SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número45Expresiones políticas de los capitalistas industriales ante el plan económico estatal de Martínez de Hoz (1976-1981) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.45 Rosario jun. 2023

 

Reseñas

Reseña de “Lo político y la derrota. Un contrapunto entre Antonio Gramsci y Carl Schmitt”, de Ricardo Laleff Ilieff

Andrés Funes1 

1 Centro de Estudios Sociopolíticos, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín y del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.

Laleff Ilieff, Ricardo. 2020. Lo político y la derrota. Un contrapunto entre Antonio Gramsci y Carl Schmitt. ., , Madrid: Guillermo Escolar Editor, 217p.

El 5 de marzo de 2006, se llevó a cabo la 78º entrega de los premios Oscar en el teatro Kodak de Los Ángeles, California, Estados Unidos. Si bien los galardones se otorgaron sin mayores sorpresas, con el anuncio de Mejor Película la estupefacción fue mayúscula. Brokeback Mountain (Ang Lee), favorita del público especializado, era derrotada por Crash (Paul Haggis). Tras conocerse el nombre de la película ganadora, la sorpresa dio paso a tibios aplausos y algunos abucheos. La incredulidad de su director, actores y actrices no carecía de fundamento. El film había sido duramente criticado por sus diálogos artificiales, su guion caótico, su montaje deficiente y el tono moralizante a través del cual se retrataba la violencia, el racismo y la xenofobia en los suburbios angelinos a comienzos del presente siglo. En pocas palabras, la película relata un conjunto de historias interconectadas en la que las acciones de diversos personajes -muchos de ellos estereotipos de blancos, afroamericanos, latinos y árabes- confluyen conflictivamente en el marco de un día y medio. El film buscó retratar la suerte de “choque” entre personas que significa la vida moderna en la ciudad, sobre todo en una tan desigual y racialmente estratificada como Los Ángeles. Más allá de sus loables intensiones, las perspectivas encarnadas por los protagonistas devienen versiones altamente singularizadas, donde el conflicto aparece investido moralmente de manera negativa. Una disputa entendida de este modo impide todo tipo de comunicación entre los personajes. Sin embargo, si se le pudiera quitar el velo moralizante, y se aceptara, antes bien, que la lucha por los valores constituye una dimensión imposible de erradicar de la vida social, otro sería el cantar, como se dice habitualmente. La cuestión está, en definitiva, en cómo poder procesar el conflicto y las disputas (políticas) para hacerlas convivir con sociedades democráticas, plurales e inclusivas.

La atención a las particularidades, a la “dimensión polifónica” (p. 19) del pensamiento de Carl Schmitt y de Antonio Gramsci, sin obviar por ello el aspecto de “competencia”, de “resultado” y “jerarquía”, de “enfrentamiento histórico capital” (p. 20) de sus aparatos teórico-conceptuales, constituye lo fundamental del contrapunto entre el pensamiento schmittiano y gramsciano al que nos invita Lo político y la derrota. Su autor, Ricardo Laleff Ilieff, es doctor en Ciencias Sociales (UBA), investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani y del CONICET, y docente en la asignatura Teoría Política y Social I de la Carrera de Ciencia Política (FSOC-UBA). Asimismo, se desempeña actualmente como secretario Académico de la Maestría en Teoría Política y Social (UBA). Además del libro aquí reseñado, recientemente editó Poderes de la abyección. Política y ontología lacaniana I (2023, Miño y Dávila).

En Lo político y la derrota, Laleff Ilieff se monta argumentalmente sobre su tesis doctoral, Herederos de 1848. Un contrapunto teórico-político entre el pensamiento político de entreguerras de Antonio Gramsci y Carl Schmitt, defendida en el año 2015. Sin desatender la pregunta por la autonomía de lo político, en su libro se interroga por la relación de lo político con la derrota. “¿Ha sido realmente derrotado lo político? ¿La politicidad solo debe ser entendida a partir de la instancia de politización en contraposición a operaciones despolitizadoras? ¿Existe un fundamento de lo político?” (p. 16). Para el autor, interrogar lo político en su momento de presunta derrota permitiría comprender, por ejemplo, la praxis política que caracterizó las últimas décadas en nuestro país.

El libro está compuesto por ocho capítulos que se organizan, a su vez, en cuatro secciones. Cada una de ellas gira en torno a un eje conceptual a partir del cual se presenta el contrapunto entre Schmitt y Gramsci. En el primero, se aborda el pathos bélico que atraviesa el pensamiento de los autores, donde toma un lugar central el juicio de que la derrota de 1848 precisaba una salida política, una respuesta que implicaba conflicto, polémica y lucha por los valores. Se trataba de una respuesta que se servía, además, de la religión sin por ello desterrar el componente racionalista de la modernidad. Luego, en “Politización y despolitización”, Laleff Ilieff pone el acento en el carácter de la politicidad desplegada por Schmitt y Gramsci, en la que identifica un movimiento de acercamiento y de alejamiento entre los autores. De un lado, en ambos, la politicidad implicaba una doble valencia, con instancias constitutivas y articuladas, mas no perfectamente sincrónicas, de politización y otras de despolitización. Y, del otro, mientras para Schmitt lo político no podía agotarse, Gramsci consideraba que la política, producto de una sociedad desigual, debía necesariamente desaparecer cuando termine la explotación del hombre sobre el hombre. El tercero de los ejes versa sobre la conceptualización de la crisis y la consiguiente necesidad de un orden, cuestiones sobre las que reflexionan los autores en sus obras del período de entreguerras. Laleff Ilieff identifica en Schmitt y en Gramsci tanto el diagnóstico de la posibilidad siempre presente de la falla o de la desintegración de un orden, como también la posibilidad de un suplemento que remedie de alguna forma los males que lo aquejan, ya sea dinamizado por un armado institucional de nuevo tipo, ajeno a las formas parlamentarias, o, en cambio, mediante la construcción de una forma social novedosa. Finalmente, en “Hacia la totalización”, el cuarto de los ejes alrededor del cual gira el contrapunto entre los autores, se reflexiona sobre la estela hegeliana en Schmitt y Gramsci, en su modo de comprender la relación entre Estado y sociedad en el período de entreguerras. Aun cuando los autores identificaron que a la totalización debía seguir un tiempo de práctica política, Laleff Ilieff argumenta que sus diferencias se dieron alrededor de sus posiciones frente al fenómeno totalizador. El Estado se consideraba en tanto condición sine qua non para la convivencia en la modernidad, en el caso del primero, o como obstáculo que precisaba diluirse en la sociedad, para el segundo.

A partir de lo dicho, quiero concentrar lo que resta de la reseña en dos aspectos. Se trata de contribuciones relevantes del libro de Laleff Ilieff para reflexionar sobre los problemas políticos que se yerguen en nuestras sociedades occidentales. Por una parte, quisiera detenerme en la implicancia teórico-política del pathos bélico. Según el autor, en los escritos de Schmitt y Gramsci la problemática de la guerra tuvo un rol preponderante. Sin afincar en un belicismo rampante, ambos entendían que era esperable un enfrentamiento decisivo. Ante ello, y al entenderse como herederos de vencidos, adquiría mayores bríos la empresa de pensar la práctica política con y desde la derrota. O, mejor dicho, a partir de sentirse parte de los derrotados, reflexionar acerca de modos a través de los cuales torcer la situación de marginalidad en que se encontraban las propias fuerzas. En tanto expresión de un lenguaje polemológico que reconoce el carácter conflictivo de la vida en sociedad, dice Laleff Ilieff, el pathos bélico “no debe entenderse como el fundamento de lo político”. Antes que ello, el “fundamento de lo político implica un pathos bélico que se manifiesta en la propia historia” (p. 63). Se desprende de la propia lucha por los valores. Se trata de un belicismo, como acota el autor en una referencia a Gramsci que bien puede tocar en algún punto la teoría schmittiana, que no implicaba una militarización de la política. Es decir, el carácter eminentemente conflictual de la existencia comunitaria, con su inerradicable contraposición polemológica entre sistemas de valores morales y éticos, no redunda necesariamente en hacer de la política una “cuestión de soldados”. Este señalamiento resulta por demás de relevante para restituir el lugar cardinal que tiene la disputa política en nuestra vida en comunidad. Rehúye a visiones que, horadadas con insistencia por libros, artículos y exposiciones académicas, y complejos edificios teórico-conceptuales, se muestran reacias a aceptar el rol constitutivo del conflicto, y abonan, antes bien, a cierto paraíso terrenal de concordia y suturas de viejas fisuras sociales. Ponen, como se dice habitualmente, “bajo la alfombra” los múltiples problemas que nuestras cada vez más inequitativas sociedades contemporáneas hacen aflorar. ¿Cómo vivir juntos sabiendo que las contraposiciones de visiones del mundo son inextinguibles y que debemos aprender a coexistir con ellas? No se resuelve la cuestión, claro, por la vía de una militarización de la política, de una regimentación verticalista de la praxis sin poder de desconocimiento de las órdenes impartidas “desde lo alto”.

Luego, el segundo de los aspectos que quiero destacar refiere a la relación entre historia y política. Siguiendo a Reinhart Koselleck, Laleff Ilieff subraya la idea de que una victoria no conduce necesariamente a una desactivación de lo político. Antes bien, el desenlace final de la contienda puede dar lugar a su reactivación. “[L]o político puede habilitar un pensar renovado a contrapelo de la jerarquía de la situación” (p. 194). Es lo que de alguna manera intentaron Schmitt y Gramsci, legatarios de las causas perdidas de 1848. Para dar un ejemplo histórico más cercano, pensemos en la “situación revisionista” en la que entró el movimiento peronista tras el quiebre constitucional de la llamada Revolución Libertadora en 1955 y su política de “desperonización”. Condujo a algunos de los actores peronistas, no en un camino acumulativo, menos lineal o determinista, a abonar a ideas y prácticas políticas que en muchos aspectos se encontraban en las antípodas del marco ideacional de Perón. Por caso, se produjo la revalorización de los caudillos federales o del marxismo como lente para comprender las vicisitudes sociales, políticas y económicas de la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Volvamos al punto tras la pequeña digresión. A distancia de la preocupación historiográfica de Koselleck, Schmitt y Gramsci no se limitaron a repensar el pasado. Vincularon sus apuestas teóricas con la práctica política de aquellos derrotados para “dar vuelta la taba” en el marco de la lucha definitiva que, a su juicio, se acercaba de forma inminente. En tanto legatarios de causas perdidas, se “valieron del pasado para interceder políticamente y modificar el curso de una historia que se expresaba de manera sumamente conflictiva, denunciando con ello una fractura que debía ser suturada desde la constitución de un nuevo orden” (p. 196). Es otra forma de decir que abonaron a un acercamiento partisano a lo político, en consonancia, por otro lado, con su concepción polemológica de la existencia humana. ¿Puede un pensamiento teórico-práctico de la política desentenderse de su dimensión partisana? ¿Es una característica necesaria o, antes bien, enturbia, debido a su necesaria “toma de partido”, la reflexión analítica de la táctica y la estrategia de la lucha política?

El libro de Laleff Ilieff constituye un análisis pormenorizado, rico y por demás de sugerente sobre los pensamientos schmittiano y gramsciano en el período de entreguerras. Sus señalamientos puntuales en relación con la tradición de los vencidos, con las instancias de politización-despolitización, con la cuestión de la crisis y la necesidad de orden, y la relación Estado-sociedad habilitan también la posibilidad de trascender la letra de los autores. Es lo que sucede, como señalé antes, con la dinámica polemológica que involucra la lucha política y con los usos partisanos del pasado. Cuando la teoría abandona sus pretensiones de ser una guía de la acción y comienza a abrazar su rol, más acotado pero no menos importante, de brújula, se abren las puertas -y las posibilidades- para una práctica no determinista de la política.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons