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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.27 no.45 Santa Fé jun. 2018

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Comentario a Jean-François Bayart África en el espejo. Colonización, criminalidad y estado

 Fondo de Cultura Económica. México, 2011

 

Por Renzo Palacios Medina

Universidad Nacional Mayor de San Marcos Perú renzopame@gmail.com

«África ha permanecido —escribió Hegel— apartada de la luz de la historia consciente y envuelta en el negro manto de la noche». Con esta «metáfora del limbo», que para Bayart «es ante todo un limbo del intelecto donde se ha concebido tan simplista visión de la relación de África con el resto del mundo» (p. 18), el autor inicia el primero de los tres ensayos que, publicados con anterioridad, forman su libro para, por un lado, desmontar los lugares comunes de marginalidad y dependencia que suelen asignarse a los Estados africanos y, por otro lado, poner en evidencia la complicidad de estos estados en «hacer creer» al continente negro como una cultura incorregiblemente inferior.

Su primer ensayo, África en el mundo: una historia de extroversión, en un recorrido histórico escueto y consistente, demuestra cómo los Estados africanos —en especial de la África subsahariana—, a través de lo que autor denomina «estrategias de extroversión»1, concertaron, forjaron y mantuvieron «el carácter desigual y asimétrico de las relaciones entre África, por una parte, y Asia y Europa, por la otra» (p. 19), «en el meollo de la cual se encuentra la creación y la captación de una renta generada por la dependencia y que funciona como matriz histórica de la desigualdad» (p. 26). Esto se evidencia en la existencia de estructuras de poder dobles en las sociedades políticas africanas: «un pays légal, una estructura legal, y un pays réel, donde se ejerce el autentico poder» (p. 38) que, legitimados por los organismos de cooperación internacional (llámese FMI, Banco Mundial o el Fondo de Desarrollo Europeo) y por los países que aún mantienen intervención directa —y en el que sus «instituciones sociales» (en el sentido weberiano) jugaron un papel muy importante en la «subjetivación» (en el sentido foucaultiano) de las estrategias de extroversión—, ejercen su soberanía administrando la forma en que se articula la relación de las sociedades africanas y su inserción en el sistema internacional, «la dependencia». «Esta dependencia es un proceso histórico, una matriz de acción, más que una estructura, como suele concebirla la teoría de la dependencia» con lo que la trayectoria histórica del continente negro, en ese sentido, «no puede considerarse como una relación, ya que África en ningún sentido es ajena al mundo» (p. 45); marginación o desconexión de la economía mundial o el sistema internacional no es más que, «en realidad, los medios de la integración de África en las principales corrientes de la historia universal por vía de la dependencia» (p. 56). Así pues, quedaría claro que el análisis estructuralista de la escuela de la dependencia, se basa en postulados incorrectos y «ha demostrado ser incapaz de penetrar en la historicidad de la dependencia. Pues la dependencia es una experiencia histórica en que los pueblos se crean a sí mismos como sujetos» (p. 93). Un aspecto destacado de este primer ensayo en el rastreo de la historia de la dependencia de Áfricaes el lugar que ocupa la violencia, marcada por los conflictos y luchas étnicas, en la trayectoria histórica de los Estados africanos y que «con paso del tiempo, adoptara una forma política, y constituyera la base de un nuevo orden cívico» (p. 97) lo que daría paso a la tesis del papel central la criminalidad en la formación del Estado.

En el segundo ensayo, El crimen transnacional y la formación del Estado, trabaja la tesis, a partir de un análisis comparativista y de la sociología histórica —de la que advierte su mala interpretación y crítica exacerbada—, de la «criminalización» en la formación del Estado en África en la que se observan dos dimensiones indisociables, «una interferencia cada vez más evidente de la frontera entre lo lícito y lo ilícito»  y «el desarrollo de actividades consideradas criminales tanto por el derecho internacional como por las legislaciones nacionales» (p. 101). La acción conjunta de sus actores tanto blancos como negros «en la constitución o la perpetuación de las relaciones de poder y de acumulación que, por su naturaleza misma, son conflictivas […] no tiene nada que ver con una “africanidad” esencialista» ni con «intentar unos falsos procesos ideológicos» (p. 104), como se imputa al autor. El lugar del crimen en las sociedades africanas no necesariamente socavó al Estado, siguió siendo una de sus funciones que:

lleva ya tiempo unido a la acumulación económica, a la centralización política, al control social de los pobres, al ejercicio de la justicia, a la práctica de la guerra, a la reivindicación nacionalista, revolucionaria o democrática […] sobre todo cuando esas colusiones se enta blan a la sombra de las sanciones multilaterales declaradas en nombre del mantenimiento de la paz  (p. 109).

De la que los países europeos se han beneficiado. A la luz de la investigación, desde la publicación de La criminalisation de l’état en Afrique en 1997, «se ha verificado, así, que las prácticas transnacionales de la criminalización contribuyen a la formación del Estado, al sur del Sahara como en resto del mundo» (p. 116).

Con un título provocador, Los enojados (y enojadas) de los estudios poscolonia-les, su ensayo final está dirigido a los partidarios franceses de los estudios poscoloniales, muchos de ellos sus amigos —pero en especial a la profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Winconsin, Florence Bernault—, quienes lo acusan de pretenderse el fundador de la «sociología histórica de lo político». Bayart les responde demostrando, con pinceladas de ironía, que muchos de los tópicos, conclusiones, hipótesis y referencias teóricas abordados por sus amigos de los estudios culturales franceses ya habían sido compartidos por él desde hace treinta años. Más adelante, asombrado al poder sostener «una discusión razonable y tranquila con los adeptos de los postcolonial studies en Londres» (p. 124) les pregunta a sus compatriotas: «¿No puede decirse en francés cualquier verdad? Y para hacerla legítima, ¿no deben los subalternos valerse de la mediación de la lengua del nuevo imperium intelectual?» (p. 127). La respuesta que ofrece al autor es que se debe a la «recepción diferenciada de los estudios poscoloniales en Francia y en el Reino Unido» (p. 130). Mientras que los dominions del imperio colonial británico, «en particular Australia y la India, fueron las primeras matrices de los postcolonial studies», en el imperio colonial francés «no se encuentra equivalente de este género» (p. 131). De ahí que las diferencias en la recepción de los estudios poscoloniales en los dos países sean tributarias tanto de la configuración histórica como de sus respectivas tradiciones intelectuales.

Aunque breve, el libro de Jean-François Bayart nos encamina a establecer rupturas de las imágenes construidas por quienes se encargaron de hacer al continente negro su patio trasero. Ver «en el espejo» a la África de hoy es ver en su historia, incluso, aquello que sus mismas poblaciones se han encargado de ocultar, un terreno al que muchos investigadores no se atreven a develar, pero en el que Bayart se atrevió a decir: «¡No tengo miedo!» (p. 135).

 

Notas

1 Aunque el autor identifica hasta seis “estrategias de extroversión”, no las conceptualiza. Podríamos definirlas como las prácticas discursivas por medios de las cuales se valieron los grupos dominantes de las sociedades africanas para ser la ‘bisagra’ entre los colonizadores y los colonizados.

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