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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.29 Mar del Plata jun. 2015

 

MIRADAS SOBRE LA LITERATURA ARGENTINA Y LATINOAMERICANA

El libro de un exiliado

 

Liliana Weinberg*

Universidad Nacional Autónoma de México

*Liliana Weinberg es doctora en Letras Hispánicas por El Colegio de México. Es investigadora titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México y docente de la Facultad de Filosofía y Letras y de los programas de posgrado en Estudios Latinoamericanos y Letras de la UNAM. Ha sido responsable de cuatro proyectos de investigación sobre ensayo e historia intelectual y dirige en la actualidad el que lleva por título "El ensayo en diálogo", con apoyo del CONACYT, México. Participa también en dos equipos internacionales de investigación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III) y de la Academia Mexicana de Ciencias. Integra además la Cátedra Alfonso Reyes. Obtuvo dos premios internacionales de ensayo y varios reconocimientos por su trayectoria en la investigación, otorgados por la UNAM y la Universidad de San Luis Potosí. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran los libros Situación del ensayo (México, UNAM, 2006), Pensar el ensayo (Siglo XXI editores 2007), Biblioteca Americana (México, FCE, 2014) y El ensayo en busca del sentido (México-Berlín, UNAM-IberoamerikanischesInstitut, 2014), así como los artículos "El ensayo y la buena fe" (Ginebra, Droz, 2012), "El lugar del ensayo" (Mar del Plata, CELEHIS, 2012), "Revistas culturales y sociabilidad intelectual", Aachen, ShakenVerlag, 2014).


Resumen

A treinta años de la primera edición de La ciudad letrada (Hanover, Ediciones del Norte, 1984), de Ángel Rama, obra publicada de manera póstuma poco tiempo después de la desaparición de su autor, se propone una lectura en homenaje a este ensayo que resultó un punto de articulación fundamental entre la línea de los estudios críticos latinoamericanos y los estudios culturales y poscoloniales desarrollados por la academia norteamericana. Es posible estudiar tanto los análisis que ha merecido la propuesta de Rama como el ensayo en su totalidad y es también de interés seguir varias de las reinterpretaciones e incluso "familias interpretativas" que se han formulado a partir de la propia categoría de "ciudad letrada". Se sostiene que la propuesta de Rama constituye un "nodo" fundamental en el que confuyen y se rearticulan distintas tradiciones críticas y, a la vez, de ella irradian nuevas redes en un momento clave para la consolidación de los estudios culturales y poscoloniales, de modo que es posible seguir el itinerario de Rama y la incorporación, aplicación y puesta en crítica de la categoría "ciudad letrada" por parte de representantes del ámbito académico latinoamericano y norteamericano.

Palabras clave Rama, Ángel — ciudad letrada — Literatura latinoamericana — crítica literaria latinoamericana

The book of an exile

Abstract

Thirty years after the frst edition of Ángel Rama's La ciudad letrada (Hanover, Ediciones del Norte, 1984), published posthumously after the disappearance of its author, we pay tribute to this essay, which became a fundamental point of articulation between Latin American critical studies and cultural and postcolonial studies developed by the North American academy. It is possible to study both the analysis generated by Rama's text as well as the essay in its entirety, and it is also interesting to follow many of the reinterpretations or even the "interpretative families" that have been formulated from the idea of a "city of letters". It is argued that Rama's idea constitutes a fundamental "node" in which several critical traditions converge and are rearticulated, while at the same time new nets irradiate from it at a key point for the consolidation of cultural and postcolonial studies, making it possible to follow Rama's itinerary and the incorporation, application, and critical positioning of the "city of letters" category by both Latin and North American scholars.

Keywords Rama, Ángel — City of Letters — Latin-American literature Latin-American literary criticism


 

A la memoria de Susana Zanetti

La ciudad letrada de Ángel Rama se publicó de manera póstuma en Hanover, Estados Unidos y en Montevideo, Uruguay, en 1983 y 1984, esto es, muy poco tiempo después del trágico accidente en que perdió la vida el gran crítico uruguayo.1 Existen varias ediciones posteriores de esta obra, pero me interesa regresar a la primera de ellas, ya que es particularmente decidora, en cuanto va precedida por las palabras del propio Rama y por otros dos textos preliminares muy elocuentes si los ponemos en contraste, escritos por Mario Vargas Llosa y Hugo Achúgar, sobre los que regresaré. La existencia de estos textos, así como los prolegómenos de la propia editorial y las aclaraciones de Rama, nos permiten ver un ensayo por así decirlo "en plena ebullición", puesto en relación con sus condiciones materiales y sociales de producción y de lectura. Y esto nos permite asomarnos al "laboratorio" del ensayo. Las dos líneas críticas abiertas por el escritor y el crítico constituyen el preámbulo a dos líneas posibles que se debaten en el texto de Rama, quien a su vez las integra desde otro lugar discursivo: el del exilio.

Se cumplen por tanto treinta años de la puesta en circulación de la obra y de la categoría de análisis fundamental en ella acuñada, que constituyen por lo demás treinta años significativos en la consolidación, expansión y en algunos casos crisis de los estudios latinoamericanos, de los estudios culturales y poscoloniales. Lo que sostengo es que esta obra representa un nodo básico para dicha consolidación, y que tocará tanto al ensayo en sí mismo como a la categoría propuesta por Rama al ocupar un lugar de interés en el ámbito académico latinoamericano y norteamericano, en cuanto él mismo reúne y religa distintas tradiciones críticas. La riqueza inagotable de este gran ensayo radica también en que para hacer una crítica del "orden de los signos", del sector letrado al servicio del poder, así como también de ese "desajuste evidente entre el lenguaje y la realidad (¿hasta dónde la ciudad letrada se corresponde con la ciudad real?)", se combinan el discurso ensayístico con el periodístico y de las ciencias sociales, en un estilo crítico y polémico, de "interpelación" al lector y al propio ámbito intelectual en que Rama tuvo papel protagónico.Una obra que, paradójicamente, nos provoca y nos seduce, nos incomoda y nos invita a la reflexión. De este modo, Rama ha seguido, como el Cid campeador –a quien él mismo llamó "un exiliado"–, "ganando batallas" después de muerto, si nos atenemos al importante grupo de refexiones críticas que gira en torno a su obra.2 La permanente tensión de su propia voz a la hora de presentar los sucesivos capítulos en que analiza la relación entre letra y poder en América Latina, nos sugiere que la obra que aquí comentamos constituye –como lo dijo Edward Said respecto de la Mimesis de Erich Auerbach—"el libro de un exiliado".3 Un libro de exiliado que busca arraigar en la línea del ensayo latinoamericano y que desde su fuera de lugar ha imantado distintas constelaciones críticas que lo reinsertan en sus propias discusiones y debates.

Es así como mi propio homenaje no se limita sólo a la obra de Rama, sino que apunta a las redes de lectura y debate de que surge y que a su vez propició, y la convierten en un semillero de posibilidades de religación intelectual (este término que nuestra querida Susana Zanetti tanto defendió).

Con "ciudad letrada", Rama "acuñó un término hoy indispensable en la historia cultural" que , dice Carlos Monsiváis, "atrae sin remedio" y se confrma como un hallazgo genial, en cuanto condensa de manera certera no sólo el motivo que atraviesa el ensayo sino también la idea central que lo anima y le permite inscribirse en la polémica intelectual, en retroalimentación permanente de una imagen y un concepto, que designa tanto el resultado como el proceso, y que envía inmediatamente a la noción de sector letrado vinculado a la ciudad pero también al proceso de su formación. Por una parte, se trata de una obra que "nos interpela" (Montaldo) y que puede hacernos pensar en el sector de los "elegidos" pensantes y escribientes, pero también en su relación servil con el poder. Es un hallazgo "epistético" (Román de la Campa), con enorme eficacia como concepto y como imagen, que actuará a la vez como palabra suficiente capaz de atravesar, articular e integrar los distintos niveles del texto e imantar otros significados.

Rama apela a las dos caras, metafórica y crítica, de dicha expresión, religadas con su significación cultural y política, que sintetiza "la historia confictiva y creativa de las formaciones culturales coloniales y neocoloniales". Designa una formación específica y al mismo tiempo el proceso que la llevó a su constitución y, más aún, la tensión permanente que aguarda a la relación entre el sector letrado, la ciudad real, el poder y los excluidos de la letra.

Lo cierto es que a partir de esta obra de Rama se puede observar por primera vez en todo su dramatismo la tensa relación entre inteligencia y poder a través del tiempo, el espacio y el orden de los signos, pero también, en sucesivos cortes sincrónicos que atienden a la estructura y articulación entre el letrado y la vida política, habrá de encontrar la designación certera de "ciudad letrada". A lo largo de los sucesivos capítulos, titulados la ciudad ordenada, la ciudad letrada, la ciudad escrituraria, la ciudad modernizada, la ciudad que se politiza y la ciudad revolucionada, veremos desflar distintos momentos y formas de articulación entre letra y poder que marcan hitos en la periodización de la historia cultural de América Latina, caracterizada por el papel crucial de la ciudad real y de esa ciudad simbólica y cristalizada dentro de la ciudad real y que se transforma, que es el sector letrado. Una vez más, lo histórico se articula con lo estructural, con distintos momentos clave de la relación entre letra y poder. Los tres primeros capítulos muestran la configuración del orden colonial que culmina en el barroco y se quiebra con la Independencia, momento al que se hace una referencia sintética, y en el cual la ciudad letrada se reacomoda para servir al sector criollo, en una coyuntura en la que emergen dos voces notablemente disruptoras: Lizardi y Simón Rodríguez. Los tres capítulos restantes se dedican a uno de los grandes temas de Rama, el de la modernización, y muestran los desafíos al lugar del letrado constituidos por los distintos momentos de articulación al orden capitalista neocolonial, de modo tal que, de manera brillante, Rama demuestra que, tras el repliegue hacia lo propio en época de la independencia, el "latinismo" y el "universalismo" que defenderán nuestras élites a partir de fines del XIX no es sino la contracara simbólica de un proceso de incorporación al nuevo orden colonial. Así, por momentos la obra de Rama se convierte también en la contracara del Ariel. Si la letra es palanca de la modernización, se la puede contemplar también como forma de incorporación de sectores subalternos y surgimiento del espíritu crítico.

Por otra parte, La ciudad letrada constituye una obra de particular interés para refexionar sobre la necesidad de incorporar al análisis del ensayo cuestiones tradicionalmente consideradas ancilares, tales como materialidad y sociabilidad de la escritura, gestos de escritura y gestos de edición, relación de una obra con las redes de lectura, debate e intercambio intelectual y otros asuntos que han sido generalmente tratados como complementarios al estudio textual. Para entender el decir del texto de Rama se pueden hacer distintos resúmenes; para entender el querer decir del texto de Rama es necesario ponerlo en relación con toda una genealogía de lecturas y espacios de discusión. Además, poner a conversar al autor con su crítica y a los críticos entre sí, en un espacio simbólico de debate, permite encontrar nuevas reverberaciones de sentido en los textos.

Si nos damos a la tarea de buscar y compilar la amplia producción crítica que recupera la obra de Rama (desde los estudios de la cultura latinoamericana y los estudios urbanos; desde Barthes y Foucault hasta Bourdieu y Derrida), y a la vez atendemos a las nuevas lecturas y debates a que ha dado lugar, y tomamos en cuenta la calidad y cantidad de dicha producción encontraremos una forma más de confrmar –desde las exigencias de la historia intelectual y las redes intelectuales– el lugar que ocupa Ángel Rama. Dicho de otro modo, además de valorar la obra de Rama en sí misma, es posible considerarla el centro, el nodo, en que confuyen, en el que se religan y del que a su vez parten muchos caminos críticos y familias de pensamiento de larga vida. Es éste un criterio objetivo para ponderar la importancia de un autor: la cantidad de citas y menciones que recibe y los debates que genera.4 Y en este sentido La ciudad letrada ha tenido una particular fortuna respecto de otros títulos del mismo autor.

Ha llegado el momento de recuperar todo el escenario de lectura de la obra de Rama, analizando no sólo los trabajos individuales de interpretación sino los hitos que lo llevaron a otros campos y aplicaciones (Rolena Adorno en 1987 para los estudios coloniales o Julio Ramos en 1989 para los procesos de modernización literaria), así como también las grandes familias y constelaciones de lectura. Pensemos, por ejemplo, en las encabezadas por Mabel Moraña a través del Instituto Iberoamericano de Pittsburgh (1997), de Alicia Ríos y la revista Estudios de Venezuela (2003-2004), de Carlos Altamirano y la revista Prismas de la Universidad Nacional de Quilmes (2005-2006), que han representado intentos interesantísimos de reapropiación de esta categoría crítica en distintos ámbitos académicos.

La obra de Rama articula también nuevos modos de estudio de la literatura en su relación con la antropología, renovados además por la incorporación de un nuevo tema: el estudio de la ciudad. Entra así en diálogo con una nueva generación de estudios coloniales y de estudios urbanos. Se inscribe también en una renovada lectura de la crónica, el barroco, el modernismo, así como nuevas líneas de investigación que se estaban dando en América, como los estudios urbanos (Hardoy y Rorty) y la historia de la ciudad (Romero).

Vincula también, de manera tensa, distintos circuitos discursivos y de discusión: el ensayo en la tradición latinoamericana que él mismo confrma con su propia escritura; el panorama y la cala periodísticos; el paper propio de la tradición académica norteamericana en la que también estuvo inserto en sus últimos años. Vincula también tradiciones de lectura que él reaviva: Pedro Henríquez Ureña, Fernando Ortiz etc., así como también diálogos activos y vitales con críticos contemporáneos de nuestra América: Darcy Ribeiro, Antonio Cándido, Abelardo Villegas, y registra la incorporación de la malicia crítica de Foucault, a la hora de pensar los fenómenos literarios y culturales. En sus páginas aparecen y comparecen de manera abreviada pero intensa todas sus lecturas y refexiones de la hora, en plena ebullición en cuanto se articula a su vez con un programa de largo plazo que no alcanzó a realizar: una historia de la cultura latinoamericana (Guggenheim).

Cuando se revisan las grandes valoraciones críticas ya mencionadas, que reexaminan a Rama desde la tradición crítica latinoamericana o los estudios culturales latinoamericanos o bien repiensan el papel del intelectual latinoamericano, o bien emprenden importantes revisiones de la obra y el concepto, como en el más reciente Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos (2011), nos encontramos ante un conjunto de brillantes interpretaciones que miran a las distintas tradiciones intelectuales y académicas en ambas Américas. Si a ello sumamos los grandes estudios valorativos de Rolena Adorno, Mabel Moraña, etc. podríamos trazar un "mapa" de dispersión e interpretación de la obra de Rama que da a su vez lugar a la posibilidad de establecer "familias" críticas nucleadas en torno a distintos puntos que "imantan" la discusión.

Sobre Rama se ha dicho tanto y tan bien dicho, que resulta cada vez más difícil añadir algo novedoso, original o disruptor. Por mi parte, quiero sumarme a la discusión con dos elementos nuevos: primero, insistir en que el carácter inconcluso y ensayístico de esta obra, "en el doble sentido de poner a prueba y en escena simultáneamente" (Román de la Campa: 31), hecho que nos obliga una vez más a recuperar sus condiciones de diálogo, si se atiende a elementos aquí sí bastante desatendidos por la crítica (la relación de la obra con pretextos y para-textos, el diálogo activo con escritores y críticos etc.). El propio lector se siente "interpelado" (Montaldo) y se genera así una necesaria reapertura de la obra a la discusión. Esa exigencia de reconstruir el diálogo se hace perentoria cuando al leerla se tiene la sensación de un work in progress que sólo la muerte de Rama interrumpió y a la que tal vez hubiera querido someter a una relectura y un trabajo de edición, e incluso a la que tal vez hubiera querido añadir aún otro capítulo en la tónica del intelectual exiliado. Celebro la feliz coincidencia de compartir la mesa con Álvaro Fernández Bravo, quien abrió camino en esta línea cuando escribió, en el dossier que Prismas dedicó a este texto en 2006:

Quisiera pensar la condición incompleta y "en progreso" como uno de los rasgos que lo definen y lo convierten en un libro fructífero: por sus intersticios ingresaron quienes discutieron sus hipótesis, señalaron disensos y abrieron un diálogo crítico que permite entender la presencia iterativa del libro en el horizonte de los estudios literarios latinoamericanos, aun a más de veinte años de su publicación (p. 186).

Lo cierto es que el modo mismo de trabajar de Rama, su modo de ir pensando los temas, implicaba la preparación y publicación de artículos y estudios complementarios: es decir que su modo de trabajar era ya un permanente tendido de puentes con sus otras obras: Transculturación narrativa (1982), Las máscaras democráticas del modernismo (1985) e innúmeros textos que iban configurando una compleja combinatoria. Así, artículos como "La señal de Jonás sobre el pueblo mexicano", Escritura, 1980) o "La difícil navegación del escritor exiliado" (Nueva Sociedad, 1978), representan puntos de confuencia importante, como lo mostró Beatriz Colombi, quien observa que sus refexiones sobre la literatura mexicana han servido como "casos testigo" en los que se apoya La ciudad letrada. Diversos textos de Literatura y clase social o artículos como "La lección intelectual de Marcha", de 1982 (Horacio Machin) resultan textos en diálogo productivo. Tocó en suerte a Rama ir haciendo la crónica de la ebullición de la literatura latinoamericana y ejercer una crítica que acompañara ese fenómeno.

En cuanto al ensayo en sí mismo, considero que una de las razones de la gran fortuna en la recepción de la obra de este crítico desafortunado es el haber dado Rama con una fórmula sintética y acertada para compendiar muchos fenómenos, y que en sí misma dice, de manera elocuente, sobre las relaciones entre letra y poder. Por otra parte, esta obra introduce de manera tajante la posibilidad de repensar nuestra tradición literaria a la luz de los procesos de la propia idea de América Latina (una designación que había comenzado a imponerse en el campo académico de la región a partir de tres eventos: el cepalino, las ciencias sociales y la Revolución cubana). Y se trata de una puesta en diálogo entre nuestra producción literaria (son los años del boom) y nuestra tradición crítica. Pero además, se debe recordar que Rama ha tenido un papel central en la conformación de la tradición crítica latinoamericana, desde la revista Marcha hasta Biblioteca Ayacucho, que lo llevaron a pensar la literatura latinoamericana desde la crítica, el periodismo, la edición, el exilio.

La primera edición es particularmente decidora, puesto que va precedida por las palabras del propio Rama y por otros dos textos preliminares muy elocuentes si los ponemos en contraste, escritos por Mario Vargas Llosa y Hugo Achúgar, sobre los que regresaré. La existencia de estos textos, así como los prolegómenos de la propia editorial y las aclaraciones de Rama, nos permiten ver un ensayo por así decirlo "en plena ebullición", puesto en relación con sus condiciones de producción y de lectura. Y esto nos permite asomarnos al "laboratorio" del ensayo. Las dos líneas críticas abiertas por el escritor y el crítico constituyen el preámbulo a dos líneas posibles que se debaten en el texto de Rama, quien a su vez las integra desde otro lugar discursivo: el del exilio.

En efecto, además de la interpretación que hace Rama de la historia de América Latina en clave de ciudad, en una especie de viaje inmóvil por nuestro territorio cultural, centrado en las formaciones urbanas y en particular en el papel de las élites que las habitan, insisto, además del texto de la interpretación en sí misma, que marcó época en los estudios latinoamericanos, me interesa también ver el texto en su relación con el entorno contextual, el paso de umbral entre un texto y una historia. El texto de Ediciones del Norte recupera las propias palabras de Rama, quien a su vez evoca los dos encuentros académicos en que presentó por primera vez avances de su investigación, y donde sus colegas lo animaron a proseguir su trabajo. No se trata sólo de un dato biográfico anecdótico: se trata de entender la inserción de un discurso y una problemática en un momento específico:

La primera versión de este ensayo, referida únicamente a la mecánica letrada, fue una conferencia que dicté en Harvard University en octubre de 1980 bajo el título 'Funcionamiento del sistema literario en América Latina'. Me permitió un fructífero intercambio de ideas, en particular con Claudio Véliz, quien acababa de publicar su excelente libro The Centralist Tradition of Latin America y quien me instó a que desarrollara las tesis de la conferencia. No pude hacerlo entonces (1984: xvii).

Este testimonio es muy valioso en cuanto ilumina algunas claves sobre la génesis de la obra, que no surge de manera monológica sino en diálogo activo con colegas y especialistas. Es así como la obra de Rama se reinsertará en las redes de los estudios urbanos, con interlocutores como Jorge Hardoy y Richard Morse quienes compilarán, en su homenaje, una serie de estudios sobre la ciudad. Al reinsertarse su texto en otro "ambiente" de publicación, da lugar a nuevas combinatorias de diálogo. El propio diario de Rama nos da detalles de su viaje a la presentación de la conferencia, y el momento en que Claudio Véliz le advierte sobre la necesidad de que el nuevo concepto "ciudad letrada" quede amparado por un copyright.

Es interesante poner en contraste los textos que acompañan la primera edición: un homenaje y un prólogo enormemente contrastantes: Mario Vargas Llosa, en "Ángel Rama, la pasión y la crítica", alabará la exquisita calidad lectora de nuestro crítico, siempre agudo e inteligente, mientras que Hugo Achúgar, en el prólogo a la obra, alabará su compromiso político y su visión latinoamericanista. Estamos en pleno contraste entre esas dos posiciones en parte natural pero en mucho artificialmente mantenidas en el campo literario a partir de los años sesenta, cuando la idea de "literatura del compromiso" rearma las posiciones en el campo. Y el panorama no estaría completo si no nos asomáramos también a otra fuente de enorme valor, el Diario del propio Rama, escrito a partir de su exilio venezolano, también interrumpido por su muerte y publicado de manera póstuma, donde es posible advertir los síntomas del desencanto personal –precisamente, añadamos, como miembro de una ciudad letrada que trató de renovar –y que traduce a su vez la crisis de toda una red intelectual de la época que empezaba a discutir críticamente las posturas de cerrazón del gobierno cubano en el ámbito de la cultura, en un momento de oscurantismo y terrible persecución política en todo el cono sur, a lo que se suma la pérdida de su capacidad para definir las redes de la interlocución intelectual (Gilman, p. 186).

Mi hipótesis es que el propio Rama escribe desde un tercer lugar: el lugar del exilio, que es el lugar del crítico capaz de someter a crítica a la propia ciudad letrada. Tocó a Rama vivir el surgimiento del boom y refexionar sobre él; Rama ve en la obra de García Márquez y otros autores la forma de solución simbólica de las antinomias entre ciudad letrada y población marginada. Han sido los écrivains –no los écrivants– quienes lograron superar esta antinomia gracias al milagro de la palabra, y quienes dieron por fin una voz a América Latina como región de regiones. Y es en función de esta nueva generación genial de escritores que encuentra su lugar el crítico, quien logra así escapar del viejo círculo de la ciudad letrada. Este intenso ensayo, que muchos han visto como un ensayo del desencanto, puede ser interpretado también como escrito desde otro lugar: el de la irrupción de una voz crítica que hace familia con la de Foucault y Said.

Pensamos tanto en el exilio real de Rama (Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, Francia); del obligado alejamiento de su papel como voz crítica de Marcha y la postura de apoyo y posterior toma de distancia de la revolución cubana; se trata del difícil lugar de un crítico de avanzada que procuró vincular distintos órdenes interpretativos, del no menos complejo lugar de quien se movía entre tradiciones y genealogías críticas diversas. Se trata de la exploración del lado oscuro, de la contracara de los procesos de transculturación narrativa en América Latina. Y se trata de una dramática búsqueda del papel del pensamiento crítico, gran disruptor de la ciudad letrada. Por último, se trata del autocuestionamiento del papel de la letra crítica respecto de la letra creativa.

El ensayo propiamente dicho puede leerse de manera unitaria, como comentario crítico que acompaña al despliegue histórico de la relación entre letra y poder en América Latina, con una vocación de panorama característica del modo "periodístico" de Rama (Ruffinelli ha remarcado la herencia de Marcha en cuanto a la conversión de la historia a través de su ersatz periodístico, el panorama, la noción y el ejercicio del compromiso ideológico-político y la noción de "América Latina" como "Patria Grande" trasladada al dominio de la producción intelectual-literaria) y en este sentido, los distintos capítulos apuntan a una posible periodización de nuestra cultura, que concluye de manera abierta y tolera muchas hipotéticas continuaciones. Un orden posible de lectura es, pues, el diacrónico, que se dedica en los tres primeros capítulos a la consolidación de la ciudad colonial, legitimada a través del orden letrado y la ciudad escrituraria característica del barroco, mientras que en los tres siguientes, se abordan los cambios y contradicciones de la ciudad letrada y su articulación con los cambios que vive la ciudad real a partir de la independencia y la inserción de América Latina en el nuevo orden económico mundial. Si buena parte de la ciudad letrada se reacomodará en las nuevas circunstancias sirviendo como ejército de administradores, burócratas, abogados, otros se mantendrán al margen y resultarán admirablemente críticos y permeables a la realidad de sectores subalternos que resistieron a los letrados, como es el caso de Simón Rodríguez, cuyo proyecto se basó en una educación social destinada a todo el pueblo, a quien reconoció el doble derecho a la propiedad y a las letras (63), o manifestarán la crisis, como es el caso de Azuela. La modernización pone a prueba la ciudad letrada, que en su gran mayoría se incorpora a los procesos de terciarización y da muestras de un alto grado de autonomía ("la autonomía del orden de los signos y su capacidad para estructurar vastos diseños a partir de sus propias premisas"), aunque de ella surgirá también la disidencia y el pensamiento crítico, ya que también los discursos de la izquierda serán visiblemente urbanos y letrados. "La escritura de los letrados es una sepultura donde es inmovilizada, fijada y detenida para siempre la producción oral […] ajena al libro y a su rigidez […] pues se modula dentro de un fujo cultural en permanente plasmación y transformación" (87). A través de la historia, la ciudad "real" entrará en distintas formas de relación con la "ciudad ideal" de los letrados, y la élite intelectual, investida del "aura mágica de la letra escrita", deberá afrontar diversos desafíos, contradicciones y reacomodos, entre las demandas de fdelidad al poder y las exigencias de una sociedad civil que se expande: la obra se cierra con los propios debates que enfrenta el pensamiento crítico: ¿será posible el "asalto a la ciudad letrada por el discurso crítico" o quedará éste sujeto a sus propia contradicciones? Habrá distintas respuestas, desde el elitismo hasta la apertura y la búsqueda de la independencia del poder en el caso de algunos intelectuales. La propia tensión entre una concepción de la ciudad letrada como sinónimo de intelectualidad y otra concepción en la que la palabra crítica se distancia de esa esfera mayor comandada por los dueños de la letra para acercarse a los sectores postergados, dota de una mayor complejidad al conjunto.

Parafraseando La muralla y los libros diremos que, según el orden de lectura que eligiéramos, se podría ver a un Rama desencantado que se dedicó a destruir lo que primero trató de preservar, esto es, a un miembro destacado de la ciudad letrada que la condena para siempre jamás, o bien, por el contrario, a un Rama esperanzado que se dedicó a salvar de la destrucción aquellos aspectos rescatables de la producción letrada que él mismo se había dedicado a denunciar.

Sostengo que el autor se coloca en un lugar de exilio: el del intelectual crítico que, como el intelectual de Said, habla desde un lugar situado, mundano, crítico y con perspectiva de exilio, que le permite hacer de la ciudad letrada su objeto y desenmascarar los mecanismos de poder que ella encubre.

La tarea de Rama será así, por una parte, "contribuir a una aproximación mayor al funcionamiento" de nuestra literatura, "que la torne críticamente inteligible". Por otra parte, la propia experiencia crítica de Rama como lector contemporáneo del boom le había enseñado que son los escritores quienes logran salvar el divorcio entre la letra y la cultura. Dado que la creación literaria había llegado a un nivel en que la propia letra superaba las limitaciones de la ciudad letrada y daba resolución simbólica a la identidad latinoamericana a través de su literatura, era exigencia para la crítica acompañar, fundar, esa literatura, y hacerlo, ahora sí, con perspectiva latinoamericana.

Notas

1 En efecto, este ensayo clave fue publicado de manera póstuma por Ediciones del Norte, Hanover, New Hampshire, en 1983. Un asomo a los datos sobre "materialidad y sociabilidad" en la producción de esta obra arrojará nueva luz a la misma. La editorial, fundada en 1979, se presenta como "un sueño compartido por tres inquietos académicos" que se hizo realidad "a través de una peculiar combinación de circunstancias políticas y económicas que dejaron a muchos jóvenes escritores del cono sur sin ninguna oportunidad de publicación o reconocimiento". Para mayores datos véase http://www.lights.ca/publisher/db/0/14010.html. En la misma serie aparecerán, por ejemplo, Ariel Dorfman, Hacia la liberación del lector latinoamericano; Fernando Alegría, Nueva historia de la novela hispanoamericana; Roberto González Echevarría, La ruta de Severo Sarduy; Beatriz Pastor, Discursos narrativos; Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite; Martin Lienhard, La voz y su huella y Luis Rafael Sánchez, No llores por nosotros, Puerto Rico. La edición uruguaya de la obra aparece en Montevideo, publicada por la Comisión Uruguaya pro Fundación Internacional Ángel Rama, 1984

2 "The Cid is the poem of exile and also of the hope of return. And Latin American writers in exile are also writing this long and painful poem. But in sharing their obsession with a national past, they are also founding the Latin American community of the future" ("Literature and Exile", Review 30, 1981, 10-13, cit. por. Horacio Machín, Ángel Rama y 'La lección intelectual de Marcha", en Mabel Moraña ed., Ángel Rama y los estudios latinoamericanos, p. 86).

3 Erich Auerbach, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental, México, FCE, 2014. Posfacio de Edward Said, "A 50 años de la aparición de 'Mimesis'", p. 535.

4 Randall Collins, Sociología de las filosofías. Una teoría global del cambio intelectual, Barcelona, Editorial Hacer, 2005.

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