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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.40 Mar del Plata dic. 2020

 

Notas

Animales fabulosos: Las revistas de Abelardo Castillo

Fabulous animals. Abelardo Castillo’s magazines

Elisa Calabrese1 

1 Universidad Nacional de Mar del Plata, Ce.Le.His.

RESUMEN

Este artículo presenta una síntesis del proceso de recuperación y análisis crítico efectuado sobre las tres revistas culturales que el escritor Abelardo Castillo dirigió desde los sesenta hasta los ochenta, que hasta ese momento eran inhallables. Como resultado de ese trabajo, se publicó el libro editado por Elisa Calabrese y Aymará de Llano. Luego de ese resultado pionero esas revistas son ahora de acceso libre.

PALABRAS CLAVE: revistas culturales; polémicas; política; vanguardismo; crítica

ABSTRACT

This article presents a synthesis of the process of material retrieval and the work of critical analysis done on the three cultural magazines that the writer Abelardo Castillo directed from the sixties to the eighties that were inaccessible at the time. As a result of that work, a book - edited by Elisa Calabrese and Aymará de Llano, was published. After that pioneering result, this magazines are now of open access.

KEY WORDS: cultural journals; polemics; politics; avant-garde; critics

Una advertencia se impone en este comienzo: Las líneas que siguen son un resumen de trabajos previos que reitero aquí porque nada agregaría al libro que coeditamos con Aymará de Llano con el mismo título que uso ahora, dedicado a las revistas del escritor, fruto de un proyecto de investigación grupal que las recuperó y editó completas en un CD, además de otros materiales, tales como presentaciones a congresos sobre distintos aspectos de ellas y el prólogo para la edición facsimilar hecha por la Biblioteca Nacional en 2015, todo lo cual se citará en la bibliografía. Pero, para 2006, cuando apareció el libro, las tres revistas culturales eran un objeto de culto para memoriosos pues no se encontraban en ningún repositorio ni biblioteca del país. En efecto, El Grillo de Papel(1959-1960), El Escarabajo de Oro (1961-1974) y El Ortinorrinco(1977-1986), de composición y armado artesanales, no solamente corresponden a un momento histórico donde las convenciones editoriales, fruto de las herramientas informáticas, no existían, sino que de por sí estaban pensadas para exigir un esfuerzo al lector porque son anticonvencionales, vanguardistas y plenas de humor. Las dos primeras salieron a la luz cuando, en el horizonte de un período transformador, soplaban los vientos más favorables para la emergencia de la polémica y la denuncia, instancias esenciales de estas publicaciones, medios alternativos al stablishmenten lo que concierne a lo económico, lo cultural y lo ideológico. El grillo de Papel fue fundadapor Castillo en 1959, junto con Arnoldo Liberman, Humberto Constantini, Oscar Castello y Víctor García Robles.La tercera de las revistas, El Ornitorrinco, aparece en plena dictadura militar y es entonces que, pese a los obligados cambios en su factura y contenido, se evidencia como la única respuesta posible frente a las sobredeterminaciones del contexto: una presencia resistente, insinuada en la palabra embozada o emblemática, que no desiste de sus convicciones, aunque haya debido abandonar la estridencia de la polémica o la declaración presuntuosamente disidente, pues, de lo contrario, el precio a pagar sería el definitivo silencio de la tumba. Así, el nombre elegido para ella puede ser leído como una clave: se trata de un animal extraño, una anomalía zoológicaque, pese a su condición de mamífero, pone huevos; una suerte de “resto” primitivo de la evolución. Esta índole arcaica señala cómo la publicación se autoatribuye, metafóricamente, un rango de excepcional perduración: son ellos, sobrevivientes de una era extinguida, quienes reaparecen en la figura de un animal con características tan singulares. En efecto, el editorial de El Ornitorrinco año1, Nº 1, octubre-noviembre de 1977, se titula “Muerte y resurrección de las revistas literarias o 6 aproximaciones para armar un ornitorrinco” y es significativamente metalingüístico. Castillo asume discursivamente, una distancia semiótica respecto de sus propias producciones del pasado, para explicar qué es una revista literaria. Manifiesta que ya no se pretende como en los ´60, años de vanguardia estética y política, ocupar un espacio denegando todo lo anterior y así lo expone el editorial, refiriéndose al abandono del parricidio. Ahora el escritor sabe que la vanguardia misma y su culto a lo nuevo son también una tradición. Esta actitud que podría ser tildada de conservadora, como propia de una madurez que mira con tolerante displicencia los entusiasmos de su propia juventud, no es tal, sin embargo; al seguir leyendo, vemos que esa distancia no impide el reclamo por una continuidad histórica; la monstruosidad arcaica del ornitorrinco alegoriza la nostalgia por una perduración, pues se evocan los ´60 y se recuerdan muchas revistas que fueron el caldo de cultivo de la literatura utópica, núcleo duro de lo que resta de las vanguardias. Por si esto no fuera suficiente, hay un enunciado claramente explícito que posiciona la revista en las antípodas de los tiempos que corren: “Lo opuesto a este año de gracia 1977, es El Ornitorrinco”. Por otra parte, la aproximación número 5 retoma claramente los postulados sartreanos: se proclama la libertad como condición necesaria del arte, éste es definido como un acto y dicho acto es de rebeldía; también se recuerda que para ellos, ética y estética son lo mismo.

Si me he detenido en estas condiciones de la última revista es porque su consideración ocupa un espacio en el trabajo que José Luis de Diego dedica a la recepción de Arlt en la Argentina, para cuyo propósito revisa las siguientes revistas: Los Libros, Nuevos Aires, Crisis, Literal, El Ornitorrinco y Punto de Vista. De Diego señala un viraje de la revista de Castillo, con el que modificaría su tradición sartreana; es evidente que tal transformación, que el crítico lee como una despolitización provocada por la dictadura, hace pasar de la idea de literatura "al servicio de" hacia la predominancia de lo estético. (De Diego 2001: 145-146). Más allá de su perspicaz lectura, así como de la incongruencia que el crítico advierte como avance de tal eclecticismo en los cambios de los epígrafes, donde se incorpora a Oscar Wilde y a Nietzsche, sería justo también recordar, como me interesa hacerlo ahora, que en la página 3 del número 9 (enero-febrero de 1981), la dirección firma un editorial sobremanera riesgoso, cuyo título es: "Otras cuestiones del lenguaje". Me limitaré a citar un pasaje que considero suficiente para advertir la posición de la revista. Escribe Castillo:

De cómo hay momentos en que un lenguaje empobrecido (porque la libertad del hombre que lo articula se encuentra restringida) parece recuperar por sí mismo ciertas palabras y las recarga de sentido: las vuelve amenazantes. Hoy, en la Argentina, alguien podrá utilizar la expresión "derechos humanos" para exhibir qué amplio es su espíritu, pero lo más probable es que, sin proponérselo, hable de otra cosa... (3).

Lo transcripto es parte de un extenso artículo del mismo tono, que introduce el tema del poder del lenguaje para recordar que se acerca la fecha -10 de diciembre- donde se conmemora el día de los derechos humanos y para participar en este recordatorio, la revista reproduce en la página que sigue, las solicitadas publicadas en diarios en agosto y diciembre de 1980, donde se reclama por los desaparecidos. Respecto de los firmantes, la editorial aclara: "No importa que apenas se vean las firmas. Se sabe que firmaron los mejores, y se nota que son muchos." Esta transparente declaración creo que posibilita entender también por qué la revista amplía su staff de colaboradores incorporando algunos que no pertenecían a una militancia de izquierda: creo que el imperativo del momento, más que los debates entre diferentes posiciones de la izquierda, indican que ha pasado a ser existencialmente determinante, además de una obsesiva angustia ante el constante peligro, toda manera de posible resistencia a la dictadura, condición que la crítica atribuye, con justicia, a Punto de Vista, fundada en 1978, pero que omite respecto de la revista de Castillo. Un dato que no es menor en este contexto, permite ver que la dirección de la sección dedicada a la poesía estaba a cargo de Cristina Piña y Daniel Freidenberg, situados en las antípodas ideológicas. Esta convivencia muestra que el imperativo del momento privilegia compartir la resistencia a la dictadura antes que estas diferencias.

Retomo ahora los rasgos fundamentales de las revistas que las caracterizan como un auténtico espacio cultural alternativo: 1. No tenían ningún apoyo económico estatal ni privado; sólo se solventaban con las suscripciones de sus lectores y con el producto de su venta en quioscos, ello determina dos de sus condiciones definitorias: la libertad total de expresión, pero también la frecuencia irregular de sus números. 2. Su índole vanguardista se expone en el diseño de sus tapas y en sus caricaturas y dibujos, tanto como en la disposición enrevesada de los artículos, notas y entrevistas: por caso, un artículo puede empezar en la página 3, seguir en la 14 y concluir en la contratapa. Cuando un lector se queja en una carta de esa dificultad de lectura, la redacción le contesta que pretende un lector inteligente, lo cual era en efecto, así y mirado desde nuestra actualidad, pone de manifiesto los imaginarios culturales de un momento histórico que valoraba la lectura por encima de la imagen y confiaba en el carácter democratizador del conocimiento, a la vez que hace patente el rechazo al facilismo. 3. El cine ocupa un espacio tan amplio o incluso mayor que la literatura misma, pero no el cine comercial de entretenimiento, sino el llamado cine de autor y marca también el sesgo de sus elecciones; así, por ejemplo, se comentan las producciones de detrás de la Cortina de Hierro (y se las arreglaron para entrevistar a algunos de sus directores) o la nouvelle vague francesa. 4. El contraste logrado a veces entre el humor y un contenido políticamente denuncialista, filosófico, político o epistemológico. Una sección característica a este respecto, recibe el nombre de “Grillerías” (en algunos números sustituido por “Bicherías”) y con tono que va de la ironía a la sátira, remite a un contexto culturalmente rico, variado y polémico, plagado de alusiones a personajes de época y con un registro de conversación casi privada, pues involucra el diálogo o el debate entre los grupos de jóvenes intelectuales y artistas del momento. 5. El rasgo dominante: la actitud polémica que indica un clima cultural donde se debatía constantemente y permite advertir las relaciones entre las diversas publicaciones, algunas muy efímeras. Así, por ejemplo, la revista se funda porque Castillo y Liberman se separan por disidencias ideológicas, de Gaceta literaria, órgano editorial del Partido Comunista que dirigía Pedro Orgambide. 6. El predominio de una conciencia latinoamericanista, ideológicamente centrada en el antiimperialismo, que valora y promociona los nombres significativos de la literatura latinoamericana y nacional. Son escritores “faros” para ellos, Sábato, Cortázar, Fuentes o Roa Bastos, entre otros igualmente importantes. En política, el ardiente cubanismo manifiesto en la cerrada defensa de la Revolución cubana es un elemento fundamental. Son varias las editoriales donde Castillo se refiere a Cuba, a Fidel Castro y en especial al Ché Guevara, símbolo del revolucionario ejemplar.

La información reproducida por las revistas de Castillo procede principalmente, de Prensa Latina, aunque en general no se mencionan las fuentes. Y en efecto, es muy estrecha la relación que los responsables de las revistas sostienen con la agencia fundada por Masetti, lo cual no puede sorprender, dado el explícito posicionamiento a favor de la Revolución cubana, que significaba para el sector intelectual progresista, un modelo a seguir para el resto de Latinoamérica. Un breve ejemplo son las palabras del editorial de El Escarabajo…, año1, nº 2, julio-agosto 1961 abierto con una consigna eminentemente política: “[…] con la Revolución cubana no se simpatiza, a la Revolución cubana se la defiende” (3) respuesta al debate que invade la opinión pública, pues es el momento en que se revela que la revolución liderada por Castro no es meramente un golpe de estado para derrocar al corrupto régimen de Batista, sino un camino al socialismo.

Quienes sostuvieron este original proyecto eran muy jóvenes y lo hicieron con un entusiasmo que combinaba eficazmente la seriedad con el espíritu lúdico; si se apasionaban por la literatura a la que atribuyeron una importancia trascendente al igual que otras formas del arte, esto respondía a su creencia en la necesidad de una transformación social afincada en un cambio de conciencia y en una dimensión que hiciera posible una existencia más equitativa e igualitaria, pero a la vez, más libre y singular; así, en el espacio de las revistas que eran su propio dominio, ejercían al máximo posible esa libertad a la que aspiraban. De allí que se dieran, en sus publicaciones, tanto la honestidad intelectual en las polémicas y en la denuncia, cuanto la desenfadada manipulación de sí mismos y sus nombres, así como de otros nombres autorales y la apropiación de textos ajenos. El grupo sostiene las revistas alternándose y participando en las diferentes secciones, excepto en los editoriales, donde, contraviniendo también el uso protocolar convencional, van siempre firmados, en general por Castillo o acompañado por uno de sus más cercanos colaboradores: Liliana Heker es la que aparece con más frecuencia y Arnaldo Liberman es asimismo un colaborador muy cercano, aunque un breve período abandonó la revista para fundar su propia publicación, siempre se mantuvo en contacto y volvió a ella. Un gesto divertido a señalar es que algunos extraños nombres -como por ejemplo Abel Heijal- son seudónimos del algún miembro del grupo, en este caso, del mismo Castillo, pues Heijal significa “castillo” en idish. Liberman, por su parte, a veces firma como RayShadlov, personaje del film de Chaplin Un rey en Nueva York. El cinéfilo Liberman era fanático de Chaplin, amor que compartía todo el grupo: fotos del legendario actor y director ilustran los números de las revistas.

En cuanto a textos ajenos, el mismo Castillo confiesa que querían compartir sus propias lecturas, dar a conocer a autores innovadores y también sorprender con perlas exclusivas, como es el caso del reportaje a Sartre que Liliana Heker trajo de Francia, publicado en El Ornitorrinco nº 3, de junio-julio de 1978. En el número anterior, Castillo había iniciado una extensa nota sobre el filósofo, donde enfatizaba la influencia que sobre él había tenido el pensador francés, al que, en otra ocasión, había calificado como el más grande escritor del siglo XX. En vez de continuar su texto en el número citado, tal como había anunciado, lo sustituye por la entrevista al mismo Sartre. Estas operaciones no se limitan a un escritor tan importante como para constituir el referente fundamental de las revistas, sino que comprenden otras prácticas, como por ejemplo, la traducción de artículos aparecidos en revistas francesas muy prestigiosas, como son Le Tempsmodernes, Le Figarolitteraire, LÉxpress y el diario Le Monde, firmados por Ariel Maudet (h), colaborador que al ser hijo del Director de la Alianza Francesa, tenía acceso a ese material. Estas apropiaciones eran transparentes, y era suficiente un contacto personal o epistolar para autorizarlas. Pensemos en que al no tener ni pretender rédito económico, su propósito era formar opinión y difundir a autores cuyas ideas y opiniones les interesaban porque enriquecían o coincidían con las propias. En efecto, tanto en relación con la cultura europea como con la latinoamericana, la difusión que promovieron fue intensa y abarcadora.

Para poder dedicar algunas líneas a la cuestión del compromiso, debemos situarnos en las diferencias ideológicas que se arremolinan en torno a un campo de debates nacido con la modernidad literaria, pero que en las décadas ocupadas por las revistas de Castillo asume talante virulento: el propósito, la función social y la misión de la literatura, cuestión ligada, naturalmente, a la delimitación del escritor en tanto intelectual es decir, sus posiciones éticas en las crisis morales, sociales y políticas. Importa señalar que para Castillo y el grupo de las revistas, el compromiso pasa, como se puede observar tanto en El Grillo… como en El Escarabajo…, por la convivencia de una ética con una estética, no por producir un texto cuyo contenido sea panfletario. Para esta concepción humanista del arte, si una escritura logra belleza, al mismo tiempo iluminará o acrecentará la toma de conciencia, es decir, tendrá valor ético. Idea con la que Castillo es consecuente y que se expone en numerosas ocasiones a lo largo de las tres revistas (ya creo haber mostrado en micro, esta perduración en la última, pese a las limitaciones de la censura); en esta actitud se emplaza su desacuerdo con la ortodoxia del partido comunista y con su órgano de difusión cultural, Cuadernos de cultura, y también condicionó su separación de Gaceta literaria, dirigida por Pedro Orgambide, gracias a eso, gestó el proyecto de sus propias revistas.

Muchos años más tarde, Castillo recuerda este productivo período y define la idea de compromiso que lo guiara en esas décadas. En una entrevista concedida a la revista Casa de las Américas en el año 2002, así lo expresa:

La literatura argentina de los ´60 nunca estuvo fuertemente marcada por el compromiso político en la ficción. Incluso en El Escarabajo de Oro nosotros siempre tuvimos en cuenta que hay una diferencia bien grande entre literatura comprometida y escritor comprometido. Una cosa es ser un escritor comprometido, es decir un hombre comprometido con la realidad, y otra, que no necesariamente corre pareja con ésa es ser un escritor que puede poner su compromiso en la ficción. […] Prefiero un hombre comprometido a un literato comprometido. (Valle, Amir 2002).

La resolución de este conflicto aparentemente dilemático se da por dos nociones que el escritor rescata de Sartre y defiende como basales: la ética y la libertad, pilares del existencialismo que atraviesan el posterior giro al marxismo del filósofo. “[…] nadie puede ya cuestionar la libertad, el compromiso, la prioridad de la existencia humana sobre su esencia, sin que su interlocutor sea Sartre”. (Castillo, 1980:3; 1988:144).

Pero si la ficción no requiere del panfleto para comprometerse, ¿cómo advertir al escritor comprometido, si escribir es su elección como hombre? La respuesta sería: interviniendo, opinando, denunciando. Cosa que hay que hacer cada vez que las circunstancias lo demanden, como por ejemplo, denunciando la censura. Tema constantemente tratado por las revistas, como es el caso, por ejemplo, del editorial de El Escarabajo…año3, nº 14, agosto de 1962, donde a partir de la denuncia, se define al intelectual en el dominio de la intervención política. En la estela de Sartre, si los intelectuales son “quienes juzgan éticamente al mundo y dan testimonio de él”, esto significa que las crisis políticas son el campo específico de su quehacer, en contra de la doxaque les atribuye la paz de quien evade el mundanal ruido. Acorde con esta misión, Castillo la emprende con una dura crítica al fascismo de nuestro ejército, al que se piensa como puesto al servicio del imperialismo. Si el imperialismo es “la fase superior del capitalismo” -concepto inscripto en repertorio del marxismo-leninismo más ortodoxo- nada impide pensar en el advenimiento de “un imperialismo al cuadrado, interplanetario, tal vez”, hipótesis con poder anticipatorio de la globalización iniciada luego de la segunda guerra mundial.

El hecho de que la mayor producción de El Escarabajo…se desarrolle en los sesenta, hace que el compromiso sartreano haya virado su anclaje desde el debate teórico hacia la discusión sobre la praxis, esto se escenifica en la virulencia con que se discute sobre la eficacia posible de la literatura para la revolución, cuestión ligada, naturalmente, al tema de Cuba y los países del entonces llamado Tercer Mundo, donde se inscribe Latinoamérica. El punto de inflexión del desplazamiento de la problemática del compromiso lo constituye, para Sartre, el Mayo francés de 1968, pues ya no se trataría de la misión del intelectual como conciencia alerta, sino de su lugar en una nueva sociedad sin clases una vez advenida la revolución. Creo pertinente transcribir un pasaje del capítulo del libro dedicado a los editoriales 1:

Nuevamente, el editorial de El Escarabajo…, nº 42, abril de 1971, da cuenta del giro en la lectura de Sartre. Simplificando, podríamos sintetizar los ejes dicotómicos de esta manera: en los ´60, la discusión pasaba por el esteticismo versus el contenidismo o arte formal frente a arte comprometido; en los ´70, se cuestiona si debe hacerse literatura o abandonarla a favor de la militancia política, es decir, si el arte es eficaz para la revolución (24).

Si bien estas problemáticas que vengo comentando asumen una constelación amplísima en todos los protocolos de las revistas, y en especial en los editoriales, me detendré en un ejemplo importante para mostrar cómo el horizonte histórico concreto va creciendo en El Escarabajo…en concordancia con la urgencia de las apelaciones del momento en Latinoamérica y en nuestro país. Así ocurre con el peronismo, tema central para todo análisis que, desde la izquierda, pueda hacerse de la realidad política para señalar el rumbo de la acción y que precede, en la revista, a su retorno al poder en 1973, una vez que el presidente de facto, el general Lanusse, conceda la apertura a elecciones.

En el El Escarabajo nº 44, enero-febrero 1972, el título y subtítulo son sobremanera elocuentes: “Peronismo y revolución. Aclarar hasta que desensillen” tanto por la primera frase, que no requiere de explicaciones, cuanto por el juego de la segunda, que invierte una de las frases de Perón: “Desensillar hasta que aclare”. Si por una parte es un homenaje que los posiciona como simpatizantes de la resistencia peronista, por otra los sitúa como intelectuales esclarecidos que pueden iluminar con su análisis -hasta que desensillen, esto es hasta que se vayan los militares del poder- la situación del país durante el último período de la dictadura de Lanusse.

Castillo homologa a todos los gobiernos militares en función de las medidas represivas que los caracterizan- desmantelar la universidad, legislar decretos represivos, perseguir la libertad de expresión con la censura, encarcelar a dirigentes políticos y a obreros- aunque reconoce la apertura de algunas medidas: así, la promesa de elecciones, la devolución del cadáver de Evita, permitir la reorganización de los partidos políticos y hasta insinuar la posible legalización del PC. Luego de largos párrafos plenos de ironías ante estos presuntos cambios, Castillo declara su intento por entender cuál podría ser el propósito de ello y aventura una hipótesis: “[…] significa que para la derecha, el país ha llegado a una encrucijada: o un peronismo más o menos inofensivo, o la izquierda” (6). Tal alternativa, cifrada en el mal menor, no solamente se debe a los acontecimientos nacionales, sino se inscribe en el más amplio contexto latinoamericano. Así, los tupamaros uruguayos, la guerrilla peronista o marxista, el malestar de la clase obrera, el Cordobazo, que al haber implicado la unidad obrero-estudiantil indica que ahora la intelectualidad se pone del lado del pueblo, determinan, según Castillo, que la única opción para la clase dominante sea o un peronismo conciliador o el giro a la izquierda. Partiendo de esta premisa, la conclusión es obvia: tal disyuntiva articula su síntesis en la praxis peronista. ¿Cuál peronismo triunfará (se interroga Castillo) el que quieren los militares o el “otro” el vasto movimiento nacional de izquierda cuya doctrina básica es el socialismo? Es notable el cambio en la valoración del propio Perón, a quien antes había llamado “un Falstaff all´ uso nostro”. Ahora no lo tilda de fascista, pese a su simpatía por Mussolini, como pensó la izquierda contemporánea a la emergencia de su liderazgo, en los años cuarenta, cuyo error histórico fue integrar la “indigna Unión democrática” que sólo sirvió para desacreditar para siempre a la izquierda ante el proletariado, pues Perón fue realmente para el pueblo -sostiene ahora Castillo- acceso a la justicia social. Pese a ello, no sólo desacredita a los dirigentes del peronismo oficial, sino pone en duda que el mismo líder, en ese momento, esté en condiciones de acaudillar a la clase obrera cuyo cambio de conciencia gracias, entre otras cosas, al propio peronismo, ha crecido notablemente. Creo haber resumido los temas más significativos de las revistas que las instalan como un material de ineludible estudio para la historia cultural del período en que aparecieron.

Bibliografía

El Grillo de papel (1959-1960), El Escarabajo de Oro (1961-1974) y El Ornitorrinco (1977-1986). Colección particular de Abelardo Castillo. [ Links ]

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Sosnowsky, Saúl (1988) (compilador). Represión y reconstrucción de una cultura: el caso argentino. Bs.As.: Eudeba. [ Links ]

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Recibido: 01 de Junio de 2020; Aprobado: 01 de Agosto de 2020

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