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Revista de historia americana y argentina

versión impresa ISSN 2314-1549versión On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.58 no.1 Mendoza jun. 2023  Epub 19-Ago-2023

 

Crítica bibliográfica

Bruno, Paula; Pita, Alexandra y Alvarado, Marina (2021). Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Rosario: Prohistoria ediciones. 168 p.

Micaela Pellegrini Malpiedi1 
http://orcid.org/0000-0002-2124-6021

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Investigaciones Socio Históricas Regionales. Universidad Nacional de Rosario. Santa Fe, Argentina. micaelapellegrini89@gmail.com

Bruno, Paula; Pita, Alexandra; Alvarado, Marina. 2021. Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Rosario: Prohistoria ediciones, 168 p.p. ISBN: 978-987-809-015-3.

Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960 pone en consideración la participación de mujeres latinoamericanas en los circuitos y espacios de la vida diplomática. Sus páginas se convierten en un lienzo en donde se entrelazan las relaciones trasnacionales de nueve mujeres que, con distintas nacionalidades, profesiones, pertenencia de clase y capital relacional, se abrieron paso al mundo ampliado de la diplomacia y política internacional a partir del despliegue de estrategias de socialización, negociación y construcción de redes personales.

De lectura placentera, el presente libro está escrito “a tres manos” por las autoras Paula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado, quienes invitan a realizar una lectura cuyo enfoque historiográfico pertenece a “la nueva historia diplomática” y una historia de/con mujeres en perspectiva de género (aunque sin mencionarlo). Así, organizado en cuatro apartados titulados: “Estudio preliminar. Mujeres y vida diplomática: propuestas y claves de lectura”; “Primera Parte: Eduarda Mansilla, Guillermina Oliveira Cézar y Ángela Oliveira Cézar. Entre ámbitos diplomáticos y circuitos transnacionales”; “Segunda Parte: Carmen Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca. Entre vínculos familiares, mediaciones y responsabilidades internacionales" y “Tercera Parte: Gabriela Mistral, Palma Guillén y Concha Romero. Entre amistades, redes intelectuales y organismos de cooperación”, las tres investigadoras invitan al lector o lectora a sumergirse en una historia que se pregunta sobre los espacios diplomáticos, las vías de socialización, los actores que los transitaron y los cruces entre-mujeres en la política internacional. Siendo aquí cuando la perspectiva de género se incorpora como categoría de análisis al poner el foco en trayectorias de diplomáticas. Esta particularidad le otorga una profunda originalidad a Embajadoras culturales en tanto “los estudios sobre mujeres y vida diplomática constituyen un campo todavía incipiente, con aportes sugerentes que seguramente merecerán desarrollo en los próximos años” (Bruno, en Bruno, Pita, Alvarado, 2021, p. 14).

El apartado “Estudio preliminar” arroja un estado de la cuestión sobre los estudios realizados durante los últimos años al calor de la nueva historia diplomática. Mientras que los siguientes tres analizan las trayectorias y experiencias de nueve mujeres latinoamericanas que, consideradas por las autoras como “embajadoras culturales”, desarrollaron una activa vida en la política internacional como así en diversos ámbitos de lo público durante cien años.

Cada una de los apartados responde a un recorte temporal específico de acuerdo a las trayectorias de vida de tres mujeres en particular presentando así diferentes perspectivas de análisis acerca de las oportunidades y medios con los que contaron para sumergirse en el amplio mundo de la diplomacia. Un hilo conductor atraviesa los tres apartados el sistema de estrategias y tácticas que desplegaron dichas mujeres para sobrevivir a los límites y costos de pertenecer a los circuitos internacionales.

En el apartado denominado “Primera Parte”, Paula Bruno analiza los itinerarios diplomáticos de tres mujeres argentinas: Eduarda Mansilla (1834-1892), Guillermina Oliveira Cézar (1870-1936) y Ángela Oliveira Cézar (1860-1940). Esta pesquisa permite estudiar los distintos perfiles que las mujeres fueron tomando a lo largo de sus trayectorias. Entre ellos, encontramos las denominaciones “dama diplomática” y “mujer del embajador” infiriendo que las mujeres, en tanto esposas de diplomáticos, tenían que desarrollar un conjunto de tareas, atributos y tratas designadas de manera tácita. En un trabajo de análisis riguroso, la autora ubica a dichos perfiles como categorías teóricas a los fines de analizar los privilegios y limitaciones solapadas detrás de dichas actividades. Tal ha sido el caso de Eduarda Mansilla, quien en el desenvolvimiento de diversas cualidades diplomáticas formó parte de los cánones aristocráticos y de círculos de relaciones con autoridades de repúblicas nuevas. No obstante, tal como ha sido el paso de las mujeres por la historia, aquí también cristaliza el proceso de inclusión/exclusión en tanto estos privilegios por momentos las encorsetaron en sus vínculos parentales.

También Bruno alude a las denominaciones “matrona respetable”, “distinguida señora” o “mujer cristina”, para conceptualizar a Ángela Oliveira Cézar, una mujer que trascendió la arena de la política internacional sin tener dependencia de alguna figura masculina. Representante de la “diplomacia femenina”, la propia Ángela dio cuenta sobre la posibilidad de las mujeres por adoptar acciones destinadas a las relaciones entre países, espacios estatales y servicios exteriores sin depender de un varón proveedor. Por su parte, Bruno, al analizar los itinerarios de Ángela, propone la asunción “embajadora no oficial” o “diplomacia estatal no oficial” para pensar las trayectorias diplomáticas cristalizadas a los bordes de la agenda oficial. En el universo de estas trayectorias se encuentra el de Ángela, pero también el de su hermana, Guillermina.

Ahora bien, el análisis no pone el foco solo en la particularidad de cada una de las trayectorias femeninas, sino que las complejiza al calor de la sociabilidad ampliada y los diálogos que los propios sujetos fueron desplegando. Aquí advienen categorías como “familia diplomática”, “cofradía”, “fashion group”, entre otros.

Finalmente, este apartado, invita a los lectores y lectoras a reflexionar sobre las limitaciones para disponer de archivos y fuentes para hacer una nueva historia diplomática atenta a las mujeres. Como es propio del campo historiográfico de/con mujeres, la materialidad que se ha conservado en el paso del tiempo presenta una selección y catalogación androcéntrica, por lo cual, a veces resulta necesario recurrir a figuras masculinas que nos van abriendo paso a los itinerarios de sus esposas, hermanas, hijas, entre otras.

Seguidamente y adentrándonos a la segunda parte, es posible encontrar la investigación de Mariana Alvarado dando cuenta de las trayectorias de tres chilenas: Carmen Bascuñán Valledor (1833-1911), Emilia Herrera y Martínez (1824-1916) y Amanda Labarca (1886-1975).

A partir del estudio de los itinerarios de Carmen, Emilia y Amanda, la autora de este apartado recupera los alcances e implicaciones que cristalizaron luego de las actividades y tareas realizadas por estas embajadoras culturales. En tal sentido, durante las 27 páginas de su investigación, la autora rescata los itinerarios de mujeres que no han estado bajo la lupa investigativa, a través de las nociones “intradiplomacia” y “oficio diplomático”. Tal es el caso de Carmen y Amanda que, sin ser nombradas formalmente como diplomáticas, protagonizaron un conjunto de tareas que habilitan a pensarlas como incursionadoras del espacio público y de la política internacional y desde allí impulsadoras de campos específicos, como el artístico, el educativo y el diplomático.

De tal forma, desplegando el ejercicio comparativo, Alvarado pone en diálogo los trayectos de Eduarda Mansilla y Guillermina Oliviera Cézar con el de Carmen Bascuñán Valledor. Ésta última, perteneciente a una familia con distinguido capital económico y relacional contrajo matrimonio con el distinguido Alberto Blest Gana. Este contrato legal, le permitió desarrollar una vida como “dama diplomática” y desde ese rol, como gestora de prácticas de sociabilidad en salones, tertulias y demás actividades sociales que comprometieron la asistencia de renombrados actores de la diplomacia internacional. Pese a posicionarse como parte constitutiva de los circuitos propiciados por el servicio exterior, en diversas ocasiones, Carmen queda contemplada como “soporte de” Blest Gana. Este carácter de complemento operó como eje invisibilizador de sus trayectorias que, como alude Bruno en la primera parte, se rigió por las lógicas androcéntricas del pasado. Por su parte, Emilia tuvo una significativa participación en tratativas pacifistas entre Argentina y Chile. Denominada “agente de diplomacia no estatal” por Alvarado, demostró suspicacia en sus habilidades como mediadora interviniendo en discusiones políticas y dándole asilo a exiliados argentinos. En efecto, demostraba prudencia y perseverancia durante las reuniones que se hacían en su casa para debatir asuntos políticos entre los países vecinos. Esas acciones le valieron para obtener el reconocimiento de hombres públicos latinoamericanos. Finalmente, en el entramado de mujeres diplomáticas, Amanda Lavaca obtiene otro tipo de perfil atravesado fundamentalmente por su carácter intelectual. Dueña de privilegios, Amanda fue una distinguida profesora universitaria feminista creadora de importantes organizaciones que contemplaban la igualdad de derechos entre mujeres y varones. No obstante, sus itinerarios como docente universitaria y gestora feminista han solapado su perfil de educadora diplomática. El objetivo de Alvarado, entonces, es recuperar ese rol dentro de la versatilidad de la figura estudiada. Dicho esto, al desempeñar diversos cargos estatales, estableció una red intelectual y diplomática que consolidó lazos formativos y universitarios. Operó desde allí, como mediadora, al encabezar acciones que consolidaban la diplomacia cultural chilena y le significaron a posteriori el rol como referente de los ámbitos culturales y educativos del país.

En la tercera parte, Alexandra Pita estudia a una chilena: Gabriela Mistral (1889-1957), y a dos mexicanas: Palma Guillén Sánchez (1898-1975) y Concha Romero (1900-1987). En el apartado a su cargo, Pita, desarrolla una lúcida escritura que pone en consideración los itinerarios de estas tres mujeres ubicándolas en constante diálogo en la esfera internacional. Desde la “mediadora cultural” como fue denominada Concha Romero, a la autodidacta y “cónsul de segunda categoría” Gabriela Mistral, pasando por Palma Guilén de Sánchez, la autora logra dar luz a las redes de cooperación entre mujeres como lugar clave para hacer uso de espacios públicos de máxima relevancia.

En los tres casos, pone en valor las vidas diplomáticas atendiendo la lupa las negociaciones remunerativas, en los cargos jerárquicos, el intercambio de favores y en los emplazamientos geográficos que fueron experimentando. Podríamos decir, que Pita logra desarmar el “detrás de escena” de la vida diplomática de las mujeres, que como ha de contemplarse, pasa por más dificultades que la de los varones.

Justamente, esta es la riqueza del escrito de Pita, a convite a pensar sobre nuevos interrogantes en ronda a las vidas diplomáticas de las mujeres, por fuera de los estudios que se preguntan sobre sus cargos jerárquicos o acciones oficiales. Aquí, la invitación prescribe hacia aquellos aspectos coyunturales que allanaron el piso para que las mujeres se inicien en el campo de la diplomacia, aunque ello signifique no llevar adelante una vida sólo de privilegios.

Al finalizar con el abordaje de los cuatro apartados que le dan cuerpo a este libro, queda latente una pregunta no menor: ¿por qué leer Embajadoras culturales? En primer lugar, porque está escrito por tres mujeres latinoamericanas que se preguntan por los itinerarios diplomáticos de otras mujeres latinoamericanas. Este rasgo le otorga al escrito un análisis atravesado por los vínculos intergenéricos, pero también por un entre-mujeres que le ofrece pluralidad en la lente investigativa. En segundo lugar, porque tanto Bruno como Pita y Alvarado, ya poseen una larga trayectoria en el ejercicio de estudiar a otras mujeres que comienzan a conquistar nuevos espacios vinculados a lo público en general, pero al mundo de la diplomacia en particular. Esto queda plasmado en las lúcidas reflexiones que llegan al finalizar cada uno del apartado. Y, en tercer lugar, porque al leer este libro, los lectores y lectoras, podrán conocer un poco más sobre el sistema de estrategias, negociaciones y limitaciones por las que tuvieron que atravesar las mujeres dentro de la política internacional.

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