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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.65 Buenos Aires jun. 2023

 

RESEÑAS

Camillo Robertini, Erase una vez la FIAT en Argentina. Una cadena de montaje entre memorias e historias (1964-1980), Prometeo, Buenos Aires, 2022, 264 pp

Agustín Santella1  * 

1 Instituto de Investigaciones Gino Germani. Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Erase una vez la FIAT en Argentina. Una cadena de montaje entre memorias e historias (1964-1980). Prometeo, Buenos Aires: 2022. 264 ppp.

Este libro propone un tema histórico de especial relevancia contemporánea. En términos sociológicos puede referirse al problema del consentimiento en la producción (Burawoy) o de la hegemonía en el trabajo (Gramsci). El autor lo aborda desde la disciplina histórica a partir de la perspectiva de la construcción de la memoria de la gente común (o no militante) en períodos especialmente conflictivos. En Italia esta cuestión se investigó en torno a la memoria obrera del período fascista, por parte de cultores del método de la historia oral. En este libro influye Alessandro Portelli.

Este libro narra una historia de la FIAT, pero especialmente de sus obreros, en la Argentina de los años 1960 a fines de 1970. Se enfoca, además, en una de las plantas que la empresa italiana tenía en Argentina, la de El Palomar, en la Provincia de Buenos Aires. Esta fábrica se distingue de las de Córdoba, que en la misma época fueron el bastión de la radicalización sindical y política de la clase obrera argentina (los famosos SITRAC-SITRAM). En contraste, en El Palomar-Caseros, Robertini muestra una historia obrera apegada a la identidad y la disciplina de la empresa, así como a un sindicato afín a la misma, aún con la presencia de algunos conflictos, pero contrario a un sindicato combativo y/o clasista.

Un indicador del conflicto en la empresa es el hecho de que hay 14 obreros desaparecidos por la dictadura militar. Sin embargo, lo que muestra Robertini es el modo en que los obreros los recuerdan. “Las memorias de los obreros comunes que sufrieron la violencia dictatorial, lejos de registrar solamente momentos de conflictividad o de oposición, testimonian la aceptación cultural y el conformismo social del cual se alimentó el gobierno de la Junta” (p. 22). La indagación de la memoria se acompaña con el estudio documental de los discursos y mecanismos de disciplina empresaria. A su vez, la memoria refiere a relaciones diversas, pero que hacen todas a las políticas de la producción, sean laborales, económicas, ideológicas, sindicales, o de la política en general. Estas indagaciones muestran un grupo obrero que acepta o, más bien, se identifica con la empresa activamente, en un tipo de hegemonía, por tanto, que no es resultado simplemente de la represión o cooptación de líderes. Esta hegemonía es resultado de una construcción de identidad que moviliza a los obreros en el sentido de hacerlos productivos, e integrarlos en el mismo proyecto empresario. Si bien no son los términos del autor, este consenso obrero es parte de un régimen laboral, si por este entendemos la organización del control del trabajo y los y las trabajadores por parte de la empresa. El libro atiende a la realidad de la empresa, fundamentalmente. Los mecanismos de consenso activo comienzan ciertamente por una escala salarial comparativamente mejor a las demás empresas industriales. Pero además incluyen políticas hacía el ocio y el hogar (torneos de fútbol, campamentos, campings, viajes a la sede central en Italia). La empresa tenía su propio club social y deportivo. De este modo, se construye un sentido de distinción y orgullo de estos obreros en su contexto local y nacional. Como se menciona en el libro, con mostrar solamente que se era obrero de FIAT, se abría crédito en cualquier negocio de la zona. Ser obrero de FIAT era y/o se vivía, entonces, como un privilegio.

Sobre esta base, se monta el consenso tanto hacia un tipo de política sindical, sea “amarilla”, es decir, completamente apolítica, y pro-empresaria, o también, en combinación con la política sindical peronista ortodoxa, contraria a actitudes combativas o clasistas. En esta planta la representación sindical tuvo dos períodos, el del sindicato de empresa montado por la empresa (SITRAFIC, Sindicato de Trabajadores de FIAT Caseros), así como fueron los del Córdoba SITRAC-SITRAM por Concord y Materfer respectivamente. Pero en 1972 el sindicato, con la misma Comisión Interna, se disolvió e integró en la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Hugo Curto fue operario de línea de esta misma planta, luego dirigente paradigmático de la UOM y el sindicalismo peronista.

Robertini muestra otras prácticas importantes para construir un tipo de obrero. Una de ellas es la selección del personal con criterios ideológicos y políticos. Para ello la empresa realizaba, a través de una agencia privada, inteligencia sobre el candidato y su familia, con entrevistas en las casas y observaciones directas. El autor pudo acceder a las fichas de evaluación de personal para investigarlo. Este trabajo de archivo se complementa con las entrevistas a un toma-tiempos o un delegado sindical, quienes hablan de la disciplina dentro del proceso de trabajo. El papel mediador de los delegados es clave. Y esto se acentúa si damos cuenta de la acción violenta que las patotas sindicales, según describe el autor, ejercían dentro y fuera de la planta contra obreros rebeldes o militantes. El papel sindical fue parte clave de un tipo de hegemonía que no se basaba solamente en la violencia sino era una parte del régimen laboral. Aquí aparece la política nacional como momento importante. En efecto, el pasaje a la UOM se explica por el cambio de coyuntura en el contexto del Cordobazo. Como se describe en el libro, esto fue acordado en las reuniones de Perón con Agnelli (dueño de la FIAT) en el exilio (1972), e impulsado asimismo por la Comisión Interna con una decisión avalada en asamblea de base (pp. 121-122). Un indicador importante de estos compromisos empresario-sindicales es la cesión de la selección de personal a la UOM, que pasará a controlar el 70% de los ingresos a la planta. Obviamente, esto refuerza significativamente tanto el control sindical como el régimen laboral, en tanto el sindicato aquí opera como garante de la disciplina.

El enfoque propuesto por Robertini ha sido criticado en el campo local argentino de la investigación histórica apuntando a que se presenta una realidad consensual de los obreros y obreras argentinas que falsea su verdadero comportamiento combativo de clase. Sin embargo, este estudio nos muestra una realidad más extendida en la clase obrera argentina que la expresada por el clasismo o sindicalismo combativos. Las encuestas, poco citadas ciertamente, que hubo realizado José Nun entre los obreros automotrices en 1970 - como parte del Proyecto Marginalidad - muestran esta realidad ideológica heterogénea, donde la conciencia combativa, expresada discursivamente, era la de una minoría entre otras (distinguía 5 orientaciones obreras). Pero los obreros de Robertini no son obreros pasivos, ni plenamente integrados a la empresa. El grupo obrero es la base paradigmática del sindicalismo vandorista de la UOM y la CGT. El consenso sobre la disciplina laboral no excluía momentos de conflicto, siempre respetando la relación de poder fundamental. Podemos decir que estas críticas, provenientes de una perspectiva de izquierda, idealizan a la clase obrera. Empero, entendemos que se puede abordar el problema del consenso y el conflicto críticamente. El cuestionamiento del capital no tiene que basarse en la idealización que supone que la clase obrera, como tal, es combativa. En todo caso, la crítica debe incluir a la clase obrera real, su conformación histórica en el seno de la hegemonía capitalista.

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