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Población y sociedad

versión impresa ISSN 0328-3445versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.30 no.1 San Miguel de Tucumán jun. 2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.19137/pys-2023-300103 

Artículos

“Somos lo que estamos haciendo”. La construcción estatal de la militancia juvenil del partido PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

“We are what we are doing”. The construction of youth activism within the State in the PRO party in the City of Buenos Aires

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Resumen

A partir de un estudio cualitativo, este artículo analiza la relevancia del temprano acceso del PRO al Estado porteño en el desarrollo de su militancia. Se examina la creación de agrupaciones juveniles desde las dependencias estatales como parte de la competencia informal entre dirigentes partidarios y se muestra cómo el trabajo en la gestión pública moldeó algunos de los repertorios más distintivos de esta militancia juvenil, configurando los marcos interpretativos a partir de los cuales dan sentido a sus prácticas y carreras políticas, así como sus visiones acerca del Estado y la profesión política.

Palabras clave Estado; Activismo partidario; Juventudes; Derecha

Abstract

Based on a qualitative study, this article analyzes the relevance of the PRO party’s early access to the State in the development of its activism in the City of Buenos Aires. It examines the formation of youth activist groups within public administration agencies as part of the informal competition among party leaders. It shows how working at the local government has shaped some of these activists’ most distinctive repertoires and the frames by which they make sense of their political practices and careers, as well as their views on the State and on politics as a profession.

Keywords State; Party activism; Youth; The Right

Introducción

Mientras la mayoría de los partidos políticos latinoamericanos nacidos en las últimas décadas se han caracterizado por tener vidas efímeras, algunos pocos han superado la prueba del tiempo, logrando constituirse en actores perdurables y electoralmente relevantes. Estudios recientes se han propuesto abrir la “caja negra” de las organizaciones partidarias para analizar los atributos que distinguen a las construcciones partidarias exitosas (Levitsky, Loxton y Van Dyck, 2016). Esta literatura ha evidenciado que el desarrollo organizativo y el enraizamiento social continúan siendo cruciales para la resiliencia de los partidos de la región (Levitsky, 2003; Rice, 2011; Van Dyck, 2014; Levitsky, Loxton y Van Dyck, 2016; Cyr, 2017; Anria, 2018; Pérez Bentancur, Piñeiro Rodríguez y Rosenblatt, 2019).

La producción y reproducción de una militancia comprometida con la organización es uno de los recursos clave para la construcción y supervivencia de los partidos políticos (Van Dyck, 2014, 2016; Pérez Bentancur, Piñeiro Rodríguez y Rosenblatt, 2019). Los modos en los que los partidos desarrollan militancias en la actualidad –y los formatos de militancia a los que dan lugar– han sido poco estudiados, a pesar de que estas desempeñan un importante papel en el sostenimiento de sus organizaciones locales, su despliegue territorial, y sus vínculos con electorados y grupos sociales (Levitsky, 2003; Clarck y Prysby, 2004; Tavits, 2013; Samuels y Zucco, 2014; Van Dyck, 2014; Roscoe y Jenkins, 2016; Pérez Bentancur, Piñeiro Rodríguez y Rosenblatt, 2019).

En partidos crecientemente profesionalizados y dependientes de recursos estatales (Panebianco, 1990; Katz y Mair, 2002; Van Biezen y Kopecky, 2007), las militancias partidarias adquieren nuevas formas que desafían al saber convencional basado en el modelo del partido de masas y en la constatación de su larga decadencia (Mair y Van Biezen, 2001; Dalton y Wattenberg, 2002; Scarrow y Gezgor, 2010; Whiteley, 2011; Van Haute y Gauja, 2015).

De los partidos surgidos luego de la crisis de 2001 en Argentina, Propuesta Republicana (PRO) es el único que ha logrado permanecer, dos décadas después, como un actor de peso en la arena electoral nacional y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), su distrito de origen y principal bastión. Ante un sistema de partidos altamente fragmentado y volátil, nació en 2003 –con el sello Compromiso para el Cambio– para vehiculizar la candidatura a jefe de gobierno de la CABA de Mauricio Macri, un mediático empresario y dirigente deportivo que unos años antes había puesto en marcha un think tankpara perfilar sus aspiraciones políticas (Vommaro y Morresi, 2014; Mattina, 2015).

La reciente crisis había llevado al colapso a los partidos que lideraban electoralmente el distrito: el Frente País Solidario (Frepaso) y la Unión Cívica Radical (UCR), generando así el marco propicio para el surgimiento de nuevos emprendimientos partidarios y candidaturas outsider (Bril Mascarenhas, 2007; Alessandro, 2009; Mauro, 2012; Vommaro y Morresi, 2014). La disponibilidad de un electorado huérfano de representación (Torre, 2003), y de cuadros locales a la deriva ante el colapso o la falta de oportunidades en sus partidos, fue aprovechada por Macri. Atraídos y amalgamados por su proyecto político, confluyeron en el PRO políticos profesionales con trayectoria en el distrito (cuadros locales del peronismo, el radicalismo y la derecha que abandonaron sus partidos) con otros recién llegados, provenientes del mundo empresarial, las ONGs y los think tanks (Vommaro y Morresi, 2014; Vommaro y Armesto, 2015). Si bien Macri no logró hacerse con el cargo en su primera incursión electoral, fue el candidato más votado en la primera vuelta de 2003 y las listas que acompañaron su candidatura a jefe de gobierno obtuvieron en total 23 bancas en la Legislatura local. [1] Dos años después, las listas de la Alianza Propuesta Republicana (nuevo sello nacido a partir de una alianza con Recrear), [2] fueron las más votadas en la CABA. Macri accedería, así, a su primer cargo público como diputado nacional en 2005. La posterior victoria de Macri en las elecciones ejecutivas porteñas de 2007 daría inicio a un largo período de triunfos ininterrumpidos del PRO y sus coaliciones en el distrito.

Con el acceso al gobierno de la CABA en 2007, se iniciaría la construcción del PRO como organización partidaria: desarrollaría una marca (Lupu, 2016) consistente y distinguible de la de sus adversarios, una coalición dirigente local estable y cohesionada, y una base militante organizada, especialmente en su rama juvenil, Jóvenes PRO (JPRO). Aquel vehículo electoral de Macri cobraba, con los años en el gobierno de la CABA, la forma de una organización partidaria –si bien débilmente institucionalizada– enraizada en su distrito de origen, capaz de suceder a su líder fundador en la jefatura de gobierno, expandirse hacia otros distritos del país y conformar una alianza nacional con la UCR y otros partidos menores, que llevaría a Macri a la presidencia en 2015 (Vommaro, 2019; Mauro, 2020).

En este artículo nos ocuparemos de uno de los aspectos del proceso de construcción partidaria (Levitsky, Loxton y Van Dyck, 2016) del PRO en la CABA: el desarrollo de una militancia organizada en su rama juvenil a partir de la llegada al Estado local. ¿Cómo desarrolla su militancia un partido nacido como un emprendimiento de Macri y un núcleo reducido de dirigentes, construido de arriba hacia abajo y que no hereda estructuras previas de movilización? ¿Qué papel juga el temprano acceso del PRO al Estado local en el desarrollo de su militancia? ¿Cómo esta rápida inserción estatal da forma a su militancia juvenil en sus aspectos organizativos, repertorios de acción, marcos interpretativos y formas de sociabilidad? En un partido de centroderecha, que defiende políticas pro-mercado y se presenta como una expresión de la “nueva política”, [3] ¿qué marcos interpretativos elaboran sus militantes acerca del Estado en el que se insertan laboralmente? ¿Cómo conciben estos/as militantes sus propias carreras políticas en la gestión estatal y, más en general, la profesión política?

Diversos estudios recientes han abordado el vínculo entre militancia y Estado en la Argentina de los últimos años. Un primer grupo de trabajos (Natalucci, 2012; Pagliarone, 2012; Perelmiter, 2012; Cura, 2014; Gradin, 2017; Longa 2018a, 2019) se ha enfocado en estudiar la incorporación –en el espacio político del kirchnerismo y en distintas dependencias estatales nacionales– de organizaciones sociales nacidas en los años noventa como movimientos de trabajadores desocupados. Se trataba de militancias con una fuerte base territorial, surgidas por fuera (o en contra) de la política institucional, desde una visión autonomista o, al menos, distante del Estado y los partidos políticos, que a partir del gobierno de Néstor Kirchner se incorporaron al oficialismo y a la gestión pública, no sin conflictos y rupturas internas. Otro grupo de trabajos (Vázquez y Vommaro, 2012; Vázquez, 2014; Chaves, Galimberti y Mutuverría, 2016; Rocca Rivarola, 2019) se han dedicado a estudiar problemas similares, pero en juventudes militantes nacidas dentro del oficialismo kirchnerista algunos años después. Según muestran estos trabajos, en estas juventudes, militancia y gestión se imbricaron bajo la figura de la gestión militante (Vázquez, 2014, p.73) o de militar el Estado (Chaves, Galimberti y Mutuverría, 2016, p.54) como una forma de dar cuenta de un compromiso político no escindible del trabajo en la gestión pública. Si bien el foco de la literatura ha estado en las juventudes del kirchnerismo, algunos estudios posteriores se han interesado por el vínculo entre militancia y Estado en otros espacios partidarios. Vázquez y Cozachcow (2017) y Cozachcow (2021) estudian los recorridos militantes de jóvenes que participan de partidos a cargo de gobiernos locales (incluido el PRO), destacando, entre otras cosas, la emergencia de una expertise de estas militancias juveniles en las áreas y en las políticas públicas dirigidas a jóvenes. Longa (2018b) explora, por su parte, la experiencia de jóvenes funcionarios de una agrupación macrista luego de 2015, y muestra los modos en que legitiman, en clave modernizadora, su aporte generacional a la gestión pública.

Este artículo busca realizar una contribución a este campo de estudios sobre militancias y Estado en la Argentina reciente. En particular, estudiaremos la relevancia del acceso al Estado para el desarrollo de militancias juveniles en el proceso de construcción de un nuevo partido como el PRO durante sus años formativos en la CABA (2007-2015). Lo haremos desde una perspectiva interpretativa de la sociología política, interesada por las prácticas, las trayectorias y las visiones de los agentes que animan la vida interna de la organización (Lagroye, 1994; Sawicki, 2001; Fillieule y Pudal, 2010).

Argumentaremos aquí que la temprana llegada del PRO al Estado local fue un elemento clave en la construcción de su militancia juvenil. Fue desde las dependencias del Estado porteño que algunos dirigentes partidarios conformaron agrupaciones internas juveniles desde las cuales reclutaron y retribuyeron a sus militantes, engrosando las filas de JPRO y robusteciendo su vida interna en los primeros años de la organización juvenil y del partido. La inserción estatal no sólo le brindó al PRO y sus dirigentes oportunidades de patronazgo sino que, además, le proveyó a su militancia juvenil de un ámbito de sociabilidad desde el cual producir repertorios de acción y marcos interpretativos, y donde establecer lazos que favorecieron la conformación de grupos de militancia. Por otra parte, mostraremos que, si bien las/os militantes de JPRO valoran al Estado positivamente en abstracto, enfatizan la necesidad de llegar a este para modernizarlo y sanearlo moralmente, y destacan al PRO como “puente” entre el mundo privado y el público, es decir, en tanto canal para el ingreso al Estado de un personal proveniente del ámbito privado y dotado, por ello, de prácticas “eficientes” y “honestas”. Finalmente, mostraremos que la militancia juvenil del PRO sostiene una visión anti-profesionalista de la política. Argumentaremos que producen narrativas en torno al sacrificio y al mérito para engrandecer moralmente sus aventajadas inserciones y carreras en el Estado, recurriendo a la idea de una renuncia virtuosa al éxito en el ámbito privado.

El artículo se organiza de la siguiente manera. En el próximo apartado, fundamentamos la relevancia del caso de estudio y presentamos el diseño metodológico de nuestra investigación. En el segundo apartado, analizamos la construcción de agrupaciones juveniles desde las dependencias estatales de la CABA en la etapa formativa del PRO, luego de su rápida llegada al gobierno local. En el tercer apartado, estudiamos cómo esta temprana inserción estatal configura repertorios de acción y marcos interpretativos en la militancia juvenil de un partido en construcción. En el cuarto apartado, nos enfocamos en los marcos a partir de los cuales producen sentidos en torno al Estado, sus carreras en el ámbito público y la política como profesión. En un apartado final, recapitulamos los principales resultados y destacamos los aportes del trabajo a la discusión sobre el vínculo entre construcción partidaria, militancia y Estado.

Caso de estudio y diseño metodológico

El caso del PRO resulta especialmente relevante para estudiar los problemas presentados en la introducción. En primer lugar, se trata de un partido cuya construcción se despliega a partir de su llegada al gobierno de la CABA en 2007. Si bien Macri había tenido dos experiencias previas como candidato y era diputado nacional desde 2005, el desarrollo organizativo del PRO previo a la llegada al gobierno local era casi inexistente. Se trataba aún de un vehículo electoral personalista, con una marca todavía inestable, sin enraizamiento social, ni una elite dirigente del todo conformada. En segundo lugar, a diferencia de otros partidos nacidos en la región en el mismo período, el PRO no hereda estructuras de movilización previas: no es la escisión de un partido preexistente, tampoco resulta de la fusión de otros partidos, ni surge del seno de movimientos sociales. Así, este caso se presenta como especialmente relevante para el estudio del desarrollo de militancia –como parte de la construcción partidaria– desde cero y desde el Estado. Como argumentaremos luego, la llegada al gobierno local en pleno proceso de construcción como partido contribuyó a ubicar a la “gestión” en el centro de los repertorios, marcos interpretativos y presentaciones públicas de su militancia juvenil, que experimentó su ingreso a la administración pública local muchas veces en simultáneo con su ingreso a la militancia partidaria, o que fue reclutada dentro de la administración misma.

En este trabajo nos ocuparemos de la etapa formativa del PRO, que circunscribiremos al período 2007-2015. Es en este período que el PRO logró consolidarse en su bastión, la CABA: afianzó una marca partidaria distintiva y consistente, conformó una elite partidaria cohesionada –a pesar de su heterogeneidad interna– y una base militante organizada, y superó exitosamente numerosos desafíos electorales, incluido en 2015 el reemplazo del líder fundador en la jefatura de gobierno (Vommaro, 2019).

El período que se abre a continuación, entre 2015 y 2019, inaugura una nueva etapa en la vida organizativa del PRO y presenta otros desafíos. Se trata de una etapa que altera a la organización local porteña, a partir de la migración de militantes y dirigentes hacia nuevos distritos o hacia la administración nacional, dispersando algunos de sus grupos internos y menguando la vida intra-partidaria local, parcialmente eclipsada por la expansión nacional y las nuevas responsabilidades de gobierno. Así, al enfocarnos en el período formativo de 2007-2015 en la CABA podemos asir con mayor claridad el desarrollo de militancia desde el Estado y sus efectos sobre la configuración de los repertorios de acción y marcos interpretativos de una primera generación de militantes juveniles que se forma junto con su partido y que imprime, a su vez, su sello sobre las siguientes. [4]

JPRO, la organización juvenil del PRO, nace hacia 2005 en la CABA como una iniciativa del legislador porteño Marcos Peña, reorganizando algunos grupos juveniles formados en 2003 para apoyar a Macri durante su campaña. La expansión y visibilización de las organizaciones juveniles kirchneristas, con el hito de la creación de La Cámpora en 2010 (Vázquez y Vommaro, 2012), dieron el puntapié inicial a un período de revitalización de la militancia partidaria juvenil en Argentina que tuvo su efecto también sobre el PRO (Vázquez, 2014; Vázquez y Cozachcow, 2017; Grandinetti, 2021). Así, comenzaron a proliferar dentro del PRO nuevas agrupaciones juveniles creadas por dirigentes partidarios, en muchos casos desde las dependencias estatales de la CABA. La multiplicación de agrupaciones juveniles en el PRO expresaba la heterogeneidad de su dirigencia y obligaba al sector comandado por Peña a integrar a sus referentes en el comité ejecutivo de JPRO, que se consolidaba, hacia 2010, como la organización juvenil oficial del partido.

El campo de inserción estatal de la militancia de JPRO de la CABA –entre 2007 y 2015– es extenso. Incluye, principalmente, al ejecutivo local, pero también a las juntas comunales, la Legislatura y ambas cámaras del Congreso Nacional. Producto de sus dos incursiones electorales previas, el PRO tenía antes de llegar al gobierno porteño la primera minoría en una legislatura altamente fragmentada, que consolidaría en 2007 con un bloque de 28 diputados, casi la mitad del total de las bancas de ese cuerpo. [5] El acceso al ejecutivo local ese mismo año pondrá a disposición del PRO una estructura muy amplia (y poco regulada) de cargos en la administración pública, a distribuir entre un número reducido de militantes y dirigentes.

Dentro del ejecutivo, la Dirección General de Políticas de Juventud (DGPJ) de la CABA ha sido uno de los ámbitos privilegiados de inserción de la militancia juvenil del PRO desde sus orígenes. [6] Durante gran parte del período en estudio, además, estuvo a cargo de los principales dirigentes de la organización. Su director durante el primer gobierno del PRO (2007-2011), Ezequiel Fernández Langan, fue también presidente de la organización juvenil. Le siguió, durante 2011, otro presidente de JPRO, Francisco Quintana. Entre 2011 y 2013, ocupó ese puesto el responsable de la militancia universitaria de JPRO, Nicolás Pechersky.

Además, en el período, la dirigencia de JPRO consiguió posiciones expectantes en las listas para la Legislatura y las juntas comunales. Entre 2007 y 2015, todos los presidentes de JPRO de la CABA integraron las listas de candidatos a legisladores porteños y resultaron electos. Así, su primer presidente, Fernando de Andreis, reemplazó en su banca a Marcos Peña (fundador de JPRO) en 2007 y fue reelecto en 2009 (llegando a ser jefe del bloque PRO entre 2011 y 2013); su sucesor, Fernández Langan, fue electo en 2011 junto a Quintana, por entonces presidente de JPRO de la CABA; en las elecciones de 2013 resultó electa Victoria Roldán Méndez, quien presidía la organización juvenil y ya se desempeñaba como comunera; y en las elecciones de 2015 –cuya lista de legisladores fue encabezada por Quintana, ex presidente de la organización juvenil– el entonces presidente de la agrupación, Maximiliano Sahonero, fue electo legislador. Es habitual que en los despachos de dirigentes o ex dirigentes juveniles del PRO trabajen como asesores, además, otros militantes de JPRO.

Este artículo presenta resultados de una investigación cualitativa en la que se combinaron diversas técnicas de recolección de datos: observaciones de campo, entrevistas en profundidad semi-estructuradas, relevamiento de páginas de redes sociales, documentos y publicaciones partidarias, así como fuentes secundarias. Entre 2013 y 2015, realizamos numerosas observaciones de campo en actividades partidarias del PRO y su organización juvenil: actos partidarios y de campaña, eventos de la juventud, charlas, foros de debate, actividades callejeras de campaña, mesas del PRO en las facultades de la UBA, presentaciones de libros, encuentros en la Fundación Pensar, etc. Por otra parte, entrevistamos a 20 militantes de JPRO de la CABA. Nuestros entrevistados/as –excepto uno– ocupaban o habían ocupado cargos en el comité ejecutivo de JPRO en la CABA, cargos electivos en las comunas o en la Legislatura porteña, y/o eran dirigentes de las agrupaciones estudiantiles universitarias del partido. Procuramos entrevistar a militantes que participaran de diversos espacios internos del PRO y su juventud. En el cuadro 2 del anexo presentamos más información sobre los/as entrevistados/as. En tercer lugar, nos hemos servido del relevamiento y seguimiento continuo de las páginas de Facebook del PRO y JPRO, y de las agrupaciones internas juveniles y universitarias del partido. [7] También hemos consultado publicaciones internas del PRO y JPRO y otros documentos partidarios del período 2007-2015. [8] Finalmente, nos hemos servido de fuentes secundarias como artículos periodísticos, otras investigaciones académicas y resultados electorales tomados de la Dirección Nacional Electoral y el Tribunal Superior de Justicia de la CABA.

La formación de agrupaciones juveniles en el PRO desde las dependencias estatales de la CABA (2007-2015)

Como ya hemos señalado, las elites dirigentes del PRO en la CABA conforman un heterogéneo ensamblaje de cuadros de diversos orígenes y trayectorias, unidos por el proyecto político de Macri (Vommaro y Morresi, 2014; Vommaro y Armesto, 2015). El desarrollo de militancia en el PRO está asociado, así, a la heterogeneidad y la competencia informal de sus cuadros dirigentes locales. Son estos dirigentes quienes invierten recursos para la construcción de agrupaciones internas de militancia juvenil como una estrategia de acumulación de capital político dentro del partido. Más que una decisión estratégica centralizada, entonces, el desarrollo de la militancia juvenil en el PRO es el producto de la configuración organizacional del partido (heterogeneidad de su elite y competencia horizontal informal) y de las aspiraciones individuales de algunos de sus dirigentes. La construcción de militancias propias como estrategia de acumulación de capital político supuso –especialmente entre 2010 y 2015– la proliferación de agrupaciones juveniles dentro del PRO referenciadas con algunos de sus cuadros dirigentes, en un contexto de emergencia y visibilización pública de las militancias partidarias juveniles impulsado desde el kirchnerismo (Vázquez, 2014).

La llegada del PRO al gobierno porteño en 2007 y la conformación de un nutrido bloque de legisladores durante los años previos, le brindó a algunos dirigentes partidarios la posibilidad de formar grupos de militancia juvenil reclutando empleados y distribuyendo puestos de trabajo en el Estado local. A los incentivos de la competencia horizontal intra-partidaria, se le sumaron los desafíos y exigencias de la gestión en el ejecutivo: contar con agrupaciones de militantes creadas desde la administración pública local supuso, a su vez, contar con empleados comprometidos políticamente con el PRO y con el dirigente a cargo del área. En una primera experiencia de gobierno, esto se convirtió en un activo valorado por funcionarios que, en muchos casos, no tenían trayectorias previas en el ámbito público o no contaban con redes dentro de la administración local.

Hacia 2010, un considerable número de agrupaciones juveniles informales habían nacido bajo el ala de dirigentes partidarios en sus despachos y dependencias de gobierno. [9] JPRO había sido, hasta aquel momento, una agrupación de jóvenes militantes macristas, ligada al entonces legislador porteño Marcos Peña. Aquel grupo fundador mantuvo la dirección de JPRO en la CABA hasta 2014 y, si bien en sus inicios estuvo afincado en el despacho de Peña en la Legislatura porteña, entre 2007 y 2013 se hizo cargo de la DGPJ de la CABA, al mando de algunos de sus principales referentes durante el período.

Así, a aquel primer grupo juvenil con una fuerte presencia en la DGPJ, se le sumó una agrupación nacida en el Ministerio de Ambiente y Espacio Público referenciada en su ministro, Diego Santilli (La Juventud Santillista o Juventud Proyección Federal); otra agrupación ligada, en sus comienzos, a Esteban Bullrich y a uno de sus jóvenes funcionarios en el Ministerio de Educación, Juan Ignacio Maquieyra (Generación Argentina Política, luego llamada La Generación); otra surgida en el Ministerio de Desarrollo Social, ligada a la entonces ministra María Eugenia Vidal y a su jefe de gabinete, Federico Salvai (La 24); otra vinculada a Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano (La Corriente), entre otros grupos más pequeños o efímeros, como detallamos a continuación en el cuadro 1.

Cuadro 1 Agrupaciones juveniles del PRO en la CABA 20072015 

Fuente: elaboración propia a partir de trabajo de campo.

En sus esfuerzos por posicionarse internamente, ganar notoriedad o apuntalar candidaturas con una militancia propia, estos dirigentes fortalecieron la construcción de la organización juvenil del partido nutriendo sus filas con militantes que excedían al núcleo original. Hacia 2010, el partido logró superar el desafío de la fragmentación interna de su militancia al nuclear estas agrupaciones juveniles más o menos informales en una mesa ejecutiva de JPRO en la que los cargos internos se distribuyen manteniendo en cierto equilibrio la interna entre las facciones juveniles y sus dirigentes adultos. Así, al resolver la coordinación horizontal de sus militantes y agrupaciones juveniles mediante una organización juvenil centralizada que las contuviera, el partido logró convertir en un recurso organizacional aquello que sus cuadros dirigentes venían acumulando como capital político individual desde distintas oficinas del Estado local.

Este tipo de agrupaciones internas vinculadas a funcionarios han cumplido un papel importante en la conformación de JPRO, favoreciendo el reclutamiento de militantes juveniles y promoviendo el desarrollo de un compromiso partidario. El solapamiento entre el ámbito de trabajo y el de militancia brinda a las/os militantes incentivos colectivos –identitarios y comunitarios (Panebianco, 1990)– al hacer del trabajo propio y del grupo en la gestión pública una causa de militancia. Defender la gestión es, para estos empleados y militantes, defender su trabajo y el de sus compañeros de oficina. Para muchos de estos jóvenes, el incentivo para participar de estas agrupaciones se vincula, además, a las oportunidades de carrera que se abren al militar dentro del grupo del dirigente a cargo de la dependencia estatal en la que trabajan. En este sentido, la existencia de agrupaciones juveniles ancladas en dependencias estatales y que tienen por referente político al funcionario a cargo de cierta cartera, brinda también incentivos materiales y de status (Panebianco, 1990), tanto por la posibilidad de ascender laboralmente en la gestión, como por la posibilidad de iniciar una carrera política en tanto representantes juveniles de esas agrupaciones dentro de JPRO y del partido. En suma, para la militancia juvenil del PRO participar de estas agrupaciones internas formadas desde el Estado supuso obtener, consolidar o ascender posiciones laborales y abrirse lugares en JPRO como “jóvenes de” cierto dirigente, pero también articular cotidianamente la vida laboral y la militancia, produciendo lazos entre pares, identificaciones y compromisos políticos que exceden los incentivos selectivos y mero el cálculo carrerista.

Las entrevistas con militantes de JPRO evidencian la importancia de la inserción estatal y de estas agrupaciones de militancia creadas dentro del Estado local, tanto en el reclutamiento de nuevos militantes dentro de la administración pública, como en la retribución y reproducción de la militancia reclutada en otros ámbitos. En algunos casos, jóvenes recién graduados o estudiantes universitarios avanzados que ingresan a trabajar en el gobierno de la CABA por vías no partidarias comienzan a desarrollar un compromiso militante en el PRO a partir del contacto con militantes y agrupaciones juveniles del PRO dentro del Estado. La trayectoria militante y laboral de Andrés,[10] por ejemplo, ilustra con claridad esta forma de reclutamiento e involucramiento: en 2007, mientras estudiaba Ciencia Política en la UBA, consiguió, a través de un conocido de su familia, un trabajo en el Consejo de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Estuvo varios años en ese puesto sin un involucramiento político activo hasta que, en 2009, conoció a Francisco Quintana, Coordinador de Políticas de Juventud del gobierno porteño y presidente de JPRO –parte del grupo fundador–, y comenzó a participar de la campaña electoral ese mismo año. Luego de la campaña, fue reclutado por Quintana para trabajar en la DGPJ, acompañándolo luego como asesor en la Legislatura porteña. Para esos mismos años se le encargó la formación de una agrupación del PRO en una facultad de la UBA, pasó a integrar el comité ejecutivo de JPRO y, luego, a coordinar campañas electorales del PRO en otras provincias del país. La trayectoria de Estefanía sigue un patrón similar: a poco tiempo de comenzar a estudiar Derecho en la UBA, su padre le consiguió un trabajo en el Ministerio de Espacio Público de la CABA. No estaba interesada en participar políticamente hasta que compañeros de trabajo pertenecientes a la agrupación juvenil del ministro, Diego Santilli, la invitaron a un voluntariado solidario. Al poco tiempo, estaba militando en la agrupación juvenil del santillismo. Años después, se involucró también en la agrupación del PRO en la Facultad de Derecho y pasó a trabajar como asesora de quien fuera su jefe en el ministerio, una vez electo legislador. Al momento de conversar con ella, en 2015, era también candidata a comunera.

En otros casos, militantes juveniles del PRO, reclutados fuera de la plantilla de empleados de la administración estatal, son retribuidos y mantenidos a través de puestos de trabajo en el Estado.[11] El caso de Javier resulta ilustrativo: estudiaba Derecho en la UCA cuando, hacia 2007, comenzó a involucrarse en la vida político-asociativa de su universidad. Conformó, con un grupo de amigos, una lista que lo llevaría a la presidencia del centro de estudiantes de su facultad. Como parte de sus actividades de representación estudiantil, conoció a varios militantes del PRO, también involucrados en los centros estudiantiles de esa universidad. El presidente de JPRO –del grupo de Peña– se comunicó con él para pedirle que invitara a Gabriela Michetti a dar una charla para estudiantes de la universidad. Luego de la charla, lo invitó a tomar un café, le comentó que estaban buscando jóvenes y le propuso participar en JPRO. Al poco tiempo de integrarse a la organización juvenil, comenzó a trabajar en el Consejo de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Tiempo después, pasó a trabajar en la DGPJ, para acompañar luego a De Andreis en su despacho como legislador porteño. Su capacidad para reclutar nuevos militantes dentro de la UCA le permitió ocupar varios cargos internos en el comité ejecutivo de JPRO. Al momento de la entrevista, en 2013, era el responsable de la comunicación de un candidato del PRO en otra provincia del país y trabajaba en la expansión nacional del partido. La trayectoria de Gerónimo, otro militante al que entrevistamos, da cuenta también de este itinerario típico de reclutamiento y retribución estatal a la militancia: participaba activamente de un grupo católico de jóvenes misioneros, desarrollando tareas en voluntariados solidarios cuando un compañero de su club de rugby lo invita a asistir de una reunión de la agrupación de Santilli, dirigida a jóvenes. A partir de allí, comienza a participar en este espacio del PRO y se involucra en un grupo juvenil aún en formación, asistiendo a reuniones semanales en la Legislatura, donde Santilli era vicepresidente. Organiza diversas actividades para jóvenes en un local del barrio de Belgrano y en salones de la Legislatura. Ocho meses después, le ofrecen un puesto en el Ministerio de Desarrollo Social. Cuando Santilli asume como Ministro de Espacio Público, comienza a trabajar en ese ministerio y le asignan un cargo interno en el comité ejecutivo de JPRO como representante de ese espacio del partido. Al momento de conversar con él, en 2014, trabajaba en el despacho de Santilli en el Senado y era referente de la juventud santillista.

La centralidad de la gestión pública en la configuración de repertorios de acción y marcos interpretativos

Cuando el PRO accede al gobierno porteño en 2007 no era más que el vehículo electoral de Macri y un grupo de dirigentes de diversos orígenes políticos y trayectorias profesionales nucleados en torno a su candidatura a jefe de gobierno. La marca PRO –como apócope de la alianza Propuesta Republicana entre Compromiso para el Cambio y Recrear– había nacido tan solo dos años antes, en la segunda incursión electoral de su líder en la CABA. El partido contaba, por entonces, con un reducido grupo de militantes juveniles, surgidos en algunos despachos de la Legislatura porteña. Así, el PRO llega al ejecutivo local en una etapa formativa, con un muy escaso desarrollo organizativo y militante.

Sin una infraestructura territorial, sin una identidad o una cultura política definida y sin ámbitos de sociabilidad intra-partidarios, la experiencia de los primeros años de gobierno configuró gran parte de los repertorios de acción y de los marcos interpretativos de esta militancia en construcción. Como veremos en este apartado, algunos de los repertorios más distintivos de JPRO (de campaña, territoriales, estudiantiles y de formación política) se moldearon al calor de la gestión de gobierno y tienen al ethos del hacer (Vommaro, 2015) como rasgo característico. Con las oficinas estatales y los despachos legislativos como sus principales ámbitos de sociabilidad, esta militancia juvenil elabora marcos interpretativos desde los cuales da sentido a su quehacer militante en relación al trabajo en la administración pública, elaborando definiciones de la (“nueva”) política y de la militancia, y dando forma a una identidad que pone en primer plano a la gestión entendida como resolución de problemas.

Uno de los repertorios de campaña más distintivos del PRO son los “timbreos”, en los que militantes, candidatos, funcionarios y empleados públicos salen a las calles a tocar el timbre de casas y a escuchar opiniones o reclamos de vecinos. Se trata de una práctica iniciada durante el primer gobierno de Macri en la CABA que, en sus comienzos, se limitaba a asuntos de gestión y que, más adelante, se convirtió también en una estrategia de campaña. En un primer tipo de timbreos, conocidos en el PRO como “timbreos de gestión”, las diversas áreas del gobierno de la CABA salen a las calles con sus empleados, identificados con pecheras y en horario laboral, a tocar timbres para promocionar políticas públicas como la separación de residuos, dar seguimiento a reclamos de vecinos o simplemente pedirles su opinión sobre la gestión de gobierno. Este formato se convirtió, a partir de la campaña de 2013, en una de las acciones más distintivas de la militancia del PRO en tiempos electorales. En los “timbreos de campaña”, quienes participan no se presentan como empleados del gobierno sino como parte del “equipo de Mauricio”. Si bien se trata de timbreos puramente proselitistas, la organización es similar a la de los “timbreos de gestión”: el partido pide a las distintas áreas del gobierno que aporten empleados para este tipo de actividades y los funcionarios se encargan de reclutar “voluntarios” dentro de sus carteras, que son distribuidos en los barrios en función de las necesidades de la campaña. Una vez en el barrio designado forman grupos de dos personas, se les asignan algunas manzanas a recorrer, se les entregan boletas electorales para repartir y algún material con información sobre el barrio, las obras públicas realizadas recientemente y otros lineamientos de comunicación. Si bien los timbreos buscan mostrar escenas de diálogo espontáneo, dando cuenta de la capacidad de escucha de funcionarios y militantes, se trata de prácticas organizadas de un modo centralizado, desde la estructura del Estado y con lineamientos muy precisos respecto a cómo deben ser fotografiados y compartidos en las redes sociales.

Otro de los repertorios distintivos de la militancia de JPRO porteña es el de los voluntariados solidarios, recuperado de los mundos sociales de pertenencia de las/os militantes, especialmente de su sociabilidad en ámbitos católicos (Grandinetti, 2019a). Estos voluntariados organizados o promovidos por la juventud del partido se conjugan, en ocasiones, con las políticas de inclusión social del gobierno porteño. Tal es el caso, por ejemplo, de los proyectos gubernamentales abiertos a la participación de voluntarios que llevó adelante la Secretaria de Hábitat e Inclusión Social de la CABA en barrios populares de la ciudad en 2013-2015. Así, por ejemplo, se organizaron jornadas de trabajo de pintura de las fachadas de las casas de estos barrios con el objetivo de “contagiar ganas de vivir bien”. Otras actividades de esta área de gobierno, como los proyectos de “deporte inclusivo”, en los que militantes de JPRO enseñaban a jugar al rugby o al tenis como prácticas física y moralmente reconstituyentes, sirvieron también como oportunidades para que las/os militantes juveniles del PRO se acercaran a los barrios populares de la ciudad, adquiriendo un conocimiento de sus territorios y dinámicas políticas, presentadas por los mismos militantes como difíciles y poco conocidas.

La gestión ocupa también un lugar central en las prácticas de esta juventud partidaria en la vida político-asociativa de las universidades públicas y privadas confesionales (Grandinetti, 2019b). En el caso de los centros de estudiantes de la Universidad Católica Argentina (UCA), en los que la militancia de JPRO tiene una inserción fluida desde sus inicios, las discusiones de orden político o partidario aparecen completamente veladas detrás de una idea de gestión entendida como brindar servicios y “estar cerca” de los estudiantes en sus vicisitudes académicas cotidianas. El PRO, especialmente en sus primeros años, se valió de la inserción de algunos de sus militantes juveniles en los centros de estudiantes de esta universidad para el reclutamiento, a través de ofrecimientos laborales en el gobierno local, de estudiantes y jóvenes profesionales con un alto grado de afinidad sociocultural con el partido. A través de la presencia de militantes de JPRO en los centros de estudiantes de esta universidad, dirigentes del PRO y funcionarios de la CABA suelen ser invitados a dar charlas sobre la gestión de gobierno, a partir de las cuales tienden puentes con la vida estudiantil de la universidad. Las invitaciones a visitar obras públicas ligadas de algún modo a los planes de estudios de carreras como ingeniería o arquitectura, por ejemplo, han sido otro modo de atraer al partido a estudiantes de la UCA a través de sus centros de estudiantes.

En el caso de la Universidad de Buenos Aires (UBA), gran parte de los repertorios y propuestas de las agrupaciones del PRO buscan replicar o emular políticas públicas del gobierno de la CABA, cultivando una presentación de sí como “hacedores” y buenos gestores, al mismo tiempo que como intermediarios entre las necesidades estudiantiles y el gobierno porteño. Así, por ejemplo, en el centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas lograron acceder a la Secretaria de Espacios Verdes y desde allí reproducir políticas del programa “Ciudad Verde” del Ministerio de Espacio Público de la CABA para generar actividades vinculadas al reciclaje y la concientización ambiental. Desde la Facultad de Ingeniería, la agrupación del PRO organizó visitas guiadas para recorrer obras públicas del gobierno de Macri como el entubamiento del Arroyo Maldonado o la nueva sede del Gobierno de la CABA en Parque Patricios. PRO-Derecho llevó a militantes que trabajan en la DGPJ a dar talleres sobre armado de currículums y entrevistas laborales. En 2013 el slogan de campaña de PRO-Derecho fue “Elegí + Gestión” y en 2014, “Nosotros elegimos hacer. Votá a los que hacen”. En varias oportunidades, igual que en la UCA, invitaron a funcionarios del gobierno porteño a dar charlas sobre la gestión.

En cuanto a las prácticas de formación interna cabe señalar la importancia de las charlas enfocadas en conversar con funcionarios de la CABA sobre temas de gestión. Los “afters” con funcionarios –encuentros informales de la militancia en bares luego del horario laboral– son otra de las prácticas habituales de la vida interna de JPRO, especialmente en los años no electorales. La Generación, una de las agrupaciones internas que más énfasis hizo en este tipo de encuentros (Longa, 2018b), creó una “escuela de líderes”, institucionalizando este tipo de encuentros con funcionarios como parte de la formación en gestión de los cuadros juveniles del partido.

Resulta interesante, entonces, examinar cómo conciben las/os militantes de JPRO la articulación entre actividad militante y trabajo en el Estado. Para quienes integran JPRO y trabajan en la gestión de gobierno local, militar es concebido como un plus que les permite soportar los momentos adversos, la sobrecarga de trabajo o las frustraciones propias del mundo de la política. Es, además, aquello que les lleva a trascender lo meramente laboral, el cumplimiento de cierto horario y de ciertas funciones acotadas, para “ponerle el pecho” a lo que hacen. A su vez, implica un conocimiento mayor de la lógica política que subyace a la toma de decisiones, un saber que les permite lidiar con situaciones que, desde su perspectiva, el simple empleado público desconoce y no soporta. Así, para los empleados que participan en JPRO, ser militante marca la diferencia en cuanto a lo que se pone de sí (tiempo, compromiso, dedicación, etc.) en comparación con el “municipal”, es decir, el empleado de planta de la administración pública de la CABA. Es por ello que, según la militancia de JPRO, los funcionarios prefieren contar con militantes en sus áreas, lo que legitima, a su vez, sus rápidos ascensos dentro de la administración. Así lo explican dos militantes juveniles que trabajan en distintas áreas del Estado porteño:

Al ser militante mi rol de comunera se ve enriquecido de alguna forma, porque entender la lógica de la política me hace entender el proceso de las comunas de otra manera […]. El hecho de tener una militancia, como compromiso con una idea superadora que va más allá de una comuna, te hace bancarte y poner el pecho a un montón de cosas, porque yo estoy defendiendo a un gobierno.[12]

Preparamos una Juventud, y gracias a la Juventud, que es como el semillero del espacio de Diego [Santilli, entonces Ministro de Espacio Público de la CABA], pudimos poner chicos en lugares importantes, donde necesitamos un pibe nuestro y no un [empleado] municipal, porque al municipal no le importa si vos serviste la taza [de café] así o así. Diego quería que la taza la sirvieran así, y vos sabías que si la habían puesto mal, alguien la iba a correr.[13]

La “gestión” es uno de los valores que movilizan las/os militantes del PRO en su presentación de sí. Trabajar en la gestión implica, para ellas/os, realizar un ideal de política pragmático, la forma más valorada de militancia porque supone la posibilidad de “resolver problemas concretos de la gente” y de participar del ethos emprendedor que caracteriza al partido (Vommaro, 2015; 2017). La militancia de JPRO presenta a las ideologías como “encorsetamientos” y “mochilas del pasado” que deben ser descartadas porque no son útiles para resolver problemas ni para interpelar a los ciudadanos (Grandinetti, 2015). Según explica este militante, los motivos para ser pragmáticos son, a su vez, pragmáticos:

Me gustaría [que el PRO tuviera más contenido ideológico] […] pero veo que cuando hay que tomar decisiones de gobierno es útil, porque no estás encorsetado a un punto de vista y eso te da flexibilidad, la verdad es que cuando vos te encorsetás en una idea, te ayuda en una y te tira abajo en diez, porque no todos los problemas son iguales y no todas las soluciones que tenés que dar son iguales.[14]

Así, las/os militantes juveniles del PRO suelen definir su identidad política bajo la idea de son “lo que se está haciendo”, y el hacer por excelencia es el de la gestión de gobierno. En lugar de una “mística” ligada a una tradición partidaria o a dirigentes del pasado como la que caracterizaría a las militancias radicales o peronistas, la “mística” de JPRO es, según varios/as entrevistados/as, la experiencia de la gestión:

Yo no creo que si no te definís en una ideología perdés identidad, al contrario, tu identidad tiene que ser trabajar para resolverle problemas a la gente […]. Al mundo político argentino le cuesta mucho la incertidumbre, quieren definir todo en algo […] ¿Qué son? No sé, somos lo que estamos haciendo.[15]

Nuestra mística es el día a día, es la experiencia que vamos adquiriendo como partido en la Ciudad, porque otra historia no tiene el PRO más que lo que está haciendo ahora.[16]

La llegada del PRO al gobierno de la CABA en 2007 les ha ofrecido a sus militantes un ámbito de sociabilidad en el que adquirir y poner en práctica estas visiones de la política como parte de su quehacer cotidiano. Es a partir de su actividad laboral dentro del gobierno porteño que estos militantes dan a su participación política este sentido tan fuertemente ligado al hacer y a la gestión, entendida además como la resolución “no ideológica” de problemas. A diferencia de parte de la dirigencia del PRO que moviliza un ethos del hacer ligado a su trayectoria dentro del ámbito empresarial (Vommaro, 2017), las/os militantes de JPRO se constituyen en “hacedores” a partir de su inserción en la gestión de gobierno.

Por otra parte, si militar es para ellas/os un hacer, también es un hablar acerca de lo que se hace. El componente militante del trabajo en la gestión pasa, fundamentalmente, por comunicar y defender la gestión ante la ciudadanía y la opinión pública. Las actividades de campaña en las calles y los “timbreos”, junto con la participación en las redes sociales, aparecen como las instancias en las que se habla de lo que se hizo, como forma de defender la gestión y el propio trabajo. Militar no es, entonces, sólo hacer sino también estar. Aquí el ethos del hacer, compartido con el funcionario, se complementa con un ethos del poner el cuerpo, como lo señala este militante con quien conversamos respecto a los “timbreos” realizados desde el gobierno porteño:

“El timbreo es una cosa importante, porque yo creo que ahí uno defiende el trabajo de uno [...] en definitiva lo que vos hacés es tratar de convencer a la gente de que lo que vos estás haciendo está bien y es lo que te va a permitir a vos en 2015 seguir con trabajo.[17]

Militar y trabajar en el Estado les brindaría, además, un conocimiento desde adentro de la gestión de gobierno, al mismo tiempo que la posibilidad de hablar con “el vecino”, de estar en las calles, y así realizar una tarea que aparece como vacante en un “partido de hacedores”. Hablar de la gestión no solo implica defender lo que se hace, sino “escuchar al vecino”, “tomando sus reclamos” y oficiando de intermediario, entre éste y el Estado. Así, la militancia de JPRO se legitima no solo por su hacer dentro de la gestión y por la defensa en las calles de eso que se hace, sino en tanto canal de comunicación entre la “gente” y el Estado.

Estado, carrera política y controversias morales

Los estudios sobre militancias juveniles en la Argentina posterior a la salida de la crisis de 2001 y, especialmente, durante los gobiernos kirchneristas, muestran la relevancia que adquirieron las organizaciones partidarias como espacios de participación, y el Estado como objeto y arena de la acción política juvenil (Vázquez, 2014; Chaves, Galimberti y Mutuverría, 2016; Vázquez, Rocca Rivarola y Cozachcow, 2018).

Para las/os militantes juveniles del PRO, el Estado es una institución que merece ser disputada electoralmente, en tanto consideran que solo desde allí pueden realizarse cambios e incidir de manera global y eficaz en la realidad. Suelen valorar las capacidades estatales –y justificar la elección de un partido político como espacio de participación– contrastándolas con las limitaciones de otras formas de intervención como los voluntariados, que ocupan un lugar significativo en sus experiencias de sociabilidad (Grandinetti, 2019a). En consecuencia, la militancia de JPRO concibe a su partido, principalmente, como un instrumento electoral para alcanzar cargos públicos y realizar cambios que desde otras organizaciones no podrían realizar. La idea recurrente de que –en palabras de un entrevistado– “la gente no vota partidos sino personas” sustenta, paradójicamente, el valor que le dan al PRO como un partido que ha funcionado como “puente” para atraer a la vida política y a la función pública a personas que de otro modo no habrían participado políticamente: managers de empresas, expertos de fundaciones y jóvenes que, como ellos/as, no se hubieran “metido en política” si no hubiera existido el PRO.[18] El valor que le asignan al PRO como partido radica, entonces, en su capacidad para reclutar “gente nueva”, no contaminada con las viejas formas de la política partidaria, y en ser la herramienta electoral que permite que esas personas ocupen funciones públicas.

La juventud del PRO valora al Estado positivamente en abstracto, pero negativamente en concreto, especialmente durante aquella experiencia histórica que ha marcado su entrada a la militancia: la de los gobiernos nacionales de los Kirchner (Grandinetti, 2021). La importancia de acceder al Estado no solo se vincula a la valoración de sus capacidades, sino que se justifica por el hecho de que, si no participan personas provenientes de otros ámbitos (como el mundo privado y de las ONGs) los cargos públicos seguirán estando en manos “corruptas”, como nos comenta una entrevistada:

Veía que había distintas formas: podía canalizar mi participación a través de una ONG o una organización del tercer sector, que no me gustaba […]. Yo creía que el rol del Estado era fundamental y yo veía que el problema de este país era el Estado, era la gente que conducía el gobierno [...]. Yo creí cuando me metí en política que el problema era el Estado, el problema es que el Estado es un Estado corrupto.[19]

La impugnación moral y la indignación que justifica y legitima la entrada en la política de estos jóvenes (y de una parte de la dirigencia del PRO) se complementa con una impugnación técnica respecto al funcionamiento del Estado: se trata de una institución vetusta e ineficiente que necesita ser modernizada. Como muestra Longa (2018b) en su trabajo sobre la militancia de La Generación, las/os jóvenes funcionarios macristas que dan sus primeros pasos en la gestión pública nacional o provincial de Buenos Aires luego de 2015, perciben al ámbito estatal como un campo minado por limitaciones procedimentales, papeleos excesivos y un personal desmotivado y poco capacitado, herencia de los gobiernos anteriores.[20]

Para la juventud del PRO, la ineficiencia estatal no sólo está vinculada a la corrupción política y a una burocracia hipertrofiada, sino también a la preeminencia de las “ideologías”. Las “ideologías” habrían cegado la capacidad de los funcionarios kirchneristas para dar respuestas inteligentes, brindando soluciones irreflexivas y siempre iguales a problemas nuevos. Cuando la militancia de JPRO se refiere al “encorsetamiento ideológico” del kirchnerismo, apunta a lo que considera una valoración dogmática de lo público por sobre lo privado. Para su militancia juvenil, el PRO, en tanto “puente”, permite cruzar del mundo privado al público no solo personas sino saberes y formas de hacer, que no asignan un valor a priori a lo público, sino que ponen en diálogo ambos mundos para encontrar las soluciones más eficientes. La cuestión no está, para ellos/as, en elegir entre la gestión pública y la privada, sino en administrar con “eficiencia” y “honestidad”. Para la militancia de JPRO, el compromiso ideológico y material del kirchnerismo con lo público lleva a una asfixia de las libertades individuales y de la iniciativa privada. Sanear moralmente al Estado a través del ingreso de un personal no proveniente de la “vieja política”, supone también, desde su mirada, modernizarlo en sus procedimientos al traer una visión pragmática acerca del vínculo público-privado:

Para el PRO no es que [cierta cuestión] no la pueda hacer el Estado, sino que hay que ver en ese contexto, en esas condiciones, en lo que hay que hacer, cómo nos conviene, qué alternativas reales hay en esa situación concreta y podemos ahí animarnos en ese caso, podemos ver un puente entre lo público y lo privado, que no sea solo el Estado.[21]

Creo en un Estado que intervenga, en un Estado activo y, lo más importante de todo, en un Estado que sea eficiente […]. No quiero que el debate sea [si las empresas] son privadas o públicas, quiero que estén los mejores tipos, los más eficientes.[22]

Como hemos visto, la juventud del PRO tiene una inserción fuerte y extensa en el Estado local desde 2007. Muchos de sus dirigentes han ocupado cargos electivos en la Legislatura y las comunas, y cargos jerárquicos en la gestión de gobierno, desarrollando veloces carreras ascendentes en el Estado. Sin embargo, esta militancia sostiene una mirada anti-profesionalista de la política basada en la idea de que vivir de la política supone un problema moral y práctico. Para la militancia de JPRO, vivir de la política se vincula a la “vieja política”, la de los políticos tradicionales que se “reciclan” y son “siempre los mismos”, y se opone a la “nueva política” que, encarnada por el PRO, supone la entrada a la política de un personal proveniente de otros ámbitos. Así, hacer de la política una profesión produce, según esta narrativa, una dependencia económica que corrompe a quienes la ejercen. Así lo explica una militante:

No estoy apuntando a vivir de la política, creo que la política es un poco de suerte y es hoy sí, mañana no, y podés ser diputado cuatro años y nunca más, y creo que siempre hay que hacer algo aparte de la política con lo que puedas sostenerte y vivir de. […] Si no, te transformás en esa gente que no vive para la política, sino que vive de la política, y esa es la gente que la corrompe la política, porque por un contrato o por plata, porque vive de eso, hace cosas que no tiene que hacer, y bueno, estamos como estamos.[23]

Si bien entre las/os militantes de JPRO domina una mirada anti-profesionalista de la política, al momento de dar cuenta de sus propias carreras, militar ocupa el lugar de una etapa de sacrificios y renuncias que finalmente son o serán retribuidas con cargos, posiciones en las listas o reconocimientos internos. Participar en el PRO aparece, entonces, como una inversión, pero también como el sacrificio o la postergación de lo que imaginan como una carrera profesional exitosa y bien remunerada en el sector privado.

En lo que refiere a las carreras, en JPRO la presentación de sí dominante se sitúa entre la figura del voluntario y la del ejecutivo: la del joven profesional exitoso que pudiendo ganar dinero dentro del ámbito privado renuncia a eso para “dar a los demás”, para “ayudar a la gente”. Así, sus carreras ascendentes dentro del sector público se engrandecen en tanto suponen una particular combinación de sacrificio y mérito. El PRO es presentado como un “espacio meritocrático” en el que, como nos comenta un entrevistado, “si vos laburás, te esforzás, das ese plus extra, tenés la vocación de servicio, yo creo que cualquiera puede llegar [a un cargo público]”. [24] En consecuencia, construyen una narrativa moral en torno al sacrificio como forma de engrandecer sus inserciones estatales. Tal sacrificio consiste, para estos/as militantes, en haber renunciado a una promisoria carrera profesional en el mundo privado para desarrollar sus carreras en el Estado.

Discusión y conclusiones

En las páginas precedentes hemos mostrado la centralidad que adquirió en el PRO el temprano acceso al Estado local para el desarrollo de su militancia juvenil. Mostramos cómo la llegada al Estado sirvió para la creación, desde distintas dependencias gubernamentales y despachos legislativos, de agrupaciones juveniles de militancia. Incentivados por la competencia horizontal y por los desafíos de una primera experiencia de gobierno, cuadros dirigentes del partido formaron agrupaciones de militancia desde el Estado como una estrategia para ganar visibilidad interna, legitimarse como líderes partidarios, y formar redes de empleados leales y comprometidos políticamente con la gestión de sus áreas de gobierno. Los recursos estatales sirvieron, entonces, para el reclutamiento y la reproducción de militantes juveniles, al mismo tiempo que contribuyeron a forjar compromisos y solidaridades entre militantes y dirigentes. Al lograr nuclear a casi la totalidad de estos grupos de militancia en una rama juvenil orgánica como JPRO, el partido logró superar el desafío de la fragmentación interna, convirtiendo aquello que sus cuadros dirigentes acumulaban desde el Estado como capital político personal en un valioso recurso organizacional.

En un partido en construcción, sin una cultura política sedimentada ni ámbitos de sociabilidad intra-partidarios, la experiencia en la gestión local contribuyó a moldear repertorios de acción y marcos interpretativos entre su militancia juvenil. Hemos mostrado la relevancia que adquirieren la “gestión” y el “hacer” en los modos en los que estas/os militantes se presentan a sí mismos, y piensan y hacen política en diversos ámbitos. En un partido que, además, moviliza –especialmente en el período analizado– la figura de la “nueva política” en oposición a la política de los partidos tradicionales y de los “viejos políticos” profesionales, y que defiende reformas pro-mercado y de achicamiento del Estado, estos/as militantes elaboran marcos de justificación que les permiten compatibilizar y engrandecer moralmente sus rápidas carreras ascendentes en el Estado. La visión del PRO como un “puente” que acerca “gente nueva” del mundo privado al público y, con ella, prácticas “eficientes” y “honestas” que permitirían sanear moral y procedimentalmente un Estado corrompido y anquilosado, y una lectura de sus inserciones laborales como resultado del mérito y el sacrificio virtuoso, son algunas de las narrativas que elaboran al momento de dar cuenta de sus incipientes carreras políticas desde la función pública.

En nuestra investigación hemos buscado ir más allá del problema del patronazgo, frecuentemente visitado en los estudios sobre partidos y Estado (Grindle, 2012; Scherlis, 2013; Muñoz y Dargent, 2016; Oliveros, 2021), para incorporar una perspectiva sociocultural que atiende otros aspectos menos abordados por esta literatura: la configuración de repertorios de acción, solidaridades y marcos interpretativos a partir del solapamiento entre la actividad militante y el trabajo estatal. Los hallazgos que hemos presentado aquí habilitan, además, discusiones en torno a algunas de las hipótesis que predominan en los estudios contemporáneos sobre organizaciones partidarias acerca de la relación entre la construcción partidaria (y, especialmente, el desarrollo de militancia), y el acceso al Estado.

Por un lado, nos permite matizar la hipótesis de que el acceso al Estado durante la etapa formativa de los partidos no favorece una construcción partidaria perdurable (Van Dyck, 2016). Según esta hipótesis, los recursos estatales –de bajo costo de obtención (Cyr, 2017)– funcionarían como sustitutos del desarrollo organizativo (Hale, 2006), es decir, de la acumulación de recursos de alto costo como la infraestructura territorial y la militancia, poniendo a los partidos que acceden tempranamente al Estado en una situación de fragilidad, dada la volatilidad de sus recursos (Bolleyer, 2008; Cyr, 2017). El caso del PRO y JPRO evidencia que, existiendo incentivos individuales y colectivos, las dirigencias partidarias pueden reinvertir esos recursos estatales para el desarrollo organizativo y de militancia en la etapa formativa del partido.

Por otro lado, permite discutir la hipótesis de que las elites de los partidos contemporáneos no encuentran mayores incentivos para el desarrollo de militancia, dado que sus organizaciones subsisten principalmente a partir de recursos estatales y trabajo profesionalizado, y a que la militancia reduce su capacidad de maniobra para adaptarse a contextos inestables (Panebianco, 1990; Mair, 1994; Katz y Mair, 2002; Whiteley, 2011; Bolleyer, 2013). El caso que analizamos aquí, sin embargo, matiza esta hipótesis mostrando formas de desarrollo de militancia –y formatos de militancia– que, valiéndose de recursos estatales, superan el dilema de la rigidez organizativa y la falta de cohesión (o coordinación) entre dirigentes y militantes, aún cuando una militancia como la de JPRO, fuertemente subordinada a la elite partidaria y dependiente de las oportunidades de carrera que esta pueda brindarle en el Estado, supone otros problemas y desafíos.

En la medida que podamos desprendernos de la mirada nostálgica y normativa basada en el modelo del militante total (Fillieule y Pudal, 2010) y creyente (Panebianco, 1990) del mistificado partido de masas, podremos comprender las formas que adquieren las militancias de los partidos en la actualidad, y los modos en los que estos desarrollan, muchas veces desde el Estado, un recurso que continúa siendo vital para su supervivencia como organizaciones. En este artículo hemos buscado contribuir a dicha empresa.

Anexo

Cuadro 2 Información sobre los/as entrevistados/as 

Cuadro 2 Información sobre los/as entrevistados/as (cont.) 

Fuente: elaboración propia a partir de trabajo de campo.

Referencias

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Notas

[1]No todos los diputados electos por las listas adosadas a la candidatura de Macri se integraron posteriormente a su bloque.

[2]Partido de derecha fundado por Ricardo López Murphy, ex ministro del gobierno de Fernando de la Rúa (UCR).

[3]En adelante, usaremos comillas para destacar expresiones nativas recuperadas de nuestro trabajo de campo.

[4]El PRO es un partido de centro-derecha formado durante el -así llamado- giro a la izquierda en Argentina y la región (Vommaro, 2019). Desarrolla su militancia juvenil en un contexto marcado por la emergencia pública y la expansión de las militancias juveniles del kirchnerismo, así como por la relativa recuperación de la legitimidad pública de la acción estatal y de la actividad política (Grandinetti, 2021). Las etapas posteriores a la aquí analizada suponen otro contexto sociopolítico nacional y regional, con un avance y radicalización de las expresiones y militancias de derecha en el espacio público (Goldentul y Saferstein, 2020; Kessler, Vommaro y Paladino, 2022).

[5]Página/12, 07/12/2007. Recuperado de https://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-95859-2007-12-07.html

[6]Vázquez (2015) y Vázquez y Cozachcow (2017) muestran que las áreas gubernamentales vinculadas a las políticas de juventud son espacios de inserción privilegiados para las juventudes de distintas fuerzas partidarias. El capital militante juvenil, argumentan, es reconvertido en capital burocrático-administrativo (Vázquez y Cozachcow, 2017, p.68).

[7]Páginas de Facebook de La Generación, La Macacha, Juventud Proyección Federal, La Corriente, Pensar el Camino, La 24, Jóvenes Desarrollistas, PRO Derecho, PRO Económicas, PRO Fadu, PRO Sociales, PRO Ingeniería, PRO Exactas, entre otras, desde sus inicios hasta 2015.

[8]“Estatuto de la Juventud de Propuesta Republicana” (2009), revista “Positiva” (cinco números publicados en 2010), revista “Estamos!” (dos números publicados entre 2012 y 2013), “Preguntas y Respuestas. Mauricio en la Ciudad” (2011), “La vía PRO, una aproximación a lo que somos” (2014), “Buenas prácticas de fotografía en timbreos”, “Guía para recorrer tu zona y visitar a tus vecinos” (2015), entre otros documentos internos y de campaña del período.

[9]Vázquez (2014) muestra un fenómeno similar dentro de las militancias juveniles del kirchnerismo. Esto da cuenta de la centralidad de la gestión pública y los recursos estatales en la construcción de las organizaciones de militancia.

[10]Para preservar la confidencialidad de las entrevistas, usaremos nombres ficticios al referirnos a nuestros/as entrevistados/as.

[11]Por ejemplo, son reclutados en los centros de estudiantes de la Universidad Católica Argentina (UCA) y en voluntariados solidarios de otras instituciones católicas, como mostramos en otros trabajos (Grandinetti, 2019a; 2019b).

[12]Entrevista personal con Agustina, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 19/06/13.

[13]Entrevista personal con Gerónimo, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 15/09/14.

[14]Entrevista personal con Ignacio, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 17/06/13.

[15]Entrevista personal con Javier, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 18/09/13.

[16]Entrevista personal con Gerónimo, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 15/09/14.

[17]Entrevista personal con Ignacio, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 17/06/13.

[18]El objetivo de hacer del PRO un “puente” desde el mundo privado hacia el público no se reduce a una mera presentación discursiva. Como muestra Vommaro (2017), dentro del PRO se emprendieron esfuerzos organizativos, principalmente a través de la fundación partidaria G25, para reclutar y movilizar ejecutivos de empresas. Canelo y Castellani (2017), por su parte, constataron que casi un tercio de los funcionarios del primer gabinete nacional de Macri habían ocupado previamente puestos de alta o media-alta gerencia en empresas privadas.

[19]Entrevista personal con Agustina, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 19/06/13.

[20]Algunos trabajos sobre militancias juveniles kirchneristas en la gestión pública (Chaves, Galimberti y Mutuverría, 2016; Mutuverría, 2017) dan cuenta de una mirada similar respecto a los procedimientos burocráticos del Estado. Sin embargo, estas militancias no recurren a valores como la eficiencia y la modernización, sino a la importancia acercar al Estado a los sectores populares como forma de democratización de la acción estatal.

[21]Entrevista personal con Milagros, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 03/07/13.

[22]Entrevista personal con Javier, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 18/09/13.

[23]Entrevista personal con Alejandra, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 10/09/14.

[24]Entrevista personal con Gerónimo, integrante del comité ejecutivo de JPRO-Capital, 15/09/14.

Recibido: 01 de Agosto de 2022; Aprobado: 05 de Diciembre de 2023

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