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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.60 Buenos Aires dic. 2020

 

ARTÍCULOS

Notas sobre la dinámica interna de la Confederación General del Trabajo. Las estrategias de construcción sindical en los procesos de unificación y ruptura durante la posconvertibilidad en la Argentina (2002-2012)

Notes on the internal dynamics of the General Confederation of Labor. Union building strategies of unification and rupture during post-convertibility in Argentina (2002-2012)

Mariel Payo Esper2  * 

2Universidad Nacional de La Plata, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales; Universidad Nacional Arturo Jauretche, Instituto de Ciencias Sociales y Administración.

Resumen

El artículo analiza la dinámica interna de la Confederación General del Trabajo en el período 2002-2012, partiendo de la categoría estrategias de construcción sindical para estudiar las prácticas de sus distintos grupos internos en cuanto productores de sistemas simbólicos. Las estrategias son analizadas a partir de entrevistas en profundidad, discursos y apariciones públicas en torno a un conjunto de eventos: la salida de la crisis de 2001, la reunificación de la Central en 2004 con la consecuente emergencia de un nuevo elenco dirigente, el enfrentamiento entre el Gobierno y las entidades agrarias en 2008, los conflictos de encuadramiento y las rupturas de la Central. Durante el período estudiado, los nucleamientos internos de la Central, configurados en la década de 1990 -Movimiento de los Trabajadores Argentinos, Gordos e Independientes-persistieron como orientadores generales de las prácticas sindicales, pero se transformaron profundamente. Las viejas estrategias neoparticipacionistas y combativas fueron abandonadas, y emergieron en su lugar dos nuevas, que llamamos moyanista y sindicalismo institucional.

Palabras clave: Confederación General del Trabajo; Estrategias; Nucleamientos internos; Posconvertibilidad.

Abstract

The article analyzes the internal dynamics of the General Confederation of Labor in the period 2002-2012, using the category union building strategies to study the practices of its different internal groups as producers of symbolic systems. The strategies are analyzed based on personal interviews, speeches and public appearances around a set of events: the end of the crisis of 2001, the reunification of the Central in 2004 with the consequent emergence of a new leadership team, the confrontation between the government and the agrarian entities in 2008, the conflicts of framing and the ruptures of the Central. During the period studied, the internal nucleations of the plant, configured in the 1990s -the Argentine Workers Movement, fat and independent- persisted as general guides of union practices, but they were profoundly transformed. The old neoparticipationist and combative strategies were abandoned, and two new ones emerged in their place, which we call “moyanista” and institutional unionism.

Keywords: General Confederation of Labor; Strategies; Trade unionism leaders; Post-convertibility

Introducción

El renovado protagonismo de la Confederación General del Trabajo (CGT) fue una característica del mapa político y sindical en la Argentina de la posconvertibilidad, lo que tuvo su correlato académico en el resurgimiento de estudios que problematizan su rol tanto en la crisis de 2001 como después. Este artículo pretende ser un aporte al acervo de conocimientos sobre la central sindical más importante del país, contribuyendo a la comprensión de su dinámica interna a partir de un análisis de las diferentes estrategias de construcción sindicaldesplegadas por sus dirigentes y núcleos internos durante la década 2002-2012.

Si bien la CGT en el período ya ha sido objeto de estudio de otras investigaciones, proponemos un enfoque conceptual novedoso: el estudio de sus facciones internas como productoras de sistemas simbólicos (Bourdieu, 1987,2007) y una clasificación de las estrategias sindicales alternativa a interpretaciones previas sobre el fenómeno. Caracterizar y repensar los matices en las prácticas y discursos de estas dirigencias no sólo tiene relevancia teórica; además, proporciona algunas pistas para comprender los posicionamientos político-sindicales de los cegetistas en la actualidad.

En la etapa estudiada se produjo, sobre la base de los núcleos internos previos -Gordos, Independientes y Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) -tanto la constitución como el desmembramiento de un nuevo elenco de sindicalistas que dirigió la CGT. El proceso de formación de esta conducción tuvo lugar al calor de la resolución de la crisis de hegemonía de fines de 2001 (Gramsci, 2004). La principal hipótesis de este trabajo es quelas viejas estrategias neoparticipacionista y combativa dieron paso a las desarrolladas aquí bajo el nombre de moyanismo y sindicalismo institucional. Este cambio en los posicionamientos de los cegetistas tuvo lugar en el marco de los intentos gubernamentales por generar una nueva relación sindicatos-Estado-empresarios, y tiene gran relevancia para comprender la ruptura de la Central en 2012.

Las estrategias que aquí se presentan pueden ser dirigidas a otros dirigentes, a entidades empresarias, a gobiernos y trabajadores3(de manera genérica o específica) y tienen efectos en un sinfín de espacios sociales. En este sentido, se caracterizarán las formas de ejercer liderazgo, las tradiciones sindicales en las que se inscriben y las concepciones sobre los trabajadores y el sindicalismo que sostiene cada agrupamiento en torno a un conjunto de eventos: la salida de la crisis de 2001, la reunificación de la Central en 2004, el conflicto entre el Gobierno y las patronales agrarias en 2008, la reestatización de Aerolíneas Argentinas, los conflictos de encuadramiento y las rupturas de la Central.

Atendiendo a que se analizan prácticas y discursos públicos de los cegetistas, tanto en acto como sobre sí mismos, las principales fuentes a partir de las cuales se reconstruyen las estrategias son entrevistas en profundidad a dirigentes y dos periódicos de tirada nacional: La Nación y Página 12, de los que se realizó una lectura sistemática del período comprendido entre los años 2002 y 2012.

Antecedentes del problema, precisiones teóricas e históricas

Situar los aportes del presente análisis al campo de los estudios de la acción sindical implica revisitar tanto el acervo bibliográfico sobre alineamientos sindicales4 y comportamientos cupulares como aquellos que problematizan el concepto de estrategia. Dentro del primer grupo hay un conjunto de trabajos que analizan a la CGT (o a alguna fracción de ella) en los últimos años, entre los cuales se destacan las investigaciones de Etchemendy y Collier (2007), Belén Millmanda (2010), Gabriel Merino (2012, 2017), Ana Natalucci (2015), Natalucci y Morris (2016) y Cecilia Anigsten (2015, 2019), entre otros.

Estos trabajos, desde un marco teórico afín a las teorías del corporativismo o reflexionando sobre las formas de politicidad de la dirigencia cegetista, indagan en torno a la fragmentación del campo sindical como reflejo de los procesos de segmentación de la clase, analizan las organizaciones políticas y electorales impulsadas por la CGTy sus vínculos con el empresariado y los gobiernos, tanto en la salida del régimen convertible como durante el kirchnerismo. En estas investigaciones hay una lectura de la vida interna de la central que permite identificar un sector asociado a la matriz nacional-popular e inclinado a la acción política, y otro más moderado, con orientaciones de tipo corporativo y mayor preocupación por los espacios de diálogo social. El reconocimiento de esta diferencia en los posicionamientos internos constituye el punto de partida de este estudio.

Sin embargo, ningún trabajo anterior analiza sistemáticamente las diferentes maneras en las cuales estas dirigencias elaboran y reelaboran las demandas de los trabajadores para colocarlas frente a los demás actores (empresariales y gubernamentales). Estas construcciones impactan tanto a nivel interno como en el conjunto de las relaciones sociales en las cuales la Central participa, y conocerlas enriquece la comprensión sobre su dinámica en el período, generalmente explicada a partir de las relaciones entre sindicalistas y gobiernos. Se problematiza aquí el ejercicio de liderazgos, elaboración de demandas y construcción de legitimidad y adhesiones políticas que los núcleos internos despliegan, partiendo de que ninguno de los estudios previos, ni el conjunto de todos ellos, agota el fenómeno.

En cuanto a la discusión sobre estrategias sindicales, no existe una sistematización que recopile las diferentes acepciones del término, aunque este se encuentra instalado en el campo. Para el presente estudio se consideran relevantes dos vertientes: una asociada a los estudios históricos y otra de perspectiva sociológica. La primera de ellas tiene como exponente principal a Nicolás Iñigo Carrera, quien define este término a partir de dos procesos distintos, aunque relacionados entre sí:1) el que hace a los enfrentamientos que va librando una clase social y cuya meta puede conocerse observando esos enfrentamientos; 2) las distintas alternativas políticas que proponen a esa clase los distintos cuadros políticos que actúan en la sociedad, y que expresan los intereses de distintas clases o fracciones sociales. (Iñigo Carrera, 2000:23).

Desde la perspectiva de este autor, los procesos de constitución de las dirigencias obreras se comprenden ubicando en un lugar determinante el proyecto político que dirige a la mayoría de los trabajadores; este proyecto se expresa en una estrategia y en la conformación de una dirigencia que lo sostiene e impulsa.

La perspectiva sociológica aparece ligada a las teorías de la acción colectiva yla atraviesa el debate sobre la idea de revitalización sindical. En esta línea, los trabajos más conocidos versan sobre la relación entre las estrategias sindicales y los tipos de crisis o restricciones que les imponen los contextos tanto económicos como político-institucionales a la acción sindical (Frege y Kelly, 2003). En nuestro país, Paula Varela (2016) retoma los aportes anglosajones del sindicalismo radical de Upchurch y Mathers (2011) para pensar la acción sindical más allá de los marcos institucionales y conceptualiza las estrategias sindicales como la “definición estratégica de los objetivos de la organización obrera” (Varela, 2016:24).

Sin desconocer las divergencias y la importancia política que estos aportes revisten, lo que ambas concepciones comparten es la matriz racionalista. En efecto, se refieren a la estrategia como un atributo consciente de los actores; para Iñigo Carrera, es el reflejo del estado de conciencia de una clase, mientras que para Varela es la posibilidad de revitalizar los sindicatos desde las bases, con un fuerte compromiso político e ideológico con la izquierda partidaria.5

Lejos del concepto de estrategia como atributo consciente de una clase o de una organización, este trabajo propone una conceptualización elaborada apartir de los aportes de Pierre Bourdieu. Esta concepción pone el acento en cómo las estructuras, en este caso las sindicales, les imprimen su lógica a las acciones y establecen oportunidades y restricciones a las prácticas de los sindicalistas. Desde esta perspectiva, la estrategia no es un proceso consciente sino prerreflexivo, un agregado de prácticas objetivamente orientadas sin ser subjetivamente pensadas como tales, pues el habitus6“gestiona” las estrategias de los agentes porque establece las posibilidades dadas en el presente inmediato. Una estrategia es un producto inconsciente que nace del sentido del juego, es un ajuste entre las posibilidades y las reglas del espacio social en el que los actores están implicados:

El buen jugador, que es en cierto modo el juego hecho hombre, hace en cada instante lo que hay que hacer, lo que demanda y exige el juego. Esto supone una invención permanente, indispensable para adaptarse a situaciones indefinidamente variadas, nunca perfectamente idénticas. Lo que no asegura la obediencia mecánica a la regla explicita codificada (cuando existe).(Bourdieu, 1987: 70).

Las estrategias de construcción sindical son definidas aquí como un conjunto no siempre coherente de prácticas y discursos desplegados por dirigentes y núcleos internos que operan construyendo intereses inmediatos y disposiciones para la acción en las bases obreras, otros dirigentes y un conjunto de actores políticos e institucionales. Sus efectos impactan en todo el conjunto de relaciones sociales de las que la Central participa. Estas estrategias se plasman en formas de ejercicio del sindicalismo: organización de acciones colectivas, apelación a diferentes actores no sindicales e interpretación de situaciones sociales y políticas. Entre los indicadores observables encontramos: la protesta, discursos, apariciones públicas, apelación a autoridades gubernamentales y empresariales, y convocatoria a alianzas con otras clases o sectores sociales.

Para complejizar el concepto de estrategias y caracterizar los indicadores, resultan pertinentes elementos de las teorías de la acción colectiva y de las relaciones laborales esbozadas por Offe y Wiesenthal(1985), Kelly (1998) y Santella (2016). Un elemento fundamental en este andamiaje es la categoría de interés. Se distingue aquí entre los intereses objetivos de clase, es decir, aquellos que emergen de la posición estructural que los trabajadores ocupan en el capitalismo, y los intereses inmediatos, que son la resultante de procesos sociales complejos, tanto conscientes como prerreflexivos, que se dan en el marco de una multiplicidad de situaciones de fragmentación, subordinación y explotación de las que los trabajadores son parte en el capitalismo. Se asume que los dirigentes sindicales participan activamente en la construcción de estos intereses inmediatos.

En un nivel mayor de abstracción teórica, las estrategias funcionan como puentes entre las grandes estructuras sociales, de las cuales la Central es mediación organizativa7 y las acciones que encarnan los dirigentes en una multiplicidad de ámbitos (institucional, mediático, callejero, electoral). En efecto, la CGT goza de relativa autonomía frente al Estado y al bloque en el poder, pero es perfectamente funcional al mantenimiento de las relaciones sociales capitalistas. Aunque no es un aparato estatal, protagoniza procesos que pueden entenderse como de estatización de demandas y de relaciones sociales y lo hace a partir de distintas estrategias. Por otro lado, en cuanto órgano sindical de tercer grado, históricamente asociado al Partido Justicialista, tampoco es un ente autónomo de gobiernos y empresarios.

Por último, se identifican tres núcleos internos a la CGT, que se reconfiguraron durante la década en estudio: los Gordos, en cuyo seno hay también una serie de sindicatos pequeños agrupados bajo la etiqueta de barrionuevismo (a partir de 2008, CGT Azul y Blanca), los Independientes y el MTA. Estas agrupaciones internas, que nacieron durante la década de 1990, tuvieron su raíz en las distintas maneras de posicionarse frente a las reformas neoliberales implementadas por los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa.

En esos años, los sindicatos que integran los Gordos asumieron una estrategia que algunos autores llaman neoparticipacionista (Bonnet y Piva, 2012). Se trata de un conjunto heterogéneo de respuestas ensayadas ante el declive de ciertos recursos industriales, estatales y políticos con los que ya no contaría el sindicalismo. Los sindicatos que integran los Gordos condujeron la Central durante los años 90 y fueron la CGT Oficial (CGTO) entre 2000 y 2002.

El MTA surgió en 1994 a partir de un conjunto pequeño de sindicatos que decidió enfrentar las reformas de mercado sin romper la CGT.8 Este agrupamiento es el único que tuvo límites definidos y generó instancias colectivas de toma de decisiones y articulación política duradera con otros sectores. Mientras el MTA era un grupo, los demás nucleamientos funcionaron como ámbitos de coordinación más o menos informales en virtud de coincidencias político-ideológicas. De aquí proviene la mayoría de los dirigentes que componen la cúpula cegetista pos 2004, quienes antes de la unificación impulsaron la CGT Disidente (CGTD).

Independientes es la denominación asumida por un conjunto de dirigentes cuya característica fundamental es su no alineamiento respecto de los Gordos y el MTA.Cabe resaltar que las tres agrupaciones caracterizadas desarrollaron, desde su fundación, prácticas de supervivencia organizativa (Murillo, 2005;Etchemendy, 2001), priorizando la conservación de sus recursos (obras sociales, cuota sindical, subsidios) y defendiendo los principales rasgos del modelo sindical argentino: sindicato único por rama, sistema de convenios homologables, obras sociales, sistema de personerías sindicales otorgadas por el Estado, entre otros.

Las estrategias de construcción sindical en los años de la “unificación” (2002-2005)

En los años previos a la unificación de 2004, cada fracción de la Central delineó un concepto de sindicalismo, definió objetivos, aliados y enemigos y sostuvo una serie de ideas sobre cuál debía ser el lugar del sindicalismo a nivel político y social. La estrategia de construcción sindical neoparticipacionista, encarnada en la CGTO compuesta por Gordos9e Independientes,10tendió a no realizar grandes demostraciones de fuerza ni a solicitar transformaciones en el modelo económico, preservando para el sindicalismo un rol en el diálogo social y como proveedor de servicios entendidos, la mayoría de las veces, bajo una lógica mercantil.

El MTA,11 por su parte, sostuvo una estrategia que llamaremos combativa. Acumuló recursos y construyó legitimidad a partir de la escenificación de la protesta, la convergencia con otras organizaciones sociales golpeadas por la crisis y un discurso cuyos componentes fundamentales eran su “perspectiva anti-neoliberal, una visión del trabajo como integrador social y del salario como dinamizador del mercado interno” (Anigstein, 2015: 55).

Con estos antecedentes, aunque Néstor Kirchner en junio de 2003 ya había logrado aglutinar tras de sí a todo el espectro sindical, no resultaba indiferente que condujeran la Central unos u otros. En efecto, frente al retorno de la institucionalidad pos 2001, se observan diferencias en la construcción de demandas: mientras el MTA sostuvo la necesidad de la unidad de la CGT “para potenciar un programa nacional y una mejor defensa de los trabajadores argentinos” (Piumato, La Nación, 6 de junio de 2003), los Gordos pidieron “la reconstrucción del Estado y que se pague la deuda con las obras sociales” (Cavalieri, La Nación, 6 de julio de 2003). Es decir que mientras los primeros reclamaban por un espacio político y discusiones programáticas, los segundos se abocaron a intentar recomponer los recursos económicos afectados en la crisis.

Las trayectorias previas son clave para explicar la constitución del elenco que comenzó a dirigir la Central en la etapa estudiada. Algunos dirigentes del MTA ganaron la conducción de sus gremios durante los años 90, montados en movilizaciones de base que impusieron listas nuevas ante conducciones establecidas muchos años antes. Es el caso de Julio Piumato, para quien este movimiento nació para enfrentar el ajuste del Gobierno de Menem y sus políticas antisindicales, pero fue también un esfuerzo por acercar la CGT a los trabajadores:

Veníamos de muchas movilizaciones, entonces me vienen a buscar Palacios y Moyano […]. Nosotros por primera vez instalamos que la participación en CGT no sea a espaldas de la gente, porque normalmente participaban en la CGT pero los judiciales ni se enteraban. En un primer Confederal leímos nuestra postura y en una movilización impulsamos la discusión de la posición del gremio en la CGT y con las bases en las asambleas en todos los lugares. (Entrevista personal, 2015).

En cuanto a los dirigentes de la CGTO, no se observa un discurso unificado y consistente respecto de su participación en las políticas neoliberales. Por lo general, al revisar sus declaraciones en la prensa, aparecen justificaciones basadas en un virtual consenso:

Durante mi gestión, la CGT fue muy crítica de la política económica y social de Menem, no hubo ningún apoyo. Pero seamos justos: en los primeros años de Menem, lo respaldó la inmensa mayoría del pueblo argentino. Y eso no sólo se reflejó en las urnas: el primer paro que convocó la CGT contra Menem en 1992 tuvo apenas un acatamiento parcial. Y la ola de apoyo a las privatizaciones superaba a los dirigentes sindicales. (Daer,La Nación,10 de abril de 2004).

Aunque el acercamiento al menemismo le costó a los Gordos cierto descrédito en el contexto poscrisis de 2001, conservaron la conducción de sus sindicatos más representativos y siguieron teniendo un lugar central en la CGT por el peso de sus organizaciones y de los sectores económicos que representaban. Cabe señalar también, más allá de las diferencias, cierto espíritu corporativo entre la dirigencia cegetista. En efecto, es muy difícil encontrar enfrentamientos entre ellos que trasciendan algún cruce de palabras en los medios de comunicación; en momentos de fuerte cuestionamiento o persecución judicial, las direcciones sindicales muestran más solidaridad que divergencias.12

Los meses previos al congreso unificador encontraron a todos los nucleamientos sindicales en plena actividad. El antagonismo más fuerte ocurrió, por supuesto, entre los Gordos y la CGTD. Los primeros rechazaban cualquier posibilidad de acuerdo si el candidato era Moyano, argumentando que sus métodos piqueteros eran antisindicales. Los disidentes, por su parte, no querían discutir si no se les confería un rol protagónico en el grupo que dirigiría laCentral. Finalmente, el 14 de julio de 2004 se produjo la unificación bajo la forma de un triunvirato, en el cual la Secretaría General sería compartida por un representante del MTA, Hugo Moyano; uno de los Gordos, Susana Stochero de Rueda,y José Luis Lingieri de los Independientes. Según el diario La Nación (15 de julio de 2004), esta dirección estaría al mando por el lapso de un año, luego del cual Rueda y Lingieri ocuparían las secretarías administrativa y adjunta, respectivamente.

En un comienzo, la prensa interpretó que este reagrupamiento significaba que Moyano asumiría en la CGT y los Gordos darían un paso al costado (Página 12, 17 de julio de 2004, y La Nación, 15 de julio de 2004). Pero lo cierto es que la unificación no implicó que ningún sector se fuera ni terminó con las diferencias y agrupamientos internos. De hecho, durante el período analizado, no sólo es difícil detectar acciones conjuntas sino que poco menos de un mes después del Congreso unificador comenzaron las discusiones y amenazas de renuncia por parte de algunos de los miembros. El balance sobre el triunvirato es disímil. Para Susana Stochero de Rueda, una de las protagonistas,

En un primer momento fue un intento muy serio, surgieron muchas propuestas que se llevaron a cabo como acuerdos con ministerios […] y obviamente la inclinación que mostró el presidente Kirchner, que en un primer momento pareció estar muy feliz de que existiéramos como una sola central. Eso sí, del triunvirato nunca se dijo que era por un año, porque hasta se reformó el estatuto y, sin embargo, ellos hicieron aparecer como que en el acta figuraba que era por un año, y el Gobierno convalidó eso.(Entrevista personal, 2015).

Según Julio Piumato, la supremacía numérica del MTA en el elenco dirigente que se estaba conformando tuvo que ver con que ellos virtualmente “conducían el país” durante la debacle de 2001, y el triunvirato apareció como un instrumento del Gobierno para mantener dividido, en el fondo, al movimiento sindical. Según este relato, algunos meses después, por necesidad política, Néstor Kirchner tuvo que apoyarse en Moyano.

Cada agrupamiento interno trajo consigo trayectorias previas que se reconfiguraron o acentuaron en el escenario de la unificación. El rasgo más sobresaliente de la etapa fue la emergencia de un grupo de dirigentes que, proviniendo del MTA, una vez al frente de la CGT acumuló fuentes y recursos de poder. Entendemos a los primeros como los elementos determinantes del poder (entre los que se destaca la participación en alianzas gubernamentales) y a los recursos como los activos (dinero, legislación, reglas, aliados y recursos organizativos)13 para conseguir la movilización (Ghigliani, 2010). A partir de entonces, todos los gremios -y Camioneros de manera emblemática-14 que pasaron a formar parte del nuevo núcleo interno, al que llamaremos moyanismo, cambiarían, según sus ex aliados, las prácticas típicas de los anteriores sindicatos del MTA. Para Carlos Barbeito, exsecretario general de Molineros y miembro fundador del MTA:

Cuando Moyano asume en la CGT ya cambian las cosas. Las reuniones que empiezaa convocar Camioneros ya no eran las del MTA, vos ibas ahí y te encontrabas con que había un montón de gente que no sabías ni quiénes eran. Que se hablaba cualquier cosa y ni te enterabas […], ya había otro manejo, otro estilo. Yo lo veía, digamos, veía en Moyano la aplicación de la política de aparatos que generalmente llevan adelante los denominados “gordos”, los gremios con grandes estructuras que se creen que son ellos y punto. Y bueno, entonces yo creo que Moyano agarró para ese lado, y algunos nunca quisimos participar de eso.(Entrevista personal, 2016).

A partir de una combinación de resistencia y aprovechamiento de las nuevas oportunidades de negocios (tanto con las patronales de transporte como con el Estado) se configuró una nueva estrategia de construcción sindical. La aparición de este nuevo agrupamiento significó la paulatina disolución del MTA. La capacidad de Hugo Moyano para generar adhesiones a partir de obtener beneficios auspiciosos para las bases de su sindicato y acrecentar su capacidad de movilización se combinó con el impulso a ciertas transformaciones en el seno de la CGT unificada: cambios y creación de secretarías, invención de un relato histórico y, posteriormente, la generación de herramientas políticas propias como la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista y la Juventud Sindical.

Las transformaciones de la CGT a nivel institucional se manifestaron desde unos meses antes de la unificación. En el congreso realizado el 5 de mayo de 2004, se reformó el estatuto de la Central ampliando la cantidad de miembros del Secretariado de 24 a 33 (de los cuales 10 serían mujeres, para garantizar el cupo femenino del 30%). Se crearon las secretarías de Derechos Humanos, Igualdad de Oportunidades y Género, Asuntos Legislativos, Estadísticas, Registro y Defensa del Consumidor, Política de Empleo, Juventud y Protección de la Niñez, Salud Laboral y Medio Ambiente, y se le agregó el área de Ciencia y Técnica a la Secretaria de Cultura (Página 12, 6 de mayo de 2004). Estas transformaciones en el organigrama expresan un concepto amplio del rol social del sindicalismo, más a tono con los tiempos que se avecinaban y distinto a la mera representación en espacios institucionales y gestión de recursos sindicales, propio de la CGTO en la década anterior.

Una de las formas en las que se expresaron las diferentes estrategias de construcción sindical, y uno de los rasgos más relevantes de los primeros años posteriores a la unificación, fueron los conflictos por encuadramiento. A partir de octubre de 2003 empiezan a aparecer en la prensa estos hechos, protagonizados en su mayoría por Camioneros. Al principio se trató de reclamos ante las patronales o ante el Ministerio de Trabajo. Pero progresivamente, y aunque la mayoría de las peleas fueron contra Comercio, Camioneros avanzó sobre Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra), la Unión Obrera Molinera Argentina (UOMA) y otros gremios, se peleó con estados municipales por el encuadramiento de los recolectores de basura y ayudó a sindicatos pequeños en sus batallas contra los Gordos; por ejemplo, portuarios del Sindicato Único de Portuarios Argentinos (SUPA) contra la Federación Argentina de Empleados de Comercios y Servicios (FAECyS).

Si se analizan los cruces discursivos de estos conflictos, se ven asomar las distintas estrategias. A principios de 2005, un par de meses antes del alejamiento de los Gordos de la Comisión Directiva, Armando Cavalieri, principal dirigente del gremio de Empleados de Comercio, sostenía, a propósito del conflicto de encuadramiento por los trabajadores de COTO, que:

La metodología de Moyano es la fuerza, está cerca del delito, es molestar la propiedad privada, impedir que trabajadores puedan ingresar en el trabajo y poner en peligro la estabilidad laboral de mucha gente […]. Todos los días hay problemas de este tipo, de encuadramientos, y se resuelven por la vía administrativa. Uno va, abre un expediente, se cita a las partes, una parte hace su descargo, la otra también hace su descargo, y entonces se va a la Justicia y allí se dirime todo civilizadamente. O sea, estamos en un mundo hoy donde el tema de la violencia ya se dejó atrás.(Entrevista a Cavalieri,La Nación, 04/03/05).

Esta interpretación abona la idea de un trabajador que no debe ser “molestado” en su puesto laboral y de un sindicalismo cuya tarea es defender y proteger la propiedad privada, respetar las vías administrativas estatales y poner la estabilidad laboral por encima de otras reivindicaciones, como salarios y condiciones laborales.

Por otro lado, y más allá del carácter relativamente disruptivo de las prácticas moyanistas en el marco de los enfrentamientos por encuadramiento, el rol del Gobierno fue clave favoreciendo a Camioneros en estas instancias15 y, según algunas dirigentes como Susana Stochero, resultó determinante en el proceso de “erosión de la unidad de las fuerzas internas de la CGT”, ya que la forma en la cual algunos sindicatos devolvían la cortesía era la disciplina reivindicativa:

Fue toda una época donde Camioneros hacía confrontaciones con las distintas empresas para ganar afiliados, sacarle afiliados a Comercio, sacarnos afiliados a nosotros [Sanidad]. Hubo un caso que fue a la Comisión Arbitral y que lo ganó el Sindicato de Comercio, pero después, en el Ministerio de Trabajo lo dieron vuelta […]. Entonces, no se podía negociar porque había una cuarta pata que desequilibraba la ecuación: la cuarta pata era el Gobierno, que sentaba a los gremios después de estos arreglos con una instrucción de cuánto tenía que ser el Salario Mínimo Vital y Móvil, o cuanto tenía que ser el Seguro de Desempleo. (Entrevista personal, 2015).

Las conducciones oficiales favorecidas en estos conflictos (generalmente cercanas a Camioneros) argumentaban, en la mayoría de los casos, que no se trataba de disputas de dirigentes, ya que eran los propios trabajadores los que buscaban “a quien mejor los representaba” (La Nación, 11 de marzo de 2005). En este tipo de manifestación se observa la construcción del liderazgo moyanista como producto de la lucha pero, lejos de reforzar su liderazgo interno, este tipo de enfrentamiento generó críticas dentro del MTA. En palabras de Carlos Barbeito,

Moyano aprovechó “todo ese romance que tuvo con el gobierno de Kirchner para sacar ventajas muy importantes para su organización. Ellos crecieron de tener 60, 70 mil afiliados a 240 mil afiliados, sacándole afiliados a todos, inclusive a Molineros.(Entrevista personal, 2016).

Desde que Hugo Moyano fue ungido como único jefe cegetista, en julio de 2005, por un Consejo Directivo con 25 miembros presentes del total de 33, los Gordos abandonaron la dirección de la CGT. Mantuvieron, sin embargo, la representación en los congresos sindicales y en el Comité Central Confederal. Las explicaciones sobre el porqué de este alejamiento hablan de distintas formas de manejarse en el campo sindical, es decir, distintas estrategias. Hugo Moyano lo explicó a partir del rol militante y de defensa de derechos que él mismo podría tener en contraposición al de los Gordos:

Cada uno hace lo más conveniente, pero hay algunos que no pueden opinar. Una cosa es lo que diga quien tuvo una actitud de lucha permanente y la otra es de quien jamás le importó defender los intereses de los que representa. Espero que no opinen lo mismo que en la década del 90, cuando apoyaban el neoliberalismo de Menem. En este momento ¿es lo mismo una CGT conducida por Moyano que por otro como representación de los trabajadores? Las instituciones las hacen los hombres con su conducta, con su fuerza. (La Nación, 19 de julio de 2005).

Julio Piumato, por su parte, analiza el alejamiento de los Gordos en 2005 alegando prácticas poco democráticas:

Durante el primer año después de la unificación la CGT funcionó bien, pero el primer cortocircuito que hubo fue con los Gordos, porque están acostumbrados a tener un manejo mafioso, digamos, ¿no? Cenáculo. La CGT funcionó como nunca porque hubo reuniones, debates, Confederal; antes arreglaban todo en una piecita. Entonces, primero lo quisieron atar a Moyano con la mesa chica, y ellos decían quienes estaban…y a Moyano no lo vas a tener atado… Entonces ahí dejan de participar […]. Después cuentan con la acción deliberada del Gobierno, que operó para dividir (se alejaron los otros grupos) desde el Ministerio de Trabajo a partir de la muerte de Néstor.(Entrevista personal, 2015).

Para Susana Stochero, sin embargo, el grupo al que ella pertenece decidió alejarse de la dirección cuando Moyano asumió, a raíz de la sumisión de la dirigencia al Gobierno:

El Gobierno eligió a quién quiere conduciendo la CGT, dispuso negociar con ese sector, darle los instrumentos a ese sector para que crezca y, entonces, debilitar nuestra presencia. O sea, ¿a qué nos quedábamos? ¿A convalidar lo que no compartíamos? Era absolutamente absurdo, no tenía ningún sentido. Así que ahí fue cuando decidimos renunciar.(Entrevista personal, 2015).

Mientras los sindicalistas del MTA se colocaban a sí mismos como ejemplos de idoneidad y democracia, señalando la escasa legitimidad de los demás núcleos internos ante las propias bases de sus sindicatos, para los Gordos no había necesidad de permanecer en una central que era “operada” directamente por el Gobierno. En este contexto, surgieron discusiones y enfrentamientos internos en el MTA. Estas diferencias de caracterización y de autopercepción no resultaban contradictorias con el hecho, públicamente conocido, de que todos los nucleamientos estaban a favor del Gobierno.

Nuevos sentidos del juego: las estrategias en el marco de la ruptura (2006-2012)

Las críticas al liderazgo del camionero fueron creciendo incluso entre dirigentes que provenían del MTA. En octubre de 2006, en los enfrentamientos violentos en ocasión del entierro de los restos del Gral. Perón, es posible identificar un punto de inflexión en las relaciones internas. Para la conducción oficial de la central se trató de un “boicot antimoyanista”, y su respuesta institucional tuvo la forma de un Plenario de Secretarios Generales16 del cual participaron 104 gremios. Aunque no hubo consecuencias mayores para la conducción oficial, un sector de los Independientes encabezados por Andrés Rodríguez y Oscar Lingieri, partiendo de las críticas al “verticalismo” y acaparamiento de las relaciones con el oficialismo, logró instaurar una conducción colegiada, la nueva “mesa chica” encargada ahora del diálogo con el presidente (La Nación, 30 de noviembre de 2006).

Una de las quejas más comunes, tanto en entrevistas públicas como en las realizadas para la presente investigación, tiene que ver con el uso de la investidura de la Central para obtener beneficios para sus gremios, especialmente en el caso de Camioneros. Susana Stochero explica que, más allá de las diferencias políticas,

…Nosotros [los Gordos] nunca nos sentamos con ellos [el Gobierno] a discutir nada para nuestro gremio. Siempre fue Salario Familiar, siempre fue el Impuesto a las Ganancias, siempre fue el Mínimo, Vital y Móvil… Digamos, siempre fue el reparto de la riqueza. Nunca nos sentábamos [para] pedir para mi gremio tal cosa, porque sabíamos perfectamente que el día que nos sentáramos a decir esto, dejábamos de poder representar al conjunto.(Entrevista personal, 2015).

Aunque la práctica señalada no es patrimonio exclusivo de los moyanistas, los Gordos articularon esta crítica sobre el uso de los vínculos políticos a discreción por parte del moyanismo con una supuesta búsqueda de autonomía frente al Gobierno y frente al campo de la política en general. Este posicionamiento separa al sindicalismo de la política, y pretende adscribir la acción gremial sólo a las discusiones salariales y de asuntos relativos al mundo del trabajo. Se construye así la idea de un sindicalismo corporativo, separado de las discusiones asociadas a la economía nacional o a otros asuntos estatales no ligados institucionalmente a la central o a los sindicatos. Este posicionamiento implica un nuevo sentido del juego: la adopción de prácticas menos disruptivas que sus opositores internos.

Por otro lado, pero también en consonancia con las necesidades oficiales de mantener la paz social, los Gordos se diferenciaron fuertemente de las organizaciones con métodos piqueteros. Desde 2004, el sector manifestaba la intención de “jerarquizar la CGT, no condenarla a hacer seguidismo del Gobierno ni convertirla en una central que responde con métodos de los piqueteros” (Cavalieri, La Nación, 3 de julio de 2004). Esta crítica fue sólo parcialmente compartida por el sector que rompe el MTA, ya que su tradición de lucha en los años 90 tenía mucho en común con modos más radicales de protesta y de unidad con otros sectores.

En efecto, la oposición al moyanismo se nutrió de vertientes internas históricamente opuestas. La preocupación, para algunos exdirigentes del MTA, era que “Moyano tenía la fantasía de alguna manera de cogobernar, después de la muerte de Néstor” (Barbeito, entrevista personal, 2016), situación inaceptable para el resto de las fuerzas políticas gubernamentales. Esta inquietud bien podría asociarse a las posiciones de autonomía que sostuvieron siempre los opositores internos al MTA. La autonomía ahora no implicaba quitar el apoyo al gobierno peronista, pero si una menor injerencia en los asuntos oficiales, en consonancia con lo que planteaban los Gordos.

De este modo, los desacuerdos con algunas prácticas del moyanismo, y, a su vez, con el manejo discrecional de los recursos obtenidos por su vehemente oficialismo fueron el caldo de cultivo de una nueva estrategia de construcción sindical, una suerte de sindicalismo institucional17 preocupado casi exclusivamente por la participación en las instancias tripartitas y de diseño de políticas públicas, pero alejado de la presión a través de la protesta o el apoyo político a través de actos y manifestaciones.18 La apasionada defensa del kirchnerismo que la cúpula cegetista asumió durante los primeros años, así como la oposición total después de 2010, no se llevaban bien con el carácter medido de los Independientes; además, había conducido a Gordos y exmiembros del MTA a alejarse por haber sido excluidos de los beneficios. Cabe preguntarse aquí hasta qué punto la emergencia de este nuevo pragmatismo oficialista no fue el tipo de sindicalismo que necesitaba el kirchnerismo pos 2011, cuando los índices económicos empezaban a ser negativos y ya se había garantizado la restitución hegemónica.

Los moyanistas, por su parte, acentuaron las prácticas que más irritaban a sus opositores. El propio Moyano definió su estrategia sindical a partir de las cualidades que, a su criterio, debía tener un dirigente sindical y que el mismo había cumplido: “haber encabezado una huelga, haber soportado la represión junto a sus compañeros y, por último, haber ido preso por defender los derechos de los trabajadores” (discurso de lanzamiento de la Juventud Sindical en Mar del Plata, 2011). Este agrupamiento combinó el carácter confrontativo con prácticas antidemocráticas y muchas veces sumamente violentas hacia los sectores disidentes.19

Sin embargo, a pesar del creciente cuestionamiento a su figura y el desprestigio interno del elenco dirigencial que lo acompañaba, en 2008 Moyano renovó su cargo al frente de la CGT. En esta continuidad puede verse el peso del vínculo entre los moyanistas y el Gobierno. Como sugiere Barbeito:

Lo que la mayoría quería era que siga Camioneros como parte de la Comisión Directiva pero sacarlo de la Secretaría General, y el candidato que tenía más consenso en ese momento era Caló, [de]la UOM, porque creíamos que era el momento de la UOM. Kirchner pide que se le dé la oportunidad, otro mandato a Moyano. Se reúne con el secretariado de la UOM para pedirle que baje la candidatura de Caló y así logran que Moyano siga.(Entrevista personal, 2015).

Esta ayuda presidencial tiene las características de un intercambio de lealtades. En los meses anteriores a la reelección se habían producido dos acontecimientos en los cuales el Gobierno requirió de un fuerte apoyo por parte de la conducción cegetista: el conflicto entre el Gobierno y las patronales agrarias, y la reestatización de Aerolíneas Argentinas. Si observamos las diferentes posiciones respecto al primer hecho, se infieren las distintas estrategias: los moyanistas acamparon al lado de los cortes de ruta para presionar por su levantamiento y organizaron marchas en las principales ciudades del país a favor de la Resolución 125. Gerónimo Venegas, dirigente de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), se abstuvo de participar en virtud de su rol como “mediador”. Armando Cavalieri, por su parte, manifestó que debía haber “más diálogo y menos confrontación” e inclusive que este diálogo debía compensarse con un cambio en la dirección de la CGT que reflejase “la aparición del sindicalismo nuevo en la sociedad, con experiencia y una base no confrontativa, que apoye la convivencia” (La Nación, 4 de junio de 2008).

Durante la reestatización de Aerolíneas Argentinas, Gordos y barrionuevistas de la CGT Azul y Blanca20 se declararon prescindentes de manera inmediata, aun conduciendo gremios como el de Pilotos. Moyano, sin el sello de la CGT, organizó junto a sindicatos del transporte un acto para apoyar la aprobación del proyecto en Diputados (Página 12, 22 de agosto de 2008).

El desacuerdo con estas efusivas demostraciones de apoyo y con las protestas “desmedidas”21 fue un punto de contacto entre Gordos e Independientes. En efecto, para mediados de 2009, los segundos ya participaban plenamente de la mesa de diálogo desde la cual interpelaban al Gobierno y solicitaban que la CGT funcionara como un cuerpo colegiado en donde el protagonismo de Moyano no fuera excluyente (La Nación, 13 y 15 de junio de 2009).

Los conflictos de cara a las elecciones de 2012 comenzaron en abril de ese año con las denuncias por falsificación del quórum en el Consejo Directivo en que se oficializó la convocatoria. Aunque el moyanismo informó que habían participado 21 de los 35 miembros, la oposición sostuvo que había firmas falsificadas. Durante los meses anteriores, los moyanistas aparecieron en distintos medios denunciando al Gobierno por la propuesta de Ley de ART, el rechazo a la suba en el mínimo de ganancias y un “cambio de actitud del Estado” en cuanto a la represión de distintas manifestaciones (La Nación, 15 de febrero de 2012). Mientras tanto, Antonio Caló, que hasta ese momento había afirmado “ser el segundo de Moyano y no tener intenciones de candidatearse para sucederle” (La Nación, 16 de marzo de 2012), sumaba aliados antes moyanistas.

Con este telón de fondo, los cegetistas opositores al moyanismo publicaron una solicitada22 en diferentes diarios a fines de mayo pidiendo por “la unidad del movimiento obrero para garantizar la vigencia y representatividad de las instituciones por sobre los dirigentes” (La Nación, 23 de mayo de 2012), y aunque dijeron que acompañarían a Moyano si este ganaba en forma legítima, esperaron pacientemente que el Ministerio de Trabajo fallara a favor de ellos en cuanto a la impugnación del llamado a elecciones. El espacio antimoyanista era todavía un bloque heterogéneo, y la participación o no de los sindicatos de la CGT Azul y Blanca podía ser determinante; con este dato, los aliados de Barrionuevo presionaron para que la dirección quedara, como en 2004, en manos de un triunvirato que representase a todas las líneas internas. Una vez descartada esa posibilidad, se declararon neutrales.

En medio de las pugnas internas, Camioneros lanzó un paro nacional por una baja en el impuesto a las ganancias que generó la adhesión de varios sindicatos de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte: los municipales porteños, la Unión Ferroviaria y la Fraternidad. Asimismo, sindicatos como La Bancaria y la CTA Autónoma adhirieron a la marcha sin hacer huelga. Esta protesta bien puede ser vista como una escenificación de las diferentes posiciones en la central. Los Gordos e Independientes, por su parte, dijeron que la medida era “desestabilizadora”. La cúpula cegetista, aún en manos del moyanismo, respondió que “la fuerza social que se movilizará es obrera, y como tal adhiere al proyecto nacional en la medida en que el mismo no se aleje del camino recorrido a partir de 2003” (Solicitada CGT, 26 de junio de 2012).

En este marco, la cartera laboral anuló el llamado a elecciones de la CGT, lo que fue considerado una injerencia violatoria a la autonomía institucional de la Central por parte de la conducción. Haciendo caso omiso de la orden oficial, el 12 de julio, en el estadio de Ferro, Hugo Moyano fue elegido para conducir por tercer mandato consecutivo la CGT. La ausencia de sus disidentes dejó abierta la sospecha sobre qué tan cierto era que los moyanistas contaban con una mayoría de los congresales. Asimismo, se observó en la composición del Consejo Directivo la inclusión de sindicalistas de otras tradiciones políticas, como Sergio Palazzo, bancario de origen radical. Gerónimo Venegas (Uatre) aparece como el nexo con el peronismo disidente, y Guillermo Pereyra (Petroleros), como un débil lazo con el Gobierno. Un mes después de la fractura sindical, el Gobierno disolvió la Administración de Programas Especiales, órgano encargado de pagar la deuda de las obras sociales, quitándole al conjunto de los cegetistasuna importante fuente de recursos económicos.

Por último, tras sumar al sector antimoyanista del MTA, Antonio Caló asumió al frente de la CGT Alsina el 3 de octubre de 2012. La autoconstrucción de este espacio tuvo como ejes discursivos el carácter industrial de sus gremios, en contraposición con sindicatos de servicios, mayoritarios en la CGT Azopardo. Desde la perspectiva de su secretario general, eran ellos “la mayoría del movimiento obrero, los gremios industriales que representan el trabajo y el esfuerzo del país” (La Nación, 3 de octubre de 2012). Su propuesta política, sostenida en una estrategia ligada a la participación institucional, fue defender “el modelo” con la promesa de hacerle saber a los mandatarios cuando estén equivocados. De este modo, se oficializó una ruptura que dio por terminado el extenso período de 8 años de unidad institucional.

Conclusiones

Una primera conclusión que emerge del análisis de la dinámica interna de la CGT en el período 2002-2012 es la relativización de las ideas de unidad y ruptura. Prácticamente no hubo acciones conjuntas en la etapa, y las agrupaciones internas persistieron como orientadoras de la acción política y sindical en general. Los grandes temas sociales -implicasen directamente o no a los sindicalistas- encontraron una central con posiciones divididas. Estas diferencias promovieron adhesiones y prácticas políticas que repercutieron en el conjunto de relaciones sociales de las cuales la Central participa y que la constituyen. Las viejas estrategias neoparticipacionista y combativa dieron paso al moyanismo y al sindicalismo institucional.

La estrategia moyanista irrumpió sostenida por una fracción del casi extinto MTA y logró, en un primer momento, capitalizar hábilmente ese pasado de tradición combativa. Los moyanistas fueron los arquitectos de la nueva institucionalidad cegetista en el escenario de la unificación de 2004: crearon secretarías, dotaron a la Central de un nuevo relato histórico e incluso llegaron a generar sus propias herramientas político-electorales. Entre sus prácticas más extendidas se cuentan el uso discrecional de las relaciones políticas, la realización de demostraciones públicas para adherir o criticar a empresarios y funcionarios, una fuerte presencia mediática, el impulso a organizaciones políticas propias, la competencia agresiva contra otros gremios a través de los conflictos de encuadramiento y, hacia el final de la década, el establecimiento de alianzas con sectores sociales enfrentados al Gobierno.

El espacio opositor al moyanismo, hegemonizado por los Gordos, aglutinó tras de sí a exmiembros del MTA y a Independientes, y sentó las bases de una nueva estrategia más apegada a los espacios de diálogo social, de un bajo perfil mediático, poca disposición a las protestas masivas, escasos niveles de enfrentamiento tanto entre sí como con otros actores sociales y el retorno de lo que ellos mismos llaman “métodos sindicales clásicos” en contraposición al estilo piquetero de sus adversarios internos. La aparición de esta estrategia luego de la ruptura entre los principales dirigentes moyanistas y el Gobierno indica que también es el fruto de un sentido del juego.

El MTA fue el núcleo que mayor cantidad de dirigentes puso al frente de la central a partir de 2004 y el único que desapareció como tal por completo. Su rol protagónico no solo se explica por su trayectoria de lucha previa como CGTD, que lo distinguía de la postura de colaboración con el menemismo de la CGTO, sino también por ser el núcleo que más abiertamente compartía el programa de reactivación mercado internista que propusieron los gobiernos pos 2001. Se produjo una convergencia de proyectos con su consecuente construcción de intereses favorables a la paz social, aunque en un escenario signado por altos niveles de conflictividad obrera. La dirección unificada, compuesta casi enteramente por sindicalistas del MTA, operó como cemento de contacto en la restitución de la dominación; en su estrategia puede verse el carácter de mediación organizativa de la Central, garantizando moderación salarial, apoyo político y construcción de una subjetividad asociada a la idea de “recuperación del protagonismo de los trabajadores”.

Los cegetistas, en general, concuerdan con defender la unicidad sindical, estar bajo el paraguas del justicialismo y sostener un modelo empresarial de sindicato. Sin embargo, cada estrategia promueve diferentes concepciones sobre el sindicalismo y traza un propio esquema de relaciones sociales para el conjunto de actores con los cuales interactúa en distintos contextos. En este sentido, ningún gobierno ni coalición empresarial decide cuándo y cómo la CGT se unifica o rompe, pero sí hay estrategias más afines a determinadas fuerzas políticas y sociales que a otras. Si el moyanismo era una estrategia viable para los gobiernos y tolerable para las patronales hasta 2011, es claramente el sindicalismo institucional la estrategia favorecida a partir de entonces.

Una incógnita que deja pendiente este artículo es el tipo de adhesiones políticas que estas manifestaciones públicas de las dirigencias son capaces de generar; ¿qué resonancia tienen las estrategias señaladas en las masas de trabajadores? En efecto, los dirigentes cegetistas se erigen como portavoces de un conjunto de grupos sociales no homogéneos y construyen sistemas simbólicos: sostienen una caracterización de la economía, de la política y de la acción sindical, entre muchos otros tópicos. Así, aunque es difícil medir cuánto impactan en las opiniones y disposiciones de las bases (unas bases muchas veces convertidas en espectadores), ciertamente construyen adhesiones políticas que pueden parecer difusas pero que resultan exitosas para la reproducción y supervivencia de esta misma dirigencia.

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Notas

3El carácter colegiado y de organización del tercer grado que tiene la CGT dificulta pensar la relación de esta con los trabajadores a partir del clásico esquema dirigentes-bases que desarrollan los estudios de la acción sindical. El vínculo y representatividad que los cegetistas establecen con los trabajadores sindicalizados es de carácter mediatizado, difuso y virtual (se da en el ámbito público como escenificación o a través de los medios), salvo que algún sector pida explícitamente la intervención de alguna secretaria de la Central.

4Por razones de espacio no se desarrolla un balance exhaustivo de la literatura especializada. Puede consultarse Payo Esper (2014).

5Para profundizar en esta discusión puede consultarse la revista Archivos, Año III, n.° 6, pp. 155-175: “Diálogo sobre el concepto de estrategia de la clase obrera”.

6El habituses “un sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones” (Bourdieu, 2007:86). Este conjunto de prácticas y disposiciones a actuar pueden ser adaptadas por los actores sociales sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, es un sentido del juego que es prerreflexivo, pero adquirido.

7Antonio Gramsci emplea el concepto mediación organizativa para referirse a lo que considera instituciones articuladoras de la hegemonía. Los sindicatos y partidos políticos legales son incluidos dentro de esta categoría, porque son organizaciones nacidas en el seno del Estado capitalista que no representan formas de estatalidad alternativas, sino que contribuyen a la conversión de determinadas relaciones sociales en Estado, entendiendo a este, en su formulación más extendida, como sociedad política más sociedad civil (Gramsci, 2004). Se sostiene en este trabajo que la CGT “media” entre Estado y Sociedad, pero también entre Capital y Trabajo.

8A diferencia del Congreso de Trabajadores Argentinos (luego Central de Trabajadores de Argentina), que en 1992 rompió con la CGT y se constituyó como central alternativa.

9. El núcleo fundamental de este grupo estaba compuesto por Carlos West Ocampo (Sanidad), Armando Cavalieri (Comercio) Oscar Lescano (Luz y Fuerza), José Pedraza (Ferroviarios), y Rodolfo Daer (Alimentación).

10Sus figuras más conocidas son Andrés Rodríguez (estatales de Nación), Antonio Caló (Metalúrgicos) y Gerardo Martínez (Albañiles). Sus posicionamientos fueron oscilantes, pues en 2000 los metalúrgicos participaron de la CGT-Disidente conducida por Moyano, mientras que los albañiles y estatales fueron parte de la CGTO.

11Su composición fue cambiando a lo largo del tiempo; sus figuras principales en el último tiempo fueron Hugo Moyano (Camioneros), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), Alicia Castro (Azafatas) y Julio Piumato (Judiciales).

12En casos como el allanamiento y prisión a Gerónimo Venegas (2011) o el asesinato de Mariano Ferreyra (un joven del Partido Obrero en una protesta en los ferrocarriles) y posterior procesamiento de José Pedraza (2010), la cúpula cegetista cerró filas de inmediato o no se pronunció.

13En 2008, el Sindicato de Camioneros ya controlaba los transportes de alimentos para los mercados interno y externo, recolección de basura en las grandes ciudades, transportes de caudales para bancos y cajeros automáticos. Sólo con parar una de estas actividades la vida cotidiana en cualquier ciudad argentina puede complicarse. Esta posición estratégica fue reforzada con la creación de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte.

14Además de la derogación de la Ley 25250 (ley Banelco), el retorno de los convenios colectivos y del Consejo del Salario, que fueron medidas que favorecieron sin distinción a todos los sindicatos, el presidente dispuso el Régimen de Fomento a la Profesionalización del Transporte de Cargas (Refop), que implicaba el reintegro de una parte de los aportes patronales a las empresas que contrataran afiliados a camioneros. La Federación Nacional de Camioneros controló desde julio de 2003 la Subsecretaría de Transporte Automotor de la Secretaría de Transporte de la Nación, desde donde se administraban los subsidios a los transportes de carga (cfr. Benes y Fernández Milmanda, 2012; Pontoni, 2013). A ello se le suman los fallos favorables en conflictos de encuadramiento.

15Como resultado de estos conflictos de encuadramiento, Benes y Fernández Millmanda (2012) estiman que entre 2003 y 2007 Camioneros incorporó alrededor de 22.800 nuevos afiliados.

16Según el Estatuto de la CGT de 1994, “el plenario de Secretarios Generales podrá ser convocado por el Consejo Directivo cuantas veces lo considere necesario y se integrará por la autoridad máxima de cada organización confederada. Es un organismo de consulta que se expedirá exclusivamente sobre los temas que se le propongan a través del Secretariado” (artículo 85, Estatuto CGT). Esta figura no refleja la cantidad de gremios que forman parte activa de la Central sino que pueden entrar todos los delegados que consigan ingresar.

17El uso del nombre “institucional” es una clasificación confeccionada en contraposición a la estrategia moyanista de acentuar su mayor inclinación a los espacios de diálogo. No se desconoce que todos los sindicatos y, fundamentalmente la CGT como tal, participan de un sinfín de espacios institucionales.

18Nos referimos a la protesta a nivel confederal, cuya herramienta es la huelga general dirigida, fundamentalmente, contra el Gobierno. En efecto, entre 2002 y 2012 hubo 5 huelgas generales y el sector institucionalista sólo participó de una de ellas, el paro de una hora (y el día de duelo) por el asesinato del maestro Carlos Fuentealba en abril de 2007. Esta medida fue lanzada por Ctera y acompañada por la CGT unificada. En los demás paros del período participó, o bien la CGTD, o bien el ala moyanista en soledad. Sin embargo, la conflictividad laboral a nivel actividad, rama y planta no desapareció ni siquiera entre las organizaciones que componen los Gordos e Independientes. Para mayor desarrollo, véase: Payo Esper, M (2014).

19Estas prácticas no son privativas del moyanismo; muy por el contrario, son comunes en los ámbitos sindicales. Algunos de los hechos registrados por la prensa en la etapa son: el asesinato de un delegado de la Uocra en 2006 en un “enfrentamiento entre facciones” del sindicato (La Nación, 24 de noviembre de 2006); a fines de 2007, el misterioso suicidio de Horacio Viviani, hermano de Omar Viviani, el asesinato de Mariano Ferreyra y los dos balazos en el pecho al extesorero de camioneros Abel Beroiz (La Nación, 28 de enero de 2011). Ni en la prensa ni en entrevistas personales los dirigentes cuestionaron estas prácticas, naturalizadas como parte del folclore sindical o, a lo sumo, condenadas verbalmente como excesos.

20Este espacio no es tratado aquí porque se trató de una fracción muy minoritaria cuyas prácticas estuvieron acopladas a alguno de los agrupamientos internos o se declararon prescindentes de acuerdo a los posicionamientos del justicialismo opositor a los gobiernos de turno.

21Otro ejemplo de protesta desmedida fue el bloqueo a la distribución de diarios y revistas de La Nación y Clarín en noviembre de 2009. El asunto irritó al periodismo local y la prensa internacional se pronunció en contra de la censura. El reclamo era para que choferes y auxiliares de estas empresas pasaran a la órbita camionera. Al igual que el conflicto de las cerealeras y Papelera del Plata meses antes, el Ministerio de Trabajo intervino.

22Firmada por UOM, Uocra, Fatsa, STIA, UTHGRA, La Fraternidad, Smata y FATLyF.

Recibido: 04 de Junio de 2020; Aprobado: 28 de Septiembre de 2020

* E-mail de contacto: marielpayoesper@yahoo.com.ar.

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