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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.40 Mar del Plata dic. 2020

 

Notas

Abelardo Castillo o una ética de la literatura Palabras preliminares

Elisa Calabrese1 

1 Universidad Nacional de Mar del Plata, Ce.Le.His.

Este dossier de nuestra revista está dedicado al escritor argentino Abelardo Castillo, fallecido el 2 de mayo de 2017, por lo que lleva su nombre en el título elegido para encabezarlo. ¿Por qué ética? Quizá sea obvio para nuestros lectores recordar que, históricamente hablando, no siempre la literatura fue considerada un entretenimiento; por el contrario, para los griegos la paidéia, es decir la educación de los jóvenes, se basaba específicamente en las epopeyas homéricas y en la tragedia -aunque estas formas no fueran lo que modernamente categorizamos como literatura-. Pero no es necesario remontarnos tan lejos en el tiempo: es suficiente focalizar nuestra atención en un momento mucho más cercano como es el siglo XX y recordar al filósofo que teorizó muy particularmente sobre la función de la literatura pues se interesaba sobre todo en su relación con la sociedad y la política: Jean Paul Sartre, quien nos conduce directamente a Castillo. En una entrevista muy reciente, Liliana Heker, amiga y estrecha colaboradora de nuestro escritor en las revistas de las cuales me ocuparé, caracteriza a Castillo como alguien cuya vida y obra, indisolublemente unidas, se guiaban por una ética irreductible, afirmación con la que no podemos menos de coincidir, pues si hubo un escritor a quien la ética le interesara especialmente, fue Castillo -teorizó sobre ella al pensar en la responsabilidad del escritor- y sobre todo sostuvo una actitud de vida donde esta cualidad resplandece.

Hay escritores que permanecen secretos por largo tiempo; serán conocidos sólo cuando surjan tardía o a veces, póstumamente, pero nada sabremos de sus primeros pasos o lo sabremos mucho tiempo después, como sucedió con Cortázar, por ejemplo. No es el caso de Abelardo Castillo, nacido un 27 de marzo de 1935 en San Pedro, pues su destino de escritor fue precoz y nace ya maduro en el oficio: en 1961, a los veintiséis años, publica una obra de teatro El Otro Judas y también Las Otras Puertas, un volumen de cuentos. El Otro Judas se estrena en 1961 en Buenos Aires y al poco tiempo, en 1965, representa a la Argentina en los Festivales Mundiales de Teatro de Varsovia y Cracovia. Estos comienzos logran un pronto reconocimiento: ya en noviembre de 1961, obtiene la “Mención única” de un concurso de Casa de las Américas, por su libro de cuentos Las otras puertas, con un jurado integrado por nombres que lo dicen todo: Juan Rulfo, José Bianco, Guillermo Cabrera Infante y José Antonio Portuondo y recibe la faja de honor de la SADE. En 1963, obtiene su galardón más importante hasta el momento: su obra de teatro Israfel, en cuatro actos, basada en la vida de Edgar Allan Poe, merece el Primer Premio Internacional de Autores Dramáticos Latinoamericanos Contemporáneos dado por el Institute International du Theatre (UNESCO, París), con un jurado de gran prestigio internacional; es suficiente mencionar que uno de sus miembros fue Eugene Ionesco. Pero además de sus múltiples facetas de escritor -dramaturgo, novelista, ensayista, crítico- su figura se destaca por la popularidad lograda como periodista cultural al ser editor y director general de las revistas que fundó, consideradas lo más representativo de los imaginarios político-culturales de los sesenta y setenta. A estas tres revistas se dedican dos de los trabajos reunidos en este dossier: el de Aymará de Llano y el mío propio y a ello se agregan los que se ocupan de otras facetas fundamentales del escritor. Así ofrecemos al lector -creo- un panorama amplio de la enorme tarea que Castillo realizó; sus novelas han sido muy poco transitadas por la crítica nacional, pero el estudio que presenta María Coira cubre ese vacío y tal vez estimule el regreso de una lectura necesaria. Tampoco falta una exploración del Castillo cuentista, a cargo de CleliaMoure, una interesante entrevista bastante reciente por parte de Rodrigo Montenegro, quien ha profundizado en la obra del escritor y, gracias al valor de Francisco Aiello como lector infatigable, tenemos una aproximación minuciosa a los copiosos Diarios del escritor. Finalmente, tal como figura en los agradecimientos, un fragmento de la novela que la muerte dejó trunca nos ha sido cedida por su esposa Sylvia Iparraguirre y el testimonio de Cristina Piña quien participó en las revistas a cargo de la sección de poesía. En este momento se revaloriza la obra de un escritor de tantas facetas como Castillo; con este dossier aportamos una contribución significativa.

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