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Relaciones internacionales

versión On-line ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.27 no.55 La Plata dic. 2018

 

ESTUDIOS

La política exterior del tercer gobierno peronista en la Argentina (1973-1976): conflictos, vaivenes y el aporte de la historia a los estudios internacionales 1

The foreign policy of Argentina’s third Peronist government (1973 - 1976). Conflict, fluctuations and history’s contribution to international studies.

Maria Cecilia Miguez 2


Resumen: El tercer gobierno peronista, incluyó la sucesión de cuatro mandatos presiden- ciales –Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón (indistintamente Isabel Perón)- en el lapso de tres años. Fue escenario de profun- das contradicciones políticas internas en un complejo mapa continental y mundial. Al mismo tiempo, se trató de un gobierno prolífico en términos de la política exterior. Va- rios de los trabajos que abordan este período y que constituyen insumos fundamentales de este análisis, han puesto el énfasis en distinguir elementos de quiebre y/o de conti- nuidad dentro de cada uno de los mandatos, y respecto de los gobiernos precedentes y de los posteriores. En este artículo queremos recuperar el entramado histórico para observar el devenir de las contradicciones abiertas en 1973. El trabajo se propone abor- dar el período desde su complejidad, para dilucidar la imbricación de conflictos políticos, económicos e internacionales, donde aparecen contradicciones, yuxtaposiciones y per- manencias. Consideramos que los conceptos aplicados para clasificar la política exterior del período, en el afán de categorizar y comparar, pueden alejarnos de la comprensión  de las variables y circunstancias condicionantes de las tomas de decisiones. Por ello, recuperamos la importancia de la Historia en el campo de las Relaciones Internacionales.

Palabras clave: Argentina; Tercer gobierno peronista; Guerra Fría; Política exterior; enfoque histórico.

Abstract: The third Peronist government included the succession of four presidential administrations – those of Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón and Maria Estela Martínez de Perón (aka Isabel Perón) - in the space of three years and was a scene of internal political contradictions in a complex continental and world map. This was also a prolific government as regards foreign policy. Several works analysing this period in fact have emphasized the distinction between elements of breakdown and continuity within each of the administrations as well as in connection with previous and subsequent gov- ernments. In this article we would like to recover the historical approach, in order to understand the evolution of the contradictions which opened up in 1973. The paper intends to approach the period from its complexity to elucidate the links between politi- cal, economic and international conflicts, where contradictions, juxtapositions and permanence appear. We believe that the concepts applied to classify this period’s foreign policy can distance us from the understanding of the variables that influence political decision-making. Therefore, we have recovered the importance of History in the field of the International Relations.

Key words: Argentina; Third Peronist government; Cold War; Foreign Policy; Historical approach.

1 Recibido: 01/02/2018. Aceptado: 20/07/2018

2 Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales; Especia- lista en Historia Económica (FCE -UBA) y Doctora en Ciencias Sociales (FSOC-UBA) Es Investigadora adjunta de CONICET, en el Instituto de Estudios Económicos Sociales e Internacionales, Profesora Adjunta de la Universidad de Buenos Aires. Email: mmccmiguez@gmail.com


Introducción

Entre 1969 –año de la rebelión popular conocida como Cordobazo3- y hasta el golpe de estado de marzo de 1976, la Argentina vivió una etapa de crecimiento y auge de los movimientos políticos y sociales. La proscripción del peronismo, el exilio de su líder du- rante 18 años y el impacto que ello tuvo sobre el funcionamiento del partido, junto la lectura de los cambios mundiales y la creciente represión que caracterizó al gobierno de la autodenominada Revolución Argentina (dictadura que gobernó entre 1966 y 1973) fueron contribuyendo a un proceso de radicalización ideológica, reflejado en el surgimiento de movimientos asociados a izquierdas clasistas más tradicionales pero funda- mentalmente dentro del propio peronismo.
Al compás de todos esos elementos, dicha radicalización derivó en una serie de contradicciones entre líneas políticas dentro del movimiento sindical y dentro del movi- miento peronista en su conjunto, que irían abriéndose curso hasta transformarse en conflictos cada vez más abiertos. Entretejido en ese contexto y luego de años de lucha, llegó al poder un nuevo peronismo hacia 1973. El general y dictador Alejandro Agustín Lanusse, una vez frustradas sus aspiraciones de ser el candidato de un Gran Acuerdo Nacional que lo llevara a la presidencia de modo constitucional, abrió el juego electoral condicionándolo a través de una legislación que impedía la candidatura de Juan Domingo Perón, e imponía una segunda vuelta electoral. El Frente Justicialista de Liberación fue entonces la alianza electoral que llevaría al poder al candidato peronista Héctor Cámpora y a su vice Vicente Solano Lima, con la consigan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
Cuatro presidencias marcaron este gobierno, que se extendió entre el 25 de mayo 1973 y el 24 de marzo de 1976, cuando fue derrocado por el más sangriento golpe de estado de la historia argentina. Todas ellas marcadas por una enorme conflictividad polí- tica, manifestada en dos grandes contradicciones: una representada por el más tradicio- nal clivaje peronismo-antiperonismo (por un lado medidas de carácter nacionalista en términos económicos, ampliación del ingreso, mayor participación del Estado y restric- ciones al capital extranjero, protagonismo de los sindicatos y los empresarios nacionales; por otro y la reacción de los sectores conservadores y económicamente dominantes); y otra referida a la creciente interna dentro del peronismo entre sectores vinculados a la izquierda y la derecha del movimiento. Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan  Domingo Perón y Martínez de Perón (o indistintamente Isabel Perón) ejercieron el poder ejecutivo en el breve lapso tres años. El período fue escenario de profundas contradicciones políti- cas internas en un complejo mapa continental y mundial. Al mismo tiempo, se trató de  un gobierno prolífico en términos de la política exterior. Y aquí vamos al nudo de este artículo.
Nos interesa la política internacional de este complejo período. Varios de los traba-
jos que lo abordan y que constituyen insumos fundamentales de este análisis, han puesto el énfasis en distinguir elementos de quiebre y/o de continuidad tanto dentro de cada uno de los mandatos como respecto de los gobiernos precedentes y de los posteriores. El aporte que este artículo se propone, es el de recuperar el entramado histórico para ob- servar el devenir de las contradicciones abiertas en 1973 y que no se despliegan de modo unidireccional. No se trata de negar la existencia de diferencias entre cada etapa sino que más que buscar rupturas en un camino lineal, el trabajo se propone abordar el período desde su complejidad, para dilucidar la imbricación de conflictos políticos, económicos e internacionales, donde aparecen contradicciones, yuxtaposiciones y permanencias. Con- sideramos que los conceptos aplicados para clasificar la política exterior del período, en el afán de categorizar y comparar, pueden alejarnos de la comprensión de las variables y circunstancias condicionantes de las tomas de decisiones. Por ello, recuperamos la im- portancia de la Historia en el campo de las Relaciones Internacionales.
Si bien este artículo, se enmarca en el campo de estudio de las relaciones interna- cionales, se inscribe también en lo que podríamos llamar una Historia Reciente de las Relaciones Internacionales, que introduce la noción del factor tiempo, de la historicidad de los acontecimientos. Consideramos que los estudios en ciencias sociales deben incluir necesariamente el análisis de los distintos tiempos históricos, como los de flujo y los de creación o ruptura, los de larga duración y los cíclicos. El objeto de estudio es la política internacional 1973-1976, pero intentaremos no analizarla en forma autónoma respecto del resto de las dimensiones de la realidad social. El enfoque histórico permite vincular la política exterior con los procesos globales, que a su vez son constitutivos, condicionantes y condicionados por la dinámica política interna.

La fuerte convulsión dentro del peronismo que caracterizó a estas administraciones sucedió en el marco de determinadas coyunturas y estructuras. Fernand Braudel, uno de lo más destacados miembros de la Escuela de los Annales, entiende la estructura en los siguientes términos: “Para nosotros los historiadores, una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura; pero más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar. Y transformar” (Braudel, 1980, p. 70) Incluso afirma que algunas estás dotadas de una tan larga vida que “obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su transcurrir”, mientras que otras se desintegran más rápidamente. “Pero todas ellas, constituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. En tanto que obstáculos, se presentan como limitaciones (envolventes, en el sentido matemático) de los que el hombre y sus experiencias no pueden emanciparse” (Braudel, 1980, p. 70-71)
Por su parte, la visión de Pierre Vilar (1980) nos recuerda que la noción de prisión que utiliza Braudel para la larga duración y el tiempo estructural, puede llevarnos a un determinismo, así como la idea de obstáculo o límite puede llevar a priorizar el análisis  de lo que sobrevive y o se mantiene y no de la innovación como praxis que supera obstá- culos y cárceles. Vilar afirma que si bien es necesario partir de las “largas supervivencias”, éstas no deben ser analizadas como cárceles sino más bien como relaciones relativamente estables pero que se encuentran en constante movimiento (Vilar, 1980, p. 66)
El objetivo de nuestro trabajo es abordar una coyuntura, es decir, nuevamente en términos de Vilar, el “conjunto de condiciones articuladas entre sí que caracterizan un momento en el movimiento global de la materia histórica” (Vilar, 1980, p. 81) Queremos explicar la complejidad de la política internacional del período 1973-1976, pero no sola- mente consignando los hechos que caracterizaron a las distintas administraciones de ese gobierno y sus diferencias políticas, sino también vinculándola con problemáticas estruc- turales, y de algún modo comprendiendo la profunda imbricación entre los tiempos cortos, medios y largos descriptos por Braudel. A esa metodología, agregaremos un ele- mento más que ha sido desarrollado por Vilar en su trabajo Historia del Derecho, historia total: la necesidad de analizar los fenómenos como signo -desde una mirada sincrónica-, como consecuencia o producto de modificaciones sociales pasadas, y como causa o fac- tor de nuevas transformaciones futuras (Vilar, 1983, p.118) Hacia la presidencia de Cámpora: ¿diversificación, pívot y autonomía?

Los años del exilio de Perón, coincidieron con el proceso de radicalización de secto- res del peronismo, y con la cada vez más urgente demanda popular de levantamiento de proscripciones políticas y la necesidad de gobiernos democráticos. Por su parte, Perón utilizó múltiples estrategias para la vuelta al poder. Entre ellas se destacaron sus vínculos con la Juventud Peronista, en especial, la Tendencia Revolucionaria4. Por esa razón, la campaña electoral hacia 1972 y 1973, estuvo signada por un tono radicalizado, una re- tórica que se apoyaba en esos sectores movilizados más que en el tradicional sindicalismo peronista5. Ello iba de la mano no sólo con un escenario internacional y regional ideológicamente progresista, sino con el aumento del peso relativo de esa organización en la estructura partidaria entre 1971 y 1972.
Muchos trabajos han abordado de compleja composición del peronismo en este período. Uno clásico y referido a las relaciones internacionales, es de Carlos Moneta, quien distingue cuatro sectores diferenciables: un “peronismo ortodoxo” representado por las viejas figuras del partido protagonistas de los primeros gobiernos; el aparato de conducción sindical; un “peronismo familiar”, es decir el círculo íntimo que rodeaba a Perón en el exilio, encabezado por la propia Isabel y López Rega; y finalmente grupos juveniles más radicalizado a los que se sumaban sectores obreros (Moneta, 1979, p. 228-
233) Agrega además a un “sector tecnocrático e intelectuales reformistas”
Cabe aclarar que la utilización que Perón hizo de esos grupos de jóvenes mostraría sus límites desde su primer llegada al país en noviembre de 1972 y el conflicto entre sectores del peronismo se vería con mayor claridad en los sucesos de Ezeiza, el 20 de junio de 1973. A menos de un mes de la asunción de Cámpora y durante el acto masivo de bienvenida a Perón, fuerzas organizadas por el teniente coronel Jorge Osinde6 dispa- raron contra la “Columna del Sur”, que incluía unas 60.000 personas entre las que se contaban militantes del sur del cordón bonaerense de distintas organizaciones: Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Montoneros, y que pretendían avanzar hacia un lugar central en el acto. Así se inició un enfrentamiento que tendría el saldo de 13 muertos, 365 heridos y decenas de torturados en los edificios de Ezeiza7.
Lo cierto es que el triunfo del FREJULI representaba situaciones diversas para cada
una de las fracciones del peronismo. Tal como afirma Tcach, para los viejos militantes peronistas era el fin de 18 años de exilio y proscripción, para los Montoneros era el resul- tado de una estrategia sintetizada en su lema “con los votos al gobierno, con las armas al poder”, y para los militantes de la izquierda peronista, de corazón guevarista, era un paso hacia el sueño de una Argentina cercana al socialismo (Tcach, 2007, p. 60)
Tanto en el plano político de la sociedad civil, como en el Estado y la política im- plementada, se reflejarían conflictos y tensiones producto de la convivencia en el seno del peronismo de tendencias tan heterogéneas. Esa heterogeneidad remitía en parte al propio carácter policlasista del movimiento desde su propia génesis. La coyuntura del retorno del peronismo pondría en juego esos elementos relativamente estructurales del movimiento. En cuanto al sistema político, la representación parlamentaria de los secto- res de la izquierda del peronismo era relativamente menor, especialmente teniendo en cuenta el peso de otras líneas ortodoxas y sindicales del peronismo. La conformación del ministerio de Cámpora daba cuenta de la necesidad de equilibrar las fuerzas internas. Los sectores de la Tendencia tenían vínculo cercano con el canciller Juan Carlos Puig, el Mi- nistro del Interior, Esteban Righi y –en menor medida- con el Ministro de Educación, Jorge Taiana. Por el contrario, el ministerio de Bienestar Social, bajo el mando de López Rega representaba una orientación de derecha que iría extendiendo su poder 8.
Al igual que podríamos realizarlo en otras áreas de la política pública, en el caso de la política exterior podemos analizar la evolución y conflicto entre los sectores, a través de las gestiones de Puig (durante el gobierno de Cámpora) y Alberto Juan Vignes (canci- ller de Lastiri, Perón e Isabel Perón), Ángel Federico Robledo y Manuel Aráuz Castex (ambos cancilleres de Isabel), algunos de ellos representantes de líneas ideológicas y políticas distintas, provenientes de trayectorias diversas, no solamente dentro del pero- nismo sino respecto de las estrategias de inserción internacional argentina en el contexto de la Guerra Fría.
El contexto regional es clave para comprender las posibilidades y los límites de la política interna y externa del peronismo en este gobierno. Para la década de 1970, nos encontramos con una América Latina intensamente disputada por las potencias, y con un auge de proyectos críticos respecto del predominio de los Estados Unidos en el continente. Los gobiernos de Salvador Allende, en Chile, el Guillermo Rodríguez Lara de Ecuador y el de Juan Velazco Alvarado en Perú, expresaban de modos muy diversos y hasta contra- dictorios, aspiraciones de cambio y transformación (Ansaldi y Giordano, 2012, p.370) En cuanto al comportamiento internacional, a pesar de las grandes diferencias, mostraron defensa de su autonomía respecto de los Estados Unidos. Los tres países nombrados llevaban adelante una estrategia de integración nueva, el Pacto Andino, que constituía un modelo alternativo a la ALALC, priorizando el impulso a la industrialización sustitutiva y la planificación estatal como herramienta central del desarrollo. En efecto varios países latinoamericanos presentaban conflictos con la hegemonía estadounidense en la región. Panamá defendía la devolución del Canal en el Consejo de Seguridad de la ONU, México promovía la defensa de los países en desarrollo a través de su Carta de Derechos y Debe- res de los Estados y varios países discutían la reestructuración de la Organización de los Estados Americanos (OEA), poniendo en debate el dominio de los Estados Unidos, en el marco de la afirmación de la necesidad del “pluralismo ideológico”. En una línea en cierto modo contraria, Brasil continuaba bajo el gobierno de una dictadura militar iniciada en 1964, cuyo proyecto económico implicaba la profundización del modelo de industrializa- ción sustitutiva, pero alineada en el plano internacional con la estrategia estadounidense para la región y con un carácter abiertamente anticomunista y represivo9. Bolivia, por su parte, se encontraba también bajo un gobierno de facto, que se extendió entre 1971 y 1978, en la misma línea de la aplicación del terror por parte del Estado, en nombre del orden occidental y cristiano, contra el comunismo o las versiones del populismo progre- sista. Uruguay atravesaba una crisis política, el presidente Bordaberry cedía incondicio- nalmente ante las presiones de unas fuerzas militares decididas a la represión de la guerrilla. Las Fuerzas Armadas intervinieron en el mes de junio imponiendo una dictadura pero colocando en el ejercicio del poder al propio Bordaberry.
En el plano interno, los últimos años de la autodenominada Revolución Argentina se habían caracterizado por un importante cambio de rumbo en la inserción internacio- nal argentina y en la política exterior. El escenario de recrudecimiento de la competencia entre las potencias del mundo bipolar por el dominio de los mercados en todo el mundo y también en América Latina se reflejó también en el seno del estado y del gobierno dictatorial. A diferencia de la política llevada adelante por Juan Carlos Onganía (1966- 1970), que implicaba en varios aspectos económicos e ideológicos una alineación con los Estados Unidos, -aunque no en modo automático debido a la heterogeneidad de la coali- ción que conformaba el gobierno de la denominada Revolución Argentina-, Lanusse de algún modo relativizó la concepción de las “fronteras ideológicas”, e inició un giro en la política económica que se expresó en la firma de un acuerdo comercial con la Unión Soviética en 1971 con cláusula de nación más favorecida para ambas partes y en el esta- blecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China en 1972. A ello se sumaron las visitas al Chile de Salvador Allende. Ello no implicaba una transformación ideológica ni el abandono de la noción del enemigo interno comunista – recordemos que se trataba de un gobierno dictatorial dispuesto a perseguir y reprimir toda manifestación política volcada hacia la izquierda- sino de alineamientos internacionales y de proyectos de inserción. Es decir, ¿implicaba ello un corrimiento más democrático o un abandono del alineamiento occidental y cristiano que la conducción de las Fuerzas Armadas Argen- tinas pregonaban en el contexto de la Doctrina de Seguridad Nacional? No, varias razo- nes explican los cambios, que no son puntos de inflexión absolutos sino que constituyen tendencias que van cobrando nuevo protagonismo en el seno de los sectores económicas y del estado. Por diversos factores, una poderosa fracción de la clase dominante argenti- na comenzó a promover desde 1970 la negociación de un tratado comercial con la Unión Soviética. Entre esos factores se encontraban los intereses de negocios vinculados a  dicha superpotencia que habían venido creciendo desde el período desarrollista, y las dificultades para colocar los productos en la Europa Comunitaria. Este viraje culminará en una nueva relación triangular hacia mediados de la década de 1970, consolidado por la dictadura militar implantada en 1976, ocupando la Unión Soviética durante unos años el vértice anteriormente por Europa occidental y antaño por Inglaterra10. Al mismo tiempo, la política de apertura se vinculaba tanto con la política de distensión de Nixon como con el proceso político interno en las Fuerzas Armadas Argentinas11. Algunos integrantes de las Fuerzas, fundamentalmente aquéllos vinculados a tradiciones desarrollistas, también consideraban necesario mantener cierta distancia de los Estados Unidos como potencia hegemónica. Por estas razones, varios autores han coincidido en afirmar que Lanusse inició lo que se conoce como “apertura hacia el Este” Una tendencia que se iría profundi- zando en el primer año del gobierno peronista, y perduraría de la mano de la gestión de José Ber Gelbard. Sin embargo, el sentido político de esa estrategia se modificaría, o al menos sería planteado desde un punto de vista muy distinto.
El gobierno de Héctor Cámpora, fue particularmente breve (25 de mayo de 1973 al 13 de julio) pero en efecto muy significativo, en términos de aspiraciones y de conflictos latentes. Reflejaba en sus posiciones políticas públicas las aspiraciones de un sector del peronismo más radicalizado y era, al mismo tiempo, el alivio luego de siete años de dic- tadura militar y 18 de exilio de Juan Domingo Perón. Representaba el anuncio de una nueva política hacia América Latina, que se materializaría en el objetivo declarado de una orientación más autónoma de la política exterior.
Así, desde su discurso inaugural, el presidente electo hizo especial hincapié en la defensa del antiimperialismo y del principio de no intervención y en la crítica a la OEA, así como en la necesidad de que la Argentina tuviera relaciones con todos los países, inclui- da Cuba. El clima político del período y la vinculación entre política interna y relaciones internacionales se confirmó con la significativa participación de Osvaldo Dorticós Torra- do, presidente cubano en ejercicio, en la conmemoración del cuarto aniversario del Cor- dobazo, el 29 de mayo. Allí, uno de los cánticos escuchado fue “Cuba y Perón, un solo corazón” (Míguez y Morgefeld, 2017) En su Mensaje a la Asamblea Legislativa la idea de una integración continental como una estrategia que debía reforzar -y no debilitar- las autonomías nacionales, y colocó como paradigma el modelo de integración del Pacto Andino, en línea con el modelo peruano de vinculación con el capital extranjero. Se refi- rió a la necesidad de la integración como instrumento para resolver las presiones de las potencias, de sus inversiones y de la depredación de los recursos naturales que éstas realizan (Cámpora, 1973, p. 19) Así se anunciaba la intención de un viraje respecto del modelo de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y un acercamiento a los países firmantes del acuerdo andino. “En particular y debido a las carencias de la ALALC, los países hermanos del Pacífico se han comprometido en un programa integrativo de auténtica Liberación” (Cámpora, 1973, p.20)
Cámpora se refirió abiertamente a la crisis de la OEA, afirmando en su Mensaje que ésta “(…) no ha servido a los fines de la Liberación de nuestro Pueblos, sino que por el contrario ha contribuido a mantenerlo en la dependencia y en el subdesarrollo” y anun- ció la reanudación de relaciones con Cuba, tal como lo habían hecho Perú y Chile (p. 20- 21) De ese modo, el nuevo gobierno peronista reinterpretaba la Tercera Posición históri- ca del peronismo a través de la conciencia de pertenecer al Tercer Mundo y a una Latino- américa en camino a la Liberación. Es decir que la identificación con esos países era cla- ramente ideológica (Míguez, 2016)
Tal como se preanunciaba, los lazos diplomáticos con la isla se reanudaron el 28 de mayo a través de una declaración conjunta entre los cancilleres Puig y Raúl Roa García,  de Argentina y Cuba respectivamente. Se cerraba la etapa iniciada con la ruptura de relaciones de febrero 1962. La prensa del 29 de mayo publicaba, además, la explícita intención de gobierno de reanudar las relaciones con Alemania Oriental (RDA) y Corea  del Norte.12 La nueva y marcada posición política del gobierno era el reflejo de las ten- dencias internas del peronismo que habían alcanzado el poder. Algunos de esos elemen- tos perdurarían durante la presidencia provisional de Raúl Lastiri e incluso la de Perón. Otros, quedarían exclusivamente en intenciones.
A nivel de las relaciones internacionales, uno de los gestos más contundentes en términos ideológicos fue la presentación del Embajador Jorge Vázquez – Subsecretario de Relaciones Exteriores- en el mes de junio, en la Reunión de Lima de la OEA. Allí, Vázquez afirmó que la crisis del sistema interamericano “invita a pensar que no es posible conti- nuar con un sistema de relaciones internacionales que sólo sirvió para proteger la pene- tración imperialista en nuestros pueblos” y que para la Argentina era necesario sostener un “pluralismo revolucionario” que suponía “la abolición definitiva de todo tipo de ins- trumento que excluya a Cuba de la hermandad latinoamericana” (Vázquez, 1973, p.78) Refiriéndose a la relación histórica entre Estados Unidos y los países de América Latina, sostuvo “no puede existir una relación madura cuando existen intereses distintos y no pocas veces contrapuestos”, y que “(…) no hay política común al opresor y al oprimido. No hay foro que pueda abarcar la pretensión imperialista y el deseo de ser libres (Vázquez, 1973, p.78) Esa posición generó el descontento particularmente de los sectores más conservadores del peronismo, y también generaría el rápido desplazamiento del equipo de Puig (Moneta, 1979, p.254)
Los pocos días del gobierno de Cámpora, fueron especialmente prolíficos en el área de la política exterior, en especial gracias a la coincidencia entre la orientación del Minis- terio de Economía –teniendo en cuenta que Gelbard era además el líder de la Confedera- ción General Económica (CGE), asociación que representaba a la mediana industria na- cional y promotora de la diversificación hacia el Este- y la Cancillería. La estrategia del peronismo en general se centraba en una inserción multipolar con eje en Europa (pre- tendiendo reeditar las condiciones de la tradicional relación triangular), con América Latina como región prioritaria y sumando al Tercer Mundo, China Popular, Japón y los países socialistas del Este (Moneta, 1979, p. 236) Ello se vinculaba con una serie de me- didas de política interna planificadas por Gelbard que serían fuertemente criticadas por sectores dominantes y por los Estados Unidos. El Plan económico elaborado incluía re- formas importantes, como una nueva Ley de Radicaciones de Capital, que buscaba regu- lar las condiciones del ingreso de los capitales extranjeros, impidiendo que tuvieran me- jores condiciones que los nacionales (Ley N° 20.557); la ley N° 20.560 de Promoción In- dustrial que otorgaba apoyos estatales con criterio selectivo pero únicamente a empre- sas de capital nacional; nuevas facultades para las Juntas Nacionales de Carnes y Granos para aumentar el controldel Estado en el comercio exterior (leyes N° 20.535 y 20.573, sancionadas en septiembre de 1973); la fijación de los derechos de importación y expor- tación con el objetivo de proteger la producción nacional; y la nacionalización de los depósitos bancarios, llevada a cabo a partir de la Ley N° 20.520, que estableció po la transferencia total al Banco Central de la República Argentina (BCRA)
Sin embargo, entre lo llevado adelante por la dupla Gelbard- Puig y la posición de Perón había ciertas diferencias. La relación con Europa era central particularmente para Perón, quien tuvo expectativas de recibir inversiones provenientes del viejo continente como modo para obtener un margen de maniobra mayor en el contexto de la disputa entre las potencias del orden bipolar. Un informe de los Estados Unidos indicaba a pocos días de la asunción de Cámpora:

Los peronistas esperan aumentar sus relaciones con Europa y los aportes del capi- tal europeo para sustituir el dinero estadounidense. También tienen la intención de hacerse cargo de al menos algunas empresas de Estados Unidos y forzar la salida de algunos bancos estadounidenses. Ellos no tienen tanto la intención de confrontar o ais

larse de los Estados Unidos sino de demostrar su independencia. En este sentido, se unirán a los gobiernos de Perú, Chile y México, que ya se han movido en esta dirección13.
Era una estrategia multilateral que se diferenciaba de la pretendida por sectores de la denominada izquierda nacional. Para la línea predominante durante el gobierno de Cámpora, la prioridad era la de los gestos políticos cercanos a una América antiimperialis- ta y la profundización de la vinculación económica y comercial con los países del Este. Así, la estrategia de inserción internacional fue calificada como de “pivot” porque buscaba apoyarse en el multilateralismo y la diversificación para ganar márgenes de acción frente a los Estados Unidos, y en términos de su propio “hacedor”, como de “autonomía hete- rodoxa”. Puig acuño este concepto como uno de los tipos ideales para analizar la política internacional ensayada en la historia argentina, en un continuum que va desde la depen- dencia paracolonial hasta la autonomía secesionista (Puig, 1988) Lo hizo para referirse a proyectos que si bien no confrontaran en forma directa con la potencia predominante, tuvieran suficiente espacio para la defensa de los propios intereses.
Utilizar un enfoque histórico para comprender la política exterior llevada adelante
por el gobierno de Cámpora, implica analizarla los tres sentidos que hemos hecho referencia en la introducción. Fue signo de la fuerte y doble disputa: a) entre las fuerzas industrialistas, estatistas y nacionalistas frente a las tradicionalmente predominantes vinculadas a la exportación de materias primas y al negocio de intermediación con el capital extranjero; b) entre las tendencias del peronismo a la luz de la radicalización del movimiento en las nuevas condiciones mundiales y regionales. Por otro lado, fue produc- to tanto de las nuevas corrientes políticas en Latinoamérica como de la disputa entre las potencias por el predomino económico en la región. Fue para algunos el intento de di- versificar mercados para ganar márgenes de autonomía respecto de los Estados Unidos y de Europa Occidental, y para otros, la resultante de una estrategia adaptativa que culmi- naría años más adelante, en una nueva relación de dependencia con la Unión Soviética. La profundización de esos vínculos en la gestión de Gelbard no nació de un día para otro, ni producto de una orientación política, como ya hemos dicho. Por último, fue causa y factor de grandes tensiones económicas y políticas que buscaron ser definidas en el período posterior. La orientación y exaltación de los vínculos con la América Latina “libe- rada”, las posiciones respecto de la OEA y el TIAR esbozadas por Vázquez y Carcagno (si bien esta última la analizaremos en el siguiente apartado), y las intenciones económicas de las cancillería liderada por Puig y Tettamanti fueron duramente criticadas por los sectores conservadores del peronismo, promoviendo de algún modo su alianza o compli- cidad con los sectores económicos predominantes.

De Lastiri a Perón: estrategias en pugna

Debido a las cada vez más abiertas fricciones dentro del peronismo, Cámpora y So- lano Lima renunciaron el 13 de julio. Los sectores conservadores del movimiento, la dirigencia sindical liderada por José Ignacio Rucci y el propio Perón, eran los artífices de esa “renuncia” que intentaría pasar relativamente sin grandilocuencia, pero que reflejaba importantes contradicciones14. Las internas en el peronismo no se hicieron esperar. Luego de la renuncia de Cámpora, los desplazados fueron Righi, responsable del “devotazo” y Puig. Ambos serían reemplazados por Benito Llambí y Alberto Vignes respectivamente. El cambio de línea era contundente en ambas áreas. De allí en más la tensión giraría fundamentalmente cada vez más fuertemente entre López Rega (aliado de Vignes y no así de Llambí) y Gelbard.
Los dos primeros cancilleres, reflejaban a su vez trayectorias personales e ideológi- cas distintas. Puig había ingresado a la carrera diplomática en 1949, y había ejercido cargos en forma ininterrumpida, en distintas áreas. Se desempeñó, entre otros cargos técnicos, como Director General del Ministerio de Asuntos T cnicos, asesor del Consejo Nacional de Seguridad, Director Nacional de Polí ca Fluvial Internacional, asesor del delegado argentino en la Comisión T cnica Mixta Paraguayo – Argentina de  acyretá –  Apip ; asesor del delegado argentino en la Comisión Mixta Argentino – Paraguaya del Río Paraná; miembro de la delegación argentina a las reuniones del Comit chileno – argentino de expertos en recursos hídricos (reuniones en Santiago de Chile y Buenos Aires) y miembro de la delegación argentina a la III Reunión del Comit de Recursos Naturales de  la Organización de las Naciones Unidas (Nueva Delhi, 1973). Al mismo tiempo, tenía una importante formación académica, cultivada durante esos años, haciendo cursos de pos- grado en París y Pensylvannia. Había formado parte de distintas oficinas y de la formula- ción de políticas en los gobiernos predecesores, incluso el de la Revolución Argentina. Conocía los virajes hacia el “pluralismo ideológico” de la administración del dictador Lanusse, y buscaría profundizar esa orientación pero en el marco del nuevo gobierno peronista. Dedicado entonces a la diplomacia, la docencia y luego la producción científica y académica, tenía un perfil poco común para cuando se acercó al quienes conformarían el gabinete de Cámpora.
Vignes –luego de detentar cargos burocráticos en el Servicio Exterior de la Nación- tenía un recorrido diplomático mucho más escueto. se había desempeñado como Subse- cretario de Relaciones Exteriores en 1948, y había sido rápidamente alejado por Eva Perón. Pertenecía a una logia vinculada al fascismo internacional, al igual a que López Rega (Larraquy, 2017) La expulsión lo mantuvo relativamente alejado del movimiento peronista durante los años de gobierno y durante el período de exilio del líder. El periódico El descamisado lo consideraba incluso un aliado del antiperonismo y de algunos secto- res cercanos a la Revolución Libertadora15. Algunos analistas de las relaciones internacio- nales lo vinculan nada menos que con el armado de la Triple A16.
En sus memorias, Llambí relata -desde una perspectiva de un peronismo conserva- dor y más tradicional- lo que él entiende del rumbo adoptado por la política de Cámpora y su alejamiento del peronismo. Afirma allí que la tendencia revolucionaria provenía en muchos casos de “experiencias políticas ajenas, cuando no contrarias al ideario justicialista”, que reflejaban las aspiraciones “sectarias” de poder de la juventud peronistas, y que por lo tanto, uno de los principales objetivos del gobierno provisional era el de “depurar los cuadros de la administración de aquéllos elementos adscriptos a la tendencia” (Llambí, 1997, p. 307-308 y 315) Se trataba de una disputa feroz dentro del peronismo. El crecimiento de la influencia de una juventud radicalizada generaba una violenta y revul- siva reacción en sectores tradicionales dispuestos a expulsarlos, incluso en acuerdo con fracciones del antiperonismo.
La necesidad de sostener una inserción internacional diversificada se mantenía claramente en pie. El 4 de agosto de 1973, el Ministro de economía, ya durante la presiden- cia provisional de Raúl Lastiri, anunció que la Argentina otorgaría a Cuba un préstamo de seis años por un monto anual de 200 millones de dólares, para la adquisición en nuestro país de maquinaria liviana, especialmente del sector automotriz y agrícola17. El primer antecedente comercial había sido la venta de 50.000 toneladas de maíz en el mes de julio. En efecto, el crédito otorgado por la Argentina sería el mayor destinado a un país  de América Latina (Ramírezm 1973, p.12) La confirmación de este crédito a la isla daba cuenta de la intención argentina de ocupar un rol de proveedor industrial en un nuevo bloque latinoamericano (Horowitz, 1973, p. 11).Se coincide aquí con el análisis que hace Moneta respecto de otros objetivos a los que la medida buscaba responder. El autor destaca el protagonismo de Gelbard en la decisión, su propia vinculación con las indus- trias ligadas al sector automotriz, el beneficio para la empresas norteamericanas y la relación entre el crédito y la apertura hacia el Este (Moneta, 1979, p. 253)
A pesar de la llegada de Vignes a la cancillería proveniente de otra corriente ide- ológica dentro del peronismo, la permanencia de Gelbard en el Ministerio de Economía dio lugar a la continuidad y materialización de algunas de las tendencias iniciadas, entre ellas la posición respecto de Cuba y la orientación hacia el Este. Las definiciones incorpo- radas al Plan Trienal presentado para el período 1973-1977 incluirían claramente una estrategia multipolar, enmarcada en una cierta clausura del ciclo de Guerra Fría.
Entre mayo de 1973 y octubre de 1974, Argentina firmó diez convenios y diversos acuerdos con Polonia, siete con Checoslovaquia; igual número con la URSS, once con Hungría; catorce con Rumania; seis con Alemania Oriental; dos con Bulgaria y cuatro con Yugoslavia (Green, 1975, p. 93-95) Los acuerdos firmados con los países socialistas iban mucho más allá de una necesidad comercial. Respondían a un vínculo que venía siendo promovido y que llegaba para quedarse. Cubrían varios aspectos en materia productiva y tecnológica, y atendían a objetivos económicos y políticos. Como sostienen Cisneros y Escudé, no solamente permitían margen de maniobra a partir de la apertura de nuevos mercados, sino que también operaba como elemento de diferenciación de la actitud panamericana de Brasil al tiempo que “afirmaba lazos con el Partido Comunista Argenti- no, los desarrollistas y los radicales que formaban parte de la CGE” (Cisneros y Escudé, 2000, p.197) La política exterior de Cámpora y en parte y con matices, la de Perón, buscarían apoyo en los gobiernos de Perú, Ecuador y Chile. Uno de los gestos más contundentes y significativos en la política de defensa en ese período fue la particlpación del Jefe del Ejército Jorge Raúl Carcagno en la X Conferencia de los Ejércitos Americano. Realizada en el mes de septiembre de 1973, fue el escenario donde las delegaciones de los países latinoamericanos debatieron fuertemente la concepción sobre el rol de las Fuerzas Ar- madas y el sistema interamericano de defensa. En el contexto del gobierno de transición de Raúl Lastiri el general argentino apoyó la tesis peruana del comandante general, Mi- nistro de Guerra y primer Ministro del Perú, General Edgardo Mercado Jarrín. En forma conjunta plantearon la necesidad de reformar el TIAR, distanciándose de los Estados Unidos y más abiertamente de la posición de Brasil (Míguez, 2017)
Una serie de memorandos que Max Vince Krebs, encargado de negocios de la Em- bajada de los Estados Unidos, hizo llegar al presidente Lastiri en julio de 1973 referían a  la influencia del modelo peruano en algunos militares argentinos como un peligro para los Estados Unidos. El funcionario objetaba tanto al Ministro Gelbard como al “peruanis- mo” de Carcagno (Terragno, 2005, p. 45-46) Los memorandos se hicieron públicos el 31 de julio a través del Diario Crónica, y se trataba de tres notas que incluían una crítica a los proyectos de ley sobre inversiones extranjeras, renacionalización del sistema bancario y defensa del trabajo y producción nacional18.
En efecto, el cambiante contexto demostraría que las potencias del sistema inter- nacional y en especial los Estados Unidos estaban dispuestos a impedir cualquier escena- rio de reforma económica que contraviniera sus intereses. Para septiembre de 1973, Bolivia, Paraguay y Brasil tenían regímenes militares consolidados, Uruguay mantendría formalmente sus instituciones pero sometidas al control militar y Chile experimentaba la sangrienta caída del orden democrático de Salvador Allende y la imposición de otro régimen militar (Vázquez Ocampo, 1989, p. 27) Así, la aparente mayor flexibilidad del período de la detente se mostraba limitada y comenzaba a ponerse en cuestión para el escenario latinoamericano. Tal como afirma Corigliano, en América la persistencia de la cruzada anticomunista de los funcionarios del Pentágono y la Casa Blanca, con su secuela de complicidades entre agentes militares y de seguridad de Estados Unidos y los países del resto del continente demostraba que el clima de “Guerra Fría” estaba totalmente vigente (Corigliano, 2007, p.58) Esa cruzada incluía ya desde mediados de los sesenta, la persecución de todo movimiento popular con capacidades contestatarias (Míguez, 2013) y esa dinámica del mundo bipolar se expresa también en forma paralela por una puja por mercados y zonas de influencia económica. El Programa de Política Exterior Justicialista, presentado el 12 de octubre de 1973, era reflejo de cierta “moderación” de la propuesta. Allí se sostenía que había que abandonar los cánones del “ideologismo” para guiarse según el “realismo político” (Corigliano, 2007, p. 58)
Los condicionantes externos y los internos, impactaron provocando el viraje interno en el gobierno de Perón. La decisión del gobierno de los Estados Unidos de romper con el sistema de libre convertibilidad del dólar respecto del patrón oro vigente desde los acuer- dos de Bretton Woods, le permitió una inmediata devaluación de su moneda y una rápida reactivación de su producción. La potencia del norte comenzaba a recuperar poder económico a nivel mundial. La suba de los precios de las materias primas pudo inicialmente au- mentar las divisas y con ello las posibilidades económicas de la Argentina, pero terminó afectando el sector externo por el encarecimiento las importaciones, incluidas manufactu- ras, insumos y bienes de capital. La estructura dependiente continuaba operando como condicionante y limitante de las orientaciones de la política internacional.
La dificultad para comerciar con el Mercado Común Europeo –que lograría el auto- abastecimiento de carnes en 1974- impulsaba la estrategia de acercamiento hacia el Este, que recrudecía la disputa entre las potencias en el plano interno (Perosa, 1989) Todo ello se verá agravado por la crisis del petróleo y la suba de los precios en 1974. En síntesis, “desde un punto de vista político se reestructuraron prioridades y alianzas, se acrecenta- ron las diferencias entre los países subdesarrollados (consumidores y productores); ele- mentos generales que hablan de una rigidez del sistema como producto de la crisis” (Vázquez Ocampo, 1989, p. 27)
Como decíamos, el nuevo canciller Vignes, estaba en principio vinculado a López Rega, y respondía a un peronismo tradicional fuertemente anticomunista que no estaba dispuesto a sostener la línea desplegada por Puig y por Gelbard. El propio Puig afirma  que luego de su desplazamiento Vignes inició una especie de persecución personal con- tra él, desacreditándolo en cada oportunidad (Puig, 2016, p 429) En efecto, el nuevo canciller se oponía a la apertura hacia el Este, y las diferencias distaban de ser solamente personales. Retiró la orden de su antecesor de hacer renunciar a los embajadores desig- nados por los gobiernos militares de la Revolución Argentina y se rodeó de figuras poco cercanas incluso al peronismo (Cisneros y Escudé, 2000, p. 163) Implicaba distanciarse de la orientación sostenida por Gelbard cuyo principal apoyo era Leopoldo H. Tettamanti – quien ocupó los cargos de subsecretario re Relaciones Económicas Internacionales de la cancillería y secretario de Relaciones Económicas Internacionales- lo que demostraba la continuidad de una línea política ya instalada en el período de Lanusse. Cisneros y Escudé sostienen que esas disputas ideológicas -y en parte personales- se resolvieron a favor de Gelbard mientras vivió Perón, lo que se reflejó en la misión comercial de mayo de 1974 a la Unión Soviética, Polonia, Hungría y Checoslovaquia, en los citados acuerdos con Cuba e incluso en el ingreso de la Argentina al Movimiento de Países no Alineados. Sin embargo, el “ordenamiento” integral del Servicio Exterior y de su Instituto fue una estrategia de Vignes para eliminar a los funcionarios vinculados a la línea ideológica de Puig (Cisneros y Escudé, 2000, p. 164)

Las diferencias de interpretación de la cuestión de la Guerra Fría y el mundo bipo- lar, también eran un eje importante que distinguía a las corrientes ideológicas de Puig y su sucesor. Ello se evidenciaría una vez más en la participación de la Argentina en el Movimiento de No Alineados. La solicitud de ingreso al movimiento fue producto de importantes dudas y hesitaciones dentro de la cancillería. La Tercera Posición era inter- pretada de modos distintos para la gestión saliente – que priorizaba la vinculación con los países del Este y la cercanía política con aliados antinorteamericanos como Libia, Cuba, Vietnam y Corea del Norte y la China Popular- y el canciller Vignes que retomaría la no- ción de la independencia como “lucha liberadora contra los imperialismos de derecha e izquierda” (Vignes, 1982, p.66) Fue López Rega, quien leyó el mensaje de Perón a la IV Conferencia de Países No Alineados en Argel, que afirmaba la validez de la Tercera Posi- ción “como solución universal distinta del marxismo internacional dogmático y del demoliberalismo capitalista, que conducirá a la anulación de todo dominio imperialista en el mundo” (Lanús, 1984, p.104)19
La relación con los países vecinos, sería importante en todo este período, y se sos- tuvo a pesar de las contradicciones internas. El gobierno argentino  suscribió con la Re-    p blica Oriental del Uruguay el Tratado de Montevideo (1973), que puso fin al diferendo sobre el Río de la Plata dejando allanado el camino para iniciar la construcción de la re- presa de Salto Grande, se firmaron acuerdos de cooperación horizontal entre Yacimien- tos Petrolíferos Fiscales (YPF) y las petroleras estatales de Per , Uruguay, Bolivia y Ecua- dor. Se reiniciaron negociaciones con Paraguay para el aprovechamiento de Apipé y para el proyecto brasileño-paraguayo de la represa de Itaipú. Se impulsaron gestiones para establecer industrias conjuntas con Bolivia y programas de alto grado de complementa- ción económica con Uruguay. Los ejemplos son una planta de montaje de tractores agrí- colas y una industria de pesticidas. Con Chile se gestaron proyectos de interconexión eléctrica, explotación coordinada de yacimientos de gas y cobre y vinculación fronteriza (Moneta, 1979, p. 265)
Pero esa continuidad no se dio en todas las áreas. Comprender entonces, la política exterior de la Argentina en ese período sin utilizar un enfoque histórico que permita vincularlas con el conflicto dentro del peronismo, los alineamientos durante la Guerra Fría, y entre sectores, clases y fracciones de clase, llevaría a categorizaciones inválidas. Las disputas entre las potencias del orden bipolar, no sólo políticas sino también econó- micas, eran leídas “en clave interna” Por ejemplo, la preocupación por la avanzada de “los imperialismos” en términos del propio general Perón y del canciller Vignes, se co- rrespondía con la posición de algunas centrales sindicales, reacias a la vinculación del movimiento peronista con las influencias socialistas y castristas.20
El 23 de septiembre, se realizaron nuevamente elecciones presidenciales y Perón se impuso, comenzando así su tercera presidencia. Volviendo a la conducción de las relacio- nes exteriores, el viraje producido con la llegada de Vignes a la cancillería fue percibido por los Estados Unidos en oportunidad de la reunión entre el nuevo Ministro y Henry Kissinger. Allí Vignes sostuvo que “la llegada de Perón al poder abría un nuevo período para la relaciones con los Estados Unidos” 21. Desde la asunción de Perón comenzó a hablarse de la posibilidad del viaje del presidente a Nueva York y de un posible encuentro con el par estadounidense Richard Nixon. Sin embargo, ese encuentro nunca prosperó si bien fue barajado como posible e incluso deseable por algunos funcionarios de la emba- jada de los Estados Unidos (Míguez, 2016, p. 86) En un informe sobre los rumores en círculos políticos y en la prensa local de un encuentro entre Perón y Nixon y del inicio de una “nueva etapa de cooperación” entre ambos países, elaborado por el embajador Lodge, éste destaca que el nuevo “tono” de la relación “está muy alejado de la frialdad perceptible del lado argentino durante el período que siguió a la asunción del Presidente Cámpora en el pasado mayo”22.
El asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT23, sin duda tendría efectos en la relación entre Perón y la izquierda del movimiento. Prueba de ello es la posterior aparición del “Documento Reservado” del Consejo Superior Peronista que convocaba a alejar a esos sectores, así como las instrucciones del general a los goberna- dores para evitar el avance de esas líneas políticas en sus gestiones24. A partir del ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) a un cuartel en Azul en el mes de enero de 1974 se produjo una la profundización de la estrategia represiva25. Carcagno fue reem- plazado por Leandro Anaya. Su desplazamiento fue acordado con la dirigencia sindical y lopezrreguismo. Hegemonizaría a partir de allí una combinación entre una orientación derechista y la oposición al proyecto de “pacto social” y “apertura hacia el Este” del Mi- nistro Gelbard, quien se fue encontrando gradualmente sin aliados (Cisneros y Escudé, 2002, p 166) Esas decisiones se vinculaban con el desplazamiento del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, cercano a Montoneros, y su reemplazo por Victorio Calabró, representante de las 62 Organizaciones. Una clara avanzada de la línea sindical por sobre el ala izquierda del movimiento (Míguez, 2016, p. 88)
Perón priorizó algunas cuestiones que consideraba centrales. Es decir, el cambio respecto de los Estados Unidos no implicó el abandono de las tendencias abiertas con Cámpora, ni en lo que hace a la orientación hacia el Este, ni tampoco abiertamente res- pecto de la relación con América Latina en temas políticos. Lo mismo sucedió con la relación con el ingreso del país al Movimiento de No Alineados a la que hemos hecho referencia y que se concretó en 1973, en la IV Cumbre realizada en Argel. Para fines de 1973, la percepción de los Estados Unidos respecto de las tensiones internas, los virajes políticos y de la vinculación entre política externa y política interna era la siguiente:
La Embajada ha tenido conocimiento a partir de sus fuentes de información que con respecto a la reforma de la OEA en la reciente reunión de Bogotá, Vignes dio instruc- ciones a la delegación argentina de evitar posiciones con pudieran ‘avergonzar a su buen amigo Kissinger’. No obstante lo anterior el gobierno debe operar bajo ciertas restriccio- nes de política, dado el actual estado de inflamado nacionalismo en la Argentina y los elementos heterogéneos (incluido el sector de la juventud radicalizada) que comprenden el movimiento justicialista de Perón […] El gobierno argentino busca ser el puente entre Estados Unidos y el resto de Latinoamérica […] y el mayor obstáculo en ese propósito es Brasil26.
Perón era de algún modo el único y relativo punto de equilibrio entre esas tenden- cias en pugna, una tensión creciente que se iba definiendo a favor de los sectores vincu- lados al “peronismo familiar” y al conservadurismo de derecha. En el plano internacional, esas líneas eran reacias a la vinculación hacia el Este, y al latinoamericanismo de la “Liberación” enunciado por Cámpora (Míguez, 2016, p.89) El nombramiento de Alejandro Orfila –vinculado al canciller y con buena imagen en la Casa Blanca- como embajador en Washington ratificaría el rumbo conciliatorio.
Más allá de esos virajes, la orientación económica hacia el Este, momentáneamen- te relegada a un segundo plano, permanecería latente en el seno del Estado y de deter- minados grupos económicos, lo que constituía un elemento de atención para los Estados Unidos. Una minuta prepara para el presidente de los Estados Unidos informaba el 5 de febrero de 1974 lo siguiente:
Una gran delegación económica soviética llegó a Buenos Aires la semana pasada para discutir la venta de equipos para proyectos de energía eléctrica, la exploración de petróleo, minería, petroquímica y pesca. La Argentina quiere anunciar un acuerdo a largo plazo para  la exportación de carne de vacuna y de otros bienes de consumo a la URSS. Los soviéticos, sin embargo, insistirán en que los argentinos compren más productos soviéticos en orden a corregir el desequilibrio persistente en el comercio entre los dos países27.
Una importante misión a Moscú se cumplimentó en mayo de 1974, con importante significación económica y política, y descripta por Gelbard como una “herramienta de soberanía” (Llambí, 1997, p.347)
En este sentido, y tal como hemos afirmado, las disputas y reorientaciones en términos de la inserción internacional no solamente referían a diferencias políticas co- yunturales sino que expresaban una tendencia de mediano plazo que había ido tomando fuerza: la construcción del vínculos con los países del Este. Ahora bien, esa tendencia, se inscribía en una problemática estructural: la inserción internacional triangular y depen- diente que caracterizó a la Argentina moderna. Desde la década de 1920, y en el contex- to del declive de Gran Bretaña, potencia con quien la Argentina mantenía una relación privilegiada, comenzó a desarrollarse allí un triángulo de relaciones comerciales y finan- cieras anglo-argentino-norteamericano, en el que Inglaterra seguía siendo el principal mercado para los productos argentinos, pero los flujos de capitales y las manufacturas más sofisticadas venían del país del norte. Sin embargo, este último mantenía o aumen- taba sus barreras para la entrada de productos agropecuarios argentinos, que considera- ba competitivos para su propia economía, creando fuertes desavenencias con las elites económicas predominantes en el país 28 y a su vez generando la “necesidad” de recurrir a divisas generadas por ventas de productos primarios a otros socios comerciales.

Esa inserción triangular constituiría una especie de patrón de vinculación interna- cional que reflejó en distintos momentos históricos, la problemática de la dependencia, económica y política29. Las relaciones con la URSS fueron consideradas, al menos por algunos sectores del peronismo, como alternativa y apoyo para el funcionamiento del Plan Trienal del gobierno y el logro de los objetivos justicialistas de una política exterior autónoma. Ello era producto (o consecuencia en términos de la metodología planteada por Vilar) de varios sucesos de principios de la década de 1970. Tal como sostienen Lau- fer y Spiguel, el debilitamiento relativo de la economía estadounidense a consecuencia del acentuado d cit de su balanza de pagos y de los efectos de la larga guerra de Viet- nam y la situación económica provocada por la crisis monetaria de 1971 y la crisis petro- lera de 1973,
(…) facilitaron en la Argentina la emergencia de sectores económicos y políticos  que impulsaban la modificación de los patrones de inserción nacional vigentes, postulan- do la diversificación de las relaciones económicas exteriores del país, con objetivos diver- sos y a veces encontrados, como el estrechamiento de las relaciones comerciales y di- plomáticas con la URSS y los países del Este, o el fortalecimiento de la vinculación económica y política con los países de la UE; o bien la intensificación del intercambio y la integración económica en el ámbito latinoamericano en procura de un mayor margen de autonomía económica” (Laufer y Spiguel, 1998, p. 119)
Sin embargo, el tipo de vínculo que se construyó finalmente, y que llegaría a su punto culminante durante la dictadura militar de 1976, lejos estaba de esos objetivos30. La nueva relación triangular forjada durante el autodenominado Proceso de Reorganiza- ción Nacional, donde la Unión Soviétiva pasó a ocupar el histórico rol de Gran Bretaña en la década de 1920, compradora de materias primas, reprodujo en una nueva condición, una misma estructura dependiente. Fue finalmente la condición para un proceso econó- mico de reprimarización de la economía argentina. En efecto, y tal como afirma Vilar, la coyuntura pone de manifiesto una vez más, agudizándolas, las contradicciones de la estructura (Vilar, 1976, p 153).

María Estela Martínez de Perón: crisis política y relaciones internacio- nalesHacia el mes de junio de 1974, la relación entre el presidente Perón y Montoneros se había vuelto tensa31. En ese momento, Perón llegó a amenazar con renunciar si ese movimiento continuaba oponiéndose a sus políticas, lo que generó que el gabinete mi- nisterial ofreciera en forma completa su renuncia, para colaborar con futuras modifica- ciones, y al mismo tiempo una enorme manifestación de apoyo al presidente organizada por los sindicatos32. La interna se recrudecería aún más luego de la muerte del general. Pero no solamente crecía el conflicto interno, sino también los referidos a los vínculos con las potencias del orden mundial.
La embajada de los Estados Unidos en Argentina, elaboró un documento que ad- vertía que la cancelación de la asistencia militar dañaría la relaciones bilaterales provo- cando un significativo crecimiento de un cambio de rumbo orientado hacia la asistencia militar soviética, y alimentando sentimientos anti estadounidenses. Incluso afirma que el general Leandro Anaya, al que califica como “una voz moderada en el seno de las fuerzas armadas”, estaba evaluar obtener apoyo “incluso de Rusia”33.
Perón falleció el 1 de julio, dejando el poder en manos de la vice presidenta. Incluso antes pero fundamentalmente desde el primer momento, el poder de Isabel fue abier- tamente cuestionado. A poco tiempo de la muerte de Perón, un informe de la CIA fecha- do el 7 de agosto de 1974 analiza la importante influencia de López Rega sobre la presi- denta –así como la alianza de este último con Lorenzo Miguel, dirigente sindical- y sos- tenía que la “falta de voluntad” para ejercer la autoridad ejecutiva presidencial estaba haciéndose casa vez más evidente34. En ese mismo documento se hace referencia a las diferencias entre el Ministro de Economía Gelbard y el presidente del Banco Central Alfredo Gómez Morales. La renuncia de Gelbard se produjo el 21 de octubre de ese mis- mo año, y tal como lo reflejan documentos desclasificados, las razones que la motivaron fueron “las crecientes presiones para cambiar la política monetaria y fiscal”. Fue sucedido por Gómez Morales, orientado a frenar “el deterioro fiscal y recortar la expansión mone- taria”35 a través de un Plan de Emergencia (liberalización, captación de inversiones y crédito internacional) que nunca pudo ser implementado por falta de apoyo político. Con Perón murió también el frágil punto de equilibrio, que poco podía durar.
Lo cierto es que el año y medio de presidencia de Isabel Perón estuvo signado porla compleja situación económica y política interna transformándose en un gobierno in- tensamente disputado. Por lo tanto, la política internacional quedó muy afectada por ese tipo de situaciones. Incluso el ministro Vignes, que gozó de amplio poder personal a lo largo de su gestión hasta el mes de julio de 1975, no fijó una agenda importante de polí- tica exterior (Corigliano, 2007, p. 61) El aparente rumbo errático se reflejó en medidas contradictorias, como los anuncios de nacionalización de las bocas de expendio de combustible, pertenecientes a la angloholandesa Shell y la estadounidense Esso, en forma paralela con el abandono de las críticas a la OEA. Las delegaciones argentinas pasaron de una mirada dura e inflexible a ser interlocutor o “sostenedor” de la posición de los Esta- dos Unidos (Moneta, 1979, p.272) Los vínculos con los países de América Latina conti- nuaron su viraje, abandonando a los iniciales aliados del Pacto Andino, y acercándose a Uruguay y Chile. Otra contradicción se expresaría en las medidas nacionalistas adoptadas con empresas de capital europeo, por ejemplo la intervención en febrero de 1976 e la Compañía Ítalo-Argentina de electricidad y la Siemens, y las necesidades de resolver una balanza deficitaria a través de las ventas a la Comunidad Económica Europea.
Así, los sucesos de la política exterior, vinculados con los de la política económica interna, fueron signo de dos tendencias: por un lado, los sectores dominantes no estaban dispuestos a aceptar un gobierno estatista que defendiera el nacionalismo económico. Recordemos que desde la aplicación de la ley de sufragio universal (masculino), secreto y obligatorio, las Fuerzas Armadas en la Argentina actuaron en sucesivas ocasiones como brazo armado de los intereses económicos predominantes y políticamente conservado- res. Por otro, el carácter dependiente de la Argentina se evidenciaba una vez más en la fragilidad de los nuevos vínculos construidos con países latinoamericanos, y en el carác- ter de las nuevas asociaciones que reflejaban la permanencia de la estructura triangular de su inserción internacional.
Las medidas contrarias al poder predominante de los Estados Unidos en la región, no solamente fueron signo del desafío que el peronismo, incluso en su versión más dere- chizada, representaba para sus intereses en la región, sino que fueron a su vez causa de la agudización de los conflictos internos que llevaron al golpe del Estado.
Es decir que esas dos tendencias de larga o media duración en términos braudelia- nos: a) los condicionantes de la inserción triangular histórica del país y la necesidad de buscar “nuevos socios” en algunos casos replicando vínculos dependientes, y b) la ten- sión entre fuerzas promotoras del liberalismo económico y el estatismo vinculado al nacionalismo económico presente desde el período entre guerras; son elementos que la historia aporta a la comprensión de las relaciones internacionales y de la política exterior del período.Los vaivenes eran la contracara de la enorme disputa, pero a su vez, abonaban los intereses golpistas que focalizaban y se escudaban en la supuesta incapacidad de la pre- sidenta y en su falta de coherencia política. Montoneros decidió pasar a la clandestinidad en el mes de septiembre de 1974 ante sus diferencias con el gobierno y el aumento de la represión. El 6 de noviembre fue declarado el estado de sitio, en respuesta al asesinado del Jefe de Política Alberto Villar. Los documentos de la CIA calificaron la medida como el intento más importante “para contener la violencia política. El estado de sitio probable- mente incluirá la prohibición de reuniones públicas y una estricta censura en los medios y la prensa. Podría incluso una integración del personal policial y militar para combatir la subversión”36. En febrero de 1975 el gobierno llevó adelante el Operativo Independencia (Decreto Nº 262/1975), que implicó la avanzada contra el ERP, incluyendo combates, feroz represión y la constitución de un régimen terrorista aplicado desde el estado provincial de Tucumán37. La intervención en la Universidad de Buenos Aires fue muy em- blemática, ya que el gobierno de Isabel declaró abiertamente a esa institución como refugio anárquico de la violencia y de la subversión (Martínez de Perón, 1975)
Un informe de inteligencia de la CIA de junio de 1975, sobre las actividades terro- ristas en la Argentina, luego de desarrollar las características del accionar de Montoneros y del ERP es muy contundente respecto del aumento de la “contrainsurgencia” y sus “excesos”, así como de las previsiones respecto de un golpe de estado por parte de los militares. Particularmente analiza el accionar de las múltiples bandas terroristas parapo- liciales conocidas como Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), y lo indiscriminado de su accionar, el uso de amplias listas negras y de “sádicos rituales de asesinato”38.
En toda esta trama, las relaciones internacionales de ese conflictivo período estu- vieron signadas por una significativa paralización del avance de las negociaciones con la Unión Soviética y el Bloque Oriental (excepto los convenios firmados con la URSS para provisión de turbinas y un estudio técnico de proyectos hidroeléctricos en el tramo ar- gentino del Río Paraná, el resto no se materializaron (Moneta, 1979, p. 274)) la compleja intención de acercarse a los Estados Unidos para obtener financiamiento del Fondo Mo- netario Internacional, al compás de la suspensión por parte del Mercado Común Europeo de la compra de carnes argentinas. Todo ello en el contexto de una gran devaluación del peso y del aumento de los reclamos sindicales.
Las clases dominantes buscaban imponer su ajuste brutal, buscando beneficiar a una u otra potencia internacional, y lo ensayaron en el Plan Económico de Celestino Rodrigo –hombre puesto por López Rega- (devaluación superior al 100%, aumentos de tarifas y del precio del combustible), pero la CGT continuaba teniendo fuerza, lo que hacía que el ajuste no fuera lo suficientemente exitoso para los sectores económicos más concentrados. Paradójicamente, fue la ofensiva sindical la que terminó desplazando a López Rega del poder en julio de 1975. La presidenta pidió licencia entre septiembre y octubre de ese mismo año y fue reemplazada por Ítalo Lúder en forma interina, donde se produjeron nuevos desplazamientos, entre ellos el del propio Vignes. La línea de los sucesores –con rápidos recambios marcados por la disputa entre facciones dentro del gobierno- primero Alejandro Federico Robledo (del 11 de agosto al 16 de septiembre de 1975), Manuel Guillermo Aráuz Castex (entre octubre y enero) y finalmente Raúl Quijano (hasta el golpe de estado del 24 de marzo de 1976), fue la de intentar acercarse a los Estados Unidos en diálogo con Kissinger, e impulsar la candidatura del embajador Alejan- dro Orfila a la secretaría de la OEA (Cisneros y Escudé, 2000, p. 172-175)
Robledo tenía ante todo una importante trayectoria política. Se había desempeña- do como Ministro de Defensa de Cámpora, con quien había fortalecido vínculos durante su encarcelamiento en el período de la Revolución Libertadora. Luego asumió el cargo de embajador en México y más tarde en Brasil. Aliado de Lúder –compañeros desde su época estudiantil- tuvo importantes diferencias con López Rega y con el sindicalista Lorenzo Miguel. Su designación como canciller se produjo sólo a dos días de haber presen- tado sus credenciales en Brasil. Al poco tiempo, y en oportunidad de la licencia solicitada por Isabel el 14 de septiembre de 1975, y mientras crecían las expectativas de algunos justicialistas de desplazarla del gobierno, Robledo fue nombrado Ministro del Interior y reemplazado por Aráuz Castex. Documentos desclasificados de la CIA lo identifican como un político fuertemente influyente, respetado por los altos mandos militares, y orientado desde su vuelta al gabinete en 1975, a fortalecer las relaciones políticas en el Congreso, incluso con los partidos de la oposición. Su nuevo nombramiento le otorgaba -según este informe- un rol prácticamente de “primer ministro”, orientado a la realización de elec- ciones y “suprimir el terrorismo”39.
Otro archivo secreto de la CIA, afirma que las posiciones de Robledo ante los rumo- res de las posibles conspiraciones que se proponían desplazar a Isabel del poder no eran las mismas que afirmaba públicamente:
Por su parte, el Ministro del Interior ha asegurado públicamente que la salud de Isabel Perón es buena y no se requiere examen médico para determinar su aptitud para permanecer en el cargo. En privado, Robledo prometió controlar a [Isabe] Perón y crear un gobierno honesto y eficaz, pero su capacidad para cumplir tal promesa es dudosa. Por cierto, la presidenta acaba de bloquear una investigación sobre corrupción que bien podría involucrarla. A pesar de que este movimiento de Isabel Perón produjo un nuevo sentimiento de harmonía, este probablemente sea solamente transitorio. A menos que el poder real sea desplazado gradualmente hacia Robledo y otros peronistas respetables el vacío que ha existido en el poder ejecutivo desde julio continuará.40
Manuel Aráuz Castex, nombrado bajo la órbita de Lúder, se desempeñó como can- ciller unos pocos meses, al igual que su antecesor y que su sucesor, Quijano. Cuando fue designado ocupaba el cargo de Juez de la Corte Suprema de Justicia, sin ninguna trayec- toria diplomática. Tuvo un importante altercado con la embajada británica, que pretend- ía investigar yacimientos de petróleo en las Islas Malvinas (Misión Shackleton) y el canci- ller puso como condición que participaran oficiales argentinos y se compartiera bandera, algo que los ingleses no aceptaron. El 3 de enero de 1976, Lord Shackleton arribó a las Malvinas a bordo del buque HMS Endurance, fecha coincidente con el aniversario de la ocupación de las Malvinas en 1833, en una actitud de provocación. La OEA se pronunciar- ía luego a favor de la Argentina, pero Aráuz Castex renunció a los pocos días.
Tanto Robledo como Ministro del Interior, y Aráuz Castex como canciller, fueron reemplazados en el mes de enero de 1976. La política de alianza de Robledo –quien ocu- paba además el cargo de vicepresidente primero del Partido Justicialista, al que renun- ciaría también- con la oposición y con sectores dentro de las Fuerzas Armadas opositores al gobierno, venía siendo duramente criticada por los sindicatos liderados por Lorenzo Miguel. Quijano, nuevo y quinto canciller del tercer gobierno peronista, había sido embajador en la OEA y presidía una comisión en Naciones Unidas. Había ingresado al Servicio Diplomático Nacional en 1947, como agregado en embajada, y promovido al grado oficial de emba- jador en 1967. Sus supuestas buenas relaciones con Kissinger eran la razón del nombramiento, al igual que de algún modo lo habían sido en los casos de Vignes y de Robledo, en un intento de lograr apoyo de Washington para “resolver” la cuestión política.
Sin embargo, y más allá de la convulsionada situación interna, el rumbo de las polí- ticas de nacionalismo económico constituía un problema para los Estados Unidos. Un informe económico de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos de junio de 1975 desarrolla en extenso los perjuicios sufridos por las inversiones estadounidenses en el país a partir de la aplicación de diversas políticas como las nacionalizaciones, la nueva ley de inversiones extranjeras, los controles de importaciones y de precios. De acuerdo con la apreciación de la potencia del norte, dichas políticas habían tenido continuidad desde la asunción de Cámpora e incluso luego de la muerte de Perón. El panorama futuro que plantea el documento es el deterioro de la situación política y económica de la Argentina, así como el crecimiento de las demandas sociales por parte de los sindicatos y la posibili- dad de que se decretaran nuevas nacionalizaciones que afectaran a las empresas norteamericanas41.
Tal como afirmaba un documento de la Casa Blanca sobre las cuestiones centrales
de inteligencia ya para el año 1974, el verdadero riesgo para los intereses de los Estados Unidos en la región, no era el comunismo y sus actividades de insurgencia sino la emer- gencia de gobiernos nacionalistas42. En efecto, la avanzada de las Fuerzas Armadas en la Argentina fue no solamente contra las versiones de izquierda del peronismo, sino contra el estatismo y el nacionalismo económico en sentido amplio. Conclusiones: el aporte de la historia a los estudios internacionales

La literatura de las relaciones internacionales ha analizado este período desde diversas corrientes ideológicas y conceptuales. Entre aquéllas que consideramos más signi- ficativas por su trascendencia o por el debate que alimentaron, se encuentran las siguientes:
El propio Juan Carlos Puig, canciller durante el gobierno de Cámpora, consideró que la “autonomía heterodoxa” que caracterizó a su gestión y que se prolongó durante la de Perón, fue diluyéndose, y por lo tanto, divide el período estudiado (1973-1976) en dos etapas (Puig, 1988, p. 37) El trabajo de Andrés Cisneros y Carlos Escudé, desagrega aún más, resaltando un rumbo muy cambiante, pero destacando que la posiciones antiimpe- rialistas más críticas, y con cierto contenido antiestadounidense, fueron abandonadas ya durante el gobierno de Perón (2000, p. 155-177) En esa línea, el artículo de Francisco Corigliano refiere a la existencia de un giro conservador tras la caída de Cámpora, que se consolidaría durante la gestión de Isabel Perón (2007: 58). Por otro lado, los análisis de Julio César Carasales (1996), Juan Carlos Moneta (1979) y José María Vázquez Ocampo (1989) enfocaron el estudio de las cuatro presidencias, distinguiendo cronológicamente los sucesos de cada una de ellas.Autores orientados a criticar más fuertemente la posición argentina particularmen- te durante el gobierno de Héctor Cámpora, lo han considerado como ejemplo de “aisla- miento” más que de autonomía. Es el caso de Gustavo Ferrari (1981), Felipe De la Balze (1997) y Félix Peña (1983, p. 145-146) El primero de ellos focaliza en la pérdida de in- fluencia en la región y en la crítica a nuevas relaciones que consideró “exóticas”. Así Ferrari sostuvo que el gobierno de Cámpora “llevó en la práctica a una nueva versión de aislamiento” (1981, p.86) Más contundente es De la Balze, quien señaló que ese gobierno predicó un aislamiento fundamentado en medidas de “nacionalismo exaltado”, con visos “antiimperialistas”, y, en el plano económico, opuestas a la participación extranjera en la actividad local (De la Balze, 1997, p. 47), que habría llevado al país una situación aislada similar a la Segunda Guerra Mundial o a la del conflicto bélico por las Islas Malvinas. Desde otro ángulo ideológico, Rapoport (2006) y Figari (1993) también destacaron, pero con valoración relativamente positiva, el carácter confrontativo respecto de los Estados Unidos de ese breve período. Moneta, por su parte, sostuvo que esa “actitud militante” contra los Estados Unidos que fue el signo de los sectores radicalizados del peronismo, se distanciaba del proyecto de autonomía gradual y evolutiva que impulsaba Perón (1979, p.63) Por último, para Joseph Tulchin, Perón tenía una visión pragmática sobre el mundo que constituía un eje central de la Tercera Posición, y que por lo tanto, las medidas de Cámpora se alejaban de ese patrón. Por eso considera que fue Perón mismo quien im- pulsó “el establecimiento de relaciones más estrechas con los Estados Unidos” (Tulchin, 1990, p. 256).
Un interesante trabajo de Alejandro Simonoff, reflexiona sobre todos estos aspec- tos de la historiografía de las relaciones internacionales de este período en vinculación con las corrientes teóricas desarrolladas en la Argentina, diferenciando entre quienes abordan las administraciones reforzando la homogeneidad, quienes colocan un quiebre entre Cámpora y la etapa subsiguientes, y quienes lo colocan entre Perón y María Estela Martínez (Simonoff, 2007, p. 28)
Hemos intentado aquí aportar elementos que permitan comprender las complejida- des del período sin buscar rupturas y continuidades forzadas. Nuestro objetivo ha sido mostrar, desde un enfoque histórico, la estrecha vinculación entre la dinámica de las rela- ciones internacionales y de la política interna, pero al mismo tiempo, la supervivencia de disputas y líneas políticas en el seno del Estado más allá de los recambios de gobierno y de las apariencias discursivas. Utilizamos para ello tanto el enfoque metodológico de los tiempos históricos de Braudel, las nociones de coyuntura y estructura de Vilar, y su metodología para el análisis de un fenómeno social. Esa mirada particular nos permite inscribir toda la serie de conflictos en problemáticas de mediano y largo plazo, que se van desenvolviendo y desplegándose hacia períodos anteriores y posteriores. Por ello, prueba de esa compleji- dad, es la política internacional del régimen dictatorial subsiguiente. Siendo una dictadura militar alineada ideológicamente con la Doctrina de Seguridad Nacional,  fue el gobierno  que terminó con el impasse en el que se encontraban las relaciones con la Unión Soviética desde el desplazamiento de Gelbard. En efecto, fue durante esa sangrienta dictadura apo- yada también por los Estados Unidos, que la Argentina consolidó una inserción económica triangular basada en la venta de productos primarios a la URSS, y con un fortalecimiento inusitado de los vínculos políticos y diplomáticos bilaterales43.
En síntesis, analizar la política exterior del período requiere una vinculación entre fenómenos viejos y nuevos, de las “fuerzas profundas” que refieren a las estructuras de una Argentina dependiente y disputada, cuya política internacional se encuentra condi- cionada por el tipo de inserción económica y política, y cuya inestabilidad política, pro- ducto de profundas contradicciones en el seno de la sociedad civil y del Estado, impacta a su vez en las decisiones de política exterior. Hemos intentado observar con ese prisma la dimensión coyuntural, determinada por acciones subjetivas, el rol de dirigentes y de gobiernos, que modifican o profundizan las tendencias estructurales de largo plazo reve- lando o creando otras nuevas (Vilar, 1980, p. 80) De ese modo, la historia como enfoque puede aportar a los estudios internacionales una mirada que evite tanto la ahistoricidad y el inmovilismo, como el anacronismo. Es decir, huir de los cortes forzados sobre la base única de tipos ideales y proponer en cambio una mirada que cuestione el pasado en función de los problemas y desafíos actuales, sin atribuir a una época elementos perte- necientes a otra. Consideramos que las cuestiones de la dependencia y la dominación, la estrecha vinculación entre las polí cas externas e internas; el rol de sectores polí cos y económicos de un país en la formulación del juego diplomá co de otros; la diversidad de intereses y estrategias involucrados en las relaciones bilaterales o multilaterales, son elementos a incorporar en los estudios e investigaciones tanto históricos como coyuntu- rales de la disciplina de las relaciones internacionales.
Con este objeto, este artículo ha desarrollado el complejo período de la tercera presidencia peronista (1973-1976), procurando aunar la compar mentación disciplinaria que tiende a separar las diversas dimensiones de la realidad, y corriéndonos de enfoques neorrealistas o incluso de aquéllos constructivistas, que habiendo encontrado una varia- ble central en la explicación de muchos procesos de tomas de decisiones en el ámbito internacional, pueden correr el riesgo de sobreponderar el peso de las ideas y creencias subjetivas.
La política exterior de este período tan convulsionado es por tanto el resultado de algunas tendencias profundas, como la dependencia y estrecha vinculación entre la polí- tica económica interna, el rol de las potencias predominantes de cada período y el ejerci- cio de la política internacional como mecanismo de vinculación; otras de mediana dura- ción, como la disputa entre los hegemones de la Guerra Fría y su impacto en el estado argentino y la dirigencia política, la pugna por proyectos de desarrollo económico y polí- tico enfrentados desde la existencia del peronismo en adelante, el impacto de los cam- bios mundiales y la radicalización de los movimientos sociales; y finalmente, los escenarios coyunturales de la violencia política, de las fracciones en disputa dentro del propio peronismo, las corrientes ideológicas de quienes llevaron adelante la política pública y su compleja vinculación con las estrategias de política internacional. Ello no descarta las profundas caracterizaciones y conceptualizaciones realizadas sobre el período, pero permite encontrar los hilos de un entramado histórico, donde a las rupturas y continui- dades no alcanzan para explicar las superposiciones, yuxtaposiciones y retornos de los giros de la historia.

Referencias:

4 La “Tendencia” fue el nombre que recibió la corriente del peronismo que se nucleó alrededor de las organizaciones guerrilleras Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias y la Juventud Peronista (ala jóven del partido). Se conformó desde fines de la década de 1960, pero la denominación refiere al año 1972. Eran organizaciones defensoras del peronismo como una versión de socialismo nacional. Para un análisis pormenorizado ver (Gordillo, 2007); Franco (2012); Larraquy (2011 y 2013)

5 Ello probablemente se debiera a la desconfianza que tenía Perón respecto de algunos líderes de la burocracia sindical respecto de la posibilidad de responder a los intentos de la dictadura de hacer una apertura condicionada. Ver (Vazquez Ocampo, 1989: 17)

6 Osinde perteneció al ala derecha del peronismo. Fue responsable de los disparos que se iniciaron en el acto de Ezeiza, así como del secuestro y tortura de los manifestantes, levado a cabo en el primer piso del Hotel Internacional de Ezeiza.

7 Ver (Bonasso: 2006) y Verbitsky (1986).

8 Page afirma que no se sabe cómo logró ser incluido en el gabinete, que probablemente ello se haya debido a la cercanía con Perón y con María Estela Martínez de Perón, pero que controlaría desde allí los nombramientos de su ministerio y los enormes fondos de los que disponía. El nombramiento de Lastiri, su hijo político, extendería su influencia (Page, 1984: 242).

9 Pueden identificarse claras diferencias entre los distintos gobiernos dictatoriales. En el ámbito de las relaciones internacionales, el gobierno de Emílio Garrastazu Médici ofreció su total apoyo a Nixon respec- to de su injerencia en el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile. Su sucesor a partir de marzo de 1974, Ernesto Geisel, optó en cambio por una política exterior “pragmática” y “diversificada” que buscara nuevos horizontes para el mercado brasileño (en particular las relaciones económicas con Europa y Áfri- ca). Sin embargo, lo hizo sin cuestionar el rol político de los Estados Unidos en la región, ni mucho menos la Doctrina de Seguridad Nacional.

10 Para las relaciones bilaterales entre la Argentina y la Unión Soviética en el período ver (Rapoport, 1995ª) y (Laufer y Spiguel, 1998).

11 Se relaciona con la visita de Nixon a China en 1972 en el contexto de la denominada diplomacia del ping pong y esa etapa de relativa distensión, sin embargo, las misiones comerciales a la URSS son anteriores (1970) y el acuerdo firmado por Antonio Estany Gendre fue en junio de 1971 (Rapoport, 2016: 26).

12 DIARIO LA NACIÓN “Las relaciones con Cuba se reanudan”, 29 de mayo de 1973, p. 1

13 FOREIGN RELATIONS OF THE UNITES STATES (1969-1976), Volume E, Part 2, South America, 1973-1976,

Memorandum Prepared in the Office of Current Intelligence, Central Intelligence Agency, “Peronism in Power”, Washington, June 21, 1973, p. 15. [traducción propia]

14 Benito Llambí afirma directamente que “la Confederación General del Trabajo, conducida por Jos Rucci, fue la ejecutora de los hechos del 13 de julio” (Llambí, 1997: 313).

15 “Un gobierno que el pueblo no eligió” Periódico El Descamisado, Nº 9, Buenos Aires: 17 de julio de 1973. Disponible en http://www.ruinasdigitales.com/descamisado/descamisadoungobiernoqueelpueblonoeligio9/

16  En un artículo periodístico, Martín Granovsky (2010), afirma que el núcleo al que pertenecía Vignes en la cancillería fue “artífice de la colaboración de servicios de inteligencia del Cono Sur para que la Argenti- na, Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil se convirtieran en un infierno único. Es lo que con el tiempo pasó a llamarse Operación Cóndor y consistió en el viaje de los asesinos y la transnacionalización del secuestro, la tortura y el homicidio” .

17 DIARIO LA OPINIÓN “Argentina otorgó a Cuba un cr dito de 200 millones de dólares y está en vías de integrarse al Grupo Andino”, 7 de agosto de 1973, p. 1.

18 DIARIO DE SESIONES DE LA HONORABLE CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, 1973, p. ccxxxvi y subsiguientes, y DIARIO LA NACIÓN "Rechazó el Gobierno críticas de EE.UU.", 1º de agosto de 1973, pp. 1 y 4

19 Lanús refiere a una anécdota que cuenta que durante el discurso de López Rega, Fidel Castro afirmó “Esto no es de Perón”. (Lan s, 1984: 104)

20 DIARIO LA RAZÓN, “Impidieron a gritos los concurrentes a un asado ofrecido a gremialistas extranjeros que se brindara por el Che Guevara”, 3 de junio de 1973, p. 8.

21 FOREIGN RELATIONS OF THE UNITES STATES (1969-1976) Volume E-11, Part 2, Documents of South

America 1973-1976. Memorandum of Conversation. Foreing Minister Alberto Vignes, Secretary Kissinger, Neil Seidenman, Interpreter, New York, October 5, 1973., p. 19-22. [traducción propia]

22 FOREIGN RELATIONS OF THE UNITES STATES (1969-1976) Volume E-11, Part 2, Documents of South

America 1973-1976. Telegram 7789 From the Embassy in Argentina to the Department of State. US- Argentine Relations: A New Era? Buenos Aires, October 25, 1973., p. 23 [traducción propia]

23 El 25 de septiembre de 1973 fue asesinado José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, en un episodio aún no develado por la justicia, a solo dos días del triunfo electoral de Perón. Dirigentes de la organización Montoneros se atribuyeron en privado el acto, pero no oficialmente, en supuesta represalia a la responsabilidad de Rucci en la Masacre de Ezeiza.

24El texto completo del “Documento Reservado” puede consultarse en DIARIO LA OPINIÓN, 2 de octubre de 1973, p. 5 y EL DESCAMISADO, “¿ esto qu es?”, Año 1, Nº 21, 9 de octubre de 1973, p. 2, y se en- cuentra disponible en http://www.lagazeta.com.ar/orden_reservada.htm. Ver también (Anguita y Ca- parrós, 1998), (Bufano y Teixidó, 2015) y (Servetto, 2010).

25 El ERP fue una organización guerrillera argentina, que constituyó la estructura militar o brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, de orientación trotskista

26 FOREIGN RELATIONS OF THE UNITES STATES (1969-1976) Volume E-11, Part 2, Documents of South

America 1973-1976. Telegram 8459. From the Embassy in Argentina to the Department of State, Possible Meeting between President Nixon and Perón. Talking points. Buenos Aires, November 19, 1973, p. 27.

27 CIA RECORDS “The President’s Daily Brief”, Febrary 5, 1974, CIA-RDP79T00936A011900010055-5

28 Tal como afirma Rapoport, los EE.UU. quedaron como el principal proveedor de bienes de capital y manufacturas, mientras que Gran Bretaña continuaba siendo el principal cliente comercial de la Argenti- na. Ese tipo de relaciones originaron la creación de un superávit comercial con Gran Bretaña y de undéficit de magnitudes importantes con los EE.UU. Esta situación se compensaba por la circulación de capital financiero en sentido inverso, como consecuencia sobre todo de préstamos e inversiones de capital estadounidenses y también del flujo de dividendos, intereses y beneficios de empresas inglesas radicadas en el país a fines del siglo XIX y durante la primeras décadas del XX.

29 Para este tema ver (Ciafardini, 1990).

30 En el plano de las relaciones internacionales, durante el gobierno militar se generó un nuevo po de relaciones triangulares: con Estados Unidos en el plano  nanciero y tecnológico, con la Unión Sovi  ca en el comercial. Esto l  mo, se puso en evidencia luego de la invasión sovi  ca a Afganistán y de la nega  va del gobierno de idela a sumarse al embargo cerealero hacia la URSS impulsado por Washington, pues aquel país era el principal cliente de la Argentina con el 30 % de las exportaciones totales.

31 Para un análisis de los documentos de Montoneros en el período ver (Baschetti, 1996)

32 CIA RECORDS “Argentina- Peron’s threat to resign and cabinet resignations” 12 June 1974, From FOIS Buenos AiresParis AFP in Spanish, to Inmediate White House / Situation Romm from Mr. Fazio. Warming Notice, Document CIA-RDP78S01932A000100130038-3

33 CIA RECORDS “Argentina reaction to ending of Military Assitance” 12 July 1974. From US Embassy in Argentina To CIA/WHSS. Documento CIA RDP78S01932A000100140030-0

34 CIA RECORDS “Argentina- Lopez Rega’s influence over president Maria Estela de Peron” 7 August 1974, Inmediate White House/ Situation Romm for Mr. Fazio, State RIC/Operation Center Mr. Fry. CIA/WHSS. Document CIA-RDP78S01932A000100080012-7

35 CIA RECORDS “Argentina: resignation of Economy Minister” 31 October 1974, From Reuters Down Jones To Inmediate White House/ Situation Romm for Mr. Fazio, State RIC/Information OPS CTR for Mr. Fry.

NMCC// Attemtion CIA REP, Document CIA-RDP78S01932A0001000100021-4

36 CIA RECORDS “Argentina” 6 november 1974. From Reuters 1438, CONF, To Inmediate White House//Situation Room For Mr. Fazio, Sate RCI/Operations Center Mr Fry, NMCC/Attention CIA REP, Document CIA-RDP 78S01932A000100110003-3

37 En 2013 se dictó la primera condena por delitos de lesa humanidad cometidos durante el Operativo Independencia, contra el general Luciano Benjamín Menéndez.

38 CIA RECORDS Intelligence Memorandum “The Roots of iolence: The Urban Guerrilla in Argentina”, Confidential. National Security Information, 9 June, 1975. CIA-RDP85T00353R000100180001-6

39 CIA RECORDS “Latin American Trends” Central Inteligence Agency. National Security Information. Warn- ing Notes. Secret 118. September 24, 1975, p. 15-16 CIA-RDP79T00865A001800200002-0

40 CIA RECORDS “National Intelligence Bulletin”, Unites States Intelligence Board (USIB), Top Secret, No- vember 24, 1975. CIA-RDP79T00975A028300010039-5

41 CIA RECORDS. Intelligence Memorandum “Argentina: Impact of Peronist Economic Policies on US Inves- tors”, Confidential, National Security Information, June 1975, CIA-RDP86T00608R000500180011-7

42 CIA RECORDS. Memorandum from Henry Kissinger, The White House, for The Director of Central Intelli- gence “Key Intelligence Questions F 1974”, National Security Council, December 10, 1973. LOC-HAK-453- 3-9-6

43 Para analizar la relación con los Estados Unidos ver (Morgenfeld, 2016). Para los vínculos de la nueva relación triangular ver (Rapoport, 1988)

 

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