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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.64 Buenos Aires dic. 2022

 

ARTÍCULOS

Inserciones laborales desiguales de mujeres y varones de clase trabajadora del Área Metropolitana de Buenos Aires en 2015/16 y la relación con sus trayectorias laborales

Unequal labor insertions of working class women and men in the Área Metropolitana de Buenos Aires in 2015/16 and the relationship with their labor trajectories

Florencia S. Morales1  * 

1 Instituto de Investigación Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Docente de la UBA.

Resumen

Este trabajo analiza el vínculo entre la clase social y el género como mecanismos generadores de desigualdad en el mercado de trabajo del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). El análisis se basa en datos de una encuesta realizada a una muestra probabilística de la población del AMBA en 2015/16 que relevó posición ocupacional actual y la trayectoria laboral completa de varones y mujeres de entre 25 y 65 años de edad. Abordamos con nueva evidencia empírica preguntas clásicas de los estudios de clase y mercado de trabajo: ¿Existe una distribución desigual por género de las personas en la estructura de clase? ¿Cuáles son las ocupaciones típicas de varones y mujeres que explican la desigualdad de género en los mercados de trabajo? ¿Son las mujeres más propensas a insertarse en ocupaciones informales a lo largo de sus trayectorias? Para responder a estas preguntas de investigación, el primer objetivo del artículo es analizar comparativamente la distribución de mujeres y varones en la estructura de clases del AMBA al momento de la encuesta (objetivo de análisis sincrónico). Este análisis brindará un mapa de la articulación entre clase y género en el AMBA en 2015, con un análisis focalizado de las ocupaciones típicas en cada clase y segmento de clase para varones y mujeres. En una segunda instancia, el artículo propone un análisis diacrónico de las trayectorias laborales de las mujeres con el objetivo de comprender los caminos ocupacionales típicos hacia las posiciones de clase e informalidad al momento de la encuesta. En términos generales, el análisis confirma que, si bien la clase social es un articulador central de la desigualdad en las sociedades contemporáneas, el género refuerza estos patrones de desigualdad, ubicando a las mujeres en ocupaciones más informales y rutinarias. En particular, mostramos que las mujeres se insertan mayormente en ocupaciones desprotegidas, generalmente asociadas a ingresos bajos e irregulares y posibilidades más acotadas de desarrollo de las carreras laborales.

Palabras clave: Género; Clase; Segmentación; Trayectorias laborales

Abstract

This paper analyzes the link between social class and gender as mechanisms generating inequality in the labor market of the Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). The analysis is based on data from a survey conducted on a probability sample of the AMBA population in 2015/16 that surveyed current occupational position and the complete labor trajectory of males and females between 25 and 65 years of age. We address with new empirical evidence classic questions of class and labor market studies: Is there an unequal gender distribution of people in the class structure? What are the typical occupations of men and women that explain gender inequality in labor markets? Are women more likely to be inserted in informal occupations along their trajectories? To answer these research questions, the first objective of the article is to analyze comparatively the distribution of women and men in the AMBA class structure at the time of the survey (synchronic analysis objective). This analysis will provide a map of the articulation between class and gender in the AMBA in 2015, with a focused analysis of the typical occupations in each class and class segment for males and females. In a second instance, the article proposes a diachronic analysis of women's labor trajectories with the objective of understanding the typical occupational paths to class and informality positions at the time of the survey. Overall, the analysis confirms that, while social class is a central articulator of inequality in contemporary societies, gender reinforces these patterns of inequality, placing women in more informal and routine occupations. In particular, we show that women are mostly inserted in unprotected occupations, generally associated with low and irregular incomes and more limited possibilities for career development.

Keywords: Gender; Class; Segmentation; Labor trajectories

Introducción

La distribución desigual de trabajos remunerados y no remunerados según el género constituye como una de las bases donde se asienta la organización socioeconómica (Pérez Orozco, 2018). Por un lado, mecanismos como la segregación ocupacional (ocupaciones tipificadas, de tiempo parcial o cuentapropia) y la discriminación salarial (diferente remuneración por igual tarea) operan como formas de segregación social del trabajo remunerado para las mujeres (De Olivera y Ariza 2000). Por otro lado, la imbricación entre el trabajo productivo y reproductivo en los itinerarios femeninos y su incidencia en las dinámicas laborales y familiares resultan uno de los elementos centrales en la configuración de la desigualdad de género en el mercado laboral. Todo ello contribuye al repliegue de muchas mujeres en ocupaciones de menor prestigio social, mayor inestabilidad y de escasas posibilidades de carrera futura (Anker, 1998; Ariza y De Oliveira, 1999), con diferentes intensidades según la clase social a la que pertenecen.

En el caso particular de Argentina, diversos estudios han destacado que las características del mercado laboral muestran la persistencia de patrones de segregación y discriminación según género (Castillo, Novick, Rojo y Tumini, 2008; Goren y Trajtemberg, 2018; Rodríguez Enríquez, 2019). Además, las mujeres continúan teniendo sobrerrepresentación en ocupaciones menos calificadas, precarias y no registradas (Esquivel, 2012). La participación laboral inequitativa entre varones y mujeres se encuentra relacionada con las responsabilidades de la esfera doméstica y de cuidados socialmente asignadas a las mujeres (Espino, 2012; Micha y Pereyra, 2019), situación que se agudiza en las clases populares (Cerruti y Ameijeiras, 2017). Del mismo modo, los estudios que articulan las desigualdades de género y clase indican que las dificultades de participación laboral, la segregación y vulnerabilidad ocupacional y las responsabilidades domésticas afectan mayormente a las mujeres de menos recursos (Barrancos y Goren, 2002; Cortés, 2012; Frega, 2020).

En este trabajo se buscará hacer un aporte a esta literatura utilizando una base de datos longitudinal construida a partir de datos provenientes de una encuesta realizada a una muestra probabilística de la población del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en 2015/16. Esta fuente de información permite analizar las trayectorias laborales completas de varones y mujeres nacidos entre 1950 y 1990 residentes del AMBA al momento de realización la encuesta.

En términos generales, el análisis confirma que, si bien la clase social es un articulador central de la desigualdad en las sociedades contemporáneas, el género refuerza estos patrones de desigualdad en el modo en que se organiza el mercado de trabajo -las condiciones y los tipos de empleos- tanto al momento de la encuesta como a lo largo de las trayectorias laborales. Los resultados muestran que las mujeres se insertan mayormente en ocupaciones desprotegidas, generalmente asociadas a ingresos bajos e irregulares y posibilidades más acotadas de desarrollo de las carreras laborales. Asimismo, mostramos la persistencia de la segmentación horizontal del empleo femenino, asociada a las actividades domésticas, de cuidados y asistencia. Estas ocupaciones, con un contenido de tareas asociadas a los roles domésticos femeninos, deja entrever cómo la inequitativa distribución de responsabilidades de cuidado en los hogares se extiende del terreno de lo privado hacia el mercado laboral.

Este trabajo se estructura de la siguiente forma. En la siguiente sección se revisa la literatura vinculada a temas de clase sociales, desigualdad de género y trayectorias laborales. Luego, se describe la metodología y base de datos empleada. En una cuarta sección se muestran, primero, los resultados del análisis de las inserciones laborales de mujeres y varones de la clase trabajadora según la condición de formalidad/informalidad y los rankings de ocupaciones frecuentes para cada caso. En quinto lugar, se presenta un análisis descriptivo de las trayectorias laborales completas en base a una tipología elaborada según si estas son puras formales, puras informales o mixtas, y las ocupaciones más frecuentes dentro de las trayectorias laborales de mujeres para cada segmento de clase. Finalmente, se exponen las conclusiones obtenidas.

Análisis de clase y desigualdad de género en el mercado de trabajo

Diversos estudios han destacado la importancia de abordar la interrelación entre las dimensiones de género y clase como ejes de desigualdad, y considerarlas como complementarias en los análisis de estratificación social (Ariza y De Oliveira, 1999; Acker, 2006; Crompton, 2008). Según Ariza y De Oliveira (1999), la relación entre género y sistema de estratificación por clase se establece a través de la división sexual y social del trabajo. La distribución inequitativa y jerárquica de las tareas de producción y reproducción social según el género constituye una de las bases de la organización socioeconómica (Pérez Orozco, 2019). En el ámbito de la producción, la división social y sexual del trabajo jerarquiza el acceso a empleos e ingresos y asigna de forma diferencial los resultados de estas actividades según criterios de género y clase (Ariza y De Oliveira, 1999). Las mujeres sufren formas de segregación social del trabajo remunerado, como la segregación ocupacional3 y la discriminación salarial, lo que las lleva a replegarse en ocupaciones de menor prestigio, mayor inestabilidad y escasas oportunidades de carrera (Anker, 1998; Ariza y De Oliveira, 1999). Estos mecanismos operan con diferentes intensidades según la clase social. En el ámbito de la reproducción, las responsabilidades de cuidado4 están distribuidas de manera inequitativa entre el Estado, el mercado y los hogares, así como entre varones y mujeres, siendo las mujeres quienes asumen principalmente este trabajo de cuidado. Esta situación genera desigualdades en la inserción laboral y la autonomía económica de las mujeres (Rodríguez Enríquez, 2015).

En Latinoamérica, las desigualdades de género se expresan, por una parte, en el mercado de trabajo a través de la persistencia de brechas de género en términos salariales, niveles de empleo, condiciones y participación laboral (CEPAL, 2010; Gasparini y Marchionni, 2015). Por otra parte, en la falta de remuneración y reconocimiento de la economía del cuidado, fundamental para la reproducción social y principalmente a cargo de las mujeres (CEPAL, 2010). En Argentina, estas tendencias se ven expresadas en la integración desigual de las mujeres al mercado de trabajo (Castillo et al., 2008), reforzada por inequidades de género y la discriminación dentro de los establecimientos laborales (Esquivel, 2007; Brizuela y Tumini, 2008). También se observa la persistencia de patrones de segregación y discriminación según género (Castillo et al., 2008; Actis di Pasquale y Lanari, 2010; Goren y Trajtemberg, 2018; Trombetta y Cabezón Cruz, 2020) y la sobrerrepresentación de mujeres en ocupaciones precarias y no registradas (Espino, 2012; Esquivel, 2012). En los últimos años, ha proliferado la investigación sobre trabajos de cuidado y servicio doméstico, ocupaciones típicamente feminizadas y precarias (Maguid, 2011; Groisman y Sconfienza, 2013; Gorbán y Tizziani, 2019). De hecho, la imbricación entre el trabajo reproductivo y productivo en los itinerarios femeninos también contribuye a reforzar dichos patrones desigualdad (Barrancos y Goren, 2002; Espino, 2012; Micha y Pereyra, 2019), principalmente en los sectores populares. Los estudios que articulan las desigualdades de género y clase dan cuenta que las dificultades de participación laboral, la segregación y vulnerabilidad ocupacional y las responsabilidades domésticas afectan mayormente a las mujeres de menos recursos (Cortés, 2012; Cerruti y Ameijeiras, 2017; Frega, 2020).

El análisis de trayectorias laborales ofrece una perspectiva dinámica y procesual para comprender cómo se estructuran y desarrollan los procesos de desigualdad en la vida de las personas (Muñiz Terra, Roberti, Deleo y Hasicic, 2013). La trayectoria laboral actúa como articulador de las demás trayectorias en la vida (Blanco, 2002), y su estudio permite entender cómo los cambios sociales e históricos se relacionan con las transformaciones de las subjetividades personales y sociales. La perspectiva del curso de vida permite analizar las trayectorias de vida en relación con el contexto y los cambios (Sautu, 2020).

En las últimas décadas, en Argentina ha habido un aumento de investigaciones sobre trayectorias laborales y su relación con los contextos sociales. Estudios como el de Graffigna (2005) sobre las trayectorias y estrategias laborales en situación de pobreza y el trabajo de Comas, Cicciari y Berenice Rubio (2016) sobre percepciones del trabajo en trabajadores de diferentes sectores del conurbano bonaerense han construido tipologías de trayectorias laborales contemplando las condiciones de informalidad y precariedad de los empleos. Esta idea será retomada en este trabajo para analizar los recorridos ocupacionales típicos de las mujeres residentes del AMBA.

A su vez, destacamos los trabajos que se enfocan en trayectorias laborales y género, como el de Freidin (1996), que analiza trayectorias de mujeres pobres y los valores que tienen asociados al trabajo; el estudio de Cragnolino (2003), que examina las trayectorias de mujeres de origen campesino en el norte de Córdoba y las complejas relaciones entre trabajo y familia; y, por último, el trabajo de Cutuli (2009) sobre las trayectorias laborales precarizadas de mujeres de la industria pesquera de Mar del Plata. En estos trabajos aparecen como problemas las barreras que enfrentan las mujeres en el mercado laboral y la discriminación por su género, origen étnico, migratorio y condición socioeconómica, así como las peleas por combatir situaciones de precarización laboral y la importancia del trabajo como una fuente de ingresos, identidad y empoderamiento.

En las investigaciones de trayectorias laborales que emplean enfoques cuantitativos, las trayectorias se encuentran asociadas al concepto de trayectoria ocupacional o movilidad laboral5. A partir de las ocupaciones que una persona recorre durante un periodo determinado, se busca dar cuenta de la variabilidad ocupacional y su relación con los cambios en el mercado de trabajo (Muñiz Terra, 2012). Esto posibilita acceder al tránsito de ocupaciones informales hacia la formales o viceversa (Elbert, 2018), tener en cuenta factores como el itinerario ocupacional, el ingreso al mercado de trabajo, el grado de fluidez o cerrazón de los mercados (Dalle, 2016) y las transiciones entre sectores de actividad, continuidad e interrupciones de la vida laboral.

En la Argentina, los estudios de trayectorias laborales realizados desde un enfoque cuantitativo se han centrado principalmente en el estudio de la movilidad laboral y se realizan generalmente a partir de los datos de la EPH6. Entre ellos podemos mencionar los que abordan las transiciones laborales durante la postconvetibilidad (Maceira, 2010; Di Capua y Pellegrini, 2014; Giosa Zuazua y Fernández Massi, 2020), la movilidad laboral e inestabilidad de ingresos (Beccaria y Maurizio, 2003), la duración del desempleo y las trayectorias de la población entre el desempleo, la ocupación y la inactividad (Rebón, 2005; Galiani y Hopenhayn, 2003), la rotación, precariedades y movilidad en las trayectorias laborales de jóvenes (Jacinto y Chitarroni, 2010; Maurizio, 2011; Pérez, Deleo y Fernández Massi, 2013), y los vinculados a las intermitencias de la participación laboral de las mujeres (Cerruti y Ameijeiras, 2017; Cerrutti, 2000). Estos dos últimos, que abordan el problema de la intermitencia laboral y las consecuencias que tienen en las trayectorias y situación socioeconómica de las mujeres del AMBA, serán puntos de referencia para nuestro análisis.

Por último, en este trabajo consideramos que el análisis de clase proporciona una vía para acercarnos a las formas heterogéneas de la desigualdad de género. El esquema de clases utilizado7 se basa en la operacionalización del concepto marxista de clase social desplegada por Erik Olin Wright (1997), que permite reconstruir la estructura de clases partiendo del nivel microsocial de la inserción ocupacional de los individuos (Wright, 1997; Sautu, 2011). El esquema despliega una serie de dimensiones para la categorización de los individuos en posiciones de clase, incluyendo la posesión/no posesión de los medios de producción y, para el caso de los asalariados/as, la posesión/no posesión de calificaciones escasas y autoridad en el proceso de trabajo. A partir de las contribuciones de Portes y Hoffman (2003) para adaptar los esquemas de clase a las realidades de las sociedades latinoamericanas, decidimos incorporar a la propuesta de Wright la dimensión de tipos de remuneración, que permiten diferenciar entre aquellas personas con ocupaciones registradas y no registradas. Definimos aquí como actividades económicas informales aquellos procesos de generación de ingresos que no están regulados por el estado (Castells y Portes, 1989). Si bien esta definición puede aplicarse a distintas posiciones de clase, en este trabajo consideraremos desde el criterio de informalidad sólo a las categorías ocupacionales vinculadas a la clase trabajadora, que son el sector social en los cuales la informalidad está asociada a situaciones de precariedad y pobreza (Salvia, 2012; Beccaria y Groisman, 2009; Chávez Molina, 2010): los/as asalariados/as no registrados/as y las actividades informales por cuenta propia8. Por su parte, las actividades económicas formales son aquellas cuyos/as empleadores/as realizan aportes jubilatorios (están registrados en el sistema previsional) o aquellos empleos que cuentan con monotributo (ya sea pagado por empleadores/as o por los/as mismos/as trabajadores). De este modo, según el esquema de clase e informalidad aquí empleado, la clase trabajadora queda conformada por tres segmentos de clase: el proletariado formal, el proletariado informal y la pequeña burguesía informal. En el siguiente apartado se retomará la explicación de los criterios utilizados para el análisis.

Partiendo del vínculo entre la clase social y el género como mecanismos generadores de desigualdad, este trabajo se propone como hipótesis que el género especifica las relaciones de desigualdad entre la clase social y condición de informalidad en el mercado de trabajo. Se espera observar una tendencia de segregación por género en la distribución ocupacional, donde las mujeres se insertan mayormente en empleos ligados a tareas del hogar y de cuidados, y en empleos precarios o informales.

El objetivo de este trabajo es describir y analizar en clave comparativa la distribución de mujeres y varones en la estructura de clases del AMBA en 2015, con foco en las ocupaciones frecuentes de cada género y segmento de clase. Incorporando un análisis diacrónico de las trayectorias laborales de las mujeres, proponemos explorar los caminos ocupacionales típicos hacia las posiciones de clase e informalidad al momento de la encuesta.

Fuente de datos y metodología

La base empírica de este trabajo fueron los datos de una encuesta aleatoria realizada durante 2015/16, que incluyó las trayectorias completas (ocupacional, educacional y residencial) de tres generaciones de 1065 familias residentes en el AMBA (Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert, 2020). El diseño de la muestra ha sido multietápico con selección aleatoria en todas las etapas, lo que permite realizar estimaciones al universo de la población de 25 a 65 años residente en el AMBA9. El apartado de la encuesta utilizado fue la sección de trayectorias laborales que relevó las trayectorias completas de las personas indagando la condición de contratación para todos los empleos, y las preguntas correspondientes al nivel educativo.

Para el análisis partimos de la reconstrucción de la estructura de clase a partir del esquema neomarxista de 12 posiciones de clases desarrollado por Wright (1997). Según el marxismo, las posiciones de clase se originan en el proceso de producción, de acuerdo a ubicaciones comunes en las relaciones de explotación y dominación. Para su operacionalización, el esquema combina características del puesto de trabajo de las personas (categoría ocupacional y condición de autoridad en el trabajo) con características del puesto en la división técnica del trabajo (medida en función la ocupación de las personas según el CIUO 08).

Figura 1 Tipología elaborada de posiciones de clase 

El esquema parte de la distinción de las posiciones fundamentales de clase según la posesión o no de los medios de producción. Dentro de las clases propietarias, la burguesía se operacionaliza como autoempleados/as que emplean fuerza de trabajo. Según la cantidad de personas empleadas, Wright distingue entre “pequeños empleadores” (1 a 9 trabajadores/as) y “capitalistas” (10 o más trabajadores/as). La “pequeña burguesía” la componen aquellos/as autoempleados que no contratan fuerza de trabajo. Por su parte, la clase trabajadora como clase fundamental se compone por aquellas personas asalariadas. Según si estas poseen o no calificación y autoridad dentro del proceso de trabajo, conforman nueve posiciones. Las y los asalariados altamente calificados (profesionales) y quienes que poseen recursos de supervisión en el lugar de trabajo conforman las “posiciones contradictorias de clase” debido a que combinan la característica de ser explotados/as, pero a su vez ocupan posiciones dominantes en el proceso de trabajo (posiciones numeradas del 4 al 10 en la figura 1); mientras que quienes conforman la clase trabajadora son aquellas personas que no poseen medios de producción ni tampoco otros recursos que las ubiquen en una situación de privilegio en los procesos de explotación y dominación. Wright distingue entre trabajadores/as calificados (11) y no calificados (12), según la posición que ocupan en la división técnica del trabajo.

Para adaptar el esquema de clases a las realidades latinoamericanas, incorporamos la dimensión de tipo de remuneración propuestas por Portes y Hoffman (2003), que distinguen entre ocupaciones registradas y no registradas. Como señalamos anteriormente, consideramos actividades informales sólo a las ocupaciones vinculadas a la clase trabajadora: las de asalariadas y asalariados no registrados y las del cuentapropismo informal10. Debido a la falta de registro de formas legales y productivas para cuentapropistas en este tipo de estudios, se toma el criterio metodológico de la tradición de estudios de informalidad que considera al cuentapropismo informal como cuentapropistas de baja calificación11 (Gasparini y Tornarolli, 2007). Por lo tanto, definimos como cuentapropismo informal a las personas identificadas por el esquema de Wright en la pequeña burguesía y que tienen un nivel educativo alcanzado hasta terciario o universitario incompleto.

Por otra parte, las actividades económicas formales son aquellas cuyos/as empleadores/as realizan aportes jubilatorios (que están registrados en el sistema previsional) o aquellos empleos que cuentan con monotributo (ya sea pagado por empleadores/as o por los/as mismos/as trabajadores)12. La pequeña burguesía formal incluye a los/as autoempleados/as que cuentan con título terciario o universitario13.

Figura 2 Clases y segmentos de clase en América Latina 

Para operacionalizar este esquema de clases utilizamos la variable “ocupación”, que se creó a partir de la información reunida de una serie de preguntas de la encuesta que indagaban acerca de la ocupación actual de las personas14. Con esta información se clasificaron todas las ocupaciones sobre la base del Clasificador Internacional Uniforme de Ocupaciones (CIUO-08)15, lo que permitió reconstruir desde la inserción ocupacional de las personas, la estructura de clases.

A partir de la distribución de mujeres y varones en los segmentos de clase se elaboró un ranking de ocupaciones para comparar los empleos frecuentes de cada uno. Para su construcción, se desagregaron todas las ocupaciones de cada segmento a 4 dígitos siguiendo el CIUO-08, se las agrupó en categorías ocupacionales a 2 dígitos y luego fueron ordenadas en el ranking. El mismo procedimiento se aplicó para la clasificación de todas las ocupaciones de las trayectorias laborales de mujeres. Además, se elaboró una tipología de trayectorias según si eran puras formales (trayectorias con todos los empleos registrados), puras informales (con todos los empleos no registrados) o trayectorias mixtas (que combinan empleos regulados con empleos no regulados). Partiendo de estas tipologías se compararon las inserciones de mujeres y varones de cada segmento. Para llevar a cabo el todo el análisis de los datos se utilizó el software STATA.

Resultados16

Ocupaciones frecuentes en mujeres y varones de la clase trabajadora del AMBA en 2015/2016

Como primer paso construimos el esquema de clases y condición de informalidad para la población del AMBA en 2015/16, conformado por 6 segmentos de clase: empleadores/as, pequeña burguesía formal, posiciones contradictorias de clase, proletariado formal, proletariado informal y cuentapropismo informal.

Cuadro 1 Esquema de clase y condición de informalidad en el AMBA en 2015/16. 

Este cuadro nos arroja que el 40% de encuestados y encuestadas se ubican en posiciones de clase privilegiadas en la estructura social, teniendo en cuenta la posesión de los medios de producción (empleadores/as) o la posesión de calificaciones o recursos de autoridad en el proceso de trabajo (pequeña burguesía formal y posiciones contradictorias). El 60% restante lo componen tres segmentos que conforman la clase trabajadora: el proletariado formal (25,3%), el proletariado informal (18,5%) y el cuentapropismo informal (16,5%). Más de la mitad de la clase trabajadora (365) tenían un empleo no registrado al momento de la encuesta. Ahora bien: ¿qué características tienen estos segmentos afectados por la informalidad? ¿Qué tipos de ocupaciones son las más frecuentes como no registradas? ¿Qué ocupaciones se asocian con cada segmento de clase? ¿Y con cada género?

Al incorporar la variable de género al análisis, encontramos en los segmentos asociados a la informalidad una diferencia significativa. En el proletariado informal, las mujeres (75,1%) triplican el porcentaje de varones (24,9%), situación que se invierte en el cuentapropismo informal, donde los varones representan casi el doble (64%) que las mujeres (36%). En cambio, en el proletariado formal hay más mujeres (53,2%) que varones (46,8%).

Cuadro 2 Esquema de clase e informalidad según género en AMBA en 2015/16. 

Si observamos al conjunto de la clase trabajadora informal (365), las mujeres se insertan mayormente en ocupaciones informales (56,7%), como se ha planteado en los distintos estudios anteriores realizados en el país (Cerruti, 2000; Cortés, 2003).

Las desigualdades de género en el mercado de trabajo se expresan de diferentes maneras. Una de ellas es la segregación ocupacional según el género, que puede ser de carácter horizontal, es decir, varones y mujeres se insertan en diferentes sectores de la economía -y en cierto tipo de ocupaciones-, y/o de carácter vertical, que implica que la distribución desigual se expresa en la estructura jerárquica ocupacional (puestos de dirección y/o jefatura) dentro de un mismo sector económico. Este tipo de segregación, a su vez, es uno de los determinantes de mecanismos de discriminación indirecta, como la existencia de brechas salariales entre mujeres y varones, y de desigualdades en las condiciones de empleo, principalmente los menores salarios, la informalidad y precarización del empleo, entre otros.

Para analizar la existencia de estos tipos de segregación, elaboramos rankings de ocupaciones frecuentes para comparar los tipos de la inserción laboral y sus características en mujeres y varones de cada segmento de clase.

Cuadro 3: Ranking de ocupaciones típicas de mujeres de clase trabajadora según grupos ocupacionales (2 dígitos de CIUO-08) del AMBA en 2015/16. 

Las ocupaciones más frecuentes entre las mujeres del proletariado formal son las englobadas en la categoría de limpiadoras y asistentes (23,6%), aunque en particular, la ocupación de empleo doméstico (9111) representa casi el total de los casos. En segundo lugar, encontramos las ocupaciones de oficinistas generales (18,6%). Estas, junto a la ocupación de recepcionista (4226), la más frecuente en el grupo 42, y la de empleada contable (4311), la más frecuente en el grupo 43, pueden ser agrupadas como ocupaciones administrativas típicas de las mujeres de este segmento de clase. En tercer lugar, las vendedoras, particularmente de tiendas y almacenes (5223) -ocupación típica del grupo 52- y las trabajadoras de cuidados personales (53), entre las cuales la auxiliar de maestros (5312) es la más frecuente, representan los empleos típicos dentro del sector de servicios. Dentro del grupo de operarias (81) la distribución en distintos tipos de ocupaciones es más variada (en industria química, de caucho, papel y plástico, textil y alimenticia).

Entre las mujeres del proletariado informal, encontramos las siguientes ocupaciones específicas como más frecuentes, de acuerdo al ranking: empelo doméstico (9111), cuidadoras de niños (5311) y adultos (5322) y asistente de venta de tiendas y almacenes (5223). También las ocupaciones de camareras (5131) y conserjes (5153) entre las trabajadoras de cuidados personales y la ocupación de costurera (7533) dentro del grupo de operarias (75).

Como se ha observado en estudios anteriores (Contartese y Maceira, 2005), el empleo doméstico en Argentina es una ocupación muy relevante en la participación laboral femenina. Según nuestros datos, el empleo doméstico representa el 26,7% de las ocupaciones de mujeres que trabajan en relación de dependencia, sea ésta registrada o no registrada. Otra ocupación relevante es la de vendedora en tiendas y almacenes, siendo el comercio una de las ramas de actividad de mayor inserción femenina (ECETSS, 2021). Sin embargo, al ser una de las principales generadoras de empleo, es una rama donde existe una aparente igualdad en la cantidad de mujeres y varones empleados (Actis di Pascuale y Lanari, 2015). Por otro lado, las ocupaciones vinculadas a los cuidados personales, aunque aparecen como frecuentes entre las asalariadas, varían según si son formales o informales: entre las primeras encontramos como frecuente la ocupación de auxiliar de maestras, mientras que entre las segundas la de cuidadora de niños y adultos.

Entre las mujeres del cuentapropismo informal, dentro del grupo ocupacional de vendedoras (52), que concentra el 58,1% de las ocupaciones, el empleo típico es la de asistente de venta de tiendas y almacenes (5223). En el siguiente grupo, de operarias de alimentos, confección y afines (75), se destacan el empleo de costurera (7533) y modista (7531). Y, en la categoría de trabajadoras de servicios personales (51), el de peluquera y estilista de belleza (514) son los más frecuentes. Dentro del cuentapropismo informal, las ocupaciones de las mujeres están concentradas en menos opciones de empleo, lo que contrasta con las de las asalariadas.

En síntesis, según lo presentado hasta aquí, la ocupación de limpiadora doméstica y la de vendedora de tiendas y almacenes son los más frecuentes, además de transversales a todos los segmentos de clase de las mujeres del AMBA. Las ocupaciones de cuidados y de servicios personales también resultan empleos típicos, principalmente en el proletariado informal. Una característica común a la mayoría de estas ocupaciones es su vinculación con tareas de limpieza, asistencia y cuidado de otras personas. De este modo, podemos observar un ejemplo de cómo la “feminización” de las tareas de cuidado traspasa el ámbito de los hogares hacia el mercado laboral, con la consecuente sobrerrepresentación femenina en actividades de cuidado remuneradas (Rodríguez Enríquez, 2012).

A continuación, presentamos las inserciones laborales típicas de los varones de clase trabajadora del AMBA y lo comparamos con el caso de las mujeres.

Cuadro 4: Ranking de ocupaciones típicas de varones de clase trabajadora según grupos ocupacionales (2 dígitos de CIOU-08) del AMBA en 2015/16. 

Dentro de los principales grupos ocupacionales del ranking de varones del proletariado formal, encontramos las siguientes ocupaciones típicas: la de conductor de camiones (8332) en el primer grupo, la de mecánico, tanto de vehículos (7231) como de máquinas agrícolas e industriales (7233) dentro del segundo, la de empleado contable (4311) y de control de abastecimientos (4321) dentro del tercero y la ocupación de guardia de seguridad (5414) como única ocupación dentro del cuarto grupo. Dentro del grupo 81 no encontramos una ocupación que se destacara como frecuente. Por su parte, los asalariados formales muestran un abanico de posibilidades laborales más amplio, con tareas más diversificadas, como transportistas, mecánicos, administrativos, empleados de seguridad y operarios en industrias, a diferencia de lo observado entre las mujeres asalariadas formales, ya que las opciones típicas están mayormente concentradas en el empleo doméstico, en ocupaciones administrativas y en menor medida, en aquellas que implican servicios o cuidados hacia otras personas.

Al igual que entre los asalariados formales, entre los asalariados informales, el grupo ocupacional de conductores de vehículos y operadores de equipos pesados móviles ocupa el primer lugar. Sin embargo, la ocupación más frecuente no es la de camionero, sino lade conductor de autos, taxis y camionetas (8322). Dentro del segundo grupo, las ocupaciones típicas son aquellas vinculadas a la recolección de desechos (961). El siguiente tiene por ocupaciones frecuentes la de peón, de carga (9333) y de construcción (9313), mientras que en el grupo 81, de operadores de instalaciones y máquinas, no encontramos una ocupación típica. En el grupo ubicado en el quinto lugar, la de albañil (7112) es el más frecuente.

Al comparar las opciones de ocupaciones entre asalariados y asalariadas informales, también encontramos una mayor diversidad en el caso de los varones. Ocupaciones como la de conductor, recolector, peón de carga, empleado en la construcción y operario muestran posibilidades más variadas que las opciones más acotadas de empleo como limpiadora, empleada vinculada a los cuidados y vendedora.

Por último, respecto de los varones del cuentapropismo informal, el grupo ocupacional más significativo (71), la mitad son albañiles (7112), seguida por plomeros (7126) y pintores (7131). Al igual que en el empleo doméstico, que presenta una mayor proporción de trabajo no registrado, las ocupaciones vinculadas a la construcción, principalmente las de albañil y peones, suelen concentrar altos índices de informalidad. En el siguiente grupo del ranking, se destaca la ocupación de comerciante en tiendas (5221); el otro grupo tiene por ocupaciones típicas la de mecánico de vehículos a motor (7231) y herrero (7221). Por último, dentro del grupo ubicado en el cuatro lugar, los operarios de confección (753) son los más frecuentes.

A partir de lo analizado en este apartado, identificamos un patrón en las ocupaciones femeninas: muchas de ellas implican actividades de limpieza y cuidados, tareas socialmente asignadas a las mujeres. En cambio, entre las ocupaciones frecuentes de los varones, no encontramos ninguna ocupación de este tipo. Esta diferencia da cuenta de que la estructura ocupacional del AMBA en 2015/16 continúa reproduciendo una marcada y tradicional división del trabajo según el género. Asimismo, la mayor participación de mujeres en dichas ocupaciones es un indicador de segregación horizontal del empleo femenino en el AMBA. En el mismo sentido, si consideramos al conjunto de los varones de la clase trabajadora, los empleos típicos vinculados a la conducción de vehículos, albañilería y construcción y la de operarios de máquinas y en industrias se corresponden con las ramas de actividad típicamente masculinas: la construcción, el transporte almacenamiento y comunicaciones y la industria (Actis di Pascuale y Lanari, 2015; ECETSS, 2021). Estos empleos también reproducen la división del trabajo según estereotipos de género. Sin embargo, en el caso de los varones, el abanico de posibilidades de empleo a disposición es más variado en comparación con el de las mujeres.

Como señalamos, el empleo doméstico es una ocupaciónimportante dentro de las opciones de inserción laboral femenina. Según nuestros datos, esta agrupa al 21,9% del total de mujeres de clase trabajadora del AMBA al momento de la encuesta. A diferencia de este fenómeno, entre el total de varones ninguna ocupación se presenta con ese nivel de relevancia. La más frecuente es la de albañil (7112), y representa un 7,8% de todas las ocupaciones de este grupo. Si excluimos el empleo doméstico y consideramos el total de ocupaciones femeninas, el 62,0% de ellas se concentra en solo cuatro grupos ocupacionales, mientras que esos mismos grupos representan el 53,4% de las ocupaciones masculinas. Este dato confirma la persistencia de la segregación horizontal del empleo femenino. Entre las mujeres, el grupo más significativo es el de vendedoras (26,2%), seguido por el de trabajadoras de cuidados personales (12,9%), luego el de oficinista (11,8%) y, por último, el de trabajadoras de servicios personales (11,1%). Entre los varones, se destaca primero el de oficiales y operarios de la construcción excluyendo electricistas (18,9%), seguido por el de conductores de vehículos y operadores de equipos pesados móviles (12,5%), el de oficiales y operarios de metalurgia, construcción mecánica (12,1%) y el grupo de vendedores (10,0%).

Ocupaciones frecuentes en las trayectorias laborales de mujeres de clase trabajadora residentes en AMBA en 2015/2016

¿Cómo se expresan las diferencias de género en las trayectorias laborales? ¿Existen diferencias en cuanto a la permanencia o tránsito entre empleos de tipo formal e informal? ¿Cuáles son los empleos más frecuentes dentro de trayectorias formales e informales? ¿Varían según el género? En este apartado nos interesa realizar una primera descripción de las condiciones de registro y no registro de los empleos en las trayectorias laborales completas de las mujeres y varones de clase trabajadora, nacidos entre 1950 y 1990 y residentes en el AMBA en 2015/16. Partiendo de las posiciones de clase e informalidad al momento de la encuesta, nos preguntamos de qué tipo recorridos ocupacionales vienen estas personas. Para ello construimos una tipología que clasifica las trayectorias según si estas han sido puras formales, es decir, aquellas donde todos los empleos de la persona fueron registrados; puras informales, para las trayectorias donde todos empleos fueron no registrados; y trayectorias mixtas, para los casos que combinan empleos regulados y empleos no regulados en la trayectoria. Partiendo de estas tipologías comparamos las inserciones de mujeres y varones de dos cohortes de nacimiento17 para cada segmento de clase e informalidad al momento de la encuesta. Por lo tanto, para las posiciones de clase del proletariado formal, una trayectoria mixta supone que esa persona haya tenido al menos un empleo no registrado, situación que se invierte para las posiciones de clase del proletariado y cuentapropismo informal. Las trayectorias puras formales aplican sólo para las personas ubicadas en el proletariado formal, mientras que las puras informales sólo aplican para las posiciones informales. El período del mercado de trabajo que se analiza comprende desde mediados de la década del 60 hasta 2015/16. En un futuro trabajo profundizaremos el análisis de trayectorias laborales considerando otras dimensiones como la edad, la cantidad de eventos ocupacionales, el primer empleo, la educación, la conformación del hogar, entre otras variables.

Cuando observamos la tipología de trayectorias y comparamos varones y mujeres nacidos hasta 1976 con las cohortes posteriores, vemos que en todos los grupos aumentó la reproducción de la informalidad18. En el caso de las mujeres, el aumento se ve reflejado en el proletariado informal (10pp) y en el cuentapropismo informal (12pp), mientras que en los varones se manifiesta en el proletariado informal (17pp). Asimismo, podemos observar que las trayectorias informales en las mujeres representan en todos los casos más de un 50%. Es decir que la mayoría de ellas han permanecido en empleos no registrados a lo largo de toda su vida. En cuanto a las trayectorias formales, se observa una caída abrupta de 15pp en varones nacidos antes y después de 1976. Esta caída en los más jóvenes está relacionada, por un lado, con el incremento de 15pp en las trayectorias laborales mixtas y, por el otro, con el alto grado de informalidad que presentan los primeros años de inserción en el mercado laboral (Jacinto, Wolf, Bessega y Longo, 2005; Bertranou y Vezza, 2011). Entre las mujeres del proletariado formal de ambas cohortes encontramos una persistencia en el tiempo de las trayectorias formales (40% y 42%) y mixtas (60% y 63%). Al comparar con varones del proletariado formal, se observa que los nacidos después de 1976 tienen mayormente trayectorias mixtas (78%) que los de la cohorte anterior (63%).

Cuadro 5 Tipos de trayectorias laborales según género, cohorte de nacimiento y segmento de clase en 2015/16, residentes en el AMBA. 

Con relación al aumento de la reproducción de la informalidad, esto podría interpretarse como una profundización de la segmentación del mercado de trabajo, sostenida en la teoría de la heterogeneidad estructural19. En esta segmentación, una parte de las y los trabajadores se insertan y se mantienen ocupados en sectores más dinámicos y formales de la economía, mientras que otra parte es empleada únicamente en sectores de baja productividad, asociados a la informalidad y precariedad (Salvia, Vera, Donza, Phillip y Pla, 2009; Salvia, 2010). En el caso de las mujeres, la inserción en ocupaciones informales es mayor que en los varones, superando porcentajes del 50% en todos los casos. Este fenómeno de reproducción y aumento de la informalidad convive con un alto porcentaje de trayectorias mixtas del proletariado formal en todos los casos, siendo el segmento de los varones de la cohorte nacida luego de 1976 el más marcado con un 78%. Es decir que los recorridos ocupacionales de quienes conforman el proletariado formal presentan un porcentaje significativo de empleos no registrados, mostrando límites más porosos en sus trayectorias, donde conviven inserciones laborales registradas y no registradas. Estos datos discuten con la tesis de segmentación del mercado, mostrando que hay sectores donde la fluidez entre tipos de empleos formales e informales es mayor. Lo que observamos hasta aquí es una persistencia -e incluso aumento- de la informalidad en las trayectorias laborales que convive con la porosidad en las trayectorias del proletariado formal.

Para profundizar el análisis del apartado anterior y estudiar si las tendencias de desigualdad de género encontradas en 2015/16 se relacionan con características de más largo alcance en el tiempo, identificamos sólo para los casos de mujeres las ocupaciones más frecuentes de cada tipo de trayectorias según la posición de clase actual. Para el caso de las trayectorias mixtas, diferenciamos las ocupaciones frecuentes registradas de las no registradas.

Cuadro 6 Ranking de ocupaciones más frecuentes (2 dígitos del CIUO) en trayectorias laborales de mujeres residentes en el AMBA según segmento de clase trabajadora en 2015/16. 

Entre las mujeres del proletariado formal, más de la mitad de los empleos típicos se concentran dentro del grupo de oficinistas (33%) y vendedoras y comerciantes (20%), seguidos por el de limpiadoras y asistentes (15%). Estos mismos tres grupos ocupacionales se repiten, aunque en diferente orden, como frecuentes dentro de la categoría de empleos formales en las trayectorias mixtas. En primer lugar, encontramos el grupo de limpiadoras y asistentes (20%). Este grupo ocupacional también aparece como la inserción típica entre los empleos no registrados dentro de las trayectorias mixtas (26%), seguido por el de vendedoras y comerciantes (24%) y, en menor medida, el de trabajadoras de cuidados personales (13%), dentro del que prepondera la ocupación de cuidadoras de niños (5311). Al igual que en 2015/16, en las trayectorias formales de las asalariadas encontramos los mismos grupos de inserción laboral. Cabe señalar que dentro del grupo de limpiadoras (91), en las trayectorias puras las ocupaciones típicas son las de empleada en oficinas, hoteles y otros establecimientos (9112) y la de empleada domésticas (9111). En cambio, en las trayectorias mixtas, el empleo doméstico prepondera entre las ocupaciones no registradas y el de hoteles y otros establecimientos, entre las registradas.

Entre las mujeres del proletariado informal, si observamos las que tienen trayectorias informales puras, más de la mitad se concentran en ocupaciones como limpiadoras y asistentes (36%), principalmente en empleo doméstico, y en el grupo de trabajadoras de los cuidados personales (21%), principalmente la ocupación de cuidadoras de niños. Luego le sigue el grupo de vendedoras y comerciantes (13%). Siguiendo la tendencia expresada en el apartado anterior, las ocupaciones asociadas a los cuidados y la limpieza se encuentran asociadas mayormente a las trayectorias más precarias. En cuanto a las trayectorias mixtas, si miramos las ocupaciones informales se repitan los mismos grupos, pero con otra distribución: primero el de vendedoras y comerciantes (26%), luego el de limpiadoras y asistentes (21%), destacándose el empleo doméstico, seguido por el de trabajadoras de los cuidados personales (14%). En cambio, entre los empleos formales dentro de las trayectorias mixtas encontramos como grupo de ocupaciones más frecuente el de operadoras de instalaciones fijas y máquinas (23%), seguido del de vendedoras y comerciantes (21%), y luego el de profesionales de nivel medio en operaciones financieras y administrativas (10%), principalmente la ocupación de secretaria administrativa y ejecutiva (3343).

Entre las mujeres del cuentapropismo informal, las ocupaciones englobadas dentro de la categoría de vendedoras y comerciantes es la más frecuente en ambos tipos de trayectorias y en ambas categorías de empleo (registradas y no registradas). Este grupo ocupacional coincide con el más significativo de este segmento en 2015/16, que concentraba el 58,1% de las inserciones laborales de las mujeres. A su vez, dentro de las posiciones de cuentapropismo informal también encontramos grupos vinculados a tareas de cuidado y limpieza en todos los tipos de trayectorias.

Según esta primera descripción de las trayectorias laborales de las mujeres, el grupo ocupacional de vendedoras y comerciantes resultó ser el común a todos los tipos de trayectorias y categorías de empleo, siendo esta la categoría típica por excelencia. Sin embargo, entre el resto de las ocupaciones de las trayectorias, identificamos ocupaciones típicas diferentes según si son registradas y no registradas. Entre las ocupaciones típicas formales encontramos las de oficinistas y operadoras de instalaciones fijas y máquinas, transversales a la mayoría de las de trayectorias, ya sean puras o mixtas. En líneas generales, los empleos registrados frecuentes no se caracterizan por estar asociados a tareas domésticas o de cuidados, salvo los de limpiadoras y asistentes en el caso del proletariado formal. En cambio, si observamos el conjunto de las ocupaciones no registradas, en su mayoría estas sí se encuentran estrechamente vinculadas a tareas domésticas, de asistencia y cuidados. En síntesis, hallamos que las opciones de empleos de las mujeres en las trayectorias repiten algunos de los principales patrones encontrados en 2015/16. Cabe destacar que la inserción en ocupaciones registradas, además del acceso a derechos laborales, permite a las mujeres tener mayores posibilidades de empleos en tareas no vinculadas al ámbito de los cuidados.

Reflexiones finales

A lo largo del trabajo nos propusimos describir empíricamente la articulación entre clase y género como factores de desigualdad en el mercado de trabajo. Para ello analizamos comparativamente las inserciones laborales de mujeres y varones de clase trabajadora del AMBA en 2015/16, considerando la condición de registro y no registro de los empleos y los tipos frecuentes de ocupaciones para cada caso. Luego, con el objetivo de comprender los caminos ocupacionales típicos hacia las posiciones de clase e informalidad al momento de la encuesta, nos enfocamos en el análisis de las trayectorias laborales completas, identificando tipos de trayectorias puras o mixtas según si las personas tuvieron sólo empleos registrados, no registrados o ambos tipos de empleo a lo largo de sus vidas.

Los resultados muestran que más de la mitad de la clase trabajadora del AMBA tenía un empleo no registrado en 2015/16, siendo la mayoría mujeres. En términos generales, el análisis confirma que, si bien la clase social es un articulador central de la desigualdad, el género refuerza estos patrones de desigualdad, ubicando a las mujeres en ocupaciones más informales y rutinarias. Estas ocupaciones generalmente están asociadas a ingresos bajos e irregulares y a posibilidades más acotadas de desarrollo de las carreras laborales. Entre los segmentos asociados a la informalidad, la distribución por género también mostró diferencias: mientras que las mujeres se concentran principalmente en el proletariado informal, los varones lo hacen en el cuentapropismo informal. ¿A qué se debe esta diferencia por segmentos de clase? ¿Existen diferencias salariales y/o de calificación en cada uno? ¿Cómo se relacionan estas inserciones si son o no jefes/as de familia? Estos son algunos interrogantes que seguiremos trabajando a futuro.

A través del análisis de ocupaciones frecuente según género encontramos un patrón en las mujeres: su inserción laboral suele estar relacionada a la realización de actividades de limpieza y cuidados, tareas socialmente asignadas al género femenino y generalmente asociadas a condiciones precarias de trabajo. Un caso paradigmático es el del empleo doméstico, ocupación femenina típica por excelencia, que agrupa al 21,9% del total de las mujeres de clase trabajadora de nuestra muestra. Este fenómeno de feminización de cierto tipo de empleos resulta un indicador de segregación horizontal del empleo femenino en el AMBA en 2015/16, que conlleva a su vez una menor posibilidad de acceso a opciones de empleo más variadas. Esto se evidencia cuando lo comparamos con la situación de los varones, en la que no sólo no encontramos inserciones laborales asociadas a tareas domésticas o de cuidados, sino que además aquellos presentan un abanico más diversificado de ocupaciones. Cabe aclarar que los varones se insertan principalmente en sectores económicos y ocupaciones típicamente masculinizadas. Sin embargo, no identificamos una ocupación principal en la que se inserte la mayoría, como sucede con el empleo doméstico en el caso de las mujeres. Esta diferencia de inserciones laborales entre varones y mujeres da cuenta de que la estructura ocupacional del AMBA en 2015/16 continúa reproduciendo una marcada y tradicional división del trabajo según el género. De este modo, la persistente feminización de actividades directamente vinculadas a tareas reproductivas deja entrever cómo la forma de distribución de responsabilidades de cuidado en los hogares traspasa el terreno de lo privado hacia el mercado laboral.

A partir del análisis de los tipos de trayectorias laborales según género, segmento de clase y cohortes de edad hallamos que en las mujeres los porcentajes de trayectorias informales representan en todos los casos más de un 50%, mientras que entre los varones preponderan las trayectorias laborales mixtas. Además, también encontramos que las mujeres del proletariado formal presentan mayores porcentajes de trayectorias laborales formales en comparación con los varones de esta misma posición de clase. En la comparación por cohortes de edad y género, identificamos que en todos los grupos aumentó la reproducción de la informalidad. En este sentido, observamos un fenómeno doble: por un lado, una profundización de la segmentación del mercado de trabajo, con la persistencia y el aumento de la informalidad entre cohortes de edad y, por el otro, un alto porcentaje elevado de trayectorias mixtas del proletariado formal para todos los casos.

Por último, cuando comparamos las ocupaciones frecuentes de mujeres en 2015/16 con las de sus trayectorias laborales encontramos varias similitudes. Se repiten la poca variedad de opciones de empleos dentro de las ocupaciones típicas para todos los casos. Asimismo, las ocupaciones vinculadas a los cuidados y la limpieza son típicas en las trayectorias laborales más precarias, mientras que los empleos registrados frecuentes se caracterizan por no estar asociados a tareas domésticas o de cuidados, salvo el caso de limpiadoras y asistentes en las asalariadas formales. En líneas generales, el análisis de género incorporado a las trayectorias también muestra que las mujeres se insertan mayormente en ocupaciones desprotegidas, generalmente asociadas a ingresos bajos e irregulares y posibilidades más acotadas de desarrollo de las carreras laborales. En este sentido, la condición de género también se constituye a lo largo de trayectorias laborales como un factor que refuerza la desigualdad de clase.

Para finalizar, nos interesa destacar que la incorporación del análisis de género nos permitió dar cuenta de los efectos y la relevancia que este comporta en el modo en que funciona y se organiza el mercado de trabajo, requiriendo una atención particular, ya que no se deriva del ni se reduce al análisis de clase. A partir de este primer análisis, seguiremos trabajando en la articulación de las variables clase, género e informalidad, ampliando el estudio de las trayectorias laborales aquí presentado.

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Notas

3 La segregación ocupacional puede ser horizontal o vertical (Wainerman, 1996). El término “horizontal” se utiliza para referirse a la situación en la que varones y mujeres trabajan en diferentes sectores económicos, mientras que el término “vertical” se emplea cuando trabajan en el mismo sector, pero ocupan posiciones diferentes.

4 El término refiere, en el marco de la economía del cuidado, a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en la que viven, incluyendo el autocuidado, el cuidado a terceros/as, la provisión de precondiciones en que se realiza el cuidado (limpieza, compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (Rodríguez Enríquez, 2015).

5 Además de los estudios de trayectorias laborales identificados con enfoques cuantitativos o cualitativos, como señalan Ariovich y Raffo (2009), encontramos otros que articulan ambas estrategias de investigación o donde esta diferenciación es más difusa. Tal es el caso de aquellos trabajos que incorporan una perspectiva longitudinal al relevamiento de datos y un abordaje multidimensional de trayectorias de las personas. Un estudio pionero, en este sentido, es el de Balán, Browning y Jelín (1977) sobre movilidad migratoria y ocupacional de varones de la ciudad de Monterrey, México, basado en una encuesta a una muestra representativa que relevó información sobre la movilidad social y geográfica, antecedentes familiares, educativos y de trayectorias laborales. Este trabajo fue replicado décadas más tarde por Solís y Billari (2003) para analizar los cambios y continuidades de las trayectorias ocupacionales masculinas en el contexto de la transformación económica y social, utilizando también datos de una encuesta que incluyó historias ocupacionales, residenciales y familiares.

6 Los estudios sobre trayectorias suelen reconstruirse a partir de los microdatos referidos a los aglomerados urbanos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), cuyo diseño muestral permite seguir a un mismo individuo en dos momentos del tiempo (dos trimestres consecutivos o el mismo trimestre en dos años consecutivos), es decir durante un año y medio. Si bien la EPH no ha sido diseñada como un dispositivo longitudinal, permite construir un panel en base a cohortes reales con una amplitud temporal corta.

7 La estructura de clases que se utilizó en este trabajo se basó en la propuesta construida por Elbert, 2020.

8 Esta decisión deja por fuera el análisis del problema de la creciente precarización de los empleos de clases medias, de gran relevancia en los mercados de trabajo contemporáneos, en el que también podría emplearse esta definición. En futuros trabajos se pretende extender el análisis de las características propias del problema de la informalidad para las posiciones de clases contradictorias y comparar sus especificidades con las de la clase trabajadora.

9 Para ver en qué medida la muestra probabilística era representativa del universo estudiado se la comparó con la EPH correspondiente al segundo trimestre de 2015 (punto medio del trabajo de campo). Analizado en conjunto, el perfil socio-demográfico de la muestra de la encuesta no difiere sustancialmente de la EPH, por lo que se ha decidido no generar un ponderador. Una descripción más detallada de la encuesta puede encontrarse en Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert (2020).

10 A pesar de sus diferencias estructurales con la clase obrera (proletariado formal e informal) en cuanto a que no es explotada en el proceso de trabajo y tiene relativa autonomía en sus tareas -diferencia fundamental entre asalariado y cuenta propia-, decidimos incluir al cuentapropismo informal como parte de la “clase trabajadora ampliada” porque en América Latina esta fracción tiene condiciones materiales de vida similares a los de la clase obrera, como parte de segmentos de mayor pobreza y precariedad (Elbert, 2020).

11 Somos conscientes de las limitaciones de esta medición, ya que hay casos de cuentapropistas con niveles educativos superiores que carecen de autonomía. De todas formas, intentamos evitar el error de ubicar cuentapropistas no autónomos en la pequeña burguesía formal cruzando la información con los datos ocupacionales. A grandes rasgos, no quedaron ubicadas ocupaciones de los grupos 6, 7, 8 y 9 del Clasificar Internacional Uniforme de Ocupaciones (CIUO) en la pequeña burguesía formal. En resumen, usamos un criterio restrictivo para la pequeña burguesía formal, que combinó nivel educativo con calificación de la ocupación.

12 Si bien este trabajo utiliza un criterio legal para definir la condición de formalidad/informalidad, operacionalizado como registradas o formales aquellas actividades económicas remuneradas que cuenten con seguridad social a cargo del empleador/a o el registro del empleo a través del monotributo a cargo del empleador/a o del trabajador/a, consideramos que el pago del monotributo no es sinónimo de formalidad. En futuros trabajos nos proponemos explorar los matices que implican el régimen del monotributo, las condiciones contractuales que no garantizan la estabilidad laboral y demás situaciones que impliquen una inserción endeble en la producción de bienes y servicios (Pok y Lorenzetti, 2007).

13 Como sostienen Gasparini y Tornarolli (2007), si bien el nivel de informalidad suele asociarse con el nivel de trabajo independiente, corresponde hacer una diferenciación entre cuentapropismo profesional y no profesional, considerando sólo a estos últimos como informales. Los y las profesionales independientes suelen insertarse en sectores más dinámicos de la economía y tienen ingresos más elevados en comparación con otras categorías.

14 Las preguntas indagaban: nombre de la ocupación, tareas que desarrolla, rama de actividad en la que se desempeña, tipo de establecimiento en el que trabaja (público o privado), condición de ocupación (asalariado contratado, asalariado ni efectivo ni contratado, trabajador independiente, empleador -dueño o socio- con personal, servicio doméstico fijo o por hora, trabajador en actividad económica familiar sin remuneración fija), tipo de puesto de trabajo, si su empleo implica o no tareas de supervisión, tamaño del establecimiento de trabajo, aportes al monotributo (del empleador o propio) y en el caso de los/as trabajadores por cuenta propia, se incluía la pregunta por el uso y/o posición de un local, vehículo u oficina.

15 Para profundizar en el procedimiento llevado a cabo para esta clasificación, ver Carrascosa, Lazarte, Leiva y Morales (2020). El proceso de codificación de ocupaciones como primer paso en la construcción de posiciones de clase social. En Sautu, Boniolo, Dalle y Elbertl (2020).

16 Para este trabajo se realizaron algunos ajustes de la base de datos respecto a versiones anteriores, buscando precisar las características que adquiere la informalidad: por un lado, se recuperaron casos que habían sido clasificados dentro del proletariado informal y se los reubicó dentro de la pequeño burguesía informal, a través de una revisión caso por caso mediante el análisis de ocupaciones (peluqueros/as, comerciantes en tiendas, albañiles, vendedores/as ambulantes, mecánicos); por otro lado, se reubicaron asalariados/as no registrados como asalariados/as registrados/as teniendo en cuenta los aportes realizados a través del monotributo (uno de los empleos más frecuentes es el de servicio doméstico).

17 Esta división resulta en 408 casos para los nacidos hasta 1976 y 220 casos para los nacidos posteriormente. En un próximo trabajo a través de una regresión controlaremos la diferencia de casos.

18 Notar que el cambio entre los varones del cuentapropismo informal no es estadísticamente significativo.

19 La teoría de la heterogeneidad estructural refiere a las condiciones estructurales de las economías capitalistas dependientes en la actual fase de globalización económica, sujetas a modelos de desarrollo desigual y combinados. Esta teoría se basa en la idea planteada previamente por Prebisch (1962, 1976) y Pinto (1970 ), quienes destacaron el dualismo del modelo de crecimiento en economías periféricas, señalando la existencia de un sector de alta productividad vinculado al mercado exterior, y otros sectores de baja productividad vinculados al mercado interno.

Recibido: 07 de Septiembre de 2021; Aprobado: 12 de Diciembre de 2022

* E-mail de contacto: florencia.sm@gmail.com.

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