustradas en el ámbito hispanoamericano -llamadas generalmente de “Amigos del País”- y, en particular, la incidencia de la “Sociedad Biblioteca Mendocina” en la generación de la biblioteca pública provincial. Sobre este tema véase: Roig, 1970, 2001-2002.

5En relación con las contribuciones que se han realizado para la historia de la biblioteca pública provincial, indica Arturo Roig, al final del texto citado de 1970, un conjunto de referencias bibliográficas sobre estudios históricos de la misma y un apéndice con la información y reproducción de documentos históricos de interés (cf. Roig, 1970, pp. 33-46).

Recibido: 07 de Noviembre de 2022; Aprobado: 30 de Noviembre de 2022

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